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VI. Estética y prudencia

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Conclusiones

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VI. ESTÉTICA Y PRUDENCIA

En este apartado trataré la relación de la estética con la prudencia. El nombre griego es phrónesis, pero para evitar una confusión innecesaria mantendré la traducción típica del término, que el español heredó del latín, a saber, prudencia. Así lo haré, además, porque la estética que propongo, basada o dependiente de la hermenéutica analógica, la califico de prudencial y no de phronética, ya que la prudencia recoge la sabiduría griega, pero de Roma a la fecha, se ha expresado, con sus avatares, en las lenguas romances. Lo que hasta ahora he expuesto, la relación de la estética con la analogía y el ícono, se emparenta con la prudencia, ya que, como aquellas, ésta se encuentra en medio del univocismo y el equivocismo. Beuchot define la prudencia, siguiendo a Tomás de Aquino, como una virtud que nos permite elegir los medios adecuados, es decir, con moderación, para un fin, además de rectificar la razón hacia el bien moral.60 Él mismo, en su obra Phronesis, analogía y hermenéutica, de 2007, desarrolla estas ideas a partir de una encuesta histórica y saca las consecuencias de ello para su propuesta en relación con la hermenéutica y la analogía. Anda, en ese libro, a la caza de la definición de la prudencia así como las relaciones que guarda con la analogía, de tal manera que se

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60 Cfr. Aguayo, Enrique, La hermenéutica filosófica de Mauricio Beuchot… p. 79.

justifique mejor lo que ha dado por llamar hermenéutica analógica. Para mi propósito éste es el apartado en el que, después de relacionar la estética con la analogía, lo que la conecta con la epistemología, y con el ícono, lo que la pone en contacto con la ontología, se buscarán los fundamentos prudenciales de esta estética y que, además, la relacionarán con la ética. Así, pues, intentaré conseguir esto para después plantear, aunque sea preliminarmente, esta estética, que tanto se necesita hoy ante los embates de posturas extremas que ya han dado de sí.

[Encuesta histórica sobre la prudencia y la estética] Mauricio Beuchot recuerda que los primeros en destacar la conexión entre la prudencia y la analogía fueron los pitagóricos. Para ellos la prudencia era una virtud que llevaba a la acción proporcional, pues se encargaba de lograr el equilibrio, la mediación y aportar los medios para alcanzar los fines deseados. Para Sócrates y Platón la prudencia fue una virtud intelectual. Aristóteles la ubicó entre las virtudes dianoéticas y éticas, con preponderancia de la práctica. Los estoicos volvieron a la concepción socrático-platónica. La Edad Media, específicamente con Tomás de Aquino, volcó de nuevo, por el aristotelismo de la escolástica, su atención al aspecto práctico de la prudentia. Para Maquiavelo fue sinónimo de astucia y zorrería, habilidades propias del príncipe. Baltasar Gracián la asoció con el gusto. Gianbattista Vico la encontró en el sentido común. Pascal la vio como el enlace entre el espíritu de fineza y el de geometría, haciendo ver que ambos eran necesarios. En Kant se mezclaron el maquiavelismo y la sabiduría práctica ante el

callejón sin salida de la razón pura. Adela Cortina, lectora del filósofo alemán, pugna por una ética de virtudes o excelencias en tanto que sabiduría práctica, por más necesaria que se haga la filosofía moral.61 Algunos contemporáneos, como Alasdair MacIntyre, en su obra Tras la virtud, ha vuelto a Aristóteles.62 La estética pudencial que propongo no puede perder de vista este recorrido y esta encuesta histórica. Sin bien no me detengo en los detalles, cosa que ya hizo el filósofo mexicano, he de señalar que la prudencia no puede faltarle a la estética si pretende salir del impasse que vive, ya que el quehacer estético es teórico y práctico. José Antonio Arvizu Valencia, profesor de estética, ha señalado que las tareas de la estética son 1) entender, experimentar e investigar las direcciones del talento que dan la obra de arte; 2) inferir valores artísticos de testimonios materiales, sabiendo que no se reducen a los vestigios de las obras; 3) educar los gustos, evitando polémicas insostenibles; 4) sensibilizar las teorías, dirimiendo infructuosas discusiones; y 5) fundamentar el instrumental crítico de las artes.63 Estas tareas sólo son posibles en la medida en que se involucran las teorías y las prácticas y, por supuesto, la mediación y la moderación que aporta la prudencia, pues sin ella sería

61 Cfr. Cortina, Adela, Para qué sirve realmente la ética, España: Forum Larramendi, 2014, 1h 30min; Cortina, Adela (2013), Para qué sirve realmente la ética. Barcelona: Paidós. 62 Cfr. Beuchot, Mauricio (2007), Phronesis, analogía y hermenéutica. México: UNAM, pp. 12-89. 63 Cfr. Arvizu, J. Antonio (2005), Apuntes de estética. Querétaro: Omnes Homines, p. 12.

muy fácil caer en la prescripción, olvidando el trabajo de los artistas, o perderse en la descripción permisiva que no sepa discernir entre una obra de arte y lo que no lo es.

