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EN BUSCA DE KIWI
EN BUSCA DE KIWI
Cuando James ‘Kiwi’ Johnston desapareció en pleno vuelo en Nevada, EUA en agosto del año pasado, fue como si hubiera desaparecido de la faz de la Tierra. Su desaparición desencadenó una búsqueda que duró un mes y atrajo gente de todo el mundo con la misma esperanza: encontrar a Kiwi. Andy Pag siguió la búsqueda desde el principio y conversó con algunos de los amigos y familiares que participaron
Al desierto de Nevada en el sotavento del pico Spanish (3012m) los pilotos que vuelan en la zona le llaman Nevadastán. No solo por lo remoto del terreno polvoriento y sin carreteras, sino también por el ataque aéreo inclemente de térmicas brutales de 10m/s que te lanzan por el aire poco denso sobre picos de 3600m. Esquivar remolinos puede hacer del lugar el más inhóspito para volar parapente, pero Nevadastán también ofrece techos de 5000m, triángulos enormes y vuelos de 200km. Para James ‘Kiwi’ Johnston, el 22 de agosto del año pasado trajo su último vuelo.
Tres horas después de despegar, su rastreador Garmin inReach publicó una posición a 1670m sobre el pico Nine Mile (3072m) en el condado de Nye, al suroeste del pueblo de Eureka (480 habitantes), y a 115km del despegue, pero después dejó de responder y para el mundo exterior Kiwi había desaparecido. El misterio de lo que le sucedió burló a sus amigos y familiares durante el mes siguiente y los reunió para buscarlo ya fallecido.
Originario de Nueva Zelanda, Kiwi de 53 años empezó a volar en Estados Unidos a finales de la década de 1980 y fue uno de los pioneros en Jackson Hole que se alejó de la montaña para buscar térmicas. Había muchos riesgos, el equipo y las técnicas eran nuevas y no probadas, pero todo era parte del atractivo. Su interés por el vuelo vino del esquí y en aquella época tenía un estilo de vida de vago del esquí y valoraba su identidad de ser parte de la comunidad de los deportes extremos.
Durante los años siguientes, continuó en busca de lo extremo y su amor por lo alternativo en otros aspectos de su vida y se convirtió en un reconocido experto en drogas psicodélicas y miembro importante de la comunidad del Burning Man, un festival anual que se realiza desde 1986 en desierto Black Rock, también en Nevada.
Escribió tres libros acerca de su experiencia con drogas psicodélicas, y el más exitoso fue The Tryptamine Palace, publicado en 2009, que relata su experiencia reveladora con 5-MeO-DMT, una droga que se encuentra en las secreciones de sapos del desierto de Sonora y algunas plantas.
La experiencia de 20 minutos literalmente alucinante que evoca cuando se inhala en forma de humo puede afectar profundamente a los consumidores - el excampeón mundial de peso pesado de boxeo Mike Tyson dijo que le cambió la vida. “Fumé esa medicina, droga, o como quieras llamarla, y nunca volví a ser el mismo”, le dijo Tyson a Joe Rogan en su podcast en 2019 visto millones de veces. “Veo la vida diferente, veo a la gente diferente. Es casi como morir y volver a nacer... No tengo palabras para explicarlo”. No es solo para curiosos, ha vuelto a surgir interés en el uso de drogas psicodélicas para tratar enfermedades mentales y actualmente se investiga su uso en pacientes con depresión resistente a tratamientos.
Rob Whittall, Campeón Mundial de Parapente FAI en 1991, era uno de los amigos más cercanos a Kiwi. Se conocieron en 1993 “gracias a una pipa”, relata Whittall. “Tenía una mente exploradora y amplia increíble. Con hierba o drogas psicodélicas, le encantaba deformar la realidad en lo que quisiera. Tenía tanto allá arriba que no podías empañarlo con nada”.
Como autor agasajado de la psicodelia se le conocía por su pseudónimo James Oroc y se le presentaba como “el principal filósofo psicodélico de su generación”. Sus libros, charlas e historias tenían gran impacto en sus lectores. Una fanática, Nicole Christianson, dijo tras su desaparición, “Los textos de James me ayudaron mucho. Encontré mucha paz gracias a ellos. Me siento bendecida y honrada de haberlos encontrado”.
