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Desenmascarando una verdad histórica

DESENMASCARANDO

una verdad histórica

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Redactado por: Diego Vega Estudiante del programa

TALENTOS

El mundo está lleno de injusticias, de problemas sociales donde muchas veces la población más vulnerable es la que termina perjudicada. Se han visto innumerables casos en la historia de la humanidad, donde personas trabajadoras, que luchan por sobrevivir y por un futuro mejor se ven damnificadas por cuestiones inhumanas como lo puede llegar a ser la guerra. Aquí es donde se debe desempeñar el periodismo, para ver, desnudar y sacar al aire los problemas de una sociedad injusta, donde se busca solo el beneficio de unos pocos sin importar lo que le suceda a la población. Este tipo de periodistas, son los que merecen ser mencionados, distinguidos y aclamados por su compromiso y las ganas de saber la verdad sin importar ser censurados o peor aún, silenciados. Como estos periodistas, existen varios que han sentido una responsabilidad ante la población y han enseñado lo que es un Watergate, desenmascarando gobiernos, políticos y sectores estatales con mucho poder y sin reflejar miedo. Uno de ellos, Rodolfo Walsh, un periodista y narrador argentino quien escribía con alma y humanidad, pero también mezclaba su ética profesional periodística y su rebeldía revolucionaria para investigar y dar con un enredo de diversos sucesos sobre un momento trágico que hace parte de la historia de la Argentina dictatorial del 9 de junio de 1956. Obra “Los fusilamientos del tres de mayo”, del artista español Francisco de Goya. Imagen de la portada del libro “Operación Masacre” de Rodolfo Walsh,

En su libro “Operación Masacre”, Walsh realiza una investigación ardua que luego se convertirá en un relato histórico donde se grita por la libertad de prensa y de pensamiento, donde se alza la voz a las injusticias de un país destruido por la Revolución Libertadora, una dictatura militar argentina al mando del dictador Aramburu, que derrocó el peronismo e intentó erradicar todo tipo de pensamiento e ideología que estuviera ligada a ese expresidente.

Aquel 9 de junio de 1956, la gente del común salió de su trabajo y se fue a casa, ya sea a cenar, estar con su familia o a reunirse con algunos amigos a escuchar el combate de boxeo entre Eduardo Lausse y Humberto Loaiza que iba a ser transmitido por la radio. Pero a la par de la pelea, había especulaciones de una revuelta peronista en La Plata, contra la dictadura del momento, situación que colocó en alerta a todos los policías de Buenos Aires.

Cuando acabó la pelea de boxeo, el jefe de la policía, Fernando Suarez mandó a un grupo de subordinados a entrar a la fuerza en un apartamento donde supuestamente estaba un exgeneral peronista planeando la guerra que se vendría. La policía llegó a las 11:30 pm y sacaron a todas las personas que estaban en los dos apartamentos en busca del exgeneral Tanco y al ver que no se encontraba con ellos, los entraron a una patrulla para llevarlos a la unidad regional Sin saber el por qué, 14 personas terminaron detenidas, recibiendo insultos y malos tratos mientras la guerra ardía en La Plata, y justo a las 00:30 am del 10 de junio se declaró la ley marcial: “Todo oficial de las fuerzas armadas y cumpliendo actos del servicio podrá ordenar juicio sumarísimo para aplicar o no pena de muerte por fusilamiento a todo perturbador de la tranquilidad pública. Se considera perturbador a toda persona que porte armas, desobedezca órdenes policiales o demuestre actitudes sospechosas de cualquier naturaleza”

Unas horas más tarde, la rebelión peronista fue controlada dejando mucha sangre de por medio y más adelante Rodríguez Moreno recibió la orden de su jefe Fernández Suarez de fusilar a los 14 detenidos. Moreno sabía que muchos de ellos eran inocentes y que ni siquiera tenían ideales revolucionarios, eran unos simples trabajadores que se rebuscaban la vida, pero igualmente, debía hacer caso porque eran las órdenes del superior. Así que, los llevaron a un pastal bien alejado de la zona urbana y los soltaron como animales para posteriormente dispararles sin piedad, como se dice coloquialmente, a quema ropa. Varios lograron escaparse, otros pidieron piedad y fueron baleados por muchos policías como si estuvieran jugando tiro al blanco, pero otros fueron heridos y se hicieron los muertos, sobreviviendo al mayor susto de sus vidas.

