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1.3. Fase de evaluación
Son concretables, es decir, son susceptibles de ser puestos en práctica en términos de hábitos y actitudes, que son demostraciones tangibles de los valores.
Tienen potencialidad transformadora.
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Tienden a la universalidad.
La finalidad de la educación en valores es la obtención de mayor calidad de vida, es decir, hacer a las personas más felices. Esto se consigue formando a las personas para:
Obtener recursos para dirigir de forma constructiva los desafíos del futuro, especialmente en los siguientes planos de la vida:
o
o Personal: ser alguien equilibrado, formado, capacitado para satisfacer las propias necesidades afectivas.
Social: ser alguien integrado en su grupo social y que cubra sus necesidades de socialización.
o Laboral: ser una persona capaz de desempeñar un trabajo útil, de obtener una independencia económica y de crear unas relaciones laborales adecuadas que tiendan a modelos laborales más justos.
Adecuarse al status quo, tanto en las dimensiones personales y sociales, como en la académica, donde la educación en valores debe suponer un mejor rendimiento y adaptación a la realidad escolar.
La palabra evaluación designa el conjunto de actividades que sirven para dar un juicio, hacer una valoración, medir «algo» de acuerdo con determinados criterios de valor con los que se emite dicho juicio.
La evaluación debe ser diaria o global, es decir, al completarse el proceso o a lo largo del mismo. Puede realizarse en grupo o individualmente, de forma oral
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o escrita, etc. Finalmente, se debe destacar que la evaluación debe caracterizarse por una estructura lógica y coherente, que se concreta en ser sistemática, integral, dinámica y continua.
La evaluación permite al monitor/a comprobar, y tal vez modificar, si la planificación es coherente con los objetivos propuestos y adecuada a las necesidades y características de las personas participantes de las actividades. Además de atender a las respuestas de las personas participantes, debe atender a la actuación del monitor/a, la metodología utilizada, los recursos, los objetivos, los contenidos, las actividades....
Las fases o etapas de una evaluación son las siguientes:
Determinación de los objetivos: debe responder a las preguntas «¿qué se quiere evaluar?» y «¿para qué se evalúa?».
Establecimiento del marco de referencia: se debe concretar e incluir el referente de lo que se va a evaluar, partiendo desde los referentes más generales (enfoque o paradigma, modelo y tipo de evaluación) hasta los más concretos (variables, preguntas e indicadores).
Elección y elaboración de instrumentos para la obtención de información: primero, se debe seleccionar aquel método e instrumento más apropiado
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