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Visitantes en la ciudad mitrada

Visitantes en la ciudad

MITRADA

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Redactado por: Orión Gómez Estudiante del programa

DESDE EL BALCÓN DE PAMPLONA

He vivido 15 años en un lugar, donde hoy en día nadie puede vivir, estoy hablando de Venezuela, el país donde no se vive, se sobrevive. Ahora tengo 19 y hace unas cuantas semanas cumplí cuatro años de estar viviendo en Pamplona – Norte de Santander; cuatro años sin ver a mi papa, cuatro años sin ver a mi abuela y a mis tías, ya no recuerdo qué se siente ir a la cancha de los Caobos, el cual era mi vecindario, y jugar al baloncesto o al fútbol con esos grandes amigos que hicieron que mi infancia y adolescencia fueran realmente valiosas, ya no recuerdo qué se siente sentarse en los muebles de mi abuelita y durar tardes enteras escuchando sus historias.

La distancia, gracias a esta situación tan dolorosa que está viviendo un país entero, nos ha arrebato a muchos venezolanos dispersos en todo el mundo, la posibilidad de abrazar una vez más a nuestros seres queridos; como yo hay muchos, sé con enorme seguridad, que muchos venezolanos no salen todos días de su país para molestar, ni para incomodar a otros países, hoy en día salimos porque lo necesitamos, porque así sintamos tanto dolor en los pies por caminar semanas enteras, seguiremos en cada paso, sintiendo esperanzas. Sin darme cuenta las lágrimas empiezan a caer sobre el teclado que estoy usando para escribir esto, sé que todos los familiares de cada venezolano que está en el exterior tienen una chispa de esperanza dentro de sí, las madres que se encuentran lejos de sus hijos, a pesar de extrañarlos con todo su corazón, sienten un poco de paz al saber que tal vez ellos hoy, si tendrán comida sobre su mesa.

A pesar de todos los días extrañar profundamente a mis seres queridos, agradezco y admito con la mano en el pecho que he sido afortunado, mi madre y otros integrantes de mi familia están aquí acompañándome en esta aventura, eso ya es muchísimo por lo cual agradecer, mi hermano hace unos años tuvo dos hermosos niños en esta ciudad ”Pamplona”, y verlos felices jugueteando por toda la casa me da una felicidad que se siente infinita, pero en ese momento casi perfecto llegan algunos pensamientos a mi mente, estos son: ¿Qué pasaría o que hubiese pasado si hubiésemos seguido en Venezuela? ¿Cómo estarían en este momento esos niños?

Los venezolanos se han convertido en caminantes, empiezan a caminar desde que salen de sus casas hasta que llegan a la frontera, esto sucede por dos razones, la primera es que hay una increíble escases de gasolina, entre otras cosas, y la segunda es que de haber gasolina, no habría dinero para comprarla, puesto que deben ahorrar todo lo posible para aunque sea cruzar la frontera, donde deben pagar alrededor de $20 mil o $80 mil pesos para pasar por la trocha; el precio depende de la suerte que tengan, después de haber cruzado la frontera siguen caminando días enteros, normalmente hacia Pamplona, ya que para llegar a ciudades como Bucaramanga o Bogotá deben pasar por acá.

Todos los días llegan diferentes tipos de venezolanos a Pamplona, basta con que te sientes frente la puerta de tu casa y esperes, te aconsejo que busques algunos panes y un poco de agua, puede que le alegres el día a alguien, ya que después de un tiempo sonará el timbre y es muy probable que la persona que esté detrás de la puerta sea alguien de Venezuela, cansado, sediento, con frio y ampollas, buscando alguna cobija para pasar las noches en las calle, agua, algo de comida o de dinero, en sí, estarán buscando nuestro apoyo. En una ciudad como Pamplona algunas cosas resultan más complicadas de lo que parecen, muchos pamploneses se encuentran sin empleo y también pasando por una situación difícil. Con la venida de los venezolanos se generó una costumbre bastante deprimente, los dueños de locales de ropa o restaurantes muchas veces prefieren darle empleo a alguien de Venezuela que a un pamplonés, esto con la intención de pagar menos dinero a sus empleados, aprovechándose de sus necesidades.

Hace meses mi hermano y yo conocimos a un señor, todos los domingos por la mañana vamos a los Tanques y jugamos unas cuantas horas al basquetbol, este señor tiene más de 50 años y todos los días coloca un carrito de madera, justo al lado de la Plazuela Almeida para vender deliciosos aguacates entre otras cosas. Como este señor hay muchísimos venezolanos. Por otra parte hay venezolanos que se dedican a pedir dinero en calles muy céntricas como la Calle Real, otros con suerte, encontraran algún empleo un poco más formal. Es común ver a algún profesional como doctores e ingenieros entre otros, trabajando con alguna compañía de taxis o vendiendo algún producto en las calles, esto se debe a la gran dificultad de legalizar cualquier documento, en Venezuela es casi imposible apostillar documentos, complicando todo aún más. Cada venezolano en Pamplona o en cualquier parte de Colombia debe tener un permiso de permanencia.

Es algo que genera un impacto emocional muy fuerte, no solo en cada corazón venezolano sino en el corazón de un mundo que está en estado crítico. Pero no por eso debemos perder la esperanza, las fuerzas y las ganas de salir siempre adelante. La imagen que dejamos como inmigrantes en otros países es nuestra responsabilidad, y le pido al cielo, que este escrito llegue a algún inmigrante y le devuelva las esperanzas y las fuerzas que tal vez ya perdió.

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