Ciudad nueva -Octubre 2020

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Editorial

La cultura del cuidado

Piqsels

Desde que la amenaza del Covid-19 llegó a nuestras vidas, hubo un término que, con sus diferentes derivados, se ha repetido y se sigue repitiendo incansablemente: cuidado. En distintos ámbitos, esta palabra fue creciendo con una connotación vinculada a un entendible peligro, al temor y al miedo de contagiarnos de un virus que, desde diciembre de 2019, se ha llevado muchas vidas en todo el mundo. Y cuyas consecuencias, como agravante, siembran incertidumbre y agudizan situaciones de pobreza y vulnerabilidad. Claro que el miedo no es un buen consejero, como reza el dicho popular. Cuando esta emoción nos paraliza, nos provoca un encierro hacia nosotros mismos que no nos permite mirar más allá, y la actitud-acción de cuidarnos, de por sí valorable, se convierte en cuidarnos “del otro” (que se ha transformado en una amenaza para mi salud) más que cuidar “al otro”, a quien tengo la posibilidad de proteger, custodiar, preservar. Para comprender el mejor significado del cuidado vale volver a la esencia de la encíclica Laudato Si’, en la que cada párrafo nos invita a la doble acción de

cuidar y cultivar nuestra relación con el mundo de manera integral. “Toda pretensión de cuidar y mejorar el mundo supone cambios profundos en los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad”. “[…] el ser humano todavía es capaz de intervenir positivamente. Como ha sido creado para amar, en medio de sus límites brotan inevitablemente gestos de generosidad, solidaridad y cuidado”. “El descuido en el empeño de cultivar y mantener una relación adecuada con el vecino, hacia el cual tengo el deber del cuidado y de la custodia, destruye mi relación interior conmigo mismo, con los demás, con Dios y con la tierra. […] todo está relacionado, y el auténtico cuidado de nuestra propia vida y de nuestras relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás”. “El amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor. El amor a la sociedad y el compromiso por el bien común son una forma excelente de la caridad, que no solo afecta a las relaciones

entre los individuos, sino a las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas”. Estos son solo extractos que nos orientan y nos permiten comprender que nuestro cuidado y nuestra oportunidad de generar y cultivar una nueva cultura son multidimensionales. El cuidado abarca y se manifiesta en la salud integral, en la dignidad y en los derechos humanos, en el mundo del trabajo y de la economía, como también en los vínculos interpersonales, en iniciativas que buscan equilibrar las desigualdades y promover la inclusión y la participación de todos, a través de personas que están al servicio de quienes más sufren. Se expresa en acciones que hablan de una vocación de cuidado hacia el otro intrínseca en la especie humana. Los compromisos comunitarios, las acciones conjuntas y el trabajo en equipo ayudan a superar los miedos que atravesamos como humanidad: es “juntos”, o no será. No nos detengamos, no nos paralicemos ante la amenaza. Atrevámonos a cuidarnos entre todos y a cuidar a quien tenemos cerca. Atrevámonos a amar. El amor es creativo y nos mostrará la mejor manera de hacerlo. Ciudad nueva - Octubre 2020

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