Podríamos ser los otros, pero somos nosotros Leopoldo Bello
S
i Jean Paul Sartre soltó lo de “L’enfer c’est les autres” sería por algo, y de seguro a la salida de alguna encerrona, quizás de escribir una obra de teatro o algo así, no sé, me parece. “El infierno son los otros” y en tiempos de cuarentenas hay infiernos menos eternos para aquellos que nos gusta andar con ropa de casa. Distancia social, antiséptica amistad que ahora nos acompaña en nuestro diario andar (o quedar), primer síntoma de la probable distopía que se avecina, nuestra nueva dosis pre-apocalíptica de esta década, muy real y verdadera, sin viento en popa pero alborotando las mareas del tejido social. Distancia caballero, seis pies de proximidad con sus respectivos dos metros traducidos para el resto del mundo, prohibido bailar boleros hasta el año que viene. Con todo esto de la cuarentena y la nueva manera de vivir los espacios vitales, hay un revés que se nos cuela, y, para alivio de algunos, se nos cuela con contoneo de terciopelo. Para muchos, ataques de claustrofobia, asfixia por no poder salir a tomarse un cafecito con la comadre, depre por no poder darle un poco al cotilleo en la barbería, varias y varios por ahí que necesitan urgentemente un corte de pelo —dicen—, la presión de no poder estar cerca de quien se te antoje, de no poder besar esos labios prohibidos, de no poder soplarle al oído. Pero hay otra sección en este barco en el que viajamos todos, esa, que no le desagrada el contoneo aterciopelado del revés, la sección que nos hemos
6 | contratiempo
Daniel Ortega en 1981 y 2018
dado cuenta que todo este bugalú sin bululú de la pandemia ha sacado algo a flote: nos sentimos más ligeros sin compromisos sociales. Imagino que será un estado de alivio momentáneo, asumo que llegará el día en que rompamos en desespero, y postrados de hinojos rogaremos poder ir al bar de la esquina para zamparnos dos cervezas y un vasito de ron, rodeados de desconocidos, y abrazarlos a cada uno y celebrar a lo comercial de Quilmes que nuestro equipo favorito imaginario anotó un gol. Podrían haber amigos sí, pero para esta escena, más dramático y entretenido sería lleno de desconocidos. Se me ocurre decir que ese momento de súplica llegará. Pero, mientras a la “normalidad” le apetezca remar en nuestra dirección, me gustaría que nos entretengamos pensando en lo poderoso que es el tramado social: definitivamente nos define, la mirada del otro también nos dice quienes somos, el infierno son los otros, fina estampa caballero, caballero de fina estampa. Muy bonito todo, pero sí, la alerta de pandemia y su reclusión ha liberado a muchos de la culpa de sentirse terribles por gustar de la soledad, ha sido una tregua al autoflagelo por ser un poco antipáticos y pasar de reuniones, parrilladas, asados, happy hours, bautizos y baby showers. L´enfer c´est les autres, y hay quienes le gusta pintar el dedo mayor mientras lo dice: Normalmente fuera de pandemia ya se sentirían con la moral color de suelo pues nunca le respondes las llamadas al primo del amigo de tu tío, ese que vive en
esta ciudad desde hace mil años y siempre te llama desde el día de haberte mudado a Chicago, para invitarte a unas cervezas y hablar de béisbol. Es terrible hacerse el loco y apagar el ringer del teléfono, pero el juego de pelota nunca me ha parecido tan divertido. Ya saben, la mirada del otro, la vergüenza primigenia. Hay pieles públicas que cierta gente sabe llevar con elegancia y holgura; hay vestuarios que combinan con salones de cóctel como hay bluyines para la mañana y otros para la tarde, depende de lo largo, del día y la tela; hay gentes que le gusta echarse a la mar con flotadores, otros con gorro de baño o bikini de nado sincronizado; hay quienes saben llevar una gorra de capitán, no izar una vela y domesticar un gavilán. Hay de muchos sabores y pocos sentidos, sabedores consentidos, peleones reincidentes, pacifistas y pescadores. Gente que le gusta ir con la ropa de casa y fabricarse un apartamento con estas paredes: “Lo que llamamos nuestra intimidad no es sino nuestro imaginario mundo, el mundo de nuestras ideas”. Gracias, José Ortega y Gasset, todos esos muchachos te las deben. Podemos ser muchos, podríamos ser todos, podemos ser los unos y los otros, al mismo tiempo. Podemos ser el Mundo. Claro que sí. Unidos.
Leopoldo Bello es también Bumbac Joe, guionista de comics frustrado, DJ y compositor en sus noches libres. Leopoldo es miembro del consejo editorial de la revista contratiempo. PRIMAVERA 2020