Año VI, Número 102, 2da. quincena de junio de 2015
EVALUACIÓN DOCENTE Javier Breña Sánchez NO SOY NADIE, PERO… Hermes Adán Aguilar Camacho CAMBIAR LA MIRADA SOBRE ÁFRICA José Luis Mora Dionisio DESDE LA FACULTAD Mariano Torres Bautista EFECTO PANÓPTICO Octavio Spíndola Zago ENGAÑO Enrique Condés Lara DE PLANTAS Y ANIMALES Cecilia Vázquez Ahumada REINCIGRAMA Fernando Contreras AQUÍ, PUROS CUENTOS Paco Rubín FRANTASÍAS José Fragoso Cervón ARITMOMANÍA Gabriela Breña LA BELLEZA EN UN BUEN LIBRO
Javier Breña Sánchez*
Escuché en la radio que la recién suspendida y luego ‘reactivada’ evaluación a los maestros era lo más importante de la llamada ‘Reforma Educativa’. Para empezar poco tiene de reforma educativa pero mucho de reforma laboral en el sector educativo. Si se tratara de cambios en los programas de estudio, en los procesos de formación de los docentes, de mecanismos para actualizarlos, se podría hablar de una reforma educativa, mas no es así.
L
a mal llamada Reforma Educativa, por lo demás, no está funcionando y las autoridades gubernamentales no saben qué hacer con los miles de maestros inconformes, quienes a punta de marchas y manifestaciones, muchas veces con dosis grandes de violencia, tienen al país al pendiente de su próximo movimiento. Lo cierto es que mientras todo ello ocurre hay decenas de miles de niños que a diario son privados del derecho a la educación. Y son los estados más pobres, con los índices más grandes de retraso social, económico, de bienestar, en los que la situación es más complicada. El gobierno, en su incapacidad de operación, culpa al magisterio y a sus gremios sindicales, y para ello cuentan con la complicidad de los noticieros televisivos de mayor penetración. Lo que muchos parecen desconocer o quisieran olvidar son las décadas de complicidad entre líderes sindicales y gobernantes. Por muchos años, los sindicatos fueron usados como bastiones al servicio de los gobernantes; han sido agrupamientos que han vendido sus votos a cambio de hacer con sus agremiados lo que a los líderes sindicales ha dado la gana. El enriquecimiento de estos supuestos líderes no es privativo del sector educativo, desde luego, pero si es en la educación en donde lastima más por sus implicaciones para el futuro del país. En cualquier caso, a días de las elecciones, se anunció que la evaluación a los docentes se aplazaría de forma indefinida. A todas luces fue una decisión política para ganar votos a favor de algunos partidos; si funcionó o no es otra historia. Lo lamentable es estar en manos de un sistema y de funcionarios que no tienen interés alguno en mejorar la educación sino de ganar votos para su partido. Y luego, ya pasadas las elecciones, el mismo secretario que había ‘suspendido’ la evaluación anunció, con explicaciones al estilo del Ejecutivo Federal, que suspender no es lo que todos entendemos. ¿De veras no hay nadie que pueda hacer mejor esa chamba? ¿Somos un pueblo al que sus gobernantes pueden tomar el pelo con tanta ligereza? Al parecer, sí, y llevamos mucho tiempo así. Aunque soy conciente del estado tan deplorable de la educación en nuestro país y, en su mayoría, disiento de las estrategias usadas por los gremios del sector educativo, también es cierto que es el único grupo que se atreve y ‘tiene el músculo’ para poner en jaque al gobierno (nota: claro está que con el equipito que hay hoy en día al frente del país no necesitan a nadie extraordinario para ponerlos en jaque, solitos lo logran). Es digno de mencionarse, el gremio magisterial es el único que le planta cara al gobierno. En ese sentido, ojalá hubiera más como ellos. En lo que hace a la evaluación docente, a primera vista ‘suena bien’ la idea de evaluar a los maestros
* Reincidente no incluye sección de Sociales
