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Viernes, No. 4, octubre 26 de 2018

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TIEMPO DE GLORIA Y FRACASO EL CINE DOCUMENTAL VIVE EN MÉXICO UN MOMENTO DE AUGE CONTRADICTORIO: MUCHOS PREMIOS EN EL EXTRANJERO, ALGUNOS APOYOS DEL ESTADO, PERO UNA CASI NULA PRESENCIA EN LA CARTELERA COMERCIAL. PÁGS. 18-19

GUÍA MÍNIMA PARA CONOCER EL CINE DOCUMENTAL.

¿Cuáles son las tres obras mayores de este género en lo que va del siglo en México? Un crítico hace sus apuestas. Pág. 20

20 AÑOS SIN GERMÁN LIST ARZUBIDE

El único poeta estridentista que sí alcanzó la eternidad cumple dos décadas en la consagración literaria. Págs. 22-23


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ABIDA VENTURA

ESPEJISMO DE

EL

UN AUGE EL PANORAMA DEL CINE DOCUMENTAL es contradictorio: aunque hay una altísima calidad en su factura la difusión en carteleras comerciales resulta escasa, lo que ha generado que el género sobreviva de los apoyos institucionales. Sin embargo, este esquema no es suficiente para los realizadores.

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ntre 2003 y 2006, el cine documental mexicano vivió una etapa crucial. En 2003, los documentales Recuerdos, de Marcela Arteaga, y La pasión de María Elena, de Mercedes Moncada, óperas primas ambas, arrasaron con los premios en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara; la ciudad de Morelia, mientras tanto, veía nacer un nuevo festival de cine cuya primera competencia estuvo dedicada a documentales y cortometrajes. Dos años después, Diego Luna y Gael García Bernal le daban rostro a la primera gira de Ambulante, una iniciativa que promueve el género en todo el país, y en la Ciudad de México se gestaba otro festival con ese perfil, DocsMX.

Esa serie de iniciativas comenzarían a labrar en México el camino de un género que, según cifras oficiales, ha crecido en los últimos años: el documental goza de buena reputación entre críticos, cinéfilos y el público joven, tiene proyección en el extranjero, pero arrastra problemas similares a los que mantienen estancado al cine de ficción: pocos apoyos para la producción y espacios insuficientes para su exhibición. El panorama del documental es contradictorio, opina el crítico e historiador de cine Jorge Ayala Blanco. Hay, afirma, “altísima calidad en su factura y pertinencia en sus temas”, pero “muy escasa

difusión en las carteleras comerciales”. El autor del Abecedario de cine mexicano dice que el aumento en la producción de estas cintas se debe en gran parte a la profesionalización de la carrera, pues existe ya una maestría de cine documental en la UNAM, así como a las herramientas narrativas que la dolorosa realidad mexicana actual ofrece para contar. Según el Anuario Estadístico de Cine Mexicano que cada año publica el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine), en 2017 se realizaron 66 documentales, igual que el año anterior. Las cifras indican que la producción va en aumento, que se han duplicado respecto a lo que se reportaba hace cinco años (en 2013 se produjeron 30 títulos; 45 en 2014; 50 en 2015 y, para 2016 y 2017 subió a 66), pero, como señala el crítico Ernesto Diezmartínez, “el cuello de botella es el mismo”: la falta de exhibición. La principal batalla está en las carteleras comerciales, que les permitirían llegar a un público más amplio y hacer redituable ese quehacer cinematográfico. El director Everardo González va más allá: “Es una cadena compleja porque el documental tiene tantos estigmas que desde las gerencias de las salas hay un boicot tácito, hay una advertencia de los vendedores de boletos al comprador; eso hace muy difícil recuperar los gastos operativos. No hay ganancia, se vuelve prácticamente un trabajo social”. El realizador de cintas como Los ladrones viejos (2007), Cuates de Australia (2011) y La libertad del diablo (2017), fundó en 2014, junto a Roberto Garza y Juan Patricio Riveroll, la productora y distribuidora de documentales Artegios, que le ha permitido promover el género, pero también vivir en carne propia los obstáculos para la exhibición en salas

