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La sordera en la sociedad francesa y norteamericana
La sordera en la sociedad francesa y norteamericana29
Algunos puntos cronológicos para comenzar
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En 1965 un nuevo actor hacía irrupción en la escena política de la sordera. Un grupo de padres enojados creaba la ANPEDA (Asociación Nacional de Padres de Niños Deficientes Auditivos)30. Este grupo de padres se negaba a alienar a sus hijos desde la más tierna infancia en los internados especializados. Se rehusaban a aceptar un sistema de educación sin ambiciones que los destinaba de antemano a los oficios manuales. Enemigos de toda forma de segregación y exigentes en nombre de sus hijos, cuestionaron las rutinas seculares, trastocaron las reglas de juego y establecieron nuevas alianzas. Ferozmente oralistas, tomaron como blanco las escuelas especiales y los docentes tradicionales, y se alinearon del lado de los médicos y los profesionales de la salud. Su objetivo: la integración en las escuelas comunes.
El año pasado esta asociación festejó sus 25 años. Puede felicitarse de haber marcado profundamente este período, de haber triunfado.
Ella dispone hoy en día de medios materiales, humanos y estratégicos que no pueden compararse con los de la Federación de Sordos de Francia. Su poder de influencia y su espíritu de empresa exceden ampliamente el ámbito escolar. Desde el principio, esta asociación invistió sus energías en el período que precede el paso por la escuela; militó por la detección, el uso de prótesis auditivas y la educación, precoces. Actualmente se concentra en el espacio extraescolar o en el período que sigue a la escolarización. Se ocupa de los hospitales de día, de las infraestructuras de apoyo para los estudiantes sordos y realiza operaciones de envergadura en pos de la reinserción profesional.
En los Estados Unidos no existe una asociación con estas características. No hay, que yo sepa, un lobby de padres. No se puede comprender la situación francesa si no se tiene en cuenta la ANPEDA.
29 In Les Sourds dans la Société. Education et accès, actas del coloquio franco-americano (16-18 oct. 1991), Paris, Edition franco-américaine, 1992, pp. 36-39. 30 N. de T. : ANPEDA, en francés: Association des Parents d’Enfants Déficients Auditifs.
Capítulo 4. Nación sorda y políticas de la comunidad
En 1973, partiendo del principio que afirma que la unión hace la fuerza, las asociaciones de Sordos, de sordos postlocutivos y de padres, que habían colaborado con éxito en la organización del congreso de la Federación Mundial de Sordos (París 1971), crearon la UNISDA (Unión Nacional para la Integración Social de los Sordos)31 .
Este organismo, en cierta medida federativo, tuvo tendencia a transformarse en el portavoz oficial de los que hoy en día llamamos consumidores o usuarios frente a los poderes públicos en todo lo referido a la sordera. Los profesionales, o en todo caso sus organizaciones, asociaciones o sindicatos, fueron excluidos de manera deliberada de esta Unión.
La UNISDA, de la que nos hablará R.-M. Raynaud, es también una particularidad francesa que nos distingue no solamente de ustedes los norteamericanos, sino tal vez de la mayoría de los países del mundo. Innegablemente la UNISDA ha contribuido a promover la Confederación de Sordos. Al mismo tiempo sin embargo muchos se preguntan hasta qué punto no la ha mantenido bajo una especie de tutela. Suponiendo que retengamos únicamente aquello que los une, podemos preguntarnos también si no contribuyó a mantener adormecidas ciertas reivindicaciones esenciales de los Sordos, como por ejemplo todo lo que concierne a la Lengua de Señas. 1975, año del 7° congreso de la Federación mundial de Sordos (Washington), fue para nosotros, Franceses y Norteamericanos, el comienzo de un nuevo encuentro luego de varias décadas de relaciones laxas y episódicas.
Este verano en Washington, en el coloquio sobre la Historia de los Sordos, Bernard Truffaut volvió a trazar nuestra historia común haciendo hincapié en un punto: estos encuentros fueron particulares, puesto que no se trató como otras veces de encuentros en la cúpula, sino en la base. Algunos norteamericanos vinieron a vivir a Francia varios años y nos abrieron las puertas de los Estados Unidos. Nos permitieron compartir su sensibilidad. Nos transmitieron su saber y su savoir-faire.
