Año VII, Número 123, 1ra. quincena de junio de 2016
¿ES TRUMP, LA AMENAZA DEL SIGLO XXI? Isaac Emmanuel Palestina Duarte MACONDO VIVE Berenice Alvarado Ramírez EL VENERABLE DÍA DEL SOL Jorge A. Rodríguez y Morgado MI CONCIENCIA César Alejandro Cruz Cuevas POLICULT CINCO Jorge Meléndez Preciado DESDE LA FACULTAD Mariano Torres Bautista ENGAÑO Enrique Condés Lara DE PLANTAS Y ANIMALES Cecilia Vázquez Ahumada REINCIGRAMA Fernando Contreras AQUÍ, PUROS CUENTOS Paco Rubín FRANTASÍAS José Fragoso Cervón ARITMOMANÍA Gabriela Breña REMEDIO PARA EL FASTIDIO LABORAL
Isaac Emmanuel Palestina Duarte*
Donald Trump, pre-candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, ha apelado a lo largo de su campaña a un discurso racial, intolerante, y algunos presumen que fascista haciendo la comparación con Hitler. Pero, será en verdad, nazi?
E
l Partido Republicano, del que Donald Trump es pre-candidato a la presidencia de Estados Unidos, se creó el 20 de marzo de 1854 en el estado de Winsconsin tras la disolución del Partido Whig. En sus orígenes aglutinó a todas las personas blancas de los Estados del norte que luchaban para abolir la esclavitud de las personas negras en los del Estados del sur.” Actualmente, este partido se ubica en la derecha ideológica que defiende la economía de libre mercado, y está representado por un porcentaje muy significativo en todos los sectores del gobierno de Estados Unidos. Tiene 47 de 100 senadores; 234 de 435 representantes en la cámara baja; 30 de 50 gobernadores. Por su parte, Adolf Hitler (1889-1945) fue fundador del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán y Canciller de Alemania desde 1933 hasta su muerte en 1945. Dicho partido, también de derecha, era, sin embargo, era contrario al liberalismo aunque también al comunismo. Sus ideas se plasmaron en el libro de Adolf Hitler Mi Lucha. “Es un error confundir el racismo de los populistas norteamericanos o el chauvinismo de los republicanos franceses con el fascismo” (Erick Hobsbawm: Historia del Siglo XX. México, Crítica, 2014). El fascismo y el populismo son conceptos diferentes que se adecuan a determinadas circunstancias y que necesitan elementos peculiares de cada nación. “Precisamente la aldea por su naturaleza parece ser una comunidad fundada por la familia, a cuyos miembros algunos llaman hermanos de leche y también hijos e hijos de hijos (Aristóteles: La Política, Madrid, Alianza Editorial, 2005). La acción y organización que adoptan estos sujetos es para defender esta colonia natural de lo que ellos consideran una amenaza. Los ciudadanos, una calidad que se otorga a un individuo que cumpla con ciertos supuestos, son limitados precisamente para conservar la colonia natural. Para Hitler esta colonia natural era la “raza aria”; para Trump, los ciudadanos americanos. Hay considerar que el prejuicio de Hitler parte de un referente histórico “muchos todavía consideran como un accidente el hecho de que la ideología nazi se centrara en torno al antisemitismo y la política nazi, consecuente e intransigente, se orientara hacia la persecución y finalmente al exterminio de los judíos” (Hanna Arendt: Los Orígenes del Totalitarismo, Madrid, Alianza Editorial, 2000). En cambio, el pensamiento racial que es característico del patriotismo estadounidense de fines del siglo XIX e imperialista del siglo XX y fines del XIX, tie* Reincidente no incluye sección de Sociales
ne otro antecedente histórico concentrado no en los inmigrantes sio particularmente en la de raza negra. Debemos recordar que en su origen los fundadores y la colonia natural eran inmigrantes, lo que hace peculiar el discurso de Trump pues es contradictorio a los valores que invoca. Después de la primera guerra mundial, las clases medias y bajas de Europa quedaron destrozadas y asumieron una visión pesimista del mundo. La guerra exacerbó el sentimiento nacionalista en todos los países y, después, la inconformidad con los tratados de paz, la creación de países que no respondían a antecedentes históricos sólidos. La amenaza de la revolución social radicalizó el escenario en el marco de una profunda crisis económica. Los sistemas democráticos fueron culpados y el liberalismo atacado por dos frentes, el nazi y el comunista. Todo ello fue aprovechado por Hitler, Mussolini, Franco, Hirohito y otros dictadores, considerados fascistas, aunque cada uno tuviera sus propios matices. El ascenso de tales personajes se presentó como respuesta a que los sistemas democráticos representativos no cumplían con las demandas de la época: se les culpaba de la situación. Las extendidas inconformidades fueron manipuladas y muchos de los denominados fascistas, llegaron al poder a través de golpes militares en contra de los postulados liberales en contra de los postulados liberales. No buscaban consensos y ni siquiera el reconocimiento de las reglas del juego de la democracia representativa. Se requerían movimientos rápidos y no legislativos y el fascismo supo responder a esas exigencias para sobrellevar la crisis del 29. El derrumbe del capitalismo liberal parecía inminente. En nuestra contemporaneidad no se vive algo semejante, y al candidato republicano, —que no tiene una ideología determinada ni un plan de gobierno especifico–, se le puede ubicar como populista, pero no como fascista. No atenta contra el liberalismo más bien lo invoca, apela al poder del pueblo y participa en unas elecciones representativas, llama a defender el patriotismo, usa una postura racial contra los inmigrantes particularmente con los ciudadanos mexicanos. Es un demagogo y populista, pero no un fascista. “El populacho es principalmente un grupo en el que se hallan representados los residuos de todas las clases. Esta característica torna fácil la confusión del populacho con el pueblo, que también comprende a todos los estratos de la sociedad. Mientras el pueblo en todas las grandes revoluciones lucha por la verdadera representación, el populacho siempre gritara en favor del hombre fuerte, del gran líder. Porque el popu-
lacho odia a la sociedad de la que está excluido como al Parlamento en el que no está representado” (Hanna Arendt: Los Orígenes del Totalitarismo, Madrid, Alianza Editorial, 2000) Resulta entonces inverosímil la comparación del pre-candidato republicano con Hitler y está mal empleado la calificación de fascista a su persona. Aunque ambos son fruto de la ignorancia, de prejuicios y de resentimientos en sectores de la población, no se les puede comparar. El fascismo fue un movimiento de talla mundial, Trump lucha por una candidatura. Está fuera de lugar que en el siglo XXI una persona se atreva a pronunciar las insensateces que dice este sujeto. Pero lo terrible es que cuente con el apoyo de muchos ciudadanos y que pueda conquistar la candidatura presidencial en una democracia de masas de la primera potencia mundial. Aunque Hitler es el principal villano en la historia del siglo XX, no se le puede comparar con Trump. Con todo lo que le se ha dicho y se sabe de él, no puede ignorarse que tenía un programa de gobierno y lograba una entrega total de las masas. Trump, sale en la televisión y su gran aportación es provocar ulceras o carcajadas en los sectores más o menos informados del mundo. Es una muy pobre figura en comparación con la amenaza que verdaderamente representó el Führer. * El autor es estudiante de licenciatura en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la BUAP.
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