La vela de Kiwi tenía el número ‘420’, una referencia codificada para el cannabis, pero dentro la comunidad de vuelo le restaba importancia a su relación con las drogas psicodélicas, quizás cansado por tener de desmitificar su uso o por miedo del estigma de una comunidad tan conservadora y consciente de la seguridad.
“Este incidente no tiene nada que ver con las drogas psicodélicas”, dijo Rob Whittall, quien defiende cualquier suposición de que haya estado incapacitado durante el vuelo. “Estaba volando en Nevada y sabía que era extremo, además de haber tenido un inReach y oxígeno. Puede que se haya fumado un porro en el despegue, pero era normal para él. No era irresponsable. Era muy instruido con lo que hizo y con lo que sabía”.
Burning Man
En 1999, Kiwi descubrió Burning Man, el festival anual en el desierto de Nevada que se hace llamar a sí mismo “una metrópolis temporal dedicada a la comunidad, al arte, a la expresión personal y a la independencia”. La oportunidad de diversión capturó su imaginación y creó una tercera identidad bajo el nombre de Fitzcaraldo Oroc como fundador de la tribu de la caravana artística Lady Sassafras.
Una persona sociable y lleno de anécdotas, hizo amigos en todo el mundo. A veces se le acusaba de exagerar su propia imagen y su ego seguro de sí mismo hacía que tuviera que limar asperezas, pero aprendió a valorar enormemente las amistades de sus tres identidades.
A mediados de la década del 2000, Kiwi había visto suficientes accidentes fatales, por lo que colgó su alas y se concentró en el kitesurf. Se mudó a Nueva Orleans para estar más cerca de
En una entrevista con Gavin McClurg para el podcast Cloudbase Mayhem el año pasado, Kiwi reflexionó acerca de cómo había cambiado el riesgo durante más de 30 años de vuelo: “Cuando tenía 20 años, era el deporte absolutamente perfecto. Éramos lunáticos. Ahora con medio siglo, es el deporte perfecto. Ha progresado conmigo”.
Abanderado
“Kiwi era habitual durante años”, recordó Bill Belcourt, un viejo piloto de EEUU y figura clave durante la búsqueda. “Acampábamos juntos en competencias, fue clave en la comunidad durante sus inicios”.
“No nos vimos mucho, pero nos vimos con frecuencia durante 25 años. No participo en Burning Man ni hago viajes psicodélicos, pero era un piloto de fiar, una buena persona con quien estar y volar. Un hermano”.
Hace unos cuatro años, el también neozelandés Matt Senior le sugirió a Kiwi que intentara clasificar para uno de los pocos puestos en el equipo nacional y la idea pareciera haberle despertado una pasión. Su amiga cercana y vecina, Jenny Blow, encontró una lista escrita a mano por Kiwi entre sus posesiones, con el título “Metas de vida restantes”. “Representar a NZ en el mundial” de sexta y “Volar en el Karakórum” de primera.
Durante los últimos tres años, Kiwi había viajado por todo el mundo para competir, voló a grandes alturas cerca de Keylong en el Himalaya indio, voló distancia en Brasil y pasó meses viviendo en Colombia y México. En el camino, lanzó paracaídas un par de veces y se lesionó levemente. En febrero del año pasado ya había acumulado unos respetables 789 puntos en el XContest con cuatro vuelos en Colombia, siempre con su fiel Ozone Zeno (EN D).
“No volaba un ala que estuviera más allá de sus habilidades”, dijo Robbie acerca de su último vuelo. “En cuanto a habilidad, tenía derecho a estar donde estaba. Era un piloto competente. Pero no era piloto nato. Tuvo que aprender a hacer todo y a veces, en los momentos más agresivos del vuelo ser piloto nato puede significar la diferencia entre un buen o mal resultado”.
Durante la entrevista para Cloudbase Mayhem, Kiwi reconoció lo anterior. “Vuelo más por buena suerte que por buen manejo. Y he visto a muchos buenos pilotos no tener tan buena suerte. Por ello, me siento afortunado”.
Eventualmente, se le acabó esa suerte y la gente de todas sus tribus vinieron a buscarlo.
