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Navegando en aguas peligrosas: el riesgo de desregular el practicaje fluvial en Argentina
Por Paola Batista.
La reciente intención del ministro Federico Sturzenegger de desregular la actividad de los prácticos ha encendido alarmas en diversos sectores. En una entrevista reciente, el ministro no solo minimizó el rol de los prácticos, sino que también dejó en evidencia un preocupante desconocimiento sobre la complejidad de la actividad, al afirmar, por ejemplo, que “los barcos no representan un riesgo significativo de contaminación” y que “la navegación en nuestros ríos no requiere mayores precauciones” . Sturzenegger expuso la desinformación -o posible manipulación de información- que lo ha llevado a ningunear de manera tan frontal una tarea clave para la seguridad y la sostenibilidad del transporte marítimo fluvial.
Detrás de esta medida hay varios interesados pujando insistentemente entre los que se destacan aquellos vinculados a grandes empresas exportadoras, sobre todo de granos y algunos agrupados bajo una prestigiosa y centenaria institución; pero las posibles consecuencias para la seguridad, el medio ambiente y la economía nacional deberían llevarnos a reflexionar sobre el rumbo que se pretende tomar.
En primer lugar se debe remarcar que los prácticos no son un lujo ni un capricho; su rol es garantizar que los barcos extranjeros, muchas veces comandados por capitanes con experiencia limitada o nula, en aguas locales, y que apenas hablan inglés, puedan transitar de manera segura por ríos como el Paraná y el Río de la Plata. Estas vías, conocidas por su complejidad y constante cambio, demandan un conocimiento técnico y geográfico que solo un práctico local puede ofrecer.
Incluso países como Estados Unidos e Inglaterra, líderes en innovación marítima, consideran indispensable el trabajo de los prácticos. La única excepción notable es Noruega, con características geográficas y logísticas completamente diferentes.
Desregular no siempre es sinónimo de eficiencia: El argumento central a favor de la desregulación es reducir costos logísticos, pero la experiencia reciente demuestra que esta solución podría ser un espejismo. Durante el gobierno de Mauricio Macri, cuando se presionó a los prácticos para reducir sus tarifas, el impacto en los costos finales del transporte fue nulo. En lugar de beneficiar al comercio o a los consumidores, esa rebaja se tradujo en mayores márgenes de ganancia para los armadores extranjeros. ¿Es necesario que el gobierno arbitre en favor de un privado, tomando partido en una disputa económica entre armadores y prácticos?
La desregulación, entonces, no solo no asegura una reducción de costos, sino que además expone al país a mayores riesgos ambientales y humanos.
Seguridad y medio ambiente en juego: La eliminación de los prácticos podría aumentar exponencialmente el riesgo de accidentes. Un informe de Allianz, una de las aseguradoras más grandes del mundo, señala que la probabilidad de siniestros es considerablemente mayor en aguas sin supervisión de prácticos. Los costos asociados a un accidente -daños ambientales, económicos y sociales- serían incalculables, especialmente en zonas sensibles como el Paraná, donde un derrame de petróleo podría causar un desastre ecológico irreparable. Además, la seguridad no se limita a prevenir contaminación. En un accidente, la responsabilidad recae en los seguros, pero ¿qué ocurre si estos exigen garantías adicionales por la falta de un práctico? Los mayores costos podrían anular todo beneficio y resultar mucho más caros afectando a los usuarios finales o, peor aún, al Estado.
El debate sobre la desregulación no parece ser una cuestión de eficiencia nacional, sino una respuesta a intereses privados específicos. Cabe esperar que el Ministro Sturzenegger no tome decisiones apresuradas, informarse con un lado de la campana puede tener consecuencias irreversibles. El servicio de practicaje ya se encuentra suficientemente desregulado desde los años 90, una intervención frívola, basada en información insuficiente y sesgada, no solo pondría en riesgos a los barcos, una cuestión comercial, sino al país entero, golpeando una arteria vital para nuestra economía.