Año VII, Número 117, 1ra. quincena de marzo de 2016
IMPRESICIONES Y CONFUSIONES DEL VOCABLO “INDIO” María de Lourdes Herrera Feria LOS BAILES SONIDEROS Paola Moyado Sánchez CAPITALISMO CADA VEZ MÁS SALVAJE Carlos Figueroa Ibarra MI DESEO César Alejandro Cruz Cuevas DESDE LA FACULTAD Mariano E. Torres Bautista ENGAÑO Enrique Condés Lara DE PLANTAS Y ANIMALES Cecilia Vázquez Ahumada REINCIGRAMA Fernando Contreras AQUÍ, PUROS CUENTOS Paco Rubín FRANTASÍAS José Fragoso Cervón ARITMOMANÍA Gabriela Breña FUNCIONARIOS Y POLÍTICOS
Por María de Lourdes Herrera Feria
Desde 1992, México se asumió oficialmente como una nación multi-étnica y pluricultural.
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in embargo, en la realidad, la diversidad y las muchas identidades que generan las culturas indígenas que conviven en un territorio de cerca de dos millones de kilómetros cuadrados, no son plenamente aceptadas; en principio, porque las nociones de pueblos originarios, indios o indígenas e indigenismo son confusas e imprecisas. La palabra indio es sugerente por la confusión de la que nace. Cristóbal Colón creyó que había llegado al extremo oriente de la India. Era natural para europeos como Cristóbal Colón que los habitantes fueran designados con el nombre de indios. Los habitantes de la India indios tenían que ser, pero lo cierto es que ni en México, ni en el resto de América existían verdaderamente indios sino una diversidad de pueblos cuya identidad fue subsumida en una palabra. La denominación de indio, que se aplica a los pueblos americanos preexistentes a los procesos de conquista y colonización, oculta sus particularidades identitarias, en tanto que es una invención europea correlativa y necesaria a la previa invención de América; sigue siendo una señal que recuerda la negación primera de esos pueblos. Y, a la fecha también continúa siendo un término problemático y polisémico. La palabra desarrolló muy pronto otras dimensiones sociales y políticas. A partir de la conquista se convirtió en el nombre del habitante que antes y siempre había vivido en este continente, porque el concepto no provenía del sujeto mismo a quien se aplicaba sino de la sociedad que lo conquistaba. La palabra no apareció en los diccionarios europeos de 1492 a 1581. A partir de 1600, cuando se le recoge formalmente en diccionarios, la palabra comenzó a formar parte de una constelación de términos que forjaron claramente la opinión europea sobre estos pueblos: bárbaro, cruel, grosero, inhumano, aborigen, antropófago, natural y salvaje. El primer Diccionario de la Real Academia Española, publicado entre 1726 y 1736, agregó otro estereotipo, que se conservó hasta principios del siglo XXI, el de tonto y crédulo. La culminación del significado de indio como antropófago y salvaje se cumplió en el siglo XVIII. Tres diccionarios franceses son particularmente ilustrativos a este respecto. Así ocurre en el Dictionnaire Universel, Géographique et Historique de Tomás Corneille en 1708, en el Dictionnaire Universel de Antoine Furetière de ese mismo año y en Le Grand Dictionnaire Géographique et Critique de Ruzen de la Martiniére, publicado entre 1726 y 1739. En 1798 el Dictionnaire de l’Academie Francoise introdujo otro vocablo de raigambre clásica y lo unió a los destinos de la palabra indio: indígena. Empleada por grandes autores latinos como Virgilio, Ovidio, Tito Livio y Plinio, la voz proviene de dos partículas arcaicas del latín: indu (que significaba en) y geno (que * Reincidente no incluye sección de Sociales
significaba engendrar, producir). Virgilio y Tito Livio llamaban indígena al pueblo latino, al pueblo originario del antiguo Lacio, para distinguirlo de los advenedizos, los que habían nacido fuera, en otro lugar. El Dictionnaire de l’Academie Francoise formuló en 1798 por vez primera y con gran fortuna la expresión Les Indigènes de l’Amèrique (Los indígenas de América). Desde entonces, y particularmente a partir del siglo XIX, la voz indígena permitió generar otras voces importantes para los numerosos países de América: por ejemplo, indigenismo e indigenistas. Sin embargo, el término indígena no alcanza a identificar a ninguno de los pueblos singulares que habitan desde hace mucho más de quinientos años en estas tierras. La palabra indio agrega a esta indiferenciación social la confusión de un remoto pasado en el que Europa se negaba a reconocer no sólo a una nueva tierra, sino a sus pobladores.
Se reconoció su pasado como origen de la nación que se planeaba construir, pero no como parte esencial del futuro nacional. Más que una reivindicación, era una apropiación ideológica. Siempre, en distintos momentos, desde el grupo dominante se ha pretendido hacer del indio algo que no es, esto es, “desindianizarlo”. El proyecto indigenista emanado de la Revolución propuso el mestizaje cultural con el fin de fortalecer la unidad nacional; significaba, igual que antes, la integración del indio a la civilización según las pautas de la cultura occidental. El indio aún representaba un lastre para el desarrollo nacional. Nuestra historia contiene numerosas imprecisiones que encubren una realidad compleja y contradictoria en la que no faltan negaciones y exclusiones sistemáticas. En pleno siglo XXI, el Estado mexicano mantiene políticas públicas de corte inmediatista y clientelar para atender las complejas problemáticas de los pueblos indígenas. Y aunque esto ya no sorprende a nadie, si es preocupante la carencia de estudios científicos que permitan reorientar esas políticas públicas, porque precisamente esa carencia es lo que abona la política de la improvisación y de la exclusión. En un estado En el siglo XIX, los postulados liberales declararon como el de Puebla, donde existe un alto porcentaje inexistente al indio como concepto legal. Lo que apa- de población indígena (19% según el último censo), rentemente rompía con la discriminación colonial, en que en números absolutos representan el 10% de hael fondo legalizaba la desaparición de las comunidades blantes de lenguas indígenas del total nacional, los esindígenas. Si no existían como unidad social diferencia- fuerzos de historiadores y antropólogos dedicados a da, tampoco sus tierras. Algunos autores han destacado la historia y el estudio de estas comunidades son inque, en un siglo, el liberalismo mexicano destruyó más suficientes. En algún momento, ¿la configuración de identidades étnicas en función del momento histórico comunidades indígenas que la Colonia en 300 años. El indio no formó parte del proyecto de nación se convertirá en tema prioritario de estudio? en cuanto elemento constitutivo en el México independiente, ni en el marco del proyecto liberal decimo- * La autora es Doctora en Historia por la Universidad nónico. Tampoco durante la Revolución, aun cuando Libre de Berlín; actualmente se desempeña como dopermeó la retórica oficial y su presencia se volvió ubi- cente/investigador del Colegio de Historia de la FF y cua en los grandes murales auspiciados por el gobierno. L de la BUAP.
