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OPINIÓN No nos rasguemos las vestiduras

La carne cultivada vuelve a estar en boca de todos desde que las autoridades de Estados Unidos han aprobado la producción y venta de este tipo de alimentos a dos empresas, y especialmente desde que una de ellas vaya a comercializar sus productos a través del restaurante ‘China Chilcano’, propiedad del chef José Andrés.

Sí, a priori es un paso más en la introducción de este tipo de comestibles en el mercado, eso es una obviedad, pero lo importante es, ¿tiene la industria que preocuparse por este acontecimiento?

Yo diría que por ahora no, y creo que aún hay frentes mucho más importantes en los que poner el foco, puesto que al negocio de los alimentos creados en laboratorio aún le quedan muchos pasos por delante como para poder ser una amenaza real para la industria cárnica que conocemos en la actualidad.

Al final, si lo analizamos en profundidad, este pollo creado en laboratorio que van a servir en el restaurante de José Andrés no será nada más que otra peculiaridad de su carta, que se puede asemejar a cualquier otro de los platos singulares que se sirven en muchos de los restaurantes más exclusivos del mundo y que se nutren de ingredientes o métodos de preparación de lo más inusuales para ser aún más especiales.

Las compañías americanas recién autorizadas a producir estos alimentos han anunciado que no contemplan para nada su venta al público a gran escala, puesto que su producción es muy costosa y no puede competir, ni remotamente, con la carne de pollo convencional.

Es cierto que la tecnología avanza muy rápido y no se la puede subestimar, pero el problema es que para la introducción de estas alternativas alimenticias intervienen más factores, como los aspectos regulatorios o las circunstancias sociales, que se ha demostrado que avanzan habitualmente a un ritmo bastante más lento que el tecnológico.

Por ello, creo que tampoco debemos volvernos locos con este asunto porque aún recuerdo cómo a principios de este siglo se empezó a hablar de estas nuevas opciones nutricionales que parecía que iban a revolucionar el mundo en poco tiempo y, casi un cuarto de siglo después, la insurgencia no ha llegado

Jorge Cocero Director editorial

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