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Cacería en los X-Alps

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CACERIA EN LOS X-ALPS

Buscar señal, lidiar con la ansiedad y perseguir a los pilotos montaña arriba durante la ola de calor fue el día a día de Tarquin Cooper, el reportero oficial de la carrera de la Red Bull X-Alps de este año. Nos cuenta su historia...

FACEBOOK Tarquin Cooper, izq., entrevista al italiano Aaron Durogati para un video en vivo en Facebook

Foto: Daniel Schulz

De pronto, desapareció. La última media hora he sido la sombra del atleta francés y aspirante a la corona de los Red Bull X-Alps Maxime Pinot en su marcha hacia Megève. ¿Adónde se fue? Acabo de parar a bajar videos y cambiar la batería, mientras él y su equipo avanzaban. Ahora han desaparecido.

Activo el rastreo en vivo, pero la visión satelital es imposible en un ambiente urbano – las calles no tienen nombre. Abro Google Maps en el segundo de mis tres teléfonos e intento sincronizarlos, mientras le grito a mi acongojada copiloto, seguidora y compañera Sarah por haberlo perdido.

“No dijiste que lo siguiera”, dice.

Tiene razón.

Ubicar a un atleta con exactitud es un arte. El rastreo en vivo tiene un retraso de unos minutos – por seguridad – así que hay que calcular dónde está y luego estimar dónde podría estar – entre 500m y hasta dos kilómetros. “¿Cuánto tiempo llevamos aquí?”

Cuando descubro que va subiendo una pendiente de esquí, ya me lleva 10 minutos. Salto del auto y comienzo a subir. Al ver una cometa subir por una térmica en el calor de la tarde en el prado alpino, espero verlo al voltear la esquina. Luego de unos 15 minutos, soy presa del terror – va a la cima – sube a toda velocidad, a paso de carrera.

He hecho uno que otro maratón de montaña y carreras verticales, así que me considero bastante hábil en las colinas, pero, por Dios, qué rápido van. Estoy bañado en sudor y me maldigo por no haber traído agua. No importa. Demasiado tarde. Cada vez que veo el rastreo en vivo están a 200m encima de mí. No puedo ganar terreno. Muero lentamente, pero me exijo. En un claro paso a un corredor de senderismo.

“Avez vous voir an paraglider?”, digo en un terrible francés.

“Sí, hace unos minutos, pero van muy rápido”.

“Merci”, respondo.

Redoblo mis esfuerzos y comienzo a correr. La estación del teleférico está a la vista. Por favor, que esté del otro lado. Por favor. Ya no me queda nada. Saco la GoPro para estar listo y comienzo a sincronizar mi móvil para estar en vivo en Facebook cuando lo vea. Teclear un título es una molestia, pero acabo justo al terminar de subir. Me espera una vista tan gratificante como una línea de meta. ¡Ahí está! Justo a tiempo.

El ala está abierta. Se prepara para despegar. Oprimo el botón En vivo, me pongo en posición y trato de no respirar como si estuviera en una película porno. Me permito un silencioso golpecito en la espalda. ¿Qué mejor final para la cobertura del día que una transmisión en directo del atleta que ocupa el segundo lugar, despegando en su último vuelo del día hacia Albertville, St. Hilaire y más allá?

“Éramos tres en la carrera: mi novia Sarah, yo y el Audi e-tron”

Foto: Marcus King

Maxime tira de su ala y ataca la pendiente para elevarse. Veo con una mezcla de horror e incredulidad cuando la GoPro decide apagarse a medio despegue. Pocas palabrotas en español podrían expresar cómo me sentía.

Es la segunda vez que cubro los Red Bull X-Alps viajando, pero he trabajado en ellos de muchas formas desde fines de 2011, cuando comencé con Zooom Productions, la compañía de medios y eventos que realiza la competencia (Red Bull es el patrocinante principal). El jefe de Zooom es el ex piloto acrobático de ala delta Ulrich Grill, cofundador de la competencia en 2003 junto al fallecido Hannes Arch. Comencé como su editor en jefe de aventuras y mis primeras historias fueron sobre la competencia de 2011, cuando Toma Coconea, con 36 años, caminó 981km para quitarle el segundo lugar a Chrigel Maurer, quien, si mal no recuerdo, caminó cerca de la mitad de la distancia. Paul Guschlbauer, un desconocido novato austríaco, llegó tercero.

Lo revelador de ese año fue el tiempo entre el primero y el segundo lugar – tres días si restamos la penalidad de 24 horas contra Maurer. En los años siguientes, la brecha la ha llenado una nueva generación de pilotos de primera, muchos de los cuales he conocido y entrevistado.