Ahora bien, de entre los filósofos más importantes del siglo XX, Hans-Georg Gadamer ha sido quien más enfáticamente ha relacionado la prudencia con la hermenéutica. El acto hermenéutico o la interpretación tiene como modelo la prudencia, pues ésta coloca lo particular en lo general, como sucede con el juicio del gusto de Immanuel Kant, o, en palabras del filósofo mexicano, es ella la que permite poner un texto en su contexto. Asimismo la prudencia es modelo de la interpretación porque el medio del que se sirve esta virtud es la deliberación, tan necesaria en ética como en hermenéutica, ya que se sopesan las razones y los argumentos para establecer una buena decisión o juicio contra posiciones rivales. Esto es posible, dice Beuchot, porque el modelo de la prudencia es la analogía, ya que, en tanto proporción, toda deliberación es proporcional. De esto se infiere que si la hermenéutica tiene como modelo la prudencia y ésta lo tiene en la analogía, en la línea de Gadamer, se hace viable y necesaria una hermenéutica analógica. He tratado de mostrar hasta ahora que la estética es una hermenéutica regional y que sus objetos son la sensibilidad, la belleza y el arte. Así pues, si es una hermenéutica de estos objetos, su objetivo es interpretarlos como textos o signos. Estos signos no pueden ser sino icónicos, agregaría. De esta manera la prudencia se involucra inmediatamente con la estética, ya que la interpretación que hace ésta de sus objetos

requiere de moderación y mediación, por un lado, y, por otro, de deliberación y juicio. Éste último limitado para argumentar a su favor, pero abierto para ampliarse o refutarse. Es por esto que he querido llamar a esta propuesta estética prudencial. Y, también, porque con ello conecta con la ética, especialmente con una de virtudes. Y la virtud que tanto se requiere en estética como en hermenéutica es la de la sutileza, a saber, la capacidad de encontrar una tercera vía entre los extremos. La prudencia impone moderación y evita los juicios sumarios, cosa que en la estética, respecto de la sensibilidad, la belleza y el arte, hace tanta falta. Da, además, una vía de acción y, por supuesto, un modelo de trabajo. Esto no sólo aplica a quienes fungimos de espectadores, sino que también aplica a los artistas, que, en tanto intérpretes del mundo y de la realidad, sólo pueden hacerlo, si quieren que su obra sea bien recibida e influya en las conciencias, prudencialmente.

A continuación, siguiendo a Mauricio Beuchot, detallaré la relación de la prudencia con la hermenéutica, la analogía, la hermenéutica analógica, el acto interpretativo y, por supuesto, la estética que se nutre de todas las relaciones anteriores.

[Prudencia, hermenéutica y estética] La hermenéutica es la disciplina de interpretación de textos. Interpretar es poner un texto en su contexto. La prudencia, en la historia, se ha mostrado, preponderantemente, como sabiduría práctica. Esto significa que se relaciona con lo singular, lo contingente, lo concreto, lo movedizo y lo cambiante, es decir, los casos,

que acopla con lo general o universal, a saber, la ley. El texto es el particular y el contexto es el universal o general. Para Hans-Georg Gadamer, prudencia y hermenéutica tienen una estructura semejante. Lo que la primera hace en la moral, la interpretación lo hace en la hermenéutica. Ambas van de la deliberación al juicio, que en la interpretación es la hipótesis. La deliberación busca razones y argumentos a favor del juicio o hipótesis. Acepto, con Gadamer y Beuchot, que la demostración no es apodíctica, sino tópica, esto es, probable, ya que se queda en lo verosímil, lo que implica su apertura a los nuevos hallazgos, que siempre atienden lo singular y lo contingente. Por eso la prudencia en la hermenéutica se parece más a la filosofía práctica que a la ciencia. Aunque la prudencia y la interpretación se aprovechan de principios universales, deben hacerlos aterrizar o adaptarlos a los particulares. En esto se ve cómo la hermenéutica mezcla la prudencia, el saber y la técnica. La estética, como hermenéutica de la sensibilidad, la belleza y el arte, es también prudencial. Acopla el universal al particular. Por ello, que sea mejor hablar de sensibilidades, cosas bellas y artes. Pone los textos que son en sus respectivos contextos. Delibera y hace juicios sobre ellos. La deliberación se extiende desde la abducción de la hipótesis sobre las sensibilidades, las cosas bellas y las artes a la argumentación a favor de dicha hipótesis. Y como hay apertura, pues la verdad de donde venga, el juicio queda a la discusión por su alcance verosímil. Esto no es un defecto, sino una virtud. Ya Kant notaba que la belleza descubierta en las artes trae consigo la oportunidad de entablar un diálogo y hacer comunidad en él. Ni las

