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Argentina y el camino a la apertura comercial
Lic. Yanina S. LOJO
Mg. en Dirección de Finanzas y Control. Titular de Consultora Lojo @mg.yaninaslojo www.consultoralojo.com
Durante el 2025 uno de los grandes desafíos que tendrá que enfrentar la Argentina es lograr la apertura comercial que tanto necesita y equilibrar la economía local con este nuevo nivel de competencia.
No hace mucho tiempo atrás circulaba un gráfico que había elaborado el Banco Mundial sobre el nivel de apertura comercial en 2023. Poco debería sorprendernos que en la región nuestro país no solo no encabeza el ranking, sino que además se encuentra en el nivel más bajo, junto con nuestro principal socio comercial Brasil. En diciembre Argentina asumió la presidencia Pro Tempore del MERCO-
SUR y con ella, el compromiso de llevar al bloque al siglo XXI. El anuncio de la culminación del acuerdo con la Unión Europea es más que significativo porque implicaría la creación de una de las zonas de libre comercio más importantes del mundo. Este acuerdo que tiene más de veinte años de negociación muestra lo difícil que les resulta a los miembros avanzar en los procesos de liberalización del comercio.
La pregunta que nos deberíamos hacer es ¿por qué? ¿Por qué si se creo un acuerdo regional que busca fomentar el libre comercio dos de sus miembros plenos y fundadores se encuentran en el nivel más bajo de apertura comercial? ¿Por qué aún hoy muchos creen que el crecimiento de las exportaciones depende de que se limiten las importaciones, porque se cree que estas destruyen a la industria local? ¿Cómo se podría generar riqueza en una economía cerrada? ¿Cómo podríamos innovar si no estamos expuestos a la competencia?
La economía argentina en 2025 deberá enfrentar muchos desafíos, como lo ha hecho siempre, y no sólo tiene que ver con lograr la apertura comercial. En general, cuando se habla de abrir el comercio se piensa que esto traerá el cierre de fábricas y la pérdida de puestos de trabajos. Y como para muestra basta un botón, suele citarse lo que sucedió en etapas de la historia argentina, cuando se produjo un fenómeno de este tipo. Siempre se asocia que esto sucedió porque se abrió el juego a la competencia internacional. Pero ¿Y si quizás hubo otros factores locales que se combinaron y terminaron llevando la situación por ese camino?
Libre comercio vs Proteccionismo
Discusión que lleva décadas y que ganó muchos adeptos en la última parte de los noventa, no sólo en Argentina sino también en el mundo. Inclusive hay quienes han sugerido que nuestro país va en contra mano, ya que mencionan que tras la pandemia el nivel de proteccionismo se incrementó en algunas naciones porque el libre intercambio no era tan positivo. ¿No responderá quizás a otra situación? Por ejemplo, ¿Podría ser que algunos países tuvieron que elevar las barreras al comercio para contener los efectos de la intervención del Estado durante el encierro?
El libre comercio no sólo sirve para distribuir la riqueza sino además como un medio para fomentar la paz. Cada vez que los países aumentan las barreras comerciales, empiezan a surgir las rispideces que exceden lo comercial y escalan a lo político. Y como ha demostrado la historia, eso suele ser la antesala de otros conflictos mucho más profundos.
Habrá quienes esgriman como argumento que países que tienen una política comercial de completa apertura no han dado a sus ciudadanos la calidad de vida que prometen los defensores del libre comercio. Pero quizás deberíamos reflexionar sobre si ¿esto realmente tiene que ver con las políticas económicas o si no están más vinculados con desvíos que introducen a veces los Estados con la administración de la economía?
¿Y la industria nacional?