La búsqueda
La comunidad de Burning Man buscó información de supuestos militares infiltrados que usaron tecnología satelital secreta para ubicar el inReach de Kiwi que no respondía. Hasta 35 videntes, que usaban poderes psíquicos para ver un objetivo, dieron pistas de su paradero.
Sin conocer a Kiwi, uno de los videntes remotos mencionó un sapo y otros detalles que sugirió una conexión con el. También le dijo a la vecina de Kiwi, Jenny Blow, el nombre de un lugar: ‘Steak Pass’. Una búsqueda en Google reveló el ‘Beef Pass’ en su rumbo esperado de vuelo. Nervioso por no buscar en todos lados, el esposo de Jenny fue a ver y tachó el lugar de la lista. La búsqueda satelital militar tampoco permitió encontrar el rastreador, pero de una forma u otra estos intentos poco ortodoxos reflejaron el personaje que era Kiwi.
Mientras tanto, programadores de informática crearon una página web que permitió a un ejército de 500 voluntarios en línea comparar imágenes antiguas y nuevas de la zona y buscaron metódicamente formas blancas que pudieran ser velas. Se rastrearon un sinfín de kilómetros cuadrados que generaron pistas.
En tierra, las pistas fueron seguidas por 30 voluntarios que aparecieron un día después de la alarma. En su mayoría eran pilotos estadounidenses con conocimiento del terreno, posibilidades y suerte, y equipados con ocho aviones, un helicóptero, drones, vehículos todo terreno y botas. Se recaudaron $97.000 para pagar la búsqueda y la familia ofreció $10.000 de recompensa.
Con la ayuda del sheriff local y equipos de búsqueda, los pilotos Reavis Sutphin-Gray, que voló con Kiwi el día que desapareció y dio la voz de alarma, y Bill Belcourt coordinaron los equipos de búsqueda por tierra y aire, dirigieron y usaron los recursos en zonas diferentes y eliminaron pistas prometedoras a medida que las iban revisando.
Como autor, a Kiwi le gustaba hacer comparaciones con Hunter S. Thompson, el creador del periodismo gonzo que creía vivir una vida más interesante que los sujetos sobre los cuales escribía. Muchos de los que buscaban a Kiwi tenían esperanza de que aparecería con una sonrisa y una historia para explicar su desaparición.
Bill Belcourt admitió lo frustrante que fue darle prioridad a las pistas y la ansiedad de tomar malas decisiones sabiendo que Kiwi podría depender de ellas para su rescate. “Rocas, arena, winebagos, equipo agrícola. Investigamos tantas cosas blancas”, explicó.
Pero a medida que pasaron los días y la ventana de supervivencia se cerró, la búsqueda se convirtió en una oportunidad para procesar y aceptar la pérdida de su amigo. Todos tenían un poco de esperanza, e incluso si parecía raro para los demás, tenían que eliminarla para poder hacer el luto.
Después de una semana, el Sheriff abandonó la búsqueda. Diecisiete días después de la desaparición, habían participado más de cien voluntarios, pero tuvieron que irse a regañadientes y dejaron sus datos a los cazadores locales.
Mientras tanto, Kiwi seguía escondido, invisible bajo un árbol a unos 15km de su última ubicación.
La hermana de Kiwi, Kim Johnston y Rod Whittall abandonaron la zona de búsqueda para empezar el proceso solemne de revisar su hogar y sus pertenencias en New Orleans y prepararse para regresar a Nueva Zelanda.
“En estos últimos años, se había vuelto más abierto y comunicador con la familia”, dijo Kim. “Se dio cuenta que nuestros padres envejecían y se acercó mucho más. Vino a casa en Navidad”.
“Fue genial conocer a todos sus amigos, llenaron muchos vacíos y me contaron de los viajes y aventuras que había hecho. Muchas de esas historias de guerra las contaban con emoción”.
Rob dijo, “Me costó muchísimo que la historia quedara inconclusa. ¿Cómo podría terminarse ahí? No había nada. Cuando no se tiene idea de lo que sucedió es difícil hacer otra cosa que pensar y preocuparse”.
