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Espiritualidad

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El “modelo Amazon”, nuestro posible futuro

Preocupan las consecuencias para la sociedad entera de cierto modelo de economía en ascenso

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En nuestras ciudades desertificadas por el coronavirus asistimos al rápido flujo de deliveries y repartidores comprometidos con la entrega de los productos pedidos con un clic de celular. Cada vez más, se trata de paquetes con el logo sonriente de Amazon, empresa de comercio online fundada en 1994 por el ingeniero Jeff Bezos en Seattle, Estados Unidos, a raíz de una genial idea que le permitió convertirse en 2021, según el ranking Forbes, en el hombre más rico del mundo. Todo empezó, como en el caso de Microsoft, de Bill Gates, en el famoso garaje transformado en taller.

En un spot vemos a una mujer que, gracias a Amazon, capitanea una flota de camionetas ecológicas que entregan paquetes en los estrechos callejones de los hermosos pueblos italianos.

Se trata del último tramo de un camino que, por otro lado, necesita de enormes almacenes a donde pueda llegar la mercadería que luego será empaquetada y enviada al consumidor en el menor tiempo posible.

Amazon explica en su web que su logística está compuesta por centros de distribución “de aproximadamente 75 mil m², donde trabajan más de mil empleados” para la distribución de mercancías de pequeñas y medianas dimensiones.

Para objetos más grandes, existen “centros de distribución de mercadería no clasificable” que “pueden alcanzar los 100 mil m2 y emplear a más de 600 trabajadores”. Existen, además, los centros y depósitos de clasificación, más pequeños, donde los repartidores reciben los paquetes para entregar. Todo está pensado para funcionar en tiempo récord, gracias al uso de robots y estandarizando al minuto el trabajo en los almacenes y el de los repartidores. Es una organización científica regida por un mecanismo, el algoritmo, que se comunica con el trabajador a través del celular para asignar, por ejemplo, el número de paquetes diarios a distribuir según el itinerario planificado. En los almacenes el control de los empleados es estricto, también por razones de seguridad. Éstos deben respetar y continuamente mejorar férreos tiempos operacionales.

El éxito de Amazon se explica por el hecho de que decide construir sus enormes almacenes en lugares deprimidos, como en el caso de Estados Unidos, donde ha desaparecido la clase media de las grandes fábricas que han cerrado para trasladarse al exterior. Es que se ha derrumbado el mito del obrero que podía comprarse una casa, un auto y enviar a sus hijos a la universidad.

El expresidente Obama y señora financiaron un documental, American Factory, sobre la historia de un multimillonario chino que devuelve el trabajo a una ciudad empobrecida de Ohio que fue fabril mientras, detrás de las sonrisas, impone condiciones dignas de un estado totalitario. Y todo pasa porque, en Estados Unidos, los sindicatos sólo resisten en algunos sectores, pues, por ley, no pueden ingresar a las empresas sin un referéndum favorable entre los propios empleados.

Una evidente paradoja, para un país donde los levantamientos obreros de Chicago por la conquista de las 8 horas de trabajo diario, en 1866, fueron el origen de la fiesta del 1 de mayo (que no existe en Estados Unidos). Los sindica-

Una peligrosa concentración de poder

El centro de estudios Luigi Einaudi de Turín es responsable de un proyecto de investigación, coordinado por el profesor Pietro Terna, sobre la estrategia de Bezos de “construir un monopolio” que escapa “al control de la legislación actual sobre la competencia”. Bezos logró en poco tiempo conquistar una posición dominante en el mercado del comercio online enfocándose en precios bajos capaces de eliminar competidores.

Como explica el investigador Daniele Ravasi, “los inversores de Amazon no compran acciones por una distribución de beneficios a corto plazo, sino por la posibilidad de poseer una parte del futuro monopolista” que puede decidir las reglas del juego. El crecimiento de los consumidores que recurren a Amazon “empuja (de hecho, obliga) a aquellos que quieren vender en línea a convertirse en revendedores de Amazon” aceptando sus condiciones. Es un “paraíso para los consumidores, pero un infierno para los vendedores”. Para no hablar de los trabajadores. Otros estudios señalan, sin embargo, que muchas empresas pueden expandir sus ventas gracias a Amazon. Todo depende del porcentaje de ganancias (del 15 al 50 %) solicitado por Amazon, que entre otras cosas, adquiere un conocimiento generalizado de los datos que puede explotar a su criterio. De hecho, muchos productos ahora llevan su marca. Según el profesor Terna, “en juego hay mucho más que la economía” cuando, “como individuos, nos convertimos en usuarios casi automatizados de un solo vendedor”. Es un peligro para la democracia misma, como ha señalado un informe de la Comisión de Justicia del Senado de Estados Unidos.

tos se establecieron en la gran industria Ford sólo después de los violentos enfrentamientos de 1941 en Detroit. Martin Luther King fue asesinado en 1968 en Memphis, donde había ido a apoyar la huelga de los recolectores de basura sabiendo que no era suficiente para ganar los derechos de los negros sin democracia social.

Hoy Bezos, un liberal atento a los derechos civiles y crítico hacia Trump, se opone abiertamente a la presencia del sindicato en sus empresas. En marzo de 2021, ganó el referéndum interno entre los 6.000 empleados del almacén de Bessemer, en Alabama, uno de los estados con mayor población negra y pobre de Estados Unidos. Se enfrentó al sindicato Rwdsu dirigido por Stuart Appelbaum, miembro del Jewish Labour Committee (Comité Laboral Judío) quien comparó esta lucha desigual con la historia bíblica de la liberación de pueblo judío de la esclavitud del faraón de Egipto.

En este caso, incluso el apoyo del propio presidente de Estados Unidos fue inútil. Joe Biden y todo el Congreso saben que se enfrentan a un poder que ya no pueden controlar, debido a la ineficacia de las leyes antimonopolio (ver recuadro) y a la falta de una ley que imponga la presencia de representantes de los trabajadores. En Italia, donde ha invertido desde 2010 unos 5.600 billones de euros en más de 40 ciudades grandes y pequeñas, para generar 9.500 puestos de trabajo más los 15.000 repartidores de empresas formalmente externas (pero que en el portero eléctrico responden “Amazon”), cuenta Marino Massuci, secretario de transporte de la región Lacio de la confederación sindical CISL, que cuando fue por primera vez a un almacén con 1.600 empleados en Passo Corese, en la provincia de Rieti, encontró a personas intimidadas y que no querían hablar. Allí los afiliados al sindicato son minoría, pero el 22 de marzo organizaron un paro nacional contra una forma de organización laboral insostenible. Algo que sería inconcebible si fuera válido el criterio del referéndum vigente en EE.UU. y no el Estatuto de los Trabajadores italiano. Son dos modelos alternativos e incompatibles de democracia económica que configuran el presente y el futuro de todos nosotros.

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