opiniones ni las verdades científicas, entendidas tajantemente éstas, posibilitan ni propician el diálogo. A esto se suma que no sólo hay muchas opiniones sobre las artes, sino también muchas perspectivas de acercamiento a éstas. Cerrarse al diálogo caería en alguna de las posturas extremas que se quieren combatir.

Comprender y actuar implican un riesgo. Ni una ni otra implican la simple aplicación de un saber general. La comprensión cuando se da es una interiorización de una nueva experiencia que se suma al todo de nuestra experiencia espiritual. Ya Heidegger definía la interpretación como la apropiación de lo comprendido. Esta apropiación es innegable e ineludible, pues se ve evidenciada en las creencias y las acciones. Sobre este modelo se edifica la hermenéutica. Ésta es reflexiva. Cuando se comprende o interpreta se autocomprende o autointepreta el intérprete. La prudencia en tanto que virtud se encarna y se vive en consecuencia. La comprensión-autocomprensión es autoformación de adquisición de la virtud que se gana con buenos modelos y mucha práctica. En ética como en hermenéutica se requiere de la deliberación y el juicio. En la segunda se nota en el paso de la inventio a la argumentatio. En ambos casos se trata de dar con lo más adecuado y dar razón de ello.64 En la estética, pues, se da lo mismo. Su objetivo es comprender-interpretar las sensibilidades, las cosas bellas y las artes.

64 Cfr. Beuchot, Mauricio (2007), Phronesis, analogía y hermenéutica. México: UNAM, p. 96.

Al cumplir su objetivo promueve la autocomprensión. Y esto se da en la práctica, es decir, en la adquisición del hábito. Pero como hay que evitar los extremos viciosos, debe hacerlo prudencialmente, ya que lo ganado se refleja en los saberes y las acciones, criterio de verdad que se funda en la correspondencia entre lo que piensa o se cree y se vive o hace. Este equilibrio busca mediar y balancear esas, a veces, extremas posturas entre optar por las teorías y los gustos personales. En la estética como en la hermenéutica se pasa de la inventio a la argumentatio, de la deliberación al juicio y de vuelta para dar con las razones y los argumentos adecuados sobre una hipótesis. Pero también en esto se nota la cercanía de la estética con la ética, pues todo juicio implica un compromiso moral del cual hay que dar razón, es decir, hay que hacerse responsable. Y nadie se hace responsable de lo que no se ha apropiado como suyo. Por eso se hace importante la prudencia como modelo y vía para la estética.

[Prudencia, analogía y estética] A continuación veré la relación de la analogía con la prudencia. La analogía es proporción, mesura, moderación y armonía, o al menos, las busca. La prudencia es el equilibrio proporcional entre lo particular y lo general. En la analogía predomina la diferencia y lo particular sobre la identidad y lo universal, sin claudicar por la semejanza. La prudencia es la virtud que señala a la acción su proporción, su término medio. Ambas se conectan. La analogía es el modelo de la prudencia y ésta lo es de la hermenéutica. La prudencia es, por decirlo así, la analogía puesta en

práctica. Ambas buscan la proporción o equilibrio o mesura o mediación. El término medio de las acciones es el objetivo de la prudencia.

También, como ya se dijo, es la virtud que busca los medios adecuados, en el marco de la verdad y el bien, para alcanzar los fines previstos. La prudencia es la llave de las otras virtudes, ya que si todas las virtudes son hábitos buenos y por lo tanto medios entre los extremos o los vicios o hábitos malos, la prudencia da sentido y equilibro a las otras virtudes. No hay circularidad en ello, dice Beuchot, puesto que la prudencia se da en un inicio incoactivamente. Con el tiempo se adquiere o amplia, como el resto de las virtudes. Al ser sabiduría práctica requiere adaptarse a lo concreto, singular, contingente y particular, es decir, a los cambios de la realidad, pero sin perder de vista los principios universales, para que la acción siga siendo virtuosa. El juicio prudencial se consigue en la interpretación cuando ha pasado por la deliberación o ponderación de las razones y los argumentos que hay sobre un juicio u otro. Un juicio prudencial es el que sopesa pros y contras de varias conjeturas. En esto se ven los momentos retóricos de la inventio y la argumentatio.

La estética, por su lado, recurre tanto a la analogía como a la prudencia. Recurre a la primera porque su juicios son proporcionales, moderados, verosímiles, pero adecuados a lo que se sostiene. Recurre o se funda en la prudencia por el modo de proceder. No se pasa por alto la deliberación en tanto que

ponderación de las razones y argumentos sobre cierta conjetura o hipótesis, que proporcionalmente se defiende como la más probable frente a otras. Y esto lo hace cuando dice algo sobre la sensibilidad, la belleza y el arte, ya sea que lo haga en general o en particular. Además, puesto que la prudencia debe ajustarse a las particularidades del contexto, y en la investigación estética y artística por lo menos esto implica atender a los especialistas, sin dejarse perder por el mar de impresiones, gustos y opiniones, sabe ubicarse entre las novedades y lo contingente y los principios que sirven de criterio para la interpretación.

Estos principios son, por supuesto, los de la hermenéutica en sentido epistemológico y ontológico, y, además, ético. Pero, y también, los que le dictan su pertinencia a la estética, a saber, sus objetos de estudio. Por ejemplo, cuando se aboca al estudio de ciertas sensibilidades no puede perder de vista que éstas son unas entre otras y que todas son sensibilidades, es decir, tienen en común algunas características que permite unirlas o conectarlas. Estas características son icónicas, pues, como se vio, el ícono lleva de lo evidente a lo oculto, de lo particular a lo universal, y cuando se habla de una sensibilidad, se habla, por ende de todas y de la sensibilidad vista desde ciertos aspecto o perspectiva, pero no deja de ser sensibilidad. Lo mismo sucede con las artes y las cosas bellas. La sensibilidad, la belleza y el arte bien pueden presentarse como ideales, pero aún en este caso son regulativos, ya que así se evita la dispersión que, llevada al extremo, nos dejaría en la imposibilidad de decir nada.

[Prudencia, hermenéutica analógica y estética] Para Gadamer, la prudencia es el esquema de la interpretación y es la que permite decidir entre una hipótesis y otra. La elección de una teoría científica, decía Karl Popper, se debe también a la prudencia. La prudencia conecta con la analogía porque es su modelo. Y puesto que es así, en la línea de Gadamer, se puede sostener una hermenéutica analógica que, como se dijo, la metodología y virtud necesaria para ella es la sutileza, es decir, la posibilidad y la capacidad, analógica, icónica y prudencial, de encontrar una tercera vía o una otra vía en los casos en los que sólo se hacen manifiestas las posturas extremas. Para conseguir esto se hace necesario distinguir. Como decía Peirce, hay situaciones en las que nos encontramos ante un dilema, es decir, ante dos salidas extremas. Es aquí donde la sutileza, analógica y prudencial, se hace pertinente, pues en su aplicación bien puede encontrarse una salida que no incurra en el vicio. Esto significa que esta tercera vía, al ser prudencial, es convergente e integradora, en ella confluyen los extremos, pero con moderación y límites. Se consigue un juicio verosímil pero suficiente, capaz de escapar a los cuernos del dilema. Es la proporción puesta en práctica. Ser sutil es saber deliberar. La distinción de la sutileza evita los univocismos y los equivocismos. Conecta lo particular con lo universal. La estética también requiere de la sutileza. Esta estética prudencial es, como se dijo, analógica. Se aprovecha de los hallazgos de la hermenéutica analógica y aplica la metodología de ésta. La hermenéutica analógica se funda en la sutileza, también muy necesaria en los juicios que de la sensibilidad, la belleza

y el arte se hacen. La sutileza de la hermenéutica analógica, como la de la estética, implica que se encuentre, por medio de la analogía puesta en práctica o la deliberación, el medio de la prudencia, una tercera vía o tercera postura integradora y conciliadora, que sepa captar la verdad de las posturas extremas, pero que no incurra en los vicios o excesos o defectos de éstas. La estética debe ser, pues, sutil en sus juicios y sus deliberaciones sobre sus objetos. No debe perder de vista que se mueve entre extremos. En ella, lo mismo que en la hermenéutica analógica, conectan la analogía, la prudencia y la sutileza. Así puede verse cómo no hay estética sin epistemología, sin ontología y sin ética.