Mariano E. Torres Bautista*
Parece ocioso plantearse la pregunta y totalmente obvia la respuesta; sin embargo, a la luz de los acontecimientos recientes ya no lo es tanto.
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n primer lugar, llaman la atención dos cuestiones. La primera, las barreras legales impuestas para la contratación o participación de profesores extranjeros, en las convocatorias lanzadas para ocupar las escasísimas plazas de tiempo completo en las universidades mexicanas. Por ejemplo, el que ya sean residentes legales en el país y que además cuenten con varios años de serlo. Estas medidas se convierten en una muy fuerte limitación para la participación porque además hasta hace poco no existía. Yo mismo me considero un producto de la ventaja que representó para mí el que desde el primer día de clases, en mi primer semestre de formación como Licenciado en Historia, tuviese a un excelente docente, egresado de la Universidad de París, con experiencia docente de varios años en Portugal, pero que no podía residir en su natal Haití, que en ese momento seguía bajo la sangrienta dictadura de “Baby Doc”, hijo del mucho más famoso “Papá Doc”: François Duvalier. Otros profesores y conferencistas que escuché en esos primeros años de formación profesional provenían de las oleadas de refugiados que habían huido de
los golpes de Estado y las dictaduras en el Cono Sur de América. La segunda: la tendencia que se advierte ahora hasta en prestigiosas instituciones que siempre se habían nutrido de profesores de la más alta calidad sin importar su nacionalidad, de priorizar la contratación de profesores de origen mexicano. Es conocida la baja tasa de jubilación prevaleciente en este sector: ante lo irrisorio de los sueldos de los profesores universitarios comparados con los de profesionistas de otras áreas, el grueso del profesorado permanece en activo más allá de los 65 años de edad para no perder complementos indispensables como los programas de becas al desempeño, estímulos a la productividad y la mensualidad otorgada por el Sistema Nacional de Investigadores. Así, los egresados se van quedando con menos posibilidades para incorporarse a la planta de profesores. En consecuencia, el bloqueo al arribo de los pocos especialistas formados en el exterior interesados en aventurarse a la vida en nuestro cada vez más peligroso México, representa la pérdida de oportunidades de nutrir nuestra masa crítica universitaria con puntos de vista diferentes, experimentados y, hasta diríamos,
puertas y puentes para romper con el peligroso incesto académico. Si queremos superar las corruptelas, malos manejos y simulación que como fantasmagóricos entes circulan en forma de secretos a voces por los pasillos y corrillos de las facultades de todas las universidades mexicanas, una internacionalización fuerte, amplia y sostenida, de entrada funcionaría como un fresco aire sanador y de limpieza. * El autor es Doctor en Historia por la Universidad de París I, Phantéon-Sorbonne. Actualmente trabaja como docente/investigador en el programa de Maestría en Antropología Social de la BUAP.
Carlos Figueroa Ibarra*
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stoy leyendo nuevamente el libro del teórico inglés Ralph Miliband que lleva por título El Estado en la Sociedad Capitalista, que fuera publicado en inglés en 1969 y posteriormente en español en 1970. Siendo estudiante de licenciatura en Sociología, recuerdo haber leído ese texto en el ya lejano 1972 y, como siempre sucede, cada vez que uno vuelve a leer un libro, sobre todo si lo hace años después, encuentra perspectivas nuevas y acaso inimaginables en el anterior momento. El lector o lectora se acerca a un texto con toda la carga valorativa y de conocimientos que lleva adentro. Además el texto adquiere una iluminación distinta dependiendo del momento histórico en que se esté leyendo. Todo esto he pensado ahora que releo el libro de Miliband, 44 años después de la primera vez, y con sorpresa advierto cuan profundamente ha cambiado el capitalismo en el mundo –particularmente en el desarrollado– en este último medio siglo. La sociedad capitalista y el Estado que analiza el teórico, tenían la impronta de las luchas obreras que arrancaron en el siglo XIX y el miedo al comunismo que se materializaba en una emergente Unión Soviética y, en general, los países del socialismo real. El resultado fue que en los países centrales surgió el capitalismo keynesiano y el Estado benefactor. Sus rasgos fueron sindicatos fuertes, negociación salarial mediada por el Estado, seguridad social amplia, pleno empleo, contratos colectivos, 2
seguridad laboral, distribución progresiva del ingreso. Todo esto relata Miliband para pasar a refutar los argumentos legitimadores que generaba este tipo de capitalismo: contrario a lo que Marx había postulado, el Estado no era propiedad de una clase sino expresión de un plural poder compartido por grupos diversos, la desigualdad había disminuido así como la pobreza y las clases sociales estaban desapareciendo por todo lo anterior. Lo que hoy vivimos dista mucho de ese retrato que ya era idílico en aquella época. Los sindicatos han sido desarticulados; la seguridad social se ha recortado drásticamente y se está privatizando y convirtiendo en mercado; el desempleo ha crecido espectacularmente así como la precariedad laboral; el Estado se ha reducido al mínimo pero es mucho más represivo; los salarios han descendido. La pobreza y la desigualdad han crecido tanto que hasta economistas ajenos al marxismo como Thomas Piketti (El Capital en el Siglo XXI, 2013), están recomendando altas tasas impositivas a los grandes capitales para detener la catástrofe social que el salvaje capitalismo neoliberal está originando. Ralph Miliband murió en 1994. Tuvo ocasión todavía de presenciar como el Estado y el capitalismo que analizó estaba teniendo cambios drásticos. Lo paradójico es que se siguen repitiendo muchos de los argumentos que él combatió y que habían surgido de la fuerte presencia estatal y avances sociales de la so-
cialdemocracia clásica. Hoy se sigue repitiendo que la pobreza disminuye, que las clases sociales ya no existen y que el Estado es ajeno al poder de una oligarquía cada vez más acusada. * El autor es profesor/investigador del programa de Sociología del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP.
