FOTOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA URUGUAYA
2016: Diana Mines, Roberto Schettini, Magela Ferrero
2017: Jorge Ameal, Héctor Borgunder, Annabella Balduvino
2018: Panta Astiazarán, Nancy Urrutia, Diego Velazco
2019: Juan Ángel Urruzola, Carolina Sobrino, Iván Franco
2020: Álvaro Zinno, Solange Pastorino, Leo Barizzoni
2022: Carlos Contrera, Lilián Castro, Daniel Caselli, Matilde Campodónico
Autorretrato. Año 2007.
Andaluz. Montevideo. Año 2008.
Amigos y voces. Año 1983.
Al otro lado. Año 1984.
Papá. Año 1983.
El tío Rubens. Año 1983.
1° de Mayo de 1983, primer acto de masas del pit. Montevideo. 1° de mayo de 1983.
De regreso. Alfredo Zitarrosa abraza a su hija Serena. Aeropuerto de Carrasco. 16 de marzo de 1984.
General del pueblo. Líber Seregni, aún proscrito. 1° de mayo. Año 1984.
Partos de luz. Año 2005.
Deleite. Año 2006.
Cruda y bella. Homenaje a Julia Arévalo. Año 2007.
Un día, todos los días. Campo minado. Año 1989.
Naty. Año 2018.
Clamor. 1° de mayo de 2018.
Marcha del Silencio. 20 de mayo de 2018.
“ Me siento parte de mi generación. Estudiamos y nos hicimos adultos en dictadura, luchamos contra esta, fantaseamos con la democracia y vivimos con miedo de perderla. La cámara nos acompañó en todos estos procesos y, más allá o acá de diferentes estéticas y/o modos de encarar la realidad, somos parte de un tiempo” . LILIÁN CASTRO 25
16 de marzo de 2022. Entrevista a Lilián Castro realizada por Alexandra Nóvoa. Centro de Fotografía, Montevideo.
¿Cuándo y dónde naciste? ¿Cuáles son tus orígenes familiares y barriales?
Nací en el Sanatorio de Asignaciones Familiares, que está en las calles San Martín y Martín García, el 30 de octubre de 1959. Mi papá nació en Montevideo. Trabajó en la Fábrica de Cerveza, que en aquel momento era la Doble Uruguaya. Mi mamá nació en la séptima sección del departamento de Cerro Largo. Era hija de un peón rural y vivió en la campaña, junto a sus doce hermanos y hermanas, hasta que emigró a Montevideo a los 17 años. Trabajó como doméstica, siempre en casas con cama, hasta que se casó. Después de que se conocieron, mi padre construyó nuestra casa en el predio familiar, en el barrio Brazo Oriental. Ese terreno había sido adquirido por mi abuelo, don Ramón Castro, y mi bisabuela, doña Manuela González. Fueron los primeros vecinos en poblar la zona. Ahí mis abuelos criaron a sus hijos y luego estos hicieron allí sus propias casas. Yo viví con mis padres hasta que nació mi hijo Santiago y nos mudamos al Cerrito de la Victoria. Me siento arraigada tanto a un barrio como al otro. Hace unos años volví a la casa que me vio nacer.
¿Cómo te interesaste por la fotografía? Mi padre era fotógrafo aficionado, autodidacta. Tenía laboratorio en casa. Se había hecho una ampliadora y armado un laboratorio en una especie de despensa que hay en la casa. Revelaba sus rollos e imprimía sus fotos, supongo que sería en las siestas de los fines de semana. Siendo muy chiquita me gustaba meterme en el laboratorio con él. Me fascinaba ver aparecer las imágenes en el revelador. A eso de los 16 años hice un curso de fotografía, con unos primos, en el Ateneo de Montevideo. Organizamos un paseo a Buenos Aires. Era un momento en el que el cambio era muy conveniente y desde acá se viajaba para hacer compras. Yo le pedí a mi papá su cámara (una Yashica minister D —la D no era de digital—) para llevar y no me la prestó. Me dijo que hasta que no supiera usar bien esa cámara no me la iba a prestar. Entonces me enojé mucho y lo primero que hice en Buenos Aires fue comprar una cámara. No me dio el dinero para nada más. El primer día me gasté todo lo que había llevado. Era una Kodak Instamatic con flashes magicubes.
¿Cómo siguió esa primera formación? Por el 78 hice un curso que me dio Jorge Damseaux, en una academia que se
encontraba en la calle Cuareim. Era un curso bastante completo, con práctica de laboratorio blanco y negro incluida. Lamentablemente para él, nos anotamos muy pocos y, cuando llegó la hora de las prácticas de laboratorio, solo iba yo. El curso se dio por finalizado y Jorge me dejó todos los materiales para mí. Una caja entera de 100 hojas 18 x 24, revelador, fijador, etc., todo a mi entera disposición. Fue genial. Esos fueron mis primeros aprendizajes en fotografía. La oferta de enseñanza era muy reducida, cosa que cambió hacia mediados de los ochenta y sigue cambiando.
Hace poco publicaste un libro que da cuenta de tus cuarenta años de trabajo, donde contás que desde siempre la fotografía fue para vos un medio de vida.1 ¿Cómo fueron esos inicios laborales? Empecé a trabajar en un laboratorio de fotografía en el año 81. El dueño era Andrés Odizzio, que, entre otras cosas, había sido fundador del teatro El Galpón. Era un señor con una personalidad muy interesante. Inteligente, creativo, polifacético. Arte, literatura, física, química y electrónica fueron algunas de sus
1 Lilián Castro. 40 años de fotografías, Castro Soto, Lilián, Montevideo, 2021.
inquietudes. Él me enseñó a imprimir en color. Trabajé primero haciendo impresiones a color. Estaba contratada para hacer las ampliaciones manuales. Las hacía una por una, nada era seriado. Me gustó y rápidamente le agarré la mano.
¿Dónde quedaba ese laboratorio? En Carlos Roxlo, entre Guayabos y Constituyente. En la zona hubo unos cuantos laboratorios de fotografía. Estuvo Magicolor, Ari, FotoClick, Fuji profesional, Fotoestudio 18. Actualmente quedan Ari y Varela. Esa zona sigue siendo un polo de fotógrafos y fotógrafas. Ahí empecé a trabajar como laboratorista manual color. Después puse mi laboratorio blanco y negro y les hacía esa parte del trabajo a algunos laboratorios de esa misma zona. El trabajo de laboratorista fue la base de mi economía hasta el año 2004. Siempre intercalando con alguna cosa de toma fotográfica. Siempre digo que tuve una crianza muy especial, porque no me criaron para dedicarme exclusivamente a las tareas domésticas. Esperaban un varón y no me enseñaron a jugar al fútbol de casualidad. Nunca me inhabilitaron el acceso a la educación, al conocimiento en general. Siempre me impulsaron a
profundizar en lo que me gustaba, a trabajar. Tanto mi papá como mi mamá me estimularon a que estudiara y trabajara. A mí se me ocurrió dejar el liceo, porque fue un momento en el que echaron a muchos profesores y muy queridos, el ambiente se tornó realmente espeso y no quise ir más. Sabía que si no estudiaba tenía que ponerme a trabajar, y me puse a trabajar al poco tiempo. Entonces, en ese sentido, fui superindependiente.
