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LITERATURA: Libertad y catarsis en medio del confinamiento

LITERATURA:

LIBERTAD Y CATARSIS EN MEDIO DEL CONFINAMIENTO

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Por: Alba Marina Mogollón Duque Directora Programa Licenciatura en Humanidades y Lengua Castellana

Especial para Ágora.

Es el lenguaje lo que nos ha hecho humanos, y el que nos ha permitido transmitir el conocimiento, el pensamiento y el sentir de una generación a otra y a través del mundo entero, más allá de las fronteras políticas y geográficas. Precisamente es el lenguaje en su modalidad escrita el que marca el inicio de la historia; y las ideas transmitidas a través de la escritura son la semilla que con el paso del tiempo se convierte en el fruto del ejercicio del pensamiento. La facultad del lenguaje ha marcado el desarrollo de la humanidad, muta y transmuta, se ocupa de lo inmanente y también de lo trascendente, marca el avance de las épocas y la transformación de las culturas y las creencias. Los tiempos actuales no son la excepción, más aún en medio del actual confinamiento, cuando es precisamente el lenguaje la más digna y humana tabla de salvación, y “la prótesis de la memoria de la humanidad por excelencia” como bien lo dijo Borges, el sabio aquel del Poema de los dones, quien imaginó en medio de su oscuridad, el paraíso como una biblioteca. – … sin embargo, es mucho haber amado, / haber sido feliz, haber tocado el viviente Jardín, / siquiera un día.

Jorge Luis Borges.

EN LA ACADEMIA

De hambre y de sed (narra una historia griega) muere un rey entre fuentes y jardines; yo fatigo sin rumbo los confines de esta alta y honda biblioteca ciega. Enciclopedias, atlas, el Oriente y el Occidente, siglos, dinastías, símbolos, cosmos y cosmogonías brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca exploro con el báculo indeciso, yo, que me figuraba el Paraíso bajo la especie de una biblioteca

Hoy en medio del confinamiento y gracias a las bondades de la era digital, tenemos acceso a dicho paraíso Borgiano, millones de estantes virtuales están a nuestro alcance y la información que allí encontramos se suma a la lectura tradicional y al ejercicio del contacto real, análogo, con los libros de nuestras bibliotecas físicas que esperan con ansias la dulce caricia y la juiciosa mirada de todos los amantes de las letras. Este 23 de abril, día del idioma, se hace digno homenajear una vez más el poder de la palabra. En una fecha tan significativa hacemos honores a la vida y obra de dos grandes de la literatura: Miguel de Cervantes y William Shakespeare. El primero, el manco de Lepanto, en cuya mente prodigiosa se gestaron las quijotescas batallas contra los molinos de viento, aquellos adversarios titánicos, que le hacían merecedor de su amada Dulcinea Y el segundo, el Bardo, el Cisne de Avon, el literato y dramaturgo que proclamó en alguna ocasión “Sea como fuere lo que pienses, lo mejor ha de ser decirlo con buenas palabras” retrata también las honduras del alma, sus sentires, sus pasiones, sus flaquezas. Una máxima suya sigue haciendo eco en las mentes más ilustres y elevadas: “Ser o no ser, esa es la cuestión” (to be, or not to be, that is the question), primera frase del monólogo de Hamlet, en la obra de teatro Hamlet, príncipe de Dinamarca, escrita alrededor del año 1603 por el dramaturgo inglés. Por azares del destino, aquellos gigantes de las letras fallecen con muy pocos días de diferencia, y para fijar una fecha de homenaje que uniera anglosajones e hispanohablantes, se eligió el 23 de abril, día del idioma, y también día del libro. Fecha en la cual también fallecería el literato Garcilaso de la Vega, para quien amor y muerte serían fuente de divina inspiración, cuando dice, por ejemplo: “Estoy muriendo, y aun la vida temo; témola con razón, pues tú me dejas; que no hay, sin ti, el vivir para que sea…” Don Quijote de la Mancha, el Caballero de la Triste Figura, desde su excepcional humanidad anima el mundo porque lo sueña mejor de lo que le muestra la conducta pusilánime y rústica de su entorno y de su tiempo. La muchedumbre plebeya con sus terquedades y prejuicios, no hacen más que avivar en él sus propósitos de enmendar el mundo. El príncipe Hamlet, por su parte, realiza un recorrido humanista, idealista, escéptico, y finalmente existencialista; el evidente trasegar por las humanas estaciones, se constata cuando al final de la obra, ya no es el mismo que describe Ofelia en el inicio, ni tampoco aquel sufriente que anhela la muerte, la venganza, desde un tortuoso y pesado debate, sino que es un hombre que ha alcanzado la serenidad y cuya lucha interior, por fin ha terminado. La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como son las palabras bondadosas, los argumentos saludables que permitan a la vida misma compararse con un arca inmensa, llena de tierra fértil donde se siembre el buen ánimo, por ello el ser humano con la inspiración de la palabra se convierte en el fino mármol y el escultor al mismo tiempo. Después de un año de crisis, en medio de la actual pandemia, es adecuado reivindicar el poder de la palabra, y entender que aún desde el confinamiento, un hombre, cuando lee, puede vivir más de mil vidas; aquellas que las letras nos traen a éste plano, a ésta experiencia vital tan cargada de desgracia a veces, de vicisitudes, pero también tan mágica y maravillosa, tan sublime, hasta entender que cuando el tiempo, vencido ante la eternidad de las letras, afloja su tiranía, el «yo lector» iluminado, celebra su luz propia; la mente y el cuerpo se liberan y descubren nuevas maravillas metafísicas, estéticas y humanas. Junto a la anhelada vacuna, producida por la ciencia, la literatura, los libros, son también parte de la salvación en tiempos de pandemia Para concluir este homenaje, es oportuno recordarnos la responsabilidad de preservar y enaltecer nuestro idioma: hablando, leyendo y escribiendo apropiadamente. Quien acepte y cumpla tan digna labor, podrá decir con absoluta satisfacción: Larga vida a las letras, el arca eterna de nuestra memoria.

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