Enrique Condés Lara*
Las historias sobre el siglo XX que se han escrito son, en mayor o en menor grado, unilaterales. Giran alrededor de los hechos que arrancaron o sucedieron en Europa y los Estados Unidos. Las dos guerras mundiales, la revolución rusa, el fascismo y en nazismo, la guerra fría, el hombre en la luna, la constitución de la Unión Europea, la revolución informática, etc. Dejan de lado o colocan en segundo término lo que se perfila gradualmente como el proceso que definirá en buena medida el siglo XXI: la irrupción de Asia.
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o se trata, por supuesto, de sustituir una visión occidental-centrista por una perspectiva asio-centrista, sino de equilibrar todos los componentes y construir una verdadera historia universal. La visión euro-centrista de los acontecimientos nos dificulta, cuando no cancela, la comprensión y valoración de los impactos y repercusiones más profundas que provocó la dominación occidental en la forma de ser, mentalidades, estructuras ideológicas, sensibilidades, imaginarios colectivos y tradiciones culturales en las milenarias culturas orientales; además, nos impide ver los procesos de reencuentro, recuperación de identidades, cultura y afirmación (o construcción) nacional que precedieron o se dieron junto con su renovación y recuperación política, económica y militar. Incluso, muchos de sus protagonistas, ideólogos y pensadores –Jamal al Din al-Afghani, Liang Qichao, Sun Yat-sen, Rabindranath Tagore, Tokutomi Soho, Alí Shariati, Sayyid Qutb, Mahatma Gandhi, Mustafa Kemal Atatürk, Sri Pandit Jawaharlal Nehru, Mao Tse Tung–, nos son extraños o desconocidos. Y aunque es cada vez más notorio que el centro de las actividades financieras, comerciales, industriales y políticas se desplaza del eje Europa-Estados Unidos hacia el circuito Japón-China-Corea y Sur-India, seguimos pensando, engañados, que en Occidente se decide el presente y el futuro del mundo, como si las naciones y los Estados asiáticos continuaran postrados como a inicios del siglo pasado. El siglo XIX fue la era dorada del imperialismo. Entonces, las potencias industriales de Occidente irrumpieron, ultrajaron, saquearon y se repartieron el mundo. Con tecnología militar y potencial económico –que no civilizatorios– superiores. Ese siglo estuvo salpicado de salvajadas, esto es masacres, despojos, humillaciones y atrocidades de los europeos civilizados contra los pueblos de Oriente. La paz lograda en el viejo continente tras las guerras napoleónicas (Congreso de Viena, 1815), permitió durante las décadas siguientes a estos pueblos belicosos descargar sus furias guerreras más allá Europa. Montaron una justificación ideológica para sus tropelías: estaban civilizando a los bárbaros, ayudándolos a salir del atraso y decadencia en el que habían quedado sumidos. En 1820, escribió Hegel: “La historia de China no ha mostrado desarrollo alguno, de modo que nosotros ya no podemos ocuparnos de ella por más tiempo... China e India están, por así decirlo, fuera del curso de la historia mundial”. La moderna empresa imperialista fue iniciada por Napoleón en Egipto. El 19 de mayo de 1798, al frente de una flota integrada por 335 navíos, transportó un ejército de 54 mil hombres que, tras tomar la isla de Malta, desembarcó cerca de Alejandría, ese 1 de julio.
El 21 de julio destruyó al ejército egipcio al pie de las Pirámides, para ocupar victorioso tres días después la ciudad de El Cairo. La resistencia con que topó en esta ciudad fue ocasión para mostrar hasta donde era capaz de llegar: incendió las aldeas cercanas y masacró a sus habitantes, fusiló a cuanto egipcio se le hizo sospechoso, sus soldados irrumpieron en la mezquita sagrada de alAzhar para beber vino hasta quedar inconscientes, no sin orinar antes dentro del templo. Cometieron toda clase de pillajes, saqueos y violaciones a lo largo de varios días y aún cuando entre el 1 y 2 de agosto de 1798, el almirante inglés Horacio Nelson destrozó la escuadra francesa en la rada de Abukir, con lo que consolidó el dominio marítimo británico y asestó un golpe mortal a la incursión de Napoleón en Egipto, al romper la comunicación del ejército francés con su metrópoli, Bonaparte se mantuvo en aquel país y avanzó hacia Siria y Palestina. Ahí, en su camino hacia Damasco, entre el 19 de marzo y el 10 de mayo de 1799, mantuvo en sitio la ciudad de San Juan de Acre, viejo fortín de los cruzados, que finalmente se rindió, lo cual no fue impedimento para que ordenara pasar a cuchillo a todos los prisioneros. A su regreso al Cairo enfrentó exitosamente un intento turco por recuperar Egipto: “Esta batalla, escribió, ha sido una de las más bellas que he presenciado. De los cuarenta mil hombres del ejército enemigo, no se ha salvado un solo hombre”. En efecto, heridos y prisioneros fueron ajusticiados de inmediato. Obligado por la situación en Europa, a fines de agosto, regresó a París acompañado de unos cuantos cientos de soldados, dejando a su ejército custodiando la nueva posesión de “la república francesa”. Bonaparte nunca vaciló en aplastar cruelmente cualquier tipo de oposición a su dominación, en mantener aterrorizada a la población, imponer toda clase de impuestos y tributos para sostener su ejército, poner a trabajar a los dominados en beneficio de los nuevos amos, imponer tratados comerciales y empréstitos leoninos y “tomar” las obras de arte, joyas y documentos históricos que los científicos y expertos que lo acompañaban considerasen necesario “rescatar” para bien de la civilización. Fueron líneas maestras que en adelante siguieron ingleses, alemanes, holandeses, belgas y norteamericanos en sus incursiones contra los pueblos de Oriente. Las siguientes décadas registran la arrolladora e incontenible irrupción del Occidente, de la revolución industrial en Oriente: India, Ceilán, Birmania, Persia, Indonesia, China, Afganistán, Indochina, Filipinas y el imperio otomano; múltiples rebeliones y resistencias e innumerables masacres, saqueos y atrocidades sin parangón de los europeos. Al concluir el siglo es incontestable el dominio mundial de unos cuantos países de Europa y de los Estados Unidos. Pero no solamente fue