Llevaban la marca de la Norteamérica de los años 70. La Norteamérica de los derechos cívicos. La del derecho de las minorías a salir a la luz y vivir como son, como desean ser, y no como los demás quisieran que fueran. La Norteamérica del movimiento negro, del movimiento de mujeres, del movimiento gay. Fue el despertar de lo que ustedes llaman etnicidades.
31 N. de T. : UNISDA, en francés: Union Nationale pour l’Intégration Sociale des Sourds.
Es exactamente en esta línea que se inscribe el despertar sordo. No somos enfermos a los que se debe tratar y curar, afirman los sordos, sino una minoría lingüística que debe ser aceptada tal como es. Una minoría que reivindica el uso público y el reconocimiento de su lengua.
Éste será uno de los leitmotivs de lo que ustedes otros, Sordos, nos dirán durante estos tres días, a veces con humor y más a menudo como algo evidente y obvio. En todo caso como algo de lo que debemos cuidadosamente sacar todas las consecuencias.
Las posibilidades de que ese mensaje fuera recibido en Francia eran tanto más importantes ya que a fines de los años 70 Francia se inscribía también en la línea de los movimientos identitarios y del derecho a la diferencia. Se recordó entonces que el año en que la Lengua de Señas y los profesores sordos fueron oficialmente desterrados de las aulas (1880) correspondía con la ofensiva de la escuela republicana contra las lenguas minoritarias. Y esto no era una simple coincidencia.
La nueva forma de concebir y de reivindicar su inserción social no fue compartida automáticamente por todos los Sordos. Algunos no se reconocían como parte integrante del mundo sordo o en todo caso reivindicaban el hecho de no hacer señas. Pero sobre todo entre los que sí consideraban que pertenecían al mundo de los sordos, hubo una gran masa que prefirió plegarse a la sabiduría secular de los que no tienen el poder: para vivir felices vivamos escondidos. Quedémonos en casa, entre nosotros, al margen.
Al contrario, los sordos con visión conquistadora que eran más numerosos cada año, comenzaron en todo Francia a salir de sus talleres y oficinas para enseñar la lengua de señas a los oyentes e implicarse en la educación de los niños sordos. En general obraban en el seno de asociaciones creadas a menudo en colaboración con los oyentes, padres y profesionales, que compartían esta óptica.
Entre estas asociaciones la más perturbadora fue Dos Lenguas por una Educación (2LPE)32, que al igual que la Academia de la Lengua de Señas, fue creada en los días que siguieron a los talleres de verano de Gallaudet y en referencia explícita a lo que allí se había cosechado. Retuvo entre otras la filosofía de la Deaf Pride y las lecciones de los investigadores del laboratorio de lingüística de Stokoe, críticos de la comunicación total y partidarios del bilingüismo. Estos Sordos se esforzaron por transmitir a todas las personas concernidas por la sordera de un
32 N. de T.: 2LPE en francés: Deux Langues pour une Education.
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modo u otro, su lengua, y al mismo tiempo su convicción y su esperanza. Estaban animados por el mismo militantismo que los pioneros de la ANPEDA. Su pasión estaba fundada en el mismo doble rechazo: rechazo de la marginalización y de la mediocridad del sistema de educación que les estaba destinado. Pero el diagnóstico y el remedio que preconizaban estaban en las antípodas. A la palabra a cualquier precio y en todos lados, oponían la Lengua de Señas, el bilingüismo y los intérpretes en los espacios públicos. A la inflación de los especialistas de todo tipo y a los utensilios pedagógicos milagrosos inventados cada diez años, oponían simplemente el regreso de los profesionales sordos, los verdaderos especialistas de la sordera.
Estos son los nuevos elementos a la vez imperativos y contradictorios, en función de los cuales profesionales y especialistas debieron repensar su lugar y sus prácticas. Y en función de los que los políticos y administradores tuvieron que imaginar nuevas reglas de juego.
Hoy
Hoy en día los movimientos identitarios dan miedo. Lo único que se retiene de ellos son los envalentonamientos y los excesos. El derecho a la diferencia ha dejado de tener buena prensa. Como si hubiera sido simplemente una moda o un error, hoy se le opone la igualdad, valor heredado de nuestra Revolución.
