Reincidente 124

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Año VII, Número 124, 2da. quincena de junio de 2016

CUANDO LOS HOMBRES AHUMARON EL CIELO Ignacio de la Garza Gálvez ELECCIONES PACTADAS Armando Reyes Toscano REPRESENTACIONES SOCIALES EN TORNO AL ARTE Andrea González Medina EL CLAXÓN Jorge A. Rodríguez y Morgado POLICULT SEIS Jorge Meléndez Preciado DESDE LA FACULTAD Mariano Torres Bautista EFECTO PANÓPTICO Octavio Spíndola Zago DE PLANTAS Y ANIMALES Cecilia Vázquez Ahumada REINCIGRAMA Fernando Contreras AQUÍ, PUROS CUENTOS Paco Rubín FRANTASÍAS José Fragoso Cervón ARITMOMANÍA Gabriela Breña EL OTRO TRABAJO DE AURELIO NUÑO

Ignacio de la Garza Gálvez*

En estos tiempos que vivimos, la contaminación ambiental ha llegado a niveles verdaderamente alarmantes. En algunas partes del mundo se ha dejado de ver el horizonte, los cerros y hasta el sol. Algo similar había pasado en tiempos anteriores a la humanidad actual. Entre varios grupos indígenas existe una historia que habla sobre una gran inundación y cómo los sobrevivientes ahumaron el cielo.

E

ncontramos versiones de este relato desde principios de la era colonial en el centro de México, otra de Michoacán en época colonial y muchas más entre grupos actuales huastecos, totonacos, nahuas y otomíes. Decían los antiguos nahuas que habían existido varias eras o soles anteriores al nuestro. Los dioses lucharon por ser el sol y tener a una humanidad que los adorara, pero sus rivales los bajaban del cielo y la gente que vivía en ese entonces era arrasada, habiendo uno que otro que se salvaba transformándose en algún animal. De esta manera aparecieron los peces, los monos y las aves. Sin embargo, cuando cayó el sol anterior al nuestro, se derrumbó también el cielo (como todos sabemos, el cielo es de agua y lo sostienen los dioses), inundando todo el mundo. Antes de que esto pasara, una pareja fue prevenida y se refugiaron en un árbol o en un bote, según algunas versiones. Cuando las aguas bajaron, quedaron en la superficie lodosa de la tierra gran cantidad de peces muertos. La pareja, hambrienta, tomó uno y lo asó, generando mucho humo que ascendió al cielo. Los dioses, quienes se encontraban levantando o “pintando” la bóveda celeste nuevamente, notaron que algo ocurría: el cielo estaba “ahumado”, lo cual les pareció bastante molesto. Fue enviado un mensajero a descubrir qué era lo que estaba pasando. En las versiones más actuales se dice que fue el zopilote, quien no pudo resistirse a la invitación de la pareja y se quedó comiendo pescado. Fue necesario mandar a alguien más, quien por lo general se afirma que fue el gavilán. Al ver lo que ocurría, notificó a los dioses. En las versiones más antiguas, el enviado es el mismísimo dios Tezcatlipoca. Debido a su osadía, la pareja (y el mensajero que se les une), fueron castigados. Se les cortó la cabeza y se les colocó en el trasero, transformándolos en perros para que, así como lo hicieron en su forma humana al consumir los peces muertos, estuvieran destinados a alimentarse de carroña. El mensajero negligente también fue castigado con la condena de apegarse al mismo régimen de alimentación que la pareja humana ahora transformada. El gavilán fue recompensado con la autorización de poder cazar su alimento fresco. La figura de Tezcatlipoca en el México prehispánico encerraba varias facetas que fue necesario adaptar en la forma de varios personajes, en este caso, del zopilote y el gavilán. Él era el dios más poderoso, pero también con una personalidad bastante compleja: podría ser un bromista y aparecerse por las noches a los hombres, ya fuera para probarlos o sólo para reírse de ellos; era quien ejecutaba los castigos en la mitología, pero también el trasgresor que secuestró a la esposa de Tláloc. Probablemente, era el dios con más formas y nombres, como Tepeyollotl, Camaxtle y Mixcoatl, entre otros. Era la deidad que decidía sobre los destinos de los hombres, si vivían o morían, si serían ricos o esclavizados, si habría guerras, desastres naturales o enfermedades. En una an* Reincidente no incluye sección de Sociales

tigua oración nahua traducida por Miguel León-Portilla queda bien reflejada la personalidad del dios: Nuestro señor, el dueño del cerca y del junto, piensa lo que quiere, determina, se divierte. Como él quisiere, así querrá. En el centro de la palma de su mano nos tiene colocados, nos está moviendo a su antojo. Nos estamos moviendo, como canicas estamos dando vueltas, sin rumbo nos remece. Le somos objetos de diversión: de nosotros se ríe. En el mito nahua más antiguo, es quien advierte a la pareja, es el mensajero y el ejecutor del castigo. En las versiones modernas, ya más moldeadas por el cristianismo que excluía a los dioses prehispánicos, Tezcatlipoca tuvo que ser reemplazado por animales.

