GNR GNR GNR G N R // ycaminosarmado:mujeresPatriarcado,yconflictoarandoparalapazlanorepetición Claudia Mejía Duque Sylvia Cristina Prieto Dávila Jenifer Paola Caicedo Artunduaga Marta Lucía Tamayo Rincón Marcia Rojas Moreno Kelly Tatiana Paloma Culma CONSULTORÍA PARA LOS DERECHOS HUMANOS Y EL DESPLAZAMIENTO CODHES
// ycaminosarmado:mujeresPatriarcado,yconflictoarandoparalapazlanorepetición Claudia Mejía Duque Sylvia Cristina Prieto Dávila Jenifer Paola Caicedo Artunduaga Marta Lucía Tamayo Rincón Marcia Rojas Moreno Kelly Tatiana Paloma Culma CONSULTORÍA PARA LOS DERECHOS HUMANOS Y EL DESPLAZAMIENTO CODHES
Subdirección Jorge Durán Pinzón Coordinación de Reparación Colectiva Marcos Oyaga Coordinación Administrativa Fabián Dicelis Bulla Coordinación de Comunicaciones Francy Barbosa Maldonado Coordinación Editorial Juan Sebastián Solano Ramírez Corrección de texto Hernando Sierra Diseño y diagramación Laura Melissa Ruano
Dirección Marco Romero Silva
© Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES)
Preparación editorial Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES) Carrera 6 n.° 34-62 Tel: (+601) 232 5666 Bogotá, Colombia, Suramérica www.codhes.org
Esta publicación se realiza en el marco de las acciones adelantadas por el Programa de Participación y Reparación Colectiva de las Víctimas, implementado por CODHES en cooperación con USAID. Esta publicación es posible gracias al generoso apoyo del pueblo estadounidense a través de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Los contenidos son responsabilidad de CODHES y no reflejan necesariamente las opiniones de USAID o del Gobierno de los Estados Unidos.
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición (CC BY-NC 4.0) licenses/by-nc/4.0/legalcodehttps://creativecommons.org/
© Autoras, Claudia Mejía Duque, Sylvia Cristina Prieto Dávila, Jenifer Paola Caicedo Artunduaga, Marta Lucía Tamayo Rincón, Marcia Rojas Moreno y Kelly Tatiana Paloma Culma ISBN (papel): 978-958-8881-68-3 ISBN (digital): 978-958-8881-69-0 Agosto de 2022
REFERENCIAS � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 67
AGRADECIMIENTOS
La igualdad con las mujeres como centro de la no repetición de la violencia de género y del conflicto armado� � � � � � � � � � � � � � � 43
� � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 13
La profundización de la violencia en contra de las mujeres durante el conflicto � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 22
La relación entre patriarcado y conflicto armado � � � � � � � � � � � � � 31
INTRODUCCIÓN
Una cultura de igualdad con las mujeres como cimiento de una cultura de paz � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 46
El fortalecimiento del Estado para una igualdad de género como bien público en Colombia � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 54
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Una representación de la seguridad humana incluyente de los derechos de las mujeres � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 50
� � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 5
PRESENTACIÓN
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El patriarcado en la violencia de género y el origen, la permanencia y la repetición de la guerra � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 21
// Contenido
PRÓLOGO
Participación paritaria de las mujeres en todos los escenarios de toma de decisión � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 61
� � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 11
Un estatuto de la igualdad para las mujeres � � � � � � � � � � � � � � 90
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Reformas al Estado dirigidas a alcanzar la igualdad para las mujeres como un bien nacional � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 79
PERFIL DE LAS AUTORAS � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 103
Un Estado que antepone en su entramado la igualdad para las mujeres es un Estado que propicia condiciones para la paz � � � � � � 80 Las autonomías como requisitos para el goce efectivo de los derechos de las mujeres vs. los nudos estructurales de la desigual dad que enfrentan � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 83
Reformas a los mecanismos de participación para la democracia paritaria
La acción afirmativa como mandato ineludible para alcanzar la igualdad material para las mujeres � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 85
Reformas al sector de la seguridad desde la perspectiva de los derechos y las autonomías de las mujeres
La pedagogía por el cuidado de la vida como antídoto de las prácticas patriarcales � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 94
REFERENCIAS
Introducción � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � � 75
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Sembrar la igualdad para las mujeres en toda su diversidad como cimiento de paz y garantía de no repetición: transformaciones para la desestructuración del patriarcado � � � � � � � � � � � � � � � � 75
De la multiplicidad de pactos al Pacto Educativo Antipatriarcal como fundamento de una pedagogía feminista para la paz � � � � � � 96
Pactos por la igualdad para las mujeres y la desestructuración del patriarcado para cimentar la paz: la educación como eje transformador que atraviesa lo individual, comunitario e institucional
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La colección Garantías de No Repetición forma parte de un esfuerzo de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES) para ampliar la deliberación pública sobre este campo estratégico de la justicia transicional y específicamente para hacer contribuciones al proceso de adopción e implementación de las recomendaciones propias del mandato institucional de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), creada por el Acuerdo Final de Paz suscrito entre el Estado colombiano y la insurgencia de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Esta colección está formada por un conjunto de documentos, elaborados por especialistas, hombres y mujeres, a partir de dos criterios básicos: 1) analizar la información, los informes y, en general, el conocimiento disponible sobre la verdad de las graves afectaciones a las víctimas de Colombia, ocurridas como consecuencia de violaciones sistemáticas de los derechos
Prólogo
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Como se puede apreciar, este ejercicio se limita a algunos campos de un problema mucho más extenso. Se buscó hacer una priorización a partir de la información disponible sobre la gran diversidad de iniciativas académicas sociales e institucionales en esta materia, la necesidad de aportar a sectores
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• Propuestas
humanos e infracciones al derecho internacional humanitario, en el contexto del conflicto armado; 2) hacer una lectura crítica y comprehensiva del marco teórico, los instrumentos y rectores vigentes a nivel nacional e internacional sobre la naturaleza y el alcance de las garantías de no repetición (GNR) y, en general, sobre los derechos de las víctimas, así como de las recomendaciones de no repetición previamente formuladas para el caso colombiano. La colección Garantías de No Repetición incluye las siguien tes obras: • Medidas de no repetición de la violencia sociopolítica en la educación de garantías de no repetición referidas al rol de la cultura Pueblos Indígenas y garantías de no repetición de las vio lencias en Colombia Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición Economía política del destierro armado en Colombia: recomendaciones de no repetición Garantías de no repetición para el campesinado colombiano Nexos y daños que se repiten: ilicitud, conflicto armado y políticas de drogas Para que nunca jamás ¡Reparación histórica e integral ya!
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principios
afectados por patrones de victimización masiva y desprotección estructural y la disponibilidad de tiempo y recursos. En la situación de Colombia, la cuestión de las garantías de no repetición tiene un carácter imperativo y estratégico, dada la magnitud y la gran diversidad social y territorial del uni verso de las víctimas y dados los factores causales y determinantes de la persistencia de un conflicto de tan larga duración.
El desafío más inmediato consiste, precisamente, en buscar medidas de no repetición en medio de la continuidad de violencias sistémicas y estructurales que persisten a pesar del trascendental Acuerdo Final de Paz, suscrito en 2016. Colombia tiene una larga experiencia de lucha por el reconocimiento de los derechos de las víctimas en medio del conflicto, pero también la conciencia de las profundas restricciones que implica esta disyuntiva. No solo hemos vivido una experiencia de paz fragmentada, sino que, en los últimos años, la propia sociedad terminó enfrascada en una polarización inédita y grave sobre la propia realización e implementación del Acuerdo de Paz. Por tanto, es prioridad avanzar en la implementación de garantías de no repetición a la vez que se trabaja por recuperar y consolidar el camino de la paz, la búsqueda de caminos para cerrar los conflictos armados latentes y la contención de violencias estructurales que se expresan en los territorios, y que han dejado más de 700 casos de desplazamiento forzado masivo desde la firma del Acuerdo de Paz. La no repetición debe ser la máxima prioridad de un país con una propensión tan alta a la continuidad de modalidades de violencias sistemáticas. Además, Colombia debe desarrollar un modelo de garantías de no repetición de carácter transformador y recoger los
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición 7 | CODHES sociales
desproporcionadamente
desarrollos más avanzados de la justicia transicional. Por eso las reformas institucionales y legales, el desmantelamiento de los grupos armados ilegales contraestatales o paraestatales y la promoción de una cultura de derechos humanos en las instituciones y en la sociedad son temas muy importantes. En el contexto de una institucionalidad que ha fracasado en el deber de garantizar la protección y la vigencia de los derechos fundamentales, si se examinan los territorios y los grupos sociales afectados en forma desproporcionada y masiva, fácilmente se encuentran relaciones estrechas con problemas de segregación, inequidad y discriminación estructural de base étnica, de género y, en general, contra los pobladores rurales. En este sentido, las garantías de no repetición demandan un enfoque multidimensional que promueva transformaciones sociales, políticas, institucionales, económicas y culturales. La tesis de la política sin armas demanda un sistema de garantías de participación, que resuelva complejos problemas de representación política, social y territorial, pero que ade más resulte eficaz para resolver por vía pacífica y democrática los abundantes conflictos sociales en Colombia. Esto implica superar la arraigada tradición del Estado colombiano de sus cribir acuerdos con diferentes movimientos sociales para luego incumplirlos. En muchos territorios la idea del Estado de derecho es una promesa o una leyenda de ficción. Los indicadores de vulnerabilidades social y culturales o los escandalosos índices de impunidad, cercanos al 100 % en los más graves crímenes cometidos contra las víctimas, demandan reformas institucionales que sean capaces de asegurar la universalidad y la oportunidad de la justicia y el criterio del goce efectivo de derechos, demandado
Garantías de No Repetición 8 | CODHES
estas contribuciones sean de utilidad para la Comisión de la Verdad, pero ante todo para las víctimas en el proceso de reivindicación de sus derechos y para la sociedad colombiana en la perspectiva de hacer posible la utopía de la paz estable y Finalmente,duradera.perono
Más ampliamente, una sociedad basada en discriminaciones culturales y sociales arraigadas constituye la antítesis de las naciones modernas fundadas en principios de fraternidad e igualdad humana en medio de la diversidad. Sin desconocer la importancia de las reformas políticas e institucionales, es preciso centrar la atención en las transformaciones sociales y culturales que pongan en el centro de la conciencia pública el reconocimiento de los pueblos y de los sectores históricamente discriminados, y que permita su empoderamiento y su partici paciónEsperamosefectiva.que
Del mismo modo, si las políticas de desarrollo se han imple mentado en favor de unos sectores y en detrimento de los demás, y si se han dado en el marco de mediaciones violentas para imponer intereses económicos —como lo muestran los procesos de despojo y abandono forzado de tierras y territorios o la imposición violenta de economías extractivas—, las garantías de no repetición deben examinar esta situación desde un enfoque de economía política, que permita, al final del día, la supremacía de la democracia y de los derechos humanos sobre este tipo de imposiciones
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición 9 | CODHES de forma insistente por la Corte Constitucional colombiana a través de la figura de los estados de cosas inconstitucionales.
menos importante, queremos extender nuestros profundos agradecimientos a las y los autores de estas obras: Piedad Cecilia Ortega Valencia, Paola Helena Acosta
Sierra, Edgar Ricardo Naranjo Peña, Óscar David Montero de la Rosa, Claudia María Mejía Duque, Sylvia Cristina Prieto Dávila, Jenifer Paola Caicedo Artunduaga, Marta Lucía Tamayo Rincón, Marcia Rojas Moreno, Kelly Tatiana Paloma Culma, Fernando Alberto Vargas Valencia, Johana Silva Aldana, Ricardo Vargas Meza, Harrinson Cuero Campaz y Esther Yemisi Ojulari. Asimismo, agradecemos el apoyo de financiación a la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Los contenidos y puntos de vista son responsabilidad de CODHES y las y los autores, y no comprometen al cooperante.
MARCO ROMERO Director Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES)
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Agradecimientos
Este texto contó con la lectura y los aportes de Julie Brigitte Emilie Guillerot, consultora internacional, integrante del equipo técnico sobre reparaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación del Perú, consultora del Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición, así como del Centro Internacional para la Justicia Transicional (ICTJ); Marta Lucía Tamayo Rincón, abogada y activista feminista, exdefensora regional de Risaralda y exdelegada nacional para la Política Criminal y Penitenciaria de la Defensoría del Pueblo, consultora de organismos de cooperación internacional en temas relacionados con la promoción de los derechos humanos de las mujeres y el diseño de políticas públicas de género en el orden territorial; y de Carolina Mosquera Vera, socióloga con espe cialización en Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Colombia, autora de informes especializados sobre la situación de violencias hacia las mujeres y niñas en Colombia, la
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participación política de las mujeres y la violencia sociopolítica de género contra lideresas y defensoras. A ellas se les agradece su trabajo y colaboración; se aclara que las ideas que se susten tan en el presente texto no son su responsabilidad. Igualmente, se reconoce a Beatriz Quintero García, coordinadora de la Red Nacional de Mujeres, y a Marina Gallego Zapata, coordinadora nacional de la Ruta Pacífica de las Mujeres, sus análisis del documento y el interés en ampliar conjuntamente ante la Comisión de la Verdad algunas de las recomendaciones sus tentadas en este.
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La Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES), una organización no gubernamental comprometida con la promoción y defensa de los derechos humanos de las víctimas del conflicto armado y, en particular, de las personas y los colectivos en situación de despla zamiento forzado y de movilidad humana, se ha propuesto aportar a la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV) un conjunto de recomen daciones en materia de no repetición en varios campos relacionados con el conflicto armado, incluido el de la violencia en contra de las mujeres. Estas recomendaciones buscan no solo evitar la reiteración las violencias de género en el marco del conflicto armado, sino, también, frenar la continuidad de este conflicto y desestimular las dinámicas de reactivación.
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Arar el camino hacia la no repetición pasa, necesariamente, por identificar los factores estructurales que inciden en la persistencia y la reproducción de las violencias que se desarrollan
Garantías de No Repetición 14 | CODHES en el conflicto armado. Para dar cuenta de estos factores y hacer que resuenen las recomendaciones en materia de no repetición que ha aportado el movimiento feminista y de mujeres en el ámbito nacional revisamos cuidadosamente algunas de sus investigaciones sobre mujeres y conflicto armado. Además, retomamos diversos informes públicos entregados a la CEV por parte de organizaciones de mujeres y de población LGBT 1 ; adicionalmente, llevamos a cabo dos talleres de consulta: uno con la Red Nacional de Mujeres y otro con un grupo de defensoras de derechos humanos que trabajan en conjunto con CODHES. Aunado a esto, realizamos una amplia revisión de literatura académica sobre conflicto armado, género y medidas de no repetición, además de los desarrollos de diversos organismos intergubernamentales en materia de estándares de derechos humanos. También retomamos algunas lecciones aprendidas de comisiones de la verdad en el ámbito internacional que alcanzaron importantes avances en materia de género2 . 1 Véase Corporación Caribe Afirmativo (19 de septiembre de 2019); Corporación Humanas (2020a); Corporación Humanas (2020b); Universidad Icesi y Centro de Estudios Afrodiaspóricos (CEAF) (2021); Instituto sobre Raza Igualdad y Derechos Humanos (2021); Movimiento Nacional de Víctimas de Crímenes de Estado y Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos (2020); Movimiento por la Paz (2017); Sisma Mujer (2020); Sisma Mujer y Corporación para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición (2019). El pre sente documento se concentra en las mujeres por solicitud de CODHES y por ser la población LGBT un campo de análisis que excede la experticia del equipo. 2 Véase el capítulo “XIII, Violencia sexual contra la mujer”, en el informe Guatemala memoria del silencio (Comisión para el Esclarecimiento Histórico, 1999 (pp. 864908); véase también “Capítulo “II. El impacto diferenciado de la violencia”, en Informe final (Comisión de la Verdad y Reconciliación Perú, 2003, pp. 2-56); y el “Capitulo X-Mujeres” (Comisión para la Verdad y Reconciliación, Sudáfrica, 1998, vol. IV, pp. 284-301).
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Introducción
El Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto Armado y la Construcción de una Paz Estable y Duradera (Acuerdo de Paz), suscrito en el 2016 entre el Gobierno nacional y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP), constituyó, en su momento, la mejor noticia mun dial relacionada con la paz, denominándose, desde amplios ámbitos de los movimientos sociales y de derechos humanos, “un bien público mundial”. Este Acuerdo dio por terminado un conflicto armado de casi seis décadas; un importante número de personas dejaron la guerra 3 y se reincorporó a la vida civil; registró el mayor número de armas entregadas por cada 3 Según la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), 13 190 inte grantes de las FARC-EP se desmovilizaron en el marco del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto suscrito entre el grupo guerrillero y el Gobierno na cional. Véase al respecto Fundación Ideas para la Paz (FIP) (s. f.), y Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) (2019).