Un informe importante acerca de la integración de los inmigrantes permitió recientemente reafirmar con fuerza la opción de nacionalidad, una integración al estilo francés: una opción que reconoce solamente a los individuos y que no está fundada en el reconocimiento de las comunidades, como ocurre en los países anglosajones, entre ellos el de ustedes. El Jacobino que todo Francés lleva dentro, tiende a ver en el simple reconocimiento de toda comunidad y de toda cultura particular un atentado contra la igualdad y una amenaza contra las libertades individuales. Tiende a ver en una política de este estilo la expresión y el riesgo de cierta forma de racismo y de segregación.
Éste es sin dudas uno de los reflejos que hizo que aquí se rechazara de un solo gesto, particularmente en los medios más apegados a la laicidad y en su nombre, la idea de la comunidad de los Sordos, de la cultura sorda, el reconocimiento de su lengua y Gallaudet.
Para nosotros la integración de los Sordos no implica solamente la integración en las escuelas de oyentes como en los países anglosajones. Comprende además la integración a la Educación Nacional que es un sistema ligado al principio de
laicidad y que no avala las particularidades religiosas, culturales o étnicas de los alumnos. Próxima a las obras de beneficencia, la educación de los Sordos en Francia dependió –y depende todavía en gran medida– de otros ministerios, y no del ministerio de la Educación Nacional.
Los discursos oficiales de los últimos quince años sobre Francia pluricultural no fueron acompañados de grandes realizaciones, al menos en lo que concierne las lenguas particulares.
Por ejemplo, no se hizo nada comparable con los proyectos bilingües de vuestras escuelas. Debemos señalar que estos programas no apuntaban a desarrollar las lenguas y culturas minoritarias. Estaban destinados a los niños Indios o hispanohablantes y, partiendo de una realidad de hecho y de su propia lengua, tenían como objetivo introducirlos mejor al inglés y a la cultura norteamericana.
Exactamente lo contrario de lo que sucedió en Francia en ciertas clases bilingües con lenguas regionales. Estas experiencias militantes destinadas a niños francófonos se proponían, al contrario, dar una nueva vida a las lenguas en decadencia, a veces olvidadas incluso por los padres de estos niños.
La Lengua de Señas no es una lengua en decadencia. Está en pleno auge. Cada vez son más los Sordos y sobre todo los oyentes que la hablan, y esto es cierto en todo el mundo. En primer lugar en su país. Lo más sorprendente es que en vez de favorecer el gueto que tanto se teme y del que se habla sin cesar, el reconocimiento de la Lengua de Señas y el desarrollo de los intérpretes fue lo que contribuyó de manera más espectacular a sacar a los Sordos norteamericanos del gueto. El estatus de la Lengua de Señas es en su país algo adquirido. No hay discusión acerca de eso. Aquí estamos todavía lejos de una situación similar.
Tal vez por esto les sorprenderán algunas prácticas y realizaciones francesas de las que hablaremos en estos días. Como si en algunos puntos nosotros hubiéramos ido más lejos en las lecciones que ustedes nos han impartido.
Después del Deaf Way (julio de 1989) hubo incluso algunos sordos franceses que, con una mirada severa de sus prácticas y cierta inquietud, encontraron que la ASL estaba bastante invadida por el inglés.
Desgraciadamente algunas realizaciones de vanguardia y en todo caso cierto purismo, me parece que están ligados a un estatus todavía marginal y precario de la Lengua de Señas y de los profesionales sordos. Todavía no existe ningún lugar público en el que se pueda aprender la LSF, hay que dirigirse a las asociaciones.
Los nuevos docentes oyentes siguen prácticamente sin conocerla. Los pocos profesionales sordos que forman parte del sistema han obtenido sus puestos
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gracias a una decena de pequeñas luchas internas llevadas a cabo por algunos administradores inteligentes y audaces. Ha vuelto el orden. El empleo de Sordos dentro del ministerio de la Educación Nacional sigue estando prohibido. Su empleo dentro del ministerio de la Solidaridad es en fin legítimo pero sujeto a una reglamentación severa.
Un período se termina.
Amigos norteamericanos, gracias por haber venido hasta aquí para discutir públicamente sobre todas estas cuestiones.
Con la presencia masiva de conferencistas sordos que ocupan los puestos más diversos, ustedes nos demuestran sin necesidad de comentarios, lo que significa para ustedes la integración de los Sordos.
Conferencia en la Universidad de Gallaudet, Washington DC, 23 de noviembre de 1994.
En octubre de 1991 se llevó a cabo en París un importante coloquio bajo el título “Los Sordos en la sociedad. Educación y Acceso”. Fue organizado por la Fundación franco-americana con el objetivo de mediatizar el problema de los Sordos en Francia y de comparar las políticas norteamericanas y francesas en materia de sordera.