Fuiste parte de una generación del Foto Club Uruguayo [fcu] que generó cambios en la propuesta de la institución. ¿En qué consistió tu pasaje por allí y cómo recordás esa etapa? Entré en el año 1982. Un año antes había estudiado en la Asociación de Fotógrafos Profesionales [afp]. Allí promovieron una carrera de fotografía que constaba de dos o tres años, con una carga horaria de diez horas semanales. Eran dos horas diarias, de lunes a viernes. Me lo encontró mi padre, ¡cuándo no! Ahí conocí a Gorila [José Luis Sosa], Gustavo Castagnello, Mario Batista. Hace poco encontré en redes sociales a Alfonso de Béjar. Él está viviendo en México ahora, haciendo fotografía de arquitectura. También estudió ahí. Pasaban las mismas
cosas que están pasando ahora: la cuestión de los precios, de que no hay un arancel y que no hay unidad entre los fotógrafos. Entonces, uno de los caminos que encontró la directiva de aquel momento de la afpu fue generar una carrera de fotografía para calificar a los profesionales. Eso funcionó muy poco tiempo, porque hubo desavenencias y se liquidó la carrera. Fue en ese momento que un grupo grande nos pasamos al Foto Club por recomendación de Yuyo Rasmussen. Los que estábamos en ese grupo que estaba entrando al fcu teníamos un interés genuino en la fotografía, tanto es así que todos hemos seguido vinculados a esta. En aquel momento teníamos muchas ganas de hacer cosas.
¿Quiénes más eran de esa barra? Éramos Mario Batista, Gustavo Castagnello, José Luis Sosa, José Coallas, Eduardo Vera y Edgardo Chagas. En aquel momento los cursos los daba Yuyo Rasmussen; las clases de composición, Héctor Borgunder. Nosotros entramos con un entusiasmo bárbaro y después con el tiempo nos fuimos dando cuenta de que había habido rispideces entre la gente que integraba el Foto Club y había ciertas divisiones. Entramos en bloque y
formamos el grupo Proyección. Hicimos una muestra y salimos a buscar a los críticos de arte para que vinieran a ver la muestra al club. Eso fue en la sede de la calle Charrúa. Veníamos con iniciativa desde antes. En la casa de la mamá de José Luis Sosa nos habíamos puesto un laboratorio. Nos comprábamos materiales y ahí imprimíamos fotos y hablábamos de diferentes temas. Por eso, con respecto al fcu, nosotros ya teníamos nuestra cabeza propia. A mí siempre las ganas me pudieron. Nunca fui de calcular riesgos. Fui haciendo lo que se me iba ocurriendo. En ese grupo yo era la única mujer. Era muy gracioso, porque todos eran más grandes que yo… Como que me cuidaban. Hicimos una muestra que incluía foto color y en blanco y negro, que combinábamos con poemas. Llamamos a varios críticos de plástica, entre otros, a Diana Mines, que creo que ya escribía crítica. Fue la única que vino a ver la muestra y a darnos su aporte.
Diana ya había estado en Foto Club. Claro, y se había ido a estudiar a California. Cuando nosotros entramos al club, la actividad principal eran los concursos. Un mes el tema era el carnaval; el siguiente, la bicicleta; el otro, boliches. Se
veían cosas muy interesantes y había gente que ganaba casi siempre. Se iba ascendiendo, creo que por presentación y por aceptación. Tenías una categoría, después pasabas a la otra y así. Era lo que había. Por eso se nos ocurrió hacer la muestra, porque nosotros teníamos otras cosas para plantear, independientemente de las convocatorias puntuales de los concursos.
¿Te parece que sirvió ese aprendizaje basado en concursos?
De alguna manera sí. Te ponía a trabajar. Y estaba bueno, porque te decían: «Este mes el tema son los jardines» y vos te ponías en movimiento. De pronto no te aportaba demasiado a desarrollar tu propia temática o tu propio estilo. Dicen que Diana, que había sido la gran cuestionadora de los concursos, en sus comienzos en el fcu se aburrió de ganarlos.
Proyección?
Dos o tres años. Hicimos un audiovisual que fue proyectado en el Foto Club, lo que ahora le llaman diapomontaje o fotocomposición. Organizamos la exhibición del audiovisual e invitamos a Dina Pintos para que nos dijera qué le había parecido. Al igual que Diana, ella
¿Cuánto tiempo duró el grupo
se había alejado del fcu. Pronto vinieron elecciones del club y nos presentamos, no como grupo, sino dentro de una lista. De todos modos, era lista única. Ahí ingresamos a la directiva Castagnello, José Luis Sosa y yo. También Edgardo Chagas, Cyro Gianbruno (que lo conocimos por entonces) y Margarita Acosta, que en aquel momento era la esposa de Cyro. También estaban Alicia Carballo y Amalia Pedreira. Esa directiva se formó por el 83, 84. El presidente era Diego Abal, con el que hicimos amistad. Era el momento de la vuelta a la democracia, el de mayor plenitud, de mayor optimismo y pureza del conjunto de la sociedad. Entonces con Diego hicimos una amistad que hasta el día de hoy perdura, más allá de unas cuantas diferencias, pero quedó grabado a fuego aquello de que estábamos juntos, de que estábamos cinchando por lo mismo.
Entonces quedaron como directiva del club por el 83.
Así es. Y en esa directiva fue que planteamos llamar a Dina y a Diana para que hicieran una propuesta docente, y las trajimos de nuevo. Fue una época de muchos cambios y este en particular fue apreciado por mucha gente. Yo después me fui del
fcu. En ese momento mi prioridad era aportar a la salida a la democracia y eso incluía opciones políticas. El Club debía estar ajeno a la política, y personalmente no tenía tiempo para ambas actividades. Mi militancia por entonces era dentro de la fotografía. Por ejemplo, a mi foto «Caminantes»2 la tomé en setiembre del 83. La presenté a un concurso abierto de fotografía artística convocado por el Foto Club y gané el tercer premio en categoría color. Como lo político partidario estaba prohibido, yo, como mucha gente por ese entonces, mostraba y expresaba desde la fotografía. Sin tener un vínculo partidario. Volviendo al fcu, cuando vinieron los hijos de exiliados a finales del año 84 la dictadura estaba en retirada, pero todavía estaba. Germán Araujo sugirió hacer una cobertura fotográfica de las actividades que los niños del exilio hicieran en su visita al país. Nos juntamos como treinta fotógrafos e hicimos una cobertura espectacular de la llegada y estadía de los niños, que no tuvo nada que envidiarle a una agencia profesional de fotografía. Pedí las instalaciones del Club para las reuniones de este grupo y me lo negaron,
2 Fotografía tomada en la Primera Marcha de la Asociación Social y Cultural de Estudiantes de la Enseñanza Pública (asceep), el 25 de setiembre de 1983.
