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En Patagonia
EN PATAGONIA
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En enero, Aaron Durogati fue a las montañas del sur de Patagonia para combinar escalada y parapente. Ed Ewing averiguó todo al respecto
“El sueño más grande de todos era escalar el Cerro Torre y volar desde Cerro Torre”, dice Aaron Durogati. En los Alpes italianos, donde vive, el invierno casi llega a su fin, la primavera casi comienza, pero recién regresa de un viaje de un mes por el verano austral. De Argentina, para ser exactos, de las increíbles paredes de roca y hielo de los macizos de 3000m en el borde de las capas de hielo del sur de la Patagonia.
El área es famosa por sus vientos, coronados casi permanentemente por nubes lenticulares en forma de cigarro, donde el viento sopla sobre los Andes desde el oeste. La capa de hielo del sur de la Patagonia suma otra capa de complejidad al crear ráfagas de fuertes vientos catabáticos.
“Estuve un mes en la Patagonia. La ventana de buen clima que tuvimos duró máximo dos días”, explica Aaron. “Fue imposible escalar el Cerro Torre”. Con 3.128m, Cerro Torre es uno de los picos más dramáticos de la región. Es escarpado en todos sus lados, una hoja de piedra con caras abiertas azotadas por el viento y una cima quemada con nieve y hielo. Es famoso en los círculos del montañismo, especialmente en el mundo italiano de la escalada.
Su primer ascenso fue controversial, reclamado por dos alpinistas italianos en 1959: Cesare Maestri y Toni Egger. Egger murió en una avalancha en el descenso y Maestri, quien logró regresar, declaró que la cámara con las fotos de la cima había desaparecido con él. Las dudas respecto al ascenso se arremolinaron como la nieve y desde entonces el pico ha atraído a alpinistas de talla mundial.
“Para el Cerro Torre necesitas una ventana de al menos cuatro o cinco días”, dice Aaron. Este tipo de escalada implica llevar poco peso y movilizarse con todo el equipo, vivaqueando en la noche en la montaña. El tiempo tiene que estar despejado. “Es decir, el mal tiempo en la Patagonia es mucho Luego tuvimos serios problemas con el rappel porque las cuerdas se trabaron y tuvimos que cortarlas – solo nos quedaban 30 metros de cuerda”. Los usaron para el papel del descenso, hasta que se encontraron con sus amigos, un segundo equipo de tres escaladores. “Luego hicimos rappel con dos cuerdas, seis personas. Y sí, lo hicimos en medio de esa tormenta de viento. Incluso cuando llegamos al glaciar, el viento básicamente nos estaba tirando. Tuvimos que anclarnos con los piolets”.
El primer vuelo exitoso vino después de escalar el Aguja Saint Exupery (2.558m). Debe su nombre al escritor y aviador francés que escribió El Principito (ayudó a desarrollar el sistema postal en Patagonia). Fue “un verdadero sueño”, dice Aaron. “La ruta de escalada fue difícil. Y las condiciones tampoco fueron fáciles. Llegaba a 7a [grados de escalada en roca] con hielo en las grietas.
“Tuvimos que alternar entre crampones y zapatos de escalada y entre piolets y manos. Básicamente, fueron 15 horas de escalada ininterrumpida para llegar a la cima”.
Llegaron a la cima cerca del atardecer, a las 9.30pm. “Los vientos estaban entre 50 y 60km/h desde el oeste, así que despegar desde la cima era imposible, pero bajé dos veces en rapel, 60 metros hacia abajo desde el pico, y hallé un pequeño espacio en el sotavento desde donde pude despegar. Era bastante complicado, pero…” peor que el mal tiempo en los Alpes”.
Aaron y su compañero de escalada, Daniel Ladurner, prefirieron concentrarse en el igualmente dramático y cercano grupo Fitz Roy. “Logramos escalar cuatro picos en Fitz Roy”, dice. “Y también pude volar un poco”.
Con su ligero Advance Pi y un arnés Advance Strapless, su equipo de vuelo pesaba “unos 2,2kg”. Eso, por supuesto, es sin el paracaídas de reserva. Era suficientemente ligero y pequeño para llevarlo en los largos días de escalada sin retrasarse.
La primera montaña que escalaron fue el Aguja Poincenot (3.002m), un día de 15 horas. “El clima estuvo bien, pero las ráfagas estaban entre los 100km/h y los 130km/h. Fue impresionante. El poder del viento me dejó perplejo. Nos halaba físicamente de la pared mientras escalábamos. Estuvo muy feo. Obviamente, desde ahí no volé”. Agrega: “Tenía un ala, pero ni se me ocurrió volar. De hecho, llegamos a la cima cerca de las 3pm.
Voló hasta el fin del glaciar, donde esperó para reunirse con sus dos compañeros de escalada. “Les tomó una seis horas en rappel”.