para conocer su desempeño y, en su caso, premiarlo o sancionarlo. Muchos, si no es que todos, estaríamos de acuerdo en que debemos tener a nuestros mejores mexicanos formando a las generaciones futuras, las que ‘sacarán del hoyo’ este malhadado país. No obstante este es un sueño guajiro. Tenemos legiones de maestros que están ahí por la plaza, muchas veces heredadas o compradas, todavía hoy, y no por ninguna vocación al magisterio. Tenemos un sistema de formación docente rancio, inadecuado para lo que necesitamos en el país; tenemos miles de centros educativos que no cuentan con las condiciones ni con el más elemental equipo para llevar a cabo la formación de nuestros niños, y, por si fuera poco, tenemos una estructura ineficiente y corrupta del sector educativo en la que lo que priva es el papeleo, la tramitología, la improvisación. En ese contexto, la evaluación a los docentes es solo uno más de los eslabones de simulación con los que el gobierno nos da atole con el dedo. No se puede pasar de décadas de contubernio y entreguismo a un sistema de ‘evaluación docente’ en el que el eslabón más visible de la cadena, los maestros, vayan a pagar los platos rotos en todos los niveles antecedentes. Es decir, todo lo demás está a medio pudrirse o podrido del todo: la estructura del sector educativo, el sistema de formación, las condiciones de las escuelas, los materiales con que cuentan para enseñar y en lugar de un profundo trabajo de auto-evaluación y reestructuración interna, lo más fácil es echar a la hoguera a los profes. Si eso arreglara todo, de un plumazo daría de baja a muchísimos maestros, pero, la verdad, es que esa no es la solución al grave problema de retraso educativo en nuestro país. Y como hay que pasar de la queja a la acción, aquí van algunas propuestas para mejorar nuestra educación que no pasan por la evaluación de los docentes: 1) Dejar de tirar miles de millones de pesos en libros gratuitos y dedicarlos a adquirir equipo y material educativo que realmente sirva. La lapidación de los recursos en el libro de texto es algo tan enraizado que ni siquiera nos cuestionamos si de algo sirven; la triste realidad es que un libro, por bueno que sea, no sustituye a un maestro, y el mismo libro en manos de cada niño es, simple y llanamente, una tontería. 2) Redefinir el puesto de supervisor de escuela para convertirlo en un recurso para los planteles y no en el responsable de pedir el llenado de papeles, dar discursitos improvisados y aburridores en los eventos ‘de la supervisión’ o ‘del sector’. 3) Renunciar a las evaluaciones estandarizadas, como Enlace, e invertir esos recursos en la actualización de los maestros en estrategias para motivar y guiar propositivamente a sus alumnos. 4) Replantear el sistema de admisión a las escuelas
normales eligiendo SOLAMENTE a los candidatos cuyo perfil y capacidad concuerden con lo que es requerido de un futuro maestro: disciplina, sensibilidad, empatía, esfuerzo. Para evaluar primero hay que definir qué se busca. Si buscamos buenos profesores, lo primero que hay que hacer es explorar qué hacemos para que quienes llegan a profesores sean ‘buenos profesores’. Si fallamos en la formación de los profesores, en los mecanismos de apoyo –actualización, capacitación en servicio, formación continua- ya cuando están en servicio; si la estructura dentro de la que ‘sirven’ (nota: esto parece juego de palabras, porque la verdad la mayoría no sirven) es obsoleta y corrupta, entre los temas más importantes, entonces evaluar a los maestros no es otra cosa que una simulación. Que sirva una analogía para entender la utilidad de las evaluaciones que plantea nuestra Secretaría de Educación. Haga de cuenta usted que compra un coche nuevo. Por meses no le checa los niveles de aceite y de anticongelante, no le revisa las llantas, no le cambia el filtro de aceite, no lo manda a lavar, y además lo trae circulando por caminos llenos de baches, topes, senderos mal trazados… ¿cómo cree usted que le iría al cochecito en cuestión si lo somete a una evaluación? Pues así sucede con la evaluación docente en nuestro país. * El autor es Doctor en Desarrollo Psicológico y Aprendizaje Escolar por la Universidad Autónoma de Madrid. Actualmente, es director del Colegio Unión Montessori, plantel San Andrés Cholula.
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