5 minute read

¿Se Empezará Hablar del Neoporro?

Por Marcos Vega Seña

Está cercana una versión más del Festival Nacional del Porro, que este año suscitó la atención del Ministerio de Cultura. Según lo referido, el ente gubernamental sugirió declarar al Festival patrimonio inmaterial de la nación, lo que le permitiría captar recursos de organismos que hasta este momento no se han percatado de la existencia del evento.

Advertisement

Al margen de si esta medida beneficia o no al Festival, aquí lo interesante es saber cómo afectará el desarrollo artístico del mismo, porque sabido es que quien pone la plata pone las condiciones. Experiencias se tienen por montón. El Festival de la Leyenda Vallenata casi tuvo el mismo itinerario, hasta que las élites y sus compadres se enteraron de que le servía para sus propósitos. Y helo ahí, convertido en la hoguera de las vanidades de cuanto modelo y artistas de todas las pelambres “se dan cita” en sus escenarios.

¿Cómo encajan esos viejos exponentes del porro en esas neoestructuras culturales? ¿Cómo será mirado ese campesino (productor de música) de abarcas tres puntá, sombrero vueltiao (el real, no el de las “boutiques” presidenciales), que fuma tabaco y habla “golpiao”, por las “modelitos” presentadoras de “nuestra tele”, que huelen a finos oropeles? Ellas saben mucho de “derrier” pero de folclor ni “J”. ¿El arrollador “progreso” de la globalización, que ha generado, según García Canclini, unas culturas híbridas, donde se es de todas pero, pero a la vez de ninguna, vencerá la vieja (y vetusta para algunos) tradición del porro palitiao?

Nuevas glorias y viejas memorias

Si mal no se recuerda, William Fortich Díaz, ese gran estudioso del porro y sus manifestaciones en el departamento de Córdoba, ha venido dando pasos en un análisis de ese asunto de lo “nuevo” frente a lo “tradicional”. La mayoría de los festivales del país se ven enfrentados a los dilemas y corrientes de las líneas llamadas conservaduristas, por un lado, y por el otro, se encuentran los que se denominan nuevos exponentes. Nada menos en estos momentos se da una bizantina discusión en la música de acordeón. Algunos “entendidos” (que generalmente provienen de la radio y reciben payolas) acuñaron el término neovallento. E incluso, generaron una discusión para que un nuevo ritmo llamado rimbombantemente “paseo lírico” fuera incluido en los festivales. Es decir, darle patente de corzo al lagrimeo barato.

Ahí surge la inquietud de Fortich Díaz y otros investigadores. La discusión aún no ha quemado ciertas etapas, pero se ve venir y se consolidará con la incursión de los dineros “cachacos” en el Festival. Los antecedentes están en aquel alegato de ponerles letras a los porros tapaos y palitiaos. Los oídos “finos” de ciertos representantes (vendedores) musicales no le encuentran mayor gracia a unos músicos que hacen “bulla” durante cinco o más minutos, con trompetas, clarinetes, bombardinos, bombos, redoblantes, platillos… y no dicen nada. No cantan. No entretienen.

Los retos de la modernidad

Hay que hilar delgado en lo concerniente a la tradición. Porque una cosa es la renovación desde la música y para la música misma, y otra es la aparición momentánea de figurones, que han sido actores o cantantes fracasados en otros géneros, y encuentran la gallina de los huevos de oro en el reencauche de esa tradición, sin ningún aporte real al desarrollo musical del folclor (así algunos les suene fea esta palabra).

En ese sentido, García Canclini, con acierto afirma: “desarrollar las culturas en las sociedades contemporáneas, multiculturales y densamente interconectadas, no puede consistir en privilegiar una tradición, ni simplemente preservar un conjunto de tradiciones unificadas por un Estado como “cultura nacional”. El desarrollo más productivo es el que valora la riqueza de las diferencias, propicia la comunicación y el intercambio –interno y con el mundo- y contribuye a corregir 1 las desigualdades” .

Es hora de que ese Estado entienda la riqueza cultural de las manifestaciones musicales, como el porro pelayero (que es de todo el departamento), y lo valore en su diferencia, lo preserve, lo renueve desde su esencia misma y lo convierta en emblema de lucha de los pueblos en su autodeterminación de escoger qué cantan, qué bailan, qué dicen en su décimas y coplas, y cómo se intercambia con otras expresiones musicales, convertidas en universales, como el jazz, por ejemplo.

1. GARCÍACANCLINI,Néstor.“Todostienencultura:¿Quiénespuedendesarrollarla?”.Seminario sobreCulturayDesarrollo,BancoInteramericanodeDesarrollo,Washington,24deFebrerode2005.

