Revista Carta Abierta N° 8

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carta abierta VIiI setiembre - noviembre, 2015

Setiembre

edici贸n. 8 - Noviembre 2015

Periodismo Mashco Piro Yrigoyen Pe帽a Jap贸n Domoslawski

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Carl铆n, el caricaturista serio


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ÍNDICE 4. Editorial. El periodismo que merecemos 6. En Busca del contacto Eduardo Prado 16. El estilo Zileri Mario Munive

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22. Carlos Tovar: la caricatura como un arte de oposición Carlos Portugal 30. Diálogos de Taberna. Biedny Peruwiańczyk! (o la confusión de Juanma) Diego Olivas Arana 32. El observador de mitos Diego Olivas Arana

40. El Campeón de América Víctor Manríquez

Revista Carta Abierta / Coordinador general: Arturo Martínez / Coordinadora de producto: Paloma Verano / Diego Salazar Abecasis, Hanguk Yun, Giovani Alarcón, Erick Nazario, Paloma Verano, Carlo Reátegui, Jimena Rodríguez Roman Stefany Aquise / Ilustradora: Thalía Gonzáles / Diagramador: Diego Salazar Abecasis / Ejecutivo de cuenta: Ricardo G / Twitter: @cartaabiertapucp / Youtube: www.youtube.com/cartabiertafcac / Revista producida por la organizació

Contacto: carta.abie


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ÍNDICE 54. Opinión. ¡Afuera, pa’ la calle! Emilio Camacho 56. Entrevista Central. José Carlos Yrigoyen: “Quiero explorar la violencia que nos ha envuelto como sociedad” Víctor Manríquez 68. Fiebre criolla Jimena Rodríguez

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74. Opinión. Periodistas escritores, editoriales grandes Giovanni Anticona 76. Fotorreportaje. Tsukiji: El mercado de pescado más grande del mundo Stefany Aquise

/ Equipo: Emilio Camacho, Mario Munive, Julio Rospigliosi, Paolo Benza, Diego Olivas Arana, Víctor Manríquez, Diego Castillo, ní / Columnistas: Emilio Camacho, Giovanni Anticona / Colaboradores: Paloma Briceño, Eduardo Prado, Carlos Portugal, Guzmán / Agradecimientos: Vera Lucía Jiménez, Rómulo Franco, Mario Munive / Facebook: www.facebook.com/cartabierta ón de comunicación social Carta Abierta / Prohibida la comercialización total o parcial de los contenidos de esta revista

ertapucp@gmail.com


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El periodismo que merecemos


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El periodismo peruano es sucio, pésimo, atroz. Es muy fácil decirlo. Se hizo fácil cuando vimos, sorprendidos y espantados, cómo se les pagaba a los dueños de medios de comunicación en los “vladivideos”. Se hizo fácil también cuando los diarios colgados en los quioscos empezaron a ser El men, El chino y El chuculun. Hoy, se hace fácil cuando vemos cómo aumentan las ocasiones en las que a una víctima se le pregunta tantas veces lo mismo: “¿cómo se siente?”. Tal vez sí sea atroz. Tal vez no hayamos aprendido nada en estos últimos quince años. Tal vez, cada vez existan más personas que llevan el título de periodista sin siquiera haber escuchado sobre Edmundo Cruz o leído un buen libro de Martín Caparrós o Gabriel García Márquez. Tal vez nos merecemos que así sea.

Así como dijera Carl Bernstein, quien junto a Bob Woodward destapó el escándalo

Es quien enseña y se deja enseñar. Es quien comparte lo que ha aprendido a lo largo de su carrera. Es quien se amanece para verificar una información. Es quien busca hasta el cansancio a una fuente para obtener su versión. Es quien conversa con las personas en vivo y en directo, es quien nunca dice “esto no vende”. Es quien renuncia si ve recortada su libertad de expresión. Es quien asciende gracias a sus méritos y no a sus favores. Es quien comparte una noticia porque es importante, no solo porque quiera acumular vistas y likes. Porque podemos ser una sociedad con muchas limitaciones y, a su vez, tener un periodismo con varias deficiencias. Sin embargo, quienes intentan darle una mirada certera a la realidad son los buenos periodistas. Y este 1 de octubre, merecen un saludo por su día. Desde Carta Abierta, creemos que sí es posible hacer buen periodismo, cada edición tratamos de ser parte de él y lo seguiremos haciendo.

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editorial

Pues no. No es así. No nos merecemos personas que se disfracen de periodistas y que salgan al campo sin tener idea de cuál es el verdadero sentido de esta profesión. El servicio social es una cualidad básica para cualquiera que desee ser realmente bueno. Debe saber que tiene una responsabilidad enorme cuando reportea, pautea, transcribe, edita o presenta las noticias. Debe saber también que es un instrumento que sirve para informar y acercar a la gente al poder y que, si bien se encuentra muy cerca de este -entendiendo poder como gobierno y empresas que manejan el país-, no se puede quemar. Un buen periodista debe saber hasta dónde llega su límite, por más difuso que parezca. Ese es el tipo de periodistas que nos merecemos.

Watergate: “un buen periodista es el que sabe escuchar, el que busca la verdad sin polémicas y que trata de dar contexto”. El periodista que merecemos no es quien alza la voz cuando no le parece lo que dice su entrevistado, por más corrupto que sea. No es quien trata de salir en el encuadre de la pantalla cuando la historia que sucede detrás es más importante. No es quien redacta una noticia escuchando solo una parte de la historia. No es quien le dice a sus entrevistados “tienes que decir esto”. No es quien le paga a un prófugo por información sin antes consultarlo con todo su equipo. No es quien solo invita a políticos a su programa para burlarse de ellos, aunque lo merezcan.


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EN BUSCA DE

Eduard

Los Mashco Piro son un p nectarse de la sociedad. gracias a los medios, c Si algo debes saber de buscarlos. Está prohibid hay algo que nadie ha des ¿Qué sucede cuando una voluntario decide

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EL CONTACTO

do Prado

pueblo que decidió desco. También son conocidos, como los no contactados. ellos es que no hay que do. Pero, en nuestro país, scubierto cómo responder. población en aislamiento e dejar el exilio?

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Fuente: youarefreetolive.com


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n Perú la defensa de las poblaciones en aislamiento voluntario, también conocidos como los no contactados, se ha fortalecido durante la última década. Luego de que Alan García escribiera un artículo en el 2007, durante su mandato presidencial, en donde afirmaba con severidad que los no contactados eran un invento de los ambientalistas; la avasallante realidad del daño que estas poblaciones estaban sufriendo por culpa de las petroleras, madereras y narcotraficantes se hizo más evidente que nunca.

en la incertidumbre cuando, por ejemplo, estos pueblos solo buscan una relación de trueque con las poblaciones aledañas. En ambos casos, a las comunidades nativas solo les queda rechazar cualquier contacto con las poblaciones en aislamiento voluntario ya que, según la ley, no pueden acercarse. Ni siquiera cuando ellos son los que dan el primer paso.

Nuestro país alberga cerca de 15 poblaciones en aislamiento voluntario. Estas ocupan diferentes reservas territoriales designadas por el Ministerio de Cultura. Los Mashco Piro, una de estas poblaciones, se moviliza a través de tres reservas: Madre de Dios, Mashco Piro y Murunahua. Su constante movimiento de un territorio a otro ha impedido la elaboración de un censo acertado sobre la cantidad de personas que conforman su grupo. Dentro de la poca información que se dispone de ellos, se sabe que son nómadas y que los terribles abusos cometidos en su contra, durante el boom del caucho, los llevaron a desconectarse por completo del resto de la civilización.

La comunidad nativa de Shipetiari se ubica en el departamento de Madre de Dios, donde ocupa un espacio de 26,807 hectáreas, y está conformada por un aproximado de 24 familias, cuya lengua natal es el Matsiguenka. El camino más rápido para llegar a Shipetiari empieza en Cusco, a través de un viaje de siete horas hasta Pilcopata, luego continúa un trayecto de tres horas hacia la comunidad nativa de Shintuya y, desde allí, se sigue en bote por dos horas hasta las playas de Shipetiari. Finalmente, se realiza un pequeño recorrido en camioneta, o una caminata de 30 minutos, hasta el albergue de la comunidad.

La ley 28736, que vela por la protección de pueblos indígenas u originarios en situación de aislamiento y en situación de contacto inicial, establece ciertos mecanismos y parámetros para identificar a estas poblaciones y, además, señala cómo actuar en casos de contacto inicial. La ley sostiene que se debe informar cuando un pueblo en aislamiento voluntario tiene la intención de formar una comunidad estable y reconocida; sin embargo, su interpretación cae

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En Shipetiari no hay teléfonos. Si alguien de la comunidad quiere comunicarse con el exterior, tiene que hacer un viaje de 40 minutos hasta llegar a una cabina de internet. Desde allí se informan, chatean, escriben correos y hacen llegar sus reclamos:

LA POBLACIÓN MASHCO PIRO SE ESTIMA EN 750 PERSONAS. SIN EMBARGO, ALGUNOS ESPECIALISTAS ASEGURAN QUE EL NÚMERO SERÍA MAYOR A 1500.


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“El viceministerio de interculturalidad solo dice que tenemos que huir y no molestarlos, que ellos no tienen presupuesto para contratar más personal de protección y que tenemos que estar alerta”, afirmó en junio Henry Rosas, jefe de la comunidad Shipetiari. Un mes atrás, el caos explotó en su comunidad luego de que Leo Pérez Peña, un comunero de 20 años, fuera asesinado de un flechazo en el pecho por los Mashco Piro. “El motivo que les obliga a salir a estos hermanos es que quieren ropa, machetes, ollas, cuchillos, yuca, plátano y vivir como nosotros”, señaló Rosas. Hasta hace poco los Mashco recibían estas cosas de las comunidades nativas de Diamante, Shintuya y Shipetiari. Pero desde que se les prohibió cualquier contacto con los Mashco, la situación se ha tornado muy tensa.

Ya en el 2011, en la comunidad nativa de Diamante, un poblador llamado Nicolás Flores, conocido como “Shaco”, mantenía una relación cercana con los Mashco Piro. No solo porque hablaba su mismo idioma –la lengua de Diamante es el yinesino porque además intercambiaba con ellos una serie de cosas, como machetes y ollas, y les daba alimentos. “El Estado y la FENAMAD (Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes) le prohibieron al hermano Shaco que les siga dando más cosas, aunque la relación que él tenía con los Mashco Piro no era reciente”, dice Rosas. “Ellos le dijeron en su idioma que si no les daba más cosas lo iban a matar, y así lo hicieron”.

Al respecto, Patricio Zanabria, Coordinador de Planificación y Gestión Comunal

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Fuente: FENAMAD


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lA ÚNICA SOLUCIÓN DEL ESTADO ES LA EVACUACIÓN DE ESTAS POBLACIONES

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de Bosques en la Asociación de Servicios Ecosistémicos de Perú, y con experiencia en las comunidades nativas, señala que la ley está mal planteada. “Sabemos por las conversaciones que tuvimos con la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) que la ley de los PIACI es una ley -así como los reglamentos, directivas y etc.- de corte muy generalista, llena de vacíos, imprecisiones que no sirven para afrontar una situación de contacto inicial”, asegura.

A lo que Zanabria hace referencia es al hecho de que la ley de protección de pueblos indígenas u originarios en situación de aislamiento y en situación de contacto inicial, no fue elaborada con los detalles necesarios para proceder de una forma correcta. Menos aún para entender que el trueque entre los Mashco Piro y las comunidades nativas necesitaba de una constante comunicación, y no un cese de ella. Otro factor importante es que la ley no considera a los pobladores de las comunidades indígenas afectadas dentro del equipo multisectorial encargado del análisis de las situaciones de contacto inicial. “Si bien el Estado es quien debe regular y propiciar cualquier tipo de solución, no hay duda de que ninguna

solución va a ser válida si no proviene de los propios afectados. Es la población indígena de la zona la única capacitada para conocer a fondo el problema y plantear soluciones acertadas.”, afirma el antropólogo Rafael Alonso, Secretario Técnico y Coordinador editorial del Centro Cultural José Pío Aza, organización que pertenece a Selvas Perú.

Los reclamos están dirigidos al Ministerio de Cultura, en donde Lorena Prieto es la titular de la Dirección General de Derecho de los Pueblos Indígenas. Ella reconoció, en junio del 2015, que la ley necesitó desarrollar un protocolo de actuación -que ahora ya está planteado- en caso de contacto inicial con los pobladores, y que las acciones que tomó el gobierno fueron las de instruir a las comunidades sobre qué hacer en caso de que aparezcan nuevamente los Mashco Piro. “Se colocaron dos puestos de vigilancia en las zona de Madre de Dios para alertar en caso de acercamientos y recurrimos a especialistas brasileños para que ayuden a determinar la situación de los Mashco Piro”, aseguró Prieto en junio. Como se recuerda, en Brasil ya han existido casos de integración de poblaciones en aislamiento voluntario a comunidades nativas. “Esta es la primera vez en Perú que el Estado acompaña este proceso de contacto e intento de integración, por eso necesitamos la ayuda de personas con experiencia en el asunto”, agrega.

EN 1950 , EL INSTITUTO LINGÜÍSTICO DE VERANO ENTABLÓ CONTACTO CON DOS MUJERES MASHCO PIRO DE DIAMANTE Y SHIPETIARI.


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Fuente: ANDINA

actitudes tomadas por las comunidades con las que vienen contactando desde hace algunos años”.

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¿A qué se debe la creciente búsqueda de contacto por parte de los Mashco Piro? Las hipótesis que más suenan y se repiten en los medios de comunicación son la extracción de petróleo y la tala de árboles, por parte de las madereras. También el narcotráfico es otro factor que se suele tomar como una causa principal.

“Los Mashco Piro provienen del Parque Nacional del Manu, un área protegida y segura por parte del Estado. Por lo tanto es falso que los factores que se señalan siem-

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“Las acciones del Estado van dirigidas únicamente a las comunidades que reciben visitas de Mashco Piro y a otros agentes externos que puedan estar presentes en la zona, pero no con el objetivo de implementar medidas de seguridad y protección, sino buscando concientizar a estas comunidades para que eviten todo contacto”, aseguró meses atrás el antropólogo Rafael Alonso. “De hecho, aún no se da ninguna respuesta concreta a los reclamos de estas comunidades. Según la versión oficial del Estado, porque carecen de recursos económicos para ello, argumento bastante absurdo considerando que dichos reclamos son muy simples. La única solución planteada desde el Estado es la evacuación de estas poblaciones, algo a lo que lógicamente no están dispuestos los afectados”, dice Alonso. Patricio Zanabria añade que “este rechazo es el verdadero origen de la actitud violenta adoptada por los Mashco Piro, quienes lógicamente no conocen dichas políticas ni el porqué de las nuevas


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pre como los causantes de su movilización sean correctos”, señala Lorena Prieto. “Podría estar pasando algo en el norte, tal vez falta de alimentos, pero definitivamente no algo de la naturaleza que se asegura”, agrega.

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Por su lado, Patricio Zanabria señala que “en el Manu pensamos que puede haber tres razones: presiones internas entre los mismos grupos de Mashco, de otros indígenas (quizás los Nanti) o de narcotraficantes, tener una crisis alimentaria por la disminución de animales para cazarlos y la última es que ya siendo la yuca, plátano, ollas y machetes parte de sus necesidades, los obliga a buscar contacto”. En este último punto, Lorena Prieto también concuerda que estos alimentos y utensilios ya se han vuelto parte de la vida de los Mashco Piro.

Fuente: FENAMAD

“En estas sociedades uno no puede entender que habiendo tantos bienes en tu casa, no los puedas compartir. El hecho de negar el trueque es un acto de guerra”, afirma Donaldo Pinedo, antropólogo con vasta experiencia en comunidades nativas. “Estos objetos se han vuelto en parte necesarios para los Mashco Piro, ya que les facilitan la labor de sembrar y trabajar en la selva”, agrega. Para Donaldo, a raíz del descubrimiento de estos nuevos objetos, los Mashco han ido dejando de ser un pueblo nómada, para conformar chacras y asentarse en espacios determinados.

Sin embargo, organizaciones como la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (AIDESEP), señalan que el contacto con los Mashco Piro ha sido forzado por parte de las comunidades nativas y que ellos mismos han causado esta situación de violencia. Ante esto, Rafael Alonso


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afirma que “eso es absolutamente falso. El contacto nunca se ha dado por iniciativa de las comunidades de la zona, ni por parte de ningún otro agente externo. Ese tipo de contacto, voluntario o forzado, nunca ha existido”.

No se trata, pues, de violencia injustificada. Hay un factor clave aquí y es que el Estado no ha sabido qué hacer cuando un pueblo en aislamiento voluntario decide dejar de serlo. No ha pensado cómo reaccionar cuando ellos quieren tener un lugar estable, medicinas, y hasta incluso ser reconocidos como personas y no como seres ajenos al Perú que viven en una burbuja. “El Estado y la FENAMAD apuestan por la protección de estos pueblos, pero en el sentido de exclusión: aislarlos en un espacio, una reserva, y no brindarles servicios básicos”, señala Donaldo Pinedo.

