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MOISÉS, LA SOLEDAD Y LA MUERTE
Al ir estudiando la literatura antigua y los distintos personajes mitológicos o bíblicos, descubrimos con interés la forma alegórica en la que los autores han retratado, con gran sabiduría, distintas facetas de la personalidad humana, con sus rasgos culturales y religiosos. Sin duda fundamentan las formas de vida de los hombres del pasado y, por sorprendente que sea, también nosotros podemos vernos descritos en ellos: en sus pretensiones, sus pasiones, sus locuras, en sus miedos y angustias, en sus formas de vivir y morir. Un personaje de todo interesante es Moisés. Es una figura sobre la que se debate su existencia, la cronología y la unidad narrativa. Algunos autores modernos ven en el personaje de Moisés una saga y no un individuo. En los relatos paralelos más antiguos, que conciernen al rey Sargón y a Moisés, se constata una idéntica estructura, en cuanto al nacimiento de los personajes, y una historia muy similar en cuanto a la manera de terminar ambos personajes en el palacio real. Moisés nace bajo el peligro de la muerte, porque la orden del faraón era la de matar a todos los recién nacidos, arrojándolos al rio. Al nacer, Moisés, también puesto en el rio Nilo, debería haber muerto, como todos los demás niños, sin embargo, de alguna forma ha sido conducido al palacio, delante de la hija del faraón, quien, no teniendo hijos, lo adopta como a su propio hijo. La vida de Moisés es llevada adelante, sin que sea consciente de ello, como parte de un proyecto más grande, que le supera. En su vida adulta descubre que no tiene otra opción más que la de confiar en ese Misterio. Al bajar al abismo recuperamos los tesoros de la vida. Donde tropiezas, ahí yace tu tesoro.
Joseph Campbell
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A Moisés, podríamos verlo como a un migrante, como a una persona de las periferias, como a un sobreviviente, con una identidad desconocida pero latente. Debemos recordar que muy posiblemente desconociera su origen, ya que había sido educado en la corte. Esta identidad latente brota de forma violenta, cuando decide actuar en favor de un esclavo que era maltratado por un capataz. Estará siempre en búsqueda de sí mismo y también tratando de comprender el misterio de un Dios, que lo lleva al límite de su existencia, porque debe decidir recomenzar su vida de otra manera arriesgando un proyecto de vida que ya había iniciado. Debe abrirse en diferentes momentos
a las encrucijadas que aparecen
delante de él, en las que apostará por adentrarse en un Misterio que puede no comprender, sin embargo, decide ir seguir adelante para ir por un pueblo que acepta como suyo. No solo se enfrentará con el faraón, también se enfrenta a un
pueblo que ha asumido su esclavi-
tud como una condición existencial. La idea de salir hacia lo desconocido les espanta a los hebreos, aunque sufren la esclavitud. Deberán decidir ser libres; esta decisión no es fácil sobre todo cuando la libertad implica riesgos desconocidos. Este pueblo y el mismo Moisés se enfrentarán ante cada dificultad con la tentación de regresar a lo ya conocido. En la condición esclava siempre hay alguien que decide sobre el esclavo, sobre el sentido de su vida y muerte. El camino de la libertad implica decidir por sí mismo, decidir atravesar un mar o enfrentarse a un ejército; implica caminar por un desierto; implica la exigencia de la fidelidad a un proyecto desconocido, que se va revelando en cada paso y que en ocasiones solo muestra oscuridad, soledad y muerte. Es también, un camino determinado por los elementos de la naturaleza, que le recuerdan a este pueblo en marcha, que la muerte también es una realidad presente, que cualquiera puede morir y que, de todas formas, la historia iniciada en Egipto no detendrá su devenir. En diferentes sucesos, Moisés y el pueblo se cuestionan… si el mal que sufren es sólo consecuencia de su mal actuar y de su infidelidad o de una libertad que no se ha entendido. Descubrimos entonces que la propia libertad, también se vive con el riesgo de equivocar su sentido y que, en ese camino, no se perdonarán las consecuencias, pero no como un acto de crueldad de parte de Dios, si no como una consecuencia natural de esos actos. En la esclavitud, sin embargo, tampoco se evaden las consecuencias, aunque en esa condición la voluntad de actuar no es la del esclavo, de todas formas, las consecuencias de estos actos se pagarán. ¿Será mejor asumir el propio costo o sólo dejarse llevar por otros a un destino que implica la renuncia a construir el propio proyecto? Un aspecto crítico y real, es que
la mentalidad de esclavo no desa-
parece y es sutil. Todo el que actúa esperando una recompensa, desde la idea de la retribución, es de alguna forma un esclavo. Si hay que esperar algo, que sea el fruto de la justicia, pero no el de la retribución. En el relato del Éxodo, el camino de Moisés se debate entre dos realidades: por un lado, está su condición humana y su deseo de vivir su vida y, por otro lado, está frente al Dios que se le ha revelado y le envía como su
mediador para sacar a su pueblo a la libertad. Moisés ya había tomado partido por los esclavos cuando, al ver como un capataz azotaba a un esclavo, intervino provocando la muerte del capataz. Esta es una solución parcial, no tiene nada que ver con lo absoluto del actuar de él mismo cuando se convierte en alguien enviado por Dios. Como mediador, actúa con poder, ante la tierra prometida, Moisés asume el hecho de que él no puede pasar y
quedará en la espera eterna por
la posesión de la tierra. Su trabajo había terminado.