Cuando hablamos de abrirnos al mundo siempre surge el conflicto sobre cómo se verá afectada la industria nacional. Es real, en Argentina, aún la cancha está inclinada y no a favor de los productores nacionales: la alta carga tributaria, las leyes laborales complejas, la burocracia, la suba de los costos productivos, la ineficiencia a nivel infraestructura, entre otros miles de cosas que podríamos mencionar que ponen en “desventaja” a los productores nacionales. Muchas pueden solucionarse mediante políticas de Estados, otras con la apertura comercial. La protección nos saca de juego, mientras que, por ejemplo, un alivio tributario nos permite no sólo crecer localmente sino quizás proyectarnos. Si con todo en contra, existen empresas argentinas que exportan bienes industriales ¿Qué podríamos hacer sin el yugo del Estado acosándonos?
Muchos creen que para alcanzar la competitividad internacional es necesario que los trabajadores reciban una contraprestación baja, o pierdan derechos laborales, pero este argumento queda fuera de discusión cuando vemos ejemplos donde una industria es altamente competitiva y exporta a países donde los salarios son menores en la misma rama industrial. La eficiencia no va a llegar de la mano de bajos salarios, que traen mano de obra poco calificada y desmotivan.
En nuestro país, entre el 70% y el 80% de lo que se importa corresponde a insumos, materias primas, bienes intermedios y bienes de capital, o sus repuestos. La simplificación y la liberalización permite que se reduzca el costo para ingresar estos productos, lo que se traduce en una mejora en el costo total de la cadena productiva. La apertura comercial no debería ser un problema para la industria nacional. Lo que si es un problema para ésta son las ineficiencias propias de la economía local, la que lo deja expuesto ante la competencia internacional. El intercambio nos mejora, nos lleva a modernizarnos, a tecnificarnos, a crecer. Obviamente que, si esto lo tenemos que hacer parados 10 escalones debajo que el resto del mundo, ahí surgen los problemas. Y es ahí donde debemos trabajar: en que las políticas públicas nos dejen al mismo nivel para poder asumir el desafío y posicionarnos fuertemente.
El salto de fe
Hemos atravesado décadas donde la Argentina ha estado cerrada al mundo y esto genera que tengamos miedo. Claramente, no es un lugar amigable. La competencia es feroz. Pero son las reglas del juego y la realidad es que hace más muchos años que nuestro país no crece de verdad, y los números no mienten. Desde 1971 a 2022 según datos del Banco Mundial Argentina es el país que ha pasado el mayor número de años con un crecimiento negativo del PIB. El PBI per cápita de Argentina ha caído a niveles de hace más de cuatro décadas. Estos números no tienen bandera política, por el contrario, muestran que durante muchos años sin importar quién nos gobernara, la economía ha ido cayendo y el principal dañado ha sido el ciudadano de pie.
La realidad es que si queremos crecer necesitamos ampliar el mercado, no podemos solo con la economía local. Y no vamos a vender sino compramos al mundo. Solo podremos generar riqueza abriéndonos. Negociando más, intercambiando un mayor número de productos y servicios.
Siempre se habla de que Argentina es un país rico, pero los últimos datos de la pobreza según el INDEC muestran que el 52,9% de la población es pobre, y el 18,1% es indigente. Este número es aún mayor en los niños ya que supera el 66%. Si bien para el tercer trimestre de 2024, el Ministerio de Capital Humano proyecta que la pobreza estaría en el orden del 38,9% el valor sigue siendo muy alto para un país que tiene el potencial que tenemos.
A Albert Einstein se le atribuye una famosa frase: “Si siempre hacemos las mismas cosas, los resultados siempre serán los mismos”. Es lo que muchos piensan que sucederá con este proceso de liberación, que se cometerán las mismas equivocaciones del pasado. Quizás deberíamos tener confianza en que hemos aprendido de nuestros errores y estamos listos para superarlos. ¿Y si no es así? Si no es así, levantemos la mano y alertemos, constructivamente, para tratar no de cerrarnos al mundo sino de mejorar las condiciones locales, para que los argentinos podamos ser reconocidos por cómo hacemos las cosas, que sabemos hacerlas muy bien. Empecemos el 2025 pensando en todas las oportunidades que se nos presentan, y cómo podemos hacer para sortear los desafíos que hoy nos limitan.