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“LOS HUMANOS EN LA ACTUALIDAD ESTÁN VOLVIENDO A SUS ORÍGENES NÓMADAS”

A lo largo del tiempo, existen condiciones y elementos que van cambiando. Por ejemplo, la evolución de la sociedad, las configuraciones familiares, la tecnología, las necesidades de la población, el entorno construido, el medio ambiente, entre muchos otros.

Los procesos de cambios desde el punto de vista psicológico, son una evolución natural y necesaria de cada ser humano. La sociedad nunca es estática; la civilización humana tiene una tendencia integral al cambio, generalmente hacia el progreso y las mejoras en la condición de la existencia humana. “En consecuencia, el impacto de esto en el entorno construido es manifiesto: las carreteras se extienden y se redirigen, los servicios se reparan, mejoran y se restablecen; los edificios son demolidos y reconstruidos”[1]

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Hoy más que nunca, la condición de cambio se hace evidente: en el fenómeno de la globalización y en cambios sociales como la movilidad, la rotación en el trabajo, y las nuevas conexiones interculturales.

Una gran cantidad de académicos sostienen que las grandes transformaciones asociadas con la globalización se caracterizan principalmente por el aumento de la movilidad[2]. La movilidad se percibe como un componente clave del mundo de hoy[3]. Las prácticas móviles cotidianas concretas de hoy en día son omnipresentes tanto en las empresas como en las actividades diarias de muchas personas. Un ejemplo de ello son los teléfonos inteligentes y el uso de la red mundial, que permiten el desarrollo de nuevas relaciones sociales, aún a distancia.

Los cambios no están asociados solamente con el desarrollo de nuevas tecnologías de transporte y comunicación, sino que también se perciben en los esfuerzos de reestructuración económica y política como se discute en las teorías de la globalización[4] Las dinámicas laborales han sufrido también una fuerte reestructuración con regímenes más flexibles, en donde los viajes de negocios y el trabajo desde casa son prácticas comunes. Las transformaciones han llevado a un nuevo estado de “aceleración social” con una necesidad apremiante por la flexibilidad y movilidad[5]

El psicólogo Zygmunt Bauman describe este fenómeno como Modernidad Líquida. Este concepto se centra en las transformaciones que afectan la vida humana contemporánea, en donde las condiciones cambiantes reflejan una sociedad que prefiere lo transitorio a lo permanente, lo inmediato sobre el largo plazo.

Bauman entiende el concepto de Modernidad Líquida como la posibilidad de una modernidad que es verdadera y fructífera, y como si ésta “se nos escapara de entre las manos como agua entre los dedos”[6]

Esta teoría parte de lo sucedido al terminar la Segunda Guerra Mundial. Fueron décadas de desarrollo próspero y continuo, en las que el ser humano encontró tierra firme para ser y relacionarse con los demás. Conforme pasaron los años, los avances y el desarrollo que hubo, tanto política, económica y culturalmente, así como la tecnología y el auge de la globalización, llevaron al ser humano a pertenecer a una sociedad que es líquida, que fluye, que es escurridiza y maleable.

Por otro lado, el psicólogo expresa que aún y cuando muchas personas pueden reaccionar de manera favorable a los cambios constantes y reales, hay quienes en realidad sienten miedo a estas circunstancias. “Hoy la mayor preocupación de nuestra vida social e individual es cómo prevenir que las cosas se queden fijas, que sean tan sólidas que no puedan cambiar en el futuro”[7]

La complejidad de la existencia contemporánea se manifiesta en todos los componentes de la vida personal y laboral y se revela en una sociedad en constante cambio que tiene necesidades nuevas y diferentes de forma continua. Se están produciendo cambios importantes en la tecnología, la sociedad y el medio ambiente que conducen a reflexionar sobre el modo de habitar.

1. (Kronenburg, 2007, p.40).

2. (Maurer, 2000 en Söderström, 2012)

3. (Adey 2010 en Lars & Frank, 2016)

4. (Harvey 1989 y Castells 1996 en Lars & Frank, 2016)

5. (Rosa, 2013 en Lars & Frank, 2016)

6. (Hernández, 2015)

7. (Hernández, 2015)

1. (Maak, 2015, p.16)

2. (Sarquis citado en Silberfaden, 2016, p.19)

3. (Kronenburg, 2002, p. 16).