comerciales. Asegura que además de los estigmas y la competencia desleal en un mercado dominado por Hollywood, los distribuidores de películas nacionales, ya sea de ficción o documentales, siguen lidiando con el pago del VPF (Virtual Print Fee), un impuesto que pagan a los exhibidores para que sus películas sean proyectadas en las salas de cine digital. Esa cuota, originalmente establecida en Estados Unidos, comenzó a aplicarse en las salas del país en 2012 con el fin de que los exhibidores recuperaran la inversión que hicieron al cambiar los proyectores de 35 milímetros a digital. En otros países ya se dejó de pagar, pero en México es un lastre que los distribuidores siguen arrastrando. “Eso representa prácticamente una renta del espacio sin garantías, pues pagar el VPF es rentar la sala, pero no me aseguran horarios, no hay contratos, la negociación entre el distribuidor y el exhibidor se hace por palabra, y todo eso se sujeta a la arbitrariedad del mercado

o a la necesidad del negocio del exhibidor. Tendría que regularse; mientras sigamos pagando, como distribuidor lo que tenemos son más perdidas que ganancias”. Y si las películas no recuperan el gasto de inversión, a los realizadores no les queda más que depender de los apoyos que ofrece el Estado. Imcine apoya la producción de documentales a través


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del Fondo para la Producción Cinematográfica de Calidad (Foprocine) y del Fondo de Inversión y Estímulos al Cine (Fidecine), así como de Eficine 189, una exención fiscal que se otorga a contribuyentes que invierten en proyectos fílmicos. Ayala Blanco considera que, por más que se diversifiquen, esos esfuerzos

son insuficientes pues gran parte de esa inversión es irrecuperable. Encontrar apoyos para una producción independiente es también una tarea titánica. “Es difícil que algún empresario invierta en documentales fuera de Eficine 189. Además, no ofrece el cártel que da una película de ficción, pues no hay actores reconocidos; es más bien como un primo incómodo del cine. Sin ese estímulo fiscal o los apoyos públicos, tendríamos una caída radical en la producción de documentales, volveríamos a depender de las televisoras públicas o

tendríamos que apostar más a las plataformas internacionales, como Amazon o Netflix. Debe haber voluntad política, de entender el cine como un bien social, intangible, no solo como un producto de venta”, opina González. Sin embargo, el género ha consolidado a realizadores como Nicolás Echeverría, Juan Carlos Rulfo, Eugenio Polgovsky, Tatiana Huezo y el propio Everardo González. Fuera de las salas de cine han encontrado un público particular. En su Anuario publicado en 2017, Imcine reconoce que, en comparación con las cintas de ficción, los documentales “suelen tener mayor exhibición en festivales nacionales e internacionales y en eventos de corte cultural y académicos”. Es gracias a ese circuito que, en palabras de Ayala Blanco, los documentales tienen “una especie de respiración artificial”. Además del lugar privilegiado que tienen en los dos principales festivales de cine (FIC Guadalajara y FIC Morelia), existen diversas plataformas dedicadas a este género, entre los que destacan Ambulante y DocsMX. El primero, dice Diezmartínez, “se ha convertido en una magnífica plataforma para la presentación del documental”. Fundada en 2005, actualmente Ambulante llega a 20 estados del país y ha empezado a promover las cintas nacionales en Colombia, El Salvador y California, según cifras de Roxana Alejo, directora operativa del festival. Se suman a estas iniciativas el Festival de Cine Documental Mexicano Zanate en Colima y el Festival Doqumenta en Querétaro. Es en esos espacios donde los jóvenes se han consolidado como el público más ferviente de este género cinematográfico. Everardo González sostiene que, a diferencia de países como Estados Unidos, donde el promedio de espectadores de documentales es de 65 años, en México son menores de 30. Ese fenómeno se debe a que, por un lado, se ha convertido en un lenguaje inspirador para los que quieren dedicarse al cine y, por otro, al creciente interés de ese público hacia los temas sociales y políticos que retratan las cintas. “Esto refleja el interés de una generación que se ha ido politizando en los últimos 10 años, que tiene un interés particular por los problemas sociales y políticos del mundo, y que no se queda satisfecha con lo que le cuentan de una historia”, dice el realizador. Roxana Alejo asegura que a ese público promedio se suman integrantes de organizaciones civiles o comunidades, quienes encuentran en esas cintas el reflejo de sus problemáticas. Añade que a las convocatorias que lanza Ambulante, llegan producciones con temas de todo tipo: “Hemos tenido años donde predominan los de medio ambiente, justicia social, defensa de territorio. Ayotzinapa

generó muchos documentales; el tema de desapariciones forzadas también está sonando mucho”. Entre los documentales más recientes, Jorge Ayala Blanco destaca, por ejemplo, No se mata la verdad, de Coizta Grecko; Hasta los dientes de Alberto Arnaut Estrada; Mexicanos de bronce, de Julio Fernández Talamantes; Memorial del 68, de Nicolás Echevarría; Rush Hour, de Luciana Kaplan y Rita, de Arturo Díaz Santana.