Es necesario que el advenimiento de nuevas estructuras organizativas en el Festival genere un movimiento social que trascienda esas desigualdades, con las cuales se cataloga música “erudita”, “popular” o despectivamente “folclórica”. Esa ha sido la labor, a veces silenciosa de destacados personajes como el ya mencionado Fortich Díaz, Carlos Morón Díaz, Delia Zapata Olivella (q.p.d), Pablo Flórez, Alberto Alzate, Guillermo Valencia Salgado (Compae´ Goyo. q. p. d), Benjamín Puche Villadiego, Margarita Cantero, entre otros.

El reto del Festival es generar un gran movimiento nacional que no desestime la esencia del porro. Ese aire del que Rafael Miranda Buelvas expresó en una ocasión: “El porro tira hacia lo alto, hacia arriba, acaso hacía el cielo. Está constituido, entre otras cosas, por una aspiración al firmamento, por un ímpetu ascensional, por una fuerza vertical. El porro exalta, eleva, arrebata en dirección a las alturas. Las trompetas marchan a clavarse en un blanco bien alto; los clarinetes se lanzan resueltamente al aire…Bombo y redoblante participan de la empresa ascendente de trompetas y clarinetes –en rigor, toda la banda participa de lo que no sin pedantería, puede calificarse de la asunción en que se mueve el porro-; bombo y redoblante se incorporan al espíritu levantado en el que 2 se alienta esta clase de música…”

¿Puede existir un neoporro?

Quienes han trasegado en la historia del porro y sus respectivos festivales tendrán mucho que aportar, cuando se consolide la propuesta globalizante de dejar la tradición para hacerlo más “digerible” al comercio, es decir, al agresivo capitalismo. Es decir, cuando nuestras gaitas (y ya inició), nuestro porro, nuestro fandango, y nuestra puya (“La puya del diablo”, por ejemplo) suenen “ligh”, entonces estaremos a las puertas de nominaciones Grammy. Y eso es un arma de doble filo. Vendrá una generación de músicos que tendrán como propuesta el neoporro. Parte de lo novedoso este “revolucionario” aire, tendrá en su estructura instrumental un desabrido sintetizador y eso reducirá dramáticamente el número de integrantes de la banda pelayera. Pero eso no importa. Lo verdaderamente esencial es que sea “pegajoso” y le guste al capitalismo.

El porro palitiao, para no parecer tan corroncho, dejará atrás ese placer estético y erótico de la “bozá”, en la cual, según Carlos Morón Díaz, el porro surge arisco, arrecho. “En esta parte hay un diálogo entre los instrumentos de voces finas y los de voces graves. Es decir, entre las trompetas, clarinetes y los bombardinos, barítonos y altos. El marcante sólo susurra, sólo se queja. Los cueros, redoblante y bombo, apuntalan, eso sí con bastante énfasis ese diálogo telúrico entre los mencionados instrumentos; los platillos hurgan el ritmo y parecen gongs chinos, 3 incitando al diálogo…”

Esos “nuevos” exponentes meterán en el sintetizador el guapirreo. “El guapirreo es expresión de ese espíritu que se apropia del danzante. Ellas (las mujeres) lo perciben, también los músicos. En ellas, la danza es un estado de levedad y sus pies apenas tocan tierra, las caderas se mueven de izquierda a derecha en un movimiento de batir de palmeras al viento. Todo su cuerpo se mueve con increíble suavidad, esto es, no hay en el porro ni en el fandango un movimiento brusco. Es una danza con movimiento espiritual pero con propósito terrenal, se advierte en el rostro de ella y en los movimientos de él, quien la persigue tratando de atraparla con trampa: lanzar el sombrero al suelo es una de ellas; pero ella se defiende con el manojo de espermas, de un acoso construido sobre la música. Esta crea el espíritu, mejor, revive el espíritu de la sinuanidad que ilumina el rostro de la mujer. Ella no se pertenece; el espíritu cabalga en ella en un desdoblamiento de la personalidad que la hace un ser etéreo en una danza de orígenes paradójico, judeocristianos, americanos y africanos, en 4 una hibridación de varios siglos”, escribe Fortich Díaz.

3. MORÓNDÍAZ,Carlos.OrígenesdelPorro.Sinmásdatos.

4. FORTICDÍAZ,William.“SanPelayoentrelamúsicayladanza”.Enpáginavirtual“Banda26de EnerodeSabanalarga.http://www.banda26enero.org/fortich.htm

*Comunicador Social – Periodista. Docente Investigador. vegase17@yaho.com

This article is from: