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EL
PÁJARO
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Año IV, Número 56, 1ra. quincena de mayo de 2013
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CÁRCEL POLÍTICA Mario Rivera Ortiz Hugo David Uriarte Salvador Ruiz Villegas Gladys Guadalupe López Hernández DESDE LA FACULTAD Mariano Torres Bautista ENGAÑO Enrique Condés Lara DICCIONARIO (poblano) DEL DIABLO Humberto Sotelo Mendoza REINCIGRAMA Fernando Contreras AQUÍ, PUROS CUENTOS Paco Rubín FRANTASÍAS José Fragoso Cervón ARITMOMANÍA Gabriela Breña EL PÁJARO DE MADURO
Mario Héctor Rivera Ortiz *
Ahora, aunque Lecumberri ya no es una prisión sigue siendo el culo del infierno. Fue tal la bestial hediondez que atrapó entre sus muros que perdurará por los siglos de los siglos. No hay nada que pueda limpiarlo. Es y será, mientras exista, símbolo del terror y el odio de clase. A ese tipo de edificios con sus muros y contramuros sombríos, sus torretas de vigilancia, sus estrechas ventanas enrejadas y sus jaulas para fieras, es necesario destruirlos sin dejar nada en pie, si se desea aminorar la fetidez que de ellos emana. Esa suerte tuvo en Guadalajara la prisión postcolonial La Escobedo, demolida en 1930 por los obregonistas y sustituida por el parque de la Revolución. “La Grande”, como la nombraba el hampa en su caló particular, era la Penitenciaría del DF en el año de 1952, o sea el Palacio Negro de Lecumberri.
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in exageración alguna, decenas de miles de mexicanos sufrieron cárcel por sus ideas, por ejercer derechos constitucionales como los de asociación, manifestación y expresión, por estar en desacuerdo con la forma y métodos empleados para conducir el país o, simplemente, por hablar mal de algún funcionario o gobernante. Fueron presos políticos. Hubo también miles de mexicanos que ante los comportamientos represivos y la cerrazón gubernamental, se levantaron en armas para cambiar el estado de cosas imperante. Fueron reprimidos y perseguidos, muchos perdieron la vida y otros tantos, terminaron en la cárcel donde fueron hostilizados con saña y hasta asesinados. Fueron presos políticos. Uno de los jefes triunfadores en la Revolución Mexicana habló de las tres opciones que tenían para los enemigos del Gobierno: encierro, destierro o entierro. Las tres llenaron páginas enteras de la historia mexicana del siglo XX. Del encierro, esto es, de la prisión política, es de lo que trata este número de Reincidente.
* Reincidente no incluye sección de Sociales
l grupo de trece presos, que había sido cuidadosamente seleccionado por la policía política para ser enviado a Lecumberri, se hallaba arraigado, al margen de la ley, desde hacía más de una semana, en la celda 1-bis, de la Sexta Delegación de Policía. Ese día el heterogéneo grupo de detenidos recibió del exterior un paquete con seis tortas de tamal envueltas en las hojas manchadas de grasa de un periódico clandestino que circulaba en el IPN llamado El Fósforo y fechado 5 de mayo de 1952. Las tortas se dividieron en partes equitativas y Manuel Díaz Arzave se pudo quedar con el envoltorio sospechando que podría venir ahí algún mensaje de la Comisión Política, pero no encontró nada de eso. En cambio, en las hojas de papel descubrió un artículo sobre los hechos acaecidos hacía nueve días en el primer cuadro de la ciudad. Llamó su atención en particular un pequeño párrafo que venía en letras cursivas: “Hasta ahora existe un vacío de información que abarca absolutamente todos los medios, un silencio literario persistente en torno al papel que jugaron las autoridades y algunos trabajadores de base del INBA en este affaire, porque está claro que Los Dorados tomaron el palacio de Bellas Artes como su cuartel de campaña. ¿Quién les permitió entrar y salir de allí? Ellos no forzaron ninguna puerta, tenían las llaves del edificio o gente de ellos adentro. Además, después de los hechos no hubo ninguna denuncia oficial por la ocupación del edificio. Las autoridades del Instituto guardaron un silencio cómplice…” Dos o tres horas más tarde, los cerrojos de la puerta de hierro que daba acceso a la celda 1-bis dejaron oír su ronco y amenazador chirrido. Un pelotón de gendarmes de facies patibularia, vestidos de civil, entraron maldiciendo y ordenando a todos ponerse en fila y salir uno a uno. Eran los mismos sujetos que durante varias noches, al filo de la madrugada, sacaban a los presos, uno por uno, para propinarles brutales golpizas en un cuarto oscuro. Con la escolta correspondiente Mario Rivera fue el primero en avanzar sobre un oscuro y estrecho corredor que daba al exterior del edificio. En la puerta lo aguardaba un automóvil negro, sucio y sin placas de cuatro plazas con las portezuelas traseras abiertas. El tráfico de vehículos y personas se había suspendido en la calle. Tras el carro negro había una fila de tres julias. Era el día ocho de mayo de 1952, como a las tres de la tarde. Antes de entrar al automóvil, Mario preguntó al corpulento policía que lo sujetaba por el cinturón. -¿A dónde nos llevan?.. -¡Si vuelves a abrir el hocico te rompo la madre, cabrón!- y el jenízaro para completar su respuesta le dio un fuerte golpe en el costado con la culata de la metralleta y luego un violento empellón que lo tendió en el piso del carro. Al mismo tiempo, Mario percibió un olor pestilente a bota vieja y algo que le aplastaba la cara contra el piso antes de oír el run run del motor en marcha. Luego un extraño diálogo a gritos de corte castrense. -¿Toda la perrada comunista está a bordo, sargento?...
-¡Los hijos de puta están acrisolados en sus celulares, mi coronel...! -¡Arranquen!... ¡Voy al frente del convoy!... Y el convoy de julias, automóviles y patrullas enfiló hacia el norte de la ciudad. Ninguno de los detenidos tenía la menor idea de a dónde los llevaban ni porqué ocurría aquel grotesco performance de violencia extrema, totalmente innecesaria. Parecía cosa sencilla, pero con tantos asesinatos extrajudiciales que se conocen en la historia de México y después del arraigo referido, sin haber visto a familiares ni abogados, la cosa no era de juego para los integrantes de la cuerda política. La caravana avanzaba con las sirenas abiertas causando el asombro de los transeúntes… ¡Terrorismo sicológico puro...! Y la pata que humillaba a Mario seguía allí donde mismo… Aproximadamente media hora después, el convoy se detuvo. Ruido de corte de cartucho. Otra vez las voces estridentes del coronel y del sargento: -¡Sáquenlos y fórmelos en fila...! ¡Vamos, rápido, muévanse! Y la cuerda de trece presos, todos muy jóvenes, inclusive un menor de edad, Salvador Salcedo, entró al penal por la puerta de hierro delantera flanqueada por la guardia policíaca armas en ristre. Atravesaron un pequeño patiezuelo y luego de pasar por otra puerta más pequeña, llegaron al estrecho y sombrío callejón trasero de los juzgados donde permanecieron hasta que el juez Alberto González Blanco los llamó a declarar, uno por uno. Sonaban las once campanadas en el reloj del pórtico del penal cuando empezaron a llegar del interior extraños y aterradores alaridos. “¡Ya parió la leona!..” “¡Adentrooo, pitooo!…” seguidos del santo y seña reglamentario de los monos azules: “¡Uno, alertaaa!… ¡Dos, alertaaa!... ¡Tres, alertaaa!...” Mientras, afuera, la orgía mediática anticomunista continuaba. La revista liberal progresista de Martín Luis Guzmán, Tiempo, publicaba fotografías retocadas para justificar el proceso de los comunistas. Mañana circulaba con su versión ultra-macarthysta: “Provocación Roja. Un grupo de insensatos provocadores antipatriotas quiso restar fuerza a la formidable y vigorosa unidad de los trabajadores mexicanos con el gobierno de la República que preside Miguel Alemán y desataron la violencia fratricida en un choque con los manifestantes del primero de mayo frente al Palacio de Bellas Artes”. Los trece primeros presos políticos acusados de haber consumado el delito de disolución social el primero de mayo de 1952 pasaban, silenciosos, a la crujía“H”, de turno, para esperar el veredicto del juez, el cual llegó sin falta al día siguiente: “Bien presos”. * El autor, médico cirujano por la Universidad de Guadalajara y Doctor en Comunicación y Política por la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Xochimilco, fue preso político acusado de Disolución Social en la cárcel de Lecumberri del 8 de mayo de 1952 al 30 de noviembre de 1953.
Mariano Torres Bautista*
En la BUAP, el calendario escolar alcanza 198 días de trabajo sobre 365 días naturales, considerando los 10 días de exámenes de cada uno de los semestres. Este limitado periodo de trabajo ha sido producto de un proceso, no surgió ni recientemente, ni de un semestre para el otro.
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odemos estar de acuerdo en que, como pasa en todo el sistema educativo mexicano, las reducidas remuneraciones de trabajo se compensan con días libres que permiten a los docentes ocuparse de cosas personales dada la imposibilidad de pagar por los servicios domésticos u otros igualmente necesarios. Sin embargo, no podemos mantenernos en el círculo vicioso de pocos días laborables y remuneración raquítica por el trabajo de profesor. Actualmente está de moda citar el caso finlandés, donde una de las claves del exitoso modelo, que es la envidia de otros países, es justamente el reconocimiento social para profesores que han sido reclutados por ser los mejores estudiantes durante su formación, por contar con una maestría y… sueldos equiparables a los de los Estados Unidos. Y es que, considerando que los profesores en Finlandia tienen menos días frente a pizarrón, en términos reales sus ingresos se convierten en una remuneración mayor que la de los enseñantes de los ricos suburbios de Beverly Hills o Palm Spring. Además de las pocas sesiones anualizadas, en la BUAP es también un secreto a voces el escandaloso ausentismo de parte de muchos docentes y en contraparte de muchos estudiantes también. Así es que ser poco el amor y desperdiciarlo en celos, como reza el refrán, es una complicación más a este que es un problema institucional. Insuficiente remuneración con malos maestros, se convierte en clases pésimas que desaniman hasta al más nerd de la generación.
Pero este es solo uno más de otros problemas concatenados. Las bajas remuneraciones que, luego de una sustancial mejoría en el sexenio 1970-1976, volvieron a caer en términos reales en la década siguiente, en vez de corregirse atacando el problema de manera estructural, se abordaron recurriendo al método de la zanahoria como paliativo. La aplicación de esquemas alternos como el Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y otros sistemas de estímulos resolvieron el nivel de ingresos para quienes son capaces de mostrar (a veces simular) una alta productividad en trabajo de investigación y publicaciones. Nadie puede negar la importancia y la calidad existente en profesores que manejan el arte de la pluma y la acuciosidad necesaria para descubrir, sacar a la luz y proponer enfoques analíticos sobre la problemática de la sociedad a la que se deben, la sociedad que pagó su formación y quiere formar bien a sus hijos. No obstante, una vez trepados en el tren de los “estímulos” no quieren bajar de él, aunque su edad productiva haya quedado atrás. Esto no es un problema de la BUAP, en prestigiosas universidades como la UNAM se tienen casos de connotados profesores cuyos mejores trabajos fueron publicados hace 20 y 40 años pero que para mantenerse en el SNI han sido capaces de reeditar las mismas obras, con algunas pequeñas variantes, tratando de sorprender a los evaluadores. Incluso, venerables profesores de 8O y más años de edad siguen “refriteando” sus propios trabajos, como fue el caso de un historiador tan reconocido como Edmundo O’Gorman. Casos así impiden que la cátedra pase a manos de profesores jóvenes, con tesis
de doctorado muy buenas, publicaciones diversas, etc. Pero en la BUAP (hoy es el día de los peros) hay otro problema concatenado a esta realidad. En esta Universidad no existe el sistema de formación gradual de cuadros, de manera que los profesores experimentados vayan creando conferencistas y enseñantes que en un momento dado estén capacitados para relevarlos en la cátedra. Tampoco se aplica aquí ningún sistema de evaluación para reclutar nuevos docentes; en cambio prevalecen criterios extra-académicos muy riesgosos, no solo porque no garantizan de manera inmediata la calidad de los flamantes docentes, sino porque paulatinamente van erosionando el futuro de la institución. Es increíble que se puedan dar nuevas contrataciones que muchas veces no cuentan con perfiles adecuados, con trayectoria académica demostrable, experiencia en investigación y producción científica regular, ya no digamos con posgrados de calidad, mucho menos con doctorado en el área. En universidades como la Universidad Autónoma Metropolitana o El Colegio de México, además de estos antecedentes se ha establecido como ley no escrita, la admisión de nuevos profesores de tiempo completo a partir de contar con el nivel II en el SNI. El camino que tiene que recorrer la BUAP para mantenerse en el rango de las mejores universidades del país tiene una agenda muy apretada. * El autor es Doctor en Historia por la Universidad de París I, Phantèon- Sorbonne, y actualmente es investigador del Programa de Estudios Universitarios Comparados de la BUAP.
Enrique Condés Lara*
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l 7 de julio de este año se llevarán a cabo 14 procesos electorales para renovar ayuntamientos, congresos locales y, en Baja California, para elegir gobernador. Las alianzas entre partidos y las combinaciones políticas que se presentan son de lo más variado y sorprendente. Veamos algunos casos: En Puebla, se presentan juntos PRI y Partido Verde (coalición Mover a Puebla) contra PAN, PRD, Nueva Alianza, Compromiso por Puebla y Pacto Social de Integración (coalición Puebla Unida). Movimiento Ciudadano y PT, van cada uno por su cuenta. Pero en Sinaloa, van aliados PAN y PT; el PRI, el PRD, el Partido Verde, Movimiento Ciudadano, Nueva Alianza, van cada uno por su lado. En Baja California, van unidos PAN, PRD, Nueva Alianza y Partido Baja California (coalición Unidos por Baja California) contra la alianza PRI, PT, Partido Verde y PES (coalición Compromiso por Baja California). Movimiento Ciudadano camina solito. En Tamaulipas, Quintana Roo y Chihuahua, en cambio, no hay ninguna alianza y cada uno de los partidos políticos con registro participa por su propia cuenta y riesgo. En Veracruz, se presentan algunas alianzas en determinados municipios, como son los casos de Coatzacoalcos, Veracruz y Córdoba donde se lanzan coaligados PRI, Partido Verde y Nueva Alianza frente al PAN, el PRD, Movimiento Ciudadano y PT, que van en solitario. 2
En Aguascalientes, se muestran unidos PRD y PAN (coalición Unidos por Tí), frente a una alianza válida para diputados y algunos municipios del PRI y el Partido Verde (coalición Para Seguir Progresando), en tanto que el Partido del Trabajo, Nueva Alianza y Movimiento Ciudadano se lanzan cada uno por su lado. Pero, ¿qué es eso? En una entidad se llama a sufragar por una formación política y en otra, que puede ser vecina, se invita a no votar por ella. En un lugar, unos son aliados y en otro, rivales. En un sitio se invita a elegir a unos y en otro a no respaldar a esos mismos. En un Estado, unos son los “malos” y esos mismos, en otro, son los “buenos”. ¿De qué trata el juego? ¿Por qué en un lugar hay que inclinarse en un sentido y en otro hacerlo en sentido distinto y hasta opuesto? Para justificar el hecho, algunos dicen que los partidos políticos han puesto en marcha “una flexible y amplia política de alianzas” a fin de superar “sectarismos” e “intolerancias”. Sin embargo, lo que expresa el cuadro es una carencia de identidad y de proyecto. Así, necesariamente, las definiciones y alineamientos se han hecho, son, alrededor de personas y grupos de interés que están con ellas o detrás de ellas, no en torno a programas. Lo mismo les da unirse con unos aquí que combatirlos y asociarse con otros allá, porque lo que en verdad les importa es incrementar sus posibilidades de capturar puestos públicos. Y en esto, blanquiazules, tricolores, amarillos, verdes, naranjas, todos, son cada vez más parecidos.
