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NUESTROS PENSAMIENTOS NOS PUEDEN ENGAÑAR
PSICOLOGÍA Y DESARROLLO HUMANO
NUESTROS PENSAMIENTOS NOS PUEDEN ENGAÑAR
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Para poder comprender la afirmación de este título, es necesario empezar por definir lo que es el pensamiento. Diremos que, a grandes rasgos, el pensamiento es la operación intelectual de carácter individual que se produce a partir de procesos cognitivos, de la razón. Los pensamientos son productos que elabora la mente, voluntariamente, a partir de una orden racional, o involuntariamente a través de un estímulo; son acumulativos y se desarrollan a lo largo del tiempo.
Dicho de otro modo, el pensamiento es aquello que se trae a la realidad por medio de la actividad intelectual. Como vemos, el pensamiento forma parte de los procesos cognitivos, entendiendo por cognición la capacidad de procesar la información a partir de la percepción, del conocimiento adquirido con la experiencia y nuestras características subjetivas que nos permiten integrar toda esta información para valorar e interpretar el mundo. Entonces, la cognición es
la habilidad que tenemos para asimilar y procesar los datos que nos
llegan por diferentes vías, como la percepción, experiencias, creencias, etc., para convertirlos en conocimiento. Esta habilidad engloba diferentes procesos cognitivos como el aprendizaje, la atención, la memoria, el lenguaje, el razonamiento, la toma de decisiones, etc., que forman parte del desarrollo intelectual y de la experiencia. Hablamos, por tanto, de nuestros pensamientos o ideas, creencias, las atribuciones de sentido o significado, imágenes mentales o expectativas.
Todo esto configura la valoración individual y subjetiva de las cosas que suceden en nuestra vida. Y, como es lógico, influyen en gran medida a nuestros estados emocionales y a nuestro comportamiento. El Dr. Albert Ellis, conocido como el iniciador del cognitivismo, considera que el núcleo de su teoría está representado por una frase sencilla atribuida al filósofo griego Epicteto: “Las personas no se alteran por los hechos, sino por lo que piensan acerca de los hechos”. Y vemos aquí el meollo del pensamiento y su entramado con los afectos y el comportamiento. Decíamos que la cognición es el procesamiento de cualquier tipo de información mediante las funciones mentales, pero transitamos un mundo muy complejo a velocidades vertiginosas, con una enorme cantidad de información que debemos procesar para comprenderlo; sabemos que manejar esas cantidades de información es una tarea titánica, por eso, y sin darnos cuenta, el cerebro
procesa y selecciona la información
que le llega, haciendo que sólo seamos conscientes de una parte (la que considera importante), ignorando el resto. Lo que sucede, en ocasiones, es que ese proceso de filtrado falla, haciendo que percibamos las cosas de un modo bastante alejado de la realidad. Aquí entraría lo que Albert Ellis llama “creencias irracionales”, o lo que Aaron T. Beck (el otro padre de la terapia cognitiva) llama “distorsiones cognitivas”. La visión cognitiva se basa fundamentalmente en el supuesto teórico de que la conducta y los afectos de una persona se encuentran determinados por su forma de estructurar el mundo. El modelo se basa en tres conceptos centrales que son: los esquemas, la tríada cognitiva y las distorsiones cognitivas.
Los esquemas son patrones cognitivos relativamente estables que constituyen la base de la regularidad de las interpretaciones de la realidad. Las personas utilizan sus esquemas para localizar, codificar, diferenciar y atribuir significaciones a los datos del mundo.: estructuras que seleccionan y sintetizan los datos que ingresan. Todas las personas contamos con una serie de esquemas que nos permiten seleccionar, organizar y categorizar los estímulos de tal forma que sean accesibles y tengan un sentido para nosotros, a su vez también posibilitan identificar y seleccionar las estrategias de respuesta que llevaremos a la acción.
Las creencias son los contenidos de los esquemas; son el resultado directo de la relación entre la realidad y nuestros esquemas. Podemos definir a las creencias como todo aquello en lo que uno cree; son como mapas internos que nos permiten dar sentido al mundo. Se construyen y generalizan a través de la experiencia. Existen diferentes tipos de creencias, pero básicamente hablamos de creencias nucleares: son aquellas que constituyen el propio ser de la persona, son difíciles de cambiar, dan el sentido de identidad y son idiosincrásicas; y creencias periféricas: se relacionan con aspectos más secundarios, son más fáciles de cambiar y tienen una menor relevancia que las creencias nucleares. Las creencias nucleares constituyen la base de lo que nosotros somos, nuestros valores, nuestras creencias más firmes e inconmovibles, justamente por eso nos dan estabilidad y nos permiten saber quiénes
somos. En cambio, las periféricas o secundarias son más satelitales y no involucran a los aspectos centrales de la personalidad, por lo que pueden modificarse con más facilidad. Si las creencias nucleares son puestas en duda se genera una profunda sensación de inestabilidad y angustia, porque todo lo conocido pasa a ser cuestionado; cuanto más relevante y nuclear sea lo incierto más angustia producirá.
La tríada cognitiva estaría conformada por tres elementos relacionados con el sistema de creencias que son los que anticipan una posible patología en el individuo. Estos elementos serían: los pensamientos negativos hacia sí mismo (el sujeto se considera un inútil, un perdedor, se ve desgraciado, torpe, enfermo, tiende a subestimarse constantemente); la visión negativa hacia el mundo que le rodea (considera las relaciones con el medio en términos de derrotas o frustraciones, tiende a sentir que no puede enfrentar las exigencias de la vida, ve los obstáculos y problemas constantemente); y los pensamientos desesperanzadores en cuanto al futuro (tiende a ver el porvenir muy negro, sólo vendrán cosas peores, le cuesta mucho proyectarse con un sentido realista u optimista).
Distorsiones cognitivas: como se mencionó anteriormente, durante el procesamiento de la información pueden ocurrir ciertas alteraciones que llevan a las personas a sacar conclusiones arbitrarias. Tienen lugar cuando no se analiza detenidamente la situación y se pasan por alto datos básicos. Cuando los patrones de pensamiento son rígidos y disfuncionales, interpretamos las situaciones de nuestra vida bajo la influencia de estos esquemas negativos y estaríamos generando un error cognitivo. Estos errores que cometemos en el proceso de razonamiento dan lugar a una serie de pensamientos automáticos negativos, que a su vez preceden a las emociones negativas. Los pensamientos automáticos se definen por su carácter impuesto, son pensamientos que aparecen en el fluir del pensamiento normal y condicionan su dirección o curso; se les atribuye una certeza absoluta, por eso no son cuestionados y condicionan la conducta y el afecto. Son fugaces, conscientes, pueden entenderse como la expresión o manifestación de las creencias. En general las personas no son plenamente conscientes de sus creencias, pero sí lo son, o lo pueden llegar a ser, de sus pensamientos automáticos.
Algunas de las distorsiones cognitivas más frecuentes según Yurica y DiTomasso:
1.- Inferencia arbitraria – saltar a las conclusiones: son originadas cuando se llega a una conclusión sin analizar previamente los diferentes elementos a tener en cuenta (mi pareja me engaña porque sale muy perfumada). 2. Catastrofismo: es la tendencia a imaginarse que una situación ha sido provocada por un evento excesivamente negativo sin haber observado evidencias previamente (seguro no ha vuelto a casa porque ha tenido un accidente). 3. Comparación: consiste en pensar repetidamente que uno es inferior a los demás tras compararse con ellos (no tengo ni la mitad de talento que mis compañeros). 4. Pensamiento dicotómico – blanco o negro: se basa en valorar todas las situaciones de forma reduccionista y rígida; sólo conciben que las circunstancias sean absolutamente favorecedoras o totalmente adversas, buenas o malas, etc. (si no se lo pasa bien todo el mundo en la fiesta seré el peor anfitrión de la historia). 5. Descalificación de lo positivo: estriba en despreciar y no reconocer lo que uno ha hecho bien o las cosas buenas que le pasan (es sólo la suerte del principiante).
6. Construir la valía personal en base a opi-
niones externas: se basa en juzgarse a través de los comentarios de los demás – o las interpretaciones que hacemos de ellos – (soy un completo desastre porque a mi esposo no le gustó el pastel). 7. Razonamiento emocional: consiste en extraer consecuencias a través de las emociones que uno experimenta (hablar en público es perjudicial para la salud porque yo sentí mucha vergüenza cuando lo hice). 8. Adivinación: estos errores tienen lugar cuando una persona cree que es capaz de predecir el futuro (ya estoy viendo cómo la gente se reirá de mí en la reunión). 9. Perfeccionismo: es la tendencia a desear e intentar desesperadamente que todo salga según las expectativas (cualquier nota abajo del diez es tremendamente mediocre). 10. Afirmaciones con “debería”: son las creencias inflexibles de una persona sobre lo que supuestamente tendrían que hacer otras personas o ella misma (debería ser más justo).
En la bibliografía del tema, se han descrito muchísimas distorsiones cognitivas, sin embargo, estos ejemplos pueden darnos una buena idea de cómo estos pensamientos sesgados forman parte de nuestra vida diaria. Es necesario concientizar nuestras distorsiones y trabajar en ellas porque su principal efecto es un profundo malestar que repercute en varias áreas de la vida; llegan a producir ira, frustración, tristeza, miedo, baja autoestima, bajo autocontrol, ansiedad, etc.