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La compleja vida de un paraobjeto la intermodalidad

Sí, compré un monopatín, así le dicen en Chile, en España le llamamos patinete. Yo, que me siento un esteta de las palabras, dictamino que ambas son malas palabras. Supongo vienen de pata, o al menos tienen una raíz común con pata, pero para mí el problema no es ese, sino que ambas son de alguna forma diminutivos de cual-sea-esa-palabra-original-que-creemos-que-es pata. Respeto a las patas, no a los diminutivos pues siempre esconden un cierto desprecio hacia aquello que disminuyen. Scooter suena con más onda, quizá porque es una palabra inglesa y su etimología no nos recuerda a nada. Me gustaría usar la palabra scooter de ahora en adelante, pero tengo una ley lingüística que me lo impide: no uso palabras en inglés. Soy un purista de la lengua castellana.

Los scooters, nueva palabra favorita de quien suscribe, en general son asociados a las niñeces, quienes los usan con fines recreacionales mientras son custodiados por sus madres. No digo padres de forma deliberada, quien suscribe se declara feminista, entendiendo que persisten los roles de género en esta sociedad heteropatriarcal.

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Aplausos. Qué gran hombre.

En realidad, lo dicho es bastante aplicable a la vida completa de les infantes, su vida es en esencia recreacional, bueno, al menos quienes nacen en familias con cierta estabilidad financiera. Entonces los monopatines, por el tipo de usuario que suponemos tiene, han sido vilmente reducidos a un juguete.

Mirad con qué bella palabra nos encontramos, juguete, supongo viene de juego, uno tan despreciable que requiere añadírsele el sufijo ete. Elementos inútiles salvo para la diversión, el ete de patinete o el ín de monopatín existen porque son artefactos usados por niños, personas cuyas actividades e intereses no deben ser considerados seriamente. ¿Será así? Algunos tendrían la osadía de interpretar lo anterior como una manifestación lingüística de la niñofobia, tan latente en nuestras sociedades. Quien suscribe lo ve posible. Quien suscribe no se junta con esa gente.

Aunque igual me gustan los lugares libres de niños, ¿también eso es niñofobia? Pero ¿por qué tienen que haber niños presentes si hay gente emborrachándose y consumiendo cocaína y masturbándose en aeropuertos, jadeando en la cabina contigua a la que me encuentro, por razones difícilmente dilucidables? Prohibirles la entrada es bondad.

Ahora que lo pienso, a las bicicletas les decimos bicicletas, que es como otro diminutivo, esta vez supongo proveniente de biciclo. También están los botines en el futbol, que probablemente sean una disminución de bota, y en el tenis tenemos las raquetas, palabra cuyo origen etimológico es Raquel, de eso no me quedan dudas, raqueta se asemeja a una pequeña cabeza de Raquel, con cara apretada y amuñada, como toda Raquel, tensión facial necesaria para golpear una pelota a 200 kilómetros por hora, como lo hacía Andy Roddick, que no era Roderick ni mucho menos Rodrigo. En España hay una ciudad que se llama Rodrigo. Qué mala Raquel le habrá tocado a esa persona que inventó las raquetas. Espero no haya sido un Rodrigo. Yo no soy Rodrigo.

Seguro hay más ejemplos que muestran que en castellano tendemos a bautizar con diminutivos ciertos artículos deportivos, y mi tesis es que subyace en esa costumbre un profundo desprecio hacia la recreación. Jugadísimo me encuentro con esta tesis, que viene de jugado, y a su vez de juego. Qué gran juego de palabras. ¿Juego, juguete, patinete?

Patineta. También existe el skate. Qué gran nombre, esqueit, tiene estilo la palabra, pero en castellano la cambiamos por patineta. ¿Por qué nos hacemos esto? A mi parecer, el skateboarding es para gente que no valora la vida, es demasiado extremo desplazarse sobre una tabla sin usar las manos. Por eso prefiero el monopatín, porque soy de la UDI y estoy a favor de la vida, al menos de la mía, y cuando me subo a uno puedo asegurar mi sobrevivencia agarrando bien agarrado el manubrio, no sin temor, mientras con la patita bien estirada me impulso para deslizarme por la ciudad. No quiero perder la vida, menos a bordo de algo llamado monopatín. Qué indigno titular: Promesa del urbanismo fallece tras caer de su monopatín.