Y como prometer no empobrece, todos ofrecen las perlas de la virgen aunque, ciertamente, cuidándose para no ser atacados de “populistas” por sus circunstanciales adversarios del momento. Acabarán con la pobreza, terminarán con la desigualdad, están puestísimos para servir, garantizan que tendrán resultados palpables y abundantes, juran que sus compromisos son genuinos y hasta los firman, etc., etc., y mil etcéteras más. Lo cierto es que los ciudadanos no tienen forma de hacer que los funcionarios y los políticos cumplan lo que prometen. Es una vieja historia que han aprendido mejor éstos que los primeros. En lugar de que estuvieran bien maniatados y controlados, la ciudadanía vive indefensa frente a ellos, atrapada en sus redes. Los ciudadanos son cera maleable para los políticos, simple masa de maniobra que debe, eso sí, portarse bien y cumplir con sus obligaciones laborales y fiscales. Porque si no hubiera recursos públicos (siempre insuficientes y limitados, dicen) cómo le harían nuestros representantes, guías, gobernantes, salvadores y líderes para resolvernos los problemas, para ayudarnos y mejorarnos, para sacarnos del atraso y encauzarnos por el camino del bien y, no menos importante, para vivir sacrificadamente por nosotros. * El autor es Doctor en Sociología Política por la Universidad de Granada, España.
Hugo David Uriarte y Bonilla*
Una vez dentro de Lecumberri, en la crujía I, donde eran recibidos todos los reclusos antes de turnarlos a sus crujías de acuerdo a los delitos de los que se les acusaba, nos dieron de cenar en unos platones con tres divisiones, confeccionados en aluminio sólido y pesado. Como teníamos hambre fuerte, lavamos rápida y cuidadosamente esos recipientes, hasta que se vieron y sintieron limpios. En ellos nos sirvieron: en el compartimiento mayor una generosa ración de frijoles de gran tamaño y un poco duros, que devoramos rápidamente. También nos dieron un bolillo muy grande y un bizcocho que colocaron en cada uno de los compartimentos menores de aquel plato de aluminio1. Mi pecho es una tumba, pero mi boca es un clarín Víctor Rico Galán
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omo ración líquida nos dieron una mezcla de leche con café, muy aguado, pero dulce y caliente que recibimos en unas tasas también de aluminio, golpeadas y percudidas pero bien limpiadas por nosotros. Tanto el azúcar como lo elevado de su temperatura nos hizo sentir bien. Nuestra primera cena en el Palacio Negro la degustamos en unas mesas de granito, con sus respectivas bancas del mismo material, que estaban en la Crujía “I”. Toda la crujía estaba limpia y no percibimos mal olor en ninguna de las partes de su equipamiento. Pasamos la primera noche en la Crujía “I”, donde nos dividieron en varias celdas y nos apandaron1 mediante un dispositivo mecánico que aseguraba estuvieran bien cerradas todas las puertas del conjunto de celdas de esa crujía. Inmediatamente después de que pusieron el seguro de acero en las puertas, empezamos a oír de rato en rato gritos: “Aleeerrrtaaaa”, “Aaaalertaaaa”, “Aleeeerta”… producidos por los monos2 que se encontraban subidos en las torretas, en las partes superiores de los muros y en las azoteas de la cárcel. Eran parte de los sonidos de la noche en Lecumberri. En un principio nos sorprendió de manera desagradable escuchar ese pregón que parecía una especie de lamento. Esa noche no alcancé a comprender por qué gritaban, pero en reflexiones posteriores encontramos similitud entre el grito “alerta”, y el emitido por el “sereno”, que era un gendarme que lo mismo gritaba que silbaba para dar tranquilidad a los vecinos que dormían en los distintos barrios de la capital y de algunas ciudades del interior del país. Esta costumbre persistió en la ciudad de México ya bien entrado el siglo XX. No sé si en las cárceles del país actualmente se escuchen esos gritos estridentes, pero de ser así podemos desprender que son una herencia de Lecumberri que desde su inauguración absorbió los pregones del entorno en su operación cotidiana. Con sus gritos, los monos posiblemente trataban de hacernos sentir que estaban vigilándonos, atentos y siempre listos para impedir una fuga. Estos gritos los producían con intervalos de 30 minutos. Cada vez que gritaban, además, golpeaban unos viejos tubos de fierro que producían sonidos secos y desgastados. No parecían tener ninguna consideración por nuestro sueño. Esa primera noche pensamos en lo difícil que sería dormir en la cárcel, pero en realidad no fue así, ya que solo soporté dos o tres alaridos y después quedé profundamente dormido. Desde esa, mi primera noche de cárcel formal, no volvió a molestarme esa música de viento acompañada de percusiones3. Después de las torturas, amenazas de muerte y de esperar un balazo en cualquier momento, cuando llegamos a Lecumberri sentimos descanso; además habíamos salido en los periódicos, y era más difícil asesinarnos. Los camaradas nuestros que no pudieron capturar, se habían movilizado poniéndose en contacto con compañeros en el extranjero para que pidieran nuestra aparición, y lograron respuestas rápidas y oportunas. Entre los personajes más importantes que nos apoyaron en ese entonces, estaba Bertrand Russell, el filósofo inglés que organizó el Tribunal Internacional para juzgar como criminal de guerra al gobierno norteamericano por las atrocidades cometidas contra la población civil durante la guerra de agresión contra Vietnam. Este filósofo, simpatizante de los movimientos sociales y la izquierda nueva, envió una carta de protesta por nuestra desaparición a Díaz Ordaz, que fue publicada en varios periódicos de diversas partes del mundo, y en periódicos de izquierda locales, que en ese entonces todos eran de circulación muy restringida. La prensa nacional no mencionó siquiera dicha carta, mucho menos la radio y la televisión que
eran uniformemente incondicionales al gobierno. El oportuno pronunciamiento de Bertrand Russell nos sirvió mucho. Desde la llegada al también llamado “Palacio Negro”, como todo preso que se respete, empezamos a pensar en la fuga. Cuando las grandes y pesadas puertas de fierro se cerraron después de nuestro paso, sentimos por primera vez esa sensación de “estar dentro”, e inmediatamente iniciamos la inspección de los elevados muros; las dimensiones de los salones, de los corredores, su intercomunicación, así como el número, tamaño y grosor de las rejas que iban cerrándose pesadamente detrás de nosotros. Más tarde siguieron pláticas, consultas, elaboración de planes y confección de diversos proyectos de fuga que no cristalizaron.
Los alimentos.
La comida procesada en Lecumberri la distribuían con el apoyo de ruidosos carritos metálicos movidos también con ruedas de metal. En estos vehículos transportaban marmitas de aluminio grueso, algunas hasta de cien litros aproximadamente. Los alimentos eran servidos con cucharones semielaborados en Lecumberri: tenían un mango de más de un metro de largo hecho de un pedazo de varilla de construcción, al que le soldaban en un extremo un cucharón de peltre, aluminio o de acero, y en el extremo opuesto le hacían un doblez, con el fin de que se detuviera en el borde de la marmita y no se hundieran en sus contenidos. Tanto el desayuno como la comida y la cena, estaban integrados en un 50 por ciento, por frijoles, que se les conocía como “balas” por la levitación que producían a quienes los comían. Durante el desayuno el carrito llevaba dos ollas: una contenía café con leche y otra los socorridos frijoles. Ocasionalmente nos daban un huevo “ahogado” en un caldillo de jitomate con rajas de chile poblano, y también atole con chocolate o simplemente champurrado de vainilla con canela. En la comida llevaban tres ollas: una que contenía los irremediables frijoles, otra la de sopa y otra el guisado. En la cena llevaban dos marmitas: la reglamentaria de los frijoles y la que contenía lo que llamaban café con leche, a veces también nos daban solo café. Las tres comidas eran apoyadas con pan: bolillos, que eran grandes y doraditos, los repartían calientitos, recién salidos del Horno de Vulcano, y tenían un sabor excelente, crujían cuando los partíamos para poner en ellos frijoles, aguacates, quesos, cualquier mermelada, o simplemente sal. Durante los desayunos y cenas, además del bolillo, nos daban un biscocho. Todo el sabroso pan lo distribuían en las canastas clásicas de panadero mexicano, incluso cosían partes de esas canastas con cuero de caballo o perro, conservando su pelambre, como acostumbraban hacerlo los antiguos panaderos en el altiplano. El carrito del “Rancho” era conducido bruscamente por un preso común, que con esfuerzo y sin talento le hacía producir ruidos diversos mientras lanzaba por los aires parte de aquella comida sui géneris. El carrito, que normalmente estaba limpio, siempre daba tumbos en el accidentado piso de esa cárcel solariega y blasonada. Un preso común, apodado El Tigre, nos llevaba las tres comidas. Le apodaron así por la cantidad de cicatrices de cortadas y cuchilladas que cubrían la mayor parte del cuerpo y lo hacían verse rallado, atigrado pues. Debió haber tenido entre 35 o 40 años, y gritaba con toda la fuerza de sus pulmones, tres veces al día, más o menos así (sin separar las palabras): ¡¡JUEEEEEGAAASQUEAGARRRRAAAASTUUUUURANCHOOOOUUU!!