una simple sumisión económica, política y militar la que impusieron; fue también intelectual, moral y espiritual. “La civilización acabó viéndose representada en las formas europeas del conocimiento científico e histórico, así como de las ideas de moral, orden público, crimen y castigo, incluso de la forma de vestir del viejo continente”, observa Pankaj Mishra en De las Ruinas de los Imperios (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2014). Aún así, fue un sometimiento efímero. Unas cuantas décadas después –terribles, sangrientas, bestiales, pero tan solo unas cuantas–, encontramos en el hemisferio oriental un panorama completamente distinto cuyo punto de partida se localiza en la batalla naval del estrecho de Tsushima (1-2 de mayo de 1905). Ahí, un emergente Japón aniquiló la mayor parte de la armada rusa que había viajado medio mundo y aseguró sus pretensiones sobre Manchuria y Corea. En cientos de años, ningún país europeo había sido derrotado en una guerra importante por uno oriental. El entonces presidente de Estados Unidos, Teodoro Roosevelt, se atrevió a decir que era el mayor fenómeno que había visto el mundo en toda su historia. Por su parte, Sun Yat-sen habló de una nueva esperanza, “la de zafarse del yugo y el dominio de los europeos y recuperar la posición que por derecho propio les corresponde a los pueblos de Asia”. Los sentimientos de inferioridad, de impotencia y de trágica fatalidad que dominaban a los pensadores y elites de los pueblos de oriente comenzaron a resquebrajarse. Vieron que los hombres blancos, conquistadores del mundo, finalmente no eran invencibles. Japón demostraba que el poderío podía adquirirse y que los países asiáticos debían y podían encontrar su propio camino hacia los nuevos tiempos. No fue nada fácil encontrarlo y recorrerlo. Aprendieron a combatir a una civilización extraña y agresiva con sus propias armas, explicó Arnold Toynbee (El Mundo y el Occidente. Aguilar, Madrid, 1958). Sin perder su identidad, renovando incluso sus más profundos valores y sus estructuras sociales y políticas, adoptaron todos los recursos científicos, tecnológicos, militares y económicos occidentales necesarios para su desarrollo y, por supuesto, su liberación. Cada caso fue, no es ocioso decirlo, singular, aunque hubo similitudes y coincidencias. Quizá la más importante de ellas fuera la determinación para superar la humillación, vencer dificultades y empujar hacia adelante. Hoy en día el peso político, económico y militar de Asia es enorme; impresionantes su pujanza y vitalidad. El siglo XXI, aseguran no pocos analistas, será, a final de cuentas, un siglo oriental. * El autor es Doctor en Sociología Política por la Universidad de Granada, España y director del Museo de la Memoria Histórica Universitaria de la BUAP. 3
Paola Moyado Sánchez*
En los primeros años de los ochenta, la escena sonidera, como se conoce hoy en día, comienza a consolidarse y expandirse en la ciudad de Puebla. Actualmente es un género musical muy particular y un espacio de sociabilidad que causa fervor, comunión, ambiente, pero también conflictos.
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a práctica sonidera, es un momento de la nocturnidad que consiste en la presentación musical de una persona especialista en la música cumbia, inseparable de su equipo de sonido, que se encarga de amenizar el ambiente y demostrar sus talentos mediante la intervención de su voz. Mensajes, saludos, frases, un poco de canto y distintas enunciaciones son las que acompañan las canciones seleccionadas y presentadas por él. Este espacio musical se conforma principalmente por público proveniente de contextos populares que asiste con la finalidad de bailar y convivir al ritmo de cumbia, o en espera de recibir o mandar algún mensaje por medio del artista sonidero. El baile sonidero se observa entonces como un espacio comunicativo, lúdico y relacional. Bailar, cantar, platicar, ligar, convivir, son algunas de las dinámicas que se posibilitan en estas reuniones colectivas, callejeras o semiprivadas. El baile sonidero es una práctica urbana sonora que reúne a gran cantidad de jóvenes y adultos y como es un espacio de sociabilidad y observación colectivas, se hace fundamental desplegar una serie de formas específicas respecto al baile, el talento o belleza de las parejas en la pista. Son importantes con qué grupo o amistades se está “relajeando”, con qué vestimenta se asiste, cómo se utiliza el cuerpo, o si son nombrados por el sujeto sonidero a través de saludos que pueden mencionar a los asistentes de forma individual o por grupos, colonias o barrios. Estos mensajes son los encargados de dejar en claro que el sonidero implica un estilo en donde la música nunca se escucha sola: el artista sonidero habla constantemente, anima al público, cuenta chistes y saluda a todos aquellos cuyos nombres aparecen escritos en pedazos de hojas de papel, en cartulinas, en pequeños letreros o en grandes lonas, y que se encuentren en algún lugar visible para él o que sus asistentes o los mismos sujetos interesados le hagan llegar personalmente. De ahí que los mensajes en general sean considerados por las personas asistentes como elementos sonideros, incluso más significativos que la música misma, aunque esta última sigue siendo fundamental. Las cumbias, como base musical, son manipuladas, acelerándolas o “rebajándolas” para “soltar” sobre ellas 4
