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Altura relativa

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Andy Pag conversa con los australianos Bill y Luke Brooks, padre e hijo acerca de lo especial que es volar juntos

“No hay como volar a su lado. Girar térmicas juntos y conversar por radio sobre nuestro siguiente movimiento”. Hay un verdadero regocijo en la voz de Luke Brooks cuando habla de su padre.

Fueron a volar juntos a Los Alpes y sus bitácoras de vuelo registran una serie de vuelos de dos y tres horas con los que cualquier piloto consumado se sentiría complacido. Lo que no muestran es que el padre de Luke, Bill Brooks, tiene 73 años y esos datos de GPS son un legado imperecedero y una alegría entre padre e hijo.

“Es fácil”, dice Bill. “Todos los días volamos, buscamos un lugar para la casa rodante, hablamos tonterías, nos tomamos algunas cervezas belgas y al día siguiente volvemos a hacerlo. Luke es como mi mejor amigo”.

No es su primer viaje juntos. Bill aprendió a volar en Tasmania, Australia, en 1994. Dos años después, tan pronto Luke, de 39 años, tuvo edad suficiente, siguió los pasos de su papá y años más tarde, cuando Luke consiguió un empleo en Bélgica y se mudó, compraron una vieja furgoneta y la convirtieron en una casa rodante para Bill y su pareja Pip, para que la usaran cuando vinieran de vacaciones. Las vacaciones para acampar se convirtieron en viajes de vuelo con las parejas como acompañantes, pero el verano pasado los dos dejaron sus familias en casa y se dedicaron simplemente a volar juntos.

Alpes Franceses

“Luke es un piloto muy atrevido, pero en el fondo es precavido. Es muy prudente en el aire. Yo también presiono, pero no mucho”, dice Bill. Es capitán de barcos retirado. Se dedica a preparar pilotos en una escuela local de Bright, uno de los principales sitios de Australia. Normalmente está en el despegue, como oficial de seguridad, y no hay muchos pilotos locales que no tengan algo que contar sobre alguna vez que Bill Brooks los ayudó. Uno de los días en los Alpes franceses, el año pasado, Bill pinchó y Luke siguió dando vueltas alrededor de Mont Charvin, en el fondo del Aravis, luego cruzó Serraval a La Tournette, volando a lo largo del lago hasta Dent de Cruet, después sobre Thônes y de vuelta a Le Grand Bornand.

“Al día siguiente”, recuerda Bill, “regresamos al despegue en Mont Lachat de Châtillon y Luke me guió por la ruta que había hecho”. Para Luke el mayor placer no era completar el triángulo, sino volarlo con su padre.

Los dos hermanos mayores de Luke murieron en tragedias distintas (no relacionadas con vuelos) hace algunos años y podría pensarse que de ahí surge la fortaleza de su vínculo. “No lo sé”, dice Luke, luego de pensarlo un rato.

Bill es menos ambiguo. “No. Nuestra relación siempre ha sido fuerte. Siempre lo he estimulado. Nuestra relación nunca ha sido vertical. Por eso es el excelente hombre que es. Siempre fue un gran amigo, incluso cuando era adolescente”. Esto podría confundirse con estoicismo, pero a Bill no le gusta hablar de la muerte de sus hijos simplemente porque piensa que el dolor termina por afectar a otros.

De vez en cuando enseña a volar parapente a los padres que aprenden con sus hijos. “Siempre les hablo de la felicidad y la satisfacción que siento volando con mi hijo y les deseo lo mejor. Eso los anima. No todos los padres tienen la fortuna de tener una relación así. Los padres pueden ser mandones y los jóvenes tienden a alejarse de papá en lugar de pasar tiempo con él”.

Vacaciones familiares

Cuando Luke estaba aprendiendo, el trabajo de Bill era cuidarlo y guiar cautelosamente al joven. Pero en el primer vuelo de este viaje reciente, cuando Bill despegaba Luke ya estaba en el aire. “Papá tuvo un mal despegue”, recuerda Luke. “Llevaba unos zapatos malos y se lesionó un brazo. Después de eso, dejo que él despegue primero y lo alcanzo en el aire”.

Agrega, “Los senderistas que pasan por el despegue me preguntan, ‘¿Ese es tu papá? Qué maravilla’. Me sentí muy orgulloso y me recordó cuán especial era lo que hacíamos.

