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Experiencias en Alemania
En un artículo de la anterior edición de la revista CaliKalender la señora Inés María Materón señala que “somos un colegio de oportunidades, cuya comunidad escolar encamina a diario todos sus esfuerzos hacia el logro de estas, desde la obtención de nuevos aprendizajes, hasta el sentimiento de frustración frente a aquellos que no se alcanzan rápidamente”. En principio, esta afirmación va encaminada hacia las oportunidades de los estudiantes, pero en mi caso, como docente, puedo incluirme como una de las afortunadas de hacer parte de esta comunidad educativa.
Desde hace muchos años había querido experimentar las cuatro estaciones y aprender mejor un idioma extranjero. Cuando empecé a trabajar en el Colegio Alemán de Cali en 2013, me encontré con una cultura y una lengua que me cautivaron. Sin embargo, mis avances en el idioma eran muy lentos, así que después de trazar unos planes de acción, solicité a los directivos su apoyo para ir por un tiempo a Alemania y poder aprender desde la “experiencia in situ” sobre el país, sus costumbres, su forma de vida y trabajo. Obtuve una respuesta positiva y me otorgaron un año de licencia no remunerada.
Tuve la fortuna de encontrar unos parientes lejanos que viven en Baviera, quienes aceptaron ser mi familia anfitriona, como también pude visitar y colaborar por dos meses en un kindergarten. Comprendí sus formas de funcionamiento en el día a día, que de alguna manera ya conocía a través de mis colegas en Cali, pues fue exactamente lo que ellas nos habían contado.
En esta primera parte de la historia viví en Dietramszell , un pequeño pueblo ubicado cerca de Múnich, con paisajes hermosos y habitantes amables. Conocí la alcaldía, el alcalde, las educadoras y cuidadoras de dos kindergarten, la iglesia y el ‘Waldheimer’ , una maravilla natural de esta región.
Llegué en el mes de agosto, en verano, pasé por el calor y los días largos, y permanecí hasta octubre, cuando comenzó el otoño con sus lluvias, hojas de los árboles que cambiaban de color, vientos fuertes y fríos, anocheceres a las 5:30 de la tarde y bajas temperaturas en las madrugadas.
La experiencia con el idioma fue difícil, nadie hablaba español, y a pesar de haber persistido en aprenderlo en Colombia y creer que podía “defenderme” en Alemania, me encontré que en el sur del país utilizan palabras y expresiones diferentes de las que se usan en el ‘Hochdeutsch’, y es que todo cambiaba desde el mismo saludo. En la calle decían ‘Servus’ o ‘Grüß dich’, nunca ‘Hallo’ o ‘Guten Tag’. Para despedirse no existía el ‘Tschüss’ sino ‘Pfiat di’, no comen ‘Brot’ sino ‘Semmeln’… en fin, cada día aparecían nuevas palabras que poco a poco empecé a entender en su contexto.
En cuanto al poder compartir en el kindergarten con niños y niñas entre los tres y seis años, lo vivido me permite afirmar que las dos culturas están habitadas por seres llenos de amor, ganas de aprender y asombro en cada pequeño paso que se da. Cantamos en el ‘Morgenkreis’, tanto en alemán como en español, y se arriesgaban a decir las pocas palabras que aprendían, de manera que podía sentir que era importante para ellos conocer un nuevo idioma.
Para finalizar la narración de esta primera parte de mis experiencias en Alemania, debo resaltar que enfrentarme a una cultura y un idioma tan diferente al mío, a veces me dejaba extenuada, pero estar en estos lugares fue un regalo que disfruté cada día.
¡Esta historia continuará!