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porque se entendió que aquello afectaba a la imparcialidad necesaria. Como mis prioridades eran otras, decidí no participar más de esa directiva. Ahí me puse a trabajar en el audiovisual de la llegada de los niños y toda la cobertura de su visita. Era un aporte para la Comisión por el Reencuentro de los Uruguayos. Ese audiovisual se estrenó en un festival multitudinario de canto popular en el Club Atenas. El audiovisual Por un paisito sin exclusiones estuvo perdido como treinta años. Hace un par de años lo recuperamos con Nelson Wainstein. El archivo en negativo blanco y negro quedó en mi poder y hace unos años, con una compañera del Museo de la Memoria, digitalizamos una gran parte de esos negativos.
En el marco de la apertura democrática cubriste muchos espectáculos de canto popular. ¿En qué consistió esa experiencia?
Estaba vinculada a la revista Canto Popular, que después se llamó Nueva Viola. Salió en el año 83 durante un par de años. Conocía a Víctor Cuña y a Washington Benavides, que formaban parte del equipo de la revista. Yo era fotógrafa en la revista y la única mujer del equipo. A partir de ese trabajo vendí tapas
de discos para el sello Orfeo, carátulas y contracarátulas. Mis primeras armas en el escenario las hice con los espectáculos de canto popular. La iluminación de escenario siempre me resultó fascinante. Y tuve la suerte de poder fotografiar a artistas muy queridos, que hacía años no podían actuar en nuestro país, en sus primeras actuaciones acá: Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Mercedes Sosa, Numa Moraes, Juan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. En fin, un lujo que me di. Esos fueron mis inicios en la fotografía de escenario.
También cubriste la llegada del exilio de Alfredo Zitarrosa en 1984. Sí, fue un trabajo para la revista Nueva Viola. No fue fácil, porque delante de mí había un hombre muy grande con una campera blanca y otros más. Yo me sentía chiquita entre tanto fotógrafo experimentado. Ahí ya andaban los compañeros de Camaratres. Tenía la cámara con el flash y me di cuenta de que iba a ser difícil sacarle fotos a Zitarrosa sin que lo eclipsaran los flashazos en las espaldas de mis colegas. Entonces medí la luz, vi que me alcanzaba con un treintavo de velocidad de obturación, saqué el flash y puse la cámara en treinta. Con la emoción del momento
y las carreras, me quedó todo movido. Algunos colegas me han dicho que hoy en día esas fotos podrían ser publicadas en medios de prensa con una visión más moderna de la fotografía, pero en aquel momento no se concebía publicar fotos movidas. Ni siquiera las mostré. Cuando revelé y vi el resultado me quería matar. Solamente publicaron de Zitarrosa lo que saqué en aebu, en la conferencia de prensa, con flash, bien enfocadas y sin movimiento. Pero de ese rollo no se publicó nada. Sin embargo, en el mismo momento que vi la tira pensé: «Esto fue lo que se sintió». Me decidí a presentar las fotos a un llamado de una muestra en la Galería del Notariado. Se expusieron. Hubo gente que se me acercó lagrimeando para comentarme las emociones que le provocaban esas fotos, el regreso de Alfredo…
Pasemos a tu experiencia como mujer fotógrafa, en particular a la primera exposición colectiva de mujeres en Uruguay, «Campo minado», de 1988. Allí presentaste una serie sobre tu cotidianidad como madre, trabajadora, esposa. ¿Cómo fue la elección del tema y la producción de esa serie? Viste que te dije que había sido criada como varón… A los 28 años, cuando
nació mi hijo, me enteré de que era mujer y de lo que ello implica. Fue como que cayó una bomba en la casa y había que empezar a reordenar todo, a replantearse la vida. Porque fue muy despareja la carga de responsabilidades. Espero que ahora no sea así, pero cuando fui madre por primera vez, hace treinta y cuatro años, de la noche a la mañana te convertías en la virgen María, en una mujer perfecta, comprensiva, dulce, ama de casa, limpiadora impecable, la cocina perfecta, el niño otro tanto. Y resulta que era la misma Lilián de la semana pasada, y me dolía todo, porque había parido, estaba cansada y no me daba el tiempo para todo lo que tenía que encarar. ¡Me quedaba dormida! Ahí sí militaba orgánicamente en la ujc [Unión de Jóvenes Comunistas], en el suplemento Vamos de El Popular. Me quedaba dormida en las reuniones, en las actividades, era impresionante, vivía agotada. Entonces, en eso, Diana propuso a varias fotógrafas, entre ellas a mí, hacer una muestra colectiva de mujeres. También estaba Dina Pintos, que hizo el texto y acompañó el proceso. No me acuerdo de que haya participado en la selección de fotos, capaz que sí. El planteo de la muestra era que cada una eligiera su propia temática. Ahí mismo se me ocurrió la serie.
¿Cómo eran las fotos?
Eran sobre el registro de mi vida en ese entonces: levantarse con el reloj, tener un tacho de pañales para lavar, tener que preparar el desayuno, aprontarme, aprontar al niño, tender los pañales (que eran de tela), salir para el trabajo, subir al ómnibus, marcar la tarjeta, trabajar, después volver, recoger al niño, traerlo, bañarlo, hacerle la comida, hacerle la mamadera, cocinar para el marido. Todo yo. Me acuerdo que un crítico escribió sobre las fotos: «Todo debe hacerse, nada debe faltar». Tal cual. La serie original era de dieciocho fotos, blanco y negro, todas verticales y tomadas con gran angular. En la exposición ocuparon tres paneles de seis fotos cada uno.
pero lo tuyo lo entiendo bien, me queda claro, yo sé bien qué es todo eso».
¿Tu planteo era una declaración feminista?
No, nada que ver con el feminismo todavía.
Sin embargo, era un trabajo muy político.
¿Cómo te sentiste cuando Diana las convocó para la muestra?
Fue muy fuerte. Maida Moubayed, que también fue parte de «Campo minado», dijo: «Yo me planteé: ‘Este es mi momento’». Y fue exactamente lo que yo sentí: «Esto soy yo. Este es mi momento». Me acuerdo de que la madre de Estela Peri, otra de las compañeras que participó de la exposición, se me acercó y me dijo: «Que bueno lo tuyo, porque lo de las demás está bueno, pero no lo termino de entender,
Totalmente, es que la realidad supera al planteo. Se antepuso a este. Yo aún no había tomado conciencia política. Tenía sí el peso con el que estaba cargando y eso es lo que se ve en la serie. A mí me superaba la situación y no encontraba la solución. Un día, en una reunión de feministas, Sara Youtchak dijo: «La diferencia del feminismo con cualquier otra lucha es que la lucha no termina cuando entrás a tu casa, sino que sigue ahí. Vos podés militar en un sindicato, en una cooperativa en un comité, y la lucha, cuando entrás a tu casa, se queda afuera. Con el feminismo no: cuando entrás a tu casa, esa lucha continúa».