Y entre todos ellos, el crítico de cine coloca a Presunto culpable, de Roberto Hernández, como “el documental clave de la modernidad mexicana”, el cual “dinamitó al sistema judicial mexicano a través de sus arbitrariedades, corrupciones e injusticias”. Otros títulos que abordan temas de la realidad mexicana son: La libertad del diablo (2017) de Everardo González, Tempestad (2016) de Tatiana Huezo Sánchez, Batallas íntimas (2016) de Lucía Gajá y Llévate mis amores (2014) de Arturo González Villaseñor. Algunos de estos títulos han hallado lugar en festivales y en el público del extranjero. Es el caso de Tempestad (2016) de Tatiana Huezo. La cinta, que habla del crimen organizado y la injusticia en México, fue aplaudida por la crítica en el Festival Internacional de Cine de Berlín (Berlinale) en 2016, y el año pasado fue la apuesta de la Academia Mexicana de Cine para competir por el Oscar 2018 a mejor película extranjera y al Premio Goya de este año. Everardo González también ha logrado colocar a nivel internacional su última película documental, La libertad del diablo; la cinta, que narra historias sobre el terror que ha provocado el narcotráfico, tuvo su premier mundial en la Berlinale en 2017, donde obtuvo el premio Amnistía Internacional, además de que ha estado nominada y proyectada en festivales de Rusia, Israel, Estados Unidos, China y Grecia. Con su presencia en Colombia, El Salvador y California, la apuesta de Ambulante es promover el documental mexicano en el extranjero. Roxana Alejo asegura que 30% de la exhibición en esos lugares corresponde a producciones mexicanas. “Las producciones están posicionándose, al igual que nuestros documentalistas mexicanos”, dice. Todo eso, considera Ayala Blanco, está creando de alguna manera “el espejismo de un auge que aquí se sabe frágil y difícil de sostener”.

• Abida Ventura es reportera cultural.


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HORAS DE OCIO ERNESTO DIEZMARTÍNEZ

CINE DOCUMENTAL: TRES JOYAS DEL SIGLO XXI

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s un lugar común, pero como todo lugar común, algo tiene de cierto: el cine documental mexicano del nuevo siglo tiene, en términos beisboleros tan de moda, mejor promedio de bateo que el cine de ficción. Para alguien (como quien esto escribe) que asiste a varios festivales de cine nacionales desde hace tiempo, el lugar común es certero: cuando uno entra a ver una cinta documental mexicana, uno sale, en el peor de los casos, encogiéndose de hombros: “bueh… no estuvo tan mal”. Cuando se trata de una película de ficción, resulta ser todo lo contrario: ya es ganancia cuando uno repite el mismo juicio: “bueh… no estuvo tan mal”.

Por supuesto, estoy exagerando. Olvidemos a la triada de cineastas mexicanos de exportación cuyas películas han ganado más de una decena de Oscars: Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y Guillermo del Toro. Es más, olvidemos también a otros cineastas nacionales ganadores en canónicos festivales europeos, como Julián Hernández, Carlos Reygadas, Amat Escalante y Michel Franco. Aun así, borrando del mapa a todos ellos, nos quedarían, en el terreno de la ficción, algunas promesas ya consolidadas como Claudia Saint-Luce (Los insólitos peces gato/2013, La caja vacía/2016), el inclasificable Sebastián Hoffman (Halley/2012 y Tiempo compartido/2018) y hasta una cineasta de veta estrictamente comercial pero muy eficiente como Catalina Aguilar Mastretta (Las horas contigo/2015 y Todos queremos a alguien/2017). No importa. Con todo y esos asegu-

nes, el cine documental mexicano presume mejores resultados que el cine de ficción. Queda para otros dilucidar las razones. A este crítico de cine le resta solo constatar una realidad: cuando uno entra a ver una cinta documental mexicana, uno puede encontrarse con un cine militante cuya ideología podrá ser discutible pero no su vibrante discurso fílmico (La guerrilla y la esperanza: Lucio Cabañas/Tort/2005 o Fraude: México 2006/Tort/2006), uno podrá disfrutar de líricas exploraciones comunitarias (La canción del pulque/ González/2003, En el hoyo/Rulfo/2006, ¿Qué sueñan las cabras?/2011, Cuates de Australia/2011, Los reyes del pueblo que no existe/García/2015, Somos lengua/Terrazas/2016, Los truenos de San Juan/Maza/2017) y hasta un puñado de obras mayores dedicadas a un perdido mundo añorado (Perdida/García Besné/2009, Alucardos: retrato de un vampiro/Guzmán/2011, Miradas múltiples/ Maillé/2012, Quebranto/Fiesco/2013, El silencio de la princesa/Cañibe/2015, Bellas de noche/Cuevas/2016). En este escenario tan rico, es difícil elegir los mejores tres filmes documentales mexicanos del siglo XXI, y como toda elección está destinada a ser subjetiva y sujeta a discusión; he

