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Tío Tigre y Tío Conejo - Epílogo
from Marotiando relatos
by corpcultemt
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Proyecto Piloto CDMC2016
Por Jhon Moreno Riaño
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Epílogo
Semanas después de lo sucedido sobre aquella piedra del palmar, Tío Tigre, ya un poco recuperado de aquel encuentro con Tío Conejo, no lograba encontrarlo de nuevo. Entonces un día que fue al bebedero a donde todos los animales caían a beber en el verano se le ocurrió una idea brillante: decidió velar al conejo desde lo alto del barranco. Aquel era en único bebedero que quedaba con agua en todas aquellas sabanas y con seguridad tarde o temprano el conejo tendría que ir a beber y allí podría echarle mano al roedor.
Tío Conejo, luego de lo sucedido en el palmar, sabía que no podía estar desprevenido: en cualquier momento Tío Tigre iba a aparecer, así que tomaba muchas precauciones.
Pero desde que Tío Tigre había decidido velarlo en el barranco sus problemas se
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habían vuelto insostenibles porque ya no le quedaban reservas de agua, y tenía que encontrar una solución para poder ir al bebedero.
Al cabo de ocho días de aguantar sed, iba todos los días sigilosamente a aquel barranco y siempre estaba Tío Tigre esperándolo, aún inflamado por el machucón, pero ya en condiciones de poder atraparlo. Tío Conejo siempre se devolvía a su casa con una mayor preocupación, hasta un día que vio pasar por el camino un señor arreando dos bueyes cargados con botanos de dulce y se le ocurrió una idea brillante.
Corrió a gran velocidad por entre el bosque, adelantó varios metros los bueyes y se agazapó detrás de una mata de monte a la vera del camino. Cuando sintió cerca los pasos del señor con sus bueyes, saltó de entre la mata de monte propinándole un susto terrible a los animales, de tal forma que saltaron a un lado del camino y
emprendieron una estampida sin igual, tirando en el camino los botanos del dulce, y derramando todo su contenido.
Tío Conejo empezó a reír a grandes carcajadas mientras veía correr al señor tras los bueyes, y se acercó al dulce derramado, se tiró sobre el gran charco y empezó a revolcarse hasta que no dejó un solo pelo de su cuerpo sin cubrir por aquella miel; después fue debajo de un gran árbol que había perdido casi todas sus hojas a causa del verano, y se revolcó sobre las miles de hojas secas que había en el piso, de tal manera que se le pegaron por todo el cuerpo. Quedó totalmente tapado de pies a cabeza, y no era posible saber qué animal era.
Se levantó del suelo, y se fue caminando de la manera más extraña que podía hacerlo, rumbo al bebedero. Bajó el barranco y sintió la mirada penetrante de Tío Tigre desde lo alto, que sorprendido trataba de adivinar.
Se agachó a beber agua después de tanto tiempo, procurando tragar lo más rápido posible. El tigre no se movía de su sitio, olfateaba y miraba detalladamente, pero se sentía cada vez más confundido. Jamás, en su larga vida había visto un animal más extraño que este. Trató de recordar todos los bosques y sabanas en que había sido el rey de todos los animales, y no encontró en sus recuerdos un parecido con ninguno. Cuando su curiosidad llegó al límite, preguntó de forma temeraria y poderosa:
-vv.
hojarasquerito del monte!, ¿desde cuándo no bebías agua?
-Desde hace como seis semanas que te machuqué los huevos, Tío tigre -le gritó Tío Conejo con todas sus fuerzas, y arrancó a correr a grandes saltos rumbo al bosque del río, entre carcajadas, mientras Tío Tigre trataba de alcanzarlo infructuosamente.