El ala
Cuando todos los equipos a pie, helicópteros, satélites y psíquicos se habían retirado, lo único que quedaron fueron afiches de papel pegados a señales de Pare que ondeaban pacientemente con la misma brisa del desierto que se había llevado el cuerpo de Kiwi. Posteriormente, el miércoles 16 de septiembre, uno de los afiches llamó la atención de un par de mineros locales y se acordaron de la tela inflada que habían visto temprano ese día.
Cuando terminó su turno, regresaron a buscarla y no cabía duda que era el parapente de Kiwi. Se encontraba a apenas 15 metros de una carretera de tierra por la que habían pasado muchas veces los equipos de búsqueda, pero sin la brisa adecuada quedaba cubierta por la vegetación. Rod Whittal y Bill Belcourt habían sobrevolado el lugar dos veces en helicóptero y habían revisado el terreno en busca de esta aguja en el pajar de terreno, pero no estaba visible.
Dos días después, el viernes 18 de septiembre, un equipo pequeño, entre los que estaba el sheriff local y Bill Belcourt, encontraron a Kiwi a aproximadamente 2km de donde habían encontrado el ala. Su cuerpo descansaba bajo un árbol; el arnés estaba intacto y no había intentado lanzar paracaídas. Durante una prueba de extracción en el lugar, el paracaídas salió de forma normal.
El lunes siguiente, el 21 de septiembre, el despacho del sheriff del condado de Eureka publicó un informe en el que se atribuyó la causa de la muerte a “traumatismos múltiples debido a caída a gran altura”.
Investigación
“Es una pérdida personal para nosotros”, dijo el piloto de pruebas de Ozone Russell Ogden. Kiwi había sido parte del mundo del vuelo cuando se fundó Ozone. “Era como un hermano, parte de la familia”.
Russell encabezó la investigación realizada al ala y equipo de Kiwi, así como la traza de vuelo. A principios de diciembre, publicaron un informe de 12 páginas (tinyurl.com/kiwireport). Fue un texto aleccionador, en particular porque reveló que el error del piloto, como es frecuente, había tenido que ver. Mediante correos electrónicos se demostró que Kiwi había cambiado las líneas del parapente él mismo en febrero de 2019. Cuando lo hizo, utilizó un nudo de alondra básico para conectar muchas de las líneas. Ningún centro de servicio profesional habría cometido ese error - hacer un nudo de alondra a cualquier cuerda hace que se reduzca su fuerza de ruptura, es regla general en 30%. Para un máximo de fuerza, el bucle de la línea debe deslizarse sobre el anclaje y fijarse adecuadamente, para que tirón sea direccional, sin que se devuelva.
Kiwi también volaba el ala demasiado pesado. La carga máxima de la talla más grande de la Zeno es de 125kg. Vestido para volar a gran altura y cargado de agua y equipo de oxígeno volaba a un PTV de entre 130-140kg. Esto implica que habría volado rápido y cualquier colapso sería potente.
Después de tres horas de vuelo, con 25km/h de viento OSO, a las 2:27pm, durante el momento más fuerte del día, a gran altura (4230m) y a 2200m del suelo, entró en una térmica de 5.4m/s de promedio durante 20 segundos. Un pico fuerte de 13m/s sugiere que encontró una ráfaga fuerte justo antes del incidente.
No se sabe si lo que siguió fue un colapso o negativo, pero 11 segundos después entró en barrena, “probablemente parecido a un SAT” según el informe. La espiral tuvo un promedio de -12m/s y se aceleró hasta un máximo de -23m/s. Después de 300m, las líneas fallaron y Kiwi entró en caída libre. Según el informe, debido a lo fuerte de la espiral, con mucha fueras G, y el hecho de que no lanzara paracaídas es probable que Kiwi ya estuviera inconsciente cuando se rompieron las líneas.
Un análisis más exhaustivo del ala develó que las líneas de la banda izquierda estaban maltratadas, quizás debido a la fricción ocasionada por una vuelta. Se cree que una de esas líneas se haya roto de primero, siguieron dos más y después se desprendió la vela.
