Año VII, Número 117, 1ra. quincena de marzo de 2016
IMPRESICIONES Y CONFUSIONES DEL VOCABLO “INDIO” María de Lourdes Herrera Feria LOS BAILES SONIDEROS Paola Moyado Sánchez CAPITALISMO CADA VEZ MÁS SALVAJE Carlos Figueroa Ibarra MI DESEO César Alejandro Cruz Cuevas DESDE LA FACULTAD Mariano E. Torres Bautista ENGAÑO Enrique Condés Lara DE PLANTAS Y ANIMALES Cecilia Vázquez Ahumada REINCIGRAMA Fernando Contreras AQUÍ, PUROS CUENTOS Paco Rubín FRANTASÍAS José Fragoso Cervón ARITMOMANÍA Gabriela Breña FUNCIONARIOS Y POLÍTICOS
Por María de Lourdes Herrera Feria
Desde 1992, México se asumió oficialmente como una nación multi-étnica y pluricultural.
S
in embargo, en la realidad, la diversidad y las muchas identidades que generan las culturas indígenas que conviven en un territorio de cerca de dos millones de kilómetros cuadrados, no son plenamente aceptadas; en principio, porque las nociones de pueblos originarios, indios o indígenas e indigenismo son confusas e imprecisas. La palabra indio es sugerente por la confusión de la que nace. Cristóbal Colón creyó que había llegado al extremo oriente de la India. Era natural para europeos como Cristóbal Colón que los habitantes fueran designados con el nombre de indios. Los habitantes de la India indios tenían que ser, pero lo cierto es que ni en México, ni en el resto de América existían verdaderamente indios sino una diversidad de pueblos cuya identidad fue subsumida en una palabra. La denominación de indio, que se aplica a los pueblos americanos preexistentes a los procesos de conquista y colonización, oculta sus particularidades identitarias, en tanto que es una invención europea correlativa y necesaria a la previa invención de América; sigue siendo una señal que recuerda la negación primera de esos pueblos. Y, a la fecha también continúa siendo un término problemático y polisémico. La palabra desarrolló muy pronto otras dimensiones sociales y políticas. A partir de la conquista se convirtió en el nombre del habitante que antes y siempre había vivido en este continente, porque el concepto no provenía del sujeto mismo a quien se aplicaba sino de la sociedad que lo conquistaba. La palabra no apareció en los diccionarios europeos de 1492 a 1581. A partir de 1600, cuando se le recoge formalmente en diccionarios, la palabra comenzó a formar parte de una constelación de términos que forjaron claramente la opinión europea sobre estos pueblos: bárbaro, cruel, grosero, inhumano, aborigen, antropófago, natural y salvaje. El primer Diccionario de la Real Academia Española, publicado entre 1726 y 1736, agregó otro estereotipo, que se conservó hasta principios del siglo XXI, el de tonto y crédulo. La culminación del significado de indio como antropófago y salvaje se cumplió en el siglo XVIII. Tres diccionarios franceses son particularmente ilustrativos a este respecto. Así ocurre en el Dictionnaire Universel, Géographique et Historique de Tomás Corneille en 1708, en el Dictionnaire Universel de Antoine Furetière de ese mismo año y en Le Grand Dictionnaire Géographique et Critique de Ruzen de la Martiniére, publicado entre 1726 y 1739. En 1798 el Dictionnaire de l’Academie Francoise introdujo otro vocablo de raigambre clásica y lo unió a los destinos de la palabra indio: indígena. Empleada por grandes autores latinos como Virgilio, Ovidio, Tito Livio y Plinio, la voz proviene de dos partículas arcaicas del latín: indu (que significaba en) y geno (que * Reincidente no incluye sección de Sociales
significaba engendrar, producir). Virgilio y Tito Livio llamaban indígena al pueblo latino, al pueblo originario del antiguo Lacio, para distinguirlo de los advenedizos, los que habían nacido fuera, en otro lugar. El Dictionnaire de l’Academie Francoise formuló en 1798 por vez primera y con gran fortuna la expresión Les Indigènes de l’Amèrique (Los indígenas de América). Desde entonces, y particularmente a partir del siglo XIX, la voz indígena permitió generar otras voces importantes para los numerosos países de América: por ejemplo, indigenismo e indigenistas. Sin embargo, el término indígena no alcanza a identificar a ninguno de los pueblos singulares que habitan desde hace mucho más de quinientos años en estas tierras. La palabra indio agrega a esta indiferenciación social la confusión de un remoto pasado en el que Europa se negaba a reconocer no sólo a una nueva tierra, sino a sus pobladores.
Se reconoció su pasado como origen de la nación que se planeaba construir, pero no como parte esencial del futuro nacional. Más que una reivindicación, era una apropiación ideológica. Siempre, en distintos momentos, desde el grupo dominante se ha pretendido hacer del indio algo que no es, esto es, “desindianizarlo”. El proyecto indigenista emanado de la Revolución propuso el mestizaje cultural con el fin de fortalecer la unidad nacional; significaba, igual que antes, la integración del indio a la civilización según las pautas de la cultura occidental. El indio aún representaba un lastre para el desarrollo nacional. Nuestra historia contiene numerosas imprecisiones que encubren una realidad compleja y contradictoria en la que no faltan negaciones y exclusiones sistemáticas. En pleno siglo XXI, el Estado mexicano mantiene políticas públicas de corte inmediatista y clientelar para atender las complejas problemáticas de los pueblos indígenas. Y aunque esto ya no sorprende a nadie, si es preocupante la carencia de estudios científicos que permitan reorientar esas políticas públicas, porque precisamente esa carencia es lo que abona la política de la improvisación y de la exclusión. En un estado En el siglo XIX, los postulados liberales declararon como el de Puebla, donde existe un alto porcentaje inexistente al indio como concepto legal. Lo que apa- de población indígena (19% según el último censo), rentemente rompía con la discriminación colonial, en que en números absolutos representan el 10% de hael fondo legalizaba la desaparición de las comunidades blantes de lenguas indígenas del total nacional, los esindígenas. Si no existían como unidad social diferencia- fuerzos de historiadores y antropólogos dedicados a da, tampoco sus tierras. Algunos autores han destacado la historia y el estudio de estas comunidades son inque, en un siglo, el liberalismo mexicano destruyó más suficientes. En algún momento, ¿la configuración de identidades étnicas en función del momento histórico comunidades indígenas que la Colonia en 300 años. El indio no formó parte del proyecto de nación se convertirá en tema prioritario de estudio? en cuanto elemento constitutivo en el México independiente, ni en el marco del proyecto liberal decimo- * La autora es Doctora en Historia por la Universidad nónico. Tampoco durante la Revolución, aun cuando Libre de Berlín; actualmente se desempeña como dopermeó la retórica oficial y su presencia se volvió ubi- cente/investigador del Colegio de Historia de la FF y cua en los grandes murales auspiciados por el gobierno. L de la BUAP.