pero no con un poder indiscriminado, como lo es propio del actuar carente de lo humano; actúa siguiendo un
objetivo que es el de liberar a un
pueblo, que si bien aspira a la libertad no sabe cómo ser libre. Parece que nunca entendieron la libertad dada por Dios ya que a lo largo del tiempo interpretaron su liberación desde el aspecto legal y ritual, haciéndose esclavos de su interpretación de Dios. Después de un largo tiempo de camino por el desierto, estando ya Debía comprender que su vida no agota la historia, más bien su propia vida es la que se agota en la historia. La historia del mundo, la historia de su pueblo y la del hombre seguirán adelante, mientras su vida personal, se ve concluida. Moisés estará viendo de lejos a ese pueblo continuando adelante con el proyecto de consolidarse como una nación. Moisés desaparece en el misterio al punto que de él no se conoce ni la tumba. Nos parece algo injusto constatar que después de todo su trabajo, no
ha pasado a culmi-
nar la obra; incluso podemos pensar en que injustamente ha sido excluido de la tierra prometida; sin embargo, somos conscientes de los dilemas y frustraciones a los que nos enfrentamos a diario, algunas veces provenientes de hechos cotidianos que nos infringen una forma de sufrimiento pasajero y momentáneo; a veces nos enfrentamos a situaciones más severas que nos infringen daños o experiencias de sufrimiento de un calado mayor. Es en esas experiencias donde descubrimos la vida como un don, como algo que se puede vivir, pero no poseer. La vida no es algo de lo que podamos apropiarnos. Por ejemplo, Moisés, no se ha podido apropiar de la historia del pueblo; él mismo ahora es parte de esa historia, como lo somos cada uno de nosotros. Vivimos en el tiempo y nunca nos podemos apropiar de la vida; llegado el momento, cuando nuestro tiempo se haya colmado, deberemos dejar el mundo, deberemos dejar esta forma de vida y veremos quizás el fluir de la historia, sin poder ser más en esa historia.
También podemos pensar en la práctica del acompañamiento; en esta práctica, asumimos el deseo de ayudar a otros, por la motivación que sea. Muchas veces el que acompaña puede desesperarse por el avance lento de la otra persona, por sus incongruencias y ambigüedades; por las traiciones al intento de formularse un proyecto estable de vida. El que acompaña podría tratar de suplantar al acompañado, tratar de hacerle la tarea, presionarlo o condicionarlo para actuar o pensar de determinadas formas. Vemos que existe la
tentación de apropiarse de la vida
del otro. En este sentido, es posible que en Moisés la causa real de esta modalidad de su muerte, y el desapego forzado a caminar con el pueblo, tenga que ver precisamente con una segunda liberación; ese pueblo que ha acompañado desde Egipto, por el mar y en el desierto, debe seguir por sí mismo. Moisés debe renunciar a apropiarse de la historia de su pueblo y dejarlo cruzar solo el rio. Si bien les ha dado la ley, ahora la interpretación de esta ley le compete al pueblo. Así el
acompañante de ayuda renuncia a su acompañado para dejarlo seguir
con su propia mirada su historia. Podríamos pensar en que Dios ha actuado de forma injusta, impidiendo el paso de Moisés a la tierra prometida, pero esta medida, es más bien algo necesario. La madurez no
se obtiene mientras se depende de otro en la toma de decisiones y en
la toma de responsabilidades. Es necesario que ese pueblo asuma su identidad y un proyecto como propio, más allá incluso de Dios que les ha mostrado un camino, les ha acompañado y ahora es ese pueblo el que debe decidir seguir por este camino o hacerse otro.