Ahora que han pasado cuatro meses desde el ataque mortal de los Mashco Piro, este pueblo en aislamiento voluntario ha decidido salir por completo y colocarse todos los días en la orilla del río. El Ministerio de Cultura ha escuchado los consejos de los especialistas brasileños y ha llegado a la conclusión de que no se trata de escapar de los Mashco, sino de dialogar con ellos. “El Estado no puede seguir teniendo la política de protección como si estuvieras protegiendo a pueblos en aislamiento. Lo que tenemos que hacer es darnos cuenta que

SEGÚN RAFAEL ALONSO, LOS MASHCO PIRO NO CONFORMAN COMUNIDADES NI GRUPOS HUMANOS SINO QUE SON GRUPOS FAMLIARES DISPERSOS E INCONEXOS.

ellos ya han tenido bastante contacto con la población local y otros actores”, señala Prieto. Asegura también que el contacto constituye un alto riesgo para la vida de los Mashco Piro ya que pueden contagiarse de enfermedades externas; por ello es que se han desplegado agentes de protección que se encargan de monitorear la presencia de este pueblo. Para Rafael Alonso, los Mashco Piro no son comunidades articuladas, sino grupos familiares que hablan el yine y que han logrado mantener contacto con las comunidades nativas aledañas. “Que dichas personas pudieran integrarse en comunidades yine es algo totalmente factible, siempre y cuando se adopten medidas de protección ante posibles enfermedades derivadas del contacto y se implementen protocolos adecuados. Lo que sí está claro es que el Estado no debe cesar en sus funciones de protección, pero forzarlos al aislamiento permanente e impedirles cualquier contacto con el exterior no es la protección adecuada”, señala.

Como afirma Pinedo, el trueque es el primer paso para la integración a una sociedad. Henry Rosas, el jefe de la comunidad

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ellos ya han tenido bastante contacto con la población local


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impedirles EL contacto no es la PROTECCIÓN ADECUADA

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Shipetiari, no está en contra de la integración, sino que la apoya y busca que se logre dar algún día. “Claro que sí, siempre y cuando se les enseñe a no matar, no robar y otras cosas más, y se les enseñe a trabajar así como nosotros. El Estado tiene que ayudarlos mucho”, dice Rosas. Por su parte, Donaldo Pinedo está convencido de la viabilidad de la integración. “Por supuesto que es completamente posible. Pautada, regulada, que reciba atenciones permanentes de salud, de educación, que se les asigne un territorio en donde puedan movilizarse. Además, que sean sujetos reconocidos por el Estado, con documentos de identidad para que puedan votar y ser elegidos, armar sus asociaciones indígenas, que puedan defender su territorio. Es completamente viable”, concluye.


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/CENTROCULTURALUP

@CCUPACIFICO


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El estilo Zileri Mario Munive Ilustración: Nagib Zariquiey El 1 de octubre de 1950 apareció el primer número de Caretas. Este es un homenaje póstumo a quien encarna el espíritu de la revista.

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H

ombre de temperamento volcánico, intuitivo y mordaz, Enrique Zileri dejó su sello personal en muchas páginas, titulares y sobre todo portadas de la más importante revista peruana de actualidad. Irreverentes, ingeniosas, cargadas de sarcasmo y dotadas de un humor corrosivo, esas portadas exhiben, todavía lozanas, las legendarias e incontenibles ganas de joder que Zileri cultivó a lo largo de su carrera periodística.

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Contemplar las tapas de la revista entre los años sesenta y fines de los noventa es un ritual que repito con frecuencia. Son portadas que enseñan a mis alumnos que en el periodismo la ironía y la sátira pueden ser armas más eficaces que la diatriba y la bilis (escrita y hablada), tan común en estos días. Zileri utilizó el humor para burlarse de manera sistemática del poder político. Ningún presidente, caudillo o torvo asesor se libró entonces (ni ahora) del ridículo. A todos les cayó, no sé si por igual, pero siempre con

Zileri utilizó el humor para burlarse del poder político. la misma sorna. Esos montajes basados en siluetas o primeros planos, inspirados en aquellos personajes que cada semana terminaban chamuscados por la coyuntura, revelan el saludable irrespeto por la solemnidad que Zileri practicó con delectación. Pero los titulares de esas portadas también merecen unas palabras: se trata de frases connotativas que ofrecen (o esconden) más de un significado. Son titulares que a menudo juegan con los sentidos para ser impactantes y sugerentes. Y esa cualidad, esa singularísima característica, los ubica en las antípodas del titular fáctico, frío e impersonal, abundante en la prensa limeña y cuyo ciclo de vida se desvanece después de unas horas, o peor, al cabo de unos minutos. No ocurre lo mismo con los titulares de Caretas. Veinte años o treinta años después de haber sido publicados, todavía desatan

PROMESA CUMPLIDA. Abril de 1995. Si Fujimori ganaba las elecciones, Caretas se mojaba en la pileta de la Plaza de Armas. Esa fue la promesa. En la foto, Enrique Zileri, Marco Zileri, Fernando Ampuero, Domingo Tamariz, Rául Vargas y Cecilia Valenzuela


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DENUNCIA. Junio de 1969. Portada de Caretas da cuenta de la que sería la primera deportación de Enrique Zileri Gibson.

sonrisas, despiertan interrogantes y provocan alguna entrañable evocación entre los adultos que vivieron otras épocas. Si el periodismo informativo está condenado a la fugacidad y el olvido, el periodismo de Caretas construye memoria y está llamado a perdurar.

A todos les cayó siempre con la misma sorna

Es por eso que valoro el estilo de Caretas. La obsesión por captar esa frase que está en boca de todos para luego intervenirla y recrearla con estilo y con ingenio, hasta dar finalmente con un titular certero. Puede ser el estribillo de una canción, el título de un libro o de una película en cartelera; puede ser también una expresión coloquial, el lapsus de un político o de una figura pública. Siempre estará detrás el talento y la imaginación puestos al servicio de un periodismo que interpreta y busca profundidad. De todas esas portadas magistrales que nutrieron mi formación periodística, debo quedarme con una. La que he elegido expresa la ironía y el sarcasmo inconfundible de lo que he llamado el estilo Zileri. Acaso como un mecanismo de defensa, Zileri trató de no tomarse las cosas muy en serio cuando su libertad o incluso su vida estuvieron en peligro. En junio de 1974

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En la escuela de Caretas apelar a los parónimos (esas palabras de sonido semejante y de similar escritura, pero que tienen distinto significado), es un sello de marca al momento de titular un texto o una portada. Durante tres décadas, en todas las redacciones limeñas por donde mi estrés se instaló por días, meses o años, siempre encontré más de un editor de revistas o suplementos que a medianoche intentaba plasmar el estilo Zileri en su portada. Debo confesar que yo fui (que yo soy) uno de ellos... También le di mil vueltas a una palabra o a una frase durante muchas madrugadas con la idea de cargarla de significado y hacerla sugestiva. No siempre se alcanza el objetivo, hay que reconocerlo.


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Zileri permaneció dos meses, literalmente, en la clandestinidad

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Caretas fue clausurada por la dictadura del general Velasco. No era la primera y tampoco fue la última represalia. Por entonces la dictadura perseguía, apresaba, enjuiciaba y desterraba a los periodistas de la revista. Ediciones completas fueron requisadas. En ocasiones la policía irrumpió en la

imprenta y cargó con miles de ejemplares o los retiró de los kioscos. Así lo cuenta Domingo Tamariz en el segundo tomo de sus “Memorias de una pasión”. Tamariz recuerda los días posteriores a la clausura de la revista, la orden de captura dictada contra Zileri y la solidaridad de insospechados amigos que se ofrecieron a esconderlo. En ocasiones el perseguido debió cambiar de refugio cada noche para evitar ser detenido y deportado. Así permaneció dos meses, literalmente, en la clandestinidad. En agosto de 1974, presionado por el escándalo político que sus órdenes desataron, Velasco dio marcha atrás; levantó la clausura de la revista y anuló la deportación de Zileri. Caretas volvió a las calles el 28 de agosto. La foto de portada es una composición minimalista pero contundente: una enorme y pesada máquina de escribir, de las que entonces abundaban en las salas de redac-


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EMBLEMA. Agosto de 1974. Caretas vuelve, sin perder el sarcasmo y la ironía, después de dos meses de censura velasquista

que merece contarse en clase y replicarse en el ejercicio cotidiano de la profesión.

Esa portada marcó la reaparición de la revista después de dos meses de clausura. “Pálidos pero serenos” es de esos titulares que siguen vivos cuarenta años después. Cada lector lo puede interpretar a su manera. Para mí significa: “Golpeados pero irreductibles”. “Irreductible” entendido como aquello que no se puede reducir, destruir o doblegar. Creo que ese espíritu desenfadado y provocador de los Zileri y su revista es una lección de periodismo

Hombre de portada, el viejo Zileri es un ejemplo de editor. Su estilo ha dejado escuela y merece enseñarse en las aulas.

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ción. Sobre ella, la máscara de un perrito risueño le saca la lengua a la dictadura. El titular que Zileri clavó sobre esa imagen era tan irónico como desafiante: Aquí estamos PÁLIDOS PERO SERENOS


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Carlos TOvar: la caricatura como un arte de oposici贸n Carlos Portugal Fotograf铆a: Giovani Alarc贸n

Un hombre t铆mido encuentra en el dibujo una forma de rebelarse


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A

los políticos, primero, les lustra los zapatos.

durante la entrevista, abunda el silencio. El taller de Carlos Tovar está tan callado como un avión antes del aterrizaje. Luego, les corta la cabeza. - ¿De niño a qué edad empezó a dibujar Carlos Tovar, con absoluta destreza de ar- caricaturas? tesano, mueve su lápiz en la pantalla táctil, mientras que con un programa de diseño - No recuerdo claramente. Ocho. Nueve. va iluminando los zapatos negros de NadiSilencio. ne Heredia y Ollanta Humala.

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-Es parte del realismo- dice alzando el lápiz y separándolo de la computadora- Así como la perspectiva que sirve para estructurar la escena.

- Cuando era chico, ¿utilizó alguna vez sus dibujos para regalárselos a alguna chica?

Cada parte del dibujo está trabajado con puntos de fuga, medidos, absolutamente precisos. Son los vicios de un arquitecto que aprendió a hacer caricaturas en el camino.

Silencio.

Cuando acaba cada caricatura, corta las cabezas que ha dibujado. Las guarda en una carpeta en su computadora donde tiene una compilación entera. Rostros que quizá utilizará luego. Miles de cabezas decapitadas de la política peruana. Todo personaje dibujado por él se vuelve parte de este archivo personal. Esto es en parte, también, lo que hace en sus caricaturas: rebanadas de cabeza rápidas, en un solo dibujo, resúmenes instantáneos de la coyuntura actual. Críticas cortas. Simples. Directas. El arte suele parecerse al hombre. *** “Sugerencia: al momento de hablarle, abórdalo con mucho tino, en ocasiones Carlín puede ser algo cortante en su trato” La frase es de hace tres años, copia textual de un correo previniendo antes de una entrevista. Escrito por un periodista que trabajaba en el mismo diario donde publica Carlín. Todo anticipo voluntario suele ser premonitorio. Días después de ese correo,

- Utilizarlos para eso, no. La verdad, no.

Respuestas cortas. Directas. Precisas. Carlos Tovar mira impaciente su pantalla, como a quien le están quitando las horas para acabar con un trabajo pendiente. - ¿Qué significa la caricatura para usted? - Es el medio a través del cual puedo expresar mi punto de vista y me siento completamente libre. La caricatura es un elemento de crítica, la caricatura no puede apoyar a ninguna ideología porque no construye. La caricatura destruye, pero esa destrucción es necesaria, es necesaria la oposición al poder, es así como funciona la caricatura. Silencio. *** Carlos Tovar conoció la revista Rochabús en el dentista. Ahí dibujaban los caricaturistas más famosos de los años cincuenta.

Nació en Lima, en 1947. Escribió varios libros, entre ellos Técnicas del dibujo y la caricatura


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Entonces tendría ocho años y ya dibujaba constantemente. En casa, los periódicos que llegaban eran La Prensa y El Comercio. Primero leía la sección deportiva y luego pasaba a la página editorial para ver las caricaturas, que eran para él un resumen de la jornada para mantenerse actualizado. Se enteró sobre quiénes eran los políticos viéndolos en las caricaturas. Cuando por esos años, su familia se mudó a Arequipa, armó un periódico mural que pegó en su sala: juntó caricaturas que hacía de políticos y de su familia con editoriales en las que imitaba a Luis Felipe Angell, más conocido como Sofocleto, un columnista de El Comercio. Una prima mayor se matriculó a un curso de Dibujo Humorístico por correspondencia que fascinó a Carlín, quien también se decidió por inscribirse. Todavía estaba en el colegio.

Empezó trabajando en el Ministerio de Vivienda, en el área de comunicaciones. Luego, lo hizo por catorce años como freelance diseñando identidades corporativas. Formó parte de Monos y Monadas, la mítica revista de sátira política. Viajó a Roma para trabajar en un semanario político. Se ganó una beca del gobierno francés para estudiar Diseño e Ilustración en Paris, donde llevó un curso en el que lo hacían dibujar caricaturas políticas sobre la actualidad de ese país. Regresó para trabajar nueve años en la agencia de publicidad Causa. Lo despidieron. Decidió dedicarse por completo a las caricaturas. Hoy, sus dibujos aparecen en el diario La República donde presenta una caricatura diaria desde hace diez años. Una pincelada de actualidad rápida, concisa, directa. Su rutina es programada. En la mañana hace deporte caminando por el malecón, compra periódicos, quince minutos antes de las diez transita a pie las once cuadras desde la casa donde vive con su novia hasta su taller. Piensa en lo que va a dibujar, revisa sus apuntes del día anterior. A las once comienza su trabajo hasta las dos. Su taller está decorado con caricaturas suyas de personajes conocidos, un muñeco de cabeza gigante de sí mismo, libros de marxismo, revistas de historia, libros sobre caricaturas, premiaciones, afiches de cine. La azotea del departamento en Miraflores esconde a un artesano dedicado a sus caricaturas. Cuando acaba su trabajo, lo envía por e-mail, cierra con llave, baja por la escalera, y camina de vuelta a casa.

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Al terminar la secundaria, decidió estudiar arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería debido a su alta cercanía con el dibujo. En el aula de Diseño de la facul-

tad era uno de los que colgaban caricaturas de alumnos y profesores en la pared. Entonces era un muchacho con buenas calificaciones que se daba tiempo para dibujar a sus compañeros durante las clases.


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cuando acaba cada caricatura, corta las cabezas que ha dibujado

Carlos Tovar está en la universidad. Es domingo y se cachuelea cuidando edificios en venta ubicados en San Isidro, un trabajo que un familiar le ha conseguido. Mientras espera la llegada de posibles clientes, ve a su ídolo de lejos, bajando de un carro: Sofocleto, caminando hacia él. Carlos Tovar lo saluda, le muestra el departamento, le hace el tour. - Esto es carísimo- dice Sofocleto, molesto al terminar el recorrido. Se despiden. No le dice más.

*** Escuela Nacional de Educación Pre-Escolar

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Ficha Psicopedagógica Apellidos y nombre del alumno: Tovar Samanez Carlos Miguel Sección: Arbolitos

Varios años después, coincidirían en una mesa. Carlos Tovar tenía 29 años, y el periodista Guillermo Thorndike estaba decidido a lanzar una revista humorística llamada: La Teta del Sapo, un nombre que salvo a Thorndike a nadie más le gustaba. Thorndike citó a Juan Acevedo -autor de El Cuy-, a Carlos Tovar y a Sofocleto en un restaurante para conversar sobre el futuro proyecto que no llegó a nacer. Conversaron largo rato. Hablaron de política, de la revista, del futuro.

Juegos que prefiere. No demuestra preferencia por ninguno.

Pero Carlos Tovar no le dijo a Sofocleto que lo conoció ese día del departamento. Tampoco que lo admiraba desde niño cuando imitaba sus columnas.

Preferencia por determinada actividad: Con la lectura, el dibujo y el modelado.

Todo eso hubiera sido ir en contra de su timidez.

Niños de: 6 años

***

Observaciones: Callado, algo tímido, dócil y disciplinado. Cuando realiza una actividad le dedica toda su atención.

La tesis que Carlos Tovar hizo en la universidad fue sobre el problema de la vivienda desde un punto de vista marxista. Por esos

Escribe muy bien con la mano izquierda. Es callado, poco comunicativo, tímido al principio no formaba parte de los juegos de sus compañeros, ahora lo hace… ***

En el año 2009, Carlos Tovar, recibió el premio de Periodismo y Derechos Humanos


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años, se reunía con sus compañeros para estudiar marxismo por las noches. “Yo que creía entender el marxismo, estudiando, leyendo los libros. Me di cuenta que no había entendido nada”. Después de salir de la universidad y presentar su tesis, continúo profundizando. Cuando cayó la Unión Soviética releyó todo de vuelta. Entonces, sucedió lo de la agencia.

Carlos Tovar no tiene pausas cuando habla de marxismo. Tiene tres libros sobre este

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La agencia de publicidad Causa donde Carlín trabajaba vivió una transición tecnológica a principios de los noventa. Se pasó de dibujar en papel a trabajar con computadora, de tableros de dibujo a softwares. Cursos de diseño. Actualizaciones de computadores. Encargos que antes tomaban días se resolvían en pocas horas. Eso, y una caída de las tasas de ganancia, hicieron que la agencia planeara despidos masivos. Incluyendo el suyo. Esto produjo que Carlos Tovar empezara a pensar en el problema de las horas de trabajo. Para él lo que se vivió en Causa era un modelo a escala del planeta.