A partir de ahí, no hice ninguna otra presentación de mis fotos hasta el año 95.
¿Seguiste exponiendo con otras mujeres?
Mientras mis hijos fueron chicos, tuve que olvidarme del tema. Salvo los trabajos de teatro, que me permitían expresar cosas personales desde la escena, hice muy poco desde lo creativo. Desde «Campo minado» se hizo necesario un receso. Recién en 1995 hicimos otra exposición de mujeres y con diferente integración. Se llamó «A ojos vistas». Ahí conocí a Annabella Balduvino, Ana Casamayou e Inés Filgueiras, entre otras. Fue mi reenganche con el mundo fuera de casa. Por esos años también me separé. Por entonces trabajaba en mi laboratorio y en el teatro, tenía poca vida social. Y después, en el 2000, se me ocurrió convocar a la exposición que se llamó «Cuarto creciente», nombre que se le ocurrió a Mariana Méndez. Participamos cerca de cuarenta mujeres fotógrafas y ocupamos tres salas simultáneas: el atrio de la Intendencia, la Galería del Notariado y en la Fundación Buquebus. Hicimos un gran catálogo. Estuvo muy buena.
¿Te sentís parte de una generación fotográfica?
Me siento parte de mi generación. Estudiamos y nos hicimos adultos en dictadura, luchamos contra esta, fantaseamos con la democracia y vivimos con miedo de
perderla. La cámara nos acompañó en todos estos procesos y, más allá o acá de diferentes estéticas y/o modos de encarar la realidad, somos parte de un tiempo. Como mujer, soy de la generación que salió a trabajar. Cambiamos y exigimos cambiar y educamos para que hoy las hijas nos den cátedra de feminismo. Creo que hay conexión en las temáticas y, a veces, en los criterios de mis compañeros y compañeras de ruta en la fotografía. Fundamentalmente, aquello de ser de la generación del silencio, que nos llevó a tener un discurso cuidado, sugiriendo lo que era urgente decir. También somos una generación que se manejó con muy poco conocimiento de lo que se hacía en otras partes del mundo. Yo estudio fotografía desde la década del setenta y la primera vez que escuché la expresión fotografía de autor fue en el 89, en una reunión de «Campo minado», de labios de Maida Moubayed. Puede haber sido una carencia personal, pero la propuesta educativa en fotografía era bastante básica. Modestamente, creo que hicimos mucho con lo poco que tuvimos.
¿Cómo siguió tu trabajo como laboratorista?
Trabajé en algunos laboratorios fotográficos color hasta el año 89. Mucha
gente del rubro me recomendó poner un laboratorio blanco y negro. Y así hice. Empecé a hacer revelado y copia blanco y negro para un laboratorio color (Magicolor) y para Ricardo Garcés, fotógrafo de sociales. Al poco tiempo comenzaron a ponerse de moda las fotos de los casamientos en blanco y negro. En algunos casos, un rollito blanco y negro entre varios de color; en otros casos, todo en blanco y negro. Una locura. Después también los cumpleaños de 15. A los pocos años arrasé con la inmensa mayoría de los socialeros de Montevideo. Trabajé muy bien por muchos años. Pero me insumía mucha dedicación, porque una cosa es ser empleado y otra emprendedor. Era explotación por mí misma, no tenía horarios, no tenía feriados, no podía enfermarme… lo que le pasa a cualquiera que trabaja por su cuenta. Además, mis hijos eran chicos. El laboratorio químico es muy lindo, pero cuando tenés que estar muchas horas a oscuras es complicado. Trabajé muy bien, en un momento muy necesario. Desde el año 89 hasta el 2004. En el 2002 salió la tecnología digital y prácticamente quedó en desuso lo que yo hacía. Dejó de existir lo que yo sabía hacer. Me agarró la piqueta fatal del progreso.
¿Y qué hiciste?
Yo odiaba el digital. En el año 2000 se me ocurrió hacer un curso de fotografía de sociales. Trabajaba en el laboratorio, mis clientes eran socialeros y en aquel momento tenían mucho trabajo, siempre estaban buscando fotógrafos. Un día, Jorge Cholaquides (que era cliente de mi laboratorio) me propuso cubrir una fiesta y acepté. Le gustó mi trabajo y comenzó a mandarme a otros eventos y también que lo acompañara a él para aprender más de su forma de trabajo. Lo mismo hizo Francisco Sacco. Y trabajé para los dos. También para Ricardo Garcés. Los socialeros antes —y ahora capaz que alguno también— era gente muy poco preparada en el conocimiento teórico de la fotografía. Se mandaban con cámara y flash, más o menos con unos parámetros que les daban un resultado aceptable y con eso bastaba. Entonces, como tengo buena base teórica, sumando lo que estos señores me enseñaron y lo que aprendí haciendo, armé un curso de fotografía de eventos sociales que comprendía entre tres y cuatro meses. Lo presenté en fcu, Aquelarre y Dimensión Visual, que fue la escuela que finalmente me aceptó. La dirigían Ana Casamayú y Carlos Amérigo, y di algunos de estos cursos
con ellos en el local de la calle Florida. Por el año 2004 me llamó Annabella Balduvino, de Aquelarre, para invitarme a formar parte del plantel docente del taller. Me vino bárbaro, porque justo fue en el momento en que el laboratorio estaba llegando a su fin. Ese mismo año murió mi papá. Él me ayudaba mucho en el laboratorio. Con él me vinculé a la fotografía y en el mismo año murieron el laboratorio y mi papá.
¿Qué curso dabas en Aquelarre?
El integral. Fue precioso. Y justo a tiempo. A partir de ahí me enganché con la docencia. Empecé en Dimensión Visual y seguí en Aquelarre (donde estoy hasta el día de hoy). En la docencia aprendí mucho de Carlos Sanz, un grande. Años después propuse un taller llamado «Selfies y mucho más» en La Pro de Pando. Allí di ese taller durante tres años. Después me presenté como tallerista en enseñanza secundaria, y hoy trabajo en los liceos 29 y 69.
Comentaste sobre tu trabajo como fotógrafa de teatro. ¿Cómo empezás con esa otra rama?
Empecé en la década del noventa. Me recomendaron por error, porque creían
que yo tenía experiencia en teatro. Marcelo Isaurralde, que era el fotógrafo de El Galpón, se había ido a España. Quedaron sin fotógrafo y me recomendaron a mí. La primera obra que fotografié fue Ulf, en el Galpón, con Stella Texeira y Juan Gentile. Me defendí bastante bien y en pocos años había pasado por las mejores compañías de teatro de acá: El Galpón, Italia Fausta, el Circular, Casa de Comedias. Fue un buen momento. Después sucedió que apareció gente ofreciendo, además, el diseño. También coincidió con que empecé a trabajar muy fuerte en mi laboratorio.