Cubrí las competencias de 2013 y 2015 desde un escritorio, mientras el talentoso Hugh Miller, de esta revista, las cubría en el campo. Un cambio de rumbo en 2017 me dejó libre. Era una oportunidad de oro para ver y vivir de primera mano la aventura de la carrera. El trabajo era estar en directo por Facebook (algo nuevo en 2017) a las 8.30am y a las 5.30pm, y durante el día cuando pasara algo emocionante, escribir historias y grabar audios para los clips diarios de video en la red.

Pero si esperaba estar mejor informado, la decepción sería grande. El reto extremo de seguirles el paso a los atletas, cuando un vuelo de 60km sobre los Alpes puede ser lo mismo que conducir durante tres o cuatro horas por carreteras sinuosas de montaña, implicaba que, irónicamente, el mejor lugar para saber qué está pasando era una oficina con Wi-Fi de súper alta velocidad y un par de pantallas grandes. Eso y una línea directa con alguien que supiera de qué está hablando. Por fortuna, este año, como en 2017, estaría en contacto directo con Ed Ewing y Matt Warren, de la revista, y recibiría análisis regulares del ex atleta de los Red Bull X-Alps Tom Payne. Solo habría un diferencia en la manera como cubriría la competencia. En lugar de una casa rodante, la seguiría en el vehículo patrocinante – el nuevo Audi e-tron eléctrico. La emoción que sentía por conducir un auto de €100.000, capaz de pasar de 0-100km/h en 5,5 segundos en modo sigiloso, la contrarrestaba el temor por su rango (unos 300km) y el tiempo de carga (45 minutos u ocho horas, dependiendo del cargador). Y eso solo si tenía la posibilidad de cargarlo.

Tarquin y Sarah Odell en Wagrain, Austria antes del inicio de la carrera

Foto: Marcus King

Día cuatro. Sarah y yo nos preparamos para pisar el acelerador desde la baliza de Lermoos para ver a Chrigel Maurer en Davos, cuando nos damos cuenta de que no tenemos la tarjeta para cargar el E-tron. Sin ella no podemos cargarlo. Perdemos minutos preciosos cuando, desesperados, desarmamos el auto y nos gritamos, pero de nada sirve.

Son las 9am. Lo más temprano que podemos llegar a Davos, 155km al oeste, es a mediodía,

según Google Maps. Estaría apretado. Luego llaman de la oficina, aumentando la presión.

“Ve a Davos ya”.

GRANDEZA ALPINA Cerca de Titlis

Foto: Felix Wölk

Por desgracia, no vamos a ninguna parte. Llamo al sujeto de Audi. Enviarán a alguien a Davos si tenemos suficiente carga para llegar hasta allá. No hay opción. Subimos al auto y pisamos el acelerador a fondo antes de darnos cuenta de que no debemos hacerlo si queremos ahorrar energía. Casi cuatro horas más tarde, luego de un tráfico terrible y de un viaje surrealista en tren, llego a la baliza a las 12:55, justo a tiempo para ver a Maxime Pinot aterrizar. Tal vez me haya perdido a Chrigel por 20 minutos, pero al menos tengo al retador pisándole los talones.

Luego llama Ed con buenas noticias. “Chrigel podría llegar esta tarde a Titlis. El último elevador sale a las 5pm. ¿Puedes llegar?”

Le pido a Sarah que revise el medidor de recarga. Milagrosamente había hallado la tarjeta cuando la gente de Audi llegó para ayudar. “Faltan unos 40 minutos”.

Tiro del cargador a los 20 y partimos de nuevo. La misión era llegar a la cima de Titlis y alcanzar a Chrigel. Reviso el teléfono. Tiempo estimado de llegada a la estación del elevador: 17:10. Maldición, otra vez al borde del precipicio. Llamo al hombre de los patrocinios en Zooom, Fabi Lauda, y le pido que use todos sus contactos para mantener el teleférico abierto. Me llama unos minutos después. Todo está arreglado. Milagrosamente, estaría abierto hasta las 17:30, gracias al sujeto de la oficina de turismo – llamado Moisés. Parece un buen presagio. Llegamos a las 17:22, metemos algo de comida y ropa abrigada en un bolso y seguimos a Moisés mientras abre las puertas del teleférico. Llamo a la oficina con la buena noticia. “Voy en camino”.

“Ponte en directo ya”, es la respuesta.

Lo que siguió fue uno de los Facebook Live más memorables, cuando el teleférico lentamente ascendió hasta los 3,000m. Uno de los pasajeros que desembarcaba en la estación intermedia me vio con mi equipo y sacudió la cabeza: “Zu spät”. Demasiado tarde.