Es fácil para los pilotos decir “no me sucedería a mí” cuando leen el informe porque los titulares dicen que colocó mal las líneas y que volaba pesado. Pero la verdad es mucho más prosaica. Entre las nueve recomendaciones del informe (hazle servicio a tu ala, no vueles demasiado pesado, ten cuidado a gran altura) la principal está dirigida a pilotos experimentados. “Nunca permitas que un incidente se convierta en una situación fuera de control, sobretodo con un ala EN D de alto rendimiento o de competencia. Las fuerzas G aumentan rápidamente y pueden tener como consecuencia una pérdida de conocimiento.
“Si te encuentras en una situación en la que se desarrolla una espiral no deseada, lo primero que debe hacerse hasta 180 grados del inicio del giro es controlar/reducir/detener la rotación. Debe ser lo prioritario. Si tienes giros en las bandas, controla el rumbo antes de intentar sacar los giros. De ser necesario, haz una pérdida para matar la energía y las fueras G mientras todavía puedas hacerlo”.
Añade: “Si no puedes volver a controlar el rumbo y las fuerzas G aumentan, lanza el paracaídas inmediatamente. Este recordatorio aplica especialmente a los pilotos experimentados - es fácil creer que es posible recuperarse de cualquier situación estando alto. [Este incidente] ilustra claramente que no siempre es el caso”.
Resultado
El impacto dañó el rastreador satelital inReach, por lo que Kiwi estuvo descansando en paz antes de ser encontrado. Al buscar dentro de la deriva estimada del ala en caída, no le llevó mucho al sheriff, Bill Belcourt y a un equipo de ocho ubicar a Kiwi que estaba a apenas 2km. El hallazgo terminó con cualquier esperanza, pero aclaró cualquier duda de que habría sufrido mientras esperaba el rescate.
Reavis Sutphin-Gray y Bill Belcourt estuvieron exhaustos los días siguientes. Bill Belcourt hablaba suave y a veces flaqueaba, y dijo, “Me siento agotado. No he dormido bien desde que fui [a recuperar el cuerpo]. Espero volver a la normalidad en algún momento. Es mucho que procesar. Te saca del sueño. Fue algo difícil de ver para todo el equipo presente, incluso para Belcourt que ya ha recuperado cuerpos de amigos de la montaña.
Tanto a el como a Reavis se les considera héroes por el esfuerzo desinteresado al organizar la búsqueda. Ambos detestan que les llamen así y le agradecen a los más de 100 voluntarios que dieron su tiempo.
“Solo tuve suerte de haber tenido las habilidades necesarias y no tener que trabajar ni cuidar niños”, dijo Reavis con modestia.
“Lo último que puede hacerse por un amigo es ayudar de cerca a su familia”, dijo Bill. “Este es nuestro estilo de vida, son nuestras decisiones, no le corresponde a la familia. Pero les toca participar cuando las cosas salen mal. Es nuestro trabajo, debemos hacerlo por la familia”.
Se apreció el esfuerzo. “Después de haber vivido con ello durante cuatro semanas, me sentí aliviada”, dijo Kim Johnston acerca del hallazgo. “Ha sido una montaña rusa, pero ahora podemos dejar de preocuparnos por el. No quería volver a casa sin el y es un alivio poderlo llevar a casa”. Regresó a Nueva Zelanda con las cenizas de su hermano unos días después.
‘Murió haciendo lo que le gustaba’ es un tropo fácil que se le dice frecuentemente a la familia y amigos ajenos a los deportes de aventura con la esperanza de que perdonen la pérdida repentina de su ser querido por lo que pareciera una búsqueda egoísta de emociones fuertes. No cabe duda que Kiwi entendía los riesgos de volar y las consecuencias de accidentes mejor que la mayoría. En tres décadas de vuelo participó en la búsqueda de pilotos perdidos y vio a varios amigos morir, por lo que debe haber sabido que sería su familia y su tribu los que cargarían con la pena.
Antes de regresar a casa, Kim dijo, “Uno siempre se lamentará. Nadie quiere que nadie se vaya. Definitivamente queremos más tiempo con el otro, pero sé que lo querían y que a el le encantaba lo que hacía”.
“Su estilo de vida era hacer lo que quería. Nunca iba a ir a un geriátrico. Vivía y le encantaba su vida. Haberse ido rápido y no haber sufrido es más de lo que se podría pedir”.