aquí, de todas formas, las tres mejores películas documentales nacionales del siglo, en orden de aparición: Los ladrones viejos: las leyendas del artegio (2007), de Everardo González. Como sucedía en su primera obra, La canción del pulque, González no resiste aquí caer en las redes de los personajes que encuentra y entrevista, en sus costumbres, sus palabras, sus recuerdos, su forma de vida. La mirada de González no es crítica sino empática, pero esto es más una característica que un defecto. Si bien el cineasta trata con respeto a todos sus “investigados” (a los ladrones, carteristas y demás malandros que frecuenta), los testimonios de todos ellos nos llaman a la regocijante complicidad al mismo tiempo que a la solidaridad con los pobres, los desprotegidos, los fracasados. Los que se quedan (2008), de Juan Carlos Rulfo y Carlos Hagerman. Estamos ante una conmovedora crónica nunca chantajista de las huellas que han dejado en nuestro país la migración hacia Estados Unidos. Hagerman y Rulfo atravesaron México durante varios meses y a través de su mirada somos testigos de cómo viven, ríen, sufren, sueñan y lloran un puñado de mexicanos que tiene gente —hermanos, maridos, hijos,

padres— en el otro lado. Rulfo y Hagerman recogen los testimonios de los que se quedaron aquí, pero también de los que estuvieron allá y se regresaron, de los que nunca se han ido, de los que van para allá a encontrarse con su ser querido, de los que perdieron a alguien para siempre… Tempestad (2016), de Tatiana Huezo. Como en su anterior largometraje documental, el notable El lugar más pequeño (2011), Huezo echa mano de una voz narrativa/reflexiva de sus protagonistas —en este caso, dos mujeres que han sufrido en carne propia la injusticia nuestra de cada día en nuestro país— que va acompaña de una serie de absorbentes imágenes poéticas en una suerte de inquietante travelogue por el infierno de la inseguridad y la violencia nacionales. Se trata de una dolida y doliente road-movie que avanza a través de esta interminable tempestad que llamamos México y que no renuncia a la humanidad ni, mucho menos, a la solidaridad. Porque siempre nos quedará la risa en medio del dolor, porque siempre nos quedará ese idílico momento de libertad, por más efímero que sea.


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HORAS DE OCIO PARA EL LIBRERO

Mario Sánchez Carbajal

BILIS NEGRA

BALAM RODRIGO

México, INBA, 2018 • La novela, ganadora del Premio Bellas Artes Juan Rulfo para Primera Novela 2015 cuenta la historia de un adolescente tardío que vive encargándose de su familia y de la enfermedad de su padre, una depresión clínica. El libro reflexiona en torno a la concepción antigua de la enfermedad, conocida durante siglos como la bilis negra. El padre se convierte en una presencia fantasmal a quien el hijo debe apoyar y salvar.

LIBRO CENTROAMERICANO DE LOS MUERTOS México, FCE/INBA/ICA, 2018

Ganador del Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes 2018, el nuevo libro del prolífico poeta explora la migración de centroamericanos a través de su éxodo por México, desde el río Suchiate hasta el río Bravo. A través de poemas que intercalan una variedad de registros (como el poema de largo aliento y el poema en prosa) el autor creó un río de muertos y de historias de centroamericanos que han perdido la vida en territorio mexicano.

AL OÍDO

Alonso Fiallega S.

LA PRINCESA Y EL MINISTRO

México, INBA/ Ediciones El Milagro, 2018 • Enmarcada en el teatro del absurdo, esta obra dramática presenta una serie de diálogos entre dos personajes. Ambos buscan escapar de la condición que se les ha impuesto. El lector descubre que las superestructuras pueden ser inamovibles. Por esta obra el autor recibió el Premio Bellas Artes Baja California de Dramaturgia 2017.