[Prudencia, acto interpretativo y estética] Beuchot dice que “como modelo la phrónesis, […] es proporción (analogía) en vivo, hecha hábito operativo. Una hermenéutica analógica, basada en la proporción o armonía, es la que mejor puede realizar ese modelo prudencial, de equilibrio y mediación oscilatoria entre lo particular y lo universal, que es lo que da la phrónesis o prudencia”.65 La prudencia, pues, es desde Aristóteles sabiduría práctica. Si la sabiduría lo es respecto de los principios teóricos, universales y necesarios, la prudencia lo es respecto de lo concreto, contingente y mudable. Es relación con la sabiduría. Asimismo, como se ve en la Ética a Nicómaco, la prudencia se emparenta con el arte en tanto que son virtudes,

65 Beuchot, Mauricio (2007), Phronesis, analogía y hermenéutica. México: UNAM, p. 104.

y que como éste tiene algo de estrategia, esto es, técnica, para, conociendo los principios y los medios, alcanzar ciertos fines. La aplicación de los principios o reglas se da con modulación o según cierto modo, a saber, el adecuado a las circunstancias y contextos. Así se conectan lo particular y lo universal, el texto y su contexto si se ve la prudencia en su relación con el acto interpretativo. Esta conexión o aplicación no es lógica, sino retórica y por eso es prudencial. Hay cosas sobre las que no se puede tener seguridad o certeza absoluta, así que una aproximada o verosímil es suficiente. Ésta se consigue por medio de la prudencia que recurre a deliberar, ponderar o sopesar las razones o argumentos de una hipótesis o un juicio sobre otros. Y esta deliberación se consigue poniendo un texto en su contexto. Pero hacer esto no sigue un camino lineal, sino en espiral o siguiendo ciertos vericuetos. El juicio, primero como hipótesis, luego como tesis, es el resultado de la deliberación. Él implica un diálogo. Todo esto se consigue en la práctica o es deseable que se haga una virtud, de ahí que no haya un método específico, pero sí indicaciones y correlatos virtuosos a seguir. La estética prudencial, entonces, es una estética que se funda en la prudencia y que la asume como la virtud necesaria para llevar a cabo la interpretación que requieren sus objetos, a saber, la sensibilidad, la belleza y el arte. Esta interpretación prudencial lo sería porque se funda en la analogía y buscaría, sutilmente, una tercera vía u otra alternativa, sin perder lo que de verdad aporten, a los extremos. Su medio sería la deliberación para llegar a un juicio hipotético y a partir de la misma avance en las razones o argumentos que descondicionalicen

dicha hipótesis, a sabiendas de su carácter verosímil. En las artes, por lo menos y más en la actualidad, esto se hace muy necesario, ya que los estudios que se concentran en ellas pierden de vista la sensibilidad y la belleza, por un lado, y se pierden, por el otro, en disquisiciones de diversa índoles, rayando en los extremos univocistas o equivocistas, lo que redunda en el desacuerdo y en el monólogo. Una estética prudencial, a sabiendas de la tensión, se ubicaría entre todas esas posturas y se aprovecharía de ellas en la medida de su veracidad y bondad.

[Balance] La estética, lo mismo que la hermenéutica analógica, se funda en la prudencia. Es su modelo también. Y si, como se ha visto, se sirve de la analogía y el ícono, de la prudencia no puede no hacerlo en este tiempo que las artes y los artistas pretenden hacer uso de los avances tecnológicos a costa del bien y la verdad. Por eso es que he propuesto esta estética prudencial. No sólo porque se funda o depende de la hermenéutica analógica y porque como ella se ubica en el medio virtuoso de la interpretación de sus objetos específicos, sino porque requiere de un modelo que medie entre artistas y público, entre deseos y alcances, entre los ideales y la realidad, y esto se encuentra en la prudencia. Ésta no es sólo una virtud, es, como se ha insistido mucho, modelo. Es cierto que ha de adquirirse y ampliarse y que con ella vienen otras virtudes, pero, en tanto que modelo, ha de aplicarse o llevarse a los más ámbitos que se puedan, especialmente ésos en los que parece no haber un acuerdo inmediato. En ética como en estética no todo es objetivo porque a veces no nos ponemos de acuerdo,

pero tampoco todo es subjetivo porque a veces sí nos ponemos de acuerdo. La prudencia es la virtud y el modelo para encontrar ese acuerdo en el diálogo. Si todo fuera objetivo o todo fuera subjetivo, nada habría que dialogar, pero no es así. El término medio y los medios adecuados se consiguen cultivando la prudencia. Y en estética esto es preponderante, ya que le devuelve su pertinencia y la posibilita para entrar en diálogo con teorías y gustos, tendencias y opiniones e ideologías y asegunes sobre la sensibilidad, la belleza y las artes.

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