“El desempleo causa pobreza. No hay trabajo para todos. No estamos camino a ninguna revolución. El camino no es ese. Estamos camino a una descomposición social. Cuando digo esto, molesto a socialistas y a capitalistas. Se puede mejorar la situación trabajando desde el capitalismo: se necesita reducir la jornada a cuatro horas. Eso aumentaría el empleo. Aumentaría el tiempo libre. En el tiempo libre somos socialistas. Somos libres. Hoy en día, con la tecnología, en cuatro horas el trabajador ha cumplido con las ganancias para la empresa, y de sobra. Al abolir la esclavitud, muchos economistas decían que esa era la ruina, que como se podría pagar a todos, que eso sería el fin. Lo mismo dicen con la reducción de la jornada. En el siglo XIX se llegó a trabajar 16 horas, luego se pasó a 12, a 10, y en 1919 a 8 horas. Pero desde 1919 hasta hoy la productividad ha seguido aumentando con la revolución tecnológica. Todo esto sin reducirse la jornada de trabajo (…)”.


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tema. Da charlas y entrevistas. Su filiación marxista es más parecida a la de un intelectual de los Países Bajos que a la de algún político de la izquierda peruana. El discurso de Carlos Tovar parte de su propia experiencia: antes, terminar una caricatura le tomaba más de un día; hoy- gracias a los programas e internet- lo resuelve en menos de cuatro horas.

Carlos Tovar no tiene pausa cuando habla del marxismo. Tiene tres libros sobre ese tema

Hace poco hubo un apagón, dibujó en un papel la caricatura que tenía que presentar, trató de colocarle la tinta para darle el color. Pero ya no era lo mismo. Cuando volvió la luz, regresó a la computadora. *** En público, con extraños, Tovar se acelera cuando habla de marxismo. Parece un hombre apagado hasta que le preguntan por la jornada de las cuatro horas o por los derechos de los trabajadores. Los temas políticos y sociales le despiertan la felicidad de un niño ante una montaña rusa. La crítica política diaria desde sus caricaturas es una forma de mantener intactos ciertos ideales. Lo demás lo aburre, lo distancia, lo prolonga. Cuando acaba las charlas donde expone sobre la reducción de la jornada laboral, se sorprende de quienes vienen a saludarlo y pedirle firmas.


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La primera Carlincatura de La República se publicó el 5 de mayo del 2002. Desde ese entonces, Carlín no ha dejado de publicar ni un solo día. Ya van 13 años.

Él no podría. Nunca pudo acercarse a alguien así. -Soy muy tímido, nunca me he acercado a alguien por iniciativa propia. No me acercaría a las personas a presentarme. -¿Prefiere dibujarlos? -Sí, sí, claro. Prefiero dibujarlos.

Pero, al día siguiente, mientras que el diario llega a los lectores, Carlos Tovar, volverá a despertarse temprano, dará unas vueltas por el malecón, caminará las once cuadras hasta su taller escondido en una azotea, y preparará otro golpe en cuidadoso y extremo silencio.

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Es un miércoles al mediodía y Carlos Tovar está por terminar su caricatura antes de mandarla. Entonces recibe una llamada. Voltea. Contesta rápidamente. Es sobre un libro de marxismo de un autor inglés que llegará hoy. Cuelga. Le da unas pinceladas finales a su caricatura, sonriendo. “Saldrá mañana”, dice. La caricatura es una crítica certera contra un político de turno. Mañana se imprimirá en el periódico y será un grito personal.


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Biedny Peruwiańczyk! (o la confusión de Juanma) Diego Olivas Arana Ilustración: Thalía Gonzáles

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e sd go a lo ern Diá Tab

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Rysiek y juana - bar Pijalnia, calle Now Świat, Varsovia

- ¿Co nas ceca pojutruse?... ¿Qué significa? Puta, hermano, el polaco es de locos. - Nie, Juanma, es “co nas czeka pojutrze?”, quiere decir ‘¿qué nos espera el día de mañana?’… Es un titular comunista, de los tiempos de la República Popular de Polonia. Estamos en un bar temático. Socialista. Ya te imaginarás. - Rysiek, Rysiek, ¿a dónde me has traído? ¡Este bar está lleno de periódicos viejos! Han invadido las paredes. Lo peor es que ni siquiera puedo leerlos, como quien mata el tiempo. ¿Ese es un televisor de los años ’60? Yo sólo quería una chela. Mi piwo. - Y tu piwo tendrás. Te invito esta Warka, una clásica. Yo diría que es como la Pilsen Callao que tienen en Lima.

- Esa es Cornelius Banan, mi querido Juanma. Por más buena que sea, esa piwo es para chicas, la probamos como una rareza. Acá se toma al estilo del proletariat: piwo para hombres, buena y barata. A mí me gusta Warka. Me recuerda a Lima. Extraño tu ciudad. - ¿En serio la extrañas? Todo el caos y la informalidad de mierda... Hace un mes te hubiera dado la contra, Rysiek, pero ahora creo que yo también pienso en volver.

- ¿Vodka? Asu, será ocasión, compadre. ¡Salud! - Na zdrowie! - Ay, carajo, qué fuerte eso… Bueno, la verdad es que, si bien mi polaco no se compara ni a la décima parte de tu español, no se trata de la lengua, acá con mi inglés y mi polaco infantil de alguna forma me hago entender. Tampoco es el dinero, con la beca del doctorado ando bien parado acá. Es un alivio que tus złotys se parezcan tanto a mis Nuevos Soles. Podría decir que mujeres… Sí, esa es la vaina. Una mujer. - Słowiańskie kobiety. Nunca fallan. ¿Dominika? ¿Agnieszka? O quizás mi roomie, Weronika. Los vi conversando mucho la noche de la fiesta. Me habló de ti.

continúa en la página 66

31 31 diálogos de taberna

- Rysiek, carajo, no seas tan polaco, ¿para qué quiero una chela parecida a Pilsen si estoy en Varsovia? ¿No venden la de plátano que probamos la otra vez?

- ¿En serio? ¿Qué pasó, Juan Manuel? ¿Es el idioma, el dinero, las mujeres?... Un polaco ebrio en Polonia sueña con volver a Lima. Su amigo peruano también. ¡Qué raro eso! ¡Un shot de wódka por Lima!


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El observador de mitos Diego Olivas Arana Se ha hablado mucho del cronista y escritor Artur Domosławski, autor de la biografía definitiva de Ryszard Kapuscinski, el ‘reportero del siglo XX’. La polémica que desató su libro dio la vuelta al mundo. Durante el crepúsculo de su vida, Kapuscinski desarrolló el concepto del periodista como intérprete de culturas. Siguiendo esa línea ¿Es Domosławski el intérprete de la vida y obra de Kapuscinski? Viajero, guitarrista, amante de Latinoamérica. Uno de los mejores periodistas contemporáneos en Polonia ¿Quién es Domosławski?

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El camino cuando lo dejas atrás desaparece a tus espaldas deja de existir

la geografía es una noción subjetiva una especie de acuerdo.

-Ryszard Kapuściński

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Q

uizás aquello que impacte ipso facto sea la mirada. Artur Domosławski (Varsovia, 1967) tiene unos ojos azules afilados, pequeños, acaso entrecerrados. Unos ojos que te escudriñan al primer contacto. Podría decirse que Domosławski permanece en constante observación. Un vigilante repentino. Podría aducirse también que aquello es un reflejo de su esfuerzo por mirar –usa lentes con montura de carey-. Su mirada, no obstante, fluctúa entre el análisis distante y la contemplación calurosa. En una primera instancia, uno podría evocar en sus cavidades oculares a Stephen King, pero la equiparación se frustra a medio camino: mientras el narrador estadounidense intercambia miradas, gestos y sonrisas de forma tan consuetudinaria como superficial, la mirada del periodista polaco se mantiene fija, cual águila. Por eso, las veces que esboza su larga sonrisa, ambas prevalecen, son auténticas. Como practicaba Kapuściński, su viejo amigo y mentor, Domosławski se ha entrenado en las formas de mirar.

*** Kapuściński non-fiction (2010) -editado en español por Galaxia Gutenberg-, la biografía definitiva del Kapu -como muchos lo conocen en Sudamérica-, no tardó en volverse el libro más célebre de Domosławski. Así como en el exterior fue laureado y reconocido, en Polonia quizás devino en la publicación más polémica de los últimos años. Muchos lo celebraron, otros rechazaron ver la imagen de su ídolo expuesta como un hombre ordinario, y lo llamaron traidor u oportunista. Se trata de una osada pieza de investigación, en código narrativo, que indagando la vida de un personaje tan entrañable, talentoso y enigmático como Ryszard Kapuściński (1932-2007), reflexiona en torno al significado del periodismo, además de otorgar una acertada radiografía de la Polonia comunista mostrando cómo un izquierdista sobrevive al autoritarismo. La obra generó controversia especialmente por las revelaciones sobre las relaciones extramaritales del Kapu –que tuvieron su réplica en un juicio que ha seguido los últimos cinco años con la viuda, Alicja Kapuścińska-; el análisis de la delgada línea entre la ficción y el periodismo en la obra del periodista; y su conexión con los servicios secretos de inteligencia de la Polska Rzeczpospolita Ludowa (República Popular de Polonia).

- La cabaña prefabricada finlandesa donde vivió Kapuscinski en su juventud, en Varsovia. Situada en la calle Leszowa, ahora forma parte del ‘Camino Kapuscinski’ en el parque Pole Mokotowskie. Domosławski nos cuenta parte de esta etapa en la vida del Kapu en su biografía


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Domosławski emprendió un intenso peregrinaje que lo llevó por diversas partes de América, África y Europa durante tres años, buscando a las personas que conocieron a Rysiek -como le llamaban sus amigos- y siguiendo su rastro a través del mundo. También se sirvió de su propia experiencia como amigo y colega del Kapu durante los últimos años de su vida, rememorando las extensas conversaciones en el estudio de su casa, en Varsovia. Además, colectó profusamente documentos de todo tipo: cartas, fotografías, diarios y papeles. ¿Cómo organizarse? ¿Cómo emprender la descabellada misión de descubrir la totalidad de una persona, sus pensamientos, sus pasiones, su tiempo?

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Durante sus numerosas y prolongadas charlas, Domosławski nunca le sugirió al autor de El Imperio escribir un libro sobre su vida. Tampoco le pidió material para ello. Incluso cuando Kapuściński dejó el cuerpo, Domosławski jamás lo concibió. Nada. La idea llegó alrededor de tres meses después de la muerte del Kapu, a tra-

vés de una amiga cercana. Esos días, Artur Domosławski estaba errando por Latinoamérica. Viajaba mucho. Una tarde en Santiago de Chile, recibió un e-mail. Su amiga le sugirió escribirlo. Creía que él era la persona idónea para tal odisea. El mail terminaba demandando una respuesta. Lo primero que pensó fue que no le interesaba. Luego se burló. En ese momento, sonaba como una verdadera locura. Lo descartó en el acto. ‘¿Cómo escribir una biografía? Nunca lo he hecho. No hay forma’, se dijo a sí mismo. Una biografía implicaba un trabajo interminable. Investigación. Entrevistas. Viajes. Sería un suplicio… Sin embargo, la idea descansó en sus adentros, cocinándose lentamente. Como una semilla plantada, permaneció ahí y pronto floreció. Semanas después, retomó el pensamiento. ¿Podría él, Artur Domosławski, escribir la biografía de su amigo y maestro, el legendario Ryszard Kapuściński? ¿Cómo encontrar un lenguaje propio que sea tanto político como emocional, y así narrar la historia en su propio contexto? ¿Podría intentarlo? ¿Lo haría?


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Sin cuestionárselo, Domosławski empezó a releer toda la obra del Kapu. La tarea le tomó casi todo el año. Devoraba nuevamente los libros con cierta desorganización. En el fondo, no terminaba de entender su proceder. No estaba seguro. Escribir la historia de su amigo significaba demasiado, tanto en niveles físicos como emocionales. En esos años, Domosławski seguía trabajando en Gazeta Wyborcza (Gaceta Electoral), el diario más importante de Polonia. No sabía si tendría el tiempo. Menos la confianza. La dimensión del material para colectar. El número de personas para entrevistar. Los viajes… Entre relecturas y apuntes, pronto se aventuró a planear. Empezó a dividir la vida del Kapu en periodos para organizar el material. Era todavía un borrador lejano de lo que sería la biografía. En el escritorio de su hogar en Varsovia, invadido de libros de Kapuściński y cuadernos con anotaciones, revisó exhaustivamente qué documentos

de cada periodo poseía, cuáles faltaban y dónde los buscaría, cuáles y cuántas personas podrían saber algo sobre un periodo determinado y así. Algo que los polacos llaman buchalteria, el trabajo de contabilidad. Un orden preliminar. Al empezar a moverse, no pasó mucho tiempo para que repare en una afortunada circunstancia: el acceso a los documentos fue muy sencillo, pues la gente estaba dispuesta a compartir. Además, los entrevistados eran muy abiertos. Querían hablar. Conocían a Rysiek y sabían quién era él: Artur Domosławski. Creían que era la persona adecuada para la tarea. Aquello facilitó el trabajo de campo. La trama fue dando forma. Domosławski fue descubriendo quién fue su admirado amigo. Quién era su maestro. Pero, a todo esto, ¿quién es Artur Domosławski? ***


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Estoy parado en una esquina del número 6 de la calle Słupecka, en el centro de Varsovia, frente al edificio de la redacción de Polityka, la revista más antigua y emblemática del país (1957) y actual lugar de trabajo del biógrafo de Kapuściński, que pertenece al área de Relaciones Exteriores. Lo veo a través de las paredes de vidrio del edificio, bajando las escaleras. Es él.

Ya en la redacción de Polityka, descendemos al nivel inferior, donde se encuentra una pequeña cafetería para los periodistas. Me ofrece un almuerzo. Me invita la opción veggie, un arroz con berenjena que tiene un relleno de queso con verduras. Él pide un plato con arroz y carne que no ter-

Domosławski en las calles de Varsovia, durante la marcha de los Indignados, octubre, 2011.

mino de recordar. Ambos tenemos botellas de jugo Tarczyn de naranja, una suerte de Frugos que existe desde 1967 -como Domosławski-, clásico en Polonia. Conversamos. Elogiando su español, descubro que Domosławski domina también el inglés y portugués, además de su lengua natal. Estudió ruso durante ocho años en la escuela, mas la falta de práctica le ha afectado. Si bien el ruso y el polaco son lenguas eslavas -una oriental, la otra occidental- y ello, fruto de alguna mágica y geográfica eventualidad, las conecta, ahora capta mucho menos que antes. Domosławski cree que el polaco es un idioma que sólo lo habla un puñado de seres humanos y nadie comprende. Es difícil de traducir. Ello representa un problema para la difusión de la literatura polaca. Autores contemporáneos como Dorota Masłowska, Ignacy Karpowicz o los más populares y traducidos Andrzej Stasiuk o Jerzy Pilch, no son tan accesibles en español, a menos que seas de aquellos lectores hambrientos que siempre indagan en las novedades literarias. El mismo Domosławski solamente tiene -por ahorauno de sus libros editado en español, nada menos que la biografía de Kapuściński, traducida por Francisco Javier Villaverde y Agata Orzeszek -la misma traductora de

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Artur Domosławski tiene una imagen peculiar. Alto, con el cabello canoso, algo desordenado. Lleva un polo rojo con un estampado de Bolivia. Si mi memoria no me es infiel, creo que decía ‘Revolución Inca’, con un sol en el centro. Viste también una casaca verde olivo con una ‘B’ en el hombro derecho, un par de jeans y unas zapatillas deportivas, como para salir a correr. En su muñeca derecha se descubren alrededor de cuatro pulseras cosidas a mano, artesanales, como aquellas que venden en Puno o Cusco. Probablemente sean de allí. Mientras se aproxima para darme la mano, me topo con esa mirada poderosa y punzante que no tarda en revelarse sincera. Domosławski ha indagado a través de mí y se ha aproximado, amigable. Si bien lo comprobé con antelación, vía e-mail y teléfono, quedo complacido al escuchar su perfecto español.

escribir la historia de su amigo significaba demasiado


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LA MÚSICA PARA DOMOSŁAWSKI SIGNIFICA OTRO ACERCAMIENTO A LATINOAMÉRICA toda la obra del maestro Kapu, además de muchos otros escritores polacos-.