QUÉ MIRAR

INDIGO,

LA BELLA DURMIENTE DEL BOSQUE

WILD NOTHING • El disco presenta diez temas con el toque ochentero que caracteriza a la banda cuya propuesta musical es cercana al dream pop. Este trabajo se caracteriza por un sonido vigoroso, incluso bailable. Es interesante que la agrupación suma el teclado y el saxofón a la guitarra, el bajo y la batería.

• Este ballet en un prólogo y tres actos inspirado en el cuento famoso de Charles Perrault sigue la versión coreográfica de Mario Galizzi sobre la original de Marius Petipa. Con la música de Chaikovski interpretada por la Orquesta del Teatro de Bellas Artes, la Compañía Nacional de Danza hace una de sus más importantes y logradas presentaciones. La función se transmitirá en vivo de manera gratuita en https://livestream.com/inba. • Palacio de Bellas Artes, 28 de octubre, 17 hr

TANGERINE REEF,

ANIMAL COLLECTIVE

• Álbum audiovisual de larga duración destinado a conmemorar el Año Internacional del Arrecife de Coral 2018. Es el álbum más experimental de la banda que en 13 canciones genera imágenes sonoras que recuerdan la inmensidad del océano. Los elementos visuales de la obra son de una gran riqueza.

MEXÍMORON, DE BALAM BARTOLOMÉ • Balam Bartolomé recupera discusiones históricas vinculándolas con el arte. Aquí toma como punto de partida la guerra contra Estados Unidos de 1846, en que participó el Batallón de San Patricio, formado por soldados irlandeses desertores del ejército invasor. Así entreteje historia y arte para cuestionar la vigencia de los conceptos de nación, frontera, patria y migración. Bajo esta premisa, Mexímoron hace dialogar objetos históricos pertenecientes al acervo del museo con otros de la autoría del artista. • Museo Nacional de las Intervenciones, Ciudad de México • Hasta el 4 de noviembre


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ALBERTO RODRÍGUEZ

EL ÚLTIMO MARISCAL

ESTRIDENTISTA “La verdad es que más que estar tras el escritorio nosotros decidimos brindarnos a la vida, cuyo torbellino nos levantó sin preocuparnos si nos leen o nos olvidan”, dejó dicho Germán List Arzubide, poeta del polémico grupo estridentista de cuyo fallecimiento se cumplen dos décadas.

E

n 1997, Germán List Arzubide, último sobreviviente del estridentismo, recibía una serie de homenajes institucionales que culminarían con la recepción del Premio Nacional de Ciencias y Artes. Con 99 años acumulados y poseedor de una legendaria vitalidad, su figura parecía hacer efectiva la promesa lanzada por la vanguardia estridentista de que en 1927 habrían inventado la eternidad. No fue así, y el 17 de octubre de 1998 muere el último sobreviviente de una generación de artistas cuya labor forjaría el arte mexicano moderno.

▶▶Profeta del presente, List Arzubide se

consideraba una auténtico “joven de cien años”, que entonces paladeaba con entusiasmo la estridente subcultura del rock, que por aquellos años en México comenzaba a salir de la marginalidad y se felicitaba “por haber alcanzado la época del rock, porque es la conmoción del presente, lo invocador, lo creativo, lo cósmico”.

Hacia la mitad de los noventa, el estridentismo comienza a salir del ostracismo para obtener una creciente atención pública; quien la recibe es List Arzubide que al hacer el balance, apuntaba: “Sin esperarlo, se dieron fortuitamente los tres acontecimientos que nos salvaron: la publicación del libro de Luis Mario Schneider, mi pervivencia fisiológica y la invención de la fotocopiadora”. En efecto, la longevidad de List le valió recibir en su persona los homenajes oficiales al estridentismo y devenir así la

figura más visible del movimiento. Sin embargo, además de su célebre longevidad, la figura de List debería ser considerada uno de los pilares del vanguardismo mexicano y no marginarlo al rol de mero epígono, para lo cual debe ponderarse su trabajo poético donde los procedimientos vanguardistas se radicalizan, además de su labor como artífice importante de los proyectos editoriales del grupo y, especialmente, su papel como estratega y propagandista del grupo. El inicio del estridentismo se debe en principio a la labor solitaria de Manuel Maples Arce, a quien por mucho tiempo se le consideró el único poeta de calidad del grupo, dejando en la sombra la obra de List, quien al igual que el movimiento padeció ciertamente el ninguneo histórico perpetrado en su contra; también quizá la poesía de List ha operado en contra suya al llevar al límite ciertos recursos de la vanguardia, colocándola, como presumía el vanguardista peruano Alberto Hidalgo, “a la izquierda de la izquierda”. En ese sentido, es significativo el comentario del mismo Maples Arce, cuando señalaba que, en la poesía de List, “las palabras, en su relación disocial, nunca llegan a ser lo que en realidad serían”. En la apreciación que Maples Arce hace en la presentación de Esquina, primer libro de List, se deja entrever, en medio de la ironía, un velado pero efectivo reclamo a los excesos vanguardistas del poeta. Al referirse a los “maravillosos sucesos ideológicos”, que ocurren en los poemas de List, Maples no evita emitir el juicio: son “inusitados accidentes sin escenario y sin expectación. Son cosas que pasan en el poema, pero el poema en sí, nada