los sonidos grabados –intros– que caracterizan a determinado sonidero, así como mezclas o partes de distintas canciones, pasadas y presentes, que permiten la continuidad de la armonía y el ambiente que han ido creando conjuntamente. Si bien está presente como figura principal un sujeto experto en cumbia sonidera, el Sonido/Sonidero se conforma también por otros miembros que fungen como los asistentes y cuya labor es esencial para que el equipo de sonido esté listo en todo momento. Son individuos a los que se les conoce comúnmente como chocomiles, el supuesto plural de chocomilk, y cuya presencia es primordial si se trata de giras nacionales e internacionales, o eventos de gran magnitud. Algunos artistas sonideros han designado a sus hijos como asistentes de este tipo, lo que los lleva a aprender la profesión desde pequeños en tareas como el enrollado de cables o la creación de mezclas selectas propias de un Sonidero. Las Dinastías son ejemplo de la tradición aprehendida y el talento heredado. Cuando los sonidos comienzan a considerarse profesiones o empresas, es común que empiece una movilización a varios lugares del Estado, del país o del extranjero (principalmente Estados Unidos) bajo la figura de giras, que pretenden reconocimiento y posicionamiento en el gusto de la diversa población latina y cuyo éxito se materializa en la grabación de discos que son consumidos por aquellos que fueron nombrados mediantes saludos, por los admiradores del artista sonidero o por los que consideran que la selección de música y el ambiente creado durante el baile sonidero fueron lo suficientemente buenos como para “guardar” el momento. En la ciudad de Puebla es posible encontrar estos discos a la venta en distintos tianguis como el de La Raza, y en los mismos espacios donde se llevan a cabo los bailes. Las relaciones sociales creadas por este escenario lúdico, emergen de la proximidad física y de identificaciones en el gusto musical. La cumbia, y en pocas ocasiones la salsa, definen la praxis musical sonidera de los asistentes como un tipo de realidad específica que imprime construcciones sociales muy particulares. Tal es el caso de los movimientos corporales que se producen al bailar. El cuerpo, sus movimientos, ejecuciones y formas,
son observadas en todo momento durante el baile, de tal manera que son considerados vías de comunicación e información cuyo fin es montar un tipo de lenguaje propio del contexto sonidero, caracterizando ciertos bailes con estilos interesantes de nominación, como el bailar de “brinquito” o el “persignando el piso”. Estas y otras prácticas corporales y musicales, son las encargadas de desarrollar en torno del movimiento sonidero un entramado de significados y relaciones que vale la pena analizar en sí mismos como dinámicas contemporáneas de sociabilidad e identificación. Las dinámicas músico-vocales propias del sonidero, se perfilan como un contexto sociocultural interesante que resulta de la congregación de sujetos múltiples con intereses en común, entre ellos el ser parte de una canción, pues la melodía “completa” implica el contenido base (la letra de la canción original) y aquella que superpone el artista sonidero. Tan importante es la letra de uno como del otro. * La autora es estudiante de licenciatura en Antropología Social de la BUAP.
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Cecilia Vázquez Ahumada*
Caballo, en verdad eres una criatura sin igual, pues vuelas sin alas. El Corán
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ste útil animal, acompañante de muchas civilizaciones a lo largo de la historia de la humanidad, ha sido de utilidad por su carne y piel pero, sobre todo, por ser un medio de transporte. Su resistencia fue muy útil para reforzar la agricultura y acompañar a los humanos en los procesos guerreros, hasta comienzos del siglo pasado. El caballo (Equus ferus caballus) es un mamífero originario de Asia Central, puede llegar a medir hasta 1.82 m. Pertenece a una antigua familia de mamíferos que evolucionaron a los largo de los últimos 54 millones de años. Uno de los primeros antepasados del caballo, el Hracotherium, era un herbívoro pequeño, del tamaño de un perro medio; poseía cuatro dedos en las patas delanteras y tres en las traseras. Durante los siguientes 50 millones de años, los équidos se hicieron más grandes y perdieron los dedos adicionales de las patas, hasta que comenzaron a correr sobre un único dedo como los equinos modernos. Hace cinco millones de años, las especies que ahora conocemos de caballos ya andaban pastando por el planeta. Sus patas largas les permitieron mayores y mejores carreras a lo largo de las inmensas praderas de Asia Central. Su dentición se volvió más fuerte y los llevó a ocupar las estepas de hierbas húmedas. Igual que los rumiantes contemporáneos, se alimentan de la celulosa pero, la materia vegetal es descompuesta en el estómago y es aprovechada en el ciego, una sección del intestino grueso. Los primeros equinos se extendieron en el Viejo y el Nuevo Mundo, pero en América se extinguieron a raíz de la cacería que sufrieron por parte de los humanos que vinieron desde Asia y por los cambios climáticos que afectaron la producción de sus alimentos. El hecho contundente es que hace 8,000 años, el caballo había desaparecido de América y no regresaría sino hasta el siglo XV con los conquistadores europeos. Solamente se ha identificado una subespecie superviviente del caballo salvaje: el caballo de
Przewalski de Asia Central, conocido también como “caballo salvaje mongol”. Este animal es más pequeño y compacto que los actuales caballos modernos, con un cuello grueso, crines rígidas y un pelaje enmarañado. En Europa, hasta comienzos del siglo pasado, sobrevivió otra subespecie del caballo salvaje: el tarpán o caballo salvaje europeo. En épocas prehistóricas los humanos cazaban caballos por su carne, como lo muestran las pinturas rupestres de España y Francia. No se tiene fecha precisa del paso del uso del caballo como presa a la de animal doméstico para pastoreo. En el Oriente Medio, por el 2500 a.C. ya había sido domesticado, pero investigaciones más recientes desplazan el lugar de su domesticación al Asia Central, con el pueblo botai de Kazajistán, entre los años 3700-3100 a.C. El hallazgo de yacimientos arqueológicos botai con muestras de caballos diferentes de los salvajes, apuntan a que se estaban dando procesos de mejoramiento genético entre los caballos de los botai: muestran desgaste en las mandíbulas, posiblemente por el uso de bridas. Se han encontrado además depósitos (kunis) para fermentar la leche de caballo, como hoy día se consume en Kazajistán. Y la prueba de los análisis genéticos de los restos arqueológicos de caballos, revelan que hubo una gran cantidad de yeguas salvajes usada para las cruzas y pocos machos seleccionados para las cruzas. Desde aquellas tempranas épocas, se entendió que montar a caballo era muy productivo para atacar a los grupos sedentarios. Los hombres montados alcanzaban más distancias que caminando y a mayor velocidad. Esta fue la ventaja del ejército Mongol que dominó una extensión que iba desde China hasta Europa Central.