4. (Cribb, 1991, Cambridge University Press)

5. (Kronenburg ,2002, p.7)

6. (Bou, 2016)

4.1.3 El Habitar

4.1.3a Contexto Histórico

A pesar de que cambien los estilos de vida, los rituales sociales, las condiciones económicas, y las necesidades de la sociedad, la arquitectura se mantiene inmóvil y fija [1]. “El problema es que el mundo de los seres vivos cambia permanentemente y la construcción de la edilicia arquitectónica no lo hace”[2]. Aunque la gran mayoría de los edificios en el mundo han sido estáticos en los últimos siglos, ha sido parte de nuestra genealogía ser móviles. En las grandes sequías y glaciaciones del pasado, las circunstancias de la existencia hicieron de la vida móvil una parte necesaria de la continuidad y el desarrollo humano.

La arquitectura efímera fue sin duda la primera forma de construcción del hombre. Desde el periodo paleolítico, la etapa inicial de la llamada Edad de Piedra, la humanidad ha estado en movimiento constante. Los arqueólogos han encontrado suficientes pistas sobre la naturaleza de las primeras construcciones para comprender el papel esencial que desempeñó la vivienda efímera en la supervivencia del hombre como especie [3]

En los inicios, los grupos nómadas utilizaban cuevas y otros refugios naturales, cuando fuera posible, para alojarse y protegerse. Cuando no existía la oportunidad de habitar refugios naturales, comenzaron a surgir las primeras ejemplificaciones de arquitectura nómada, respondiendo a las necesidades de cada ubicación y grupo. Diferentes tipos de nómadas, como los cazadores, los pastores, y los viajeros, empezaron a utilizar materiales locales para construir sus hogares temporales. Estas civilizaciones fabricaron distintos estilos de vivienda efímera que podían ser desmontadas y transportadas mientras se trasladaban a nuevos emplazamientos[4]

Los nómadas expresaban una conciencia sofisticada de las características esenciales del sentido del lugar y la importancia del concepto del hogar. La relación que existía entre los grupos nómadas y el lugar geográfico donde se establecían temporalmente resulta relevante para entender su significado de habitar. Usaban la tierra de manera sensible como recurso, permitiendo que se renovara a sí misma cuando migraban. Las yurtas, los tipis, las chozas fulani; son un claro ejemplo de que el hogar y el sentido del lugar, no necesita estar en un espacio (geográfico) fijo e inmóvil[5]

A medida que el hombre desarrolló el conocimiento para dedicarse a la agricultura y, posteriormente, establecer asentamientos permanentes, la arquitectura efímera se convirtió en el precursor de las estructuras permanentes.

Sin embargo, como menciona Etienne Bou (2016) en su tesis “Contemporary Nomadism”, “en este mundo que está cambiando rápidamente, ya no se puede estar conectado a una ubicación fija. Los humanos en la actualidad están volviendo a sus orígenes nómadas”[6]

La construcción es la forma más significativa en la que los seres humanos manipulan su entorno. A través de la arquitectura, las personas habitan y satisfacen sus necesidades espaciales. El término habitar deriva del latín habitare que significa “ocupar un lugar” o “vivir en el”[1] Es evidente el impacto que el entorno construido tiene sobre el comportamiento y estar del humano, y la vivienda, al ser el lugar más íntimo, constituye la plataforma básica de habitabilidad.

La vivienda es el medio espacial en donde quien habita puede desenvolverse, transformar el espacio como propio y hacerlo muestra de su identidad personal. Es el espacio privado donde el ser humano puede ser uno mismo y construir su propio mundo.

Es importante aclarar que existe una diferencia connotativa entre el concepto de vivienda y hogar. La primera distingue la estructura física (vivienda) de la relación que las personas tienen con esa estructura (hogar). El hogar es donde las personas se asientan psicológica, social, cultural y físicamente[2]

Hay muchas formas de estructurar los diferentes significados del hogar. Després (1991) resume la investigación sobre el “significado del hogar”, y describe las siguientes diez necesidades: el hogar como seguridad y control, como reflejo de las ideas y valores, el hogar como actuación y modificación de la vivienda, el hogar como permanencia y continuidad, el hogar como relaciones con familiares y amigos, el hogar como centro de actividades, el hogar como refugio del mundo exterior, el hogar como indicador del estado personal, el hogar como estructura material y el hogar como un lugar para poseer[3]

Kronenburg (2007) hace énfasis en que “... el acto de hacer un hogar, un lugar para trabajar o relajarse, es algo que hacemos en el camino. Es un acto transitorio y en continuo desarrollo “[4] Lappegard (2009) también reitera que el hogar es un proceso de creación y de comprensión de las formas de habitar y de pertenecer[5] Este proceso es cambiante, y se reconfigura de acuerdo a los distintos patrones de interacción que se relacionan entre el espacio arquitectónico de la vivienda y el hogar, a lo largo del tiempo y el espacio. La vivienda no debe entenderse como una construcción física estática, porque siempre implica una dimensión social y se reestructura conforme los usuarios cambian y se desarrollan.