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Domosławski no se acerca todos los días al edificio. Dada la naturaleza de su puesto, suele viajar o escribir desde casa. Polityka sabe lo que busca en él. No lo envían a Bruselas o París, sino a las ciudades del lejano sur, en Latinoamérica, tan exóticas como inciertas para ellos, tan seductoras como apasionantes para él. Tampoco escribe todos los días. Muchos escritores dicen que lo peor de escribir es escribir. Domosławski trata de dosificarlo: su semana tiene días en las que se dedica enteramente a escribir, pero también otros en los que lee muchísimo y toma notas, trabaja conceptualmente. Es un balance necesario para él. Suele realizar una breve pausa en la escritura entre cada texto, a menos que tenga un deadline: allí permanece frente a la pantalla, sin descanso. Todo es más complejo cuando escribe para la revista a la vez que trabaja uno de sus libros. Existe cierto caos y desastre en la organización del tiempo: teniendo la impronta de la escritura por delante, ¿cómo darle espacio a la lectura, a tocar la guitarra, y a ver los partidos del Arsenal y el Barça? Y sí. Artur Domosławski toca guitarra. En su juventud, alternó sus estudios con

la Escuela de Música, donde aprendió guitarra clásica. Allí descubrió y se aficionó al estilo de diferentes compositores latinoamericanos. Pasaba las tardes practicando la guitarra clásica del brasilero Heitor Villa-Lobos, el argentino Jorge Cardoso o el paraguayo Agustín Barrios Mangoré. Domosławski mantiene una vieja relación intermitente con su guitarra: hay etapas de su vida en las que toca muchísimo, otras en las que la abandona largo tiempo. Cuando retorna al instrumento, le cuesta volver al ritmo anterior. Pero siempre vuelve. Algún día escribirá una memoria sobre sus guitarras, su interacción con cada una, y cómo esa relación representa una porción de sí mismo. La música para Domosławski significa otro acercamiento a Latinoamérica, más allá de heredar el afecto que el Kapu cultivó por esta parte del mundo. Cuando abrimos las botellas de Tarczyn, reparo en que el reverso de la tapa tenía un pequeño texto en polaco. Domosławski me observa tanteándolo y coge el suyo. Sonríe. Me cuenta que estas bebidas siempre informaban alguna curiosidad sobre ciudades y pueblos del país. Noto su disposición a explicarme. Le doy mi tapa y empieza: “27. Stańczyki. Betonowe mosty w stylu rzymskich akweduktów. Quiere decir ‘Stańczyki. Puentes de concreto al estilo de los viaductos rumanos’. Son unos puentes muy antiguos de la ciudad de Stańczyki, muy turísticos, de principios de siglo XX”. Y así, continuó con el segundo: “20. Bartoszyce. Jedne z najstarszych posagów w Polsce. Aquí dice ‘Bartoszyce. Una de las estatuas más antiguas de Polonia’. Habla de unas estatuas con forma de hombres

La mirada de Artur Domosławski. Fotografía de Andrzej Georgiew


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y mujeres, en el pueblo de Bartoszyce, al nordeste de Polonia”. En ese breve momento, Domosławski me remite a un niño: tan amable y abierto con un extraño -y uno tan diferente-, deseoso de contarme la más pequeña historia. ¿Sería acaso mi condición de sudamericano lo que motiva su apertura? Mientras departimos, su celular empieza a timbrar. Mira la pantalla. “Es mi abogado”, me dice sonriendo y haciendo un ademán con la mano derecha, disculpándose. Escucho polaco alrededor de cinco minutos. Parece animado. Partirá en unos días a Brasil, pero debe volver a Varsovia, entre otras cosas, para continuar el juicio con la viuda de Kapuściński. Desde el 2010, Domosławski ha asistido incontables veces al tribunal civil de Varsovia. Tratan ahora de llegar a un consenso, relacionado a

las próximas ediciones del libro, o algunas de sus páginas. Alicja Kapuścińska lo demandó por dañar su patrimonio inmaterial tras la publicación de Kapuściński non-fiction. Pero Domosławski es optimista. Finalmente, el juicio parece ad portas de terminar, no lo ha dejado en la ruina y –especialmente-, el libro sigue circulando. Ha recibido crítica variada por la biografía, usualmente positiva, y la mayoría de amigos cercanos del autor de La guerra del fútbol está de su lado, incluyendo a Jerzy e Izabella Nowak, sus mejores amigos.

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“Tuve mala suerte con la familia de Kapuściński. En mi opinión, el libro no tiene nada brutal o desagradable. Ciertamente, hay etapas o decisiones difíciles en la vida de una persona y se cuentan allí, pero no hay intención de lastimar a alguien. Nunca la hubo”. Domosławski sólo entrevistó una vez a la viuda durante el tiempo que preparaba la biografía, en la entrevista Kapuściński. Mąż. Reporter (Kapuściński. Esposo. Reportero) a dúo con la periodista y escritora Teresa Torańska, para Gazeta Wyborcza, en el 2009. Todas las citas de ella en el libro pertenecen a esa entrevista, a excepción de algunas partes, como aquella donde Alicja habla de su familia en los años de la Segunda Guerra Mundial. Eso fue extraído de las conversaciones informales que tuvo con ella en años precedentes. Hubo ocasiones en las que ella le pidió que no escriba sobre tal u otra confidencia. Y él no escribió. Salvo una vez que se la encontró por casualidad en la casa de sus padres, jamás habló con la hija del Kapu, la artista visual y pintora René Maisner -antes Zofia-. Domosławski la buscó, mas ella nunca aceptó ni rechazó conversar con él. Con Barbara, la hermana del Kapu, el desenlace fue diferente. Domosławski viajó a Canadá para verla. Ella y su hermano tuvieron una relación algo distante, episódica. Ninguno estuvo presente la mayor par-


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te de la vida del otro. Pero su conversación fue esencial para saber la otra versión sobre Rysiek durante la infancia y la guerra, y contrastar los recuerdos, como en el caso de la presencia de su padre en la masacre de Katyń. La memoria puede dar flujos tan engañosos como inciertos. “Nadie quiere meterse en un juicio de cinco años. Aunque no se trate de un tribunal penal, es algo innoble: escuchar insultos y mentiras por horas, sobre qué tan mala persona eres. Muchos biógrafos prefieren abstenerse”.

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Antes de separarnos, Domosławski me recomienda visitar Elite, una librería donde puedo encontrar autores polacos en español. Es cerca de allí, en el número 1 de la calle Tarczyńska 1, a la espalda del hotel Radisson Blu Sobieski. Al no saber cómo llegar, erramos por el edificio y sus pasadizos adornados con cuadros de todas las

Edición original en polaco (Swiat Ksiazki, 2010) de la redonda biografía escrita por Domosławski, Kapuscinski non-fiction.

portadas de Polityka desde los años ’50. Las portadas son lúdicas, a veces irrisorias. Pienso en Caretas. Buscamos una computadora para acceder al Google maps. Terminamos irrumpiendo en una sala de redacción en la que un grupo de periodistas discutían apasionadamente. Había un mapa enorme de Varsovia en la pared. Me da las coordenadas con detalles. Quería estar seguro de que yo podría llegar. Salgo de Polityka sorprendido por la amabilidad de Artur Domosławski. Ya en la calle, empieza a llover. Camino empapado por las calles del centro, pensando que, de saberlo, Domosławski me hubiera prestado un paraguas, o al menos sugerido un lugar donde comprarlo. *** Artur Domosławski no estudió periodismo. Tiene un Masters of Arts en Ciencias del Teatro y Drama por la Academia Nacional de Arte Dramático Alexander Zelwerowicz de Varsovia, graduado en el ‘93. Sin embargo, su vínculo con el teatro ha desaparecido. No recuerda cuando fue la última vez que asistió a una obra. Antes de eso, abandonó al primer año sus estudios de filosofía en una universidad católica que detestaba. Durante su adolescencia, Domosławski ignoraba en lo absoluto cuál sería su destino. Sólo sabía que le intere-

SmierC w Amazonii -Muerte en el Amazonas-, su última compilación de crónicas, del 2013. Próximamente serán traducidos al español


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ta Kultura Niezależna (Cultura Independiente), donde Domosławski publicó por primera vez. Se trataba de un texto a caballo entre la reseña y el ensayo sobre Wiara i wina (La fe y la culpa), la autobiografía del político y activista polaco Jacek Kuroń, uno de sus héroes de la juventud. Domosławski estaba entusiasmado. El texto de diez páginas esperó en la cola largo tiempo. Cuando se publicó, la revista había dejado la clandestinidad y se vendía en los quioscos. La experiencia lo fascinó. Tras unos meses, empezó a colaborar con entrevistas en el semanario Po prostu (Simplemente), que había resucitado luego de su cancelación por el gobierno comunista en el ‘57. Uno de sus primeros textos allí fue una reseña del primer Lapidarium del Kapu. El panorama motivaba a Domosławski a considerar seriamente el periodismo.

1989. El año de la revolución, del fin de la República Popular de Polonia y del gobierno del General Jaruzelski. El año del sindicato Solidarność (Solidaridad) de Lech Wałęsa y la transformación democrática del sistema, tras décadas de comunismo. El teatro estaba en las calles, campañas, conferencias. El espíritu libertador. Eso atrajo y convenció a Domosławski. Entre los acontecimientos principales, se fundó Gazeta Wyborcza, que antes era un boletín electoral de la oposición. El primer diario de la Polonia democrática. Se oficializó como el diario más importante del país, y quizás de toda Europa Central. En ese entonces, el torrente liberador fue extinguiendo la prensa underground, pero todavía quedaban algunos exponentes. Fue precisamente en uno de ellos, la revis-

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saban las humanidades y que quería escribir. Siempre le apasionó, escribía cuentos y poemas.

La fantasía de todo joven aspirante a periodista era escribir en Gazeta Wyborcza. Una mañana de 1990, Domosławski se encontró con un insospechado anuncio en la edición de Gazeta: ‘Buscamos jóvenes sin experiencia periodística o que no tengan experiencia escribiendo en el régimen anterior y estén dispuestos a trabajar tiempo completo’. No podía ignorar la oportunidad. Ese mismo día abandonó toda actividad para preparar una carpeta con los cinco textos que había publicado en Po prostu y Kultura Niezależna. Tomó el metro apremiado. La cita era a las cuatro de la tarde y Domosławski estaba frente a la redacción a las dos. No esperaba llegar tan temprano. Los nervios lo dispararon. Adentro, el editor del diario revisaba su carpeta mientras le hacía algunas preguntas. Domosławski mantenía la guardia, esquivaba cada estocada. Miraba fijamente al editor, quien dirigía la vista a sus textos, sin devolvérsela. “Parecen buenos. Vamos a leerlo todos y discutirlo en consejo. Te avisaremos”. Fueron menos de treinta minutos. Salió de la


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redacción extrañado. Luego de unos días, lo llamaron. El puesto como practicante era suyo, con dinero mas sin salario fijo. En tiempos en que la redacción funcionaba dentro de un kindergarten en el distrito de Mokotów, en la calle Iwicka, y todo era más improvisado, el no ser completamente ad honorem era más que suficiente. Domosławski tenía 23 años.

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Domosławski no recuerda del todo cuál fue su primer texto publicado en Gazeta. Cree que fue una nota pequeña, de mil caracteres, sobre una conferencia de prensa del Ministerio del Medio Ambiente. Así empezó, full-time y aprendido a través de la inmersión, sin preparación alguna: demostrando tanto su experiencia intelectual para la escritura como la falta de pericia periodística en las calles. En una revolución, donde prepondera el movimiento y la incertidumbre, uno puede ascender en cuestión de días cadete a coronel. Luego de unas semanas, Domosławski ya lideraba las comisiones de las conferencias de prensa políticas más importantes y los principales eventos coyunturales de la ciudad. El cronista Artur Domosławski, futuro biógrafo de Kapuściński, empezaba a descubrirse. Trabajó dos décadas en Gazeta Wyborcza, solamente interrumpidas entre los años ’95 y ’97, cuando aceptó introducirse en la televisión polaca, en un programa de noticias a profundidad. La ingenuidad del joven periodista le sugirió la experiencia como algo enriquecedor, mas devino en un caos. La pugna interna por el poder

La versión traducida al español por Francisco Javier Villaverde González y Agata Orzeszek (Galaxia Gutenberg

entre la televisión y los partidos políticos acabó por defraudarlo. Aprendió que estar frente a las cámaras era algo que no le interesaba, y regresó al diario, donde lo recibieron de vuelta con los brazos abiertos, como padres felices al retorno del hijo rebelde. Continuó ahí hasta el 2011. Kapuściński non-fiction marcó el fin de su relación con el emblemático diario. Tras su publicación y el desarrollo de la polémica, sus colegas en Gazeta Wyborcza se dividieron. La atmósfera dentro de la redacción se había vuelto insufrible. Domosławski regresaba de sus viajes por América Latina y se sintió ajeno al diario, que a su vez pasaba por otros problemas. Decidió que era el mejor momento para partir, y aceptar la propuesta de la revista Polityka, que venía convocándolo por meses.


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En Polityka era la estrella. Todos lo aclamaban. Su palabra era pedida en toda presentación, celebración o reunión del equipo. La biografía del Kapu lo había afamado. Domosławski siguió viajando y escribiendo sobre el exterior. Pensaba en la situación como un ‘cambio de clubes’: a nivel de prestigio y calidad, Gazeta y Polityka son el mejor diario y la mejor revista del país, respectivamente. Había desertado del club más rico y poderoso, el Real Madrid, para incorporarse al Barça, que juega con más sutileza y valentía. Una analogía que encantaba al nuevo staff que lo rodeaba.

lecciones secretas descubrió El Emperador. Ella se los mandó a leer y tuvieron una clase entera para discutir el libro. El joven Artur estaba fascinado por la lectura. En ese momento no concebía los conceptos de ficción y non-fiction, ni cuestionaba la precisión histórica de la crónica del rey etíope en su palacio. Consideraba el libro como algo que el Kapu experimentó. Y estaba encantado. -

¿Mi libro favorito de Kapuściński?

-

Sí.

-

Un año antes, en el 2010, Domosławski fue galardonado con el prestigioso premio Periodista del año, organizado anualmente por la revista polaca Press. Era ciertamente el hombre del momento.

-

… ¿O quizás no hay uno mejor?

-

Yo diría que es El Emperador.

-

¿Ese es el mejor para ti?

***

-

Sí. El Emperador. Es la mejor novela de Kapuściński. De hecho lo es. ***

Para Artur Domosławski, existen dos discursos tras la caída del comunismo en Polonia. Primero, el anticomunista. En los años noventa –quizás hasta hoy-, este pensamiento volcó en un witch-hunt que señalaba y trataba sin comprensión a aquellos involucrados en el sistema anterior, personalidades de la prensa, la política y la cultura, como Kapuściński. Por otro lado, está la otra narrativa, bautizada por Domosławski como paternalista, que veía a las antiguas figuras del comunismo como personas que se equivocaron y ahora quieren redimirse, enmendar el error de ser comunistas en el pasado. Una narrativa que se opone al sistema, pero ve a la gente como Kapuściński con cierta compresión e indulgencia. Domosławski se consideró parte de esa segunda postura durante un tiempo, mas fue apartándose paulatina-

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El primer libro de Ryszard Kapuściński que leyó Artur Domosławski fue Cesarz (El Emperador). Para muchos, su magnum opus. Era 1982. El joven Artur estaba en primero de secundaria. Tenía quince años. Corrían tiempos difíciles bajo el infame gobierno comunista, con la Ley Marcial de Jaruzelski. Domosławski nunca olvidará cuando llamaron al aula una mañana, mientras escuchaba a su profesora dictar la clase de Literatura Polaca, su asignatura preferida. La invitaron a retirarse para siempre del colegio por introducir ideas políticas a sus alumnos. El director se había encargado de censurarla a nivel profesional. Ella no volvería a trabajar en ninguna escuela. El joven Artur era uno de los pocos compañeros que compartían la indignación por el suceso. Su antigua profesora terminó proyectando películas en el cine Ochota. Una vez a la semana, Artur y algunos de sus amigos se subían al tranvía y la visitaban en el cine, donde ella les daba clases clandestinas. En esas


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Un retrato de alguien es una manera de desmitificarlo mente de esa corriente de pensamiento. Era una lectura errada de la época.

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“La lectura que propongo de lo que pasó en nuestro país es diferente a las otras: considero la elección intelectual de una postura política, por diversos motivos, como una cosa legítima y comprensible. Si solamente aduces ser comunista a un error de la juventud, entonces creo que no has entendido por qué se elige ser comunista, por qué involucrarse. Definitivamente ese no era el caso del Kapu, quien perteneció al partido comunista por casi treinta años. Quizás en un primer momento, de joven, pero luego es la fe que prevalece, con críticas pero continúa. Siempre fue un idealista. Uno puede ser crítico sobre la postura de la Iglesia y seguir siendo católico. Así pensaba él”. Y eso es lo que Domosławski transmite con su biografía. Una propuesta de interpretación. Su libro plantea otro factor vital para entender a Kapuściński: mucha gente de la oposición democrática que luchaba contra el sistema dictatorial no entendía que Kapuściński tenía una comprensión más global de todo. Era un izquierdista que experimentó tanto el oeste como el sur. Su punto de referencia del capitalismo no era, por ejemplo, las políticas sociales

democráticas de Alemania, sino el colonialismo o neocolonialismo de África y los gobiernos dictatoriales de Latinoamérica. “Comparando tales sistemas, el socialismo, digamos, no se veía tan mal. Un factor que contribuía al contexto de la época”. Nunca hablaron de esto con Kapuściński. Si bien confiaba en su discípulo, con quien compartía la forma de ver el mundo y sus avatares, Rysiek evitaba el tema. Ahora, Domosławski lo entiende como un miedo a que alguien utilice su pasado en su contra. Aunque habían excepciones. Una tarde de Varsovia, reunidos en su estudio en la calle Prokuratorska, Rysiek, entre fabulaciones y cotilleos, le reveló quién era el Oficial de la Inteligencia Polaca en México. Con nombre y apellido. Artur, extrañado, le preguntó por su fuente. Rysiek divagó, arguyó que eran viejos amigos. La situación se repitió en otras ocasiones, con otros personajes. Kapuściński atribuía su conocimiento a la amistad, a reuniones con vodka. Nunca daba detalles. Domosławski piensa que a través de esas pequeñas confesiones, su mentor le decía entre líneas que en algún futuro podrían surgir verdades peligrosas de su expediente, y aquello era el origen de su miedo. Un retrato de alguien es una forma de desmitificarlo, de tratar de entender y representar a una persona en diferentes momentos de su época. En Kapuściński non-fiction, Domosławski nos acerca a un hombre mucho más humano. No obstante, al salir el libro, esa no fue la visión general.

Gorqczka latynoamerykanska -La fiebre latinoamericanauno de los libros de crónicas más reconocidos de Artur Domosławski, publicado el 2004.


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Según el biógrafo, los polacos todavía no tienen una idea clara de lo que es una biografía. Contemplan este género como una hagiografía, aquellos libros que narran la historia de los santos. Domosławski cree que su libro es la primera biografía contemporánea publicada en el país.