4 en relación con otros procesos mundiales y colombianos pasados y proyectó compromisos de transformación en varios aspectos de la vida nacional, dirigidos a abordar los factores que hicieron posible el conflicto armado. Los diálogos de paz entre el Gobierno y las FARC-EP se encaminaron a hacer frente a las condiciones que hicieron posible la perpetuación del conflicto armado. La implementación transversal del enfoque de género y el enfoque étnico, además de ser ganancias de los movimientos feministas, de mujeres y étnicos, fueron elementos que lograron ampliar la comprensión del conflicto armado en la Mesa de Diálogo de La Habana y, en este sentido, apuntaron a plasmar la solución en térmi nos integrales y transformadores 5 . Así, el Acuerdo contempló, entre otros puntos centrales, la garantía de los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación y la no repeti ción, por lo que la CEV, como parte esencial de este parte del Acuerdo, tiene el mandato de esclarecer los patrones y las causas del conflicto armado, de modo que promueva el reconoci miento de lo ocurrido y contribuya a sentar las bases para la no repetición, desde un enfoque que comprenda las relaciones entre las violencias de género y el conflicto armado. En consecuencia con lo anterior, este Acuerdo Final ha sido reconocido como uno de los más comprometidos con la igualdad de género y los derechos de las mujeres. Bajo la consigna “la paz sin mujeres no va” (Céspedes y Jaramillo, 2018), como 4 De acuerdo con la FIP (s. f.), tras la firma del Acuerdo de Paz entre la guerrilla de las FARC-EP y el Gobierno nacional se entregaron 7132 armas individuales, 7476 unidades de explosivos y 987 807 municiones. La relación armas/combatientes fue de 1.
5 Véase el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera (Gobierno Nacional y FARC-EP, 2016).
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excombatiente
Ahora,guerra.sise
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición resultado del trabajo histórico del movimiento de mujeres y feminista y haciendo uso de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, dos mujeres fueron nom bradas plenipotenciarias durante las negociaciones de parte del Gobierno y, de manera inédita, se creó la Subcomisión de Género con la labor de proponer la integración de la voz de las mujeres y el enfoque de género en los debates, los acuerdos previos y el Acuerdo Final (Chaparro y Martínez, 2016). En alianza con mujeres de la sociedad civil, víctimas del conflicto armado, del Gobierno y de las FARC-EP, parte de la Subcomisión de Género, junto con mujeres de la comunidad internacional, las organizaciones feministas y de mujeres, lograron promover la concepción fundamental de que el conflicto armado exacerbó la violencia y la discriminación en razón del género contra las mujeres, pero, además, que aquellas precedieron y trascende rían la comprende que la violencia en contra de las mujeres es una práctica que existe en escenarios de paz y poscon flicto, es razonable entender que en la guerra se profundiza en su intensidad y en sus formas de expresión. De ahí que pueda explicarse la existencia de un sistema violento de opresión que está presente en todos estos contextos y hace de la guerra su mejor arma para la ejecución de las violencias que le son propias, tal como se explica en este documento. De acuerdo con lo anterior, se busca señalar la relación que existe entre el patriarcado como forma estructural de discriminación y desigualdad contra las mujeres y las niñas, par ticularmente hacía las mujeres afrodescendientes, negras, palenqueras y raizales, indígenas, con orientación e identidad de género diversas, campesinas y rurales, al igual que la
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A luces de lo anterior, el texto se estructura en dos capítulos gruesos. El primero, concentrado en los impactos de la guerra en las mujeres y la relación entre el conflicto armado y el patriarcado, y el segundo en las propuestas alrededor de la construcción de una paz integral y sostenible. Es así como el primer apartado se divide en 1) los planteamientos conocidos de la academia, las organizaciones sociales, las instituciones públicas y los organismos intergubernamentales
existencia misma y la profundización general del conflicto armado como una de sus más claras expresiones. Así, en el marco de un análisis tejido con otros sistemas de jerarquiza ción, como, por ejemplo, el racismo y la desigualdad, se identifica al patriarcado como “la estructura política más arcaica y permanente de la humanidad” y “la piedra angular y eje de gravedad del edificio de todos los poderes” (Segato, 2016, p. 15), desde los que se entraman todas las desigualdades y los poderes violentos. Por ende, la relevancia de que las medidas de implementación de una paz integral y sostenible, en particular las dirigidas a la no repetición, se concentren en la construcción de la igualdad con las mujeres en su diversidad sexual, étnica, racial, socioeconómica y etaria. En este sentido, la formulación de recomendaciones para la no repetición de las violaciones de los derechos humanos que han ocurrido durante el conflicto armado colombiano, parte esencial del mandato de la Comisión de la Verdad, debe nutrirse de un análisis integral con enfoque de género sobre las causas estructurales del enfrentamiento armado y los factores de su permanencia para propiciar transformaciones que garanticen la construcción de una sociedad inclusiva y justa que deconstruya las lógicas patriarcales que la atraviesan.
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición sobre los impactos desproporcionados de la guerra en la vida de las mujeres en toda su diversidad; y 2) la relación entre el patriarcado como sistema de opresión y desigualdad social y la existencia y permanencia del conflicto armado. En el segundo capítulo se plantean recomendaciones y propuestas que se consideran indispensables para el desmonte del mandato de masculinidad alrededor de la construcción de una cultura de igualdad con las mujeres como cimiento de una cultura de paz; la transformación del imaginario dominante sobre seguri dad hacia una representación integral de la seguridad humana garantista de los derechos humanos de las mujeres; el fortalecimiento del Estado para una igualdad de género como bien público en Colombia; y la participación, mínimamente paritaria, de las mujeres —en toda su diversidad— en los escenarios, las instancias y los mecanismos de participación, así como en la toma de decisiones, en particular, en aquellas encargadas de la implementación del Acuerdo de Paz.
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Para fundamentar esta tesis, en un primer momento se exponen algunas formas de violencia diferencial y agudizada que se dieron en contra de las mujeres en el marco de la guerra en Colombia y, a continuación, las relaciones que se evidencian entre el patriarcado y la existencia misma del conflicto armado.
El patriarcado en la violencia de género y el origen, la permanencia y la repetición de la guerra
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El sistema patriarcal se identifica como una configuración estructural y jerarquizada de la sociedad, fundado sobre la desigualdad, la opresión y la discriminación, en particular, en contra de las mujeres. En este entramado social, político, económico y cultural, la guerra se convierte en una de las herra mientas y formas de expresión más claras de este sistema para mantener un tipo de relaciones jerárquicas, injustas y violentas. Así, desde una propuesta de lectura feminista, se eviden cia al patriarcado como el origen del conflicto armado y el pilar de su permanencia.
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6 Siguiendo los desarrollos de las feministas negras (Angela Davis, 2003; Crenshaw, 1989; Viveros 2016) y de organizaciones de mujeres afro en Colombia, las discri minaciones basadas en género no se experimentan de igual forma por todas las mujeres. De acuerdo con el Comité para la Eliminación de la Discriminación con tra la Mujer (CEDAW), Recomendación N.º 33, “la discriminación contra la mujer se ve agravada por factores interseccionales que afectan a algunas mujeres en diferente grado o de diferente forma que a los hombres y a otras mujeres. Las causas de la discriminación interseccional o compuesta pueden incluir la etnia y la raza, la condición de minoría o indígena, el color, la situación socioeconó mica y/o las castas, el idioma, la religión o las creencias, la opinión política, el origen nacional, el estado civil y/o maternal, la localización urbana o rural,
La profundización de la violencia en contra de las mujeres durante el conflicto La discriminación y la violencia contra las mujeres en razón del género son manifestaciones de un orden patriarcal que adscribe una supremacía a los hombres y a lo masculino, de manera que establece relaciones de poder asimétricas en todos los ámbitos de la vida de las mujeres y los hombres, otorgándoles a estos últimos un mandato de masculinidad que incluye la autorización de ejercer actos de agresión o coerción en contra de las mujeres por el hecho de serlo (Segato, 2003). En ese sentido, se comprende la discriminación de género como toda distinción, exclusión o restricción basada en el género que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de un derecho por las mujeres sobre la base de igualdad con los hombres (ONU CEDAW, 1979). Este tipo de discriminación ubica a las mujeres en posiciones de subalternidad, de modo que les impide el goce efectivo de sus derechos y se agudiza cuando hace intersección con otras formas de discriminación como, por ejemplo, aquellas basadas en la raza, en la etnia, en la clase y la orientación sexual o identidad de género, entre otras6 .
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Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando Una de las expresiones de violencia en razón del género más crueles y simbólicas en contra de las mujeres es la violencia sexual; en el caso del conflicto armado colombiano, esta fue una práctica extendida, sistemática e invisible (Corte Constitucional, Auto 092, 2008). Al ser un acto que aniquila la voluntad de la víctima y hace que esta pierda el control sobre su cuerpo, la violencia sexual se erige como una forma de expropiación sobre el espacio-cuerpo. “Es por eso que podría decirse que la violación es el acto alegórico por excelencia de la definición […] de la soberanía: control legislador sobre un territorio y sobre el cuerpo del otro como anexo a ese territorio” (Segato, 2013, p. 20). En este sentido, la violencia sexual sirvió como un instrumento para expropiar a las mujeres de su territorio (Corporación Sisma Mujer, 2020). De hecho, como lo señaló la Corte Constitucional en el Auto 092 de 2008, la violencia sexual o la amenaza de esta funcionó como un mecanismo para producir el desplazamiento forzado y dominar determinadas zonas en medio de la confrontación bélica. Este tipo de hecho victimizante fue una práctica realizada por todos los actores armados del conflicto como estrategia de guerra y materialización de su poder masculino. A través del uso de la violencia sexual se buscó destruir los lazos sociales y desbaratar los tejidos humanos de las comunidades, dirigiendo el ataque al mismo “centro de gravedad del edificio social” (Segato, 2017). Por el lado de los grupos paramilitares, la violencia sexual “estuvo orientada a la demostración de un poderío marcadamente masculino, y a la transmisión de mensajes de terror y de amenazas a través de los cuerpos violentados de el estado de salud, la discapacidad, la propiedad de los bienes y el hecho de ser mujeres lesbianas, bisexuales, intersexuales” (ONU CEDAW, 2015, p. 4).
caminos para la paz y la no repetición 23 | CODHES
Garantías de No Repetición 24 | CODHES las mujeres” (Wills, T-718 de 2017). La Fuerza Pública la ejecutó bajo un manto de silencio que perpetuó gravemente los escenarios de impunidad, dada la autoridad que ejercían en los territorios y la posición que les daba el uniforme, la institución y las armas, entre otras figuras simbólicas que configuraron escenarios de engaño y dominación. En conjunto con estos casos, derivados del aprovechamiento de la legitimidad que los investía, en un gran número de hechos el objetivo se ligó al castigo a las mujeres por sus relaciones con grupos armados ilegales. En este mismo sentido, la violencia sexual fue ejercida por los grupos guerrilleros, además de usarla como estrategia de amenaza frente al reclutamiento forzado o los actos de represalias en contra de las personas cercanas a las mujeres víctimas (Wills, 17 de octubre de 2017).
En otros casos, se usó como una forma de castigo cuando algunos miembros de la comunidad no accedían a los mandatos o las imposiciones de los grupos armados (pago de vacunas, cola boración con algún actor armado, etc.) (Corporación Humanas, 2020a, p. 24). La violencia sexual apareció, entonces, como una forma de “agresión o afrenta contra otro hombre […] cuyo poder [era] desafiado y su patrimonio usurpado mediante la apropiación de un cuerpo femenino” (Segato, 2003, p. 32). De allí que en el marco del sistema patriarcal y de la guerra las mujeres devinieran cuerpos-medio, esto es, vehículos para comunicar mensajes de agresión o competencia entre varones.
De acuerdo con lo anterior, la violencia sexual funcionó como un arma punitiva contra las mujeres que tenían algún tipo de relación familiar o afectiva con un miembro de un actor armado enemigo (Corporación Humanas, 2020a, p. 37).
A la luz de lo anterior es posible afirmar que en medio de la guerra y a través de la violencia sexual las mujeres fueron anuladas como sujetas de derechos y convertidas en instru mentos para expresar el poder masculino que se señala como superior, dominante y dueño. La violencia sexual, en cuanto expresión clara de la configuración esencial del patriarcado dentro de la guerra, cobró estas dimensiones en medio del conflicto debido al hecho de que quienes perpetraron los hechos incorporaron y absorbieron una serie de prácticas, normas y creencias estructurales sobre lo femenino que los habilitó para apropiarse y violentar de esta forma los cuerpos de las mujeres. Este tipo de violencia normalizada tanto en tiempos de paz como de guerra tiende a carecer de consecuencias legales y morales. De hecho, en razón a la naturalización, estas violencias con frecuencia no son objeto de sanción por
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Este tipo de victimización también funcionó como una forma de castigar y amedrentar a lideresas o mujeres que hacían parte de organizaciones sociales, comunitarias o políticas defensoras de los derechos humanos. La violencia sexual operó, entonces, como una forma de represalia o retaliación y de silenciamiento frente a sus actividades de liderazgo a nivel territorial (Corte Constitucional, Auto 092, 2008, p. 32). En estos casos, la violencia sexual funcionó como forma de “castigo o venganza contra una mujer genérica que salió de su lugar, esto es, de su posición subordinada y ostensiblemente tutelada en un sistema de estatus” (Segato, 2003, p. 31). En otras palabras, en el marco de un sistema patriarcal y de la guerra, la violencia sexual apareció como una forma de castigo y de corrección o, mejor, como un acto moralizador rectificador de la posición por la subalternidad de las mujeres.
Garantías de No Repetición 26 | CODHES parte de la comunidad y las mujeres suelen guardar silencio7. En conclusión, esta forma de violencia reproduce discursos patriarcales que escenifican un sistema de estatus, hacen de los cuerpos de las mujeres medios y robustecen una virilidad que se asienta en la violencia y en la aniquilación de lo femenino.Otrasformas de violencia basadas en el género contra las mujeres que tuvieron lugar en el marco del conflicto armado y ejemplifican la materialización de las lógicas patriarcales en este escenario fueron la explotación o la esclavización por parte de los actores armados para ejercer labores domésticas y actividades consideradas femeninas; las amenazas, los homicidios, las persecuciones o las torturas por el hecho de sostener relaciones afectivas, de amistad o ser familiares con integrantes de algún grupo armado 8 ; la regulación minuciosa de las conductas, las vestimentas y la apariencia física en el escenario público e íntimo 9 ; así como los hosti7 Esto lo reconoció la Comisión para la Verdad y la Reconciliación en Sudáfrica, en donde las ‘‘mujeres tendieron a guardar silencio frente a sus propias experien cias de victimización debido a la histórica y estructural desvalorización de sus experiencias; la dificultad para identificar determinadas violencias contra las mujeres como violaciones de derechos humanos debido a su nivel de normali zación social y cultural; y, sobre todo en los casos de violencia sexual, el miedo, la vergüenza y el fuerte estigma que suelen acompañar a este crimen” (Mendía et. al, 2020, p. 26).
9 “Estos códigos de conducta, que se fundamentan en la generalidad de los ca sos en estructuras culturales machistas que refuerzan los modelos patriarcales de conducta históricamente arraigados en el campo colombiano, someten con
8 De acuerdo con la Corte Constitucional, algunos grupos armados ilegales emi tieron órdenes por medio de las cuales impedían que las mujeres se relacio naran personalmente con “miembros de la Fuerza Pública o del grupo armado ilegal enemigo, declarando como ‘objetivos militares’ a las infractoras de la pro hibición y castigándolas con actos criminales” (Auto 092, 2008, p. 42).