RENACIMIENTO Clemente quería ser un hombre nuevo. Acudió con el peluquero pidiéndole le afeitara la crecida barba pero dejándole únicamente un delgado bigote. Luego de la acción de las tijeras por su rostro, mirándose al espejo, Clemente no notaba cambio alguno. Pidió entonces al peluquero le dejara el cabello más corto. De nuevo al espejo sin notar que luciera diferente. Otra vez las tijeras, la navaja, menos cabello, menos bigote. Clemente, por fin, quedó satisfecho cuando, después de cortar y cortar, el peluquero había dejado a Clemente sin cabeza.+
CASA DE CITAS El hombre abrumado llegó a una casa de citas con dinero y con soledad, y salió sin él, pero con ella.
* La autora es Licenciada en Antropología Social por la BUAP, actualmente asignada en el INAHPuebla.
HORIZONTALES 2. Prenda de vestir que en los medios nice de México se considera de indios (plural). 10. Símbolos del uranio y carbono. 12. Es uno de los sinónimos de indio, principalmente en las grandes ciudades del país. 13. Etnia que habita en Chiapas y Guatemala. 14. Símbolo del neón. 15. Cuadro de hortalizas. 17. Natural de la India. Indígena de América y persona a la que hoy se considera como descendiente de aquel, sin mezcla de otra raza. 19. Patria de Hipócrates. 20. (Lugosi), actor húngaro, famoso por protagonizar Drácula (1931). 21. Abreviaturas de oeste, deuterio y tera. 22. En la ciudad de México es muy común este calificativo a una persona considerada como indio, feo, pobre, de malos gustos, etcétera. 23. Sucedió a Díaz Ordaz como presidente de México (inic.). 24. (Antica), antigua ciudad en la costa del mar Tirreno, funcionó como puerto de la antigua Roma. 26. Del verbo raer (inv.). 27. Adornas. 29. En vez de este calificativo se usa el de indio. 31. Forma de pronombre. 32. Moneda de cobre usada en la antigua Roma. 33. Indígenas del sureste de México y Guatemala. 36. Tras la llegada de éste navegante, a lo que hoy es América se le llamó Indias Orientales. 40. Baile andaluz. 41. Arteria mayor del cuerpo humano. 45. Pájaro. 46. La ciudad eterna. 47. Hogar. 48. Indios nómadas de Tierra del Fuego. 49. Pronombre demostrativo. 50. Indígenas del occidente de México. 52. Símbolos del aluminio y tesla. 53. Símbolo del sodio. 54. Lucha, pelea. 55. Período de 30 días 57. Contracción gramatical. 58. Etnias que preservan sus culturas tradicionales.
VERTICALES 1. Parte de un país, generalmente de la provincia. A los miembros que llegan a la ciudad se les suele llamar indios, sean blancos o morenos. 3. Símbolos del oxígeno y flúor. 4. Herramienta de apoyo para los Intermediarios Financieros que permite acceder, de manera inmediata, a Inversionistas Institucionales y concertar operaciones. 5. Instrumentos financieros de deuda utilizados por entidades privadas y al igual por entidades de gobierno y que sirven para financiar a las mismas empresas (pl.). 6. Puse en circulación. 7. Aldea de la Galicia profunda habitada por unos pocos ancianos y en cura. 8. Sílaba sagrada en la mística hindú. 9. Cantidad reunida de dinero, valores u objetos preciosos que se guarda en algún lugar. 11. Dar por cierto. 14. Elemento rígido que forma parte del calzado, se encuentra unido a la parte posterior de la suela (inv.). 16. (García), ex presidente de Perú. 18. Diclorodifeniltricloroetano, insecticida organoclorado sintético. 19. Descienden, se precipitan al suelo. 24. Adquiero seso o cordura (inv.). 25. Embiste, acomete. 28. Dios entre los mahometanos. 30. Animal plantígrado. 33. Al que tiene ese color de piel se le suele calificar como indio, en México. 34. Sábalo, pez teleósteo. 35. Parte del huevo. 37. Pelo suave y rizado de algunos animales. 38. Da forma de óvalo. 39. La compañía multinacional agroalimentaria más importante del mundo. 42. Nombre que se les da a los dioses de los indígenas (inv.). 43. Símbolos del radio y resistencia eléctrica. 44. Urda, maquine. 50. El Campeador. 51. Arbusto papilionáceo parecido a la acacia. 54. Lotería Nacional (inic.). 56. Milicias nacional socialistas, dirigidas por Röhm (sigla).