“En el aire él elige los lugares donde hay térmicas. Nunca se equivoca. Todavía me patea el trasero, el problema es la edad. La habilidad física. Correr para despegar o aterrizar con poco viento.

“Este deporte está en tu cabeza, aparte del despegue y el aterrizaje. Una vez en el aire, es un reto personal y papá es un tipo fuerte”.

Bill también notó el cambio de roles el verano pasado. “Antes era yo quien lo motivaba, ero ahora que soy más viejo cambiamos. Diría que más de la mitad de las veces lo sigo yo a él, en cuanto a sitios para volar y decisiones en el aire. Parte de nuestra relación es que los dos estamos abiertos a sugerencias”.

Bill recuerda: “Cuando comencé tenía casi 50 años. El equipo era básico. La relación de planeo era de seis como máximo. Era difícil hacerlos volar. Necesitabas una térmica fuerte y los arneses eran radicalmente distintos. No había protección, solo un asiento de madera y algunas correas. No teníamos conciencia de que eso estuviera mal. No había nada más”.

Explica, “sí pienso en los riesgos y en mi familia cuando vuelo. Todos lo hacemos cuando decidimos volar”.

El ala de Luke es una EN-C, mientras Bill vuela una EN-B, más conservadora, lo que facilita que se separen en el aire. “Volar juntos es maravilloso, pero es bastante obvio que mi Nova Phantom no planea tan bien como la Niviuk Artik 4 de Luke”, dice Bill.

La confianza de Luke ha aumentado con estos vuelos juntos. “Gira las térmicas mucho más plano y con giros más amplios. Me frustro cuando trato de girar cerrado, pero para volar juntos hay que tener paciencia. Cuando estamos en la cima o planeando, lo observo con atención y no siempre nos seguimos.

SUIZA Desde la izquierda: Luke Brooks; volando en Vercorin; días felices en Trient; arquitectura local en los Alpes suizos

“Cuando uno de los dos está muy bajo, nos motivamos diciendo ‘no la pierdas’. Lo mismo cuando hay turbulencia. Cuando tenemos el mismo problema, nos obliga a hacer un esfuerzo extra para continuar el vuelo. Te da confianza y, bueno, él también es muy terco”.

El primer vuelo que hicieron juntos, hace más de 20 años, iba a ser un viaje para surfear en Hawaii y San Diego, pero en ambos lugares el dúo se fue a volar y el gusanillo de viajar y volar se apoderó de ellos. Desde entonces han viajado por los Alpes y alrededor de Europa, desde España hasta Italia y Turquía.

Anteriormente, los viajes de Bill duraban meses, pero las limitadas vacaciones laborales de Luke solo le deja unas pocas semanas libres y el año pasado solo tuvieron dos a mediados de julio.

A pesar de que la línea aérea perdió el ala de Luke durante cuatro días en la ruta de Australia a Europa, luego de una conexión en algún lugar de China, la pareja logró volar 10 días, a veces dos veces al día. Con una casa rodante que alquilaron en Ginebra, visitaron una cantidad de sitios, incluyendo Le Grand Bornand, cerca de Annecy; Saint Hilaire, Verbier y Chamonix.

Ya han hablado de la posibilidad de su próximo viaje, pero los planes no son muy entusiastas. Es como si los dos supieran que este puede haber sido el último, aunque todavía ninguno de los dos está preparado para decirlo.

Bill admite, “No puedo andar 15km alegremente con un parapente. Podría hacerlo, pero no lo disfrutaría”. Ahora usa un arnés carenado Skylighter de Sky y con el paracaídas de reserva redujo el peso de su equipo a 14kg, pero aún así, la idea de irse de aventón hasta la casa rodante ahora es más difícil de considerar.

“Es un hombre muy modesto”, dice Luke. “Lo hacemos solo por diversión y me siento tonto cuando me entrevistan por esto. No es una gran aventura. Simplemente pasamos unas vacaciones muy divertidas. Ya pronto no podremos seguir haciéndolo. Los aterrizajes en lugares imprevistos, los despegues y las recogidas se han vuelto más duros.

“Es una lástima porque con él he hecho viajes maravillosos por todo el mundo”.

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