La vivienda puede entenderse entonces como una construcción social, en un tiempo y lugar determinado; y que depende también de las condiciones sociourbanas en las que se inserta. La vivienda no depende solamente de cada unidad física (tamaño, distribución del espacio interno, forma de utilización del terreno, equipamiento interno, características técnicas, etc.); sino también de las demás unidades físicas y de todo el conjunto de actividades urbanas en su disposición espacial.

Resulta importante entonces la accesibilidad relativa a otras viviendas, a los empleos, a lugares de compra, a los establecimientos en donde se brindan servicios de educación, de salud, recreación, etc., en la que influyen las distancias geográficas y los servicios de transportes. Esta definición vincula indiscutiblemente el concepto de vivienda al de desarrollo urbano y al de ciudad –y las estructuras de oportunidad asociadas a ella en el que se enclava la vivienda, concibiéndola como hábitat[6]

La vivienda, más que un objeto acabado, consistiría en una infraestructura básica conectada a otros espacios y servicios que se transforma a lo largo del tiempo en función de las necesidades y posibilidades económicas de los usuarios. Esto implica que el proceso sea abierto, para así ser la vivienda capaz de satisfacer su función principal: la de proporcionar habitabilidad, siendo flexible y adaptándose a las demandas reales de la sociedad y a sus modos de vida, desde su pluralidad y desde sus necesidades cambiantes. En definitiva, considerar la vivienda como proceso implica entenderla como algo más que un espacio físico, como un acto que se desarrolla en el tiempo y no en un momento determinado, es decir, que entiende el acto de habitar[7]

Desde hace varios siglos, arquitectos como Leon Battista Alberti[8] hablaban ya de que “la arquitectura responde a las necesidades más propias del ser humano” [9] La disciplina arquitectónica tiene como tarea el comprender e interpretar la manera de habitar del usuario para lograr que el espacio se adapte constantemente a los cambios que acompañan el desarrollo humano de quien habita, de la sociedad y de la ciudad.

Sin embargo, hay una gran barrera que frena la manera de pensar en la vivienda: el lenguaje. Existen en el léxico sólo dos palabras de tipologías básicas residenciales -apartamento y casa- y se orientan principalmente a un patrón de personas con un estilo de vida común. Una nueva tipología de vivienda necesita ser desarrollada, partiendo de un análisis del habitar actual; en donde se consideren la enorme variedad de modos de vida de las diferentes agrupaciones de convivencia que hoy en día hacen anticuada la concepción de familia nuclear como componente mayoritario[10]

1. (RAE, 2019)

2. (Lappegard, 2009)

3. (citado en Lappegard, 2009)

4. (Kronenburg, 2017, p.13)

5. (Lappegard, 2009, p.28)

6. (Zapata, 2017, p.326)

7. (Morales Soler citado en Zapata, 2017, p.328)

8. (en su escrito De Re Aedificatoria de 1452)

9. (Navarro, 2018, p.58)

10. (Maak, 2015, p. 14)

1. (Ribera, 2003)

2. (Canales, 2017, pág 25)

3. (Canales, 2017, pág 14)

4. (Pallares, 2010 en Canales, 2017, pág 20)

5.(Canales, 2017, pág 22)

6. (Landa, 2014 en Canales 2017, pág 23)

4.1.4 Vivienda en México comer y almacenar

En México, como en el resto del mundo, ha existido una clara evolución de la tipología de vivienda. En las primeras construcciones de vivienda de la época colonial en México, se disponía la planta en torno a un patio central. En estas ejemplificaciones de casa-habitación, habitaban familias nucleares, conformadas por una gran cantidad de miembros, a lo largo de varias generaciones. Las viviendas eran la base para la vida comunitaria, en donde las funciones domésticas colectivas- preparar la comida, lavar la ropa y celebrar fiestas- se llevaban a cabo de manera cotidiana.