La biografía del autor de Ébano cambió el paradigma del género en Polonia. ¿Por qué? Para Domosławski, la sociedad polaca era y es muy insegura. Por eso ama los monumentos. Domosławski contó la historia de su amigo como lo ve. Está fascinado por Kapuściński: un gran escritor, con una compleja personalidad, sus claroscuros, sus imperfecciones, en un mundo distinto al que conocemos… Pero una persona, al fin. “A mí no me interesa contribuir a consolidar un monumento. No creo que contando facetas personales de su vida lo esté atacando. Es solamente narrar, lo bueno y lo malo, que podía tomar decisiones sobre las cuales yo podía estar de acuerdo o en desacuerdo o simplemente no opinar, en ese caso sólo las cuento. Quizás trato de sugerir algunas hipótesis sobre por qué hizo esto o aquello. No necesito juzgarlo”. Domosławski trató de decir también, a través de su libro, que el sendero de la vida no está teñido de blanco o negro, no es perfecto o imperfecto, es ambos. Escribiendo sobre la vida de alguien, uno puede aprender algo de eso. Y tus lectores también: aprender sobre la persona de la cual escribes, sobre ciertos mecanismos universales, sobre una época y sobre el ejercicio de la profesión. ***

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Meses previos a su publicación, Artur Domosławski se reunió con el director de la editorial donde saldría el libro. Había entregado finalmente la versión íntegra, para que lo lean y revisen. Ahora que se volvían a ver, esperaba que tocasen temas menores y pactasen fechas, mas la situación fue diferente. No querían publicarlo. No así. Antes, le pedían que lo edite y modifique severamente. Querían censurarlo. Domosławski se negó. Cuando se disponía a salir del edificio, indignado, el director lo interceptó para negociar. “Mira Artur, un autor, Andrzej Franaszek, está trabajando desde hace años la biografía de Czesław Miłosz -nuestro Nobel-. Tú sabes que en su vida pasaron muchas cosas como las

que escribes sobre Kapuściński, de la vida privada. Él no pondrá nada de eso en su libro. No se puede contar todo, entiende. Hay que ser discretos”. Un hombre, su obra y su época. Eso es una biografía. Domosławski no volvió a reunirse con ellos. Dos años después, cuando Kapuściński non-fiction era un bestseller todavía vigente, salió la biografía de Miłosz, incluyendo todo sobre su vida privada. Domosławski se pregunta por qué.


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Kapuściński non-fiction dio la vuelta al mundo, mas no es la primera ni la última pieza en la bibliografía del cronista Artur Domosławski. Chrystus bez karabinu: o pontyfikacie Jana Pawła (Cristo sin un fusil: sobre el pontificado de Juan Pablo II, 1999) fue su primer libro. Domosławski escribió una serie de ensayos basados en los peregrinajes del Papa en su patria, a través de los años. Estas interpretaciones que guardan reflexiones más políticas que religiosas, vistas por un polaco con una perspectiva no polaca, más crítica y amplia, tocan también el conflicto entre el Vaticano, Juan Pablo II y la teología de la liberación. El título hace alusión al Cristo con un fusil de la teología de la liberación; y al libro Chrystus z karabinem na ramieniu (Cristo con un fusil en el hombro), de Kapuściński. Antes de su publicación, Domosławski le pidió al Kapu que escribiera unas frases para la contraportada. El pequeño párrafo nunca se agregó, pues su mentor tardó en entregarlo, pero fue pu-

blicado póstumamente, en un libro con textos cortos de su archivo, así como introducciones a libros de otros autores, que la viuda del Kapu colectó. Su segunda entrega, Świat nie na sprzedaż: rozmowy o globalizacji i kontestacji (El mundo no está a la venta: sobre el movimiento antiglobalización, 2002), fruto especialmente de sus viajes por México y Brasil a inicios de la década del 2000, evidencia más su atracción por Sudamérica. Domosławski considera esta compilación de crónicas y entrevistas un ‘libro momentáneo’, pues trajo nuevas ideas a Polonia, que fueron interpretadas como comunismo. Para ese entonces había viajado por Argentina, Chile, Perú, México, Cuba y Brasil, donde ya estaba haciendo entrevistas en portugués. Gorączka latynoamerykańska (La fiebre latinoamericana, 2004). En su opinión y la de muchos, su mejor libro antes de la biografía del Kapu. Enteramente non-fiction, las crónicas aquí rayan con una colisión


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Timbre de la familia Kapuscinski en la reja de su casa, en la calle Prokuratorska.

Ameryka zbuntowana. Siedemnaście dialogów o ciemnych stronach imperium wolności (América rebelde. Diecisiete diálogos sobre el lado oscuro del imperio de la libertad, 2007), su siguiente libro, es una colección de entrevistas con grandes intelectuales americanos de izquierda como Chomsky, Stiglitz, Zinn, entre otros. Fue galardonado, con el premio Beata Pawlak, para los periodistas polacos cuya obra aproxima otras culturas, religiones y civilizaciones. Beata Pawlak fue una periodista polaca especializada en el mundo árabe y el Islam, que fue asesinada el 2002 en un atentado terrorista en una isla de Bali, en

Tras la biografía del Kapu en el 2010, Śmierć w Amazonii (Muerte en el Amazonas, 2013), su último ejercicio de periodismo literario, consta de tres largas crónicas sobre Sudamérica –una de ellas da nombre al libro-. El próximo año publicará en México la primera versión en español de estas historias, una suerte de antología de sus tres últimos libros. Actualmente, Domosławski prepara un libro de non-fiction enfocado en la exclusión, basado en sus viajes por Latinoamérica, África, Europa y Oriente Medio. A través de crónicas, describirá y tratará de comprender los diversos matices que generan la exclusión: la pobreza, la orientación sexual, la etnia, el género… “Se trata de diferentes partes del mundo y diferentes tipos de exclusión, que a veces se mezclan. Por ejemplo, aquellos que comparten la condición de ser migrantes, de orígenes afro, y además transgénero. Todo se puede dar en un mismo individuo. Minoría de minorías”. Si bien afirma haber iniciado su afición por la literatura latinoamericana muy joven, en los años ‘80, con Gabo y Cien años de soledad, Domosławski desconoce si aquello

“el espíritu de rebeldía contra la opresión es el mismo”

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de experiencias políticas reflejada en una notable contradicción: Polonia, un país que ha sufrido durante décadas la dictadura socialista, el imperialismo soviético, contrastada con Sudamérica, donde libertad, las rebeldías, llevaban el estandarte de la izquierda. En otras palabras, la gente se oponía a los sistemas dictatoriales en América Latina en nombre de las ideas socialistas. Y del otro lado, nuestro movimiento de liberación, en el sistema polaco, era anticomunista, y los anticomunistas en Latinoamérica eran tipos como Pinochet o Videla. Domosławski confronta ambas realidades. “Los comunistas de Latinoamérica y los anticomunistas de Polonia eran gente que tenían las mismas ideas o quizás muy parecidas, pero con distintas palabras para definir sus ideologías. Al final, los nombres no importan demasiado: el espíritu de libertad, de rebeldía contra la opresión, es el mismo. Una sola alma”. El libro, que incluía una introducción de Kapuściński, fue ganador del Warszawska Premiera Literacka.

Indonesia. El premio que lleva su nombre es muy famoso y respetado entre los reporteros polacos.


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pueda ser el origen de su afición por Sudamérica, reflejada ampliamente en su bibliografía. ¿Podría ser, entonces, su devoción por la obra del maestro Kapu? ”Quizás. Es mucho más que eso. Nunca sé contestar esa pregunta. Probablemente en nuestros deseos e inclinaciones haya algo racional que podemos ubicar, definir y justificar, pero también algo misterioso, cuya razón jamás podremos comprender ¿Por qué me gusta más la música que la pintura? ¿Acaso porque tengo mejor oído para escuchar la música que visión para apreciar la pintura? No es tan fácil. Por ejemplo, a mí me gusta la pintura pero disfruto mucho más la música. Simplemente no lo sabes”. ***

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Los tórridos últimos días de agosto en Varsovia. Artur Domosławski ha retornado de Brasil y hemos pactado encontrarnos nue-

vamente fuera de la redacción de Polityka, en Słupecka. Viste ahora un outfit más ‘periodístico’, una camisa celeste arremangada y un chaleco beige con muchos bolsillos. Los mismos jeans y zapatillas deportivas. Caminamos hasta la 36 calle Grójecka, y entramos al café Charlie. Ambos pedimos latte. Me informa que no tiene mucho tiempo. Sonríe al mostrarle mi ejemplar de Kapuściński non-fiction, mientras le cuento mis fraudulentos intentos por hallarlo –ya sea español o inglés- en Varsovia. Terminé comprándolo online, en inglés. Empieza a auscultar el libro, sin mirarme, cuando le pregunto cómo conoció al Kapu. A inicios de los ’90, Kapuściński empezó a escribir para Gazeta con un perfil bajo, fuera de la presencia pública. Domosławski iniciaba sus pesquisas en el periodismo. En ocasiones, veía al Kapu en la redacción, a la distancia, mas todavía no lo conocía.


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KAPUŚCIŃSKI CRITICABA LA SITUACIÓN ACTUAL PERO NO CAÍA EN EL ANTICOMUNISMO

Se reunían aproximadamente una vez al mes, en el legendario estudio de Kapuściński, la buhardilla de su casa en la calle Prokuratorska. Allí, entre los miles de libros del autor de Viajes con Heródoto, los cientos de lapiceros y souvenirs, las fotografías y los poemas, sentados en torno en la pequeña sala de estar frente al escritorio del maestro, conversaban.

Colección de lapiceros en el escritorio de Kapuscinski, en su buhardilla. Ha de tener más de doscientos. De acuerdo a su esposa, los conseguía de todas partes.

Hablaban de todo. Especialmente temas de actualidad en el mundo, el país y la redacción. Sobre sus propios proyectos de escritura. Sobre salud, pues el Kapu ya manifestaba los problemas con la cadera y la espalda. La literatura siempre estaba presente. Kapuściński amaba la poesía, gustaba conversar sobre Brodsky o Auden. Sentía mucho cariño por el poeta polaco Edward Stachura, a quien conoció y cita en uno de sus poemas. Apreciaba mucho el pensamiento político de Chomsky, comentaba siempre sus publicaciones. Domosławski también recuerda con gracia cómo, siendo un obsesivo erudito en diversos temas, Kapuściński no tenía mucho interés por el cine. Incluso ignoraba nombres importantes. Una vez, una amiga le comentó, riéndose, que el Kapu le había preguntado quién diablos era ese tal John Malkovich que estaba visitando Polonia y del cual no dejaban de hablar. No le importaba. Con la música era distinto. Su desconocimiento le preocupaba, quería aprender más y en ocasiones pedía consejos sobre que exponente de la música clásica debía escuchar. Era algo que tomaba muy en serio. Y bueno, acaso como todo periodista, Kapuściński disfrutaba el cotilleo. Muchas tardes amenas se fueron intercambiando chismes. Para Domosławski, algo increíble en su trato -y con los demás- era cómo te hacía sentir importante. Los feos eran príncipes; los bajos, gigantes; los mudos, oradores. Kapuściński no decía nada

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Fue durante el segundo lustro de la década cuando los presentaron. Un día, el editor de Domosławski lo buscó diciéndole que alguien estaba interesado en conversar con él y lo llevó a du despacho. Dentro, Kapuściński los esperaba. Le había preguntado al editor por él. Quería felicitarlo por un texto reciente sobre las negociaciones entre las FARC y el presidente Pastrana en Colombia. Aquel fue el comienzo de su relación, que pasó de un trato discípulo-maestro a convertirse en una sólida amistad, durante los últimos nueve años de la vida del Kapu.

Domosławski sonríe con la mirada perdida mientras recuerda. Lo estudio en tanto sorbo el café. Sus gestos parecen evocar con nostalgia una memoria apacible. Un adulto que recrea una travesura de la infancia. Quizás una broma en el colegio. De pronto un juego en el parque. Un momento acaso compartido, pero suyo, en el cual se sabe seguro y feliz. Domosławski detiene la evocación para beber su latte.


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para generar tal efecto, solamente sonreía y te instaba a seguir hablando. “Sabía escucharte. Él te escuchaba”.

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Domosławski cree que lo más importante del Kapu no era su feroz talento para escribir, tampoco su aguzada habilidad para escuchar a los demás, sino su forma de pensar. En el contexto que vivió, era un hombre muy diferente. Kapuściński criticaba la situación actual, pero no caía en la trampa del anticomunismo, de negar el pasado. Eso atrajo a Domosławski desde el inicio. Cuando empezó a viajar por Latinoamérica, el acercamiento entre ambos se intensificó, pues solamente Kapuściński entendía lo que él veía y quería transmitir, a diferencia de sus editores, quienes en repetidas ocasiones atribuían un pensamiento comunista-socialista a sus historias. “Me decían que estaba escribiendo propaganda. Sólo Kapuściński entendía esto”. ¿Por qué Kapuściński no publicó nada sobre el terrorismo en Perú? Domosławski bebe de nuevo y coge el libro, que había dejado en la mesa. Empieza a pasar rápidamente las páginas hasta la 405, donde me señala una cita del Kapu. “Como Hitler o Stalin, el líder es una suerte de Dios. Es la mentalidad de los Testigos de Jehová... Abimael Guzmán -el ideólogo de Sendero Luminoso- es un Maoísta. No tiene amor por el Perú, solamente deseos de guerra contra la sociedad peruana”. Era uno de sus apuntes sobre su último viaje al Perú en el 2000. Quería escribir un libro sobre Perú y otros países sudamericanos llamado Fiesta, mas el tiempo no le alcanzó. El Kapu visitó el Perú muchísimas veces: a fines de los ’60, cuando se enclaustró un mes en un hotel limeño para traducir al polaco el diario del Che en Bolivia; o en los Andes peruanos en el ’70, cuando conversó durante días con granjeros y trabajadores sobre la reforma agraria de Velasco. Domosławski,

El legendario estudio de Ryszard Kapuscinski, en la buhardilla de su casa en la calle Prokuratorska. El lugar donde Domosławski y su amigo y maestro se reunían permanece intacto hasta la actualidad, una suerte de museo.

quien conoce bien el Perú, recuerda haber conversado algunas veces sobre nuestro país con el Kapu. Incluso le mostró una edición de la revista Etiqueta Negra, fundada por Julio Villanueva Chang, a quien luego Domosławski conocería. “Cada vez que voy al Perú, Julio me lleva a muchos restaurantes, hacemos una suerte de turismo gastronómico. Es increíble. Perú tiene la mejor comida del mundo”. Una llamada al celular de Domosławski es el preludio a su partida. Cuando salimos del café Charlie, le comento que ando buscando los lugares importantes de Varsovia donde estuvo el Kapu. Domosławski, ya en la calle, me sorprende con su revelación: la casa de Kapuściński no está muy lejos, a unos treinta minutos a pie, en la calle Prokuratorska. Hace mucho calor, y los rayos solares generan un breve destello en mis lentes, y quizás en los de Domosławski, quien cierra un poco sus ojos por el efecto, viéndose más pequeños y afilados. Tras explicarme cómo llegar, se va apremiado, de regreso a Polityka, donde está su vehículo.

UNO PUEDE ESCRIBIR SUBJETIVAMENTE Y A LA VEZ HACER UNA INVESTIGACIÓN RIGUROSA


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*** En Kapuściński non-fiction, se narra una anécdota ocurrida durante los talleres de la FNPI del maestro Kapu en México, en el 2001. Una periodista preguntó si era justificable el agregar una lágrima a una persona para intensificar el efecto literario. Gabriel García Márquez tomó la pa-

labra. “Por supuesto que sí. Refleja mejor la atmósfera del momento, el estado mental de la persona descrita. ¿Dónde está la traición ahí?” Estallaba el debate cuando Gabo mira a su colega polaco y le pregunta sonriendo: “Tú también mientes a veces, verdad, Ryszard?”. El Kapu responde con una breve risa. Siempre creyó -al igual que Gabo- que la objetividad conducía a la desinformación. Domosławski camina con la misma brújula. Su fe en la subjetividad es casi una declaración de principios. La alianza entre el reportaje literario y la subjetividad tiene una base filosófica solida: “cuentas lo que TÚ ves, oyes o tocas, lo que TÚ sientes, lo que TÚ entiendes. Es más justo con el lector, pues es preferible sugerirle desde qué posición filosófica escribes o comentas lo percibido. Uno puede escribir subjetivamente y a la vez hacer una investigación rigurosa. No hay contradicción en eso. Para nada”.

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Lo veo esfumarse en la multitud, a paso rápido, y emprendo el camino al lugar donde ambos conversaban, al pequeño reino de Kapuściński. Mientras cruzo la pista, me pregunto qué haría si descubriese que mi maestro y amigo, aquel por el que siento no sólo confianza y afecto, sino una verdadera admiración, no sea lo que parece. Probablemente, como Domosławski, comprendería que es un aliciente más para la fascinación. Trataría de palpar esa complejidad. Aproximarme al entendimiento del laberinto del ser humano.


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Artur Domosławski, cronista y escritor, fuera del café Charlie, julio del 2015, Varsovia.

entre las páginas de la biografía que tanto le costó escribir y posteriormente asumir. Evitar ver a Kapuściński como una suerte de ‘santo civil’, sin mácula existente, y empezar a verlo como una persona normal, con miedos, motivaciones y sueños, que alcanzó lo extraordinario, fruto del talento y esfuerzo. Aquella fue su misión.

