Reincidente 104

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Año VI, Número 104, 2da. quincena de julio de 2015

PATRIMONIALIZACIÓN Mariana Figueroa Castelán Alejandro García Sotelo TURISMO SOCIAL Y LA SAGRADA CHOLULA Iser Rafael Burgos Estrada EL TURISMO NO RESPONSABLE Jordi Ficapal LA ESTATUA DE SAL Jorge Luis Gallegos Vargas DESDE LA FACULTAD Mariano Torres Bautista EFECTO PANÓPTICO Octavio Spíndola Zago ENGAÑO Enrique Condés Lara DE PLANTAS Y ANIMALES Cecilia Vázquez Ahumada REINCIGRAMA Fernando Contreras AQUÍ, PUROS CUENTOS Paco Rubín PALABRAS A LOS GRIEGOS Alexis Tsipras ARITMOMANÍA Gabriela Breña MENTIRAS EN LA HISTORIA (1 de 2)

Iser Rafael Burgos Estrada*

Actualmente la relación entre patrimonio y turismo se ha tornado indisoluble. Sin embargo, este binomio de propagado uso comercial deja resquebrajaduras a su paso en una realidad que no termina de cambiar. El uso de los bienes culturales de los grupos locales se ha apuntalado como un referente de consumo entre los ávidos turistas. Pero no podemos hablar de este tipo de consumo sin mencionar el concepto de patrimonio. Y, para hablar de patrimonio, tenemos que conocer uno de sus principales secretos: la activación simbólica de los bienes culturales.

E

l patrimonio es un constructo social en el cual se encuentran enmarcados bienes culturales locales que se hacen patrimonio mediante la activación simbólica. Esta activación consiste principalmente en echar a andar varios recursos a favor de la promoción de cierto bien cultural atribuido a un grupo local. Así, se conforman ciertos referentes identitarios, construcciones patrimoniales, que atribuyen a una localidad específica particularidades culturales. Entonces, ¿quiénes activan los bienes culturales para formar parte del patrimonio? En realidad son varios los agentes, entre ellos destaca singularmente el Estado. Sin embargo, existen otros actores que buscan colocar uno o varios bienes culturales dentro del enmarcado patrimonial: iniciativa privada, medios de comunicación, sociedad civil, el campo académico, operadores turísticos, por mencionar algunos. Cada uno de estos agentes promueve bienes culturales que les facilitarán ciertos beneficios, entre ellos el económico pero también el político-social. No obstante, tratar de activar simbólicamente uno u otro bien para el enmarcado patrimonial será siempre materia de confrontación y conflicto tanto entre los agentes activadores como entre los representados. Es común que lo que parezca para un agente o instancia activadora como un bien digno de enaltecerse para formar parte del patrimonio no lo sea para otra, o viceversa. Dos o más agentes activadores pueden converger en un bien cultural específico para facilitar su patrimonialización pero con connotaciones diferentes. Una vez elegidos los bienes culturales que forman parte del patrimonio de la localidad, se echan a andar diferentes políticas y prácticas que acercan dicho referente al consumo de la actividad turística. La activación simbólica de ciertos bienes culturales conlleva cambios en la configuración del espacio que obligan a la cotidianidad a retraerse o dispersarse, más no a desaparecer. En algunos casos, la distinción patrimonial se espacializa en bienes culturales que ocupan un lugar específico. Es decir, el espacio turístico-patrimonial dispone e impone prácticas e inscripciones tanto en el lugar como en los sujetos que permean la fisiología del territorio. El fomento de bienes patrimoniales por parte del aparato estatal desemboca, muchas veces, en políticas públicas que enaltecen dichos bienes de forma muy visible (se acondicionan los espacios para la práctica turística, desde las cuestiones funcionales hasta las estéticas). Sin embargo, por diversas razones la comunidad local hará uso, desuso o transformación de la activación simbólica patrimonial conforme a sus percepciones e ideas sobre dichos bienes. En el caso de Cholula, por un lado las políticas macro estructurales fomentadas por instancias nacionales e internacionales la colocan como un destino turístico dentro de la oferta cultural del estado de Puebla; por otro lado, varias prácticas y agenciamientos locales impiden o resisten el paso de las políticas macro. Lo anterior da pie a un conflicto de patrimonialización: el mismo bien cultural que se encuentra enmarcado como patrimonio para consumo de la actividad turística es el que aglutina a la localidad para la resistencia en contra de dichas políticas.