Años después, alrededor de los años 1700, la reestructuración del espacio urbano se comenzó a debatir, pensando en la funcionalidad de la ciudad. A partir de estas ideas, algunas secciones de las construcciones de vivienda empezaron a cambiar de uso de suelo y fueron albergando comercios chicos y talleres en las plantas bajas[1]

Luego, la modernización de la vivienda en el siglo XX, gracias a los avances de la Revolución Industrial, introdujo en ella nuevos servicios y se destinó exclusivamente a ser un espacio doméstico para una familia nuclear. El significado de familia tradicionalcompuesta por una pareja y sus hijos- dejaba fuera de la discusión los diferentes tipos de personas y actividades que solían convivir bajo un mismo techo. Modernizar la vivienda, significó hacerla más eficiente, en donde se destinó un lugar específico para una tarea concreta según las nuevas nociones de funcionalidad.

Si anteriormente una sala servía también de comedor, cocina e incluso dormitorio, de pronto los espacios se prefijaron y aislaron entre sí. Reducir la vivienda a sus piezas específicas “útiles” acabó con la diversidad de usos y de usuarios, y con la relación entre la vivienda y lo público. A medida en que los servicios se hicieron individuales, con la invención de estufas, lavadoras y secadoras, los lugares de encuentro y colectividad se modificaron.

Esta especialización de espacios cambió en México con la Revolución de 1910, época de carestía en la que la versatilidad cobró mayor sentido: cuanto menos espacio y recursos se tenían, más flexibilidad se demandaba. Los problemas económicos y sociales en la época posrevolucionaria provocaron un replanteamiento de la vivienda[2] La exigencia de construir nuevas formas de vida libre e igualitaria coincidió con la búsqueda de estándares mínimos de vida, iniciada en países centroeuropeos tras la Primera Guerra Mundial. Volver a poner en valor la flexibilidad llevó a cuestionar las definiciones de los espacios. Aparecieron de nuevo habitaciones sin una función específica y se crearon salas donde poder dormir y trabajar, y terrazas para

Las transformaciones sociales de las primeras tres décadas del siglo XX, permitieron además que la clase obrera finalmente fuera propietaria de sus casas, y motivó a que por primera vez los arquitectos abordaran la vivienda económica. Dentro de la labor pedagógica del entonces Secretario de Educación Pública, José Vasconcelos, se orientó a la culturización de las masas, reconociendo el vínculo existente entre los índices de analfabetismo (alcanzaba el 80% de la población) y las situaciones precarias de alojamiento[4] No se trataba solo de un problema educativo, arquitectónico o de higiene, sino crear una nueva cultura doméstica; la creación de una sociedad educada debía empezar por la vivienda.

Se empezaron a explorar sistemas de prefabricación para abaratar costos y construir más rápido. En 1932, Carlos Obregón Santacilia organizó el primer concurso de vivienda en el país “La Casa Obrera Mínima”, buscando flexibilidad, eficiencia y economía en la arquitectura doméstica en México. Destacaron propuestas experimentales de recién graduados como O’Gorman, Juan Legarreta, Enrique Yáñez y Raúl Cacho, quienes introdujeron en la vivienda distintas actividades comerciales, de trabajo y cooperación. Transformaron espacios para que tuvieran distintos usos durante día y noche, y emplearon divisiones móviles para acomodar las necesidades de cada usuario. A través de estas propuestas, lo que se logró fue plantear un nuevo modelo de sociedad mediante la redefinición del espacio doméstico.

A la transformación de la cultura del hábitat le siguió un cambio en las leyes para incluir sistemas de pensiones, créditos, renta y financiamiento de vivienda. Mario Pani impulsó una nueva ley que posibilitó la construcción del primer edificio en régimen de condominio en 1956. De esta manera, se empezó a desarrollar una nueva tipología de vivienda: la vivienda colectiva; en donde se planteó la vida privada en estructuras compartidas. El Centro Urbano Presidente Alemán, fue el primer conjunto habitacional de alta densidad en México. Fue un proyecto de vivienda con una escala sin precedentes en el mundo.