CONCURSO Domelio deseaba ganar el concurso de escritura del cuento más pequeño del mundo. Con notable timidez escribió apenas un punto sobre la inmensa hoja en blanco. Llegó el día de los resultados. El veredicto del jurado: Segundo lugar. Domelio se sorprendió al averiguar que el ganador fue el hábil escritor que concursó sin ni siquiera entregar papel alguno. REFRÁN En casa del jabonero el que no cae resbala. Y las visitas recurrieron al arte de la acrobacia. 5
César Alejandro Cruz Cuevas*
A
diós— dijiste despidiéndote de mí como si fuéramos iguales, como si mi edad no me separara de ti, como si no fuéramos ceniza y piedra, adiós y bienvenida. Pusiste tu examen sobre la pila de hojas que temblaba en el escritorio negro, carcomido y oxidado, sobre el que mis dedos nerviosos repiquetearon una desconocida canción. —Adiós— respondí efusivo, soñando a la vez, igualándome contigo, fingiendo jovial indiferencia, como si tu entallada figura y tus ojos de gata engreída no me sacaran a empellones de mi aburrida rutina de profesor de preparatoria. Te miré completa, recorriendo con mis ojos lascivos tus firmes carnes, tus delineadas formas que se acentuaban por los generosos pliegues de tu ropa. Entonces, imaginando el roce de mis labios en tu sedeña piel morena, volví soñar. Tus ojos claros sonrieron cuando me acerqué en mi sueño y otra vez tu piel achocolatada me cautivaba, “Chiquilla, que contraste el tuyo, ojos café claro, miel, y piel canela”. Despierto en seguida, tú sigues caminando, firme, flexible, arrogante. Sabes que te miro; te detienes en el umbral y volteas, confirmas tu sospecha: te miro embobado. ¿Pero quién no te miraría?, si casi revientas la ropa que te viste, si tu sola mirada emborracha. “Aquí tiene”, escucho decir a alguien, mientras ponen el examen en la misma pila temblorosa. Es la chica gorda, la fea y desalineada, la que también casi revienta su ropa aunque de otro modo, la que no le queda otra más que ser estudiosa y cumplida, la que nadie mira, y la que irónicamente me mira a mí como yo te miro. También conozco su secreto. No me interesa. Sentado en una banca para alumno vuelvo a soñar. La incomodidad no me importa, de hecho a nadie le in-
teresa, la escuela tiene necesidades más apremiantes que dotar de sillas decentes a los profesores. Avanzas lento, con cada paso que das percibo que el tiempo se detiene. Quiero que desaparezcan todos, es un sueño, sí, todos: los holgazanes que esperan que aparezcan las respuestas en el techo que se cae a pedazos; los inconformes que desean el diez absoluto y lo persiguen hasta el último minuto; los inseguros; los idiotas e inmaduros, que son unos niños comparados con muchas de ustedes; la gorda; los que cumplen; los ordinarios; todos. Quiero que te quedes sola conmigo, que peleemos a muerte sobre las mesas de este salón. Que derrames mi sangre por el sacrilegio de desearte a ti, virgen obscena. Para que, inevitablemente, después me redimas y te entregues sin vacilación, me alimentes con tus manos y limpies mis heridas… Despierto nuevamente cuando el aire frío mueve el adorno de papel brillante que cuelga de la ventana. Percibo que un cuadro tiembla en la pared y que su mirada risueña e inocente también te mira. “Jaja”. Yo me rio por dentro pensando que hasta al regordete del retrato excitas. Contoneas por última vez tus caderas, precisa, calculadora, justo antes de rebasar el umbral. Sales, doblas hacia la derecha y el muro, mitad pared mitad ventana deja ver solamente tu silueta, tu sugestiva silueta. Las ventanas saturadas de pegotes
«Sit tibi terra levis» (Que la tierra te sea ligera)
Escritor, inventor e incansable
Umberto Eco 1932-2016
De rosas llenaremos la añoranza Puebla de Zaragoza, marzo 2016.
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Pues sí, no fui futbolista ni piloto, ni siquiera bombero. No fui nada de lo que deseaba cuando niño, pensé mientras te miraba acercarte atravesando el salón. y motivos diversos me impiden seguirte observando, te pierdo de vista: “estúpidos adornos”. Te marchas sabiendo que me tienes en tus manos, en tu piel canela, achocolatada, en tus firmes formas, en tus ojos claros de trigal. Te marchas sabiendo eso, aunque realmente no te interesa. “No le aunque” diría mi abuelo; seguirás siendo mi sueño, mi válvula de escape. Lo bueno es que conforme avanza el curso y se acerca mi cumpleaños y sus deseos, tú seguirás siendo el principal, como los últimos tres años. * El autor es licenciado en Informática, profesor de la Preparatoria Alfonso Calderón Moreno de la BUAP
José Fragoso Cervón*
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o pocos días necesité para hacerme del valor para enfrentarme a los cachivaches que amontonados y saliéndose de cajas viejas se desparramaban por el pasillo de la casa. Sabía que no todo regresaría al embellecido cuarto y que forzosamente tendría que hacer una depuración. (No te hagas güey, las mujeres te estuvieron jeringando hasta que emprendiste la tarea). ¿Cómo es que había acumulado tantas cosas? Escogí una caja que estaba tan averiada que al tocarla acabó por destruirse dejando caer al piso todo su contenido: valeros, yoyos, canicas y un trompo de dos puntas. Y de inmediato mi ya alucinada mente (acelerada por dos que tres jalones dados a la maldita yerba, nomás para darme valor), me transportó al barrio obrero (fábrica de hilados y tejidos, cervecería Moctezuma, talleres y estación del ferrocarril) donde hace ya algunos lustros, no pocos, mi familia vivía en una casa para los empleados. Nítida, se me presentó la imagen de la salida diaria y tumultuosa de los diferentes centros de trabajo, de los obreros jorobados por la ardua jornada que eran absorbidos por las varias cantinas que poblaban las calles circunvecinas, con una estruendosa música venida de las rocolas veinteras con la Sonora Matancera y sus cantantes, Roberto Jaramillo, Pedro Infante, Jorge Negrete, los Panchos y otros que entonaban los éxitos del momento, que invitaban a los chambeadores a saciar su sed y olvidarse, por un momento de perdida, de su triste vida, y a cambiar por otros los ruidos de las máquinas hiladoras, de los martillos golpeando fierros en yunques enrojecidos por el fuego de las fraguas, o de máquinas hacedoras de ruidos rítmicos por el golpeteo de botellas transportadas por bandas movibles por lagrimosas, frías cebadas fermentadas. En ese tiempo de mi infancia, mi sueño era llegar a ser un pastor de ganado. Veía que mi amigo pastor el Jiripollo no tenía que levantarse a la 6.30 horas de la mañana para ir a la escuela primaria, ni pasarse una parte del día encerrado entre cuatro paredes del salón de clase, soportando los castigos de maestros tradicionalistas (la letra con sangre entra); solo tenía que sacar el ganado a las 9 am y vigilar que no se desperdigara por el campo.
