Reincidente 114

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Año VII, Número 114, 2da. quincena de enero de 2016

EL SABOR DEL 2016 Gabriela Sánchez Torres FORMAS DE SER PSICÓLOGO Rocío Fragoso Luzuriaga LA MUERTE SOLITARIA DE GEORGE BELL (I) N. R. Kleinfield A LA SALUD DE LOS PROFES LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA EN PELIGRO Carlos Figueroa Ibarra BUSCANDO A UNA HERIDA Claudia Caicedo Vilariño DESDE LA FACULTAD Mariano Torres Bautista EFECTO PANÓPTICO Octavio Spíndola Zago DE PLANTAS Y ANIMALES Cecilia Vázquez Ahumada REINCIGRAMA Fernando Contreras AQUÍ, PUROS CUENTOS Paco Rubín FRANTASÍAS José Fragoso Cervón ARITMOMANÍA Gabriela Breña FIESTA DE LOS SESENTA AÑOS

Gabriela Sánchez Torres*

Después de despedir el año viejo, normalmente hacemos un recuento de lo malo y lo bueno que uno vivió durante los 365 días pasados. Se vuelven tiempos de reflexión, de sentirse con ganas de que las cosas mejoren. Y es que a pesar de que se trata de un año nuevo, el 2016 se percibe más pasado que presente; como si fuera un año que nos mantendrá arrastrando preocupaciones viejas.

A

la par que decimos adiós al 2015, las predicciones para este 2016 no son alentadoras: entre la terrorífica cuesta de enero con que asoma el alza de precios en productos básicos, los miles de carpetazos que con impunidad dejaron varados tantos casos criminales, el siempre presente miedo de un sorpresivo gasolinazo y hasta la televisión analógica tuvo que desaparecer (ojalá hubieran desaparecido esos programas parásitos que tanto hacen daño)... Y por si eso no fuera poco, tener que amanecer en 2016 con el mismo gobierno. ¡Eso sí que da miedo! Sí, este 2016 tiene sabor de pasado. Siguen presentísimos los 42 normalistas desaparecidos y Alexander Mora Venancio, que hasta ahora es el único confirmado fallecido. Tiene sabor a los que resultaron abatidos y afectados en los hechos de aquella noche espeluznante en Iguala. A los intentos frustrados de los familiares por encontrar respuesta y la única que obtuvieron fue un ‘’ya me cansé’’, mientras la “verdad histórica” oficial se cae en pedazos. ¡Pero qué fácil hacer un túnel en un penal de máxima seguridad y escapar por la puerta grande mientras los presos políticos aún siguen esperando justicia para ser liberados! Queda el amargo recuerdo del despido y censura de una mujer periodista que se atreve a decir las verdades incómodas; de los cientos de feminicidios que azotan violentamente el país y el mundo, que hacen que me sienta insegura al salir a la calle. ¡Y solo por ser mujer! Queda también el amarguísimo recuerdo de la desigualdad y las condiciones de pobreza que cada sexenio, como promesa de campaña, serán erradicadas pero, como cruda realidad, terminan incrementando. Queda el amago de un campo abandonado o descuidado que en vez de invertir se prefiere expropiar a precios vergonzosos para iniciar proyectos de remodelación maquillados con la palabra que parece les encanta usar: ‘’modernización’’. Pero ahora la tierra es profanada y usada para fosas comunes, donde la mayoría de los cuerpos son enterrados en completo anonimato, como semillas plantadas por enfrentamientos cruzados entre comandos armados y militares. ¡Y qué decir de los lugares históricos que se supone institucionalmente protegidos! Y los rincones del país, de Chihuahua a Guerrero, pasando por Estado de México y Veracruz, que permanecen en el olvido en materia de seguridad social y crecimiento económico, que están marcados por importantes migraciones donde mis connacionales, buscando mejores oportunidades, han decidido abandonar el país. Sigue ahí el problema de miles de hermanos centroamericanos varados en los semáforos de nuestra nación pidiendo una moneda. Siguen llegando a la ciudad miles de niños oriundos de comunidades indígenas que se ven obligados a trabajar en los cruceros y a ser materia de una desenfrenada explotación infantil. Seguimos viviendo en un país donde la educación es mancillada como si nada. Queda el sabor áspero de * Reincidente no incluye sección de Sociales