La presión por atender el crecimiento demográfico del país llevó a tener que innovar los sistemas constructivos, métodos de fabricación y distribución de materiales, y también la lógica de abastecimiento de agua, alcantarillado, luz y teléfono. Más allá de la escala, las principales innovaciones consistieron en crear distintos tipos de vivienda y nuevas relaciones entre estas y los servicios[5]

En la década de 1950, la población del país creció más que nunca, por lo que se plantearon núcleos urbanos autosuficientes que evitaran saturar los servicios de las ciudades. Se construyó un proyecto piloto en la

Ciudad de México, el Conjunto Urbano Presidente López Mateos de Nonoalco- Tlatelolco, que albergaría a más de 100 mil familias. En este, Pani transformó un proyecto de viviendas en una estrategia de regeneración urbana de gran alcance[6]

La aportación más novedosa del conjunto fue su factibilidad económica. El propósito principal era abaratar las rentas, para lo cual se buscó un sistema de equilibrio entre distintos estratos sociales. La diversificación del tipo de usuario logró vincular las ideas urbanas a la vivienda y reinventar un modelo de ciudad en cada conjunto habitacional[7]

A mediados del siglo XX, la vivienda colectiva era abordada por todos los arquitectos reconocidos (Juan O’Gorman, Luis Barragán, Mario Pani, Hannes Meyer, entre otros). Varios de ellos exploraron la vivienda industrializable, ligada a la racionalidad de cada una de las partes. La modulación de la vivienda, su lógica constructiva, el uso de instalaciones aparentes y de materiales económicos no solo eran cuestiones arquitectónicas, sino que formaban parte de un nuevo modelo de vida liberador[8]

Tras las revueltas de 1968, en particular tras la matanza de Tlatelolco (en el conjunto urbano NonoalcoTlatelolco), el miedo a los espacios de congregación pública llevó a disociar el espacio colectivo de las viviendas. Los conjuntos habitacionales dejaron de entenderse como lugares democráticos y seguros. Considerados lugares peligrosos, se abandonó su integración en el tejido social y urbano, y sus efectos fueron la guetización de la ciudad en urbanizaciones cerradas y la privatización del espacio público[9]

Lo sucedido en Tlatelolco puso de manifiesto la responsabilidad de arquitectos, urbanistas y políticos, que desde entonces se distanciaron cada vez más de la problemática. Al trasladar al sector privado las responsabilidades en materia de vivienda, la condición pública de los proyectos prácticamente ha desaparecido.

De esta manera, lo colectivo ha cedido el paso a lo privado. Después de la década de 1980, la vivienda colectiva pasó de ser la base que conformaba la ciudad moderna a convertirse en una operación mercantil cuantitativa, sin consideraciones urbanas ni sociales. La diversidad social dejó de existir, en favor de modelos de negocio enfocados a clientes tipo[10]

En la década de 1990, tras los terremotos en la Ciudad de México en 1985, resurgió la idea de la casa no como una isla cerrada, sino como un puente que conecta y ayuda a consolidar el tejido urbano. Se empezó a consolidar una tendencia a generar pequeños microcosmos privilegiados, surgiendo de una nueva idea de ciudad, basada en operaciones de “acupuntura urbana” que plantean una recuperación del tejido urbano

a partir de pequeñas intervenciones aisladas[11]

La vida en colectividad ha sido víctima de cambios y percepciones. A principios del siglo XX, la vivienda colectiva fue tema central en el movimiento revolucionario que intentaba mejorar las condiciones de vida; en 1950 se concibió como un programa de regeneración urbana a gran escala y en las últimas décadas se ha convertido en el reflejo de modelos obsoletos y prácticas antidemocráticas. Pasó de representar uno de los pasos más importantes en la democratización de la sociedad a ser una de las tipologías más opresivas y que refleja lo peor de las políticas depredadoras.

Los modos de habitar de la sociedad mexicana se han transformado a través de los años, cambiando a la par y en congruencia con los hechos sociales, políticos, económicos, culturales y demográficos. La población mexicana se está volviendo cada vez más móvil, se han producido cambios y reducciones en las estructuras familiares. La INEGI registró un promedio de 5 ocupantes por vivienda en 1990, y este número ha ido disminuyendo hasta un promedio de 3.7 ocupantes por vivienda en el 2010[12]

Los modelos actuales de vivienda en México se han vuelto obsoletos y no dan respuesta al nuevo modo de habitar de los mexicanos, las configuraciones sociales y necesidades cambiantes. Innovar en el ámbito de vivienda requiere, hoy en día, el replantear costumbres y leyes.

7. (Canales, 2017, pag 24)

8. (Canales, 2017, pág. 44)

9. (Canales, 2017, pág 12).