significa”. En el comentario está presente obviamente la ironía cómplice y la irreverencia vanguardista que quiere destacar la ausencia de significación como un gesto que exalta las categorías negativas sobre las cuales, como señala Hugo Friedrich, se construye el arte moderno. Sin embargo, si contextualizamos el comentario de Maples desde la perspectiva histórica y el giro abrupto que las concepciones poéticas del fundador del estridentismo habrían de tomar en sus últimos años, el apunte bien podría tomar el cariz de una abierta censura al compañero por su vanguardismo exasperado. Resulta ilustrativo el comentario que Roberto Bolaño desliza como contexto de su ya célebre entrevista con Maples Arce realizada en 1976: “Paradójicamente, el fundador del estridentismo parece ser el que menos importancia le da al movimiento. Maples tiene ya 76 años. Hace mucho dejó de ser el muchacho que disparaba con dos pistolas a la vez”. Como advertía Clemencia Corte Velasco, List Arzubide, el apasionado militante anarquista, radicaliza los presupuestos estéticos delineados por Maples, y por tanto esta especie de fundamentalismo vanguardista habría dificultado la recepción de la poesía de List. Al mismo tiempo, el uso de tales procedimientos se consideraría un laboratorio donde se observarían algunos de los recursos de la vanguardia, como la simultaneidad o el fragmentarismo, en su estado más puro. Debe considerarse que las labores de List fueron indispensables para la persistencia del movimiento; entre ellas, su papel como editor del grupo, además de estratega y propagandista. Sus acciones


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un fragmento de Vrbe, de Maples Arce, en el singularísimo Boletín Titikaka, que se publica en la Puno, Perú. En esta misma revista, en enero de 1928, aparece una reseña de Germán List al poemario Una esperanza i el mar, de la también peruana y vanguardista Magda Portal.

▶▶También en Veracruz, List Arzubide

dirige el sello Ediciones de Horizonte, en el cual aparecen tres libros fundamentales del movimiento, que a la vez marcan su fin: El café de nadie de Arqueles Vela; Poemas interdictos de Maples Arce y El movimiento estridentista del propio Germán.

.Rogelio Cuéllar

Germán List Arzubide

de planificación y estrategia se hacen patentes en una carta dirigida a Salvador Gallardo ( 24 de junio de 1925), reproducida por Leticia López en Un suspiro fugaz de gasolina. Los murmullos estridentistas de Salvador Gallardo, en la cual expresa al médico militar y poeta: “…Aguillón y yo pensamos en hacer algo para que el estridentismo no muera y hemos pensado lanzar un manifiesto desconociendo a Maples Arce y formando un sindicato de poetas nuevos, que ya sin jefe alguno, se dediquen a hacer vivir la idea luminosa que ahora está agónica. Naturalmente todo esto es valor entendido y en cuanto el público se interese nuevamente por esto y Maples, a quien le escribo, haya protestado o haya hecho lo que crea conveniente

declararemos que seguimos siendo los mismos tan unidos como siempre, pero con ganas de entrarle nuevamente al mitote. Cuando la gente se inquiete un poco lanzaremos tres libros de un solo golpe: mi novela La ciudad falsificada, el libro de Aguillón, Calendario, y tu libro El pentagrama eléctrico...”. No fue necesaria la farsa, pues al poco tiempo Maples es nombrado secretario de Gobierno de Heriberto Jara en Veracruz y el movimiento adquiere nuevos bríos. Mientras que El pentagrama eléctrico aparece el mismo 1925 bajo el sello de Casa Editora Germán List Arzubide. La labor de List como el editor del grupo continúa y se consolida cuando, arropados por el gobierno de Jara, algunos de los integrantes se instalan en Xalapa.

