Reflexiones sobre el arte marcial Chino por Horacio Di Renzo
¡Hola a todos! Me llamo Horacio Di Renzo, soy profesor de gong fu, arte marcial que practico desde 1974 y cuyo aprendizaje he abandonado jamás. Llevo entonces más de cuatro décadas dedicando mi esfuerzo, física mental y espiritualmente, para comprender, aprender y transmitir el gong fu tradicional en mi país y otros países limítrofes. En los tiempos en que comencé, las artes marciales eran algo absolutamente exótico y extraño. Oriente era mucho más misterioso que hoy en día, en que – al menos en la ciudad donde vivo – uno va a comprar la leche “al chino”, o casi todo el mundo se ha hecho alguna vez clavar alguna aguja de acupuntura… hoy pasamos por una plaza y probablemente encontremos algún grupo de gente moviéndose lentamente, haciendo taijiquan. Y nadie se sorprende. Hoy casi todo el mundo sabe lo que es el feng shui. Mucho ha cambiado, pero lo que me parece que se mantiene inalterable, es la enorme cantidad de ventajas y beneficios que ofrece la práctica de las artes marciales tradicionales. Me gustaría compartir con ustedes, algunas razones por las que considero tan importante la práctica del gong fu, en cualquiera de sus modalidades. – Al poco tiempo de comenzar la práctica, teniendo 14 años de edad, mi cuerpo cambió de manera rotunda. El adolescente flacucho y débil que comenzó a entrenar, fue mudando su estado en cada clase. Me puse fuerte, flexible, vital. Dormía mejor y tenía mucha más energía, esto desde la primer semana. Antes de comenzar, mi vida deportiva se reducía a cero absoluto. No me gustaba jugar a la pelota, lo cual me convertía en un “bicho raro” en el barrio. Mi destino a la hora del partido de futbol, era el de todos los que eran como yo: el arco… ir al arco hizo que me gustara menos aún el futbol…nadaba solamente en verano, corría solamente cuando tocaba timbre en alguna puerta para hacer un chiste. De repente un día, casi sin darme cuenta, me encontré parado en una postura que me hacía doler las piernas, soportando cosas que en ese momento me habían parecido imposibles. Pero no me quejaba: estaba practicando lo que me gustaba, que era el arte marcial. Todavía veo hoy las fotos que me saqué a los 17, 18 años y pienso qué bien que me hizo practicar. En esas fotos veo a un muchacho sano, saludable, fuerte, dinámico. En esos tiempos practicaba no menos de cinco días a la semana. Comía sano, dormía bien, y salía lo necesario. Era un chico normal salvo por “eso que hacía de tirar patadas al aire” como hablaban algunas personas. – Desde el primer día de práctica, mi profesor me enseñó RESPETO. Había que saludar al entrar, pedir permiso, decir gracias, respetar a los más antiguos y también a los más nuevos. No se podía decir palabras inadecuadas, no se podía conversar durante la práctica. No era bueno faltar, y había que cuidar la limpieza y pulcritud del uniforme de práctica. Se nos decía que éramos practicantes dentro y fuera del Kwon, que un alumno puede ser muy correcto en clase pero si no mantiene esa corrección fuera de la clase – en su casa, en la escuela…- si no practicabamos esos valores en cada aspecto de Bsl 14