10. (Canales, 2017, pag 31)

11. (Canales, 2017, pag 36)

12. (INEGI, 2015).

Promedio de 12.7 usuarios por vivienda (1790)

Promedio de 5 usuarios por vivienda (1990)

Promedio de 3.7 usuarios por vivienda (2010)

1. (NOAA, 2018)

2.(Martin, 2018)

3. (Banxico, 2020)

4.1.4a Línea del Tiempo de una Vivienda

Para comprender la evolución que necesita la tipología de vivienda, se analiza el ciclo de vida de una vivienda común, tomando como ejemplo una residencia de 3 recámaras para usuarios de nivel socioeconómico medio. En promedio, se estima que la vida útil de una vivienda ronda entre los 35-50 años. Si a lo largo de este tiempo se realiza el mantenimiento correcto, este rango puede extenderse hasta los 75 años o más.

Para evidenciar los cambios que suceden de manera paralela a la vida de un modelo de vivienda actual, se tomó como referencia ciertos gráficos que muestran las fluctuaciones que ocurren en otras industrias o ámbitos. Se representan las líneas de las fluctuaciones para cada disciplina, tomando un rango de tiempo similar a la vida útil de una vivienda (35-50 años) y utilizando el año 1970 como año de partida.

Cambios ambientales

Fluctuaciones en la tendencia de la temperatura promedio de todo el mundo que explica el calentamiento global desde 1970 a 2016, según National Oceanic and Atmospheric Administration[1]

Cambios tecnológicos

Tendencia en el aumento de la productividad desde 1970 al 2010, incluyendo las innovaciones tecnológicas más importantes, según la publicación Equity Gilt Study de Barclay[2]

Cambios económicos

Evolución de la inflación de precios en México de 1970 a 2016, según el Banco de México [3]

Es evidente de que a lo largo de la vida útil de la vivienda, se producen simultáneamente cambios sociales, tecnológicos, ambientales, económicos, culturales, entre otros. Sin embargo, la arquitectura es de las pocas disciplinas que producen objetos relativamente estáticos y que no se adaptan fácilmente a los procesos dinámicos de la vida.

En la línea del tiempo, puede observarse que el estilo de vida de las personas está impuesto por una forma arquitectónica, en lugar de ser al revés[4] A lo largo de todos los cambios y fluctuaciones, la arquitectura de la vivienda se mantiene casi inalterable, sólida, y no favorece la satisfacción de las necesidades de cada usuario o situación. La fija realidad de las generaciones pasadas, como la vivienda y el trabajo para toda la vida, hoy ha desaparecido.

Las necesidades de vivienda no son estáticas. La configuración de las relaciones interpersonales de quienes habitan en colectividad también sufren cambios continuos: en una familia, los hijos crecen y se independizan; las parejas se unen o se separan. La vivienda debe pensarse como un escenario flexible que pueda adaptarse a diferentes atmósferas o situaciones [5]

4. (Maak, 2015, p.13)

5. (Maak, 2015, p.216)

Cambios en la vivienda actual Residencia de 3 recámaras de nivel socioeconómico medio

Cambios en la vivienda futura

Debido al cambio de planes de la familia, empieza el proceso de venta de la casa

Se diseña y construye una residencia para una familia chica, 2 padres y 2 hijos, de acuerdo a sus necesidades

0 AÑOS

Al padre le dan una oferta de trabajo que decide tomar y la familia se va de la ciudad

Una familia con 3 hijos decide comprarla, ya que se encuentra cerca del negocio, escuela y otros lugares recurrentes

Es necesario hacer una remodelación, aunque es costosa, para que se adapte a las necesiades de la familia

En su edad adulta, se vuelve cansado y costoso mantenerla, además de que se vuelve un espacio muy grande para los usuarios

Los hijos crecen en la casa, se casan, y después de varios años, se van de la casa

La pareja decide buscar un nuevo espacio en donde vivir y la casa se pone en renta

Vive el matrimonio solo y los cuartos que antes eran de los hijos se utilizan solo para visitas

Cambios sociales

La casa es rentada por estudiantes extranjeros. A los pocos años terminan sus estudios, se independizan y se van de la ciudad

Además de que la casa se queda deshabitada y se ha vuelto vieja, aumenta la plusvalía de la zona

Después de un tiempo, la casa se derrumba para construir nuevos desarrollos

35-50 AÑOS

Cambios

Ambientales

Promedio temperatura global 1970-2016

(Armada, 2012)

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