Durante las vacaciones escolares llegaban las temporadas de juegos y del trompo. Y resulta que Raúl, mi hermano menor, no había aprendido a bailar bien el trompo por más que mi padre se empeñaba en enseñarle. Siempre que lo intentaba, en vez de girar por la punta giraba de cabeza. Entonces, al ver el repetido fracaso, sugerí que le compraran un trompo de dos puntas y así se resolvía su problema. Sin embargo, en vez de tomar mi propuesta como la solución, mi padre la tomó como una burla a su fracasada labor; un “vete de aquí, no seas pendejo, cómo un trompo de dos puntas, vaya si eres estúpido” fue su respuesta. Al día siguiente con la idea en mi “estúpida” cabeza fui a ver a uno de los amigotes de mi padre que trabajaba en el departamento de carpintería del ferrocarril y le expuse mi ocurrencia (no era la primera vez que lo visitaba, acostumbraba holgazanear visitando a los trabajadores de los diferentes talleres). Le pareció una idea loca, pero a diferencia de mi padre, no me mandó a la chingada sino que buscó un pedazo de madera dura y montándolo en la máquina empezó su labor. No solo lo torneo, sino que le puso puntas de tornillo que después redondeó con un esmeril. Al ver su producto acabado, buscó una cuerda, lo probó, y lo asombroso del caso fue que el trompo de dos puntas bailó. Y varios de sus compañeros que se habían acercado para observar, soltaron las carcajadas, los aplausos y propuestas de cómo hacerlo chillar al bailarlo. Sin darnos cuenta, el jefe del taller se acercó y al ver de qué se trataba y al observar el baile del trompo de dos puntas, lo tomó en su mano y dijo: “seguro esta fue una idea de este cabrón chamaco”, y estirando la mano me lo entregó, diciendo de inmediato a todos “bueno, a trabajar, ya este genio les dio tema para platicar, pero en la cantina”. El sueño de ser pastor me lo quitaron desde hace tiempo los castigos del maestro y los regaños de mi padre; sin embargo, los recuerdos de canciones salidas de las rocolas de las cantinas del barrio obrero, nostálgicamente han seguido resonando siempre en mis oídos. Al trompo de dos puntas tendré que buscarle un nuevo acomodo en el renovado estudio. No se va a la basura. * El autor es Doctor en Sociología Jurídica por la BUAP y cuatachín.
Cada año, en el planeta, ocurren alrededor de 2,6 millones de alumbramientos de mortinatos en el último trimestre de su gestación. Cada día, 7,000 mujeres experimentan la tristeza de un hijo nacido muerto. En las Metas del Milenio (ONU), planteadas en el año 2000, el objetivo por alcanzar era de 12 pérdidas fetales por cada 1,000 nacimientos ocurridos en cada país para el año 2030. Los 94 países con mejores condiciones económicas del mundo han alcanzado la meta y, como siempre, la pobreza trae aparejada muerte: el 98% de los alumbramientos de mortinatos ocurre en países pobres y de ingresos medios. 56 países de África y de zonas en guerra concentran estas muertes. Las causas de los alumbramientos de mortinatos son variadas y los escasos datos, a nivel mundial, no permiten conocerlas con exactitud. Pero las cifras confiables existentes permiten afirmar que solamente el 7.4% de estas muertes son por motivos congénitos, es decir, más del 90% podrían prevenirse si el embarazo transcurriese en buenas condiciones: alimentación adecuada, seguimiento y cuidados médicos, tranquilidad. 1,3 millones de esas muertes se evitarían con una correcta y oportuna atención alrededor del trabajo de parto. El 8% de esas muertes están asociadas con la malaria que es perfectamente curable, como la sífilis que representa el 7%; enfermedades no transmisibles, mala nutrición y cuestiones relacionadas con factores alrededor de los modos de vida representan cada cual un 10%; el 6.7% se relaciona con la edad inadecuada para la maternidad (adolescentes o mayores de 35 años); embarazos pasados de término contribuyen con un 14%. A nivel mundial, 2/3 partes de los recién nacidos son registrados, es decir, existe constancia de su existencia. En el caso de los alumbramientos de mortinatos en el último trimestre de gestación, solamente el 5% quedan asentados. Contar con cifras no salva vidas, pero permite diseñar acciones para mejorar la existencia de las personas. Fuente: http://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS01406736%2815%2900837-5/abstract
Solución al Reincigrama de este número
Director y editor: Enrique Condés Lara Consejo Editorial: Mariano E. Torres Bautista, Juan Lozada León, José Fragoso Cervón, María de Lourdes Herrera Feria, Hugo López Coronel, Gabriela Breña, Cecilia Vázquez Ahumada y Eulogio Romero Rodríguez, Octavio Spíndola Zago Corrección: Enrique Condés Breña Diseño: Israel Hernández Cedeño Correo electrónico: buzon.reincidente@gmail.com *No incluye sección de Sociales
RE~INCIDENTE. Año VII. No. 117. Primera quincena de marzo de 2016. Es una publicación quincenal editada por el C. Enrique Condés Lara, domicilio Costado del Atrio de San Francisco 22 bis. Cuadrante de san Francisco, Delegación Coyoacán, CP. 04320, tel. (55) 55-17-76-63. Correo electrónico: buzon.reincidente@gmail.com. Editor responsable: Enrique Condés Lara. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo 04-2011-032210460200-101. ISSN: 2007-476X. Otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Certificado de Licitud y Contenido No. 15198 otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas de la Secretaría de Gobernación. Impresa en los talleres de El Errante, Editor. Privada Emiliano Zapata No. 5947, San Baltasar Campeche, Puebla Pue. C.P. 72550. Este número se terminó de imprimir en marzo de 2016 con un tiraje de 5000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de RE-INCIDENTE.
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Un señor que va en coche y se percata de que está perdido, maniobra y pregunta a alguien en la calle: –¡Disculpe!, ¿podría usted ayudarme? ¡He quedado a las 14:00 con un amigo, llevo media hora de retraso y no sé dónde me encuentro! –Claro que sí -le contesta el aludido- se encuentra usted en un coche, a unos 7 km. del centro de la ciudad, entre 40 y 42 grados de latitud norte y 58 y 60 de longitud oeste. –Es usted FUNCIONARIO, ¿verdad? -dice el del coche. –Sí señor, lo soy. ¿Cómo lo ha adivinado? –Muy sencillo, porque todo lo que me ha di8
cho es “técnicamente correcto”, pero “prácticamente inútil”: continúo perdido, llegaré tarde y no sé qué hacer con su información. –Usted es POLÍTICO, ¿verdad? -pregunta el de la calle. –En efecto -responde orgulloso el del coche¿cómo lo ha sabido? –Porque no sabe dónde está ni hacia dónde se dirige; ha hecho una promesa que no puede cumplir y espera que otro le resuelva el problema. De hecho, está usted exactamente en la misma situación que estaba antes de preguntarme, pero ahora, por alguna extraña razón, parece que la culpa es mía.