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52 *** “No es la primera vez que empiezo a temer que, sin pretender escribir una exposé, estoy descubriendo hechos sobre la vida del maestro que hubiera preferido no saber para nada, y que estoy creando un enorme banco opiniones negativas sobre él… ¿Tengo otra alternativa? Después de todo, un retrato de Kapuściński donde sus debilidades y defectos son visibles es más genuino que un ícono beatificado. Simplemente, es más realista. En todo caso, ¿no es esta versión de Kapuściński más interesante que aquella alabada hasta la muerte? ¿Más instructiva que aquella falsificada? ¿Más humana que aquella puesta en un pedestal, cubierta de laureles y bañada en un éxtasis sin sentido?”, reflexiona Domosławski

Ahora, tras cinco años de la publicación de Kapuściński non-fiction, el Kapu está más vivo que nunca, y Domosławski no se arrepiente de nada. Ciertamente, está algo cansado de explicar y responder tantas veces aquello que para él es elemental. Especialmente en Polonia, donde la controversia tuvo matices absurdos. Fuera del país, piensa el biógrafo, el libro ha generado debates más interesantes, y su mérito es más reconocido. “Probablemente sea el precio por tocar a alguien como el Kapu, que para mucha gente es más un mito que una persona real”. Mientas escribo esto, el cronista Artur Domosławski acaba de regresar de ver a los refugiados sirios en la isla griega de Cos. Estuvo antes en Sudamérica, y pronto partirá a Asia del Sur. Su curiosidad es obsesiva. Su identidad está en todas partes. La instrucción de su maestro lo ha determinado. Como remató el Kapu al final de uno de sus poemas, la vida viene de meterse en las profundidades.


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¡Afuera, pa’ la calle! Emilio Camacho*

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¿Hasta cuándo debe reportear un periodista? ¿Cuál es el límite de edad para tomar la libreta, la grabadora, salir a la calle y buscar una historia? ¿A qué edad se convierte uno en parte del mobiliario de la redacción y abandona la tarea de conseguir información de primera mano? Es complicado responder estas interrogantes. Porque el periodismo es una tarea en la que uno puede perder el privilegio de ser reportero, con el paso del tiempo, al asumir responsabilidades editoriales, al dirigir grupos grandes o reducidos de periodistas. Llega un día en que nuestra agenda de contactos, de tan poco que la usamos, se desactualiza. Llega el día en que exigimos resultados a jóvenes reporteros aunque no tenemos claro si nosotros podríamos conseguir la misma información que reclamamos y dentro del mismo plazo que le damos a los novatos. Siempre he pensado que la esencia del periodismo es la reportería. El periodismo consiste en conseguir información de relevancia y presentarla de la manera más atractiva y completa al público. Es la

ecuación perfecta. Pero ocurre que a veces sólo podemos cumplir con una de las variables de esa operación. Conseguimos información pero dejamos su edición en manos de otros cuando somos jóvenes. O recibimos lo que consiguen los demás y lo ordenamos cuando pasamos a hacer algo de trabajo escritorio. Claro que hay excepciones. Hay reporteros veteranos que nunca dejan de pisar la calle, de multiplicar sus fuentes, de conseguir primicias. En abril de este año, don Edmundo Cruz (78), el legendario periodista de investigación de La República, dejó el diario pero no el periodismo. Actualmente colabora con la Fundación Gustavo Mohme Llona, dictando charlas a jóvenes aspirantes a periodistas, también es asesor de un portal de periodismo de investigación y está preparando nuevos reportajes, de largo aliento. Es un ejemplo, sin duda. Gustavo Gorriti, con 67 años, también sigue activo como reportero. Hace cuatro años viajó al Huallaga para sostener una intensa entrevista con el cabecilla senderista Artemio y desde IDL-Reporteros continúa investigando lo poco que hace el Estado en el combate contra el narcotráfico. La edad no lo detiene. De hecho, le gusta bromear con eso de que se ha convertido en un “teclo junior”. Otros reporteros eternos, ya desaparecidos, fueron Enrique Zileri y Guillermo Thorndike. Fuera del país también hay casos notables. En enero de este año murió don Julio Scherer, periodista mexicano, tozudo y combativo. Fue director del diario Excel-


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sior y fundador del prestigioso semanario Proceso. Falleció a los 88 años, pero escribió hasta unos meses antes de su deceso, cuando la enfermedad que padecía le impidió acercarse a su vieja máquina de escribir, esa de rodillo, hojas bond y teclas de patas largas.

contrataría?”. Respondió: “(A) un director entregado que refleje y esté dispuesto a trabajar a la par de sus reporteros. (…) No contraría a alguien que lo hace por razones de estatus o económicas. Me gustaría un director que todavía estaría dispuesto a ser reportero”.

En los perfiles que se escribieron tras su muerte, destaca un dato interesante. Sólo algo más poderoso que su pasión por la reportería estuvo a punto de alejarlo del periodismo: el amor que sentía por Susana, su mujer.

Pues yo haría lo mismo. Nada peor que un periodista que pretende ver las cosas desde la oficina, por más talentoso que sea.

Su vitalidad era legendaria. Tanta que en el 2010, a los 83 años, aceptó sin problema sostener una entrevista, “en el monte”, con Ismael ‘El Mayo’ Zambada, número dos del cártel de Sinaloa. Es estimulante enumerar a estos ejemplos de reporteros inacabables. Y son, desde luego, los que más despiertan la admiración del gremio. En 2011, Jon Lee Anderson, el famoso cronista de New Yorker, dio una respuesta con la que casi todos los periodistas estamos de acuerdo. Le preguntaron: “¿A qué tipo de director

*Editor del suplemento Domingo del diario La República.

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En 1987, ella enfermó y Scherer dejó sus compromisos profesionales para acompañarla. Dos años después, cuando el cáncer de Susana los apartó definitivamente, el reportero quiso abandonarlo todo. Sus hijos y amigos tardaron buen tiempo en convencerlo de que volviera a su rutina habitual: el periodismo. Cuando por fin lo hizo, no hubo quien detuviera a esta máquina de contar historias. De 1989 hasta el 2013 escribió 16 libros de no ficción (a ellos se suman otros cuatro que escribió en colaboración con Carlos Monsiváis).

Saquemos algo de provecho de esta discusión. El 1 de octubre es el Día del Periodista en el Perú. A las redacciones llegan todo tipo de regalos, desde útiles morrales a licores, sobre todo para los jefes. Cambiemos eso. Que el mejor regalo sea 24 o 48 horas de trabajo de campo. Saquemos a los jefes a la calle. Que cubran un debate en el Pleno (yo me apunto), que hagan una visita a la Dirincri, a la concentración de Alianza, Universitario o la selección, que vivan unas horas junto al chofer y el fotógrafo, la receta siempre ha sido la misma: el periodismo está allá afuera.


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a is t ev al tr tr En cen

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José Carlos Yrigoyen: “Quiero explorar la violencia que nos ha envuelto como sociedad” Víctor Manríquez Fotografía: Paloma Briceño

Siempre intenta decir lo que piensa y esta vez no fue la excepción: los temores detrás de su novela, el proyecto sobre su abuelo, su reacción ante un mal libro y su perspectiva de la literatura peruana actual. Con ustedes, José Carlos Yrigoyen.

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Me ha sorprendido el recibimiento que ha tenido el libro. Hay gente que no conozco que me escribe para decirme que lo ha leído”, asegura José Carlos Yrigoyen sobre el impacto de Pequeña novela con cenizas, su debut en la narrativa. Razones no le faltan. Gastón Acurio recomendó su novela en la última Feria del Libro de Lima. Y una noche, desde una camioneta, una mujer le gritó que su libro estaba bueno. “Esto es algo que no sientes cuando publicas poesía”, agrega para demostrar el porqué de su reacción.

¿Cuán diferente es el impacto entre publicar una novela y un poemario en el Perú?

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Totalmente distinto. El público de poesía es muy limitado: son 600 personas. La narrativa es un espectro más amplio… Siento sorpresa porque en esta novela hay mucho contenido autobiográfico y tiene que ver con un autor que me apasiona que es Pasolini. No pensé que iba a tener tanta pegada.

Pequeña novela con cenizas es una novela atípica: hay autobiografía, ensayo y hasta crítica cuando comentas el artículo de Huayhuaca. ¿Cómo definirías el libro sin restringirte a un género? Para mí es un libro de autoficción con componentes ensayísticos. Hay mucha autobiografía y no lo he negado en ningún momento. Hay elementos ficcionales que he utilizado para darle una contextura literaria a todas estas memorias y elementos autobiográficos que complementan la vivencia del narrador, que en muchos as-

pectos soy yo. La escribí con un ánimo de exorcizar mis demonios, no con un deseo de venganza, sino para dejar algunas cosas atrás.

¿No crees que el liberarte de tus demonios era abrir heridas en otras personas? No lo pensé mientras lo escribía. Cuando envié el libro a la editorial, sí me atacó un pánico. Me dio miedo de causar dolor a personas cercanas y queridas. Me cuestioné si publicarlo o no. Afortunadamente, sucedió algo que considero que fue muy beneficioso para mí. Decidí escribirle una carta a mis padres diciéndoles lo que iba a publicar, en la que les contaba lo que me había pasado en mi infancia y que me había costado superar. Ellos se preocuparon más por lo que yo expresaba que por el libro mismo. Antes de publicarlo, se lo pasé a mi madre para pedirle su opinión y su respuesta fue muy positiva. Mi padre nunca me pidió el libro, para él no es importante el tema. Pero cuando empecé a dar entrevistas a raíz de la novela, la situación cambió bastante. No le gustó, no le gustó.

“EL PÚBLICO DE POESÍA ES MUY LIMITADO: SON 600 PERSONAS”


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Respecto a tu padre, tú mencionas que en los años noventa, él vivió el éxito y tú, en cambio, no ibas a clases. ¿Qué tan consciente eres de que esa actitud era una manera de ir en contra de su poder, de demostrarle que su éxito no iba a ser total? Yo no era consciente de nada en los años noventa. Tenía dieciocho o diecinueve años. Pero sí era consciente del miedo que me producía mi padre. Siempre tuve una relación mala con él, una relación que empeñaba en negar y en normalizar. En esa época no era consciente de que tenía que subvertir ese poder.

¿Y cuándo descubriste la poesía y a Pasolini?

¿Cómo un deseo de juventud, como escribir un libro sobre Pasolini, se mantuvo intacto hasta la adultez? Desde que vi Salo o 120 días de Sodoma y llegaron sus primeros poemas a mis manos fue una obsesión muy grande. Yo era un chico temeroso, pero cuando descubrí

Me gusta hacer críticas positivas porque tengo la oportunidad de difundir un libro que he disfrutado.

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Allí sí. Yo no me di cuenta, pero, poco a poco, empecé a convertir la poesía en un arma de rebelión. Creo que la rebelión literaria ante mi padre fue sustancial para poder escapar del poder que representaba.

a Pasolini se me abrió una dimensión horrenda, pero auténtica de rebelión contra lo establecido. Una rebelión que se basaba en imágenes muy poderosas y me abrieron la posibilidad de un camino distinto. En 1998 escribí un ensayo como de seis páginas sobre él en una revista de la Universidad de Lima. Desde entonces, ya era un proyecto que quería iniciar. Años después, me dio una depresión, la más fuerte y duradera que he tenido y saliendo de ella, uno de mis objetivos era acabar con ese proyecto. Ha sido una etapa muy larga, casi quince o dieciséis años. Yo tenía dos necesidades: acabar con la sombra de un pasado personal y la de un libro que no había logrado escribir.


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¿En qué momento te diste cuenta que ese ensayo era el primer paso para escribir lo que más adelante sería la novela? Ya tenía el ensayo acabado, eran como 160 páginas. Se lo pasé a Jerónimo Pimentel y me dijo algo que me sorprendió: “Me gusta, es una investigación bárbara. Los que no estamos acostumbrados a Pasolini, lo leemos y lo guardamos”. Yo no quiero un libro para que se guarde, quiero uno que deje algo más. Después de eso escribí unas páginas en donde hablaba de mi relación con Pasolini y que son el germen de este libro.

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En la novela mencionas dos datos que podría dar a entender que tu vida estaba conectada con la de Pasolini. La boda de tus padres sucedió días antes de su muerte, y tu cumpleaños es el mismo que el de Ninetto, un amante suyo. ¿Crees que, tarde o temprano, tu vida iba a desembocar en Pasolini? -Bueno, son casualidades afortunadas que me sirven para hilar la novela. No soy determinista, pero sí he sentido que hay otras cosas que nos unían: la relación difícil con el padre o la adhesión a la madre. Y también la depresión y la desesperación artística de Pasolini en sus últimos años. Por supuesto, mi historia es mucho más corriente. Lo de Pasolini tiene un carácter más épico.

No te comparas con Pasolini, pero ¿su vínculo con Nineto no funciona como un reflejo de tu relación con la poesía?

Hay un desinterés por la poesía. Esto no es algo solamente peruano, sino universal.

-Estoy de acuerdo con esa lectura. La relación entre Pasolini y Ninetto no es solo un vínculo de un hombre mayor con un adolescente, sino representaba un último refugio ante la injusticia. La poesía también significó eso: un refugio ante la violencia del mundo Uno necesita un tablón para guarecerse. Afortunadamente, cuando la poesía, para mí, pierde el significado que tenía, lo peor de mi depresión había pasado.

¿Y esta pérdida de significado era una señal de que tu propuesta poética se había agotado? Yo empecé a escribir poesía con una pasión casi religiosa durante más de diez años como una forma de rebelión ante una fuerza que me sojuzgaba: mi padre y el autoritarismo familiar. Cuando dejé de tener pánico, me sentí desvalido porque no

“YO EMPECÉ A ESCRIBIR POESÍA CON UNA PASIÓN CASI RELIGIOSA”


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la violencia que nos ha envuelto como sociedad en el Perú y que la vemos todos los días, en la casa, en la calle. Yo quiero explorar eso desde las raíces familiares. Tengo una obsesión de resolver muchas cuestiones sobre mis orígenes que me parece necesario entender para poder proseguir.

*** ¿Y esta trilogía va a seguir apoyándose en lo autorreferencial: tus experiencias, tu familia, tu pasado? Sí, Pequeña novela con cenizas es la primera parte. En la segunda voy a hablar de mi familia materna, de los Miró Quesada y se remonta a los años treinta. Trata sobre mi abuelo, que fue director de El Comercio y uno de los principales fascistas en el Perú y admirador de Mussolini. Quiero explorar

José Carlos Yrigoyen comenta un libro semanalmente para “Columna Vertebral”, el espacio que tiene el diario Perú21. Autores peruanos o mundiales; consagrados o debutantes; poemarios, novelas, cuentos, crónicas. Para él, lo esencial es poder conversar de libros y tener la posibilidad de discutir qué ha faltado en nuestra literatura.

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tenía en qué creer y no hay nada más terrible que esa incapacidad de tener esa fe, me refiero a una fe vital. Cuando salí de la depresión, ya no sentía la falta de la poesía, sino que me era indiferente. Fue uno de los momentos más descorazonadores que me ha sucedido. Pero uno sale de ese pozo y ahora mi única meta es acabar la trilogía literaria familiar que tengo en mente.


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¿Qué diferencia encuentras entre la crítica de los años noventa, cuando te iniciaste en la literatura, con el panorama actual? Antes había muchos más canales en medios impresos. Ahora las redes sociales y el internet han ocupado ese espectro. Siento que internet ha abierto la posibilidad para que ya no solo pequeños grupos manejen la crítica. Ha surgido gente muy inteligente que tiene cosas que decir que valen la pena, pero también personas muy irresponsables, que creen que la crítica es denigrar o destrozar libros.

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¿Qué cualidad principal debe tener un comentarista literario? Primero, la honestidad. Algo importante es saber cuál es mi relación con el autor.

¿Esa idea de colocar tu relación con el autor es tuya o la tomaste de alguien más? No es mía. Ahora, si hablo del trabajo de un amigo, es bueno que el lector lo sepa. Otra cualidad es la honestidad al valorar un libro. Siempre he procurado decir las cosas que pienso sin llegar a la mala leche o afectar a un autor. Eso no significa que antes de escribir en Perú21 no haya cometido errores y haya pedido disculpas. Mientras escribo una reseña, siempre intento medir mucho mis palabras y cuando no puedo hacer una crítica positiva, intento ser lo más delicado posible. Aun así las amistades se resienten.

“HE PROCURADO DECIR LAS COSAS QUE PIENSO SIN MALA LECHE” Pero en tu blog Poema Inútil no siempre eras tan delicado que digamos. Sí, era un poco incendiario. A veces escogía libros que eran tan malos, pero no con el ánimo de destrozarlos, sino con el ánimo de señalar cómo una editorial puede publicar esto. Hay libros que se publican porque el autor te da 1500 soles. Eso me parece criticable, no por el autor que tiene derecho de creer que su trabajo es bueno, sino por las editoriales que creen que por unos soles pueden malbaratear sus catálogos.

¿Es más sencillo criticar a un amigo que a un autor con el que no tienes ninguna relación?

“Siempre me he prometido nunca dejar de decir lo que pienso a pesar de las consecuencias personales que eso puede cargar.”


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Sí, los primeros momentos en los que uno va a escribir la columna, cuesta porque piensas en qué va a pasar. Pero hay una responsabilidad con el lector y eso es lo más importante. Yo me puedo equivocar y puedo rectificarme. Tal vez ese libro no era tan malo como lo dije. Pero hay veces que me doy cuenta que sí. He vuelto a releer el libro de Titinger (Un hombre flaco) y lo encuentro malísimo.

