VIERNES 4 DE DICIEMBRE DE 2020 CORREIO DA VENEZUELA /# 850
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“Lo más duro es la muerte de tantos colegas en los hospitales” Gobierno de Portugal hace seguimiento a la situación de los médicos venezolanos que emigran al territorio luso
Berta Nunes pide a las Escuelas de Medicina ser más sensibles Secretaría de Estado para las Comunidades Portuguesas quiere que los médicos formados en el extranjero les hagan llegar sus situaciones para que pueden seguir insistiendo DELIA MENESES Para el médico luso-venezolano Pedro Fernandez, Venezuela se está enfrentando a la pandemia en una condición muy distinta a la del resto de los países. El estar inmersa en el contexto de una emergencia humanitaria compleja hace toda la diferencia. “Estamos combatiendo el Covid-19 con hospitales desprovistos de cualquier tipo de insumos, con ausencia de personal, sin medios de diagnóstico, sin tratamiento. Los que administran la salud pública en Venezuela imponen un control social mas que un control de la epidemia”, denuncia quien trabaja en el Hospital Universitario de Los Andes y da clases a los futuros médicos. Fernandez, de padre madeirense natural de Campanário, Ribeira Brava, lamenta que Venezuela se estrena con la tasa de mortalidad más alta del mundo en cuanto a profesionales de la salud . Según las estadísticas oficiales, de los 793 fallecidos por coronavirus en todo el país, 217 corresponden a médicos, lo que representa un 35% de la muertes. “Eso es lo más duro que nos ha tocado vivir. La muerte de muchos de nuestros médicos, colegas, profesores y amigos. Por eso, a través de la organización que coordino en el estado Mérida, Médicos Unidos por Venezuela, me he dedicado a pedir ayuda a nuestros hermanos de otros países para conseguir insumos y ofrecer algo de protección a nuestros médicos que están trabajando sin tener las condiciones de bioseguridad. Además, no hay gasolina, no hay transporte público y el sueldo de un médico no llega, en el mejor de los casos, a los 5 dólares mensuales, menos de 4 de euros mensuales. Es algo muy difícil pero allí es-
tá la vocación y las ganas de poner en primer lugar el bien común”. Agrega que es muy duro ver personas que sufren todos los síntomas de la infección por el coronavirus pero no tener la forma de diagnosticarlas, personas que han muerto con todos los síntomas pero sin diagnóstico, dice quien se graduó de Medicina en la Universidad de Los Andes. Fernandez tiene, además, una especialidad en cirugía y en urología y una subespecialidad en andrología y biomedicina reproductiva. Lamenta que la Venezuela de hoy no se parezca a la que recibió a su papá en la década de los 60. “Él emigró por la crisis económica de la postguerra, la dictadura de Salazar, el problema con la reconquista de los terrenos en África. Había guerra, todo un territorio peligroso para los hombres adolescentes. Por ser el menor, mi papá fue el último que mandaron para el puerto de La Guaira, que era la mejor promesa que tenía un europeo en esa época, la promesa de bienestar económico que había en Venezuela”. Desde que era un estudiante universitario, Fernández se ha involucrado en el activismo político y gremial lo que le permitió conocer a muchas personas y formarse en otras áreas distintas a la medicina. Es especialista en gestión y control de la administración pública, actualmente está realizando una maestría en Cooperación Internacional y Ayuda Humanitaria. “Tuve la oportunidad de ser el coordinador del proyecto de ayuda humanitaria para el estado Mérida el año pasado. De ahí vino la beca de la maestría y actualmente estoy terminando un doctorado en gerencia avanzada, para poder ayudar en la reconstrucción de Venezuela”.
El médico luso-descendiente Pedro Fernandez resalta que 35% de los fallecidos en Venezuela por Covid-19 pertenecen al área de la salud DELIA MENESES Para el médico luso-venezolano Pedro Fernandez, Venezuela se está enfrentando a la pandemia en una condición muy distinta a la del resto de los países. El estar inmersa en el contexto de una emergencia humanitaria compleja hace toda la diferencia. “Estamos combatiendo el Covid-19 con hospitales desprovistos de cualquier tipo de insumos, con ausencia de personal, sin medios de diagnóstico, sin tratamiento. Los que administran la salud pública en Venezuela imponen un control social mas que un control de la epidemia”, denuncia quien trabaja en el Hospital Universitario de Los Andes y da clases a los futuros médicos. Fernandez, de padre madeirense natural de Campanário, Ribeira Brava, lamenta que Venezuela se estrena con la tasa de mortalidad más alta del mundo en cuanto a profesionales de la salud . Según las estadísticas oficiales, de los 793 fallecidos por coronavirus en todo el país, 217 corresponden a médicos, lo que representa un 35% de la muertes. “Eso es lo más duro que nos ha tocado vivir. La muerte de muchos de nuestros médicos, colegas, profesores y amigos. Por eso, a través de la organización que coordino en el estado Mérida, Médicos Unidos por Venezuela, me he dedicado a pedir ayuda a nuestros hermanos de otros países para conseguir insumos y ofrecer algo de protección a nuestros médicos que están trabajando sin tener las condiciones de bioseguridad. Además, no hay gasolina, no hay transporte público y el sueldo de un médico no llega, en el mejor de los casos, a los 5 dólares mensuales, menos de 4 de euros
Pedro Fernández mensuales. Es algo muy difícil pero allí está la vocación y las ganas de poner en primer lugar el bien común”. Agrega que es muy duro ver personas que sufren todos los síntomas de la infección por el coronavirus pero no tener la forma de diagnosticarlas, personas que han muerto con todos los síntomas pero sin diagnóstico, dice quien se graduó de Medicina en la Universidad de Los Andes. Fernandez tiene, además, una especialidad en cirugía y en urología y una subespecialidad en andrología y biomedicina reproductiva. Lamenta que la Venezuela de hoy no se parezca a la que recibió a su papá en la década de los 60. “Él emigró por la crisis económica de la postguerra, la dictadura de Salazar, el problema con la reconquista de los terrenos en África. Había guerra, todo un territorio peligroso para los hombres adolescentes. Por ser el menor, mi papá fue el último que mandaron para el puerto de La Guaira, que era la mejor promesa que tenía un europeo en esa época, la promesa de bienestar económico que había en Venezuela”.