Lo Psicológico en los Cuidados Paliativos

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PSICOLOGÍA Y DESARROLLO HUMANO

Victoria Molina / Psicoterapeuta

NUESTROS PENSAMIENTOS NOS PUEDEN ENGAÑAR

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ara poder comprender la afirmación de este título, es necesario empezar por definir lo que es el pensamiento. Diremos que, a grandes rasgos, el pensamiento es la operación intelectual de carácter individual que se produce a partir de procesos cognitivos, de la razón. Los pensamientos son productos que elabora la mente, voluntariamente, a partir de una orden racional, o involuntariamente a través de un estímulo; son acumulativos y se desarrollan a lo largo del tiempo. Dicho de otro modo, el pensamiento es aquello que se trae a la realidad por medio de la actividad intelectual. Como vemos, el pensamiento forma parte de los procesos cognitivos, entendiendo por cognición la capacidad de procesar la información a partir de la percepción, del conocimiento adquirido con la experiencia y nuestras características subjetivas que nos permiten integrar toda esta información para valorar e interpretar el mundo. Entonces, la cognición es la habilidad que tenemos para asimilar y procesar los datos que nos llegan por diferentes vías, como la percepción, experiencias, creencias, etc., para convertirlos en conocimiento. Esta habilidad engloba diferentes procesos cognitivos como el aprendizaje, la atención, la memoria, el lenguaje, el razonamiento, la toma de decisiones, etc., que forman parte del desarrollo intelectual y de la experiencia. Hablamos, por tanto, de nuestros pensamientos o ideas, creencias, las atribuciones de sentido o significado, imágenes mentales o expectativas. Todo esto configura la valoración individual y subjetiva de las cosas

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ENERO - FEBRERO 2022

que suceden en nuestra vida. Y, como es lógico, influyen en gran medida a nuestros estados emocionales y a nuestro comportamiento. El Dr. Albert Ellis, conocido como el iniciador del cognitivismo, considera que el núcleo de su teoría está representado por una frase sencilla atribuida al filósofo griego Epicteto: “Las personas no se alteran por los hechos, sino por lo que piensan acerca de los hechos”. Y vemos aquí el meollo del pensamiento y su entramado con los afectos y el comportamiento. Decíamos que la cognición es el procesamiento de cualquier tipo de información mediante las funciones mentales, pero transitamos un mundo muy complejo a velocidades vertiginosas, con una enorme cantidad de información que debemos procesar para comprenderlo; sabemos que manejar esas cantidades de información es una tarea titánica, por eso, y sin darnos cuenta, el cerebro procesa y selecciona la información que le llega, haciendo que sólo seamos conscientes de una parte (la que considera importante), ignorando el resto. Lo que sucede, en ocasiones, es que ese proceso de filtrado falla, haciendo que percibamos las cosas de un modo bastante alejado de la realidad. Aquí entraría lo que Albert Ellis llama “creencias irracionales”, o lo que Aaron T. Beck (el otro padre de la terapia cognitiva) llama “distorsiones cognitivas”. La visión cognitiva se basa fundamentalmente en el supuesto teórico de que la conducta y los afectos de una persona se encuentran determinados por su forma de estructurar el mundo. El modelo se basa en tres conceptos centrales que son: los esquemas,

la tríada cognitiva y las distorsiones cognitivas. Los esquemas son patrones cognitivos relativamente estables que constituyen la base de la regularidad de las interpretaciones de la realidad. Las personas utilizan sus esquemas para localizar, codificar, diferenciar y atribuir significaciones a los datos del mundo.: estructuras que seleccionan y sintetizan los datos que ingresan. Todas las personas contamos con una serie de esquemas que nos permiten seleccionar, organizar y categorizar los estímulos de tal forma que sean accesibles y tengan un sentido para nosotros, a su vez también posibilitan identificar y seleccionar las estrategias de respuesta que llevaremos a la acción. Las creencias son los contenidos de los esquemas; son el resultado directo de la relación entre la realidad y nuestros esquemas. Podemos definir a las creencias como todo aquello en lo que uno cree; son como mapas internos que nos permiten dar sentido al mundo. Se construyen y generalizan a través de la experiencia. Existen diferentes tipos de creencias, pero básicamente hablamos de creencias nucleares: son aquellas que constituyen el propio ser de la persona, son difíciles de cambiar, dan el sentido de identidad y son idiosincrásicas; y creencias periféricas: se relacionan con aspectos más secundarios, son más fáciles de cambiar y tienen una menor relevancia que las creencias nucleares. Las creencias nucleares constituyen la base de lo que nosotros somos, nuestros valores, nuestras creencias más firmes e inconmovibles, justamente por eso nos dan estabilidad y nos permiten saber quiénes


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