También, en un momento, en tu libro decís que trabajaste recorriendo playas con cámara en mano.
La primera vez que hice temporada fue en el año 93, pero los nenes eran chicos y no podía dejar el laboratorio en el verano. La experiencia fuerte fue entre 2005 y 2012. Es un trabajo que está bastante venido a menos. En Punta del Este hay una tradición, sobre todo entre el público porteño, de hacerse buena fotografía en la playa. Eso empezó antes. Retomé, como te digo, en el 2005. El turismo de mayor poder adquisitivo se concentraba en la punta. Después se empezó a diversificar
y comenzaron a ponerse de moda La Barra de Maldonado, José Ignacio y ahora se extiende hasta Rocha. Pero en aquel momento, en las décadas del ochenta y noventa, en Gorlero, de noche se concentraba la presencia de turistas. Había varios fotógrafos por cuadra. Sacaban unas fotos cuestionables, con flash en la calle, a veces hasta robadas. Eran otros tiempos y la gente podía llegar a comprar varias fotos de una misma noche. Los fotógrafos de allá tenían mucha claridad para el negocio, para hacer posar sobre todo a las mujeres. Había un colega al que las porteñas le decían el Cirujano, porque las hacía posar con tanta genialidad que todas quedaban hermosas, sin que aquello reflejase la realidad. El trabajo se volvió más calificado y había que competir cada vez más. Tenías que tener un buen lente, saber hacer posar a la gente, iluminar bien, porque las tomas podían ser incluso al mediodía. En ese momento se hacía una fotografía de mucha calidad. Ya la gente no compraba cualquier cosa. Yo me dedicaba especialmente a los niños. La verdad es que el trabajo me gustaba mucho, porque me pasaba el día en la playa. Annabella Balduvino siempre me decía: «Cuando volvés de la temporada nadie dice que volvés de trabajar, porque
venís radiante». Fue una actividad que disfruté, en un lugar que me gusta mucho y bien remunerado.
¿Cuándo te diste cuenta de qué dirección querías tomar en fotografía? ¿Te definís en una línea de trabajo en particular?
Creo que lo que mejor me representa es la muestra «Partos de luz». Yo creo que esa es mi principal manera de expresarme y mi línea de trabajo.
¿Cómo definís «Partos de luz»? Son fotografías coloridas, de mucha belleza y de mucha subjetividad. No son abstractas, porque son objetos reconocibles, pero tampoco son descriptivas. Reflejan emociones y estados de ánimo. Otras cosas han sido trabajos. Pero, en realidad, yo creo que mi estética es esa. Sigo haciendo cosas que no describen nada.
Sin embargo, lo que habías hecho para «Campo minado», hace un tiempo, era muy concreto. Cierto, pero muy subjetivo. No fotografié al otro, sino mi entorno directo. Porque la cámara estaba viendo lo que yo veía. La cámara fue mis ojos. Estos también son mis ojos. No es lo mismo, por ejemplo,
cuando le saqué la foto a Seregni en el acto del 1º de Mayo del 84, donde me está mirando. En esa foto estoy fotografiando al otro. Y lo que hay es mucha sintonía. Hay un juego de miradas cómplices, las personas que están en la foto y yo, estamos en un mismo estado de ánimo. Son vetas diferentes de mi trabajo.
En 2002 organizaste una muestra pionera en nuestro medio, «Luces del silencio», sobre fotografía en dictadura, expuesta en 2002. ¿Cómo surgió la idea? Se me ocurrió a mediados de los noventa, en Perú. Fuimos varios fotógrafos en un viaje que se organizó a partir de la escuela Dimensión Visual. Por ese entonces, el ejército y la represión estaban muy presentes en Perú. Fujimori estaba en la plenitud de su dominio. El ambiente me transportó, desde mi sensibilidad, a lo vivido en dictadura acá. En ese momento comprendí que quienes hicimos fotografía entre el 73 y el 85 utilizamos una estética determinada por la falta de libertad. Ahí empecé a pensar en la idea de juntar a los y las fotógrafas que vivimos en el país en esos años. Cuando llegué a Montevideo hablé con Gorila [José Luis Sosa]: «Me parece que tendríamos
que hacer una exposición en donde participemos los fotógrafos que trabajamos durante la dictadura, con las fotos que produjimos en ese período». Fue por invitación a un total de veinticinco fotógrafos, entre ellos Roberto Schettini, Mario Schettini, Edgardo Ventura, Diana Mines, Alicia Carballo, Amalia Pedreira, Benjamín Castelli, Cyro Giambruno, José Luis Sosa, Marisa Adano, Noel Viana, Mario Batista, Nelson Waisntein, Guillermo Robles, Nancy Urrutia, Walter Crivocapich, Daniel Laizerovich y Gustavo Castagnello. Cada quien eligió sus fotos, compartió, opinó, pero era responsable de su trabajo. Dina hizo la edición final, consiguiendo un relato único a partir del conjunto de relatos individuales. Porque en algún momento se había planteado que estuvieran juntas por autor, pero encontramos que era más enriquecedor si se les daba otra lectura. Pedimos el atrio de la Intendencia y estaba todo ocupado ese año, entonces la hicimos el siguiente.
Cuando fueron apareciendo las fotos, ¿viste un común denominador que llamó tu atención?
Sí, lo bueno que era el lenguaje ante la censura. A veces digo: «No le vamos a
agradecer a la dictadura eso», pero desde ese punto de vista fue muy bueno. Porque, como no podíamos decir claramente lo que pensábamos o sentíamos, teníamos que buscar otros caminos creativos. Ver todo eso junto estuvo bueno. Aportábamos con nuestro trabajo repudiando a la dictadura. Se creó un lenguaje interesante, que comunicó lo necesario en su momento.
Esas fotos que se expusieron, ¿sabés dónde circularon en su momento? Había fotos que eran conocidas por los concursos del Foto Club y en su entorno. Por ejemplo, en el club, Hugo Marinari proyectaba su audiovisual «Libertad, libertad» en pleno año 81 y era sobre la Guerra Civil Española. Indudablemente había una referencia directa a la dictadura en Uruguay. Verlo en aquel momento, escuchar los versos de Miguel Hernández, era conmovedor y una señal de resistencia.
¿Continuás en algún proyecto vinculado a mujeres?