10 Según la Relatora de las Naciones Unidas, “las organizaciones de la mujer, sobre todo campesinas, indígenas y afrocolombianas, y sus dirigentes, han sido objeto de intimidación sistemática y se han visto perseguidas por la labor que realizan en defensa de la mujer y en pro del mejoramiento de las condiciones de vida de sus comunidades. […] En su afán de lograr el control social y político de te rritorios en litigio, los grupos armados la emprenden con las organizaciones de la mujer por considerarlas un obstáculo visible profundamente arraigado en las comunidades, a las que tratan de utilizar para su beneficio propio o de lo con trario tratan de destruir” (Auto 092, 2008, p. 44).
arando caminos para la paz y la no repetición 27 | CODHES
gamientos como consecuencia de un ejercicio de liderazgo político y comunitario10 . Ahora bien, también comprendemos las violencias contra las mujeres en cuanto son toda forma de violencia que las afecta de manera desproporcionada como consecuencia de las construcciones de género y las relaciones desiguales de poder derivadas de ellas y presentes en una sociedad patriarcal (ONU CEDAW, 1992). En el marco del conflicto armado, el desplazamiento forzado aparece como una de estas formas de violencia. Si bien este hecho victimizante es un delito que no se dirige únicamente a las mujeres por el hecho de serlo, sino en contra de la población civil, en general, las mujeres lo viven de manera desproporcio nada a causa de la discriminación histórica de la que han sido objeto en el marco de un sistema patriarcal.
Patriarcado, mujeres y conflicto armado:
Lo anterior se ejemplifica en que las mujeres sufren en mayor medida un desarraigo agravado que deriva en la destrucción de su identidad social, a causa de, entre otras especial severidad a las mujeres a múltiples y diversas ‘regulaciones’ que coar tan el ejercicio de sus derechos fundamentales en todas las esferas de la vida diaria, en aspectos tan variados como el tipo de vestido que pueden usar, el ho rario en el que pueden salir de sus residencias, la clase de compañías que pue den frecuentar, los lugares a los que pueden acudir, su apariencia personal, sus hábitos de higiene, su vida sexual y afectiva, sus conflictos y relaciones interper sonales y la dimensión ‘moral’ de su conducta pública” (Auto 092, 2008, p. 47).
12 De acuerdo con Meertens (2000), “los testimonios de las viudas sobre los prime ros años de las masacres son muy dramáticos, precisamente por la falta de an ticipación y la inmediatez con que tuvieron que huir. Especialmente las viudas, después del asesinato de sus esposos, salían en un estado de total desorienta ción, empujados por el miedo y la necesidad de salvar a sus hijos, sin tener una idea precisa a dónde ir” (p. 125).
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razones, su limitada participación y manejo de la vida pública, social y territorial (Mejía, 2021). Este desarraigo es exacerbado para mujeres afrodescendientes, negras, palenqueras y raizales, indígenas y rurales, quienes ya sufren profundas desigualdades en el acceso a la tierra, la participación política, la educación y la ocupación laboral frente a los hombres de sus comunidades y la sociedad en general. Así, las estructuras de género que ubican a las mujeres a cargo de las tareas de cuidado, las alejan de los escenarios públicos de toma de decisión y les restringen su independencia económica, situándolas en posiciones de desventaja en el momento de enfrentar las lógicas del conflicto armado, particularmente, el despla zamiento11 . Esto significó, en muchos casos, que las mujeres tuvieran que asumir labores y cargas económicas, prácticas y emocionales de las que el arreglo patriarcal las había excluido previamente 12 . No obstante, sobre ellas recayó de formas abruptas y sobredimensionadas el cuidado de familiares y personas enfermas, bajo condiciones de precariedad intensi ficadas, en medio del desplazamiento (Taller con defensoran con las que trabaja CODHES, 22 de junio de 2021); esto, a su vez, terminó con su sobrerrepresentación en el total de la 11 Sobre este punto, Meertens (2000) señala lo siguiente: “Para las mujeres aleja das de la vida pública, la confrontación con la violencia resultó ser mucha más una sorpresa. La mayoría de ellas no tenía conocimiento preciso de las diná micas del conflicto en su región y más bien se refugiaban en la idea de que no habría por qué la violencia tocara también la puerta de su casa” (p. 125).
Podemos establecer, entonces, que el conflicto armado se ensañó en contra de las mujeres, de manera que causó en ellas un impacto diferenciado y agudizado en razón de la discriminación histórica estructural en su contra (Corte Constitucional Auto 092, de 2008). La Corte Constitucional concluyó que tanto la discriminación como la violencia contra las mujeres se profundizaron en la guerra y las afectó así de manera desproporcionada, por lo cual las declaró sujetos de especial protección y estableció la presunción constitucional de vulnerabilidad acentuada de las mujeres desplazadas en el Auto 092 de 2008. En autos posteriores, ampliaría esta figura con la presunción de riesgo extraordinario de género por ejercicio de actividades de defensa y promoción de derechos humanos en el Auto 098 de 2013 y la presunción de relación cercana y suficiente entre el conflicto armado interno, el desplazamiento forzado por la violencia y los actos de violencia sexual cometidos contra las mujeres, en el Auto 009 de 2015.
población desplazada y la multiplicación de los hogares con jefatura femenina. Aunado a lo anterior, las mujeres enfrentaron un agravamiento en la garantía de sus derechos sexuales y reproductivos, así como un mayor riesgo a ser víctimas de violencia sexual durante el desplazamiento y en el momento del reasentamiento, a que sus hijos e hijas fueran víctimas de reclutamiento forzado o de otras formas de violencia sexual (Corte Constitucional Auto 092, de 2008).
Estos juicios de la Corte Constitucional derivan en la corroboración de que las violencias de género contra las mujeres por razón de ser mujeres que tienen lugar en el marco del conflicto armado hacen parte de un continuum de las discriminaciones y violencias que viven en momentos previos de normalidad e,
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incluso, de paz 13 . No obstante, estas experiencias de discriminación y de violencia no solo se prolongan en contextos de conflicto armado, sino que también se exacerban y se radicalizan14 .
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El razonamiento anterior indica que el impacto agudizado y desproporcionado de la guerra en las mujeres se explica por las lógicas de la discriminación y la violencia que han padecido de manera histórica en el marco de un sistema patriarcal. En este sentido,laviolencia ejercida contra las mujeres en contextos de guerra no puede ser explicada […] únicamente por las circunstancias y los actores particulares de un conflicto determinado. Es nece sario comprender que en tiempos de guerra solo se exacerban 13 Desde la literatura feminista y los estudios de género, autoras como, por ejem plo, Segato (2010) o Moser (2001), han señalado que las violencias perpetradas contra las mujeres están interconectadas. Esto quiere decir que las violencias de las que son objeto en diferentes ámbitos como el económico, el social, el po lítico o cultural, entre otros, están interconectadas y generan así un continuum de violencias que perpetúa la posición de las mujeres en una posición de sub alternidad. En este caso nos interesa trazar la vinculación entre estas violencias circulares o interconectadas que viven las mujeres en tiempos de paz y aquellas que sufren en tiempos de conflicto armado.
14 A su vez, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) señaló en su informe Las mujeres frente a la violencia y la discriminación derivadas del con flicto armado en Colombia lo siguiente: “la violencia y discriminación contra las mujeres no surge sólo del conflicto armado; es un elemento fijo en la vida de las mujeres durante tiempos de paz que empeora y degenera durante el enfren tamiento interno”. Esta idea es reiterada en el Informe de Seguimiento de 2009, en el cual sostiene que “la violencia ejercida por todos los actores del conflicto interno sigue causando un impacto diferenciado y agravando la discriminación histórica que las mujeres colombianas han vivido”. En igual sentido, lo manifies ta la antropóloga Kimberly Theidon (2006), al advertir que las mujeres víctimas del conflicto armado en el Perú testificaron ante la Comisión de la Verdad y la Reconciliación “las formas en las cuales el conflicto armado afectó cada aspecto de la vida cotidiana, frecuentemente exacerbando y magnificando la estructura de injusticias subyacentes en sus sociedades” (p. 75).
A partir de lo presentado hasta el momento es posible advertir que la victimización agudizada y desproporcionada de las mujeres en el marco del conflicto armado se explica por la existencia de relaciones patriarcales: los actores armados arremetieron con sevicia en su contra, habilitados por un mandato de masculinidad que les dio licencia para apropiar y destruir sus cuerpos. A continuación, se profundiza y amplía este planteamiento con el fin de argumentar, también, las relaciones propias del patriarcado en el mismo origen, la exacerbación y la permanencia del conflicto armado. La relación entre patriarcado y conflicto armado
De allí que se pueda colegir que las dinámicas patriarcales enraizadas en la sociedad colombiana derivan en la profundiza ción de las violencias de género que se dieron en medio del conflicto armado y, además, se identifican como una de las fuentes que explican la existencia y permanencia de este último (Taller con la Red Nacional de Mujeres, 15 de junio de 2021).
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición agresiones y vulneraciones que históricamente se han ejercido contra las mujeres en todas las sociedades humanas. (Corporación Sisma Mujer, 2020, p. 87)
Como sistema de dominio, el patriarcado se despliega en todos los ámbitos de la sociedad: institucional, política, eco nomía, cultura, familia y academia, en favor de un orden de dominación masculina que se estructura alrededor de jerarquías desiguales e injustas. Así, las dinámicas patriarcales se fundamentan y, a su vez, refuerzan unas formas de sociabilidad en las que no tiene cabida la diversidad, a la par que privilegian sentidos de mundo que son binarios y simplificadores
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El patriarcado, entonces, atraviesa la misma existencia de todas las construcciones violentas de poder, pues las relaciones de género basadas en la desigualdad son “la estructura política más arcaica y permanente de la humanidad”, y “la piedra angu lar y eje de gravedad del edificio de todos los poderes” (Segato, 2016, p. 15). Las violencias en contra de las mujeres están en los cimientos y, por tanto, en la eliminación de “todas las otras formas de poder y subordinación: la racial, la imperial, la colonial, la de las relaciones centro-periferia, la del eurocentrismo 15 A esta misma conclusión llegó la Comisión de la Verdad de Sierra Leona al advertir que “las mujeres nunca han disfrutado de un estatus igual al de los hombres, sino que han sido discriminadas, lo que ha tenido consecuencias ne gativas en su situación económica, participación política y pública, bienestar social, salud, capacidad para defender sus derechos, etcétera, cuestiones todas ellas que aumentaron su vulnerabilidad durante el conflicto armado” (Mendía et al., p. 122).
(hombre-mujer, heterosexual-homosexual, normal-anormal, etc.). Las diferencias no solo son reducidas, sino jerarquizadas, de allí que los hombres ocupen una posición de superioridad en una estructura de privilegios y las mujeres ocupen un lugar de subordinación15 .
Este sistema ubica unos sujetos otros en situaciones de domi nación. Estas relaciones desiguales se reproducen y mantienen a partir de su naturalización. En otras palabras, se justifica la desigualdad social invocando supuestas diferencias naturales innegables y esenciales (Viveros, s. f.). Este reduccionismo en la forma de figurar el mundo a partir de binarismos y de relaciones jerarquizantes naturalizadas alienta lógicas belicistas y antagónicas, así como profundiza otras formas de subordinación en la vida social.
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición con otras civilizaciones, la de las relaciones de clase” (Segato, 2016,Losp. 98).cuerpos de las mujeres fueron las primeras colonias (Segato, 2016, p. 19) desde las que se tejieron los entramados que permitieron la construcción de mandatos que posicionaron a unos sobre otros y legitimaron las expropiaciones de valor posteriores. De acuerdo con esto, en el patriarcado se encuentran los cimientos de todas las desigualdades que atraviesan las relaciones humanas y las estructuras de los poderes económicos, culturales y políticos, entre otros, hallan su existencia y permanencia: el patriarcado como el sistema matricial de exclusión y discriminación, es el primero de los sistemas de desigualdad que ha experimentado la humanidad. Justamente la forma de reproduc ción de los sistemas opresivos ha sido a través de “naturalizar” las desigualdades. Los grupos de poder han acuñado la idea que son de carácter natural y no de carácter social. (Centeno, 2014, p. 18) En este sentido, se argumenta que el patriarcado no solo fue un factor esencial en la permanencia del conflicto armado, sino que se encontró dentro de sus raíces por hallarse inserto en los factores que lo originaron. Lo anterior se plasma, principalmente, desde tres perspectivas: a) el mandato de masculinidad; b) la materialización de la dueñidad de las mujeres, y c) la relación con el militarismo. El mandato de (a) masculinidad da cuenta de la producción de un ser masculino que se traza desde los inicios de lo que se puede denominar “la historia del género”, en la cual, a diferencia de la producción de la femineidad, su mismo ser y
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Así, esta masculinidad es la construcción de un sujeto obligado a adquirirla como estatus, atravesando pruebas y enfrentando la muerte —como en la alegoría hegeliana del señor y su siervo—. Sobre este sujeto pesa el imperativo de tener que conducirse y reconducirse a ella a lo largo de toda la vida bajo la mirada y evaluación de sus pares, probando y reconfirmando habilidades de resistencia, agresividad, capacidad de dominio y acopio de lo que he llamado “tributo femenino”, para poder exhibir el paquete de potencias —bélica, política, sexual, intelectual, económica y moral— que le permitirá ser reconocido y titulado como sujeto masculino. (Segato, 2016, p. 113)
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su posición dominante dependen de su obtención y validación permanente.
De acuerdo con lo anterior, el mandado de masculinidad implica la conquista, a través de métodos persuasivos o impositivos, de aquello que le da el valor y su posición. En condiciones sociopolíticas “normales” del orden de estatus, nosotras, las mujeres, somos las dadoras del tributo; ellos, los receptores y beneficiarios. Y la estructura que los relaciona establece un orden simbólico marcado por la desigualdad que se encuentra presente y organiza todas las otras escenas de la vida social regidas por la asimetría de una ley de estatus. (Segato, 2016, p. 40)
Así las cosas, la posición masculina necesita acudir a las violencias para apropiarse de lo que la valida y lo que restaura su estatus. El género es “la forma o configuración histórica elemental de todo poder en la especie y, por lo tanto, de toda violencia, ya que todo poder es resultado de una expropiación
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inevitablemente
violenta” (Segato, 2016, p. 113). No obstante, esta violencia no tiene que ser necesariamente bélica (puede ser sexual, física, psicológica, etc.), lo que explica por qué no todas las sociedades patriarcales derivan en conflictos armados, pero sí porqué en todas existe violencia de género. De acuerdo con esto, el mandato de masculinidad como sus tento del patriarcado se mantiene bajo lógicas violentas que, además, implican el mantenimiento de estructuras de desigualdad intrínsecas a su misma existencia. De lo dicho se llega a (b), el adueñamiento, como centro de dominación y de poder patriarcal. El “ser dueño” y legitimar la desigualdad que se materializa con la posesión sobre el otro, sobre los territorios, sobre los cuerpos y sobre los recursos, entre otros, se convierte en la base y en la reproducción de las discriminaciones e injusticias sociales, políticas y económicas enraizadas en la cultura. Así, la esencia política del patriarcado es “la dueñidad” (como la califica Segato), y esta, a su vez, está en las raíces de la guerra: la dueñidad de los otros, de los diferentes, de los desiguales. En otras palabras, el desprecio del otro y la necesidad de anular la alteridad es uno de los núcleos del patriarcado y la base del conflicto armado. Lo anterior está fuertemente ligado, a su vez, con la concentración de poder económico, político y cultural para un ejercicio amplio y sin limitaciones de la dominación. En esa línea, la guerra de Colombia como conflicto político encuentra en sus gérmenes la concentración y el despojo de la tierra, la violencia generalizada y, en ocasiones, sistemática, contra quienes ejercen la oposición política, la fragilidad de nuestra democracia por la concentración del poder y la flaqueza de la participación ciudadana. Todo lo anterior tiene en
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su génesis la discriminación estructural de las mujeres y ha sido agravada por ello, pues el adueñamiento de las mujeres es la primera forma de desigualdad y expropiación de poder, de prestigio, de autoridad en el patriarcado y sienta una importante plataforma para las demás formas de adueñamiento. Así, las dinámicas patriarcales que nacen en los núcleos familiares en los que se jerarquizan las relaciones de género, luego se transpone[n] a otras relaciones que organiza[n] a ima gen y semejanza: las raciales, las coloniales, las de las metrópolis con sus periferias, entre otras. En ese sentido, la primera lección de poder y subordinación es el teatro familiar de las relaciones de género, pero, como estructura, la relación entre sus posiciones se replica ad infinitum, y se revisita y ensaya en las más diversas escenas en que un diferencial de poder y valor se encuentren pre sentes. (Segato, 2016, p. 92) En efecto, la desigualdad en la propiedad y el acceso a la tierra ha estado en el centro de los orígenes del conflicto armado en Colombia (Semana, 24 de noviembre de 2010), y, dentro de este entramado, en un contexto de informalidad en la tenencia de la tierra, “el acceso a la tierra de las mujeres campesinas se ha resumido en una sola frase: dueñas de tierras solo a través de un hombre ” (Meertens, 2016, p. 91). La inequidad en la distribución de la tierra es más gravosa para las mujeres rurales y esto, a su vez, ha traído cadenas de empobrecimiento, precarización y un detrimento patrimonial a sus familias, sobre todo en los casos de jefatura femenina de hogar, de modo que aumenta las inequidades en la población y profundizan la desigualdad. En este sentido, en uno de los problemas más gravosos y estructurales para el país, las mujeres han estado en el centro del ciclo
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: de la con los índices más bajos en control sobre la tierra, acceso a maquinaria, crédito y asistencia técnica, la toma de decisiones en las unidades de producción agropecua rias, etc.16 (Morales y Cediel, 2018). En cuanto a la participación política, las mujeres históricamente han enfrentado barreras institucionales, culturales, económicas y políticas para ejercer su derecho a participar en la esfera pública. De hecho, las mujeres han sido particularmente atacadas cuando su participación ha estado del lado de la oposición o de la defensa de los derechos humanos al ser víctimas de violencia sociopolítica de género (Corporación Sisma Mujer, 2019). Los efectos de esta discriminación histórica cie rran aún más el ya angosto espacio político deliberativo, de modo que agrietan la democracia y profundizan una de las raíces del conflicto armado. En este sentido, las discriminaciones de género produjeron un mayor empobrecimiento de ciertos sectores de la sociedad a partir de una desmesurada forma de concentración de la tierra, un agrietamiento de la democracia —en la medida en que no toda la población puede gozar efectivamente de sus 16 En consecuencia, el Acuerdo de Paz entendió el enfoque de igualdad y de géne ro para la Reforma Rural Integral como el “reconocimiento de las mujeres como ciudadanas autónomas, sujetos de derechos que, independientemente de su estado civil, relación familiar o comunitaria, tienen acceso en condiciones de igualdad con respecto a los hombres a la propiedad de la tierra y proyectos pro ductivos, opciones de financiamiento, infraestructura, servicios técnicos y for mación, entre otros; atendiendo las condiciones sociales e institucionales que han impedido a las mujeres acceder a activos productivos y bienes públicos y sociales. Este reconocimiento implica la adopción de medidas específicas en la planeación, ejecución y seguimiento a los planes y programas contemplados en este acuerdo para que se implementen teniendo en cuenta las necesidades específicas y condiciones diferenciales de las mujeres, de acuerdo con su ciclo vital, afectaciones y necesidades” (Gobierno Nacional y FARC-EP, p. 12).
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expropiación,
derechos— y un afianzamiento de lógicas verticales y de dominación a nivel cultural. Todas estas formas de exclusión están atravesadas por lógicas patriarcales que sitúan a las mujeres en posiciones inferiores a los hombres en la sociedad y estuvieron en los orígenes de la guerra. Lo anterior es, además, relevante para el análisis de las vio lencias en contra de mujeres afrodescendientes, negras, palenqueras y raizales e indígenas: el estudio de las situaciones vividas por las personas étnica y racialmente identificadas, y particularmente por las mujeres, es un desafío interpretativo que exige especificidades y profun didades que permitan comprender muchas de las complejidades intrínsecas. Adicionalmente, los excesos de violencia que se gene ran en varias de las áreas y territorios habitados por personas étnica y racialmente identificadas son mucho más ejemplarizantes sobre los cuerpos de las mujeres, particularmente sobre aque llas que resultan social o políticamente incómodas para ciertos grupos que incursionaron en esas zonas. Esos mayores niveles de violencia se impusieron sobre ellas siendo abusadas, maltrata das, y vejadas; convirtiendo sus cuerpos en lienzos sobre los que reposaban los fuertes y claros mensajes de muerte que han sido dirigidos a la población. (Universidad Icesi y Centro de Estudios Afrodiaspóricos, 2019, p. 38)
La pobreza, el déficit democrático, la violencia sistemática y las relaciones jerárquicas de dominación y “adueñamiento” que han permeado la cultura son factores que estuvieron en la base del conflicto armado en Colombia y que, de no ser abordadas desde sus estructuras de persistencia y reproducción, siendo una de ellas el sistema patriarcal, no habrá garantías
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Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición para la terminación y no repetición del conflicto y el sostenimiento de la paz (ONU Informe Secretario General, 2020, p. 18).
Desde este punto de vista, el militarismo se incrusta en las relaciones interpersonales de todo orden, de modo que genera un espacio para el aprendizaje de la subordinación y la obediencia de las mujeres y restringe así la libertad y la capacidad de control de sus propias vidas e incrementa el espiral de violencias en los escenarios públicos y privados (Mesa de Trabajo de Mujer y Conflicto Armado, 2010, p. 22). En el mismo sentido, “la guerra emplea un fuerte simbolismo de género, donde el poder, la victoria y el honor se asocian a la masculinidad, y la debilidad,
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Las dinámicas militaristas se profundizan durante los conflictos armados y “la militarización antes que contribuir a transformar los conflictos sociales que subyacen el conflicto armado, refuerzan formas de violencia contra las mujeres” (Mesa de Trabajo de Mujer y Conflicto Armado, 2010, p. 16).
Ahora bien, el patriarcado encuentra en (c), el militarismo, uno de sus más importantes dispositivos porque, introduce la visión del mundo en los valores patri-militares, existiendo una relación clara entre lo enseñado en la milicia (a través de su estructura, normas, valores) y lo aprendido a través de los procesos patriarcales de socialización que legitima la tra mitación de los conflictos a través del ejercicio de la violencia. (Cumbre de Mujeres y Paz, 2015)
Así pues, el patriarcado exacerba en las guerras la cultura de la eliminación de los diferentes, la normalización de la figura del más fuerte y del héroe que sobrepone la victoria sobre la humanidad de los adversarios y la población civil, y que vio lenta a las mujeres como máxima expresión de discriminación.
El militarismo fomenta aquellos valores y comportamientos más agresivos que dan lugar a lo que se ha denominado hipermasculinidad. Asegura la adhesión a un modelo de hombre que encarna, de la forma más rotunda, la dominación patriarcal. El modelo de héroe hipermasculino se caracteriza por el desprecio hacia lo femenino, la criminalización de lo diferente y la 17 Traducción propia. En el original se lee: “men are under constant pressure to prove their manhood by being tough, adversarial, and aggressive”.
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el enemigo y la derrota, a lo femenino” (Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH], 2017, p. 160).
Así, las lógicas militaristas vanaglorian la figura del “héroe híper masculino que conquista, domina y reafirma el triunfo guerrero” (Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH], 2017, p. 22), exaltan los valores bélicos y guerreristas (como el poder matar, someter y controlar a otros), mientras desprecian la pasividad y la debilidad que son asociados con la feminidad (Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH], 2017, p. 234). Bajo esta lógica las mujeres y la feminidad se perciben subvaloradas, inferiores y menospreciadas (Taller con la Red Nacional de Mujeres, 15 de junio de 2021). Según las teóricas feministas Laura Sjoberg y Sandra Via, en los procesos de militarización “los hombres están bajo una presión constante para demostrar su hombría siendo duros, confrontacionales y agresivos” (2010, p. 8) 17. Esto lo resalta la Comisión para el Esclarecimiento Histórico de Guatemala al advertir que las guerras exaltan los valores sobrentendidos en un paradigma masculino que lleva implícita la superioridad de los hombres respecto a las mujeres y la violencia como demostración de poder del “macho” (Comisión para el Esclarecimiento Histórico, Guatemala, 1999, p. 877).
Si se tiene en cuenta que las dinámicas del conflicto armado en Colombia implicaron no solo coexistencia con actores armados, sino también la convivencia con estos, se comprende por qué las lógicas militaristas penetraron la vida cotidiana y la intimidad. El militarismo, se [introdujo] en las relaciones interpersonales y en la familia, generando espacios permanentes para la socialización de la subordinación y la obediencia de las mujeres, restringiendo la libertad y la capacidad de control de sus propias vidas, e incrementando el espiral de violencias en los escenarios públicos y privados. (Mesa de Trabajo de Mujer y Conflicto Armado, 2010, p. 22)
desvalorización de la vida propia y ajena; y también por la promo ción de las jerarquías de poder y la obediencia ciega que imposibi litan la autonomía y el pensamiento propio. (Ruta Pacífica de las Mujeres, 2013, p. 35)
Así las cosas, las dinámicas de las lógicas patriarcales que derivan en la confrontación armada agudizaron el desprecio por lo femenino en el conflicto en todos los niveles de la vida social, de modo que allanaron el camino para la profundiza ción de la discriminación y de la violencia basada en género contra las mujeres.
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Estuvo en sus raíces y profundizó las condiciones que determinaron su ocurrencia, las cuales contribuyeron a su continuidad y persistencia. Así, la desigualdad social, económica y política, agravada por la desigualdad de género, se encuentra en las raíces de la guerra en Colombia, junto con otros factores, como, por ejemplo, la combustión del tráfico de drogas de uso ilícito18 y la minería ilegal. En esta lógica, la 18 En las raíces y la permanencia del negocio de las drogas ilícitas se evidencian también las violencias de género. Las personas que son sancionadas por parti cipar en el negocio de las drogas ilícitas no solo son personas en condiciones de vulnerabilidad social, sino que también ocupan un lugar de subalternidad en el negocio mismo: son quienes más se exponen, quienes menos conocen del negocio y quienes reciben penas más duras. Las mujeres suelen ocupar estos eslabones más débiles del mercado de las drogas, de manera que quedan más expuestas a la persecución por parte del Estado y sin que las cabezas de la orga nización criminal se vean afectadas. Justamente por eso es posible advertir que con las mujeres como centro de la no repetición de la violencia de género y del conflicto armado
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// La igualdad
Como se mencionó, el patriarcado fue el marco estructural para la reproducción y profundización de la violencia y dis criminación contra las mujeres en el escenario del conflicto armado.
El Acuerdo de Paz se construyó bajo el marco de una imple mentación transversal del enfoque de género en el que se entendió como, el reconocimiento de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres y de las circunstancias especiales de cada uno, espe cialmente de las mujeres, independientemente de su estado civil, ciclo vital y relación familiar y comunitaria, como sujetos de derechos y de especial protección constitucional. (Gobierno Nacional y FARC-EP, 2016, p. 192)
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igualdad se convierte en condición para la sostenibilidad y perdurabilidad de la paz.
Esta definición recogió la obligación del Estado de adoptar medidas particulares ante situaciones de discriminación violatorias de ese derecho a la igualdad, lo cual llevó a que en el Acuerdo de Paz se contemplara “garantizar medidas afirmativas para promover esa igualdad, la participación activa de las mujeres y sus organizaciones en la construcción de la paz y el reconocimiento de la victimización de la mujer por causa del conflicto” (p. 193), en relación con los “impactos desproporcionados que ha tenido el conflicto armado en las mujeres, en particular la violencia sexual (p. 193).
Finalmente, se agregó que la protección de las víctimas comprendiera el tratamiento diferenciado “que reconozca las causas y los efectos desproporcionados que ha tenido el conflicto armado especialmente sobre las mujeres” (p. 193), y que las acciones diferenciadas permitieran “acceder en igual dad de condiciones a los planes y programas contenidos en el las mujeres sufren de manera desproporcionada esta guerra contra las drogas (Uprimny et al., 2016, p. 23).
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición Acuerdo” (p. 193), comprometiéndose, finalmente, con la participación de las mujeres y sus organizaciones a una representación equitativa en los diferentes espacios de participación. Las disposiciones de género contempladas en el Acuerdo de Paz y su cumplimiento se enmarcan, entonces, como centrales en materia de no repetición. Así lo sostuvo el secretario gene ral de las Naciones Unidas: si se pasan por alto las enseñanzas extraídas del activismo por la paz protagonizado por las mujeres a lo largo de las décadas y nuestros propios compromisos para con las mujeres y la paz y la seguridad, las consecuencias para las mujeres se extenderán en el tiempo, pasarán de una generación a otra y repercutirán en las actividades colectivas para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. (ONU, Informe Secretario General, 25 de septiembre de 2020, p. 2) Por tanto, si bien se reafirma la imperiosidad del cumplimiento de las disposiciones incluidas en el Acuerdo, el pre sente trabajo reconoce cuatro elementos adicionales dirigidos a implementar medidas a favor de la consecución de la igualdad de las mujeres19. A través de estos se busca eliminar lógicas patriarcales estructurales en el origen y la permanencia del conflicto armado con miras a evitar su persistencia y repetición, así como contribuir a la no repetición de la violencia de 19 En conjunto con todas las fuentes mencionadas en el inicio del informe, las si guientes recomendaciones se basan en el taller realizado con la Red Nacional de Mujeres el 15 de junio del 2021 y con las lideresas con las que trabaja CODHES, el 22 de junio del mismo año; además del informe del Relator Especial sobre la promoción de la Verdad, la Justicia, la Reparación y las Garantías de No Repetición presentado a la Asamblea General de las Naciones Unidas en julio del 2020 (ONU, Informe del Relator Especial, 2020).
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Por esta razón, “educar para la paz pasa ineludiblemente por educar para la igualdad de género” (Centeno, 2014), así como exige privilegiar y proteger la existencia de la diversidad
género en contra de las mujeres tanto en escenarios de paz como en escenarios de guerra y posconflicto. En este sentido, se recomienda la promoción de las siguientes disposiciones, las cuales se desarrollan adelante junto con propuestas puntuales para su desarrollo: a) una cultura de igualdad con las mujeres como cimiento de una cultura de paz; b) una representación de la seguridad humana incluyente de los derechos de las mujeres; c) el fortalecimiento del Estado para una igualdad de género como bien público en Colombia; d) participación parita ria de las mujeres en todos los escenarios de decisión. Una cultura de igualdad con las mujeres como cimiento de una cultura de paz Como se ha sostenido a lo largo del texto, la dominación patriarcal se encuentra en la base de todas las dominaciones, es la materialización de las pretensiones de adueñamiento extendido y el piso firme de todos los poderes. Las lógicas patriarcales en las que se expropia el valor humano, social, cultural y ecológico fundamentan todos los poderes de dominación existentes. Lo anterior implica la existencia de una pedagogía a través de la cual se aprende la desigualdad y en la que se basan los poderes coloniales y raciales (Segato, 10 de marzo de 2017). Así, a fin de detener la guerra se debe procurar desmontar el mandato de masculinidad, “es decir, desmotando el patriarcado, pues es la pedagogía de la masculinidad lo que hace posible la guerra y sin una paz de género no podrá haber ninguna paz verdadera” (Segato, 2016, p. 23).
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Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando repetición sin jerarquías y dejar sin cimientos aquellas lecturas que naturalizan las desigualdades sociales. En esta línea, una cultura de paz pasa, necesariamente, por fomentar el desarraigo del patriarcado y las lógicas subyacentes a él; así mismo, una transformación en el imaginario colectivo y en los cimientos culturales de la sociedad que, por un lado, permita a todas las personas denunciar las desigualdades sociales, así como hechos injustos y no naturales, y, por otro, proponer soluciones en el marco de valores tales como la solidaridad, la empatía, la cooperación en reemplazo de la oposición, el enfrentamiento o el antagonismo (Centeno, 2014).
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En consecuencia, se recomienda a los países que enfrentan riesgos emergentes de estos escenarios, al igual que a la comunidad internacional, mejorar la participación de las mujeres y los jóvenes en la toma de decisiones, así como la promoción de políticas a largo plazo para abordar sus aspiraciones (The World Bank, 1 de marzo de 2018). Así mismo, se identifican efectos negativos de las brechas de género sobre la cohesión social, la estabilidad y la confianza en las instituciones de un país, por lo que se recomienda construir sociedades con igual dad de género en las que las mujeres gocen de autonomía económica, puedan tomar decisiones en el interior de la familia y de la comunidad, y propicien el crecimiento equilibrado e inclusivo de toda una nación.
caminos para la paz y la no
Con el trato igualitario a niños y niñas, en el que se promueva su educación y salud plena, las sociedades pueden
Según el Banco Mundial y Naciones Unidas (The World Bank, 1 de marzo de 2018), la existencia de las desigualdades y las violencias de género en una sociedad están profundamente relacionadas con el nacimiento de conflictos violentos.
En conjunto con lo anterior y recogiendo las aspiraciones más recientes en el orden mundial relacionadas con la igual dad de las mujeres, el Foro Generación Igualdad, promovido por ONU Mujeres, concluyó en el 2021 con las propuestas de implementación de una agenda feminista y “el lanzamiento
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Según la Declaración y el Programa de Acción sobre una Cultura de Paz de la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU AG, 6 de octubre de 1999), la paz no es solo la ausencia de guerras, sino también un conjunto de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos con miras a atacar sus causas para solucionar los problemas mediante el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las naciones. En este escenario se identificaron ocho ámbitos de acción para los actores en los niveles local, nacional, local e internacional alrededor de la igualdad de acceso de las mujeres —especial mente de las niñas— a la educación; el fomento de la autonomía de mujeres y niñas; la implementación de medidas que promuevan la garantía integral de sus derechos humanos; la promoción de una mayor participación de la mujer en la prevención y la solución de conflictos y, en particular, en las actividades en las que se promueva una cultura de paz des pués de los conflictos (ONU AG, 6 de octubre de 1999).
a poner fin a ciclos de pobreza y violencia. En un nivel macro, el cierre de brechas históricas en el goce de derechos de las mujeres tendría poderosos efectos sobre la cohesión social, la estabilidad, la confianza en las instituciones, la consolidación de una cultura de paz y el fortalecimiento de la democracia, todos aspectos fundamentales para una paz estable a largo plazo (Bhattacharjea, 20 de septiembre de 2013).
empezar
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando la no repetición de una serie de ‘Coaliciones de Acción’ que tienen como propósito impulsar la inversión y generar resultados tangibles para la igualdad de género durante el Decenio de Acción de las Naciones Unidas (2020-2030)”, a través de alianzas estratégicas entre diferentes actores relevantes, con la intención de “impulsar acciones colectivas; propiciar la conversación mun dial intergeneracional; promover una mayor inversión pública y privada; lograr resultados intergeneracionales concretos y transformadores, en beneficio de las niñas y las mujeres” (ONU Mujeres, 2021). Los temas para las coaliciones de Acción se trazaron hacía el abordaje de la violencia de género, la justicia y los derechos económicos, la autonomía sobre el cuerpo, los derechos y la salud sexual y reproductiva, la acción feminista para la justicia climática, la tecnología y la innovación para la igualdad de género y los movimientos y liderazgos feministas (ONU Mujeres, 2021).
En este sentido, proponemos, para el Estado y la sociedad, “un Pacto Decenal por la igualdad con las mujeres y el des monte del patriarcado para cimentar la Paz”, suscrito por actores institucionales y sociales estratégicos, tales como los medios de comunicación, las empresas y el sector educativo, así como las ramas del Gobierno encargadas de las tecnologías, la cultura y la educación, entre otros, que tengan injerencia en la modelación de la opinión pública y en la formación de nuevas generaciones para la instalación de una cultura de paz en los imaginarios y las prácticas, con la predominancia de los sectores educativos, de comunicaciones y culturales.
caminos para la paz y
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En particular, en el sector educativo se propone el impulso de un plan integral en el que se cree y añada en el pénsum académico un módulo de cultura de paz que se dirija a la
construcción de pedagogías antipatriarcales y que tienda puentes con procesos de memoria histórica que ‘‘contribuy[a]n al compromiso social democrático, foment[e]n los debates sobre la representación del pasado, y permit[a]n abordar de manera pertinente problemas del presente” (ONU, Informe Relator Especial, 9 de julio de 2020).
Una representación de la seguridad humana incluyente de los derechos de las mujeres
Diversas perspectivas feministas han interpelado los enfoques dominantes de la seguridad. En oposición a una visión de la seguridad referida al Estado y al hombre como medida de lo humano, se ha invitado a pensar en una seguridad centrada en los individuos y en las comunidades, que atienda a las experiencias particulares de hombres y mujeres en el ámbito público y privado, así como a los diferentes impactos de la violencia en cada uno (Urritia et al., 2020). De esta forma, se propone a ampliar la comprensión de la seguridad como la ausencia de violencia, ya sea militar, económica o sexual, incluso en relación con el continuum y la permanencia de las violencias que se dan en contra de las mujeres, en un nivel coti diano y estructural. Para el caso de América Latina, el enfoque feminista ha ampliado notablemente la panorámica de la seguridad en aspectos tales como el feminicidio, el impacto del narcotráfico, la situación de las defensoras de los derechos humanos, las amenazas al medio ambiente o la trata de personas. En este sentido, se ha conceptualizado ampliamente la violencia contra las mujeres en el marco de los conflictos armados, aunque no tanto su continuidad en sociedades en transición, lo que se
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En palabras de la alta comisionada para los Derechos Humanos, “es necesario comprender las causas fundamenta les relacionadas con el género del comportamiento violento. Propiciar cambios en las normas y actitudes de género puede ayudar a prevenir las violaciones de los derechos humanos y los conflictos en general” (ONU Consejo de Derechos Humanos, 19 de junio de 2020, p. 15).
la
En particular, en el ámbito mundial y desde una perspec tiva feminista, se ha exhortado insistentemente a comprender la necesidad de construir entornos seguros para las mujeres con el foco de atención en la posesión y el uso de armas lige ras por su protagonismo en los casos de violencia en contra de las mujeres.
Desde la perspectiva feminista, la reforma al sector de la seguridad que trascienda la institucionalidad debe ser un pro ceso integral hacia un sistema más democrático, más transparente e inclusivo. Así, se debe asegurar la amplificación de las voces de las mujeres en su discusión y dimensionar sus necesidades diferenciales en materia de seguridad en todos los ámbitos de sus vidas, haciendo visibles sus necesidades y propuestas frente a la violencia en su contra por ser mujeres, incluida de manera particular la violencia sexual (Urritia et al., 2020).
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Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para paz y la no repetición evidencia también en la Agenda de Mujeres, Paz y Seguridad (Urritia et al., 2020). Sin embargo, es primordial comenzar a construir un enfoque que permita garantizar la seguridad de las mujeres más allá de los contextos de conflicto y de posconflicto, es decir, abordar “la inseguridad que sufren las mujeres en contextos de violencia que no son considerados como con flictos armados” (Urritia et al., 2020).
Las armas pequeñas y las armas ligeras son la categoría de armas que más se utilizan en las violaciones de los derechos humanos en general, y en la violencia de género en particular, advirtiendo que […] para comprender el daño causado por estas armas es importante reconocer que no es necesario que se utili cen para que tengan repercusiones en el disfrute de los derechos humanos. Su presencia en el hogar o en la comunidad, y la ame naza o la amenaza implícita de su uso pueden ser suficientes para que tengan un impacto grave en los derechos humanos”. (ONU Consejo de Derechos Humanos. (19 de junio de 2020, p. 6) En el ámbito nacional es amplio el debate y las demandas alrededor del planteamiento de una reforma al sector de la seguridad posacuerdo de paz. Los procesos de exigencia de desmilitarización de la vida cotidiana se han adelantado desde la ciudadanía organizada, en particular de las mujeres y las feministas, durante el conflicto armado y, ahora, en un escenario de posacuerdo, tal como se reflejó en el manifiesto reciente en el que se pidió la, desmilitarización inmediata de las ciudades, los territorios y las vidas de colombianas y colombianos […]. Reforma al sector de la seguridad que garantice el desmonte del Esmad [Escuadrón Móvil Antidisturbios]; la prohibición del uso de armas de letalidad redu cida y de armas de fuego en los equipos de policía de patrullaje; la exclusión de la Policía de las Fuerzas Armadas y su cambio de car tera, concretamente al Ministerio del Interior. Reforma de la com petencia de la Jurisdicción Penal Militar para que se excluya de dicho fuero a los miembros de la Policía y a todos los integrantes de las Fuerzas Armadas por violaciones a los derechos humanos,
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Sobre este tema hubo también importantes pronunciamientos de organismos internacionales, como, por ejemplo, por parte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la cual recomendó al Estado privilegiar el respeto de los derechos humanos (en particular de la vida) en los operativos de seguridad, asegurar el uso de medios no letales en el ejercicio de control del orden público y reforzar procesos de formación, entrenamiento y capacitación de las personas integrantes de los cuerpos de seguridad del Estado, con énfasis en el enfoque étnico-racial y el enfoque de género. Adicionalmente, la CIDH enfatizó en la relevancia de llevar a cabo la separación de la Policía Nacional y el Esmad del Ministerio de Defensa con el fin de que estas instituciones consoliden y preserven un enfoque ciudadano y de derechos humanos (CIDH, 2021).
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición CODHES en particular por las violencias contra las mujeres. (Feministas al País, 2021)
Proponemos
De esta manera, proponemos al Estado el impulso de una reforma constitucional que garantice las transformaciones que de tiempo atrás se han propuesto para el sector de la seguridad, en relación con la desmilitarización de la Policía, la regu lación del uso de las armas a su cargo y la administración de justicia en casos de violaciones a derechos humanos por parte de la Fuerza Pública. Además, se propone adoptar las medidas que se requieran para impactar sus mandatos de género frente a las mujeres y sentar las bases de la correspondencia de estos cambios en una concepción de seguridad cifrada en las perso nas para su posterior desarrollo en políticas públicas sectoriales pertinentes.
Así, la igualdad de las mujeres se debe tratar como una prioridad de Estado enmarcada en una aspiración de la humanidad y de las sociedades que lo reconocen como un bien de carácter patrimonial, en el sentido de la relevancia de su preservación (González Vélez, 2019).
Los países de América Latina y el Caribe, entre ellos Colombia, cuentan con un amplio marco de estándares en materia de igualdad y derechos de las mujeres. Estos se cons tituyen, en particular para la región, por medio de la Agenda Regional de Género, que se refuerza y retroalimenta con las plataformas y los programas de acción de las conferencias de Naciones Unidas y los compromisos vinculantes asumidos por los Estados con la firma y ratificación de la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, su Protocolo Facultativo y la Convención Interamericana
Para la construcción de este acápite fueron especialmente valiosos los aportes producto del taller realizado con lideresas con las que trabaja CODHES.
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En el 2017, la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) calificó la igualdad de género como bien de la humanidad, dada la creciente evidencia por la cual se sostiene que, las sociedades con mayores niveles de igualdad entre mujeres y hombres tienen sistemas democráticos más incluyentes, efecti vos, transparentes y con mayor rendición de cuentas, tienen eco nomías más fuertes y mayor resistencia a las crisis económicas y financieras, y tienen mayores niveles de redistribución y de justi cia social […] es parte central de lo bueno en el mundo. (Comisión interamericana de Mujeres [CIM], 2017)
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El fortalecimiento del Estado para una igualdad de género como bien público en Colombia*
La Agenda Regional de Género está constituida por los marcos adoptados en las conferencias regionales desde hace cua renta años, en particular los consensos acogidos trianualmente a partir de 1997 y hasta el 2020, en los que, en estrecha coordinación con el movimiento feminista, se expresa la voluntad política y el compromiso en la adopción de medidas hacia la igualdad de género, el fortalecimiento del enfoque en la institucionalidad y la necesidad de otorgar un financiamiento espe cífico con la interpelación a otros actores gubernamentales y no gubernamentales para que se sumen a las políticas de igualdad y asuman la transversalización de la perspectiva de género (Cepal y Conferencia Regional sobre la mujer de América Latina y el Caribe, 2017). Los consensos recogen las doce áreas de la Plataforma de Acción de Beijing20 y las tres autonomías identi ficadas para la superación de las desigualdades de género. En este sentido, en la XI Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe , la Comisión Económica para América Latina (Cepal) (Duque y Carrillo, 2019) estableció la relevancia de la interrelación de las autonomías 20 Estas son: la mujer y el medio ambiente; la mujer en el ejercicio del poder y la adopción de decisiones; la niña; la mujer y la economía; la mujer y la pobre za; la violencia contra la mujer; los derechos humanos de la mujer; educación y capacitación de la mujer; mecanismos institucionales para el adelanto de la mujer; la mujer y la salud; la mujer y los medios de difusión y la mujer y los con flictos armados. Resultados de su vigésimo tercer periodo extraordinario de se siones, titulado “La mujer en el año 2000: igualdad entre los géneros, desarrollo y paz para el siglo XXI” (5 a 9 de junio del 2000) (ONU Mujeres, 2014).
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición 55 | CODHES para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer (Convención de Belém do Pará), así como la Resolución 1325 de 2000 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible.
Las tres autonomías se integran y de su garantía se desprende la realización de la capacidad de las mujeres como actoras del desarrollo sostenible y constructoras de paz.
En la Estrategia de Montevideo, construida para dar cuenta de los compromisos adquiridos por los Estados en relación con los derechos y la autonomía de las mujeres y la igualdad de género, recogidos en los ODS y en la Agenda Regional de Género, se reco noce la brecha que existe entre la igualdad normativa y material para las mujeres en las sociedades latinoamericanas y se resumen en cuatro “nudos” estructurales que reproducen la des igualdad de género: 1) la pobreza y desigualdad socioeconómica; 2) el patriarcado, la violencia y el predominio de la cultura del privilegio; 3) la división sexual del trabajo e injusta organización social del cuidado; y 4) la concentración de poder y las relaciones de jerarquía en el ámbito público (Duque y Carrillo, 2019).
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económica, física y política de las mujeres, en la vida privada y pública, como eje central para la garantía de sus derechos y las transformaciones sociales. El hecho de que las mujeres sean autónomas significa que tienen condiciones concretas y la capacidad de tomar decisiones libres e informadas que afecten su vida. Así, la autonomía económica es la capacidad de las mujeres de generar ingresos y recursos propios desde el trabajo remunerado ejercido en igualdad de condiciones con respecto a los hombres; la autonomía física se enmarca en la garantía de los derechos reproductivos y a una vida libre de violencias de género; por su parte, la autonomía política involucra la presencia de mujeres en los diferentes niveles públicos de toma de decisiones y las medidas para promover su participación plena y en igualdad (Duque y Carrillo, 2019).
En función de los “nudos” reconocidos, la Estrategia se estructura sobre diez ejes de implementación de políticas públicas dirigidos a garantizar la igualdad de género, las autonomías y los derechos de las mujeres: 1) marco normativo: igualdad y Estado de derecho; 2) institucionalidad: políticas multidimensionales e integrales de igualdad de género; 3) participación popular y ciudadana: democratización de la política y las sociedades; 4) construcción y fortalecimiento de capacidades estatales: gestión pública basada en la igualdad y la no discriminación; 5) financiamiento: movilización de recursos suficientes y sostenibles para la igualdad de género; 6) comunicación: acceso a la información y el cambio cultural; 7) tecnología: hacia el gobierno electrónico y las economías innovadoras e inclusivas,; 8) cooperación: hacia una gobernanza multilateral democrática; 9) sistemas de información: transformar datos en información, información en conocimiento y conocimiento en decisión política; y 10) monitoreo, evaluación y rendición de cuentas: garantía de derechos y transparencia.EnlaXIVConferencia
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Regional Sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, realizada en el 2020, los Estados miembros de la Cepal adoptaron el Compromiso de Santiago de cara a la crítica situación que se vive en la región como consecuencia de la pandemia generada por el coronavirus (COVID-19). Allí se abordan las causas estructurales de la desigualdad de género y se proponen políticas de respuesta a corto, mediano y largo plazo, de modo que se acuerdan políticas contracíclicas sensi bles al género para mitigar los efectos en la vida de las mujeres (Cepal y ONU Mujeres, 2020).
A propósito de los recientes aniversarios de las conferencias regionales, de la Conferencia de Acción de Beijing, de la Resolución 1325 y de ONU Mujeres, la región cuenta con importantes balances de sus implementaciones realizados por Cepal para los dos primeros y por la Asamblea General de las Naciones Unidas para el tercero. Estas evaluaciones constitu yen una guía dirigida a lograr el pleno cumplimiento de los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible, paz y desarrollo que no se alcanzarán si los Estados no adoptan la igualdad de género como brújula de sus acciones. En la Plataforma de Beijing se estableció que, el éxito de las políticas y de las medidas destinadas a respaldar o reforzar la promoción de la igualdad de género y la mejora de la condición de la mujer debe basarse en la integración de una perspectiva de género en las políticas generales relacionadas con todas las esferas de la sociedad, así como en la aplicación de medi das positivas con ayuda institucional y financiera adecuada en todos los niveles. (ONU, 1995) La exigibilidad al Estado de las mujeres y las feministas por el cumplimiento del compromiso de Beijing sobre esta mate ria se ha traducido en la formulación de planes de igualdad de género o de igualdad de oportunidades y, más recientemente, por la transversalización del enfoque de género y de los dere chos de las mujeres en los planes de desarrollo, de modo que pone cada vez más el foco de sus análisis en la brecha entre formulaciones formales e implementaciones frágiles, sobre todo para grupos específicos de mujeres, lo cual ha hecho posible la ampliación de la participación de voces diversas de mujeres. Estos planes constituyen “un compromiso con el futuro,
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establecen un cierto nivel de acuerdo sobre las transformaciones sociales, económicas y culturales de un país, y, en esta medida, más que un proyecto gubernamental, los planes son un proyecto de país” (Cepal, 2019). Colombia debe adaptar a su realidad las múltiples lecciones aprendidas y los desafíos analizados por estos balances para avanzar en un nuevo estatuto que integre los propósitos de igualdad a los de mantenimiento de la paz, como estrategia que, en la medida en que se avanza en la adopción de la igualdad de género con las mujeres como un bien público nacional, contribuya a evitar la reproducción y continuidad del conflicto armado.
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Esta propuesta está amparada por el pronunciamiento del Relator Especial sobre la promoción de la Verdad, la Justicia, la Reparación y las Garantías de No Repetición de las Naciones Unidas con respecto a la perspectiva de género en los procesos de justicia transicional, en el que indica como perentorio llevar a cabo,una revisión exhaustiva de todas las disposiciones normativas (constitucionales, civiles y penales, administrativas, y de los sistemas normativos tradicionales) para identificar y modificar disposiciones discriminatorias hacia las mujeres y las personas lesbianas, gais, bisexuales y transgénero; garantizar el ejercicio efectivo de sus derechos; y revisar las formas en que están atendi dos los temas de violencia sexual y de género. (ONU AG, 17 de julio de 2020, párr. 4) Así, entonces, proponemos al Estado la creación de un marco estatutario sobre la igualdad de género con las mujeres que materialice en un sistema jurídico integrado las medidas afirmativas y positivas que debe adoptar el Estado para el
goce efectivo de sus derechos humanos comprehensivos de las autonomías para su igualdad. En el mismo sentido, se exhorte al Estado a realizar la formulación participativa del Plan Nacional para el cumplimiento de la Resolución 1325, por el cual se incremente la promoción de los derechos humanos de las mujeres, se fortalezca su participación en la construcción de una paz estable y duradera y en la prevención de nuevos conflictos, así como en su resolución. Adicionalmente, en materia de la implementación de las medidas de género del Acuerdo de Paz, la adopción de un plan de aceleración concertado con la Instancia Especial de Mujeres21 y expresiones de las organizaciones de mujeres y feministas, sobre la implementación del enfoque de género del Acuerdo de Paz y con el concurso del Instituto Kroc, el componente internacional que hace seguimiento al cumplimiento de los compromisos de género, y la Secretaría Técnica del Componente Internacional de Verificación, Cinep/PPP-Cerac. Esto, con el fin de asegurar la adopción de la igualdad, mínimamente la paridad, de la participación de mujeres en las instancias y los mecanismos de implementación del Acuerdo de Paz; la priorización presupuestal y técnica de la reincorporación socioeconómica de las mujeres excombatientes; la contribución a la cualificación de la capacidad de las mujeres con miras al seguimiento en la implementación para el incremento de sus fortalezas en el campo de 21 La Instancia Especial de Mujeres es el organismo consultivo y asesor de la Comisión de Seguimiento, Impulso y Verificación a la Implementación del Acuerdo (CSIVI) en materia del enfoque de mujer y género. Este organismo se encarga de garantizar la implementación del enfoque de género en el Acuerdo de Paz. Está integrada por ocho mujeres con sus respectivas suplentes, en re presentación de organizaciones de mujeres de todos los sectores sociales y te rritoriales. Para más información véase www.instanciagenero.org
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SEGATO (10 DE MARZO DE 2018)
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición la comprensión de las claves de la construcción del presupuesto público y de las herramientas institucionales para la adopción y el desarrollo de políticas públicas dirigidas a la paz; la adopción de medidas afirmativas y medidas diferenciales que permitan garantizar el cumplimiento de los compromisos de igualdad de género del Acuerdo y, por ende, la sostenibilidad de sus efectos; y la implementación de marcadores de género en el trazador presupuestal de paz y articulación con el trazador presupuestal para la equidad de la mujer. El plan de aceleración debe, de manera prioritaria, establecer las condiciones requeridas para el pronto cumplimiento de las recomendaciones realizadas por la Relatoría de las Naciones Unidas sobre defensores y defenso ras, así como las medidas incluidas en el Acuerdo de Paz, con el propósito de garantizar el derecho de las defensoras y lideresas a defender derechos y a no morir por la defensa de la paz. Participación paritaria de las mujeres en todos los escenarios de toma de decisión* Si la guerra es feminizada,feminizandorespondamoslapolítica.
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El proceso de paz colombiano potenció la capacidad par ticipativa y propositiva de las mujeres y las feministas, acumulada durante años de incidencia ante el Estado en favor de la protección de los derechos de las mujeres víctimas del * Para la construcción de este acápite fueron especialmente valiosos los aportes producto del taller realizado con lideresas con las que trabaja la Red Nacional de Mujeres.
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conflicto y de las defensoras de derechos humanos, así como del ejercicio de presión a los actores armados por una salida negociada del conflicto armado. Esa participación debe con tinuar fortaleciéndose en la implementación del Acuerdo de Paz, pero también debe extenderse a todos los escenarios, instancias, mecanismos de diálogo y a la toma de decisiones de la sociedad, los partidos y el Estado hasta alcanzar, por lo menos, la paridad. En otras palabras, “hacer de la participación y el liderazgo de las mujeres un aspecto central de las iniciativas de paz y seguridad, incluidas las respuestas a las amenazas nuevas y emergentes” (ONU Secretario General, 3 de agosto de 2015),elporque,liderazgo de la mujer en la política, las instituciones públicas y el sector privado también es esencial para el mantenimiento de sociedades pacíficas y la plena consecución del desarrollo sostenible [...] y la respuesta que se le da, la seguridad, contra la pro pagación del extremismo violento. (ONU Secretario General, 3 de agosto de 2015) El mayor desafío en Colombia, pese a los debates acerca de si con el Acuerdo de Paz se puso fin al conflicto armado o fue una paz incompleta, y, por ende, no fue paz, es aún la consolidación de la paz con miras a que no continúe la reproducción del conflicto. Esto es, para que se produzca un fortalecimiento dirigido a la construcción de una sociedad igualitaria y pacífica capaz de superar los riesgos de permanecer en conflicto y reproducirlo incesantemente. En relación con esto, la forma en la que la perspectiva de género y la participación plena de las mujeres mejora las posibilidades de que se alcance una paz y una seguridad duradera es
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Así pues, la participación de las mujeres y las niñas tanto en la prevención como en la solución y la recuperación de los conflictos debe garantizar que su voz, su experiencia y la defensa de sus derechos comprenda “no solo [la exposición y el abordaje] de la discriminación y los prejuicios de género en la planificación y la adopción de decisiones, sino también estableciendo elementos básicos sólidos para su participación inclusiva” (ONU Secretario General, 2020), que requiere la superación de obstáculos institucionales, legales y culturales que enfrentan como agentes de cambio, incluidos los del ámbito de la cultura, entendida como determinante en la forma en que las comunidades entienden el mundo actual, cómo conciben y conforman su futuro, para que se reconozca su papel como agentes de cambio, incluso en las situaciones posteriores a los conflictos. De esta forma, las prioridades nacionales en relación con la posibilidad de nuevos conflictos o su continuidad deben tener en cuenta las causas de la desigualdad de género, así como la necesaria participación plena y efectiva de las mujeres en su prevención y las nuevas amenazas para la paz y la seguridad, de forma que aseguren la aplicación integral de la agenda sobre mujeres, paz y seguridad. De otra manera, no podrá ser posible ni la paz ni el desarrollo sostenible, ni tampoco la plena
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición materia de renovada atención nacional e internacional. Desde diversos escenarios se ha identificado que no se ha tenido en cuenta suficientemente a las mujeres y las niñas cuando se adop tan decisiones sobre la recuperación y la gobernanza después de los conflictos, pese a que se ha demostrado en los últimos años que su participación efectiva produce una paz más duradera, por lo cual es necesario tener en cuenta los obstáculos en su ejercicio (ONU Secretario General, 3 de agosto de 2015, p. 9).
Este formato de la política y su razón de estado es por naturaleza monopólico e impide el mundo en plural. Impone la coherencia del uno a la política y digiere todo otro mediante la grilla de un referente universal. Mientras tanto, la práctica política femenina no es utópica sino tópica y cotidiana, del proceso y no del producto. (Segato, 2016, p. 31)
Garantías de No Repetición 64 | CODHES garantía de los derechos humanos de las mujeres y de la sociedad en general.
Lo anterior también dirigido a domesticar la política a través de un proceso de feminización, en el que se busquen, estrategias y estilo remontando el hilo de la memoria y los fragmentos de tecnologías de sociabilidad que están entre nosotros hasta recuperar el tiempo en que el espacio doméstico y sus formas de contacto interpersonal e inter-corporal no habían sido desplazados y clausurados por la emergencia de la esfera pública, de genealogía masculina, que impuso y universalizó su estilo burocrático y gestión distanciada con el advenimiento de la colo nial-modernidad.
Proponemos, entonces, al Estado y la sociedad, un Estatuto de la Participación de las Mujeres que la regule paritariamente (al menos el 50 %) en los mecanismos y escenarios de la parti cipación ciudadana, política, institucional y de construcción de paz, lo que incluya la reforma a la cuota en la administración pública del 30 % para máximos cargos del nivel decisorio y otros niveles, de modo que se asegure el fortalecimiento de la capacidad de las mujeres en los procesos de participación con preeminencia de la cualificación de su capacidad de asociatividad.
Adicionalmente, desde el movimiento feminista, que concurrió junto con el movimiento de mujeres y el movimiento LGBT
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A través de este trabajo se busca, también, extender un profundo agradecimiento y reconocimiento al Grupo de Trabajo de Género de la CEV y a la comisionada Alejandra Miller. Por medio de su gran labor se materializa la aspiración de las organizaciones de mujeres que propusieron en La Habana un meca nismo que garantizara el enfoque diferenciado y afirmativo en favor de las mujeres, con particular énfasis en las mujeres víctimas de violencia sexual y la transversalización del enfo que de género en el ejercicio de todo el mandato de la CEV. Así, evidenciar las formas diferenciales y desproporcionadas con las que el conflicto afectó a las mujeres en el Informe final, y asegurar que las garantías de no repetición se dirijan a sentar las bases de una sociedad igualitaria con reales capacidades de vivir en paz será por siempre la representación de uno de los logros mas grandes de las mujeres en el país.
Agradecimientos y peticiones
Garantías de No Repetición 66 | CODHES a hacer posible la firma de un Acuerdo incluyente y garantista, se espera que 1) se refleje la inclusión del enfoque de género en todo el texto del Informe, no solo en el capítulo centrado en esta perspectiva, y 2) se asegure un asiento propio en la Comisión de Seguimiento de implementación del Informe final.
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Introducción
El texto ha abordado hasta este punto el impacto diferen ciado que tuvo el conflicto en las mujeres, particularmente para las afrodescendientes, negras, palenqueras y raizales, indígenas, con orientación e identidad de género diversas, campesinas y rurales, en la medida en que en dicho contexto se exacerban y agudizan la discriminación y vulneraciones a sus derechos que sufren, incluso, en tiempos de “normalidad”. En el marco de este continuum de violencias del que son víctimas, se mostró cómo los distintos actores armados —predominantemente mediante la violencia sexual— usaron los cuerpos de las mujeres como medios para materializar su poder y así establecer y mantener su control sobre las comunidades y el territorio, en función de sus estrategias de guerra. Asimismo, la igualdad para las mujeres en toda su diversidad como cimiento de paz y garantía de no repetición: transformaciones para la desestructuración del patriarcado
// Sembrar
22 También se han mencionado en el documento la esclavización por parte de los actores armados para ejercer labores domésticas y actividades consideradas fe meninas; la regulación minuciosa de las conductas, las vestimentas y la aparien cia física en el escenario público e íntimo, así como los hostigamientos como consecuencia de un ejercicio de liderazgo político y comunitario, entre otras.
23 Una de sus manifestaciones es la forma en que las relaciones patriarcales son constitutivas del capitalismo y forman un “sistema unificado de explotación y dominación […] cuya dinámica de acumulación produce, reproduce, transforma, renueva y mantiene las relaciones jerárquicas entre los géneros. [Así como],
Garantías de No Repetición 76 | CODHES se advirtió que el desplazamiento forzado es otra de las principales violencias ejercidas contra las mujeres en el conflicto22 . Esto, pues si bien se dirigió hacia la población en general, tuvo efectos desproporcionados sobre ellas, como, por ejemplo, un mayor desarraigo y la necesidad de asumir, bajo condiciones de precariedad intensificadas, labores de cuidado y cargas económicas de las que el arreglo patriarcal las había excluido previamente.Posteriormente, se desarrollaron los motivos por los cua les el patriarcado se encuentra en los orígenes del conflicto armado y, a su vez, profundiza las condiciones que determinaron su ocurrencia y contribuyeron a su persistencia. Es decir, sus dinámicas se despliegan en todos los ámbitos de la sociedad en favor de un orden de dominación masculina que se estructura alrededor de jerarquías dispares e injustas. Estas relacio nes antagónicas son naturalizadas, alientan lógicas belicistas y profundizan otras formas de subordinación en la vida social. Así, el patriarcado subyace a la misma existencia de todas las construcciones de poder, de manera que convierte los cuerpos de las mujeres en las primeras colonias (Segato, 2016, p. 19), desde las cuales se tejieron los entramados de todas las des igualdades que atraviesan los vínculos humanos23 .
24 Rita Segato (2016) lo califica como la esencia política del patriarcado.
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Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición Lo anterior se explicó a través de tres dispositivos que fueron elegidos como categorías de análisis en la medida en que sostienen y hacen posible la existencia del patriarcado. En pri mer lugar, el mandato de masculinidad, entendido como la obligación de recurrir a la persuasión o a la violencia para alcanzar el estatus masculino y validar su posición. En segundo lugar, el “adueñamiento” 24 , que implica la posesión del otro, su cuerpo, sus recursos y territorios, así como la anulación de la alteridad, a fin de permitir la concentración de la autoridad econó mica, social y política en un ejercicio sin restricciones. En este aspecto, se sostuvo que el conflicto armado colombiano tiene entre sus causas principales la concentración y el despojo de la tierra, la debilidad de la democracia y la violencia generalizada contra la oposición política. Estos elementos se ocasionan y agravan por la discriminación de las mujeres en cuanto la expropiación de su poder y sus libertades es la primera forma de dueñidad . Finalmente, se refiere al militarismo como componente que acarrea una veneración al honor, el heroísmo y la fortaleza masculina en oposición a lo femenino visto como debilidad y derrota. Este, si bien se encuentra siempre presente en las estructuras sociales, incrementa en la guerra y permea las interacciones cotidianas, de forma que reproduce la cultura de obediencia de las mujeres y restringe aún más su capacidad de controlar sus propias vidas en los espacios públi cos y Enprivados.esencia,el documento se sustenta alrededor de una premisa conceptual básica: el patriarcado, como primer sistema sostiene y reconfigura sus mecanismos de explotación sobre la base de un fuer te contenido racial y heteronormativo” (Frega, 2019, p. 25).
Garantías de No Repetición 78 | CODHES de dominación, se encuentra inserto en las raíces del conflicto, pues permite y perpetúa los factores que alimentan su existencia 25 . Por este motivo, en el propósito de la construcción de una paz integral y sostenible, la elaboración de medidas para la no repetición debe concentrarse en la cimentación de una sociedad igualitaria que revierta la posición de subalteridad en la que históricamente se ha puesto a las mujeres por el hecho de serlo, y contribuya a la desestructuración del patriarcado.
Con base en estas reflexiones, se presentaron recomen daciones alrededor de cuatro ejes: 1) una cultura de igualdad de las mujeres para edificar cultura de paz; 2) una representación de la seguridad humana incluyente de los derechos de las mujeres; 3) el fortalecimiento del Estado para una igualdad de género como bien público en Colombia; y 4) la participación paritaria de las mujeres en todos los escenarios de toma de decisión. Este apartado es el resultado de una segunda fase de trabajo, en la cual se ideó una formulación que apuntara a la arquitectura de transformaciones que resultan imperiosas para superar el sistema patriarcal, junto con los otros sistemas de opresión y desigualdades con los que se entrecruza, todo esto como reparación y garantía de no repetición. Así las cosas, se llegó a dos estrategias articuladoras. De una parte, Reformas al Estado para alcanzar la igualdad para las mujeres como un bien nacional , y, de otra, Pactos por la igualdad para 25 A pesar de la centralidad de este planteamiento, tanto en el texto anterior como en este documento de profundización, se reconocen y mencionan otras circuns tancias que contribuyeron a la existencia y prolongación del conflicto colom biano. Además de los ya mencionados en el cuerpo del texto, se destacan, por ejemplo, la pobreza, la combustión del tráfico de drogas de uso ilícito y la mine ría ilegal.
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A continuación, se explicará cada estrategia con sus contenidos y fundamentos. Además, se detallará su pertinencia, de cara a la no continuidad del conflicto, a fin de subvertir los tres dispositivos que sustentan el andamiaje de la dominación masculina.
Reformas al Estado dirigidas a alcanzar la igualdad para las mujeres como un bien nacional
Una vez se culmine dicha exposición, se prosigue con la descripción de las reformas que se proponen, las cuales versan sobre seguridad y democracia paritaria. Asimismo, se enun cian las dos rutas mediante las cuales es posible tramitarlas: 1) la construcción de un Estatuto de la igualdad para las mujeres ligado al desarrollo y/o actualización de políticas públicas; o
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición las mujeres y la desestructuración del patriarcado para cimentar la paz , en adelante Pactos por la igualdad para las mujeres. En esencia, se pretende que ambas tengan la potencialidad de ser implementadas y convertirse en una carta de navegación para tomadoras y tomadores de decisión, instituciones y actores responsables tanto del Estado como de la sociedad colombiana.
En este primer apartado se construirá la línea argumenta tiva que lleve a comprender por qué la igualdad entre mujeres y hombres, además de ser un principio y un derecho fundamental, debe considerarse un bien nacional prioritario para el Estado en relación con su objetivo de consolidar de la paz. En particular, se indicará por qué las acciones afirmativas, desde un enfoque diferencial e interseccional, son la herramienta cardinal que hace posible transitar de la igualdad formal a una material, en la que las autonomías de las mujeres se vuelvan una realidad y permitan el pleno goce de sus derechos.
2) la formulación independiente, por vías distintas, de cada uno de sus elementos. Un Estado que antepone en su entramado la igualdad para las mujeres es un Estado que propicia condiciones para la paz La idea de la igualdad para las mujeres como un bien nacional surge de los desarrollos de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM, 2017). Esta la consideró un bien de la humanidad por los efectos que tiene en la consolidación de sistemas democráticos más incluyentes y efectivos, economías más fuertes y mayores niveles de justicia social. A esto se suma la inter pretación de Ana Cristina González Vélez, quien se refiere a su reconocimiento “como un bien de carácter patrimonial, en el sentido de algo que hay que preservar” (González, 2019). En igual sentido, la Secretaría de la CIM, junto con connotadas feministas latinoamericanas, construyó en el 2021 el “Decálogo para un Estado en clave de derechos humanos y feminista” como un aporte al debate acerca del rol estatal y los lineamientos que deben guiar su respuesta a las necesidades de las mujeres. Este insumo es clave para orientar las reformas que aquí se incluirán, por lo que se resumen a continuación sus postulados.Decálogo para un Estado en clave de derechos humanos y feminista1.Lacracia del demo : Las medidas de acción afirmativa y la paridad justa en cargos electivos y mandatos hacen frente a la subrepresentación de las mujeres en el Estado y la sociedad. (p. 5) […]
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2. Las leyes, instituciones y políticas públicas: Solo si se incor poran las miradas, las necesidades específicas y los intereses estratégicos de las mujeres en el Estado, colocando a la igualdad y no discriminación como centrales y transversales en la formula ción de leyes, instituciones y políticas públicas, es posible alcanzar la igualdad sustantiva entre todas las personas. (p. 6).
3.[…]La triada de la institucionalidad. Estado-comunidadpersona: El feminismo rescata la importancia de fortalecer la institucionalidad que atienda las necesidades, derechos y obliga ciones de todas las personas en su diversidad individual y como parte de comunidades y pueblos. (p. 7)
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5.[…]El cuidado en el centro de las agendas: El feminismo pone en el centro de las agendas de los Estados el cuidado de la vida en el ámbito de las personas, la tierra, sus territorios y sus bienes, reconociéndolo como un derecho, por lo que su protección y promo ción son obligaciones del Estado. La falta de acciones de cuidado de parte del Estado, las empresas y la comunidad y la ausencia de corresponsabilidad entre hombres y mujeres, constituyen los principales obstáculos a la participación igualitaria de las muje res en todas las esferas. (p. 8)
4.[…]La gestión política para el buen gobierno: El feminismo da un nuevo sentido a la gestión del poder a través de otros modos de construcción de lo social y lo político que pasan por dotar de poli ticidad a lo doméstico, resignificando el trabajo y las habilidades de las mujeres, recuperando el valor de la empatía, del cuidado, la articulación, la armonización, y las capacidades de gestión en la negociación, fundamentales para el buen gobierno. (p. 7)
6.[…]El buen vivir y la plenitud de la vida: El feminismo reconoce el buen vivir y considera que pasa por anteponer el interés general al particular, siempre que no implique violación a los derechos humanos de las mujeres o niñas. De este modo, ratifica al Estado como garante de la vigencia plena de los derechos de todas y todos. (p. 10)[…]7.Hacia la universalización de derechos: El logro de la igualdad de género comporta la universalización de los derechos. (p. 11)
10.[…] Avanzar hacia una ciudadanía regional-global: El multila teralismo hace posible una mejor institucionalidad que desarrolle mecanismos de acción positiva y políticas de acción afirmativa para las mujeres y sus intersecciones de género, raza, edad, clase, etnia, territorialidad y discapacidad, entre otras, para que sea una realidad la igualdad de género como bien de la humanidad. (p. 14)
las diversas formas de violencia contra las mujeres y las niñas: Para erradicar las diversas formas de violencia contra las mujeres y las niñas, se debe profundizar en la comprensión de su magnitud, transformar los patrones estereotipados de sexo a través de la educación y la comunicación. El Estado debe adoptar todas las medidas exigibles por su deber de debida diligencia. (p. 3)
9.[…]Erradicar
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8.[…]Un modelo económico que produzca riqueza y la redistribuya: Un futuro inclusivo implica el empoderamiento económico de las mujeres, basado en un pacto social, político y de redistri bución de la riqueza, mediante políticas laborales, fiscales presupuestarias y ambientales. (p. 12)
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) ha definido tres dimensiones de la autonomía que son claves para la superación de las desigualdades estructurales de género, así como con miras al ejercicio pleno de los derechos de las elmujeres:control sobre su cuerpo —autonomía física—, la capacidad de generar ingresos y recursos propios —autonomía económica— y la plena participación en la toma de decisiones que afectan su vida y su colectividad —autonomía en la toma de decisiones—. (Cepal, 2013, p. 2)
A su vez, ha considerado que existen “nudos estructurales” que impiden a las mujeres alcanzar la igualdad en las socie dades contemporáneas, tres de los cuales son determinantes de la desigualdad que viven en cuanto constituyen barreras a sus derechos: 1) la división sexual del trabajo; 2) las prácticas patriarcales, discriminatorias o violentas; y 3) el control sobre los cuerpos. Estos son analizados por González Vélez (2018), quien deriva de cada uno consecuencias particulares sufridas
Las autonomías como requisitos para el goce efectivo de los derechos de las mujeres vs. los nudos estructurales de la desigualdad que enfrentan Las mujeres están protegidas por un amplio conjunto de derechos que reconocen su humanidad y dignidad de manera integral. Sus alcances y los estándares para su respeto, protec ción y garantía los recoge la normativa internacional y nacional, cuyo recuento excede los objetivos de este texto. En esta ocasión, se busca resaltar la pugna alrededor del goce efectivo de sus derechos, la cual se da entre las autonomías y los nudos estructurales que las obstaculizan.
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2� Menor autonomía económica (falta de ingresos propios, mayor informalidad, peor remuneración y falta de acceso a la tierra o los activos)�
2�
Fuente: elaboración propia con base en González Vélez (2018)�
5� La violencia sexual contra los cuerpos de las mujeres, exacerbada en la guerra�
5� El estigma de la mujer como un “objeto” para la reproducción�
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División sexual del trabajo: 1� La sobrecarga de trabajo no remunerado y su invisibilidad�
3� La subvaloración del trabajo doméstico remunerado y de todo trabajo visto como “femenino”� 4� La pobreza de tiempo para desarrollar otras labores�
Tabla 1. Principales problemas que obstaculizan la igualdad para las mujeres
26 Se destaca en este punto que los desarrollos teóricos de la autora ponen de presente las injusticias y desigualdades que las mujeres enfrentan en el sistema económico actual, así como la forma en que estas tienen una relación simbióti ca y compleja con el patriarcado como primer sistema de opresión.
.
por las mujeres que impiden el logro de la igualdad al exacerbar efectos desproporcionados de factores discriminatorios prexistentes26
Prácticas patriarcales, discriminatorias o violentas: 1 Baja participación política y baja representación en todas las ramas del poder y en los ámbitos de toma de decisión� 2 Violencias, violencia sexual y feminicidios
4 La falta de acceso continuo a métodos anticonceptivos
3� La brecha salarial en favor de los hombres si importar los niveles educativos de las mujeres� 4� La educación sexista� 5� Discriminación en todos los ámbitos: en el trabajo, en la calle, en la escuela, etc� Control sobre los cuerpos: 1� El embarazo o su continuación forzada� El primero, resulta de una violación, el segundo, de la imposibilidad de interrumpirlo� El embarazo no deseado; 3� Las barreras en el acceso a servicios de salud sexual y reproductiva�
De igual modo, la CIDH (2007) reconoce que ciertos sectores requieren la adopción de medidas afirmativas de equiparación. La Corte Constitucional (2020) ha optado por el concepto de acción afirmativa 28 , el cual abarca una amplia gama de 27 Al respecto, véase CIDH (2021, párr. 359), y CIDH (2015, párr. 144).
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28 En este sentido lo entiende como “políticas o medidas dirigidas a favorecer a determinadas personas o grupos, bien para eliminar o reducir las desigualda des de tipo social, cultural o económico que los afectan o para lograr que los
La acción afirmativa como mandato ineludible para alcanzar la igualdad material para las mujeres La igualdad y no discriminación ha sido entendida como un derecho y un principio rector cuya transcendencia impacta todos los demás derechos consagrados en los ámbitos interno e internacional (Comisión Interamericana de Derechos Humanos [CIDH], 2019, p. 23). A su vez, la CIDH le ha reconocido el estatus de ius cogens 27, lo cual implica que se trata de una norma de perentorio cumplimiento y un límite absoluto a la voluntad estatal. En su faceta de derecho, en el Sistema Interamericano y en la jurisprudencia constitucional colombiana se le han atri buido tres dimensiones: la igualdad ante la ley, la igualdad ante la vida y la prohibición de discriminación. Al respecto, se destaca que uno de los pilares fundantes del Estado social de derecho es, la superación de la igualdad formal con el fin de dar paso a la igualdad material, la cual permite dar tratos diferenciados para así remover los obstáculos y la desigualdad social mediante la for mulación de políticas públicas que favorezcan a grupos discrimi nados o marginados. (Corte Constitucional, Sentencia C-410/94)
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición
1
Fuente: elaboración propia� Hasta este punto se ha logrado establecer que el recurso a las medidas o acciones afirmativas es una obligación del Estado ante condiciones que afecten la igualdad material de un grupo poblacional. De este modo, deben ser la principal herramienta en el propósito enfrentar los nudos estructurales que minan la igualdad para las mujeres en cuanto menoscaban sus autonomías y derechos humanos. En materia de no repetición del conflicto armado, las medidas afirmativas dirigidas a alcanzar la igualdad para las mujeres se encaminan a la transformación de las relaciones patriarcales. miembros de un grupo subrepresentado, que usualmente ha sufrido de una discriminación histórica, tengan mayor representación” (Corte Constitucional, 2020, p. 10).
La igualdad y no discriminación constituyen ius cogens vinculante para el Estado
2�
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La igualdad es un derecho y un principio rector que impacta otros derechos
4�
La igualdad material, como fundamento del Estado social de derecho, obliga a la adopción de acciones afirmativas�
5� La acción afirmativa se puede concretar en diversas medidas que redunden en la equiparación de condiciones para poblaciones históricamente discriminadas�
3� El derecho a la igualdad tiene tres dimensiones: formal, material y la prohibición de discriminación�
instrumentos, políticas y prácticas de índole ejecutiva, administrativa y/o reglamentaria cuya selección depende del contexto y de su objetivo. A continuación, se extraen cinco ideas principales de lo expuesto en esta sección. Tabla 2. Cinco máximas de la igualdad-contenido, alcances y la centralidad de las acciones afirmativas
caminos para la paz y la
Ahora bien, tal y como se mencionó en la parte introductoria de este documento, el conflicto también agudiza las discriminaciones preexistentes en contra de mujeres, cuyas realida des se ven atravesadas por su identidad étnico-racional, de género y orientación sexual, de capacidades diversas, etaria y situaciones relacionadas con el estrato socioeconómico, la zona geográfica o el entrecruce de algunas o varias de estas condiciones. Al respecto, en su Recomendación General 35, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Cedaw) enfatizó que, en tanto las mujeres experimentan múltiples formas de discriminación, interrelacionadas entre sí, que tienen un agravante efecto negativo, “la violen cia por razón de género puede afectar a algunas mujeres en distinta medida, o en distintas formas, lo que significa que se requieren respuestas jurídicas y normativas adecuadas” (Cedaw, 2017).
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Así, pues, es necesario que en el proceso de reforma y en la formulación de acciones afirmativas se privilegie un enfoque diferencial e interseccional que analice y busque comprender la manera en la que diferentes identidades y circunstancias afectan el acceso a las autonomías y derechos. Esto, con el objetivo de hacer propuestas cuya implementación sea sectorizada, eficiente y verdaderamente transformadora. En este orden de ideas, una vez clarificado este entramado jurídico y teórico, en los siguientes dos apartados se desarrollan las propuestas de reforma en los ejes de participación paritaria y seguridad.
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29 La Estrategia de Montevideo fue aprobada en la XIII Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, organizada por la Cepal y el Gobierno del Uruguay, celebrada en Montevideo del 25 al 28 de octubre del 2016. Se trata de un compromiso político regional que tiene por objeto guiar la plena implemen tación de los acuerdos de la Conferencia Regional y asegurar que sean la hoja de ruta con miras a alcanzar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en el ámbito regional, desde la perspectiva de la igualdad de género, la autonomía y los derechos humanos de las mujeres.
1. Impulsar un proyecto de ley que adicione al Código Electoral Colombiano los mecanismos de alternancia y universalidad para las mujeres 30 , y que, a su vez, reemplace la cuota del 30 % establecida en la Ley 581 de 2000 por la paridad en las
30 En este punto es importante mencionar que la reforma electoral, que en este momento estudia la Corte Constitucional, introdujo la paridad en las listas
Reformas a los mecanismos de participación para la democracia paritaria Según la Estrategia de Montevideo29, la democracia paritaria establece como medidas impulsar el liderazgo de las mujeres en organizaciones sociales y políticas, así como crear “mecanismos que garanticen la inclusión paritaria de la diversidad de mujeres en los espacios de poder público de elección popular y designación en todas las funciones y niveles del Estado” (Cepal, 2017, p. 27). Sobre su concreción, es importante traer a colación un aprendizaje del reciente proceso constitucional chileno: la necesidad de contemplar la paridad como un piso o mínimo y no como un techo o potencial límite a la partici pación política de las mujeres (Carrillo y Zúñiga, 2021, p. 247). En consecuencia, se recomiendan las vías normativas que se enumeran a continuación, con el fin de avanzar hacia una democracia paritaria en el país y hacía la desactivación de las dinámicas de expropiación de poder de las mujeres, insertas en las causas estructurales del conflicto.
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición 89 máximas instancias y otras instancias de decisión de las administraciones territoriales y del nivel nacional.
2. Promover un proyecto de ley estatutaria por medio del cual se dicten normas de garantías de la promoción de la participación ciudadana, en el marco del Acuerdo de Paz. Esto, con el objeto de desarrollar, proteger, garantizar y promover los derechos de la participación y la asociación establecidos en la Constitución Política, en particular lo consagrado en los artículos 37, 38, 40 y 103, a fin de que se regulen los espacios e instancias de participación ciudadana, entre otros asuntos, en términos de la paridad.
3. Incentivar la reforma de la Ley 152 de 1994, orgánica del Plan de Desarrollo en materia planeación territorial y nacional en el marco del Acuerdo de Paz, con el objetivo de reglamentar la participación paritaria de las mujeres en los consejos de planeación.
4. Impulsar un Estatuto de la Participación de las Mujeres que favorezca el fortalecimiento de su capacidad en los procesos de con preeminencia de la cualificación de su capacidad de asociatividad, lo cual agrupe las medidas necesarias para asegurar, mínimamente, la paridad en todas las instancias de toma de decisión. Reformas al sector de la seguridad desde la perspectiva de los derechos y las autonomías de las mujeres Se propone una modificación al artículo 3 del Código Penal Militar (Ley 1407 de 2010) que reconozca de manera expresa electorales. Por esta razón, en caso de ser declarada exequible por el Alto Tribunal, la paridad sería una obligación en listas cerradas o abiertas.
participación,
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Garantías de No Repetición 90 | CODHES que la violencia contra las mujeres y particularmente la violencia sexual no constituyen, bajo ningún supuesto, delitos relacionados con el servicio; por ende, se encuentran excluidos del fuero militar todos los miembros de la Fuerza Pública judicializados por este tipo de conductas. Si bien no se enunciarán más propuestas específicas en este punto, se rescatan también las reflexiones sobre cómo la inclusión de una perspectiva de derechos de las mujeres en lo relativo a la seguridad requiere en principio una resignifica ción de este concepto que se aleje de las posiciones hegemónicas dominantes. Algunas académicas, como, por ejemplo, Cohn (2013), Robinson (2011) y Tronto (2013), han señalado que se puede repensar la seguridad desde conceptos que tradicionalmente no han sido asociados con ella, como, por ejemplo, la ética del cuidado. Elemento que permite encami nar las prácticas de seguridad, no a lograr autosuficiencia, sino a reconocer las necesidades y perspectivas de los otros y las otras con los que creamos dinámicas de responsabilidad y cuidado mutuo. Estas construcciones se relacionan estrechamente con la estrategia de los Pactos por la igualdad para las mujeres, la cual privilegia una visión de la seguridad desde la corresponsabilidad por vivir una vida libre de violencias. “Una de las bases teóricas de la seguridad en clave feminista es la premisa de que el fin de estas violencias estructurales, comunitarias, sociales e íntimas es indisociable de una vida segura y en paz” (Millares, 2022, p. 92).
Las reformas al Estado dirigidas a alcanzar la igualdad para las mujeres como un bien nacional pueden ser tramitadas
Un estatuto de la igualdad para las mujeres
exhaustiva
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición 91 | CODHES a través de dos rutas. La primera, de manera independiente, por vías normativas diferenciadas, tal y como se propuso en los numerales 4 y 5 de este capítulo. La segunda, a través de un Estatuto de la igualdad para las mujeres que permita integrar en un único régimen jurídico “revestido de fuerza obligatoria, […] del conjunto de las disposiciones legales vigentes sobre [la] materia, a fin de crear un régimen legal sistemático y armónico que […] se traduzca en certeza y seguridad jurídicas, de modo que se asegure su observancia y aplicación” (Corte Constitucional, Sentencia C-439/16).
El Estatuto se fundamenta en el acatamiento de las obligaciones del Estado en materia de la garantía del derecho a la igualdad y no discriminación, en sus tres dimensiones. De este modo, debe dirigirse a cristalizar con respecto a las mujeres su obligación de adoptar los mecanismos institucionales per tinentes, en particular, las acciones afirmativas para el goce efectivo de sus derechos humanos comprehensivos de sus autonomías. Así las cosas, proponemos que el Estatuto contenga al menos los puntos que se enumeran a continuación.
1. Las reformas de ley requeridas producto de una revisión de todas las disposiciones normativas vigentes para identificar y modificar disposiciones discriminatorias hacia las mujeres en toda su diversidad (Relator Especial sobre la promoción de la Verdad, la Justicia, la Reparación y las Garantías de No Repetición de las Naciones Unidas, ONU AG, 2020, párr. 4). Para la concreción de este primer paso, debe tenerse en cuenta que la discriminación indi recta también constituye discriminación. Así, el hecho de que una norma o política no emplee un factor sospechoso y parezca neutral en su formulación, no implica que no pueda
Garantías de No Repetición 92 | CODHES llegar a tener impactos discriminatorios. Motivo por el cual se hace necesario verificar el efecto de las normas, más allá de su literalidad, a fin de constatar si conllevan resultados desproporcionadamente perjudiciales sobre las mujeres (CIDH, 2019, pp. 37-38).
4. Las reformas en los campos de las recomendaciones de reparación y no repetición que formule la CEV en temas de igualdad para las mujeres, sus autonomías y derechos humanos que requieran regulación legal con miras a su eficaz Sumadoimplementación.aloanterior, es primordial que el Estatuto se construya a la par con procesos de formulación o actualización de políticas públicas con el fin de garantizar su regulación en caso de ser requerida. Para esto, deben ser observados los criterios de razonabilidad establecidos por la Corte Constitucional 31 , así 31 En el marco de su jurisprudencia sobre el desplazamiento forzado, la Corte esta bleció, en cuanto a la protección de los derechos fundamentales de las mujeres y la prevención del impacto de género producto del conflicto armado, quince elementos mínimos de racionalidad para la adopción de política pública. Véase el Auto 737/17- (Corte Constitucional, 2017, p. 29).
3. La regulación normativa dirigida a alcanzar la paridad, entendida como un piso y no como techo, de los mecanismos y escenarios de la participación ciudadana, política, institucional y de construcción de paz, en conformidad con las reformas ya presentadas.
2. Las reformas que garanticen las transformaciones insti tucionales requeridas para la garantía de la seguridad y la vida libre de violencias para las mujeres.
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El patriarcado fundamenta y nutre otros sistemas de dominación en tanto constituye la primera pedagogía de poder y lec ción de jerarquía (Segato, 2018, p. 15). El paradigma masculino y los valores asociados al mismo son espacios de aprendizaje para la subordinación y la violencia, por lo cual, se requiere una transformación del imaginario colectivo y los cimientos culturales de la sociedad si se pretende dejar sin piso y sin cauce las lógicas machistas que someten a las mujeres a la vio lencia y propician los conflictos bélicos. Para ello, es necesario avanzar en “una educación integral laica de calidad, oportuna y libre de estereotipos, [que promueva] una cultura de igualdad entre mujeres y hombres para derribar los patrones culturales patriarcales, discriminatorios y violentos” (Cepal, 2020a, p. 4).
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición CODHES como los enfoques, las dimensiones y los ejes recogidos por la Cepal en las conferencias regionales de género32 . Pactos por la igualdad para las mujeres y la desestructuración del patriarcado para cimentar la paz: la educación como eje transformador que atraviesa lo individual, comunitario e institucional
En este orden de ideas, nuestra segunda estrategia se dirige a llevar a cabo en el país una gran movilización social e institucional que promueva la firma de Pactos por la igualdad, centrada en comunidades educativas. Se prevé que este ejercicio sea de carácter territorial, comunitario y doméstico, con un enfoque en el proceso, en la solución de problemas y en la preservación 32 Véase, por ejemplo, Cepal (2017).
La pedagogía por el cuidado de la vida como antídoto de las prácticas patriarcales Se proyecta que los pactos se firmen en torno a dos objetivos: la igualdad para las mujeres y la desestructuración del patriarcado, en la medida en que son dos caras de una misma moneda. Para esto, el concepto político articulador de la pedagogía que acompañará su proceso de creación y desarrollo es el cuidado de la vida, entendido como ética del cuidado de las personas y el cuidado de la tierra, en perspectiva feminista/s, étnico-racial, interseccional y territorial.
Garantías de No Repetición 94 | CODHES de la vida 33 . Todo pacto es un convenio entre partes que se comprometen a hacer y/o no hacer algo. Así, pues, se ligan a voluntariedad y corresponsabilidad de quienes lo suscriben y tienen un gran potencial como innovación metodológica para generar conversación política —pública y doméstica—, así como acuerdos que progresivamente alteren la narrativa del mandato de masculinidad desde las instituciones educativas. El enfoque en este ámbito se justifica por el impacto que tiene la educación en la configuración de la cultura de una sociedad, el cual redunda en la posibilidad de generar cambios en dos niveles: en lo individual, con cada una de las niñas, niños, jóvenes y adultos cuyos pensamientos y valores se ven atravesados por la formación que reciben, y, en lo social, que va desde las familias a las comunidades en las que se ponen en práctica los valores y comportamientos aprendidos.
33 Segato, en Contra-pedagogías de la crueldad, destaca estas características como elementos definitorios de la experiencia histórica de las mujeres que pue den sentar ejemplo de una forma distinta de pensar y actuar colectivamente que conlleve una politicidad femenina distinta a la patriarcal.
Al orden patriarcal se opondrá una política feminista que transforme las relaciones de poder entre mujeres y hombres. Se propone pensar esta propuesta en una lógica de acción-reacción. Ante un sistema machista que pone en el centro una dominación impuesta, desigualdades estructurales, discriminación, violencia y destrucción, se contrapondrá el cuidado desde un proceso democrático que fomente la participación de todas y todos, y se encamine a definir las bases que garanticen en nuestro país la igualdad para las mujeres, así como la posibilidad de ser y vivir en libertad, con pleno goce de los derechos y respeto por las personas, la naturaleza y el entorno que nos rodea. Así las cosas, en la elaboración de los pactos las partes identificarán prácticas patriarcales, en sus múltiples manifesta ciones, que afecten la vida de las personas y los territorios. A partir de esto, se comprometerán con prácticas concretas de cuidado de la vida y se establecerá un mecanismo de segui miento al cumplimiento de los acuerdos.
La falta de políticas o acciones de cuidados por parte del Estado, las empresas y la comunidad, y la ausencia de corresponsabilidad entre hombres y mujeres, constituyen los principales obstáculos a la participación igualitaria de las mujeres en todas las esferas, particularmente en la economía, en el trabajo y en el avance hacia el logro de la igualdad de género, dentro de las familias y en la sociedad. Por lo que los cuidados de las personas deben ser un derecho y su protección y promoción una responsabilidad del Estado. (Comisión Interamamericana de Mujeres [CIM], 2021, p. 9)
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la
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Serán creados en diversos ámbitos territoriales, institucio nales y sectoriales, en los ámbitos nacional, departamental, municipal, comunal, barrial, veredal, así como en resguardos, consejos comunitarios y otros, en su relación con institucio nes educativas y espacios de formación. Además, se dispondrá que el Ministerio de Educación garantice la expedición de guías que sirvan de apoyo metodológico y se incentivará el compromiso de los medios de comunicación para adelantar su convocatoria y suscripción 36 . Igualmente, se abrirá 34 1) Entre niñas y niños; 2) entre jóvenes; 3) entre amigas y amigos; 4) en salones de clase; 5) en escuelas; 6) colegios; 7) facultades universitarias; 8) entre profe sores y estudiantes; 9) en las asociaciones de padres de familias; 10) sindicatos de maestros y maestras; 11) otros sindicatos de instituciones educativas; 12) en tre hombres y mujeres en el ámbito personal; 13) en espacios formativos de funcionarios.
36 “Más allá del diseño de políticas referentes a la atención, el acceso a la justicia y el establecimiento de sanciones, se requiere poner énfasis en el sistema edu cativo y los medios de comunicación en la necesidad de superar los patrones culturales que subyacen a la violencia de género, actuar sobre los mecanismos de transmisión de la violencia por razón de género y avanzar en la implemen tación de políticas públicas para su prevención. Para alcanzar una vida libre de violencia se requiere el involucramiento de la diversidad de actores sociales y
De la multiplicidad de pactos al Pacto Educativo Antipatriarcal como fundamento de una pedagogía feminista para la paz La estrategia prevé que los pactos se promuevan desde el sistema educativo, pero suscritos por una gran diversidad de actores 34 políticos, sociales, institucionales 35 , e involucren a “los niños, los jóvenes y los hombres como aliados estratégicos en el logro de la igualdad de género” (Cepal, 2020a, p. 6).
35 Por su relevancia, se destaca el Ministerio de Educación, las secretarías de partamentales, distritales y municipales de Educación, el SENA, el ICBF y las universidades.
caminos para la paz y
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando la no repetición la posibilidad de que las partes firmantes suban sus pactos a plataformas virtuales o los depositen en instituciones dispuestas para ello. La gran movilización se cerrará con la firma en el ámbito nacional de un Pacto Educativo Antipatriarcal , acto simbólico que ratifica la decisión política de la sociedad colombiana de cuidar la vida de las personas y los territorios, como una apuesta desde la educación para la igualdad de las mujeres. En este momento final, se sistematizarán las experiencias del proceso y se estructurará este pacto como una forma de comprometer al sistema educativo y su institucionalidad desde el nivel central hasta el regional con el proceso de transforma ción cultural y social que, para ese momento, ya se estaría gestando. En concreto, su responsabilidad se traduciría en una pedagogía feminista para la paz que deberá transversalizarse y difundirse en todas las instituciones educativas del país. comunitarios y el sector privado, así como el compromiso de los hombres con la tolerancia cero a la violencia hacia las mujeres y las niñas” (Cepal, 2020b).
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103 | CODHES // Perfil de las autoras
Claudia Mejía Duque
Sylvia Cristina Prieto Dávila Politóloga e investigadora �
Ha trabajado por más de cuatro décadas por la promoción y la defen sa de los derechos de las mujeres en Colombia � Cursó sus estudios de Derecho en la Universidad Externado de Colombia; es especialista en Derechos Humanos de la Escuela Superior de la Administración Pública (ESAP); cuenta con un diploma de postítulo en Derechos Hu manos y Mujeres: Teoría y Práctica, otorgado por la Universidad de Chile, y realizó una maestría en Estudios para la Paz y el Desarrollo, en la Universidad San Jaume I de Castellón en España � Es integrante del movimiento Defendamos La Paz, espacio amplio y diverso que vela por el cumplimiento del Acuerdo Final de Paz en Colombia, del que hacen parte las personas firmantes del Acuerdo y representantes de sectores sociales y políticos de todo el país y del ámbito internacional � Igualmente, pertenece a la Red Nacional de Mujeres, iniciativa feminista que aporta a la exigibilidad del goce efectivo de los dere chos de las mujeres y las niñas, así como a la construcción de la paz incluyente de la igualdad y su plena ciudadanía �
Garantías de No Repetición 104 | CODHES
Jenifer Paola Caicedo Artunduaga Estudiante de derecho y asistente de investigación�
Marta Lucía Tamayo Rincón Abogada y activista feminista, exdefensora regional de Risaralda y ex delegada nacional para la Política Criminal y Penitenciaria de la Defen soría del Pueblo, consultora de organismos de cooperación internacio nal en temas relacionados con la promoción de los derechos humanos de las mujeres y el diseño de políticas públicas de género en el orden territorial � Marcia Rojas Moreno Abogada feminista especialista en derechos humanos y derecho inter nacional humanitario� Actualmente trabaja en la Jurisdicción Especial para la Paz y como consultora en temas relacionados con violencia ba sada en género y justicia transicional � Tiene experiencia en la defensa y promoción de los derechos humanos de las mujeres y en el acompañamiento y representación judicial de víctimas de violencia sexual en el marco del conflicto� Kelly Tatiana Paloma Culma Defensora indígena feminista, profesional de género de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES)� Politólo ga y maestranda en Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Colombia, con experiencia como docente universitaria, en trámites y proceso legislativo, e investigaciones sobre género, seguridad, defen sa, partidos políticos y sistemas electorales �
Patriarcado, mujeres y conflicto armado: arando caminos para la paz y la no repetición
Este texto contiene recomendaciones para la no repetición, en clave de género, que fueron entregadas a la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV) en mayo del 2022. En el documento se plan tean dos estrategias articuladoras dirigidas a enfrentar y superar el sistema patriarcal como presupuesto fundamental para la garantía de no repetición. La primera de ellas parte de la comprensión de la igualdad de las mujeres como un bien nacional que compele al Estado a adoptar acciones afirmativas que garanticen una igualdad material, en la que las au tonomías de las mujeres se concreten en el pleno goce de sus derechos. En esta línea, se proponen reformas al Estado en temas de seguridad y democracia. La segunda estrategia apunta a los ámbitos de la cultura y la educación. A saber, se proyecta una gran movilización social e institucional que promueva en el país la firma de pactos por la igualdad con enfoque en las co munidades educativas. Ello, con el objetivo de desestructurar el paradigma masculino como un espacio de aprendizaje para la subordinación y la violencia.
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