seabundos, el cual quedó plasmado particularmente en la figura de la diosa Tlazolteotl, “la comedora de suciedad”, a quien los antiguos nahuas confesaban sus faltas. También, la misma autora ha mencionado que los malos olores eran un riesgo para la salud. Hoy en día, los malos olores en nuestras ciudades tal vez no provengan del lugar de los muertos, pero sí que son provocados por las faltas de los hombres e, indiscutible mente, aquellos provocados por la contaminación son un riesgo para la salud. El humo era utilizado para castigar o eliminar a personas no deseadas. Los niños malcriados, por ejemplo, eran sometidos por sus padres a inhalar humo con chile, con lo cual aseguraban que el “escuincle” no repitiera su falta. Esta misma estrategia, llevada a los extremos, fue utilizada por la gente de Cuetlaxtla, quienes engañaron a unos mensajeros mexicas, los que, en lugar de obtener respuesta a su embajada, fueron encerrados en el lugar en que se encontraban y se sofocaron con el humo de un “fardo de chile” que les encendieron sus adversarios. Cuenta el cronista dominico Diego Durán que “fue tanto el humo que entró que los ahogó sin poderse valer ni salir de allí”. El humo no necesariamente tendría que contener chile o algo más para ser molesto. Contaban los nahuas sobre los hombres chichimecas, fieros guerreros y cazadores, que las mujeres siempre les cocinaban a ellos y nunca de manera inversa ya que, convenientemente, como lo dejó escrito el fraile Bernardino de Sahagún, “decían que eran obligados a guardar la vista de los ojos para poder cazar, y que el humo se los echaba a perder”. Esta característica de lastimar los ojos la vemos plasmada en un tierno poema, atribuido a Nezahualcoyotl, pero de creación no tan antigua (posiblemente del siglo XX): Madre mía: Cuando yo muera, entiérrame junto a tu fogón y cuando hagas tus tortillitas llora por mí. Y si alguien te pregunta: “Madrecita, ¿por qué lloras?” Respóndele: “la leña está verde y el humo me hace llorar”. Todos aquellos que han padecido de una contingencia ambiental en su ciudad o hayan pasado de un lugar en el que respiran aire fresco a una zona con smog y altos niveles de contaminación, podrán sentirse fácilmente identificados con lo que los nahuas decían sobre el mal olor, el humo y las molestias en los ojos. Los dioses ya castigaron una vez a la humanidad por cubrir con humo al cielo. Hoy en día, esos mismos hombres convertidos en perros y carroñeros parece que no han aprendido y siguen contaminando todo, haciendo que el mundo se parezca más al lugar de los muertos. Así que ¡aguas con los dioses! Ya una vez nos cortaron la cabeza y transformaron en perros. En esta ocasión quién sabe qué nos corten y en qué nos transformen por ahumar nuevamente el cielo.

Por otra parte, el humo y los aromas tenían particular importancia entre los antiguos mexicanos, misma que se conserva en grupos indígenas actuales. Es por medio del fuego y el humo que se hacen llegar las ofrendas a los dioses, a los muertos y a los santos. En épocas prehispánicas, los corazones de los sacrificados terminaban arrojados en algún fogón y la sangre de los penitentes era untada en papeles que luego eran arrojados al fuego. Hoy en día, se dice que “nuestros muertos” se alimentan de los olores y esencias de los alimentos. El olor de un pescado muerto quién sabe cuándo no habría sido de lo más delicioso para los dioses del relato que estamos tratando. Lo podrido y el mal olor provenían del mundo de los muertos, del inframundo. Se dice que los dioses de la muerte “comían pies, manos y un fétido estofado de escarabajo; bebían pus usando cráneos como vasos. Los tamales apestaban a escarabajos malolientes; se comían corazones y hierbas espinosas”. En Mictlan, el lugar de los muertos, lo podrido era devorado para ser “limpiado”. Por ejemplo, contaban los antiguos nahuas que un día, Quetzalcoatl “hizo una gran maldad nefanda” cuando se lavaba y “tocando con sus manos el miembro viril echó de sí la simiente” que cayó en una piedra y de ahí nació el murciélago. Este le mordió a la diosa llamada Xochiquetzal aquello que tiene “dentro del miembro femenino”, arrancándolo y llevándolo ante los dioses, quienes lo lavaron. Del agua derramada surgieron las flores. Estas olían muy mal, por lo que fueron llevadas ante el dios de la muerte, Mictlantecuhtli, quien las lavó para hacer surgir las flores con buen olor. Dejando de lado lo que muchos investigadores han interpretado como el “florido” origen de la menstruación, la historia muestra cómo lo podrido debía ir al inframundo para ser limpiado y purificado. Asimismo, en ese lugar, también caracterizado como un lugar oscuro, los malos olores abundarían y hasta saldrían para dañar a los vivos. La investigadora Élodie Dupey ha señalado la exis- * El autor es Licenciado en Historia y actualmente cursa tencia de un nexo entre la trasgresión y los olores nau- la Maestría en Estudios Mesoamericanos en la UNAM.


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