Lo más reciente es el colectivo En Blanca y Negra, aunque ahora estamos en stand by. La idea surgió junto a Adriana Cabrera hacia 2015. Siempre
nos encontrábamos en el acto del 1.º de Mayo sacando fotos. Ella tuvo una militancia política fuerte, su padre está desaparecido, y empezó a trabajar el tema de las mujeres hace algunos años. Me propuso convocar mujeres, primero para el 8 de marzo. La idea era que mujeres fotógrafas llevaran una foto por los derechos de las mujeres a 18 de Julio, para colgarlas donde fuera. Nos presentamos siete mujeres con fotos y las colgamos en la Plaza Cagancha. Luego convocamos a una segunda reunión. Fuimos Adriana, Estela Peri, Sandra Araújo y llamamos a Ana Casamayou. Entonces empezamos a hacer un trabajo más militante. Yo hacía tiempo quería hacer algo sobre la mujer trabajadora. Ana sacó una primera foto del tema y a partir de ahí nos pusimos de acuerdo en la estética que seguiríamos. Empezamos a movernos para conseguir apoyos para exponer retratos de mujeres trabajadoras en gran formato y en espacios públicos. El CdF nos apoyó en determinadas cosas. También pedimos apoyos al pit-cnt, que con el Departamento de Mujeres de la Intendencia nos apoyaron e hicieron posible concretar el sueño. La idea fue trabajar con mujeres trabajadoras, sin relevancia pública, para visibilizarlas. Buscábamos mujeres anónimas.
Definimos primero un número de 15 mujeres —a partir de un cálculo que habíamos hecho del lugar dónde íbamos a colocar las fotos—, que era un número divisible entre las cinco que conformamos el grupo colectivo En Blanca y Negra. Cada una de las participantes de nuestro colectivo eligió a sus fotografiadas. Estarían mirando a la cámara, paradas y en su lugar de trabajo. Las medidas eran de 1,30 de ancho por 3 metros de alto, para cubrir el muro elevado que hay entre la plaza Mártires de Chicago y el Palacio Legislativo. Mandamos imprimir las lonas y las expusimos en la Plaza 1.º de Mayo en el día del acto. Hasta hubo que conseguir una grúa de la Intendencia y el equipo idóneo para colocar las gigantografías en el muro, a unos ocho metros de altura. Ese año, en el acto del pit-cnt no se le dio la palabra a ninguna mujer. Entonces, los oradores estaban hablando al público y delante tenían quince mujeres de tres metros cada una, mirándolos. Según supimos después, eso hizo bastante ruido en la central. Al año siguiente, una de las que estaba fotografiada era la nueva presidenta del pit-cnt. Por supuesto que no fue por nuestra intervención urbana, pero un granito de arena pusimos.
También hicieron una intervención en Plaza Independencia.
Sí, con el mismo colectivo. Fue antes de las elecciones internas y se llamó «Cosa de mujeres». Las intervenciones urbanas nos facilitan un acceso directo a un público lo más vasto posible. Ese es uno de los objetivos fundamentales del colectivo. En esta intervención fueron 43 mujeres. Les tomamos una foto a cada una con la banda presidencial. El criterio de selección fue el mismo que en la movida anterior, pero ahora no podían tener una participación político partidaria. A todas se les preguntó cuál sería su primera decisión que tomarían en caso de ser electas presidentas. Rodeamos el mausoleo de José Gervasio Artigas en la Plaza Independencia con las fotos de estas mujeres y su primera medida como presidenta. Otra vez el objetivo fue visibilizar mujeres, esta vez, como posibles presidentas.
Me llamo Lilián Castro Soto. Soy hija de Edison y de Obdulia, tengo dos hijos —Santiago y Natalia— y una nieta, Maite. Soy fotógrafa y docente de fotografía. Nací en un 30 de octubre de 1959. Fui a la escuela y al liceo públicos, en los tiempos de cuatro años de liceo y dos de preparatorios. En la escuela, nos movían los vendavales de la política nacional, y con túnica y moña hablábamos encendidamente de Wilson, Seregni y Pacheco. A poco tiempo de entrar al liceo todo se silenció y se hablaba bajito de cárceles y exilios. Bailé con Travolta y soñé con El gran Gatsby Prontamente, de la mano de mi padre, entró la fotografía a mi vida. Su estudio me llenó de amigos, me dio trabajo y me llevó a esa linda práctica de buscarme y exponerme. Estudié fotografía en el Ateneo de Montevideo, allá por el 77. Luego, en el 81, en la Asociación de Fotógrafos Profesionales del Uruguay. Entré al Foto Club Uruguayo ese mismo año. Tomé café en el Sorocabana de 18 de Julio, y el medio y medio era de caña con vermut. La cámara retrató mis luces y mis sombras. Calles, guitarras y cielos. Los esperados abrazos y la nueva vida en pañales. Fui testigo privilegiada de momentos históricos e inolvidables para toda una generación.
Esos pedacitos de vida que he logrado rescatar del olvido me trajeron hasta aquí.
Asistí a talleres con Trigve Yuyo Rasmussen, Héctor Borgunder, Nelbia Romero, Carlos Sanz, Annabella Balduvino, Daniel Casselli, Guillermo Baltar y Diana Mines en el ámbito nacional, y con referentes latinoamericanos como Luis González Palma, Nelson Garrido, Marcelo Brodsky, Miguel Chikaoka, Joao Ripper y con Luis Camnizter, uruguayo residente en Estados Unidos.
Pasé del rollo de sales de plata y el revelado químico en la intimidad de luz roja a los píxeles y las computadoras. Pasé obligada y me terminó gustando. Comencé a dar clases en el año 2000, con un taller de Fotografía de Eventos Sociales, de mi autoría, en Dimensión Visual. Luego vino el taller Aquelarre, con sus cursos integrales, y meterme de lleno en la docencia.
Desde mi taller El Lente de Eva trabajamos con una mirada femenina. Me fui a Pando, y con Mirando Pando recorrimos las calles retratando a la ciudad y a su gente. Ahora, con Selfies y Mucho Más, en educación secundaria, estamos, con nuevas generaciones de fotógrafos, redescubriendo las posibilidades que tiene la luz de contarnos de qué va la vida.
Exposiciones individuales
1991 Álbum. Galería del Notariado, Montevideo.
1996 Locas de amar. Teatro Anglo, Montevideo.
2002 Zurciendo identidades. Foto Club Uruguayo, Montevideo.
2005 Partos de luz . Centro de Fotografía de Montevideo.
2009 142 kilómetros lubolos. Muestra de la Comparsa Lubola La Carolina. Liceo n.° 1 de San Carlos, San José.
2011 No solo de pan. Café Tribunales, Montevideo.
2012 Rojilla. Museo de la Memoria, Montevideo.
2013 Rojilla. Centro Cultural Florencio Sánchez, Montevideo.
Exposiciones colectivas
1981 Fotógrafos + Escritores + Poetas: Montevideo Grupo Proyección, Montevideo.
1984 De regreso. Salón Aniversario Foto Club Uruguayo. Galería del Notariado, Montevideo.
1985 Salón Aniversario Foto Club Uruguayo. Galería del Notariado.
1986 Fotografía uruguaya hoy. Biblioteca Nacional, Montevideo.
1986 Pegatina, Salón Aniversario Foto Club Uruguayo. Galería del Notariado.
1987 Fotografía uruguaya hoy, Sexta Semana de la
Fotografía Nacional Brasilera. infoto , Ouro Preto, Brasil.
1988 Campo minado. Primera muestra colectiva de mujeres fotógrafas de Uruguay. Atrio de la Intendencia de Montevideo.
1989 Exposición y venta de tarjetas y fotografías en la Feria Nacional de Libros, Grabados, Dibujos y Artesanías. Parque Rodó, Montevideo.
1990 Fotoevento . Foto Club Uruguayo. Subte Municipal, Montevideo.
1993 Entretelones , junto a Diana Mines, Gustavo Castagnello y José Pilone. Galería del Notariado, Montevideo.
1995 A ojos vistas . Exposición de mujeres fotógrafas. Atrio de la Intendencia de Montevideo.
1997 Cómplices . Exposición de mujeres fotógrafas. Atrio de la Intendencia de Montevideo.
2001 Cuarto creciente . Exposición de mujeres fotógrafas. Galería del Notariado, Montevideo.
2002 Luces del silencio . Recopilación de fotografía de autor realizada durante el período de dictadura en Uruguay. Atrio de la Intendencia de Montevideo.
2004 Aquelarre xi Aniversario . Atrio de la im 2005 Aquelarre xii Aniversario . Atrio de la im 2006 Aquelarre xiii Aniversario . Atrio de la im 2007 Aquelarre xiv Aniversario . Atrio de la im 2007 Ciudad diez . Las Bóvedas, Montevideo.
2008 Aquelarre xv Aniversario. Atrio de la im
2009 Aquelarre xvi Aniversario. Atrio de la im
2010 Territorios Visibles. 70 aniversario Foto Club
Uruguayo. Fotogalería del Centro de Fotografía, Parque Rodó, Montevideo.
2011 D Cajón, fotografías encontradas. Espacio Cultural de México, Montevideo.
2012 D Cajón, fotografías encontradas. Espacio Cultural de México, Montevideo.
2012 Miradas sureñas. Quito, Ecuador.
2013 Aquelarre xx años. Fotogalería del Centro de Fotografía de Montevideo, Parque Rodó, Montevideo.
2014 Aquelarre xxi años . Museo Torres García, Montevideo.
2015 El lente de Eva D muestra. Casa de la Cultura del Prado, Montevideo.
2015 Aquelarre xxii años. Museo Torres García, Montevideo.
2015 Miradas simultáneas. Se expuso en la Fotogalería del Prado del Centro de Fotografía de Montevideo; en el Centro mec de Florida y en Casa Machango, San Carlos.
2015 Hijas del vidriero. Colectivo En Blanca y Negra. Intervención urbana en la plaza Mártires de Chicago durante el 1.° de Mayo, Montevideo.
2015 Hijas del vidriero. Colectivo En Blanca y Negra, Encuentro Feminista. Facultad de Ciencias
Sociales, udelar , Montevideo.
2016 Hijas del vidriero. Colectivo En Blanca y Negra, gigantografías. Regional Norte, udelar, Salto.
2016 Hijas de vidriero. Colectivo En Blanca y Negra, muestra itinerante, Centro Cultural Goes, Montevideo.
2016 Hijas de vidriero. Colectivo En Blanca y Negra, muestra itinerante, Centro Cívico Luisa Cuesta, Montevideo.
2016 Hijas de vidriero. Colectivo En Blanca y Negra, gigantografías, shopping Melancía, Rivera.
2016 Aquelarre xxiii años. Museo Torres García, Montevideo.
2016 Fotografías amables. Segunda muestra del taller El Lente de Eva. Casa de la Cultura del Prado.
2017 Hijas de vidriero. Colectivo En Blanca y Negra, gigantografías. Salón de los Pasos Perdidos, Palacio Legislativo, Montevideo.
2017 Aquelarre xxiv años. Museo Torres García. Montevideo.
2018 D Cajón, 10 años. Sala de exposiciones Estela Medina, Teatro Solís, Montevideo.
2018 Homenaje Alfredo Zitarrosa. Fotogalería del Centro de Fotografía, Prado, Montevideo.
2018 Revelando construcciones. Taller Aquelarre. Subte Municipal de la Intendencia de Montevideo.
2018 Cosa de mujeres , Colectivo En Blanca y Ne-
gra, intervención urbana. Plaza Independencia, Montevideo.
2018 Genocidios. Muestra de artistas plásticos, viii Congreso Proyecto Cultural Sur. Sala de exposiciones Pablo Neruda, Atlántida, Canelones.
2018 Homenaje a 30 años de Campo minado. Centro de Fotografía de Montevideo.
2019 Inclusión. Espacio Mixtura, Montevideo.
2022 Fotos colgadas. La Cretina, Montevideo.
Premios y distinciones
1980 Primer premio concurso «Rocha, su paisaje y su gente». Cine Club de Rocha.
1983 Primer premio Salón Aniversario Foto Club Uruguayo, Montevideo.
1983 Tercer premio fotografía color, concurso de fotografía artística, proyecto Caminantes, Subte Municipal, Montevideo.
Realizaciones audiovisuales y libros
1984 Participación y codirección del audiovisual Por un paisito sin exclusiones. Comisión por el Reencuentro.
2020 Publicación del libro Lilián Castro, 40 años de fotografías
FOTOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA URUGUAYA
Desde el inicio, en 2002, el CdF ha generado y difundido textos para la reflexión y el estudio de la historia de la fotografía uruguaya. En esa línea, crea espacios para que se conozca y se consolide la fotografía local contemporánea, y busca avanzar en la investigación y modelar un mapa del campo fotográfico histórico y contemporáneo.
Esta colección reúne testimonios de fotógrafos/ as de Uruguay que, tanto por su trayectoria autoral como por su aporte docente, han contribuido significativamente a la construcción del espacio fotográfico del país. Cada ejemplar incluye una entrevista en la que el fotógrafo/a es consultado/a sobre su relación con la fotografía. Se incluye la formación, el lugar de la técnica en la obra, las etapas del proceso creativo, las diferentes búsquedas, el manejo de la edición y de la posproducción, la influencia de otros autores, la vinculación con colegas, la experiencia laboral y docente, entre otros temas.
Las publicaciones tienen un doble propósito: generar textos y fuentes para la historia de la fotografía y conservar la memoria sobre esa historia. Entendidas como documentos, son portadoras de informaciones para revisar, construir y cuestionar la historia de la fotografía local. Además, en el futuro, acercarán la comprensión de las particularidades del pensamiento fotográfico del presente.
A la entrevista se suman imágenes que sintetizan las etapas y búsquedas en la producción de la persona entrevistada—seleccionadas con un criterio que permite reconocer los cambios en el tiempo— y una reseña biográfica que reúne datos y fechas destacadas.
El sentido del Centro de Fotografía de Montevideo (CdF) es incentivar la reflexión, el pensamiento crítico y la construcción de identidad ciudadana a partir de la promoción de una iconósfera cercana. Esto implica, por un lado, poner en circulación imágenes vinculadas a la historia, el patrimonio y a la identidad de los uruguayos y latinoamericanos, que les sirvan para vincularse entre sí y que los interpelen como sujetos sociales, en el entendido de que, pese a que su cotidianidad está marcada por la circulación masiva de imágenes, pocas tienen que ver con esos aspectos. Por otro lado, ese objetivo implica la necesidad de facilitar el acceso, tanto de los autores de imágenes uruguayos y latinoamericanos como de los ciudadanos en general, a las herramientas técnicas y conceptuales que les permitan elaborar sus propios discursos y lenguajes visuales.