Del lado francés, que era sin embargo donde había nacido la iniciativa, la preparación fue difícil. En un primer momento los Sordos se mostraron muy reticentes a participar, argumentando: “los Sordos norteamericanos son verdaderos profesionales, nosotros no podremos estar al mismo nivel”. Entre los oyentes, sobre todo entre quienes formaban parte de las autoridades políticas o morales indispensables para la realización del proyecto, hubo muchos que expresaron sus reservas y otros que se mostraron hostiles a la participación de los sordos. Decían: “los Sordos franceses no son capaces de tomar la distancia suficiente, no serán suficientemente objetivos, hablarán de su propio punto de vista”. Esta actitud de varias personalidades oficiales finalmente motivó aún más a los promotores del coloquio.
Del lado norteamericano las cosas fueron más simples. Los conferencistas escogidos eran casi todos sordos. Sordos con un nivel elevado, tanto por sus diplomas como por los puestos que ocupaban. Tanto es así, que casi no era necesario llevar a cabo el coloquio, la demostración quedaba hecha de antemano.
El resultado: un desfasaje radical entre Francia y Estados Unidos. Los Sordos franceses que habían asistido al coloquio se manifestaron ruidosamente, sobre todo cuando tomó la palabra quien había sido el responsable nacional de la educación de los sordos durante dos décadas.
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En los comentarios orales que siguieron al coloquio, las personas elogiaban invariablemente la madurez de los Sordos norteamericanos por oposición a los Sordos franceses, a quienes calificaban a veces de jóvenes perros ladradores.
La prensa escrita no hizo demasiados comentarios acerca del coloquio. Se extendió, en cambio, sobre la gran manifestación que tuvo lugar dos días más tarde. Una manifestación por la aplicación de la ley sobre el bilingüismo. Esto explica también el nerviosismo de los Sordos frente a los discursos oficiales: estaban calentando los motores. Si bien el coloquio no logró inspirar a la prensa francesa, permitió a dos Norteamericanos pintar un cuadro de la situación francesa.
El primero lo debemos a Frances Parsons: “What happened in France?” Resumo. Lo que ella llama “los Sordos educados”, son oprimidos por una banda de sordos militantes de la LSF que siembran el terror y les prohíben utilizar la voz. Este movimiento comienza con algunos Norteamericanos –ella da nombres– que les hicieron creer a los pobres Franceses que lo que ellos promovían era representativo de los Estados Unidos.
El otro texto es mucho más duro. Es el prefacio de Harlan Lane, de la edición americana –de próxima publicación– de las Actas del Coloquio. Resumo. Hay dos maneras de considerar la sordera: el punto de vista médico, catastrófico, y el punto de vista cultural. En Estados Unidos la visión que prevalece es la cultural. En Francia, la concepción médica. Pero ¿por qué esta resistencia por parte de los Franceses a adoptar el punto de vista cultural? Según Harlan Lane, se debe a nuestro incorregible etnocentrismo. De algún modo este etnocentrismo forma parte de nuestra cultura, está en nuestra naturaleza. Viene de lejos. H. Lane da ejemplos que remontan al siglo dieciocho. El imperialismo lingüístico de los Franceses es tal que no toleran la existencia oficial de otras lenguas en su territorio o en sus colonias. En eso difieren de los Anglosajones.
Estos dos textos me recuerdan una observación del lingüista R. Jakobson. En un comentario sobre una recopilación de textos de escritores rusos acerca de Francia, decía que podía leerse en ellos mucho más sobre la realidad rusa que sobre la francesa: desde Pouchkine hasta nuestros días, los escritores proyectan en Francia todo lo que temen o desean para su propio país.
Resulta claro que F. Parsons y H. Lane ven inmediatamente y casi de manera exclusiva en Francia, una imagen que les es familiar. La imagen de todo aquello que no les gusta y que combaten con pasión en Estados Unidos. La gran diferencia entre F. Parsons y H. Lane es que no se interesan por el mismo punto. F. Parsons señala el movimiento sordo y los militantes de la LSF. H. Lane, al contrario, hace
hincapié en la condición que las instituciones francesas acuerdan a los Sordos. Naturalmente el cuadro es abrumador. Pero H. Lane no habla, o habla muy poco, de los Sordos y su movimiento, que sin embargo forman parte de la realidad francesa. Y que son justamente lo que constituye nuestro honor, nuestro orgullo. Hablar de ello puede dar una imagen más positiva de Francia.