“SOMOS PERUANOS QUE CARECEMOS DE LÍDERES POLÍTICOS E IDEOLÓGICOS”

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Yo le pude poner un punto y medio. Me pareció un libro que adelgaza, frivoliza la figura de Ribeyro, de una manera que creo que a él le hubiera desagradado mucho. Lo dije en mi columna y lo reafirmó. Como lector, me sentí defraudado.

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¿Crees que ese libro mereció el puntaje que le diste? A mí me sorprendió su calificación (dos puntos sobre cinco).

¿Qué tan necesaria es la severidad al momento de criticar un libro? Te lo pregunto porque considero que hay muchos críticos que caen en la complacencia. Uno tiene que ser severo cuando se tiene que ser severo. Cuando el libro falló, yo digo por qué falló y no voy a ceder. Hemos tenido épocas de críticos muy complacientes. Gonzales Vigil cayó mucho en eso al final. Un crítico que respeto muchísimo, con los años, utilizaba epítetos grandilocuentes, todo era excelente, superlativo, extraordinario. Así no puede ser, es un no a la realidad. Me desagrada eso, a mí no me gusta calificar negativamente, eso es la política del avestruz. Para eso no hagas crítica literaria, mejor escribe en Somos.

¿Cuál es tu reacción ante un libro que no puedes comprender? Si hay un libro que no comprendo, no lo voy a reseñar. Todavía no me ha pasado eso en la columna de Perú21, creo. Pero si me pasara, tendría la honestidad de no reseñarlo.

¿Por qué la poesía peruana actual no ha alcanzado el auge de los años sesenta y setenta? ¿Acaso está relacionado con el contexto social que vivieron los poetas de aquellas décadas? Creo que efectivamente el contexto social tiene mucho que ver con el desarrollo de una creación poética determinada. Sin duda, hubo una movilización social en los años sesenta y setenta que conjugó con cuestiones literarias como el surgimiento de la poesía conversacional, el culteranismo, la propuesta popular de Hora Zero. En los años setenta surge Pimentel, Cisneros, Hinostroza, Verástegui, Watanabe. En las


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generaciones posteriores no hemos tenido camadas de poetas de ese nivel. Eso no significa que no hayan surgido autores interesantes y talentosos –Jerónimo Pimentel, Victoria Guerrero, Manuel Fernández, Roberto Valdivia–, pero el nivel en general no es el mismo.

Eso fue hace veinte años. Era una palomillada. Creo que hay edades para todo. Hay edades en que uno es poeta, puede sacar manifiestos y criticar a un montón de gente. Me parecería ridículo tener cincuenta años y seguir con eso. Y creo que también hay que respetar a todos los autores por muy malos que nos parezcan.

Cambiando al panorama narrativo, ¿a qué necesidad crees que obedece que estas novelas como la de Gamboa, Cisneros o Robles compartan este ánimo confesional, catalogado como “literatura del yo”?

¿A qué se parece leer un libro malo que luego debes comentar? Es como un trago amargo, pero no es un trago que evite. No aparto el cáliz de los libros malos.

Hablando de libros malos, ¿volverías a quemar un libro como lo hiciste con el poemario de Orrillo?

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Tengo una intuición que más que una narrativa del yo, existe una narrativa del padre. Hay una cuestión detrás de su figura, una visión política alternativa que critica al Estado, al autoritarismo reflejado en su imagen. Como me dijo Cisneros, es una literatura de la orfandad, somos peruanos que carecemos de líderes políticos e ideológicos, nuestros padres simbólicos. Ya no hay Mariátegui, Haya o Belaunde. Y esa desorientación fomenta narrativas como la de Robles, dentro de un paradigma de izquierda liberal, o la de Cisneros, dentro de una crítica al sistema de derecha.


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viene de la página 31

- No, Rysiek, ninguna de ellas. Aunque Weronika tiene un buen rabo. En fin… Fue tan extraño. No sé. Una chica que conocí en Breslavia. Estuve allá hace poco, de turista por casi tres semanas. Bacán la ciudad, con esos enanos de mierda en todas partes, los edificios de colores. Nos conocimos en el Jardín Japonés. Ella también viajaba, pero me dijo que vivía cerca… Oye, ¿deberíamos pedir otra chela, no? - Wrocław es muy bonito, es cierto. Los enanos, krasnale, cuidan la ciudad. Tanta piwo, Juanma. Yo pediré más wódka. ¿Estás con sed, no? - Bardzo, hermano.

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- Te propongo otro shot, en vez de chela, ¿qué dices, Juanma? ¿Cómo se llamaba la chica? ¿Hablaba inglés o español? - Magda. Sí, inglés. Rysiek, man, no sé si sea buena idea meterme puro vodka. No quiero irme la mierda… Pero bueno. Esa misma tarde terminamos bebiendo y besándonos. Le propuse hospedarnos en el mismo hostel. Me sugirió irnos al Dizzy Daisy Hostel. - ¡Pero si es Sobieski! Bardzo dobra wódka. Yo invito. Toma, bebe rápido. Na zdrowie! - ¡Salud! Bleh, mierda, ¡maldito polaco borracho! No quiero meterme más shots. - Cicho, mi amigo Juanma, recién es el segundo. ¿Y qué pasó con esta Magda en el hostel? ¿Rompió tu corazón? ¿Era

guapa? Czekaj, ¿por qué se fueron a un hostel y no a un hotel? - Porque queríamos pasar los días juntos en Breslavia, como algo del camino, y un hotel era muy caro para los dos. Estaba bien guapa, pelo marrón, ojos azules, piernas largas. Lo raro fue al llegar a nuestro cuarto del Dizzy Daisy: habíamos pagado una de las habitaciones más baratas, para cuatro personas, pues era la única disponible. - To co? ¿Por qué es raro? ¿no quieres otro shot de Sobieski? - No, aguanta. Pasa que cuando entramos a la habitación, descubrimos dos cosas: primero, que solamente había tres camas, no cuatro. Claro que eso no era tan raro, incluso nos convenía ser menos. Segundo, que la tercera cama estaba ya ocupada. - ¿Una chica? ¿Estuviste durmiendo con dos chicas en Wrocław? ¿Un threesome? - No, Rysiek, espera. Estábamos solos, pero era evidente que alguien más ya se estaba hospedando en el cuarto. Eso era normal, después de todo, reservamos un espacio para cuatro. Lo raro era que parecía no haber estado allí en mucho tiempo. Polvo como mierda. Sus cosas estaban por doquier: la cama desarreglada, libros de Paulo Coelho, E.L. James y Agatha Christie en la cama y en los estantes. Pastillas anticonceptivas, medicamentos, maquillaje, algún collar, ropa, toallas higiénicas, galletas, botellas de agua, frutas rancias en el refrigera-


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dor. Probé una de las galletas, de trigo. Estaba dura y sin sabor, de muchos días. Robé muchos de sus pistachos, que se conservan. Había un paraguas junto a la ventana. Se notaba que era una mujer. Ahora sí dame el shot. - Oczywiście, mi amigo. Na zdrowie! - ¡Salud! Ufff. Ahora yo invito el siguiente par. Bueno, Magda y yo no tuvimos sexo la primera noche: temíamos –bueno, yo más que nada- que la chica llegara de alguna fiesta o viaje y nos descubra en plena acción. Le dije a Magda que si metíamos comida y chela al cuarto la podríamos incomodar. - Tak, es más difícil hospedarse con un desconocido que con varios desconocidos.

ninfómana orate, una party girl, quizás lesbiana o bisexual, que aparecería de pronto en plena madrugada con un hombre o más. No descarté la posibilidad de que se trate de un transexual. Me daba curiosidad. Veía sus cosas, las tocaba, revisaba. Olía su ropa. Trataba de imaginarla. Esperaba que fuera muy bella, con pechos enormes, firmes, un gran culo, dobra dupa. A veces la recreaba en mi cabeza, mientras me tiraba a Magda. Ella no parecía tan curiosa por la vecina ausente como yo. Se reía, cambiaba de tema. - Dobra dupa! Para hablar de eso sí sabes polaco, ¿no? Jajaja… Así que te fascinaba la polaca imaginaria. Mi amigo peruano el enfermo, ¡más wódka por eso! Na zdrowie! - ¡Salud! Putamadre, me vas a tener que dejar en la puerta de mi cuarto, Rysiek. Tantos secos me están mareando. Pero sí, me intrigaba mucho ¿Por qué alguien dejaría todas sus pertenencias por más de dos semanas en un hostel de mierda, donde la gente suele reservar sólo por cuatro, cinco hasta una semana? Nosotros nos quedamos más tiempo, claro… Pero al cabo de diez días Magda se fue.

- Boże, cuánto placer en tu viaje. ¿Tenían tiempo para conocer la ciudad? Jajaja

- ¿Pelearon?

- Ja. No seas gracioso. Pero tienes razón, no salíamos tanto. Yo esperaba que la chica volviera en algún momento, me desconcertaba ver todas sus cosas allí más de una semana. Cuando le contaba a Magda mis hipótesis: que era una

continúa en la página 86

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- Cierto. La vaina es que pasaban los días y no aparecía. Para el tercer día pensamos que estaría viajando alrededor del país y había dejado sus cosas allí. Hicimos lo que queríamos: comimos su comida, tuvimos mucho sexo, andábamos desnudos. Magda no conversaba mucho, pero le gustaba estar conmigo. Solía abrazarme largo rato.


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Fiebre criolla Jimena Rodríguez La música criolla no está muerta y las hermanas López lo saben bien. Todos los viernes, y desde hace cuarenta y un años, reciben en su casa a jóvenes y adultos que estén dispuestos a armar una jarana criolla. Entre cervezas, comida y guitarra, Adela y Chabuca López afirman que la peña Las López no solo es su negocio, sino también su hogar.


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E

n la cuadra seis de la calle Pedro Conde, en el distrito de Lince, existe una pequeña casa cuya entrada es un pasadizo sin luz. A lo lejos, se escuchan sonidos de guitarras, cajones, risas y vasos de vidrio chocando unos con otros en respuesta a un ‘salud’. Así recibe la peña ‘Las López’, desde hace 41 años, a todos los fanáticos de la música criolla que tiene nuestra capital. “Bienvenidos y bienvenidas sean todos ustedes, espero que la estén pasando lindo aquí en nuestra casa, y desde ahora su casa: la casa de las hermanas López”, dice Isabel López, más conocida como Chabuca, mientras su hermana, Adela López, sigue sirviendo cervezas a los comensales que van llegando al lugar.

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Días previos a las festividades por Fiestas Patrias de este año, el canal 2 decidió buscar cinco historias de peruanos orgullosos de llevar el nombre de nuestro país en sus trabajos y negocios. Dentro de estas cinco estaban Adela y Chabuca. El negocio familiar nació como una idea que Perico, hermano de ambas, le dio a Adela. Ella no quería dejar a sus hijos por conseguir un trabajo que la aleje de ellos, por lo que Perico sugirió que lleve el trabajo a su casa organizando esta peña en la sala de su hogar. “Tú solo encárgate de la comida y el trago que yo traigo a la gente”, le dijo al momento de abrir por primera vez. Ese primer viernes, único día en el que abren sus puertas hasta la actualidad, llegaron solo veinte personas. “Mi hermano se apareció a la medianoche y sin gente, para colmo”, se ríe Adela. Ese día solo vendió tres platos de frejoles con apanado, plato bandera de la peña. Ahora vende más de cuarenta por noche. *** El ambiente en el que viven Adela y Chabela provoca una sensación de familiari-

dad y compañerismo. Durante los fines de semana, los vecinos y sus familiares se reúnen a tomar algunas cervezas al pie de quintas similares a las que alguna vez Julio Ramón Ribeyro describió en su cuento “Tristes querellas en la vieja quinta”. Fueron ellos mismos los que pasaron la voz de que los viernes se abrían las puertas de la casa N° 663 de la calle Pedro Conde para disfrutar un buen rato. “También estaba de moda eso de fumar marihuana”, comenta Adela, “por eso los jóvenes también venían a comer rico”, y se vuelve a reír. Poco a poco empezaron a llegar músicos. En un inicio había un guitarrista al cual le hacían tocar una y otra vez para que la gente no se aburra y luego cantaba el que quería cantar. Ahora ya tienen su propio conjunto de músicos en los que se incluye a Yaco, hijo de Adela. Es de esta manera que se fueron dando un nombre en la escena de la música criolla.


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Aparte de ser las anfitrionas de la peña, Chabuca y Adela suelen cantar a pedido de sus amigos. No es una práctica que hayan adquirido desde pequeñas, a pesar de que en la sala de esa misma casa sus padres armaban las primeras jaranas criollas. Fue con el tiempo y pura práctica que perfeccionaron su técnica y lograron ser parte del espectáculo. Tan bien lo hacían que su hermano les recomendó cantar a dúo y, posteriormente, crearon el conjunto musical ‘Las López’. Prueba de ello son las innumerables fotos que han colgado en el local y que registran los gratos momentos que han pasado juntas en la peña. La que parece ser la más antigua capta el momento exacto en el que ambas cantan en un concurso de peñas.

El famoso plato de frejoles con apanado de Chabuca es otro de los motivos que hacen a la peña Las López única. En principio lo cocinaba Adela pero luego le propuso a Chabuca que ella lo cocine. “Ya se han acostumbrado a tu sazón”, le explicó.

Chabuca aceptó el reto y le puso “lo suyo”, menciona orgullosa. Para cocinar tantos platos, existe una rutina que Chabuca practica todas las semanas: los días miércoles va a comprar los ingredientes al mercado que queda cerca a su casa, el viernes temprano comienza a preparar el aderezo entre 10 u 11 de la mañana. “Tiene que estar bien aderezado, por lo menos son 3 o 4 horas para cocinarlo”, específica. *** Un día estaban en una entrevista radial con Alejandro Lara, compositor peruano y reconocido músico criollo, cuenta Chabuca. Ella pensó que ya estaban fuera del aire cuando Alejandro les preguntó “oye y ¿cuál es su secreto para hacer los frejoles?”. “Es que yo lo preparo sin calzón y lo pongo como filtrante”, contestó en broma. Alejandro le señaló que todavía estaban al aire y ella pidió rápidamente el corte avergonzada por el chiste que acababa de hacer. “Le dije lo del filtrante todavía”, dice un poco sonrojada. Esta anécdota se la recordó incluso Bartola en uno de los programas a los que ellas fueron invitadas a cantar. Chabuca jamás creyó que esa broma se conocería a nivel nacional. A pesar de todo, los frejoles han sido una publicidad extra a la peña debido a la dedicación y el cariño

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Esta casa alberga y ha albergado también a grandes artistas como Bartola, Jesús Vásquez, Pedrito Otiniano, el grupo Los Morunos, entre otros. Grandes personajes, no necesariamente de la escena criolla, también han recorrido el lugar. Uno de los que más recuerdan ellas es un “chinito”. Él empezó a ir al lugar todos los viernes de peña, al punto de entablar una gran amistad con las López. Un año, en una celebración del día de la Canción Criolla, las empezó a ayudar con los pedidos. Ellas incluso lo trataban como un trabajador más y le decían “¡Oye, no te olvides de cobrar ah!”. Días después se enteraron que era uno de los dueños de la cadena de supermercados Wong. “Siempre fue muy humilde”, me comenta Chabuca, “ni por acá que fuera alguien tan importante”, se carcajea al recordar ese momento.

la peña ‘las lopez’ ha albergado a grandes artistas como bartola


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con los que son preparados. Todas estas experiencias y anécdotas son difíciles de comparar con los buenos ratos que puedes pasar en aquellos locales de música criolla más reconocidos de la ciudad, y eso lo saben bien ellas. Es por ello que denominan a su negocio una “peña familiar”, en la cual no cobran entrada, pero eso sí, siempre se cercioran de saber quiénes son las caras nuevas del lugar. “Nos acercamos y les preguntamos con quién han venido o de parte de quién”. ***

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En uno de los tantos viernes, puedes encontrar a Adela hablando con un grupo de jóvenes en un pequeño cuarto que tienen en la parte de atrás de su casa, y que ellas en broma han denominado “el salón vip”. Les cuenta sobre la historia que tiene su hogar, las anécdotas y recuerdos que tiene de ella. A veces se suele sorprender de la cantidad de jóvenes que llegan a su peña.

Hay veces que los clientes y cantantes del micro libre que tiene esta peña no pasan los 35 años de edad. Este fenómeno es una contradicción a lo que muchos hemos creído que pasaba con el criollismo, y ellas lo recalcan varias veces: “No, de ninguna manera el criollismo va a desaparecer, aquí vienen bastantes jóvenes”. Y no es para menos: un viernes llegaron más de veinte chicos, aquellos que podemos ver en las fiestas de Barranco o los bares de Miraflores. Estaban ahí, en un lugar donde no ponían música “indie” o “reggaetón old school”, sino donde se escuchaba a un señor de más de setenta años cantando “Cuando llora mi guitarra”, “La Calandria” y la despechada lírica de Esther Granados: “Falso Amor”. El movimiento criollo no morirá, al menos hasta que la ganas de gozar su música continúe. La corriente criolla está conformada por cantantes, cantautores y decimistas que vienen con nuevas composiciones para ser interpretadas en esta peña. En la radio


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no se escuchan, pero aquí son cantadas de inicio a fin. Hombres y mujeres, algunos un tanto embriagados, preparan sus cuerdas vocales para acompañar a los artistas con singular repertorio. Una de ellas es la del cantautor Fernando Rentería, que ha compuesto una canción titulada “En mi país”. La irónica letra está dedicada a lo que, en un escenario utópico, es el Perú. En un momento de la noche, él agarra la batuta del espectáculo y los versos de dicha canción son coreados por todos:

En un extraño planeta De una extraña galaxia Hay un extraño país Donde ocurren cosas extrañas (…) En mi país no hay problema de inflación

No es ilegal protestar Y a quien se le va a ocurrir Cuando todo en mi país Es dicha y prosperidad (…) En mi país no es necesario obligar Se pelean por firmar niños aún sin concebir El cardenal es neutral Ya nadie se quiere ir (…) En el poder judicial solo les queda dormir Porque nadie en mi país a la ley quiere faltar (…)

Entre tragos, frejoles y conjuntos criollos, todos los viernes a partir de las siete de la noche, la familia de las López da la bienvenida a señores conocedores de los múltiples valses criollos y jóvenes veinteañeros que llegan fascinados por esta música que solo conocían por sus abuelos. Esa misma corriente es la que ahora experimentan con una botella de cerveza en una mano y alzando su voz de canto cada vez que Adela y Chabuca o algún otro artista decide tomar el micro para regalar un poco de su arte a ese público sediento de jarana.

