Reincidente 136

Page 1

Año VIII, Número 136, 2da. quincena de enero de 2017

Mario Rechy Montiel*

Durante tres días el presidente Peña Nieto repitió que la causa fundamental del alza de precio de la gasolina es el aumento del precio del petróleo en el mundo. Como perico, también el secretario de Hacienda reiteró la afirmación. Ambos agregaron, además, que aunque doloroso fue lo mejor, y para bien de los mexicanos.

S

in embargo, en otras fuentes del 8 de enero apareció en la prensa una nota del gobierno de los Estados Unidos que afirmaba lo contrario. Literalmente señalaba la declaración del Departamento de Energía estadounidense: la gasolina tiene este año el precio más bajo desde el año 2004, es decir, desde hace doce años. Es evidente pues que las autoridades mexicanas mienten. También mienten al decir que nada tiene que ver este aumento con la llamada Reforma Energética. Aun así, son varios factores, con diverso origen, los que explican el alza, y tenemos que citarlos a todos para explicarla en rasgos generales. La gasolina no aumentó de precio únicamente porque se le aplica el Impuesto Especial (IEPES) que asciende al 26 % de su precio de importación (que es de $10 pesos con 25 centavos más IVA, que es lo que paga el gobierno mexicano), para vendernos la magna a más de 16 pesos y la Premium a más de 18 pesos. Ese ingreso que percibe el gobierno, o que aspira a percibir, tiene por objeto obtener recursos que mantengan el gasto público. Ya el año pasado representó un total de doscientos setenta y ocho mil quinientos sesenta y ocho millones de pesos. Pero aquí también miente Peña, porque el presupuesto no tiene como principal destino a los programas sociales, sino el pago de la deuda en primer lugar, y los altos salarios y prerrogativas de la alta burocracia en segundo. Esa recaudación nos lleva, entonces, a ver si el gasto público justifica esa medida, lo cual nos remite al análisis del presupuesto de egresos, y del tren de dispendio de la partida presidencial de la que no entregan cuentas, y a lo que es un consenso sobre su dispendio, la corrupción y la falta total de un proyecto de desarrollo. E en ese caso no hay autoridad, ni moral ni económica, para justificar el presupuesto y sus aumentos. Es falso, en este caso --y miente el presidente-- que sean los programas sociales los que justifican ese presupuesto. El ingreso fiscal del gobierno sostiene muchos gastos que no podrían justificarse ni con criterios sanos de administración, ni como instrumentos para recuperar el crecimiento económico y el desarrollo. Sin embargo hay dos factores más en el alza. El primero de orden coyuntural, si bien cubrirá los siguientes años, y es el de la carencia de infraestructura y su financiamiento. Y el segundo, que se remonta a la situación y los cambios de la industria petrolera y el sector energético. La razón coyuntural, como explicó el cínico del Secretario de Hacienda, es que no tenemos una infraestructura de distribución suficiente a nivel nacional, y que el gobierno calcula que se necesitan dos mil gasolineras más. Pero como ni el Estado mexicano ni los particulares nacionales hacen ademán alguno al respecto, o carecen de intenciones para crear esa infraestructura, pues simplemente se trata de ele-

* Reincidente no incluye sección de Sociales

var la rentabilidad de la actividad para animar a los inversionistas extranjeros, o dicho en términos económicos estrictos, se trata de aplicar la garantía estatal para que los privados obtengan buenas ganancias si es que invierten en esta que hoy debe ser jugosa actividad. Y subrayemos ahora que estos dos hechos: el que no tengamos una infraestructura de distribución, y el que se haya desmantelado la capacidad nacional para producir gasolinas, que sí tienen que ver con la Reforma Energética, pues esa reforma ha continuado con el desmantelamiento de la industria nacional y la entrega del control del petróleo mexicano a las trasnacionales. Cosa que se hace visible observando cómo desde el régimen de Salinas se ha reducido la capacidad de negociación y se ha importado una cantidad creciente de combustibles. Estos hechos constituyen un acto criminal, confeso y claro, por parte de la administración pública, pues confirman que le es más importante garantizar la ganancia privada que cuidar el ingreso y el bienestar de los ciudadanos que han de pagar la gasolina. Y prueban también que el gobierno instrumentó la reforma para servir al exterior y no a los mexicanos. Pero esta política no es nueva, pues si le hubiera interesado al gobierno la soberanía nacional o el fortalecimiento de la infraestructura petrolera, hubiera hecho algún esfuerzo para construir las refinerías que necesitamos para no estar importando más de la mitad del combustible que consumimos. En lugar de ello, han inventado que es más barato importar el bien que producirlo. Como también lo han sostenido en el caso del maíz, del trigo, del fríjol, del arroz, pues para los neoliberales no cuenta el desempleo estructural que provocan las importaciones, no les importa la dependencia alimentaria, ni se plantean de dónde generar el ingreso para financiar las importaciones, Precisamente por ello es que la balanza comercial es negativa, y por ello también es que la deuda se ha duplicado en este sexenio hasta representar más del cincuenta por ciento del Producto Nacional. Pero siguen alimentando esa globalidad como el modelo a seguir. Y el presidente acaba de reiterar, en su mensaje de año nuevo, su compromiso con la economía global. En términos generales, se trata de la falta de una política y una estrategia nacional para desarrollar la infraestructura energética. Desde el régimen de Salinas se clausuró la petroquímica y se privatizó paulatinamente lo que teníamos. Pocos países en el mundo habían desarrollado una capacidad propia como la que México alcanzó con la ingeniería petrolera entre 1938 y 1988. Cincuenta años de extraordinario desarrollo, que además financiaron al gobierno, pues se le aplicó a PEMEX un elevado impuesto. Después, a partir de 1988, pesaron

más los dogmas ideológicos de los neoliberales y fueron cortados de tajo todos los esfuerzos para un desarrollo de la industria energética. A partir del régimen de Carlos Salinas de Gortari se abandonó la construcción de refinerías y la búsqueda de nuevas metas en la petroquímica. Y todas las declaraciones han sido después parte de una criminal simulación. Pero el gran problema es cómo desarrollar una infraestructura de refinación en el corto plazo. Y más importante todavía, cómo desarrollar una estrategia de aprovisionamiento energético que vaya más allá del petróleo y garantice a México un horizonte de prosperidad. Además se trata, en el contexto actual, de formular al mismo tiempo un plan nacional de empleo y de reactivación del campo, pues al contrario de lo que siguen diciendo Peña Nieto y el Secretario de Hacienda, no se trata de insistir en la globalidad, sino de prepararnos para recibir a tres millones de deportados de los Estados Unidos, a quienes sólo podremos emplear en la actividad agropecuaria. Será indispensable un rediseño del presupuesto público, con crédito rural, extensionismo y hasta una reactivación de la Reforma Agraria. Y en cuanto al déficit fiscal, y la comprobada incapacidad del sector exportador para mantener el saldo positivo de la balanza, sólo nos queda un cambio al régimen impositivo. Pero sólo después de que se ajusten los salarios y se reduzca el pago de la deuda. Cuando esa reforma fiscal se emprenda, el objetivo deberá ser, en lugar de cargar a los consumidores y a los causantes cautivos el peso de la recaudación, la institucionalización de un régimen redistributivo en el que se graben las grandes fortunas. Tan sólo si se aplicara a Slim un régimen como el que tiene Suecia, la administración pública duplicaría sus ingresos fiscales. Tenemos otros cien millonarios que detentan más de la mitad del ingreso nacional a los que se podría grabar la utilidad. Y asunto resuelto. Evidentemente que eso no es lo que hará el sistema político mexicano actual. Aún con ritual de publicar cada seis años un Plan Nacional de Desarrollo, no existe una línea de trabajo para impulsar o crear un complejo industrial de capacidades energéticas. En resumen, el alza de las gasolinas es la prueba contundente de la ineptitud absoluta de un régimen que no tiene ya capacidad para seguir conduciendo el destino nacional. Es la prueba de que llegó el momento de sustituirlo. *El autor estudió Antropología Social y Economía y no se graduó en nada. Sin embargo, ha sido profesor de Antropología Social, Economía Campesina, Sociología, Metodología de la Ciencia y Ecología en la Universidad Autónoma de Chapingo, en la ENAH, en la UAM y en la Universidad Iberoamericana.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.