* Reincidente no incluye sección de Sociales

El plan nacional de desarrollo 2013-2018 del Estado mexicano (Secretaría de Gobernación, 2013), coloca al turismo como una de las plataformas de desarrollo a nivel nacional. Sobre este aspecto, Francisco Fernández Repetto e Iser Burgos Estrada (Esencialización y espectacularización de lo maya. Turismo voluntario y étnico en una comunidad yucateca, 2014) señalan que el aparato estatal acuña al turismo “…como agente de transformación social y económica, y como alternativa para mejorar las condiciones de vida de las poblaciones económicamente vulnerables lo cual es destacado tanto por los sectores público y privado como por el social”. De esta forma, el Estado orquestará en conjunto con sus instancias una gran variedad de políticas que buscan activar simbólicamente uno o varios bienes culturales de la población cholulteca para enmarcarlos en un halo de patrimonialidad turística, lo cual obviamente conlleva connotaciones de oferta de consumo. Dichas instancias estatales son encabezadas para los sitios con monumentalidad arqueológica, como es el caso de Cholula, por el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia); aunque igualmente pueden estar coordinadas por agencias gubernamentales tanto estatales como municipales. Con respecto a Cholula, hay que decir que se encuentra muy cercana a la ciudad de Puebla (de hecho la mancha urbana las muestra como localidades unidas) y está conformada políticamente por varios municipios, aunque los tres principales hallan sus respectivas cabeceras en San Pedro Cholula, San Andrés Cholula y Santa Isabel Cholula. En territorio cholulteca se encuentra el Tlachihualtepetl, “el cerro hecho a mano”, coronado por la iglesia de la Virgen de los Remedios, un referente religioso-identitario de gran fuerza en la región y que data de tiempos muy anteriores a la Conquista. De hecho, la influencia del Tlachihualtepetl como geo-símbolo identitario traspasa por mucho las delimitaciones políticas y temporales que se han efectuado actualmente en el territorio. Es decir, la influencia simbólica del lugar no puede enmarcarse únicamente en la región de las Cholulas en una temporalidad actual. Guillermo Bonfil Batalla (Cholula: Ciudad sagrada en la época industrial. México, UNAM, 1973) diría que la antigüedad de Cholula no vive únicamente en sus vestigios arqueológicos, sino también en su entramado social: las manifestaciones religiosoidentitarias de la región efectuadas en el santuario (la conjunción arquitectónica del Tlachihualtepetl rematado con la iglesia de la madre de los cholultecas, la Virgen de los Remedios) son prueba de ello. En el santuario de la Virgen de los Remedios, territorio sagrado de los cholultecas, las instancias macro estructurales y estatales han ido apuntalando el sitio como un lugar patrimonial para el turismo, proceso que se ha intensificado durante este gobierno con una nueva activación simbólica del santuario a la cual denominan de “dignificación”: un proyecto de connotaciones turísticas de gran envergadura que, entre otras cosas, expropia y restringe el lugar a las personas de la comunidad. Sin embargo, la dinámica local no da pie a esa sobreposición. El santuario es un espacio sagrado para los cholultecas y demás vecinos, es el corazón mismo de la vida

religiosa y, por ende, un fuerte referente identitario. La idea de dejarlo a merced de las instancias patrimonializadoras estatales y globales no seduce para nada a la población local. Hay que decir que Cholula desde hace varias décadas se encuentra inmiscuida en una dinámica turística. De hecho, dentro de la localidad existe un amplio sector social que es simpatizante de estas prácticas. De ello da muestra el vasto número de cholultecas que es propietario, arrendatario y/o contratados o sub empleados para los servicios en este rubro: operadores turísticos, trabajadores en hoteles, restaurantes, tiendas de artesanías, ambulantes, etcétera. En Cholula el turismo es y ha sido desde hace varias décadas una fuente de empleo aceptada en la localidad. Muestra de lo anterior es que la adquisición de la categoría de “Pueblos Mágicos”, fomentada en el sexenio pasado (20062012), tanto en San Andrés como en San Pedro Cholula no causó mayor revuelo político en la población. Incluso estas acciones fueron bien aceptadas por varios círculos sociales cholultecas. Empero, nunca la vida turística de Cholula se ha sobrepuesto a la religiosa, cosa que con “la dignificación” de su santuario amenaza con ocurrir. Obviamente, el INAH como instancia de investigación y patrimonialización del Estado ha tenido una participación prolongada en el estudio y custodia del Tlachihualtepetl y demás vestigios arqueológicos que se encuentran en el santuario de Cholula y su entorno inmediato. De hecho, desde hace varios años, tanto el túnel que ha servido para la exploración interior del Tlachihualtepetl (y que actualmente puede recorrerse como atractivo turístico) como el parque arqueológico de la base de la pirámide, son custodiados y administrados por dicha instancia. Sin embargo, a pesar de que esta agencia estatal es la encargada oficialmente de la preservación y custodia del monumento arqueológico el cerrito ha sufrido modificaciones: los pasillos donde el flujo turístico-religioso transita hacia el santuario de la virgen, el nuevo distribuidor vial de las Cholulas y antaño la construcción del sanatorio y las vías del tren, son una muestra de ello. Así las cosas, tenemos que Cholula, desde una instancia global puede ser percibida como un apacible destino turístico donde la oferta patrimonial de la localidad se encuentra a merced de las pretensiones de consumo de sus visitantes. Por otro lado, el mismo espacio es enarbolado por la localidad como un lugar religioso-sagrado, de resistencia, en donde no tienen cabida las políticas neoliberales sobre las dinámicas propias de la comunidad. De esta manera, tenemos que en Cholula existe un doble uso de la distinción patrimonial que en algunos casos se centran en los mismos bienes culturales. Para lo macro, Cholula es un espacio turístico de connotaciones de consumo cultural-patrimonial. Para lo micro, Cholula es un lugar sagrado, con una dinámica milenaria propia. Así, el mismo referente que el Estado busca “dignificar”, activar simbólicamente para las prácticas turísticas de consumo, es defendido por amplios sectores de la localidad dadas sus connotaciones simbólicas de índole religioso e identitario, de * El autor es estudiante de maestría en Antropología Social de la BUAP.


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