DIRECTO A FACEBOOK El líder de la carrera y ganador Chrigel Maurer posa junto a Tarquin después de haber aterrizado en la séptima baliza, Titlis, el punto intermedio de la carrera de 1138km y 13 balizas. Sarah toma la foto

Foto: Harald Tauderer / zooom.at

¿Encontraré a Chrigel en la cima o descubriré que ya dejó el nido? No tengo idea. Solo sé que se me agotan las palabras para el ascenso de 15 minutos. Cuando al final se abren las puertas, subo corriendo cuatro escaleras a gran altura, como si la ley de la gravedad no me afectara.

Y ahí estaba, sentado tranquilamente junto a una ventana, estudiando la imagen del clima. ¡Resultado!

Mi felicidad por hallar a Chrigel es tan patente que casi lo abrazo. Creo que lo hice.

“Oye, Tarquin, cuidado cuando corres a 3.000m de altura”, me dice.

Ahí estaba el líder de la carrera, el pentacampeón, la imagen de la calma, mientras yo colapsaba, asfixiado, como si estuviera compitiendo.

Cubrir la baliza de Titlis era uno de los puntos más destacados de la carrera. Pude pasar tiempo con Chrigel mientras esperaba calmadamente a que mejorara el clima y volver a despegar, justo cuando las puertas se cerraban para todos los demás.

Al día siguiente, luego de una noche memorable en la estación con el fotógrafo Harry Tauderer y el videógrafo Christoph Hoerner, vi maravillado cuando Maxime Pinot salía en medio de una tormenta de nieve, en la más estrecha de las ventanas de clima. (Fue uno de los videos más vistos en el canal de Instagram de la competencia). Descendí por el glaciar y filmé a Paul Guschlbauer cuando ascendía a paso redoblado con su equipo. Me divertí cuando, más tarde, Harry y los chicos de filmación trataban de alcanzar a Aaron Durogati en el mismo lugar. El problema era que Aaron no tenía intenciones de subir por el glaciar. Prefería una cumbre rocosa que estaba al lado. Al darse cuenta, los chicos de la cámara salieron corriendo por la nieve, como focas trastabillando.

Se supone que aquí los competidores serían subidos con sogas hasta un guía de montaña, llevarían crampones y un piolet debido al riesgo de grietas. Obviamente, el equipo de medios no recibió ese memorándum.

CONTEO FINAL Chrigel Maurer llegó a la última baliza en Peille, sobre Mónaco, donde se detuvo el cronómetro, en 9 días, 3 horas y 6 minutos. Bajó volando a la famosa balsa en el puerto ese mismo día

Foto: Sebastian Marko / Archivos Red Bull

Cuando Aaron se acercaba, le pregunté por qué evitaba el glaciar. “La nieve es para esquiar”, dijo, “no para caminar”. Creo que fue lo mejor que escuché en toda la carrera, de un atleta decidido a caminar lo menos posible.

Después de Titlis, vino la emoción del día que perseguí a Maxime en Megève, que terminaría en un parqueadero de camiones en la entrada del túnel del Mont Blanc, grabando las voces de ese día mientras batallaba (sin éxito) para hacer funcionar una estación de carga de largo alcance. Cerca de las 2am me rendí y regresé adonde Sarah había armado la carpa en Les Houches, para dormir un poco.

En St Hilaire pasé la mayor parte de la tarde esperando por Paul Guschlbauer. Pero al no haber ningún anuncio, era poco probable que aterrizara, así que inicié el largo viaje hacia el sur, justo cuando llegaba con gran esfuerzo a la baliza y aterrizaba. No fue la primera ni la última vez que me daba de patadas por tomar la decisión equivocada.

Los últimos días de la carrera los pasé en la sofocante ola de calor que afectaba el sur de Francia. Siempre es difícil decidir cuándo irse a Mónaco. La competencia todavía sufre por la vez que Chrigel llegó a la meta final antes que la organización en 2009 (¡Le pidieron que esperara!). Estar ahí para su llegada era de una importancia vital, pero esperar en la baliza final de Peille no es divertido. Es un despegue asombroso, un punto magnífico para viajes vivac con vistas hacia la ciudad-estado, pero no hay sombras y la señal de teléfono es un asco: un detalle importante cuando tratas de cargar un gigabyte de datos a la vez. Pero ver a los líderes, seguidos por la jauría de lobos durante la noche, era algo que había que ver – ver el agotamiento y la euforia porque por fin había terminado. Luego ver a los chicos aterrizar en la balsa y jugar en el mar era un deleite. Todavía siento escalofríos cuando lo pienso.

En la cena de celebración, Patrick von Känel me acorraló con su seguidor Sepp Inniger. Parecía amenazador.

“¡No me viste! ¡Estabas filmando el descenso de Sepp, no a mí!”

No recuerdo qué dije exactamente, pero puede haber sido alguna palabrota y luego un “lo siento”. A estas alturas, hice lo que hacen los mejores periodistas: Me disculpé y me fui al bar.

redbullxalps.com

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