Nosotros, Franceses, hacemos exactamente lo mismo: cuando miramos otras sociedades proyectamos también en ellas algo de nosotros mismos. Por ejemplo, sobre la sociedad norteamericana, pero de modo inverso –si puedo decirlo. En cuanto a la situación de los Sordos, los Estados Unidos representan para la mayoría de nosotros un ideal, un modelo, un sueño. Justamente, un sueño tal vez. ¿Y quién sabe si no fuimos nosotros mismos los que inventamos en parte aquello que creemos haber recibido de ustedes? Es la pregunta que haré para terminar con la preocupación de la pureza de la lengua y del bilingüismo. Dicho de otro modo: esto es lo que hemos hecho con lo que ustedes nos han dado.
Si lo único que hubieran hecho fuera darnos razones para soñar, tendríamos que agradecerles de todos modos. Pero hicieron más.
Hoy están presentes algunos de los Norteamericanos que se instalaron en Francia durante algunos años, no sólo para hacernos soñar y “contarnos historias”. Para transmitirnos también su saber y su savoir-faire. Dirán tal vez que no siempre fue un placer. Y eso espero francamente.
Para empezar, he aquí, un breve relato de mi experiencia y de lo que esperaba de su venida.
Para mí todo empezó en la primavera del 75. Un grupo de investigadores del laboratorio de Stokoe llegó a Francia. Entre ellos J. Woodward, Carol Erting, Harry Markowicz. Su objetivo: comparar la ASL y la LSF. Era un retorno a las fuentes: Laurent Clerc había venido con señas francesas en sus valijas.
Fue entonces que H. Markowicz comenzó mi educación.
Igual que la mayoría de las personas en ese momento, e igual que algunos Sordos incluso, yo creía inocentemente que la LS era una especie de doble más o menos logrado de la lengua hablada. Él me enseñó que la lengua de señas es una verdadera lengua, independiente del francés. Mejor aún, que toda tentativa de acercar las LS a las lenguas habladas sólo conduce a la confusión. Juzgó duramente los sistemas artificiales de señas (SEE1, SEE2) que proliferaban en Estados Unidos. Me dijo también que era imposible que un oyente hablara la lengua de señas como un sordo. En ese momento yo me preguntaba de qué manera la lengua de señas podría volver a las aulas.
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A modo de respuesta, H. Markowicz me invitó a venir al 7° Congreso de la Federación Mundial de Sordos que se llevaría a cabo en Washington, y me propuso aprovechar la ocasión para conocer a W. Stokoe y visitar su laboratorio de lingüística en Gallaudet.
Vine con un medio sordo, Christian Deck, que desempeñaría luego un rol importante en Francia en la lucha por el bilingüismo. Ese congreso fue para los dos una maravilla, un descubrimiento a cada paso. Algunas de las comunicaciones quedarán para siempre grabadas en mi memoria, principalmente la de Barbara Kannapel y Ann Wilson. Lo que me interesó particularmente fue la cuestión de la LS. En efecto, las pocas personas favorables a un retorno a las señas en Francia, pensaban espontáneamente en la comunicación simultánea. Pensaban que la LSF, a diferencia de la ASL, carecía de gramática y que debía ser reformada antes de volver a las aulas.
Yo pensaba que había que evitar este impasse a cualquier precio. Nosotros, Franceses, estábamos retrasados con respecto a los Norteamericanos y los Suecos, pero podíamos sacar provecho de sus errores e ir directamente al grano. Para eso necesitábamos ayuda. Harry estaba dispuesto a venir a París.
Cuando Harry llegó a Francia, a fines del 76, otro Norteamericano lo había precedido: Alfredo Corrado (sordo), desertor del NTD33. Corrado dirigió IVT (International Visual Theatre) durante muchos años, y jugó un rol decisivo en la toma de conciencia del primer grupo de sordos que trabajaron en IVT.
Bill Moody vino como intérprete de IVT, pero hizo mucho más. Profesional y formador exigente, intolerante del amateurismo y del más o menos, dio el puntapié inicial de la enseñanza de la LSF. Enseñanza que hasta nuestros días está en manos de los Sordos.
