historia de un clásico
S i l l a
m o n o b l o q u e
Imposiblemente universal y perfecta
S
Es parte del mobiliario de millones de hogares. Es casi invisible, su color blanco, generalmente, es lo que le ha permitido perdurar sin que estorbe y que sea la mejor aliada para eventos, ferias, bares y salitas familiares a la intemperie. Lo curioso es que desde su aparición, en los años 60, nadie ha sido capaz de mejorarla. Redacción: Revista Casas. FOTO: 123RF
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e apila fácilmente. Es de bajo costo. Pasa desapercibida. Cumple su función. No hay más que pedir. Sin embargo, en un mundo tan cambiante y exigente del diseño, no todo perdura y esta es la mejor muestra de que un objeto que sea funcional será repetido hasta el cansancio, pero su estructura se mantendrá. Esa es parte de su genialidad. Esta silla creada en 1967 ha pasado subestimada por sus usuarios, casi desde su inicio, pero las biblias del diseño y la arquitectura la han sabido rescatar para darle –irónicamente- el puesto que merece. Está hecha en polipropileno y su creación se la adjudica al italiano Vico Magistretti que se inspiró en un diseño de Joe Colombo. Hay muchas variantes de esta silla que se realizaron a inicios de los años setenta, pero todas mantienen el mismo espíritu: fáciles de cargar, baratas, apilables, blancas en su mayoría, resistentes y aunque no tengan diseño en particular, quedan bien en cualquier lugar y en cualquier año. No hay país al que se viaje en el que no la vayas a encontrar. El teórico social Ethan Zuckerman las describe como objetos que han adquirido una omnipresencia mundial: “La monobloque es uno de los pocos objetos que consigo pensar como libres de cualquier contexto específico. Ver una silla de plástico blanco no te ofrece ninguna pista de dónde o cuándo estás.”