Otra gracia del monopatín es que alcanza una velocidad bastante más alta que la caminata, lo que lo transforma en un medio de transporte. Considero que eso es argumento suficiente para iniciar una moción para quitarle ese nombre estúpido y despectivo. Mi propuesta es Cuauhtémoc Blanco. Los Cuauhtémocs no son demasiado grandes y pueden plegarse, por lo que subir al transporte público masivo es posible con él, sin molestar demasiado a los otros pasajeros. Luego, al bajarse del bus o metro, se hace fácil recorrer los 300 ó 500 ó 673 metros de distancia que restan hacia tu destino deslizándote por la ciudad. Cumplen un rol en la intermodalidad.

¿No sabes qué es intermodalidad? No estoy aquí para eso, no me lo hagan explicar. Mejor que lo haga la señora L, mi suegra, ella es experta en transportes y estaría encantada de explicarles a cada uno de ustedes, ignorantes, el significado de la intermodalidad. Les dejo su correo.

La intermodalidad, según vagamente entiendo, consiste en cómo se integran diferentes modos de transporte durante un viaje al interior de una ciudad o región o país. Por modo de transporte se entiende desde la caminata hasta los trenes, pasando por bicicletas, metros, buses, Cuauhtémocs, entre otros. Y por viaje, la decisión o necesidad de moverse desde un origen a un destino.

Ejemplo de intermodalidad: Conozco a un magnate afincado en Estados Unidos. No lo dice mucho, pero es de Curanilahue.

Él despierta una mañana cualquiera en su casa de 759 metros cuadrados construidos. Toma el ascensor frente a su cama, está desnudo. Baja a la cocina, donde guarda su colección de cafeteras. Decenas de miles de dólares invertidos. Se acerca a la de uso diario y hace cosas con ella que no soy capaz de describir, aparentemente nada sexual. Aunque sigue desnudo y a ratos gime. Está en esas complejas maniobras durante unos 15 minutos hasta que finalmente llena su taza con café. Tras el primer sorbo de ese café obviamente frío, exclama:

- Alexa, is the E-Cu fully charged?

Sí, a su Cuauhtémoc le llama así con cariño, porque sí, el aparato es eléctrico, de ahí la E que precede a la sílaba Cu. Hermoso sería que en vez de Cu se escribiera Q y así ser denominado comercialmente como E-Q, haciendo un juego de palabras con IQ, que es la sigla usada anglosajonisticamente para el coeficiente intelectual, elevando nuestro Cuauhtémoc a la cúspide civilizatoria, sitial que siempre tuvo pero que injustamente se le ha negado desde principios de la historia.

Y nuevamente sí. Alexa contesta afirmativamente, en el momento en que el sujeto en cuestión introduce sus delicados pies en un par de Campers. Se pone un casco verde fluorescente, se monta en el aparato y erguido recorre cientos de metros hasta la parada del autobús. El vehículo cuenta con espacio disponible para estacionar bicicletas y Cuauhtémocs. Se sube, y recorre unos 6 kilómetros hasta llegar al centro, donde están sus oficinas. Baja, se despide de Mike, el conductor de siempre, y vuelve a montarse sobre E-Cu. Pasados 5 minutos está sentado en su cómoda silla, sin transpiración ni demora.

Nuestro amigo ha experimentado la intermodalidad, ya que para dirigirse desde su lujoso hogar hasta su trabajo ha utilizado diferentes modos de transporte, desde el ascensor hasta el transporte público.

Otra virtud del monopatín es que permite una transición muy rápida entre el patinaje y la peatonalidad: al estar la plataforma sobre la que el usuario se para a unos 10 centímetros del suelo, en segundos es posible reducir la velocidad, bajar los pies a la superficie de la vereda y simplemente caminar. Esa transición me gusta mucho por varios motivos, uno de ellos es la seguridad, y otro, el más importante para mí, es porque tomo fotos. En la calle, de la gente, de los edificios que no tengo tanto ánimo de diseñar, de los espacios públicos. Recorro la ciudad deslizándome en monopatín y me detengo cuando observo algo valioso. Lo he intentado hacer en bicicleta, pero resulta infructuoso. Voy demasiado rápido y no alcanzo a observar con plena atención lo que ocurre a mi alrededor, como sí lo logro en monopatín.

Y eso. Andando en mi monopatín tomo fotos, ¿o las saco? A veces las saco, cuando apunto directo a alguien sin permiso, eso es sacar, extraer, hurtar.

Basta.

No quiero seguir con los juegos de palabras. ¿O sí?, siempre sí.

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