List se hace cargo de los talleres gráficos del estado, donde impulsa un programa editorial de corte social. Como parte de esta empresa, List dirige la revista Horizonte, desde la cual retoma los contactos internacionales y con ello el estridentismo mantiene el diálogo con la vanguardia latinoamericana; por ejemplo, destaca la publicación en sus páginas de la crítica al Índice de la nueva poesía americana, la combativa antología de poesía de vanguardia que el peruano Alberto Hidalgo publica en 1926 en Buenos Aires, precedida de un prólogo de tres apartados, cada cual firmado por el propio Hidalgo, Borges y Huidobro. Es de suponerse que gracias a estos contactos, el estridentismo afianzara su presencia internacional; en julio de 1927 aparece

Es en El movimiento estridentista donde la escritura de List adquiere una importancia estratégica; gracias a una lúcida intuición, advertía ya el silencio al que la historia literaria condenaría al estridentismo, así que adelanta la crónica delirante de los avatares del grupo tal como éste quería ser recordado. List encuentra un procedimiento efectivo para tomar por asalto a la posteridad: crear un mito hiperbólico de sí mismo. El programa de configurar a los vanguardistas mexicanos como protagonistas de una saga épica que, luego de dar la batalla por la renovación, están predestinados a habitar el Valhalla del arte nuevo que es la mítica Estridentópolis, List lo aplicará sobre su persona al relatar sus aventuras en la militancia política, que lo llevarían a caer preso y casi enviado a las Islas Marías acusado de tomar por asalto una radiodifusora, a pergeñar un libro incluido en la lista negra del Vaticano, a ser declarado como indeseable por el gobierno de Estados Unidos y ser nombrado capitán del Ejército Sandinista. Gracias a este recurso y a sus cien años de vida, hacia el final del siglo, List Arzubide lograría burlar hasta cierto punto el hermetismo de la Historia y construirse a sí mismo como leyenda viviente de la vanguardia. Pero si nadie es profeta en su tierra, hay algunos que no lo son en su propio tiempo, y el de List Arzubide quizá corresponde a uno de esos casos, definidos por Bolívar Echeverría como las “extemporaneidades” del siglo XX. Irónicamente, la estética actualista creada por el movimiento y su cercanía con la militancia social, elementos exacerbados en el caso de List, le habrían condenado a la extemporaneidad, definida ésta por Echeverría como la imposibilidad para encontrar interlocutores en su propio tiempo y entorno cultural. A 20 años de la muerte del último mariscal estridentista y a pocos años del centenario de la vanguardia mexicana, quizá podamos dialogar al fin con ellos en sus términos. Profetizaba List en 1995: “El juicio del estridentismo habrá de darse en el siguiente siglo, cuando todos los que estamos en esta sala habremos desaparecido”.

Alberto Rodríguez es director del Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia.


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PIEZAS SUELTAS

¿

EL DILUVIO QUE VIENE

JULIETA GARCÍA GONZÁLEZ

Cuándo dejará de llover? Más bien: ¿dejará de llover? Los dioses parecen haberse ensañado con la Ciudad de México, regándola sin misericordia. Ha llovido a todas horas del día, enfrentando las labores de limpieza y orden domésticos a la realidad acuática: los perros dejan la marca de sus patas en el piso, la ropa no se seca, hay salitre en las macetas y las esquinas y todo, hasta los corazones, tiene un cierto tufillo a calcetín sucio. ¿Cuánta lluvia ha llovido? Según las estadísticas, tan sólo en agosto cayeron 198 mm de agua. Un milímetro de lluvia es un litro de agua por metro cuadrado y así es como se ha vivido, con los kilómetros que hemos sobrepoblado mojados de la mañana a la noche. Ha sido una temporada extendida de lluvias que se prolongará aún más y que presagia lo que viene: un diluvio soterrado.

▶▶Según los estudiosos de

lo sagrado, durante 40 días y 40 noches cayó agua en la tierra. Sólo Noé, prevenido por su señor, pudo salvarse con los suyos. Trepó a su nave unas cuantas bestias y gentes que le parecieron adecuadas (su familia) y listo, emprendieron una navegación para salvarse de las aguas que castigaban a los humanos.

