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Espiritualidad

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Mamás en tiempos de Covid

Las familias están resistiendo también gracias a las madres y a las mujeres que cuidan a los niños y a las personas más frágiles, a costa de no pocos sacrificios

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Keira Burton - Pexels

Valeria expuso su tesis de grado por videoconferencia hace unos días, desde la habitación del hospital donde está internado su hijo de un año y medio. Carla fue al psicólogo con su esposo. Pensaban que eran buenos padres pero, al quedarse en casa durante la cuarentena con su único hijo, después de constantes peleas decidieron pedir ayuda.

En la ciudad de Forlì, frente a un quiosco, los clientes encontraron el cartel: “Silencio, estoy en la escuela”.

Lo escribió el pequeño Eduardo, quien seguía la educación a distancia mientras su madre trabajaba. Mimma no ve a su hija desde hace meses. La niña tiene serios problemas y no puede encontrarla. En casa con ella está su hijo mayor, que es autista. Giulia, en cambio, trató de cuidar a los padres ancianos “desde la distancia”, dejando las compras y las medicinas fuera de la casa, haciendo largas video llamadas y tratando de estar cerca de ellos de alguna manera.

Son historias de madres, historias de familias. Historias de dificultad, resiliencia y “heroísmo común” vividas en la época del Covid. “Las familias —escribió la socióloga Carla Collicelli, miembro del Consejo Científico del Atrio de los Gentiles, en el texto Pandemia y resiliencia del Consejo Nacional de las Investigaciones de Italia (CNR por su sigla en italiano)— están en gran dificultad, tanto donde padres cultural y económicamente equipados han transformado la casa en una escuela y un patio de recreo, como donde los escasos recursos han dado lugar a situaciones difíciles, con riesgo de repercusiones en el equilibrio psicológico y social de los sujetos más débiles”.

Como las madres primerizas, según dos estudios de la Universidad de Granada, las que dieron a luz durante la pandemia sufrieron un estrés severo, lo que resultó en un aumento del 15 % en los síntomas de depresión posparto.

En cuanto al empleo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en 2020 se perdió el 8,8 % de las horas de trabajo globales, lo que equivale a 255 millones de puestos de trabajo. En el 71 % de los casos, el trabajo se perdió por inactividad, es decir, por la imposibilidad de hacerlo, debido a las medidas restrictivas tomadas a raíz de la pandemia.

En esta situación, fueron las mujeres las que más perdieron (-5 % con respecto a los hombres), y especialmente las jefas de hogar. En Paraguay, el 16,4 % de las mujeres perdió el empleo frente al 3,9 % de los hombres (datos del Banco Mundial de octubre que confirman la tendencia de los de mayo y de agosto).

Francesca, madre de dos hijos, trabaja a distancia, mientras su marido lo hace presencialmente. Dice: “Como persona me siento aniquilada. Trabajo sola todo el día. Cuando los niños regresan, ya no puedo distinguir entre el trabajo, sus tareas y mis otras actividades. Me parece que ya no tengo vida”. Según datos del Banco Mundial, antes de la pandemia las mujeres uruguayas dedicaban el 20 % de su tiempo al trabajo no remunerado, frente al 8,4 % que utilizaban los hombres, mientras en Paraguay, las mujeres ocupaban el 61 % de cada día a esas tareas y los hombres, el 25 %.

Esta carga aumentó con la pandemia, con muchas madres que tuvieron que dejar el trabajo o reducirlo considerablemente para cuidar a los miembros frágiles de la familia. Y el teletrabajo, que ayudó y mucho, corre el riesgo de convertirse en una trampa, tanto es así que las Comisiones de Trabajo y Asuntos Sociales de la Cámara de Diputados italiana han reconocido “el derecho a la desconexión para la trabajadora y el trabajador

que realizan sus actividades de forma digital”, en el respeto del cumplimiento de los acuerdos laborales.