las personas fastidiadas y cansadas porque ya no les alcanza para cubrir con tanto impuesto y tan escasos ingresos, las necesidades diarias, al surgimiento y fraccionamiento de movimientos sociales o al intento de intimidar la movilización ciudadana. Nuestro país está dolido por los desastres naturales que la madre naturaleza nos envía, aunque siguen habiendo incrédulos al cambio climático. Y está entristecido por el salario mínimo-mínimo, simplemente ofensivo en comparación con los exorbitantes aguinaldos autoaprobados “democráticamente” por funcionarios públicos, en sesiones parlamentarias que transitan entre pleitos callejeros, siestas y candy crush. Sabe a decepción la rotunda negativa del INE ante la legítima exigencia de 162 mil firmas que pedían el retiro de registro a un partido que de verde solo tiene la ambición de dinero; huele a la corrupción que rebasa toda esfera, como en el caso FIFA. Sigue el recuerdo amargo de todos los periodistas que, en su derecho al uso de la libertad de expresión, fueron asesinados (y con ellos otros inocentes más) ¡Y sí, aún siguen impunes muchas de esas muertes! Quedan ahí todos los problemas que conlleva el negocio de las drogas en mi país que, cada día, como cáncer, se extiende. Siguen todos esos secuestros a plena luz del día que nada más de pensar en ellos, me enchinan la piel de enojo y tristeza al saber que la vida ya no se respeta; todos esos asaltos a mano armada, o todas esas extorsiones de las que algunos hemos sido víctimas; todas esas declaraciones racistas de un millonario estadounidense hacia los mexicanos, que encima quiere ser presidente de los Estados Unidos. Y todo el racismo desatado como consecuencia de un conflicto en el Medio Oriente, que me hace recordar una tarde negra en París cuando unos desalmados arrebataron la vida de inocentes personas; que me hace recordar al dolor de la gente en Siria por los estragos de la guerra, de los rostros desolados de los niños y padres que lo han perdido todo; me recuerda a aquellos cientos de desplazados que en el intento de cruzar el Mediterráneo mueren; me recuerda a los 148 estudiantes kenianos que también fueron asesinados. ¿Con qué móviles?, ¿a cambio de qué? ¡¿Por qué?! Y de repente me viene un resplandor esperanzador y brindo con la copa en lo alto, porque me acuerdo de la lucha de nuestros campesinos y académicos por defender al maíz, por defender la tierra, por nuestro patrimonio cultural al grito de ‘’Cholula no se vende’’. Brindo por todos aquellos migrantes para quienes no ha sido nada fácil dejar su país y que, sin embargo, se adaptaron a las circunstancias, demostrando la fragilidad de ese concepto de ‘’frontera’’, invitándonos a repensarlo incluso en nuestras políticas migratorias. Y propongo un brindis porque estoy convencida de que aún existe gente comprometida, humanitaria y entregada a la labor del científico social; y lo ratifico cuando siguen apareciendo periodistas que continúan alzando la voz pese a la censura; cuando tantos

estudiantes comprometidos con el quehacer social se movilizan desde las aulas y en las calles; cuando los trabajadores, pese a sus condiciones, laboran de manera imprescindible; cuando los maestros, siendo el sindicato más golpeado, ayudan a la formación del estudiante sin importar las condiciones deplorables en las que muchas escuelas del país se encuentran. Por aquellos que en pie de lucha perdieron la vida convencidos de un mañana mejor. Por las luchas de estudiantes y profesores en la defensa de la autonomía de la UNAM y nuestras universidades públicas. Por aquellos libros que me eligieron, saboreé y disfruté leer; por los poetas existentes y emergentes que nos hacen olvidar un poco la aflicción en cada una de sus líneas; por la música que te hace mover los pies en medio de una jornada gris; por los amores fallidos, concluidos, secretos, imposibles o concretados. Alcemos copas por los viajes que hacen enamorarse una y otra vez de cada rincón de un hermoso país y, a la vez, recuperar la ilusión por descubrir que por sus sabores, por la calidez de su gente, su música, sus colores, olores y sensaciones, aún hay mucho en qué seguir creyendo. Por aquellos que aceptan y respetan la diversidad sexual, la forma de vestir, la forma de ser, a quienes discrepan con alguna ideología dentro de un ambiente de tolerancia, y por quienes se aceptan a sí mismos. Por aquellos que ya no queremos más enfrentamientos bélicos y estamos convencidos de una salida por vías pacíficas; por los que amanecemos con una sonrisa en la mañana buscando transmitir una alegría siempre necesaria. Porque a pesar de que cada año se va volviendo un eslabón más en la cadena de preocupaciones viejas, esas sonrisas endulzan este 2016 al recordar los momentos felices, dando la fuerza que uno necesita como motor de cada día, empujándonos a hacer lo que más nos gusta, enseñándonos a hacerlo siempre con pasión, amor, congruencia y sentido común, para que nada nos detenga este año. * La autora es estudiante de la Licenciatura en Historia de la FF y L de la BUAP.


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