El saldo de la masacre policial fue de cinco muertos, Carranza, Garibotti, Vicente Rodríguez, Carlos Lizaso y Mario Brión, cinco familias sin sus seres queridos, sin su fuente de ingresos y lo peor, 16 huérfanos que tendrán que entender que su padre ha sido víctima de una dictadura sin corazón, sin piedad y sin valores. En total fueron siete los sobrevivientes de la carnicería, unos con más suerte que otros como Gavino, Troxler, Benavídez que se asilaron políticamente en Bolivia. Por su parte, Di Chiano se ocultó cuatro meses en su casa y solo salió cuando ya todo estaba solucionando. Pero, existieron tres sobrevivientes que pasaron peores momentos, el Sargento Diaz duró largos meses preso y Livraga con Giunta fueron los más damnificados, física y mentalmente.

Livraga después de sufrir varios disparos y al ser rematado en el piso con un tiro en la cara, sobrevivió de manera sorprendente, ya que las balas no comprometieron un órgano vital. Luego al ser atendido en la clínica, llegaría la policía en su busca y seguiría su martirio porque lo dejarían una gran cantidad de días preso, sin atención medica ni comida o bebida, solo buscando el asesinato lento de otro hombre inocente.

Hasta que finalmente lo llevaron a una cárcel donde fue tratado como humano, curando sus heridas infectadas. En este lugar penitenciario, se encontrará con Giunta quien posteriormente de su huida, se entregó a la policía porque pensó que era lo correcto, pero no fue así, ya que lo arrestaron e intentaron ejecutarlo psicológicamente, sin alimento y con simulaciones de matarlo, haciendo que lo único que quisiera fuera la muerte.

Pero, gracias a la familia, Giunta es trasladado a la cárcel, donde un abogado logra liberarlo junto con Livraga ya que “sin causa, se había pretendido fusilarlo. Sin causa, se lo había torturado moralmente hasta los límites de la resistencia humana. Sin causa, se lo había condenado al hambre y la sed. Sin causa, se lo había engrillado y esposado. Y ahora, sin causa, en virtud de un simple decreto que llevaba el No. 14.975, se lo restituía al mundo”

Luego de denunciado el caso, el juez empieza a investigar y Walsh con su información recopilada empieza a complementar la investigación del ente de la justicia. Sin embargo, la milicia tenía sus mañas, invertir las pruebas, cambiar el rumbo de la historia, haciendo creer que estas dos personas junto con las otras 12 eran revolucionarios que fueron detenidos en la trifulca del 10 de junio después de decretada la ley marcial y que ellos se escaparon antes de que los fusilaran. No cuadraban las historias, pero con lo que no contaba Fernández, era que el caso se cerraría con una garganta profunda que lo sabía todo y que al final lo contaría, sí, el policía Rodríguez Moreno, traicionó a su jefe y contó todo lo que pidió el juez. Sin embargo, al estar en peligro la Revolución Libertadora, la milicia sacó su última carta, lograr que un tribunal militar se hiciera cargo del caso. Raro no es, la justicia en muchas partes del mundo es ciega y aquí se nota más de lo normal, se le absolvió del todo a la policía y se juzgó a la masacre como un fusilamiento de personas peronistas que estaban perturbando la paz. Pero, aunque no existió justicia, Walsh demostró lo que es ser un verdadero periodista, sacó a la luz la verdad y la realidad de una época difícil, donde mataban a la población inocente con una ideología diferente.

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