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Los hogares de sordos vistos del exterior: recuerdos e impresiones de un oyente

Los hogares de sordos vistos del exterior: recuerdos e impresiones de un oyente42

Cuando leí la carta de Martine Fraiture invitándome a intervenir en este coloquio, sentí un inmenso placer. Primero, por el honor que representaba: aparentemente soy el único oyente invitado para hablar. Por otro lado, porque se trata de un coloquio sobre los hogares. Tengo un amor particular por los hogares de sordos. Son lugares de intercambio particularmente llenos de vida, que siempre me han recibido calurosamente. Cada vez que visito uno, descubro con profundo placer una nueva faceta del arte de vivir sordo, y esto no hace más que agudizar mi curiosidad, invariablemente hace que tenga ganas de saber aún más. Digo esto para contarles con qué avidez espero cada una de estas intervenciones.

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En lo que me concierne, me propongo aquí evocar algunos recuerdos personales, compartir con ustedes algunas impresiones y tratar de hacerles comprender qué es lo que me une a los hogares. También intentaré esbozar algunas preguntas.

El territorio sordo, un hogar

Antes de comenzar, un primer recuerdo que a priori no tiene nada que ver con los hogares. En el coloquio internacional sobre la lengua de señas en Poitiers (1990), una tarde un joven sordo subió a la escena y, visiblemente encantado, declaró: “Anoche tuve un sueño magnífico: soñé que no había más oyentes. Era maravilloso, todo el mundo se comprendía”. Francamente me conmovió. Comprendí bien su sueño. Comprendí que era un hermoso sueño. Por otra parte, no era el único sordo que soñaba con algo así. En el siglo pasado hubo en los Estados Unidos, un proyecto de colonia sorda, una tierra de sordos, una especie de Israel sordo. Este proyecto tenía que llevarse a cabo en el estado de Oklahoma. En la revista American Annals of the Deaf, hubo un debate acerca de

42 In Les foyers des sourds, quel avenir ? Informe para el coloquio internacional organizado por la Fédération Royale des Associations des Sourds de Bruxelles et des Faubourgs, 30 de marzo de 1996, Bruselas, pp. 8-12.

Capítulo 2. La cultura sorda: lo que es, tiene que ser escogido

los fundamentos y la realización de tal proyecto. ¡Un lindo sueño! Pero un sueño al fin de cuentas, que como el del joven de Poitiers, no fue más que eso.

Siempre habrá oyentes. Es más, si algún día quisieran hacernos desaparecer, no lo permitiríamos. Estamos condenados a vivir juntos. Es vuestro destino. Pero a falta de una tierra de sordos, me parece importante, incluso indispensable puesto que es una necesidad vital, que haya ciertos lugares y ciertos momentos en los que los sordos puedan estar entre ellos. Momentos en que puedan respirar, relajarse, interactuar en condiciones de igualdad, aunque más no sea, para tomar aliento y poder resistir en el mundo oyente.

Los hogares de sordos son en primer lugar eso: un enclave en territorio extranjero.

París y su hogar imposible

Hoy todo el mundo sabe que los sordos existen. Todo el mundo ha visto la lengua de señas y sabe lo que hay que hacer para aprenderla y conocer sordos.

En 1975, cuando empecé a interesarme por el mundo de los sordos, las cosas eran diferentes. No había cursos de lengua de señas. No se sabía que era algo que podía enseñarse. Yo vivo cerca de París, y había oído decir que en París había un hogar de Sordos. El hogar de la calle Thérèse. Seguramente algunos de los presentes lo conocieron. Ese lugar era un gran granero. Lo que tenía de más prestigioso y remarcable, era que se encontraba cerca del lugar en el que el Abad de l’Épée había creado su escuela. En ese entonces yo no sabía bien qué era un hogar de sordos y qué se hacía en él. Me armé de coraje y me arriesgué a ir. Fui sin que me hubieran presentado, sin pasaporte ni visa. Cuando crucé la puerta temblaba un poco. Tenía la impresión de estar viviendo una gran aventura en un país lejano. Era verdaderamente una aventura. Me recibieron bien.

Volví varias veces, algunas veces por celebraciones, otras por reuniones de trabajo, y otras como simple visitante. En los momentos en que no tenía lugar ningún acontecimiento oficial, el hogar era frecuentado sobre todo por ancianos que conversaban, jugaban a las cartas, a las damas o al dominó, y por jóvenes aparentemente sin trabajo y bastante ruidosos. Había también, como en todos los clubes, una o dos personas bastante pintorescas. Durante mucho tiempo me pregunté por qué no renovaban la pintura, hasta que me di cuenta de que el hogar iba a cerrar. En reemplazo encontraron otro local, que duró un poco más de dos años.

A partir de ese momento, y de eso hace ya quince años, no hubo otro hogar en París. Y hace falta. Sin embargo, en la región parisina hay una vida asociativa

importante. Hay algo más de veinte asociaciones bastante activas. ¿Es por eso que los Sordos parisinos se quedan durante horas al final de una reunión o de un partido? Creo que esta dificultad para separarse, esta necesidad de hablar, de recuperarse después de jornadas de trabajo en las que se encuentran solos entre los oyentes que conversan entre ellos, no son exclusivas de los sordos de París. Lo mismo ocurre en las ciudades en las que hay hogares de sordos. ¿El hogar de París es la estación de RER-metro Châtelet? Un hogar de jóvenes, sin muros, en medio de los oyentes. Estas reuniones de jóvenes, siempre han sido una intriga para los servicios de policía y transporte de París. A tal punto que consideraron la posibilidad de contribuir a la búsqueda y financiamiento de un hogar. Propuesta que no tuvo consecuencias.

Efectivamente, siempre ha habido problemas con el hogar de París –cf. Truffaut. Desde 1890, los sordos de París han pasado años soñando con un hogar. Cada vez que el proyecto iba a realizarse, algo fallaba.

Sin embargo, el primer hogar de Francia –y probablemente del mundo– se creó en París –y no en Reims como acostumbramos decir– en el local de la Sociedad Central, en la calle Saint Guillaume (año 1830). Allí, nos dice Berthier, se admitía únicamente la mímica. No nos dice si había un bar, pero describe las características de un hogar.

Contra el dominio y la invasión

Paternalismo

Guardo un gran recuerdo de los hogares italianos. Fue allí donde descubrí la importancia del deporte silencioso. Yo había sido introducido en el hogar, por un trabajador social oyente que tenía muchas funciones. Hacía de intérprete, de consejero, de conciliador, de intermediario. Me parecía que tenía responsabilidades oficiales en la gestión de la institución. Una vez, mientras le contaba acerca de mi entusiasmo a la salida de un hogar, comenzó a contarme –en plan de confidencia– ciertas cosas que me dejaron estupefacto. Que los sordos son un pequeño mundo cerrado, que se quedan entre ellos, que se casan entre ellos y corren el riesgo de tener hijos sordos, ¡de reproducirse! Era evidente que se sentía investido de un rol civilizador que me dejó perplejo. Fue en ese momento que sentí por primera vez, hasta qué punto la autoridad, acompañada de un poder moralizador, podía ser opresiva. Un año después supe que ese sistema, en el que se basan los hogares de sordos en Italia, había sido suprimido. Pensé que era una mala noticia para los sordos italianos, pero alguien me dijo que –al contrario– los sordos estaban muy contentos. Por fin eran patrones en su propia casa.

Capítulo 2. La cultura sorda: lo que es, tiene que ser escogido

Noté que a veces había presiones en los hogares que dependen de las Escuelas de Sordos.

Sin estorbos

Cuando comenzaron a existir los cursos de LS, el problema era: ¿dónde hacerlos?, ¿en las escuelas?, ¿en los hogares? Me acuerdo del consejo de los daneses (Britta Hansen): “En los hogares no, porque hay riesgo de invasión de los oyentes que se creen que están en su casa.” Otra posibilidad: las asociaciones que no tienen su local en los hogares, como IVT o la Academia de la LSF en París. Me parece que hoy en día, el hogar es una fórmula aceptada.

En casa en todas partes

A veces los envidio mucho. Si bien cada uno de ustedes, en su país, tiene un poco un estatuto de extranjero, al contrario, en cualquier parte del mundo pueden encontrar un hogar.

Un sordo que llega a algún lugar pregunta dónde está el hogar de sordos. Allí encuentra con quién hablar, compatriotas, gente desconocida unos minutos antes, que resulta ser “de su país” puesto que comparte la misma experiencia de vida. No es solamente el hecho de encontrarse con sus pares lo que hace que se sientan como en casa, sucede que los hogares se parecen mucho entre sí, aunque guardan diferencias según la cultura del país: un bar –en Tlemcen, Argelia (país musulmán), no hay ni alcohol ni mujeres en los hogares–; un escenario o un estrado, cuando el hogar comienza a ser un poco importante; la sala con las copas y trofeos deportivos, medallas, banderines, estandartes, diplomas; los retratos pintados o fotografiados de los miembros fundadores en traje de ceremonia en sus grandes marcos ovales, fotos grupales.

Lugares de historia

Recuerdos del hogar de Buenos Aires. Conversación al pie de las fotos de los miembros fundadores, de los viejos. Uno de los fundadores, me dicen, es un pintor conocido en Francia. Me encuentro con un viejo sordo, que también es pintor y que lo conoció… ¿Fue porque me intereso por la historia de los sordos o porque esta historia se liga a la historia de los sordos de Francia? Me ocurrió algo inesperado. En este hogar, en el corazón de la capital argentina, tuve la sensación viva y sorprendente de sentirme completamente como en casa. Otros hogares que son lugares de historia con archivos preciosos: Reims, y por supuesto Liège, donde siempre soñé poder quedarme algunos días.

¿El fin de los hogares?

De repente un día algo vino a perturbar mi espíritu. Fue durante el primer coloquio de historia de los Sordos (Washington, 1991). Proyectaron una película que me conmovería profundamente, aunque cuando la vi no lo sabía.

Esta película, muy bella, contaba el cierre del Hogar de Sordos de Los Ángeles –creo que era Los Ángeles. Un hogar magnífico, inmenso, más grande que el hogar de Liège me parece. Debía tener al menos 50 años, y durante ese tiempo había albergado muchos acontecimientos. Entre ellos, bailes, obras de teatro, fiestas típicamente sordas, que a menudo habían sido filmados.

El hogar se cerraba porque el alquiler se había vuelto demasiado caro, el barrio se había transformado en un barrio peligroso, de mala fama, los sordos, principalmente los jóvenes, habían dejado de venir… Los miembros de la institución habían decidido organizar una gran fiesta de cierre. Una fiesta inspirada en los films de las fiestas pasadas, que sería a su vez también filmada. En la película se ven las viejas filmaciones y luego la última fiesta. Al final, el presidente cierra por última vez con llave la puerta del hogar. Se da vuelta, y en lugar de exclamar “¡qué tristeza!” con cara larga, dice alegremente: “Muy bien, esa era nuestra vida, lo que hemos hecho, nos hemos divertido mucho. ¡Ahora les toca a ustedes, jóvenes, es su turno de inventar algo nuevo!”

Cuando les conté el film a algunos amigos norteamericanos, muchos me dijeron: “Esa historia no es exclusiva de Los Ángeles. Los hogares de sordos se terminaron. Están destinados a desaparecer, es un pasado que ya no existe”.

Esta afirmación me impactó. Comprendí las razones que se alegaban –teletexto, etc. Pero ¡una cosa no quita la otra! Son lugares importantes de la vida sorda, con ellos se termina también una parte de la historia de los sordos.

Acerca de la propensión de los Sordos a crear asociaciones

Un día me desperté, me sacudí y me dije: no hay que creer todo lo que dicen los sordos norteamericanos. No hay que creer en todas las predicciones. Lo mismo nos hicieron con la LS en los años 1910. La asociación Nacional de Sordos (NAD), persuadida de que la LS iba a desaparecer, se propuso filmar una serie de prestaciones y de discursos en LS. Para que las generaciones futuras de sordos supieran lo linda que era la LS americana. Esto fue en 1913. Hoy en día nos cuesta creer cómo pudo haber en algún momento, sordos que creyeran que la lengua de señas iba a desaparecer. Pero así fue. De este tiempo nos quedaron muestras valiosas de la lengua de otros tiempos. Sabemos cómo siguió la historia.

Capítulo 2. La cultura sorda: lo que es, tiene que ser escogido

No solamente la lengua de señas no desapareció, sino que goza en el mundo entero, de un brillo que nunca conoció a lo largo de su historia. Esto gracias a los sordos norteamericanos, que hace medio siglo habían dejado de creer en su lengua.

Yo no creo en la desaparición de los hogares. Me parecen tan consustanciales a la realidad sorda como la lengua de señas. Son para ustedes necesidades vitales. Y no son nuevas. Un día encontré por casualidad un libro del siglo pasado sobre los sordomudos. Estaba escrito por un médico. Era un libro muy grueso, que hablaba sobre todo de fisiología. Había sólo media página consagrada al carácter de los sordos, a su psicología podríamos decir. Ahora bien, decía casi únicamente esto: ni bien hay tres sordos juntos, crean una asociación. Me hizo reír mucho. Pensé, “¡ya entonces!”. Efectivamente tengo la impresión de que los sordos nacen sabiendo qué es un secretario, un secretario adjunto, un presidente, un vicepresidente y un tesorero, y cómo hacer para crear una organización. Tengo la impresión de que uno de cada dos sordos de 40 años, ha sido miembro fundador, secretario, presidente, vicepresidente o tesorero de una o varias asociaciones.

Algo que es cierto, por otro lado, es que existen por parte de los oyentes –y de los oyentes que tienen cierto poder de decisión– algunas actitudes con respecto a estas asociaciones, que van desde un cierto desprecio y condescendencia, hasta la desconfianza y la franca hostilidad. Un ejemplo de esto son los argumentos de los medios oficiales en Francia contra la creación de un hogar de retiro para sordos ancianos: el pretexto es la integración, no quieren que los sordos estén aislados. Mientras que lo que ocurre es lo contrario, es en un hogar para oyentes que los sordos están aislados. Un ejemplo más típico: la reticencia en el medio judío acerca de la creación de un hogar de sordos judíos. Dicen, “no hagan grupo aparte, únanse a nosotros”, cuando sabemos bien que se trata de lo contrario. Si quieren un hogar para ellos, sordos judíos, es precisamente porque quieren compartir el judaísmo. No es una acción secesionista, sino al contrario, integracionista. Pienso que los que hablarán sobre el deporte silencioso tienen mucho que decir con respecto a esto.

La defensa de los hogares forma parte del mismo combate que el de la LS. Puede llevarse a cabo en los mismos términos. También se creía que la lucha por el reconocimiento de la LS aislaría a los sordos. Y ocurrió exactamente lo contrario.

Capítulo 3 las señas de la lengua

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