Sugerencias para el estudio y actuación desde los museos locales sobre la despoblación y los despoblados Josefina Roma i Riu ■ Doctora en Antropología
Los Museos locales están incardinados en el territorio y son su voz y representación, aunque a veces se les considera casi como un almacén nostálgico de recuerdos clónicos a los que, en un momento de debilidad, las instituciones dejaron que se crearan. Más tarde, la falta de recursos, de mantenimiento, el ahogo económico y, sobre todo, la falta de respaldo institucional y de apoyo técnico, ha impedido convertir el entusiasmo local inicial en la organización tecnológica que les permitiera avanzar más allá del heroísmo de sus conservadores. No les ha proporcionado un sistema de becarios, cursillos y asistencia, que recorriera sus instalaciones y organización, y las hiciera homologables con toda la red museística de Aragón, y por tanto no ha abierto ante ellos unas posibilidades de actuación, de conocimiento y colaboración, tanto a nivel de Aragón como en círculos más amplios, en toda Europa. Y sin embargo, los museos locales interpretan la sociedad a la que representan y sirven, y en muchos casos, como en los ecomuseos, son el centro de su dinamización y en estos momentos, en que la sensibilidad general para con los pueblos abandonados ha aflorado por todas partes, los museos locales tienen mucho que decir y sobretodo, mucho que hacer en su territorio. Existen proyectos muy universalizantes, como el de Transpirineos, en que se quiere mapificar los despoblados y sus diferentes causas y efectos, pero estos son proyectos muy ambiciosos y a largo plazo, que no inciden de momento en la problemática social que supone el despoblamiento. Sin embargo, estamos en contacto con ellos para colaborar y beneficiarnos mutuamente de nuestros avances y contactos, así como de los resultados. La realidad social es la misma, por esto es necesaria la colaboración. En Aragón, este problema ha atraído los esfuerzos, desde hace años, de muchos investigadores, que han comenzado ya este trabajo de inventario. Nos referimos a investigaciones históricas, demográficas, de subcomarcas o generales. Ya desde los años 80 empiezan a abundar, como el de Antonio Ubieto Arteta: Los pueblos y los despoblados (1981); Gaspar Mairal: Perder el pueblo (1993); Faustino Calderón: Los pueblos deshabitados; Arturo González Rodríguez: La montaña olvidada; Luís Acín Fanlo: Paisajes con memoria (1997); José Maria Satué: Sobrepuerto, naturaleza en silencio (1999); M. Isabel Ayuda Bosque: El problema de la despoblación en Aragón (2000). Otros trabajos son monografías de pueblos sumergidos por la construcción de embalses: José Ramón Marcuello: Fayón, la historia sumergida (2005); Mari Sancho Menjón: Jánovas, víctimas de un pantano de papel, 2006; Alberto Sabio Alcutén: Mediano, el ojo del pasado, 2011; Pero es con Cristian Laglera, siguiendo el ejemplo de José Mª Gavín, que se sistematiza el inventario de despoblados por comarcas, (Ribagorza-Litera; 2015- Sobrarbe y Somontano; Jacetania-Alto Gállego-Hoya de Huesca ) y a los que hemos de añadir los inventario de ermitas, únicos cerros testigos, además de los arqueológicos, de los que nos podemos servir. Tenemos el trabajo de Roberto Serrano: Ermitas de Sobrarbe, (1997); Enrique Satué Oliván: Religiosidad Popular y romerías en el Pirineo (1991); Paco Martí: Ermitas de Ribagorza; y el inventario de ermitas del extraordinario Cristian Laglera, de Jacetania, Alto Gállego y Hoya de Huesca (2017); de Ribagorza (2019), Sobrarbe, actualmente a punto de publicarse. Destaca por su significado que nos concierne directamente, el trabajo de Sixto Marín, de 2018, Pueblos Recuperados en el Alto Aragón. Últimamente hay que añadir