Sería demasiado largo hacer el inventario de todos los Sordos que vinieron a Francia durante esos años. Algunos sólo dieron una vuelta (H. Schlessinger, Lloyd Anderson, King Jordan, Carol Padden y Tom Humphries…), otros se quedaron varios meses e incluso varios años, (Joe Castronovo, Laura Goodrich, Ralph Robin). Muchos de esos viajes fueron organizados por Harry. Creamos una newsletter, Coup d’Œil, con difusión en unos treinta países.
Una de nuestras operaciones más exitosas fue la creación de talleres de verano en Gallaudet. El artesano era Harry. Los talleres duraban cinco semanas y reunían unas treinta personas: profesionales, padres, Sordos. Uno de los grandes
33 N. de T.: NTD, National Theatre of the Deaf.
momentos de la jornada era el Workshop de Gil Eastman. La lingüística ocupaba un lugar importante y el laboratorio de Stokoe, que aportaba su contribución, intervenía activamente. Se organizaban también encuentros con Deaf Pride.
El éxito de estos talleres reside justamente en que, una vez de vuelta en Francia, y tomando como referencia lo que se había vivido en ellos, se crearon las asociaciones que fueron la punta de lanza del cambio en nuestro país. Primero la ALSF (Académie de la Langue des Signes Française), una asociación íntegramente compuesta por sordos, que existe aún. Luego 2LPE (Deux langues pour une éducation), una asociación presente en toda Francia y en Suiza francófona, compuesta de profesionales, de padres y de Sordos. Esta asociación milita desde hace diez años por la educación bilingüe. Desde su creación, 2LPE organizó talleres de verano basados en el modelo de Gallaudet. Cientos de personas en relación con la sordera participaron de ellos.
Durante la década del 80, Harry, luego Alfredo y después Bill, volvieron a Estados Unidos. Habían cumplido con su misión. El tren estaba encarrilado. Recuerdo su partida con emoción. Parece que fue hoy que les dijimos gracias y hasta luego. Su epopeya y su partida me hacen pensar indefectiblemente en las películas “Seven Samourais” y “The magnificent Seven”.
Después, las referencias a Estados Unidos se volvieron menos frecuentes. Las miradas se volcaron hacia Europa y Suecia. Hasta que Deaf Way inauguró nuevas relaciones entre Francia y Estados Unidos, más igualitarias en cierto sentido y, por ende, eventualmente más críticas. Por ejemplo, lo que más sorprendió a los Sordos franceses fue esta especie de ASL formal, que vemos aquí sin cesar y que recurre todo el tiempo al fingerspelling. En Francia algunos hablan de ella hasta hoy: “¡Cuidado!, no debemos dejar que nos suceda lo mismo que a los Norteamericanos: la ASL está invadida por el inglés”.
La pureza de la lengua
Cuando hice mi iniciación, en 1975, entendí que existía un continuum entre la ASL y el inglés. Sin embargo, había una cuestión que me preocupaba y que no lograba despejar. Lo que llamamos ASL, ¿es la forma pura de la ASL, o es el conjunto del continuum? Incluso hoy, sigo pensando que es una buena pregunta.
Me parece que aquí, desde hace un tiempo, algunos tienden a pensar que la ASL es el conjunto del continuum. Creo que esto puede deducirse del artículo de Carol Padden que invita a repensar el fingerspelling. Pienso sobre todo a las declaraciones de algunos Sordos –con Bernard Bragg a la cabeza– en una publicación de la
Capítulo 4. Nación sorda y políticas de la comunidad
NAD (Eyes, hands, voices, cummunication issues among Deaf people, 1990), que sostienen: “Lingüistas oyentes, dejen de decirnos lo que debemos hacer, dejen de decirnos cómo debemos expresarnos. Todo lo que hacemos es ASL, incluso cuando nos expresamos en inglés”. En Francia, al contrario, somos puristas.
Al principio, cuando la LSF era considerada aún como un subproducto degenerado del francés, era primordial señalar su autonomía con respecto a él. Era un imperativo político. La pregunta es, ¿este purismo tiene hoy la misma razón de ser? Podemos encontrar diversas explicaciones. Pero me pregunto seriamente si no se debe justamente al fetichismo de la lengua, a la obsesión de la pureza de la lengua que nos caracteriza y que Harlan Lane nos critica.
La educación bilingüe
El purismo de la lengua es incompatible con la práctica de la comunicación simultánea. Es importante señalar que el término “comunicación total” nunca circuló en Francia.