Durante la cuarentena, con escuelas y servicios cerrados, se agudizaron los inconvenientes para las mujeres con hijos menores de 15 años. Pero, como explica Graziella Bertocchi, profesora de Economía en la Universidad de Módena y Reggio Emilia y presidente del Instituto Einaudi para la Economía y la Finanza, en el mundo del trabajo las dificultades para las mujeres —y para las madres en particular— ya estaban muy presentes antes de la pandemia, con “una brecha salarial mayor que en los demás países europeos y menos participación en el trabajo que los hombres y diferencias similares dentro de la familia”, en lo que respecta al cuidado de niños y ancianos y las tareas diarias. “Antes de la pandemia —aclara Bertocchi— la mujer se encontraba en una condición desfavorable, lo que representaba una desventaja para toda la sociedad y la economía en su conjunto, pues se perdía el aporte de más de la mitad de la población”. El Covid-19 tuvo efectos diferenciados por género muy diferentes en comparación con las crisis económicas anteriores, durante las cuales hubo una disminución mucho más marcada en el empleo de los hombres respecto al de las mujeres. “La novedad de esta crisis económica —subraya Bertocchi— es que en cambio son las mujeres las que pagan un precio más alto en el lugar de trabajo, porque están más representadas en los sectores más afectados por la pandemia” (enfermeras y docentes en particular, y más si son madres). Novedades también en la división de roles en la familia. “En Italia —agrega la presidente del Instituto Einaudi— las escuelas han estado cerradas más tiempo que en otros países y esto ha aumentado la carga de trabajo dentro de las familias que tenían niños obligados a seguir lecciones desde casa. Este fenómeno se ha estudiado y se ha visto cómo, en una situación ya desequilibrada, la carga de las madres ha aumentado aún más”.

Una consecuencia que no es inevitable, ya que en otros países este deterioro no se ha producido. “Podríamos haber esperado más colaboración por parte de los papás, pero esto no sucedió.

Con datos más depurados, podemos ver un aumento en la colaboración de los papás —precisa la profesora Bertocchi—, pero no en el cuidado de los hijos”. La consecuencia fue que muchas mujeres decidieron dejar sus trabajos porque ya no conseguían desempeñar el doble rol. Una tendencia que debe revertirse lo antes posible, aunque no va a ser fácil. “El mercado laboral italiano no es muy flexible: si una mujer se retira en esta fase de emergencia del trabajo, no está dicho que pueda volver cuando termine la pandemia”. Lo mismo se puede decir de Paraguay y de Uruguay.

En estos países, además, hay que sumar el importante incremento de la violencia de género registrado en la cuarentena. En los primeros dos meses de la llegada de la pandemia, las llamadas telefónicas de denuncia crecieron un 50 % en Paraguay y el 80 % en Uruguay.

El de la desigualdad de oportunidades laborales es un fenómeno que corremos el riesgo de llevar con nosotros durante años, y es por esto que la docente enfatiza la necesidad de intervenciones cada vez más incisivas por parte de las instituciones respecto al incremento de la oferta de servicios para la infancia, que es, comenta Bertocchi, “la primera forma de apoyar a las mujeres en esta lucha desigual contra los efectos económicos de la pandemia en el trabajo y en el hogar”. La psicóloga Claudia Manzi y la socióloga Sara Mazzucchelli, de la Universidad Católica de Milán, autoras del libro Familia y trabajo: entrelazamientos posibles, sugieren en el diario Il Sole 24 ore dejar de ver a las mujeres y a las madres sólo como “hogares de la familia” o sólo como trabajadoras. “Una mujer en Italia hoy no debería sentir que tiene que ‘sacrificar’ su vida extra laboral para mantener un trabajo y, a la inversa, no debería sentirse culpable por dedicarse a un desarrollo profesional si tiene una familia”. Y si Gigi De Palo, presidente del Foro de Asociaciones Familiares, escribió en el diario Leggo que “Italia es el último país de Europa por tiempo medio diario de un padre con un hijo, calculado en tan solo 13 minutos”, se puede entender —naturalmente sin generalizar— cuánto pesan las cargas familiares sobre las madres.

Sin embargo, a pesar del aislamiento, de la soledad, quehaceres domésticos y “caos interior y emocional”, las mujeres a menudo han sido el “pegamento” que ha mantenido unidas a las familias. Pese a todo, la pandemia nos permitió redescubrir la centralidad de la familia y aumentó el tiempo total que los padres pasan con sus hijos. Ahora, todos tendrán que trabajar para garantizar un acceso más equilibrado al mundo del trabajo, a todos los niveles, y una mejor gestión de los deberes familiares, para hacer que nuestros países sean “aptos para mujeres, hombres y familias”, sin aplastar a nadie bajo el peso de las responsabilidades.

Ketut Subiyanto - Pexels

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