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Ni mafias ni corrupción

“Describo la peña como una gran familia, donde hay amor y cariño”, comenta Chabuca, mientras Adela recibe a Fernando, quien también es arquitecto y ha ido para ver si es posible tumbar la pared del pasadizo de la entrada y ampliar el lugar. “Algunas personas se van porque no tienen cómo ver el espectáculo”, menciona Chabuca. Días después, y por sugerencia de los más jóvenes que van al lugar, ponen en duda el proyecto. “Está bien así seño, es mejor, más paja”, le sugieren algunos chicos a las hermanas. Y es que incluso los clientes, o mejor dicho, “los otros miembros de la familia criolla”, también deciden sobre el hogar de las López.


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Periodistas escritores, editoriales grandes Giovanni Anticona*

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¿La narrativa limeña se encuentra en un buen momento? ¿Se escribe mejor que hace cinco o diez años? No veo mejoras notorias en la calidad literaria. Nos mantenemos en un digno término medio que no merece vituperios ni encomios. Los mejores siguen siendo los consagrados, esos ya instalados en su séptima y octava década de vida. Los que bordean los cuarenta han demostrado ser laboriosos tanto en la escritura como en la promoción de sus libros, pero aún no encuentro a uno que destaque de forma rutilante, aunque se ven plumas con buen potencial. Prosas buenas y muy buenas existen. Pero la narrativa es más que una prosa ágil y bella. Debe haber una historia interesante, un protagonista, personajes que revolotean a su alrededor, giros, reflexiones, un espesor misterioso que rezume eternidad. Emoción. Debe haber emoción. “Solo la emoción perdura”, escribió Ezra Pound. De ella depende que una obra se mantenga en vigencia y se convierta en un clásico. No. No creo que hayamos mejorado. Estamos casi igual. Tal vez un poco mejor.

Pienso que la diferencia con las décadas previas estriba en que, en la actualidad, la narrativa limeña cuenta con mayores posibilidades de ser visible por sectores más amplios e, incluso, a nivel internacional. Este cambio se lo debemos a la perseverancia de las editoriales independientes y, sobre todo, a la apertura de sucursales en Lima de casas editoras transnacionales. Todo comenzó a mediados de la década pasada, cuando aparecieron editoriales independientes que nutrieron el panorama literario limeño. Algunas de las más importantes que surgieron en esos años son Estruendomudo, Lustra y Borrador Editores. En sus inicios, Estruendomudo ofreció a los lectores un grupo de autores veinteañeros como Luis Hernán Castañeda, Carlos Gallardo, Johann Page y Edwin Chávez, quienes apostaron por la metaliteratura, corriente que situaba como tema central a la propia literatura y a los escritores. Tal como ocurría con los narradores de Estruendomudo, el tinte metaliterario se sentía en buena parte de las obras publicadas por jóvenes en la primera década del nuevo siglo. Pasaron unos años y el auge metaliterario se diluyó hasta fundirse con otras propuestas. Surgió, entonces, una tendencia a la pluralidad que desdibujó la frontera entre el realismo tradicional y la metaliteratura. Lo fantástico, lo realista, lo metaliterario y lo intimista: todo ello convivía, lo que era signo de una situación saludable y de una superación de los dogmatismos de antaño, esos tiempos en que la clase social era una impronta que dividía al ámbito literario en sectores irreconciliables. La polémica entre autores “criollos” y “andinos”, ocurrida a mediados de la primera


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década de este siglo, fue la última chispa de los enconos pretéritos que las generaciones más jóvenes han superado en buena medida.

En 2012, hubo un nuevo giro con la publicación de Bioy de Diego Trelles. En 2013, la sensación editorial fue Contarlo todo de Jeremías Gamboa. Ambas obras fueron publicadas por editoriales transnacionales y tuvieron una gran difusión en los medios. Otra semejanza se relaciona con sus autores: ambos tienen edades similares, son periodistas de profesión y han estudiado posgrados en el extranjero. Lo que observo es que, si bien es aplaudible todo el interés que lograron crear, la calidad de estas obras no es tan superior (ni tampoco tan inferior) al grueso de publicaciones

En el presente año, ha seguido la misma tendencia. Tres obras reflejan esta continuidad: Nuevos juguetes de la Guerra Fría de Juan Manuel Robles, Pequeña novela con cenizas de José Carlos Yrigoyen y La distancia que nos separa de Renato Cisneros. Los tres autores, al igual que Gamboa y Trelles, son periodistas que laboran o han laborado en medios de comunicación, sobre todo escritos. Se conocen entre ellos, pertenecen todos a editoriales transnacionales y han tejido una amplia red de contactos compartida. ¿Podemos hablar, entonces, de una nueva corriente literaria de escritores periodistas? Parece que sí.

*Egresado de la facultad de Letras y Ciencias Humanas de PUCP. Literato.

75 opinión

Cuando las transnacionales afincadas en el Perú, como Planeta y Alfaguara, empezaron a publicar a autores limeños, como Alonso Cueto, Fernando Ampuero y Abelardo Sánchez León, y a escritores provincianos como Miguel Gutiérrez, Óscar Colchado y Edgardo Rivera Martínez, el mundo editorial capitalino adquirió mayor peso. Esto se debió al alto nivel logístico de estas casas editoras y a que la posibilidad de la internacionalización se hizo real. Por otra parte, se encontraban Santiago Roncagliolo y Daniel Alarcón, quienes propulsaban sus carreras desde el extranjero. De ese modo, iba creciendo la narrativa limeña desde su aspecto editorial, pero no en calidad literaria. Mientras tanto, autores como Julio Durán, Rafael Inocente, Rodolfo Ybarra y Martín Roldán se posicionaban como referentes de vena subterránea, autores independientes que se ganaron la simpatía de los sanmarquinos, villarrealinos y asiduos del jirón Quilca.

que solo circulan a nivel nacional y que han sido escritas por personas de su misma generación o de generaciones cercanas a esta. Todo queda, entonces, en un mayor despliegue editorial. Solo en eso.


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Tsukiji: El m

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mercado de pescado mรกs grande del mundo Stefany Aquise

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c a r t a en a b i e rel t a V Icentro I i s e t i e m b r ede - Tokio, n o v i e m b r e , 2Tsukiji, 015 Ubicado el mayor mercado de productos marinos del mundo y uno de los mercados mayoristas más grandes de alimentos, abrió sus puertas en 1935 luego de una catástrofe: fue originalmente fundado en el barrio de Nihonbashi en 1923, hasta que el 1 de setiembre de ese año, uno de los mayores terremotos en la historia de Japón devastó Tokio y acabó con la vida de 105 mil personas. La destrucción obligó a que el emporio mudara su construcción y se levantara finalmente en el distrito de Tsukiji. Hoy, abastece a Japón con 2 mil toneladas de productos marinos al día, y alberga desde puestos de cocina y restaurantes hasta stands de souvenirs.

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1. Entrada principal: “estación Tsukijijou”. Al ingresar, el guardia de seguridad le entrega un mapa en inglés a los visitantes que señala las áreas permitidas al público en general. 2. Puestos de souvenirs. Estos stands fueron creados por la gran cantidad de turistas que visita a diario el mercado. 3. Dueños de pequeños y grandes restaurantes o tiendas, y exportadores, transportan los productos marinos en contenedores de tecnopor y mini grúas. Amas de casa acuden por los bajos precios de los mayoristas.

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4. El precio varía en los puestos: un kilo de “Gambas” (similar al camarón) cuestan desde 20 dólares hasta 54 dólares dependiendo de la calidad. Así como se puede encontrar diferentes tipos de anguilas crustáceos, mariscos, etc.

5. Luego de haber sido congelados, los atunes se disponen a ser empacados para su envío a los diferen mercados de Japón y del mundo. La falta de las colas, indica que estos ya han sido previamente categ zados por su calidad y su precio fijado.

6. Vendedor de moluscos marinos. Cada puesto del mercado es especializado en un tipo de pesca o marisco.

7. El espacio entre puestos es reducido, esto no impide que los cocineros sirvan a diario diferentes pla para el comensal madrugador, antes de iniciar las compras del día.

8. Kaisendon. Cortes de pescado y mariscos frescos, acompañado de tortilla de huevo y wasabi, sob una cama de arroz con vinagre de sushi. Es el desayuno tradicional en el mercado, existe gran varieda de combinaciones y tamaños, su precio varía entre los 15 y 50 dólares.


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- No. Una mañana se despidió de repente. Las mujeres de tu país son raras, eso pensé. Me dejó algo confundido, pues no me dio razones muy concretas. Sólo me dijo que tenía que regresar, y que la había pasado bien. Parecía asustada o inquieta. Una vaina, carajo. - ¿Qué hiciste? ¿La dejaste ir?

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- Pues claro ¿Qué más iba a hacer? Recién teníamos poco más de una semana de conocernos. No sentí nada realmente especial por ella, pero su partida me dejó algo frustrado. No sabía qué hacer. Decidí quedarme más tiempo allí, pues la fecha de mi bus de regreso todavía estaba lejos. Solo en la habitación, las cosas de la chica me generaban muchas sensaciones: me incomodaban, me excitaban, me asustaban, me encantaban. Una noche tuve un sueño muy extraño. Quizás una pesadilla. - Co? ¿Y qué pasaba? ¿Más wódka, Juanma? ¿Qué soñaste? - Sí, sí, pidamos más. Soñé una huevada horrible, extraña… Que una imagen del niño Jesús entraba a mi cuarto, por la noche. Esas antiguas, de madera, con ojos de vidrio. Tenía una corona de espinas en la cabeza, de madera, puesta con clavos. Sangraba. Caminaba tambaleándose, como los borrachos que están allá afuera. Era chiquitito. Me miraba como pendejo. Sus ojos iluminaban el cuarto. - Boże ¿Estás seguro de que no era un

krasnal? Estabas en Wrocław, después de todo. - No, huevón. No era ningún enano o gnomo o duende. Era el niño Jesús, el mismo, el Redentor en pañales. Era muy real. - Qué miedo, Juan Manuel. Parece como la película Egzorcysta. Yo me hubiera ido de la habitación, corriendo. ¿No te dijo nada? Dale, toma otra, rápido. Na zdrowie! - ¡Salud!… ¿El Exorcista? No sé. Pero sí me habló. Luego de un rato, se acercó hasta mi cama y me dijo “por favor, quítame la corona de espinas de la cabeza. Los clavos me duelen. Estoy sangrando, y me pierdo. Por favor. Ayúdame. Hazlo por mí”... - To jakieś szaleństwo! Una locura. Qué raro sueño. - Así es, Rysiek. Me levanté sudando, incómodo. Me sentía pesado. Para el mediodía ya había olvidado el sueño. Había decidido preguntar al dependiente del hostel, Mateusz -un tío que siempre estaba fumando y viendo su smartphonepor los datos de la chica. Será mejor que nos hagamos otro seco, mi hermano eslavo… ¡Salud! - Na zdrowie!... ¿Y qué te dijo el tío? Yo hubiera preguntado mucho antes. - Maria Nowak. Ese era su nombre. - Maria. Marysia. Lindo nombre. Muy polaco.


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- ¿Marysia? - Así le decimos a las Maria en Polonia. - Ah ya. No creo que sea muy polaco. Hay muchas en Perú. Pero allá es María. - ¿María? Ustedes cambian todo en el español. Es como mi nombre, Ryszard. Cuando vivía en Lima yo era Ricardo. - Jajaja… Sí. Pero nosotros somos más, Rysiek. El polaco solo lo hablan unas 38 millones de personas en el mundo. El español como 500. Jódete. ¿Otro seco? ¡Salud! - Oczywiście! Na zdrowie!... Y ya no hables mucho del polaco, Juanma, o te dejo solo en el bar. No sé si puedas regresar sin ayuda ¿Y qué información encontraste?

- Soplica, gran polska wódka, ¿qué sabor le diste? - Uno de avellana, mi favorito.

- Tak, tak, mi compadre ¿Qué más podía hacer? Seguía de vacaciones, sin voluntad, sin ganas de nada. Tomé un bus a Domaniów y busqué su casa. - ¿Llegaste? Es un pueblo muy bonito y tranquilo. Pero yo me aburro en lugares así. - Sí, casas pequeñas, iglesias. Muy bonito. Cuando llegué a su casa, pequeña y de madera, empezó a llover. Llamé a la puerta, esperando que entiendan inglés, pero preparando mi polaco de bebé. - ¿Y qué pasó? Czekaj, ¿tomamos más wódka? - Todavía, Rysiek. Una mujer me atendió. Adulta, unos cincuenta años. Hablaba un poco de inglés, y junto a mi pobre polaco logré entender a grandes rasgos lo que me dijo: era Sylwia, amiga de los padres de Maria. Estaba cuidando la casa, pues ellos estaban de viaje, en Gdańsk. Se habían ido a dar la noticia a sus dos hermanos mayores: Maria acababa de morir. La hallaron en el río, cinco días atrás. La última vez que la vieron se iba a recorrer varias ciudades, por vacaciones, hasta llegar a Berlín. Iba a empezar su tour en Breslavia. - Co?! O Boże, jezu! Lo pensé por un segundo, pero no quise creerlo ¡Estaba muerta! Jaka biedna kobieta… ¿Cómo

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- Dobra, dobra… De acuerdo al registro de Maria en el Dizzy Daisy, vivía en Domaniów, un pueblo que está a 27 kilómetros al sur de Breslavia. Tuve que regalarle una botella de Soplica para que me dé la información… El tipo no sabía nada de ella. Nunca dijo a dónde se fue, pero como pagó por todo el mes, él dejó sus pertenencias donde estaban. “Seguro está viajando por ahí, como todos. Ya aparecerá”. Mateusz no estaba preocupado. Su indiferencia me jodió, pero me fui.

- Nie, debilu. Szlachetna Wódka, wódka puro, ese es el mejor Soplica… Juanma, no me digas que viajaste a Domaniów para buscar a la chica Marysia…


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murió? ¿Qué hiciste? Ahora sí bebes otro, na zdrowie! - Dale, ¡salud!... Vaya, tanto trago, Dios, me voy a ir a la mierda. Le mentí que era su amigo sudamericano que conoció en Breslavia. Me dio la dirección del cementerio. La habían enterrado el día anterior. Nunca le dije que su ropa y otras huevadas estaban en el Dizzy Daisy. La señora hablaba seria, pero se le salían las lágrimas. - Increíble ¿Fuiste? Ni siquiera la conocías. Estás actuando como un loco, jak szalony.

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- Pues sí, fui, hermano. No sé por qué, exactamente… Pero antes de irme, esta mujer, Sylwia, me dijo algo imposible, que había tenido el mismo sueño que yo, con el niño Jesús y la corona de espinas con clavos, sangrando. Había una detalle distinto: el niño no le pidió a ella que le saque la corona. Le suplicó que le pida esto ‘al amigo de Maria’… - ¿Por qué te diría toda esa locura de la nada? - No lo sé, una corazonada, un impulso, quizás… Me daba vueltas la cabeza. Llegué al cementerio y busqué la lápida, muy nueva y rodeada de velas preciosas, me di cuenta de algo: habían puesto una corona de espinas enorme y gruesa en la lápida, sujeta con clavos. Un adorno religioso. Pero lo habían hecho mal, creo, pues cubría toda la lápida. Me acerqué y sin pensarlo, extraje uno a uno los clavos. No estaban tan profundos.

- Boże. Las casualidades no existen. Mierda, yo ni siquiera hubiera considerado entrar al cementerio, Juanma. - Cuando saqué toda la corona, pude ver finalmente la inscripción en la lápida: MARIA MAGDALENA NOWAK. Ukochana córka i siostra. 1989-2015. - ¿Magdalena? ¿Maria Magdalena? - Me quedé medio idiota, pensando en el nombre. Retrocedí un par de pasos, mirando alrededor, confundido. Allí fue cuando vi los marcos con las fotografías que habían puesto junto a las velas. Eran dos, pequeños. No los noté al llegar. El rostro era el mismo. Era ella. - Magda… - Ajá… - Boże, Juanma. Ahora entiendo por qué estás así… ¿Nunca le preguntaste su apellido? - Sí, pero… No lo pensé, ¿quién lo haría? ¿Acaso no hay miles de Nowak en Polonia? - Tak, es probable. Juan Manuel, mi buen amigo de Perú… Y su amante polaca fantasma. Es casi romántico, ¿no? Biedny Peruwiańczyk! ¿no quieres otro shot de wódka? - Putamadre, Rysiek. Eres un huevón. - Zawsze.


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