Sobre la base de estos principios y desde enfoques y perspectivas plurales nos proponemos ser una institución de referencia a nivel nacional, regional e internacional, generando contenidos, actividades, espacios de intercambio y desarrollo en las diversas áreas que conforman la fotografía.
El CdF se creó en 2002 y es una unidad de la División Información y Comunicación de la Intendencia de Montevideo. Desde julio de 2015 funciona en el que denominamos Edificio Bazar, histórico
edificio situado en Av. 18 de Julio 885, inaugurado en 1932 y donde funcionara el emblemático Bazar Mitre desde 1940. La nueva sede potencia las posibilidades de acceso a los distintos fondos fotográficos y diferentes servicios del CdF.
Gestionamos bajo normas internacionales un acervo que contiene imágenes de los siglos XIX, XX y XXI, en permanente ampliación y con énfasis en la ciudad de Montevideo. Además, creamos un espacio para la investigación y generación de conocimiento sobre la fotografía en sus múltiples vertientes. En el año 2020, el CdF resolvió liberar los derechos de las imágenes del archivo fotográfico histórico, para su uso colectivo en alta resolución. Esto implica que toda la sociedad pueda acceder sin restricciones a contenidos que le pertenecen.
Contamos con los siguientes espacios destinados exclusivamente a la exhibición de fotografía: las salas ubicadas en el edificio sede –Planta Baja, Primer Piso, Segundo Piso y Subsuelo– y las fotogalerías Parque Rodó, Prado, Ciudad Vieja, Peñarol, EAC (Espacio de Arte Contemporáneo), Plaza Cagancha, Goes, Capurro, Unión, Santiago Vázquez (ubicada dentro de uno de los predios del centro de reclusión) y Parque Batlle concebidas como espacios al aire libre de exposición permanente. También gestionamos otro tipo de espacios expositivos como los fotopaseos del Patio Mainumby y la Plaza
de la Diversidad en Ciudad Vieja, el Parque de la Amistad, el Mirador de la Intendencia de Montevideo, el Jardín Botánico, el Intercambiador Belloni, la Terminal Colón, así como un espacio dentro del Centro Cívico Luisa Cuesta en Casavalle.
A fines de 2019 el Centro de Fotografía se consagró como el primer Servicio de la Intendencia de Montevideo en ganar el Premio Nacional de Calidad que otorga INACAL (Instituto Nacional de Calidad). La institución está comprometida en el proceso de optimización de la organización y planificación del trabajo, y desde el año 2013 está certificada en Gestión de Calidad en todos sus procesos a través de la Norma ISO 9001:2015. Seguimos trabajando en equipo en la Mejora Continua de nuestros procesos de Calidad, con el foco puesto en la ciudadanía.
Intendenta de Montevideo Carolina Cosse
Secretaria General Olga Otegui
Directora División Información y Comunicación Marcela Brener
Equipo CdF
Director: Daniel Sosa. Asistente de dirección: Susana Centeno. Jefa administrativa: Verónica Berrio. Coordinadora Sistema de Gestión: Gabriela Belo. Coordinadores: Gabriel García, Mauricio Bruno, Victoria Ismach, Lucía Nigro, Johana Santana. Planificación: Andrea López, Luis Díaz, David González, Marcos Martínez. Secretaría: Francisco Landro, Martina Callaba, Natalia Castelgrande, Andrea Martínez. Administración: Eugenia Barreto, Mauro Carlevaro, Andrea Martínez. Gestión: Federico Toker, Emilia Alfonso. Producción: Mauro Martella. Curaduría: Victoria Ismach, Lina Fernández, Sofía de los Santos. Fotografía: Andrés Cribari, Luis Alonso, Ricardo Antúnez, Lucía Martí. Ediciones: Andrés Cribari, Nadia Terkiel, Vanina Inchausti. Expografía: Claudia Schiaffino, Mathías Domínguez, Nadia Terkiel, Martín Picardo, Jorge Rodríguez, Guillermo Giansanti, Belén Perna. Conservación: Sandra Rodríguez, Valentina González, Jorge Fernández. Documentación: Ana Laura Cirio, Mercedes Blanco. Digitalización: Gabriel García, Horacio Loriente. Investigación: Mauricio Bruno, Alexandra Nóvoa, Jazmina Suarez. Educativa: Lucía Nigro, Lucía Surroca, Magela Ferrero, Nataly Parrillo, Mariano Salazar, Maximiliano Sánchez, Nicolás Vidal, Jennifer Da Luz. Mediateca: Noelia Echeto. Atención al público: Johana Santana, Gissela Acosta, Valentina Cháves, Andrea Martínez, José Martí, Leonardo Rebella, Victoria Almada, Camilo Castro, Gastón Fagundez, Romina Rodríguez, Soledad Bentancur. Comunicación: Elena Firpi, Natalia Mardero, Laura Núñez, Lucía Claro, Analía Terra. Técnica: José Martí, Leonardo Rebella, Pablo Améndola, Miguel Carballo. Actores: Darío Campalans, Karen Halty, Pablo Tate.
Lilián Castro / Lilián Castro; entrevista por Alexandra Nóvoa; Centro de Fotografía de Montevideo. 1era ed. - Montevideo: CdF Ediciones, 2022.
52 p. : fot. color ; 17 x 17 cm. (Fotografía Contemporánea Uruguaya, [17]).Entrevista realizada el 16 de marzo de 2022.
ISBN 978-9915-9426-8-1
CDU: 77-051(899) (047.53)
1. FOTOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA - URUGUAY.
2. FOTÓGRAFOS URUGUAYOS S.XX-XXI.
© CdF Ediciones. Diciembre 2022. 500 ejemplares. Centro de Fotografía. http://CdF.montevideo.gub.uy. CdF@imm.gub.uy. Intendencia de Montevideo, Uruguay. Prohibida su reproducción total o parcial sin previo consentimiento. Realización: Centro de Fotografía / División Información y Comunicación / Intendencia de Montevideo. Realización de entrevista: Alexandra Nóvoa/CdF. Desgrabación: Elisa Rodríguez/CdF. Edición de texto: Alexandra Nóvoa/CdF y Lilián Castro. Corrección: María Eugenia Martínez. Texto final revisado por: Lilián Castro. Diseño: Nadia Terkiel/CdF y Andrés Cribari/CdF. Impresión: Gráfica Mosca. Montevideo - Uruguay. Depósito Legal 382.292. Edición Amparada al Decreto 218/96.
Lilián Castro. 23 de mayo de 2022. (Foto: 91452FMCMA.CDF.IMO.UY - Autora: Lucía Martí/CdF).