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Editorial
La cultura del cuidado
Desde que la amenaza del Covid-19 llegó a nuestras vidas, hubo un término que, con sus diferentes derivados, se ha repetido y se sigue repitiendo incansablemente: cuidado. En distintos ámbitos, esta palabra fue creciendo con una connotación vinculada a un entendible peligro, al temor y al miedo de contagiarnos de un virus que, desde diciembre de 2019, se ha llevado muchas vidas en todo el mundo. Y cuyas consecuencias, como agravante, siembran incertidumbre y agudizan situaciones de pobreza y vulnerabilidad.
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Claro que el miedo no es un buen consejero, como reza el dicho popular. Cuando esta emoción nos paraliza, nos provoca un encierro hacia nosotros mismos que no nos permite mirar más allá, y la actitud-acción de cuidarnos, de por sí valorable, se convierte en cuidarnos “del otro” (que se ha transformado en una amenaza para mi salud) más que cuidar “al otro”, a quien tengo la posibilidad de proteger, custodiar, preservar.
Para comprender el mejor significado del cuidado vale volver a la esencia de la encíclica Laudato Si’, en la que cada párrafo nos invita a la doble acción de
cuidar y cultivar nuestra relación con el mundo de manera integral.
“Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad”. “[…] el ser humano todavía es capaz de intervenir positivamente. Como ha sido creado para amar, en medio de sus límites brotan inevitablemente gestos de generosidad, solidaridad y cuidado”. “El descuido en el empeño de cultivar y mantener una relación adecuada con el vecino, hacia el cual tengo el deber del cuidado y de la custodia, destruye mi relación interior conmigo mismo, con los demás, con Dios y con la tierra. […] todo está relacionado, y el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás”. “El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad, que no solo afecta a las relaciones
Piqsels
entre los individuos, sino a las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas”.
Estos son solo extractos que nos orientan y nos permiten comprender que nuestro cuidado y nuestra oportunidad de generar y cultivar una nueva cultura son multidimensionales.
El cuidado abarca y se manifiesta en la salud integral, en la dignidad y en los derechos humanos, en el mundo del trabajo y de la economía, como también en los vínculos interpersonales, en iniciativas que buscan equilibrar las desigualdades y promover la inclusión y la participación de todos, a través de personas que están al servicio de quienes más sufren. Se expresa en acciones que hablan de una vocación de cuidado hacia el otro intrínseca en la especie humana. Los compromisos comunitarios, las acciones conjuntas y el trabajo en equipo ayudan a superar los miedos que atravesamos como humanidad: es “juntos”, o no será.
No nos detengamos, no nos paralicemos ante la amenaza. Atrevámonos a cuidarnos entre todos y a cuidar a quien tenemos cerca. Atrevámonos a amar. El amor es creativo y nos mostrará la mejor manera de hacerlo.
Acerca de Solas pero no perdidas
Diálogo entre personas de diferentes convicciones
El resumen del film de aquel sábado de 2019 aparece en su cartilla promocional:
“María (Ana Fernández) malvive en un oscuro apartamento de un barrio miserable, trabaja eventualmente como chica de la limpieza y, casi con cuarenta años, descubre que está embarazada de un hombre que no la ama. Su soledad es tan grande que sólo encuentra consuelo en la bebida. Su madre (María Galiana), que ha consumido su vida al lado de un hombre violento e intolerante, no tiene ni siquiera el consuelo de tenerla cerca. Con motivo del ingreso de su marido en un hospital, la madre visita a María en su apartamento y conoce a un vecino viudo (Carlos Álvarez) que vive con su perro. La relación que se establece entre estos tres náufragos alivia sus soledades y deja una puerta abierta a la esperanza”.
Éste es el esquema básico del film español del año 1999 que nos mantuvo atentos durante una hora y media: Solas. Dirigido por el andaluz Benito Zambrano, se trata de un drama sobrio, duro y cautivador sobre la soledad, la pobreza y los sueños ahogados en alcohol. Zambrano, en este debut, conquista a crítica y público con una muestra excelente del cine español de final de siglo, que fue, además, el paradigma del éxito “boca a boca”, ayudado por el respaldo del premio del público del Festival de Berlín de ese año. Pero, como dijo un crítico, el talento envuelve una idea: “España no va tan bien”.
Y como aparecen muchos puntos polémicos, los comentarios de los participantes se suscitan: “Humilde, creible, humana, dura y tierna”. “Una bocanada de realidad y emoción desde la verdad”. “Una película llena de honestidad y emotividad, humana en su forma y en su fondo, asentada en dos espléndidas actrices que lo dan todo para construir dos personajes que transmiten vida, realidad”. “Una muestra de cómo a partir de algo pequeño se puede dar forma a una película grande, que no esconde sus defectos de producción, haciendo de ellos parte no sólo de su encanto, sino también de su naturaleza”. “El retrato de dos mujeres y de su vida, de sus problemas y de cómo intentan salir de ellos. Pero también un retrato de una España que pre-vivía el derrumbe. Quizá, vista con perspectiva, una de las mejores muestras, conscientes o no, de lo que estaba por venir”.
Después del reconocimiento del público en Berlín, esta película ha formado parte de multitud de festivales, ganando en diversos apartados. Pero se trata de una obra que viene del teatro, y eso a veces da al film un tempo distinto a los clásicos comerciales de Hollywood.
No obstante, estos aspectos no nos apartaron del tema que nos ocupaba.
Si algo sobresale sorprendentemente del film son el acertado guion y las protagonistas. Luchadoras incansables, están solas, sí, pero no perdidas.
Es una lástima que se vea como el típico y acartonado cine social español, cuando es mucho más que eso. Una de las mejores películas españolas de los noventa.
(Cinedebate del 26/10/19)
Próxima columna: “Envejecer”.