Las primeras veces que escuchamos su proclama sonaba como un aullido de lobo enfermo, del que no podíamos obtener significado alguno; fue hasta que uno a uno, todos nos preguntamos qué decía exactamente en su grito y ante la imposibilidad de traducirlo nos vimos obligados a preguntarle directamente. No fue necesario insistir mucho para que repitiera el estridente rugido con la debida separación de las palabras. Dos meses después de nuestra llegada, organizamos un proceso de elaboración de comida que nos garantizaba una adecuada ingesta, debidamente balanceada, pero los primeros días fueron difíciles con tanto frijol. Notas 1 Apandado quiere decir encerrado. Como los presos están precisamente encerrados, encerrado dentro del encierro es estar apandado. 2 Bautizaron como "monos" a los policías carceleros, ya que sin estar presos formalmente estaban tan encerrados como nosotros y, dentro de la lógica de la cárcel, como no eran presos pero estaban encerrados, entonces eran monos 3 Llegamos a eliminar inconscientemente esos sonidos y a dormir de manera profunda, como si tuviéramos la conciencia tranquila. Realmente no volvieron a molestarnos, los hicimos parte de los ruidos “naturales” del entorno. Y, salvo esos ruidos, teníamos un silencio envidiable en Lecumberri; un silencio que extrañé mucho durante los primeros meses de mi reincorporación a la ciudad de México donde se producían entre 50 y 90 decibelios normalmente, en comparación con la cárcel donde teníamos un promedio de entre 30 y 40.
* El autor, licenciado en Economía por la UNAM, fue integrante del grupo guerrillero Che y preso político en la Lecumberri desde el 13 de julio de 1967 hasta el 3 de febrero de 1972.
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Mi memoria de la estancia en la cárcel, 44 años atrás, recoge los recuerdos más relevantes que podría resumir así: ingenuidad, impotencia y un encarcelamiento benigno. Esto último podría parecer un reconocimiento a los que nos privaron de la libertad, pero ello se debió a que tuvimos la solidaridad de los compañeros y autoridades de nuestras escuelas y facultades que siempre velaron por nosotros.
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esde la cárcel, regalé la luna a mis seres queridos miles de veces y la contemplé absorto, gozoso, melancólico, lánguido, según mi estado de ánimo, y siempre su contemplación me serenó. Fue mi secreto refugio. Fue una manera de estar comunicados. De manera distinta, pero también afables, tranquilizadores, mágicos y placenteros, me acompañaron los amaneceres y los atardeceres que siempre he disfrutado desde niño. De forma discreta, esa costumbre me acompañó durante la estancia en Lecumberri. Desde el primer día, me prometí que la cárcel me iba a hacer los mandados, que tenía que pasarla lo mejor posible, que no me iba a amargar, que iba a cuidar mi cuerpo y mi salud. Recuerdo que Pepe Revueltas, cuando le comenté mi determinación, la avaló. Él sabía de eso. El 7 de enero de 1969, cumpleaños de mi madre, fui aprehendido por la policía a la salida de la casa de mis padres. Fue una imprudencia. Días después, por la mañana, me trasladaron a Lecumberri. En la oficina del coronel Palacios, director del penal, ya se encontraban Roberta Avendaño La Tita, una líder extraordinaria, Ana Ignacia Rodríguez La Nacha y Antonio Pérez Sánchez el Che, todos estudiantes de la Facultad de Derecho de la UNAM. Los tres estaban de buen humor y bromeando. Recuerdo que la Tita tuvo una cándida esperanza, como la tuve yo, que al ver los jardines del parque que están a ambos lados de la calle que conduce a la puerta principal de Lecumberri, la iban a dejar en libertad. Cuando nos separaron y se las llevaron al penal de Santa Martha, las abrazamos y besamos tiernamente, con el compromiso de que nos escribiríamos con frecuencia. Así sucedió, pues a Adela, esposa de Armando Castillejos, que estaba presa en Santa Martha, le permitían venir a Lecumberri a la visita conyugal. Era el correo. Escríbanles, nos decía, “están muy solas”. Temporalmente nos recluyeron en la crujía H donde, para nuestra sorpresa, estaba dormido en una litera un hombre de 90 kilos y 1.8 metros de altura. Yo llegué a la cárcel pesando 67 kilos con una estatura de 6 pies y el Che estaba más flaco que yo. Al intercambiar algunas palabras, el Che y yo confesamos abiertamente que nos aprehendieron como consecuencia del movimiento estudiantil. El hombrón aquel, hablando para la historia, nos confesó que él era un revolucionario profesional; resultó ser Rodolfo Echeverría Martínez, el Chicali, un cuadro del Partido Comunista. Una tarde gris nos trasladaron a la crujía M. Para nuestro ya de por sí decaído ánimo, encontramos casi vacía la crujía. Alguien nos dijo que el resto de compañeros había ido a una función de danza que la esposa de René Villanueva había logrado que las autoridades del penal permitieran presentar. Nos sentamos a esperar cuando de pronto escuchamos a lo lejos un alegre canturreo, venían cantando a coro: “Yo quiero que a mí me entierren, como a mis antepasados…” y al frente venía ufano Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca. Nos abrazamos. Desapareció la tristeza. Se veían de buen ánimo. Estaban ahí, Elí de Gortari (académico de la UNAM y miembro de la Coalición de Profesores de Enseñanza Media y Superior), Manuel Marcué Pardiñas (periodista y director de la revista Política), Pepe Revueltas (escritor), Armando Castillejos( militante del MLN y abogado defensor de trabajadores), Fausto Trejo (académico y miembro de la Coalición de Profesores de Enseñanza Media y Superior), Carlos Sevilla (académico), José Tayde Aburto (estudiante de Chapingo y delegado al CNH), Romeo González Medrano (estudiante de Ciencias Políticas y delegado al CNH), Jorge Peña Martínez (estudiante de economía del IPN y delegado al CNH), Martín Dosal (profesor y participante del movimiento), varios estudiantes del IPN, dos fe4
rrocarrileros, dos churreros, dos guatemaltecos (supuestos guerrilleros), tres venezolanos y un mexicano (asaltantes de bancos). En mayo llegó Heberto Castillo y el grupo de supuestos guerrilleros maoístas, encabezados por Federico Emery, Raymundo Arana (un exguerrillero de Morelos que fue lugarteniente de Rubén Jaramillo), un gringo (supuesto saboteador y excombatiente en Vietnam), Sócrates Amado Campos Lemus (estudiante de economía del IPN y delegado al CNH) y Moisés González Pacheco (abogado oaxaqueño acusado de estar promoviendo la guerrilla entre los campesinos durante el movimiento del 68). ¡Oh ingenuidad! Convivimos con los asaltantes y el norteamericano como compañeros, sin mayores cuidados. Sospechábamos de ellos, pero no hicimos nada para que los quitaran de la crujía. Eran “orejas”. Este recuento viene a colación la variedad de posturas ideológicas, intereses, edades y sobre todo los caracteres tan diversos y tan diferentes, me hizo reflexionar y entender las diferentes maneras como cada cual pasó la forzada y autoritaria pérdida de la libertad. Cada quién vivió sus problemas y conflictos y los atendió como pudo en esa estrechez de posibilidades. Sin embargo, la estancia en la cárcel fue benigna. Mienten quienes digan lo contrario. Poco a poco se fueron ganando privilegios. Se abandonó la llamada “fajina” (el aseo forzado de la crujía) y los desabridos honores a la bandera cada mes; se aumentaron los días para de campo donde jugábamos futbol, beisbol, frontón, básquet; teníamos baño de vapor prácticamente todos los días; permitieron el acceso de los libros que quisiéramos y la presentación de exámenes de las materias de nuestras carreras (yo terminé ahí el último semestre de mi carrera); tuvimos radio, televisión, tocadiscos y discos, máquinas de escribir, camas; nos apropiamos del jardín de la crujía “M”(un espacio abierto donde se solazaban presos, familiares y amigos, sobre todo los domingos) y, sobre todo, que permitieran que nuestros “defensores” accedieran hasta la crujía cualquier día de la semana, lo que ocasionó que pudiéramos tener relaciones sexuales, pues antes solamente podían tener visita conyugal los que acreditaban tener esposa. Todos nos apresuramos a apuntar como “defensores”, además de familiares y amigos, a amigas, novias o amantes. Un privilegio especial se le otorgó a Heberto Castillo, al cual le permitieron que sus hijos Heberto y Javier pudieran ir al campo y jugar frontón con su padre al menos una vez por semana. Los del grupo de ingeniería (cinco), nos organizamos de tal manera que nos llevaban la comida hecha en casa, casi a diario. Éramos unos desconsiderados: muchas veces pedíamos expresamente determinados guisos. Cuando le tocaba a mi familia, mi hermana era la encargada de proveernos la comida y muchas veces le pedía, de “pasadita”, un pastel para el “refine”. Nos complacían nuestras familias y se hizo una sola gran familia. A Heberto y Luis Tomás les proporcionaron caballete y pintura. Heberto logró terminar varios cuadros, entre ellos uno que muestra al grupo de estudio que organizó para conocer, principalmente, la historia de México. Fue un buen esfuerzo, lamentablemente conocimos principalmente la historiografía oficial que contenían los libros que nos llegaban. Disponíamos de mucho tiempo que debimos aprovechar de mejor manera, pero no teníamos los hábitos, la voluntad, el ánimo. En la cárcel y afuera, uno termina por hacer lo que puede y no lo que desea o quiere. Escuchábamos música por radio y en tocadiscos. Nos fascinaba escuchar a Vivaldi, sus cuatro estaciones. También gozamos de la música de Beatles, Doors, Jimy Hendrix, Janis Joplin, Sergio Méndez y su Bossa Nova y, desde luego, a Javier Solís. Leíamos los periódicos del día, dizque para estar informados
del acontecer nacional y mundial, y seguimos de cerca la guerra de Vietnam, la lucha del ERI; nos sorprendió gratamente Gabriel García Márquez con Cien Años de Soledad, leímos a Isaac Deutscher y su trilogía sobre Trotsky, la biografía de Stalin. Nos adentramos en el pensamiento de Freud, Erich Fromm. Nos acercamos al pensamiento de Lenin y Mao Tse Tung, del Che Guevara, de Ho Chi Minh; nos ilusionamos con el foquismo de Debray, etc. Vimos por TV la llegada del hombre a la luna, el 20 de julio de 1969. Lo recuerdo porque ese día terminó su relación conmigo una novia estadounidense que se atrevió a venir a México, sabiendo que estaba preso, para cumplir el compromiso que habíamos establecido. Ese día subí al torreón a contemplar la luna, a platicarle mis cuitas, mi insoportable impotencia. Nada podía hacer por retenerla. La mamá de Igor, mi mejor amigo, que nos visitaba y nos llevaba comida los domingos, sin perturbarse por mi condición, simplemente me dijo: “No se preocupe Salvador, yo le consigo otra novia”. Me reí. Me alivié del mal de amores muy pronto, con resignación y la conciencia de que era lo mejor para ambos. En agosto de ese año inicié un proceso para conocerme a mí mismo, elemental, pero eficiente. Me dio resultados. ¿Cómo fue? Simple. Me atreví a hacerme preguntas que nunca me había hecho y me atreví a contestarlas por más dolorosas que fueran. Eso me llevó muchas veces “al interior de mí mismo”, “para conocer mis telarañas”, “a mis cavernas”. Cuando emergía de esas profundidades, me sentía más fortalecido. Fue una práctica que ejercí durante el resto de mi encarcelamiento. Vimos el mundial de fut de 1970; nos sorprendió el eclipse de ese año, cuando de pronto obscureció y los pajaritos confundidos y desconcertados piaban y volaban presurosos para refugiarse en los árboles. Los atardeceres los gocé desde el torreón, sobre todo los domingos, para aminorar el impacto del “carcelazo” que sufríamos todos al ver que nuestros seres queridos se tenían que retirar y nos dejaban con el ánimo perturbado al no poder seguir con su compañía. Reafirmo, la cárcel fue benigna para los que llegamos como consecuencia del movimiento. Mi luna y mi sol, mi familia y mis amigos me hicieron llevadera la pérdida de la libertad y la impotencia. * El autor, Ingeniero Civil por la UNAM, fue delegado al CNH en el movimiento estudiantil de 1968. Estuvo preso en Lecumberri del 7 de enero de 1969 al 23 de diciembre de 1970.
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HORIZONTALES
¡Ah malaya!- Expresión muy usual en algunos estados del norte (vgr. Sonora y Sinaloa) para designar algún deseo o aspiración. Supongamos que un cuate le pregunta a su compadre: “¿No le gustaría ser diputado?” A lo que éste responde: “¡Ah malaya! Así podría hacerme rico sin trabajar”. ¡Aya bonchi!- Frase muy utilizada en el norte de Sinaloa. Según el diccionario Tu Babel.com., se trata de una “Expresión de sorpresa por algún acontecimiento sucedido que es algo que rebasa los límites de lo común o tradicional”. Aunque en términos generales tal definición es correcta, estrictamente hablando, los sinaloenses la utilizan con un propósito burlón o irónico, combinado ciertamente con la sorpresa. Pondremos un ejemplo. Cuenta la leyenda que en cierta ocasión el ex gobernador de Sinaloa Leopoldo Sánchez Celis (1963-1968), a quien le gustaba presentarse como incógnito en algunas comunidades rurales, al mejor estilo de Harún Al Rashid, llegó en cierta ocasión a La Palma (Villa Ángel Flores), con el objeto de disfrutar de una gran fiesta que se celebraba en este lugar. Aunque el viejo tenía fama de galán, generalmente se abstenía de manifestar su debilidad por el bello sexo, por el temor de que alguien lo reconociera, echando a perder así sus veleidades “harunalrashidescas” (perdón por el vocablo), pero en esa ocasión, al divisar a una bellísima jovencita que no tenía acompañante, no pudo evitar la tentación de poner en marcha sus dotes donjuanescas, decidiendo sacarla a bailar (primer paso que se requiere en Sinaloa para enamorar a una dama). Pues bailó y bailó al son de la tambora local, percatándose de que la muchacha no tenía la menor idea de con quien se entregaba a la danza. Ésta ni siquiera se acomedía a mirarlo, lo cual afectó gravemente al ego de don Leopoldo quien, alrededor de una hora después, le preguntó, no sin la intención de “apantallarla”: “Señorita… ¿no sabe usted con quien se encuentra bailando?” La muchacha, sin voltear a verlo siquiera, respondió que no. Entonces don Leopoldo le dijo, alzando los hombros: Pues está usted bailando con el mismísimo gobernador de Sinaloa. La “morra” (como se le dice a las muchachas en ese estado norteño) no se inmutó, limitándose a gritar: “¡Aya bonchi… anda bailando sola la loca!” Al escuchar esa frase, don Leopoldo, muy herido en su ego, decidió abandonar la fiesta. A papuchi.- Cargar a alguien en la espalda (Luis Altamirano Almada: Diccionario Sonorense).
Sueño
Leila dormía y soñaba. Y al despertar, sus sueños quedaban pintados en la almohada. Fueron tantos sus sueños que montó una exposición de almohadas. Había almohadas con trazos abstractos y almohadas con paisajes y almohadas a colores y almohadas cubistas y surrealistas y en blanco y negro. Y había una almohada en blanco. Alguien preguntó si en ese sueño Leila no había soñado y por eso no había nada en la almohada. Leila respondió que esa noche había soñado con la paz del mundo. Y al despertar, Leila arrancó ese sueño de la almohada y lo mandó a recorrer el mundo. Para Leila ya no era un sueño. Pero para el mundo, lo sigue siendo.
Aunque tal expresión es muy usual, no faltan los “sonorenses” del Distrito Federal que la olvidan, incurriendo en errores muy graves. Así, por ejemplo, al ser “destapado” como candidato del PRI a la gubernatura de Sonora Rodolfo Félix Valdés, quien ocupaba el cargo de titular de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes en el gobierno del presidente Miguel de la Madrid Hurtado, se trasladó de inmediato a su tierra natal (de la que casi no recordaba nada, ya que llevaba muchos años en la capital del país) para ocuparse de la campaña electoral. En cierta ocasión, mientras recorría algunas comunidades, se desató una lluvia muy intensa (cosa rara en Sonora), formándose un inmenso charco que le impedía a su comitiva trasladarse con facilidad al sitio que tenía programado arribar. Un miembro de su equipo le dijo al ingeniero Félix Valdés: “Si usted gusta, lo llevamos ‘a papuchi’ “ (esto es, le preguntó si quería que lo llevaran en hombros). A lo que aquél respondió: “Ya es muy tarde para ir a esa población. Mejor nos regresamos a Hermosillo... a papuchi vamos después”. Ese incidente provocó que durante varias semanas fuese el hazmerreír del electorado. (Nota: A pesar de todo, Rodolfo Félix Valdés ejerció el cargo de gobernador de Sonora de 1985 a 1991). ¡Pa’ su madre!.- En diversos sitios de México, expresión popular de asombro o de regocijo. Al parecer se encuentra en proceso de extinción, sustituida en algunos casos por “¡Pa’ su mecha!” ¡Uta ma’! – Expresión que designa fastidio, malestar, enojo, pero sin llegar al estallido que generalmente provoca la ira. De ahí que no se use “¡puta madre!”, sino se utilice la contracción correspondiente, para hacerla más amable. Hasta hace poco tiempo se la empleaba en gran parte del país. En la actualidad, al parecer, está en proceso de extinción. En uno de sus cuentos, Eraclio Zepeda narra que cierto paisano, que viajó a Grecia, se encontró en cierto lugar a un personaje que parecía mexicano pero que, por razones incomprensibles, daba la impresión de no estar dispuesto a revelar su nacionalidad. Accidentalmente, aquél le dio un tremendo pisotón que hizo exclamar a dicho sujeto: “¡uta ma’!”, percatándose así que tal individuo era más mexicano que los nopales. * El autor es investigador del Programa de Estudios Universitarios Comparados de la BUAP.
42. (Condés), ex preso político, historiador, es autor de Represión y 1. (López), bajo su gobierno emRebelión en México. pezó a funcionar la primera cár- 43. (Danzós), candidato sin registro cel clandestina en México, en el por el Frente Electoral del PueCampo Militar Número 1. blo en 1964. 6. (David), muralista detenido y 45. Relativo a la idea (inv.). encarcelado en 1960 por haber 46. Sábalo, pez teleósteo (pl.). declarado a favor de los trabaja- 47. (Gonzalo N.), tristemente céledores. bre cacique de San Luis Potosí. 12. Del verbo evadir (inv.). 14. Orar. VERTICALES 15. (Filomeno), periodista encarcelado en 1960. 1. Planta mimosácea. 16. Organización campesina no 2. Ciudad del sureste de Turquía. oficial, creada durante el perío- 3. Forma como los indígenas llado gubernamental de López maban a Lázaro Cárdenas del Mateos (sigla). Río. 17. Organización anticomunista 4. Terso (inv.). cuya publicación llevó el nom- 5. Río de Galicia (inv.). bre de Puño (sigla). 7. Abreviaturas de litro y de 18. Se dice del caballo de pelo roentgen. mezclado de blanco gris y bayo 8. Hueso que forma el eje del (inv.). muslo. 20. Sanan. 9. En heráldica, azul oscuro. 21. Milicias nacionalsocialistas diri- 10. Poco comunes. gidas por Röhm (sigla). 11. Que suena o puede sonar (inv.). 22. (Othón), dirigente magisterial, 13. Relación escrita de lo tratado preso en 1958 junto con otros en una junta. líderes democráticos. 19. Mes musulmán consagrado al 23. Voz usada para detener a las caayuno. ballerías. 20. Miembro de la orden monásti26. (Salvador), oftalmólogo de ca fundada por San Bruno. San Luis Potosí, ex alcalde de 24. Partido político fundado por la capital, detenido en 1961 al Manuel Gómez Morín. denunciar irregularidades en la 25. Partido político que dirigió Arelección de gobernador. noldo Martínez Verdugo. 27. Se dice de miembro de grupo 28. Detendrá. de ultraderecha de la Universi- 29. Triunfáis. dad Autónoma de Guadalajara. 31. Del campo o de las labores que 30. Terminación verbal. se hacen en él. 32. (Demetrio), dirigente ferroca- 32. Cortina o tela que cubre algo rrilero, detenido y encarcelado (pl.). en 1959. 33. Amarres, ates. 35. Símbolo del galio. 34. Adornan con orla. 36. ( Jaramillo), dirigente campesi- 35. Que excede del volumen o grono, traicionado y asesinado bajo sor normal. el gobierno de López Mateos. 37. Símbolos del bario y molibdeno. 38. (Wells), cineasta estadouniden- 39. Cables usados para suspender el se, se hizo famoso con la cintas ancla (inv.). El ciudadano Kane. 44. Símbolo del sodio. 40. Gran lago salado de Asia. 45. Nota musical. 41. Frente Electoral del Pueblo (sigla).
Mediático Llevó el televisor al doctor porque le dolía la pantalla. No era la pantalla, era algo más de adentro. Era un dolor que dolía, y le dolía mucho. Era lo que salía de él, de adentro de él lo que dolía, sobretodo la transmisión en vivo de la última guerra. El doctor recomendó dejarlo apagado, como dormido. * El autor es publicista y escritor. 5
Gladys Guadalupe López Hernández*
Después de mi anticonstitucional detención y varios días sujeta a todo tipo de torturas físicas y psicológicas, nos subieron en una camioneta de la policía, en ese entonces conocida como “Julia”, aunque realmente nadie conocía el porqué del nombre. Adentro íbamos como diez mujeres la mayoría presas comunes y las compañeras del grupo Comando Armado del Pueblo, a las cuales las veía por primera vez en mi vida. Resumen de un capítulo del libro autobiográfico OVARIMONIO, actualmente en prensa.
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o sabía que me deparaba el destino, ni siquiera quería pensarlo. El trayecto no fue nada reconfortante ya que algunas presas comunes eran reincidentes y todas hablaban del tipo de bienvenida que se les daba a las de nuevo ingreso. Resultaba aterrador. Al llegar a la cárcel abrieron un portón por donde entró la camioneta, nos hicieron bajar y en un almacén nos entregaron nuestros uniformes, entramos temerosas por un sótano oscuro, tétrico. Mi primera impresión fue ver todo tipo de mujeres grotescas, agresivas, con sonrisas burlonas, y mi actitud fue ponerme a la defensiva. Esperaba alguna agresión en cualquier momento, sin embargo, el recibimiento fue algo extraordinario: nos esperaban algunas compañeras que habían sido detenidas con anterioridad y eran presas políticas. Ya teníamos nuestro dormitorio asignado, la pesadilla había terminado relativamente y empezaba una nueva vida. Ya no me sentía sola. Desde la cárcel las cosas se ven de diferente manera, Por supuesto es completamente distinto a cómo las veía cuando anteriormente iba de visita a Lecumberri. Para mi familia era como una pesadilla, algo irreal y terrible, porque nunca entendieron que dentro de las limitaciones, de la falta de libertad, hay que aprovechar el tiempo estudiando, trabajando, aprendiendo, conviviendo, apoyando. Es lo que pensaba en esos primeros momentos de prisión. Desde el primer día, el respaldo solidario de todos los compañeros de las Preparatorias Populares fue incondicional; nunca faltó su presencia, ni el apoyo moral, hicieron todo lo posible para nunca me faltara nada; todo el tiempo llegaban con víveres, con cartas o con regalos, que compartía con presas políticas y, también, con el resto de la población del penal. Seguramente el sufrimiento de muchas mujeres recluidas se debía al abandono de que eran objeto por parte de sus familias. Realmente resulta cruel, que en el caso de los hombres, siempre tengan a las madres las esposas y los hijos apoyándolos, visitándolos