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Aldeas digitales: uniendo comunidades D

esde los principios de la humanidad, la convivencia e interacción entre personas ha sido parte natural y fundamental de nuestro desarrollo como especie. Nuestra habilidad para interactuar con otros seres humanos nos ha regalado grandes avances sociales, comerciales y científicos a lo largo de los siglos, todo gracias a los intercambios culturales e intelectuales que nuestros predecesores fomentaban y que aún hoy en día buscamos sostener. Pero, si bien estos avances son gran cosa, la verdadera importancia de fomentar relaciones humanas radica en el estrecho vínculo que ello tiene en temas de salud emocional y mental, ya que todos necesitamos sentir que somos parte de una comunidad donde nuestras ideas, pensamientos y gustos son valorados. Entonces, ¿cómo es que un concepto tan ancestral como la convivencia humana ha logrado adaptarse a los cambios y retos que la vida actual exige?

Por años, las normas de convivencia social dictaron códigos de conducta, vestimenta y conversación que marcaban la pauta sobre lo que era bien vistos por los “influencers de etiqueta ” y que permitían a las personas encajar en círculos sociales y ser agradadas al no molestar al prójimo con ideas “radicales”. Si bien estos manuales facilitaban ciertos aspectos de la interacción humana, también incentivaban a las personas a esconder su verdadera esencia , haciéndolas sentir avergonzadas por gustos o ideales que se consideraban inapropiados para su posición social. Como era de esperar, dichos conflictos internos generaban gran inestabilidad emocional en las personas, haciéndolas sentir que en realidad no pertenecían o merecían pertenecer a los grupos donde la sociedad dictaba cómo debían estar. Poco a poco, el carácter de las personas se fue fragmentando, llevándolas a padecer de depresiones o sentimientos de soledad al no sentirse comprendidos o aceptados por aquellos quienes los rodeaban. Pero este creciente sentimiento entre los miembros de la sociedad no duraría para siempre, ya que era un sentimiento que muchos compartían.

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Los orígenes de los movimientos sociales datan del siglo XVIII, durante la Era de la Ilustración, cuando por primera vez se acuñó el pensamiento de que la sociedad como tal es un producto creado por el humano y que por ende puede ser transformado. A partir de ese punto, y por los siglos siguientes, los seres humanos nos hemos dado a la tarea de ser libre pensadores, dejando de lado los estrictos manuales de conductas de convivencia social y expresando nuestra manera de entender el mundo y sus misterios por medio de manifestaciones artísticas como lo son la música, artes plásticas, vestimenta y maquillaje, solo por mencionar unas cuantas. Gustos por hobbies diversísimos e increíblemente específicos, géneros literarios o artísticos, deportes y demás, han dejado atrás los grupos sociales definidos por la posición social de una persona y han abierto las puertas al nacimiento de una nueva serie de tribus urbanas donde cada individuo tiene la posibilidad de pertenecer a grupos donde las personas son genuinamente afines en lugar de forjados por las normas sociales.

Poco a poco las distintas tribus fueron tomando fuerza y adoptando una personalidad propia, con rasgos que los miembros de cada una comparten y que los hacen sentirse identificados con las cualidades y características de dicha comunidad en temas de ideales, vestimenta y maneras de conducirse en general. Pero las cosas no quedaron sólo así. Cada vez es más común que las tribus encuentren espacios geográficos con los que se identifican más, haciéndolas parte de su ADN cultural. Claro que todos sabemos que hoy en día los “espacios geográficos” no se limitan al mundo real, sino que también se extienden al ámbito virtual. Y esto ha sido la verdadera revolución de la convivencia humana.

En años recientes hemos escuchado el surgimiento del término “influencers” y el acelerado crecimiento de los mismos. En esencia, este término se emplea para personas que, por medio de las diferentes redes sociales, expresan sus opiniones sobre diversos temas e influencian la toma de decisiones de sus seguidores. Percibidos como una figura polémica, los influencers constantemente dan de qué hablar debido a que en ocasiones dan opiniones sobre temas que se encuentran fuera de su área de expertise, poniendo en riesgo la integridad de las personas que toman sus consejos como ley de vida.

Sin embargo, existe otro término menos conocido, pero que hoy en día se está convirtiendo en una herramienta poderosísima en temas de creación de comunidades: Streamers o creadores de contenido. Como el nombre lo indica, estas son personas que se dedican a crear contenido sobre un tema en particular sobre el cual ellos se sienten apasionados y sobre el cual deciden compartir con su audiencia. De manera regular, los streamers hacen transmisiones en vivo utilizando diferentes plataformas de redes sociales. Dichas transmisiones suelen durar varias horas y es un espacio donde el streamer se dedica a platicarle a su audiencia sobre el tema que le encanta y, a su vez, su audiencia puede estar interactuando tanto con el streamer como con los demás participantes dentro de la transmisión virtual. El concepto es fácil: si tú tienes un hobby atípico del que disfrutas y no encuentras dentro de tu círculo cercano a alguien con quien compartirlo, te aseguro que encontrarás más de una comunidad virtual que comparta tus intereses.

Retomando entonces el tema de los espacios de convergencia de las tribus urbanas, los canales de streaming se han vuelto lugares sumamente populares de convivencia que abren la puerta a un sinfín de beneficios sociales. Las comunidades virtuales se han convertido en un espacio para todos, sin importar el lugar o la posición social donde hayas nacido. Personas que por diferentes condiciones médicas se encuentran limitados en su habilidad para desplazarse a lugares físicos, personas con dificultades para socializar, personas que se sienten avergonzadas de públicamente aceptar sus gustos por miedo a no ser cool… todos son bienvenidos a comunidades donde, por lo menos ahí, pueden ser quienes genuinamente desean ser, sin temor a ser juzgados o sentirse excluidos.

Pero más allá de ser lugares para hablar de un tema en particular, las comunidades virtuales se están convirtiendo en efectivas redes de apoyo para los miembros de las mismas. Al sentirse identificados y validados por los demás miembros, las personas se sienten en mayor confianza de expresarse sobre temas sensibles con los demás participantes, sabiendo que, como su enfoque hacia la vida es similar, podrán compartir consejos con los que la persona se sienta más identificada y apoyada. Adicionalmente, se ha visto que son comunidades que comparten una fuerte identidad grupal, por lo que de manera inconsciente muestran un fuerte sentido de lealtad y compromiso hacia el resto de dicha comunidad, lo que indirectamente está generando personas con un mayor sentido de valores de convivencia social.

Si bien las reglas de etiqueta social han quedado atrás y los modelos de convivencia han cambiado, hoy la tecnología nos ha regalado una infinidad de espacios donde encontrar personas con gustos tan similares a los nuestros como decidamos. Las comunidades virtuales nos brindan la seguridad de sentir que realmente pertenecemos a un círculo social que no se nos fue impuesto y con quienes nos sentimos libres de ser auténticos, en temas tan banales como los gustos, o tan sensibles como situaciones emocionales . Hoy por hoy, la convivencia social sigue siendo un pilar fundamental de la humanidad, pero, a diferencia de nuestros antepasados, podemos decir que gracias a las comunidades virtuales tenemos el privilegio de estar construyendo lazos sin fronteras físicas ni mentales.

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