En Patagonia, explica, es normal escalar en tríos, de modo que si alguien tiene problemas, hay dos más para ayudar. “También puedes distribuir mejor el peso porque para escalar ahí necesitas muchas cosas”.
El siguiente en la lista fue un ascenso del Aguja de l’S, de 2.330m. “Principalmente escalamos con zapatos de escalada en piedra, pero, al igual que antes, no pude despegar desde la cima porque los vientos estaban entre 60 y 80km/h”.
Sin embargo, despegó en biplaza desde más abajo e hizo un vuelo corto desde el glaciar de vuelta a su vivac. A la mañana siguiente también volaron de vuelta al valle.
El pequeño pueblo de montaña de El Chaltén es el punto de entrada para senderistas y escaladores que quieren explorar el área de Fitz Roy. Entre cada escalada, Aaron y su equipo regresaban a él para reagruparse y recargar energías. “Podíamos recuperarnos mejor, en lugar de quedarnos en el campamento de escaladores, cerca de la montaña”. Esto también significaba que debían caminar mucho para entrar y salir. “Ese mes caminamos cerca de 300km”.
El penúltimo vuelo de Aaron fue desde el Mojón Rojo, que con sus 2.170m ofrece la escalada más fácil de la región, además de unas de las vistas más impresionantes.
“Ese lo hice solo”, dice Aaron. “Salí de El Chaltén a las 2am, muy liviano. Básicamente corrí todo el camino hasta el glaciar, luego lo crucé, llegué a la cima y bajé volando”.
La recompensa por despegar desde poco más abajo de la cima fue uno de los vuelos más gratificantes del viaje. Voló nuevamente desde un paso, pero, por los fuertes vientos y por tratar de despegar a sotavento, “el vuelo estuvo bastante mal. Aterricé a medio camino porque el viento en el valle era de unos 80km/h”.
En resumen, la experiencia lo dejó pidiendo más, pero también aprendió que para volar aquí, “hay que tener suerte”.
“Creo que sin duda hay más por hacer. Es un lugar difícil, pero ahora entiendo un poco mejor cómo funciona. Creo que Cerro Torre y el grupo Fitz Roy hacen de barrera y bloquean un poco el viento. Crean una suerte de burbuja de sotavento – al menos cuando hablamos de vientos entre los 40 y los 80km/h desde el oeste.
“Las condiciones son difíciles, pero en cierto sentido puedes entender hasta dónde puedes llegar. Por ejemplo, volar de vuelta a El Chaltén no es posible porque siempre hay un aire frío que viene de la capa de hielo, lo que crea una especie de efecto foehn en el valle.
“Pero lo bueno es que hay muchos puntos donde puedes saber qué hace el viento. Observar los lagos, por ejemplo, me ayudó mucho a entender las condiciones”.
La X-Alps
El compañero de escalada de Aaron, Daniel Ladurner, fue quien sugirió ir a Patagonia. “El año pasado escaló la cara norte del Eiger y luego dijo, ‘Muy bien, el próximo paso es ir a Patagonia”.
Aaron es atleta profesional de montaña, patrocinado por compañías de esquí y por Red Bull. Escala, esquía y vuela. Es un piloto de competencia excelente que ha ganado dos veces la Súper Final de la Copa del Mundo de Parapente y compitió tres veces en los X-Alps de Red Bull.
Llegó a la meta en 2013 y en 2015, pero tuvo que retirarse por una lesión en la rodilla al principio de la competencia de 2017. Luego de un año completo de rehabilitación, está de vuelta en el circuito y también competirá en los X-Alps de este año.
“Tuve un problema grave de rodilla después de los últimos X-Alps”, dice. “Ahora me estoy poniendo en forma, pero en realidad estoy haciendo mucha terapia. Tres días de la semana los paso en terapia”.
Esto significa que tendrá que adaptar su enfoque de la carrera. “Mi estrategia para los X-Alps será volar tanto como pueda porque igual siempre ha sido mi lado fuerte.
“Ahora no puedo correr 80km o 90km diarios, así que entreno para caminar rápido o simplemente caminar unos 30 o 40km diarios, pero tendré que centrarme mucho en el vuelo”.
Daniel evalúa sus posibilidades si el clima es “entre normal y bueno”. “Podré aspirar a la primera posición”. Pero si el clima es malo, “va a ser difícil”. Concluyendo, agrega, “Estoy muy contento por tener la oportunidad de volver a participar porque al principio del año pasado un médico italiano muy famoso me dijo que no podría volver a competir, que mi carrera deportiva había terminado.
“El año pasado gané la Dolomitenmann, la Red Bull Elements, la carrera Rise&Fall en Austria, estuve en Patagonia, caminé 300km casi sin dolor y me estoy preparando para los X-Alps. Creo que todo va bastante bien”.
Agrega, “Estoy muy ansioso por los X-Alps de este año. Pase lo que pase, me sentiré feliz”.
instagram.com/aarondurogati