y proporcionándoles todo lo que esté dentro de sus posibilidades; mientras que, cuando se trata de las mujeres la situación cambia y en la mayoría de los casos son abandonadas por los esposos y por los propios hijos. Visto a la distancia, en algunos casos la situación no ha cambiado gran cosa. Muchas de las presas comunes se encuentran en este lugar por falta de recursos económicos; delinquieron por necesidad económica, como una señora que robó una bolsa de azúcar para darles a sus hijos una taza de té endulzado. Otras se encuentran recluidas por no tener dinero para pagar un abogado que las defienda de las acusaciones de que fueron objeto o de la venganza que alguien urdió en su contra. La reclusión es siempre para las clases sociales bajas. No me costó mucho trabajo integrarme. Había horarios impuestos por la dirección de la cárcel pero estaba acostumbrada a ese ritmo. Teníamos libertad de andar todo el día dentro de las instalaciones, solamente permanecíamos encerradas en los dormitorios de las ocho de la noche a las seis de la mañana; se pasaba “lista” tres veces al día y por las mañanas nos levantábamos temprano para bañarnos con agua caliente, ya que había regaderas comunes. Las presas políticas nos organizamos para preparar nuestros propios alimentos, por lo regular media hora antes de los horarios establecidos para comer; recurríamos a la jefa de cocina y le pedíamos nuestras porciones de lo que llamaban “rancho”, teníamos una licuadora, una parrilla eléctrica y trastes, lo que nos facilitaba el procesar, condimentar y elaborar la comida 6
a nuestro gusto. Era una forma de no extrañar la comida casera. Teníamos horarios de estudio, y nos integramos a diferentes actividades dentro de la prisión: había clases de yoga, pintura, danza, inglés, alfabetización y canto; dos veces a la semana teníamos actividades deportivas y también dos veces a la semana pasaban películas en el auditorio. La celda en la que viví era un espacio como de 2.5 por 3 tres metros y contaba con dos literas: La acondicionamos con cortinas que confeccionábamos de sábanas viejas y teñíamos de color; tapamos la ventana que daba al exterior del edificio, una pequeña ventanita que tenía la puerta; utilizamos un espacio como de 50 centímetros entre la litera y el muro para colgar nuestra ropa, y a nuestro pequeño baño, que solo tenía wc, le pusimos cortina. Afuera del baño había un lavabo, abajo del cual estaba nuestra estufa eléctrica de dos quemadores. En el espacio entre ambas literas hicimos una cómoda con 3 huacales a los que pusimos tapas de cartón que pintamos de color café y decoramos con flores realizadas con estambres. Teníamos un pequeño televisor e hicimos un mueble para guardar los trastes, la licuadora y la despensa. A un lado de nuestras camas acondicionamos tablas para nuestros libros y discos y contábamos con un radio-tocadiscos que heredé de Pablo Alvarado. Creo que teníamos lo necesario para subsistir. En la cárcel existía gente que laboraba en talleres más de doce horas al día, sin embargo lo más que percibía como sueldo eran diez pesos a la semana, cuando el salario mínimo en la calle era de treinta pesos diarios, Con ello apenas alcanzaba para comprar cada semana en la tienda del penal un rollo de papel higiénico, un jabón para el baño, una pequeña bolsa de detergente y tal vez algún dulce. Todas las tardes tomábamos dos horas diarias de estudio para continuar nuestra preparación política, leíamos libros sobre diversos temas y autores, los analizábamos, discutíamos y dábamos nuestros puntos de vista; en igual forma, después de la cena utilizábamos una hora más para leer y analizar las notas periodísticas más importantes; mientras una leía las demás tejíamos prendas de vestir, como suéteres, bufandas, chalecos, faldas, etc., las cuáles en muchas ocasiones se llevaban los compañeros de la Preparatoria para vender. Presenté un proyecto a la directora de la cárcel para dar clases de secretaria; poniendo a su consideración que esta labor era altruista, que no iba a cobrar honorarios, ya que consideraba que la educación debía ser gratuita para el pueblo, la propuesta fue aceptada y me proporcionaron un salón para dar clases y algunas máquinas de escribir, medio inservibles, pero mis compañeros de la Preparatoria Popular, me proporcionaron material didáctico, como pizarrones, lápices, plumas, libertas, cuadernos, cintas para las máquinas de escribir, hojas de papel etc. Comencé entonces a impartir las clases de lunes a viernes, de las ocho de la mañana a las doce del día: daba diario clases de matemáticas, español, taquigrafía, mecanografía, contabilidad, archivo, ortografía; algunas veces hablábamos de historia, filosofía o cualquier tema que les llamara la atención. Tenía como cuarenta alumnas, algunas habían sido lumpen pero cuando salí de la cárcel frecuentemente me llamaban por teléfono o iban a visitarme a la casa. Realmente les había cambiado la vida. En la escuela lograron que los inspectores de la Universidad fueran a practicarme los exámenes finales de la Preparatoria a fin de estar en posibilidad de inscribirme en la Facultad de Economía de la UNAM. También viví momentos muy duros en la cárcel como cuando el domingo 4 de diciembre de 1971, es-
cuchando Radio Universidad supe que en Lecumberri habían asesinado a Pablo Alvarado Barrera, con quien tenía una relación sentimental. No daba crédito a lo que acababa de oír y repentinamente llegaron a mi mente muchos recuerdos. Conté con todo el apoyo de mis padres, del abuelo, de mis hermanos. La dirección del penal, que acostumbraba a dar permiso para asistir a sepelios de familiares, en mi caso me negó autorización, así que la familia tuvo que solicitar el cuerpo, acompañada de algunos solidarios amigos compañeros de la Preparatoria, Sin embargo, esta petición también fue rechazada. Nunca entregaron el cuerpo acribillado de Pablo Alvarado Barrera. Otro momento de angustia y de emociones contradictorias y llenas de sobresaltos, fue cuando mi querida compañera y amiga presa política María Elena Dávalos del Frente Urbano Zapatista, que tenía apenas unos días detenida, empezó con dolores de parto. Tras un rápido reconocimiento en el Servicio Médico del reclusorio supimos que estaba a punto de dar a luz. Sin embargo, la única enfermera y el único médico se encontraban en ese momento atendiendo a una compañera presa común que se estaba muriendo. Me quede a su lado y de repente empezó a salir su precioso bebé. Yo le gritaba al doctor y con una mano le agarraba su cabecita; mientras, entre pujido y pujido, María Elena me mordía el otro brazo. Finalmente llegó el médico y atendió el parto. Fue un momento maravilloso e inolvidable. Varios días a la semana podíamos recibir visitas, sin embargo el domingo era día de fiesta. Llegaba la familia con abundante comida que enviaba mi abuelita materna. También llegaban todos mis queridos amigos: Kiko Muñoz, Andrés Rodríguez Tovar, Joel Ochoa, Beatriz Sánchez de Tagle, Sara Carrillo, Francisco Raya, Miguel Talavera, Arturo Robles, Lourdes Huerta, Héctor Arturo González, etc. Pero un día me llamó el jefe de vigilancia y me informó que la directora, había decidido reducirme el número a únicamente cuarenta visitantes. Una navidad que llegó a visitarme la mamá de Carlos Martín del Campo con una exquisita gelatina. A nadie comenté que la receta nos la había enseñado José Revueltas en Lecumberri y consistía en usar brandy con grenetina; al cuajarse tal combinación no despedía olor. Esa noche todas nos pusimos alegres aunque las compañeras no sabían porqué; tuve que confesarles la verdad y a partir de entonces se emocionaban cuando la señora iba a visitarme. * La autora, integrante de Comandos Armados del Pueblo, estuvo presa en la cárcel de mujeres de Santa Martha Acatitla, de septiembre de 1971 a octubre de 1974, y estuvo tres años más en libertad condicionada.
José Fragoso Cervón*
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a tarde estaba empezando a caer y nos encontrábamos en la casa del José que nos había invitado unas carnes. Ya hacía hambre, nos habíamos metido unas cervezas y estábamos con el fuertecito aunque no empezábamos a comer porque el Vitor y el Cru no llegaban con sus respectivas damas. Entonces el Hongo, recordando un poco, dijo: —Como ha cambiado el Vitor; cuando conocí al buen hace años era un joven poeta, bohemio, lector asiduo, pero borracho y parrandero hasta la madre. ¡Y “Mira” que encontró a la horma de su zapato! De pertenecer a la banda de los atascados ahora es de los puros, cuando sale con la banda, tiene que regresar temprano y solo consume naranjadas o limonadas con agua natural porque si llega oliendo un poco a alcohol le pegan las calenturas—. Y pensé “a lo mejor no viene porque a su chica no le gustamos como amistades de su esclavo (chaaarros)”. Lo mismo pasó con el Cru —prosiguió el Hongo—; otro buen amigo que pidió su baja de los atascados desde que encontró a su sonriente y Yenita pareja. Este gran amigo que nunca le hizo un mal gesto a nada de nada, desde yerba-buena hasta polvos mágicos pasando por las florecitas de los dioses, es un chamán titulado. Sin embargo ahora no se separa de su compañera. El otro día a mucho insistir accedió a ir a un antro para festejar el cumpleaños de un atascado, y nuestra sorpresa fue que llegó con la dama (hazme el chingado favor) y ella disculpándose decía que el le pidió que lo acompañara (no manches). A lo mejor tampoco vienen ahora porque lo tiene aislado, como seminarista, concluyó el honguillo. Entonces intervino el José: “No seas hablador Hongo, tu también tienes tu historia de mandilón. Acuérdate que en tu casa se hacían los mejores reventones y te ponías tan hasta atrás pero tan hasta atrás que ya en tus puntos pedos querías meter a los cuates adentro del refrigerador (que pinches locuras) Sin embargo, en tu breñar por el mundo encontraste tu unicornio azul, y desde entonces sólo te pones bien cuando la dejas en la ciudad de México. Acuérdate que la últi-
ma vez que nos reunimos en tu casa, sorpresivamente no tomaste más que refresco, hasta cuando quedamos pocos tu domadora te dijo “bueno honguito precioso ya te doy permiso” de que te eches una copa con los cuates (hazme el cabronsísimo favor).” “Mira pinche José –replicó de inmediato el honguín— tu ni hables. Hace años eras un integrante asiduo y promotor de la fiesta perpetua, eras el que desde antes de que diera la hora de salida de las labores, ya estabas pasando lista de los integrantes de la banda de los atascados, hasta que grilliniando por la ciudad te encontraste a tu estate quieto. A partir de entonces, primero te retiraba de las naves espaciales a las tres y media porque tenías que pasar por las hijas, y después ya no se pudo contar con tu presencia los fines de semana porque no te dan permiso y si te escapas la pinche broncota que se te arma con tu tirana (así que cállate wueyyy).” Las esposas que hasta ese entonces se habían mostrado ajenas a los comentarios-discusión, con el sarcasmo más hiriente intervinieron. Empezaron por decir: “no sean mamadores, no metan a las mujeres en sus broncas pendejas; si están lamiendo de nuestras manos es porque ustedes quieren”. “Ni les ponemos una pistola, ni los forzamos a que estén donde no quieren estar, eso sí, si se van a ir con sus “mamacitas” (la verdad fue una mentada de madre) tienen que cumplir con sus obligaciones, no somos sus pendejas” sentenciaron. Siguieron una serie de intervenciones entre risas, gritos e insultos a los resignados hombres que sólo terminaron cuando el José, alzando un poco la voz, preguntó: “¿Bueno queridísima mujer me vas a pegar ahora mismo o cuando se hayan ido los invitados?”. Y sincerándose como súper-súper mandilón, exclamó a toda la concurrencia: “la verdad a mi me gusta que me griten y me peguen, verdad cariño.” En eso tocaron la puerta; eran el Vitor y el Cru con sus bellísimas compañeras. * El autor es Doctor en Sociología Jurídica por la BUAP y cuatachín.
Fecha del levantamiento: entre el 25 y 28 de agosto del año 2012. Encuestados: personas mayores de 12 años que saben leer y escribir. Método de recolección de información: aplicación de encuesta persona a persona en su vivienda (89 preguntas). Representatividad: nacional. Elaboró: Fundación Mexicana para el Fomento de la Lectura, A.C. Resultados: Entre 2006 y 2012 se dio una disminución de lectores de libros en México del 10%. En México ya es menos del 50% de mayores de 12 años los que leen libros. 46.2% del total de los encuestados declaró que se asumía como lector de libros. Las mujeres leen más que los hombres y los jóvenes más que los viejos. A más educación, mejores hábitos de lectura. Promedio anual estimado: 2.94 libros por mexicano al año. Las personas que leen son sobre todo aquellas que fueron inducidas por sus padres y maestros a leer. El 87% de los hogares mexicanos tiene entre 1 y 30 libros. Más del 70% de los hogares mexicanos no posee libros que no sean textos escolares. Hoy, no solamente leen menos mexicanos que antes, sino que leen menos. MENOS MEXICANOS LEEN MENOS LIBROS QUE EN EL AÑO 2006. Solamente el 22% de los encuestados declaró leer más que en el pasado. El 43% lee menos. Las razones esgrimidas de la no lectura: falta de tiempo, otras actividades recreativas, disgusto por la lectura. El 33% de los que sí leen, dedican un promedio de 30 minutos al día a la lectura. El 51% de los encuestados afirmó que sí asistía a bibliotecas. En 2002 fueron distribuidos más de 37 millones de ejemplares para las bibliotecas de aula de la educación básica. En 2011 solamente 5.8 millones. ¡Para llorar! Fuente: http://www.caniem.org/Archivos/funlectura/EncuestaNacionaldeLectura2012/EncuestaNacionaldeLectura2012.html
Solución al Reincigrama de este número
Director y editor: Enrique Condés Lara Consejo Editorial: Mariano E. Torres Bautista, Jaime Cid Monjaraz, Juan Lozada León, Gloria A. Tirado Villegas, José Fragoso Cervón, María de Lourdes Herrera Feria, Hugo López Coronel y Enrique Barradas Guevara Corrección: Gabriela Breña Diseño: Israel Hernández Cedeño Correo electrónico: buzon.reincidente@gmail.com *No incluye sección de Sociales
RE~INCIDENTE. Año 4. No. 56. Primera quincena de mayo de 2013. Es una publicación quincenal editada por el C. Enrique Condés Lara, domicilio Costado del Atrio de San Francisco 22 bis. Cuadrante de san Francisco, Delegación Coyoacán, CP. 04320, tel. (55) 55-17-76-63. Correo electrónico: buzon.reincidente@gmail.com. Editor responsable: Enrique Condés Lara. Reserva de Derechos al Uso Exclusivo 04-2011-032210460200-101. ISSN: 2007-476X. Otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Certificado de Licitud y Contenido No. 15198 otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas de la Secretaría de Gobernación. Impresa en los talleres de El Errante, Editor. Privada Emiliano Zapata No. 5947, San Baltasar Campeche, Puebla Pue. C.P. 72550. Este número se terminó de imprimir en abril de 2013 con un tiraje de 5000 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de RE-INCIDENTE.
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El GALLITO INGLÉS, Ministro del Poder Popular para Relaciones Exteriores
Un pajarito jugó un papel decisivo en las controvertidas elecciones presidenciales del pasado 20 de abril en Venezuela. En efecto, al arrancar las campañas electorales, el difunto Hugo Chávez se le presentó a Nicolás Maduro en forma de pajarito “chiquitico” para darle la bendición: “Vayan a la victoria”, le dijo en forma de silbidos. “Silbó un ratico, me dio una vuelta y se fue y yo sentí el espíritu de Chávez”, expresó emocionado el candidato Maduro. Y “haiga sido como haiga sido”, el pajarito le cumplió. Ahora el candidato de la continuidad chavista ya es presidente de la República Bolivariana de Venezuela.
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uego de ese incontrovertible hecho, lo que necesita Nicolás Maduro para afianzase en el gobierno es integrar su gabinete con renombrados pajaritos. REINCIDENTE presenta propuestas que seguramente lo sacarían de cualquier atolladero.
PAJARO LOCO, Ministro de Poder Popular para la Defensa
CONDE PÁTULA (que es vegetariano), Ministro del Poder Popular para la Agricultura y Tierras
OMNIPRESENTE BUITRE, Ministro del Poder Popular para el Servicio Penitenciario
RICO McPATO, Ministro del Poder Popular para Planificación y Finanzas
CIRO PERALOCA, Ministro del Poder Popular para Ciencia y Tecnología
PÁJARO DODO, Ministro del Poder Popular para la Juventud
JOSÉ CARIOCA, Ministro del Poder Popular para la Comunicación y la Información
GALLO CLAUDIO, Ministro del Poder Popular del Despacho de la Presidencia y Seguimiento de la Gestión del Gobierno
CONDORITO, Ministro del Poder Popular para los Pueblos Indígenas
EL CORRECAMINOS, Ministro del Poder Popular para Transporte Terrestre
KIKE, el gavilán pollero Ministro del Poder Popular para la Educación
PIOLÍN, Ministro del Poder Popular para el Turismo
PATO LUCAS, Ministro del Poder Popular para la Educación Universitaria
TUCÁN SAM (de fruti lupis) Ministro del Poder Popular para la Alimentación
PELÍCANO (de la Comer), Ministro del Poder Popular para el Comercio
PATO DONALD, Ministro del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia
CHILLY WILLY, Ministro del Poder Popular para Vivienda y Hábitat
PÁJARA PEGGY, Ministra del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género
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