En 1629 cayó en esta leal y noble ciudad una lluvia justiciera. No llovió durante 40 días y 40 noches, pero sí durante 40 horas. La larga batalla que hemos librado contra el agua, antes de que entubáramos los ríos, tuvo un momento de precipicio ese año. Se habían construido muros, desvíos, canales, desagües, diques y bardas para evitar los derrames e impedir que la vida cotidiana fuera anfibia. El primero y más famoso fue el de Nezahualcóyotl, erigido en 1449 para separar el agua dulce de la salobre. El más relevante por sus dimensiones se llamó Albarradón de San Lázaro y se levantó desde 1555; en 1609 se construyó el famoso Tajo de Nochistongo, que drenaba el agua hacia

La muy noble y muy leal (y muy lluviosa) Ciudad de México Zumpango, en el Estado de México. En las lluvias de 1629 el Tajo y el Albarradón se diluyeron como si fueran de papel. Cinco años duró la inundación que obligó a la corona a pensar en otro sitio para el gobierno. Imperó la sinrazón; quienes vivían por estos lares apreciaban el clima, el cielo, la vista de los volcanes y la extensión de los lagos que alcanzaban a ver, por encima de la lógica, la urbanística y la realidad. Unos muchachos alegres son arrastrados por un coche que parece navegar. El auto hace olas como si tuviera un motor fuera de borda; los chicos saludan a la cámara con una mano y con la otra se pescan de la cajuela. Sus cuerpos flotan, relajados y felices, en una laguna callejera

en Polanco. La imagen es de Enrique Metinides y fue tomada en 1967, en otra de las inundaciones. Como no siempre es divertido llenarse las piernas de fango o nadar en los líquidos inmundos de la urbe, concentrados en el agua de lluvia, durante décadas se idearon carritos, puentes y lanchas de hechura doméstica que permitían a los urbanitas desplazarse con cierta calma en la ciudad que reclamaba ser lago. Se cobraba para que las señoras no se mojaran las medias y los caballeros tuvieran borceguíes sin mácula, lo que era un buen negocio para algunos pocos, pero no pintaba como solución a largo plazo: no había espacio en las avenidas para puertos temporales. Se ideó sacar el agua por el subsuelo, obligando al lago a es-

trecharse aún más, a meterse en un corsé de concreto. Las construcciones de desagüe de la Ciudad de México han sido objeto de loas y reconocimiento por parte de ingenieros y autoridades. Es asombroso, dicen, que se haya construido algo así. Porque, claro, a la hora de meter bajo tierra túneles inmensos por los que podrían pasar manadas de elefantes, jirafas o diplodontes (ya puestos a medir estaturas), era necesario desplazar el agua. Con la superficie cubierta por asfalto, la lluvia no sirve para abastecer y se pierde agua del subsuelo. Sin ella, la ciudad se hunde. Así que los ingenieros y las autoridades se asombran de cómo escondemos el agua, le tapamos las entradas, la obligamos a pasar por las salidas que le construimos. Las obras ingenieriles y magníficas de concreto, varillas, plásticos, metales y químicos varios están hechas para pelear con la terquedad del lago y los ríos, que tienen memoria y nostalgia de otros tiempos. Porque de aquí sale poca agua para beber, a pesar de que circulamos sobre un líquido que alguna vez fue prístino. Las autoridades también se maravillan de obras que traen el agua para que nos demos una ducha, hagamos horchata y reguemos las plantas. Desde Michoacán suben millones de litros unos 1,100 metros —habrá que multiplicar por cinco la Latino para imaginar la altura— hasta llegar a un distribuidor que los potabiliza y reparte para lavar los platos de los chilaquiles y regar las plantas de los corporativos. Llueve, pues, y el agua venida del cielo se pierde sin remedio, mancillada por aceites, lubricantes, gasolinas y mierda genérica e histórica. Antes de desaparecer, inunda y arrasa. Para quitarnos esa lluvia ácida y tóxica, nos bañamos con agua michoacana. Seguirá lloviendo. Las estaciones cambiarán y la ciudad tendrá sólo dos: la de lluvias y una breve de secas. Lo que le hicimos a esta tierra se ha replicado en otras: siete mil millones de personas usamos recursos sin miramientos, tal vez porque pensamos que vendrá una tecnología genial a dejarlo todo como en los tiempos primeros, sin que haya de nuestra parte renuncias o incomodidades. Y así, esperándola, es que seguirá el diluvio como hasta ahora. No lo anunciarán heraldos, tan sólo será agua inútil que se llevará, dentro de no mucho, nuestras vanidades.

DIRECTORIO Viernes Cultural, suplemento de Contra Réplica

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Rubén Cortés •Jefa de redacción: Claudina Domingo •Consejo editorial: Francisco González Crussí, Enrique Florescano, Elsa Cross, Silvia Molina, Eduardo Langagne, Carmen Boullosa, Tedi López Mills, Geney Beltrán Félix.


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