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La maldición de Boca e´monte - o, ¿cómo es que existe Cumaral?
from Marotiando relatos
by corpcultemt
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Proyecto Piloto CDMC2016
Por Jhon Moreno Riaño
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La maldición de Boca e' Monte
Leyenda basada en la historia del pueblo junto a la laguna brava en Boca e' Monte, que luego conformaría a Cumaral. Magdalena Plazas Lugo
Caía la tarde ... los colores del cielo daban entre naranjas y grises, y las garzas y corocoras volaban a sus garceros para descansar. En el rancho se preparaban los alimentos para los cansados vaqueros que terminaban sus largas jornadas de trabajo con ganados, que ellos se encargaban de cuidar con responsabilidad, así supieran que los dueños eran, como decían ellos mismos, gente pudiente venida de tierras extrañas.
Esta era una de las rancherías que formaban los mismos trabajadores cerca de una laguna que llamaban Laguna Brava. Al otro lado vivían los indígenas guahibos y
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sus familias, que vivían en paz con los colonos de la ranchería.
Nos llamaron a comer. Yo miraba a mi abuelo con ansia, pues su costumbre era contarnos historias. Prendí entonces la lámpara de petróleo, él se recostó en su campechana, y le pedí entonces que nos contara por qué había abandonado esas tierras, si él mismo había dicho que todo transcurría en paz.
Mirándonos a todos me preguntó:
-¿En qué parte de la leyenda quedé?
Con una sonrisa, él mismo respondió:
-Ah, sí. Les decía que los domingos se hacían trueques o cambios con los indígenas. Ellos traían hermosos tejidos hechos en palma, casabe y pescado. Nosotros los cambiábamos por gallinas, arroz pilado y otros objetos. También compartíamos la música y los cantos.
Ellos traían un furruco y una cirrampla, y nosotros con una bandola que nos dejaron unos jesuitas que pasaron por acá tiempo atrás. Recuerdo que yo era muy chico y me llamó la atención su sonido. Así aprendí a tocarla. Los días de trabajo eran muy duros y nos reuníamos los domingos. Cantábamos las vivencias y trabajos en las letras que uno sentía, algunos bailaban zapateándoles a las mujeres.
Las indígenas miraban, pero ellas bailaban de otra forma y dedicaban bailes a la luna y al sol, y a curaciones de enfermedades, pero lo nuestro era con las familias, la comida, la bebida, las historias y los cantos. Todos vivíamos en paz. Realmente era una tierra hermosa, trabajos pesados de sol a sol, pero, eso sí, de hombres fuertes echados pa'lante.
Un buen día llegó por estas tierras un extranjero -se le llamaba así porque venía de tierras lejanas-. El hombre llegó montado en su caballo con una mula
cargada, se presentó como el arriero Echeverry, de las tierras de Antioquia. Al hombre le gustó tanto esto, que se quedó. Todo lo que el don traía era nuevo para todos: telas finas.joyas, colores para que las mujeres se echaran en los ojos, ungüentos que aliviaban dolores, mantas y una guitarra. Pero lo que más recuerdo es una pesa que, él decía, servía para poder empezar a usar el rial. Recuerdo que nos mostró las monedas, pero ese deslumbramiento nos llevaría a la perdición.
-¿Por qué, abuelo, dígame por qué? -le pregunté.
-Porque todo lo nuevo, y eso, mija, guárdelo en su corazón, nos llena los ojos de maravilla, pero no todo lo nuevo es bueno. Pero, en fin, les sigo contando, los indígenas que compartían el trueque con los colonos se tuvieron que ir. Abandonaron las tierras por una extraña enfermedad que traían los blancos, que acabó con muchos de ellos. Los colonos de la ranchería fueron
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enfermando y finalmente don Echeverry, con todo lo que traía, trajo también la enfermedad. Eran fiebres altas, escalofríos, sudoraciones, brotes en la piel y por último la muerte. Así se empezaron a culparse unos a otros.
Los colonos decían que eran los indígenas que les habían echado una maldición, por no seguir con el trueque que los obligaba a la moneda. Decían también que habían maldecido a Echeverry, por haber abusado de la hija del cacique. Por eso, una noche completa sonaron los tambores; fue una noche en la que el pueblo no durmió. Se escuchaban cada vez más fuerte.
Todos le advertimos a don Echeverry pero él no hizo caso. A los pocos días los indígenas quemaron sus ranchos, sus malocas y se fueron. Muchos murieron y en la ranchería muchos enfermaron, el primero, don Echeverry. A mí me tocó ir buscarlo y lo encontré con su respiración agitada, granos en el cuerpo y mucha fiebre.
Pensé que la maldición de Boca e' Monte se había cumplido.
Así, los pocos que quedamos tuvimos que enterrar allí a nuestras familias. Gracias a dios no me infecté. Salí entonces a buscar a mi amada Zuca, la indígena hija del cacique. Ella se había quedado cuando su tribu quemó todo y supo de su preñez. Yo le propuse que nos fuéramos a otras tierras, buscando hacer nueva familia, por aquel amor que existía entre los dos hacía tanto tiempo. Cogimos camino selva arriba; había un río, y después de varios días de camino vimos el gran río. Entonces ella me dijo:
-José, estoy cansada.
"Yo busqué angustiado un lugar en donde levantar el rancho. Así me di cuenta de que muy cerca del río había un asentamiento de familias. Bajamos al sitio. Eran unos pocos ranchos donde vivían arrieros de la región, gente buena y atenta, que nos acogió en este caserío donde vivimos ahora.
Esa es, mija, la historia."
-¿Abuelo, y este pueblo desde entonces se llama Cumaral?
-Sí, por la palma de cumare, pues había en abundancia, muchas palmas, árboles grandes y matas de monte.
-Entonces, abuelo, ¿Cumaral era indígena?
-No, mija, acá llegaron cinco fundadores. Venían de varias partes: Santander, Boyacá y Medina, y de otros lados pasaban por el río a buscar el trabajo de las grandes ganaderías que en aquella época se hacían. Acá muy cerca en Chepero era la última posada para el ganado y los arrieros, así nos llamaban.
Mi abuelo quedó en silencio un rato, como recordando, y luego agregó:
-Sí, con gran alegría éramos trabajadores de llano, hombres fuertes que vivíamos
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experiencias enfrentando adversidades, respetando la naturaleza, hombres de llano, ---- caballo, soga y sombrero, pero esa será ot �a.� ._�..rh'.storia para contarles a todos ustedes mis - - •
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Le agradecimos al abuelo con un apretado � abrazo, y nos dio la bendición para ir a ->
dormir; yo le dije al oído: l.i
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-Abuelo, gracias, comprendí la leyenda de
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la maldición de Boca e' Monte.
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Y recibiendo su bendición, me fui a dormir.
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