La primera clase bilingüe se abrió en París a fines de los años 70 con la iniciativa de una oyente, Danielle Bouvet, que trabajaba con una Sorda que muchos de ustedes conocen, Marie-Thérèse Abbou. Más tarde se unió a ellas otra Sorda, que algunos de ustedes conocen, Martine Brusque, que hoy es responsable de la clase bilingüe de Toulouse. Esta experiencia se llevó a cabo bajo el patronazgo de la fundadora de la ortofonía en Francia, y contó con la bendición del ministerio. La clase recibió muchas visitas y fue tomada como ejemplo. Hay un libro traducido al inglés que habla de ella. Fue el periodo eufórico.
Al mismo tiempo comenzó a desarrollarse otra práctica, que alcanzó incluso las escuelas más oralistas en ese momento. Un sordo hablante nativo de la LSF venía a las escuelas a contar historias, y el mismo tiempo les enseñaba la lengua de señas a los niños. Luego, a mediados de los años 80, comenzaron a abrirse clases bilingües en varias ciudades de Francia, bajo la égida de la asociación 2LPE. Esta vez, si la comparamos con la primera experiencia, los Sordos ocuparon un lugar más central y a veces hasta exclusivo en la enseñanza.
Pero debemos señalar un punto importante. Muchos de esos sordos –tal vez la mayoría–, incluso en las clases bilingües, no tenían diploma. A mediados de los años 80 debería haber en Francia unos cincuenta adultos sordos sin diploma trabajando en las clases. Este desarrollo comenzó a generar preocupación en los ámbitos oficiales y en la asociación nacional de padres de niños sordos. A fines de los años 80, una primera medida prohibió contratar a los sordos sin diploma.
Los sordos oralistas diplomados que habían aprendido la lengua de señas a las apuradas, comenzaron a suplantar a la primera generación pionera de sordos nativos de la LSF. Era el fin de una época.
La aparición del manifiesto de Gallaudet, “Unlocking the curriculum”, que hizo tanto ruido aquí, fue una gran sorpresa para muchos de nosotros. Los principios que enunciaba como una novedad, eran los mismos que habían fundado la historia –bastante larga entonces– de las clases bilingües en Francia y en Suiza. Nosotros los habíamos tomado de ustedes, creyendo que aquí la educación bilingüe de los niños sordos formaba parte de las costumbres.
La ley sobre el bilingüismo (enero del 91), abrió una nueva etapa. Sin embargo no es exactamente lo que se cuenta urbi et orbi. Nadie estaba preparado. Sorprendió a todo el mundo. La ley es corta, y da a los padres el derecho a elegir entre una educación oralista y una educación bilingüe –francés y lengua de señas. Todo dependía de la definición de bilingüismo que daría el decreto de aplicación. El decreto apareció en octubre del 92. Dejó así tiempo suficiente para que todas las personas hostiles al bilingüismo ejercieran presión. Sobre todo las direcciones de casi todas las escuelas de sordos, incapaces de brindar una educación bilingüe. Creo incluso que, en el decreto, el término bilingüe ya no aparece. El ministerio es el único capaz de juzgar lo que significa “bilingüe”. Soy bastante pesimista en cuanto al carácter revolucionario de la medida.
Antes de terminar, no puedo dejar de mencionar al menos un evento que alegró a toda la comunidad sorda francesa. La primavera pasada, el premio más prestigioso en el ámbito teatral, el “Molière”, fue otorgado a una joven actriz sorda, Emmanuelle Laborit. De un día para el otro, se transformó en una vedette nacional: mimada por los medios, figura de tapa de las revistas, presente y entrevistada en todos los programas de televisión. Con toda naturalidad, Emmanuelle se presentaba cada vez como la abogada de la causa sorda. En sólo unos meses, logró transmitir al público todo lo que queríamos hacerle oír desde hace quince años. Ella participa en primera línea de la batalla contra los implantes cocleares. Poco antes de venir, un médico que se encarga de anunciar la sordera del niño a los padres, me confesó hasta qué punto su trabajo ha cambiado desde que los padres tienen la imagen de Emmanuelle. Dentro de poco publicará un libro que podría ser un best-seller. Seguramente diga lo que ya ha dicho en las entrevistas: su vida dio un vuelco cuando puso un pie en Gallaudet. Allí fue donde descubrió el mundo sordo. Debería tener entonces siete años. Fue en uno de los talleres de los que hablé antes.