6 minute read
Un reencuentro con las culturas del norte de México
abriendo
LIBROS
Un reencuentro CONLAS CULTURAS DEL norte deMéxico
Ana Y. Martínez Villalba
Foto: Archivo.
Rarámuri ataviado con su indumentaria tradicional.
La cultura rarámuri tiene como fundamento
un gran respeto por la vida, tanto la de los humanos como la del entorno en el que éstos viven. Para los rarámuri son muy importantes la libertadindividual, la tolerancia hacia quienes son diferentes y el disfrute de la intimidad. ’’
sabemos que Hernán Cortés conquistó México-Tenochtitlán en 1521, hecho que significó la derrota de uno de los más Ortiz (Correo del Maestro/La Vasija, 2007), proporciona una valiosa oportunidad de echar un vistazo a tres importantes grupos indígenas del grandes imperios de la América prehispánica: el mexica. Pero, ¿quiénes habitaban entonces las sierras y los desiertos del norte? ¿Llegaron exploradores españoles a aquellas tierras inhóspitas? ¿Eran esos pueblos tan prósperos y numerosos como los del centro o sur del país? ¿Su gente y su cultura se conservan hasta hoy?
Exceptuando a Toro Sentado, el famoso jefe sioux que tanto muestran en las películas estadounidenses, poco conocemos acerca de los pueblos indígenas que todavía hoy habitan el norte de México y sur de Estados Unidos. Ante ese panorama, la colección Culturas de México, de Andrés noroeste mexicano: los pueblos tarahumara, seri y yaqui. Todos ellos (en especial los dos primeros) son grupos más pequeños en habitantes que los del centro de México, ubicados en paisajes aparentemente más hostiles, con costumbres nómadas y con grandes cualidades de fortaleza y valentía. Cabe mencionar que los tres tomos de la colección, Yo’eme, los que hablan fuerte; Konkáak, los del mar y la arena, y Rarámuri, los de pies ligeros, presentan la realidad y las costumbres actuales de estos tres grupos indígenas. Resaltantambién su amena narrativa y la rica visión antropológica del autor. Pero, como de la lectura nace el amor,
Foto: Archivo.
Zonas geográficas de la República Mexicana donde se ubican las culturas konkáak, yo’eme y rarámuri.
demos una probadita de lo que podemos encontrar en esta obra.
Tres pedacitos de mundo
Cada vez que abrimos uno de los libros de esta colección, encontramos mapas que señalan la ubicación de los principales asentamientos de cada uno de estos grupos indígenas, así como la localización de unos respecto a los otros. También podemos observar las caraterísticas geográficas de dichos asentamientos: montañas, barrancas, costas, ríos, etc., paisajes que, página a página, van cobrando mayor sentido.
Ya ubicados en el espacio, mediante el lenguaje gráfico de los mapas, el autor nos lleva de la mano en la lectura reflexionando acerca de los nombres de cada uno de los grupos indígenas. Con gran respeto por las tradiciones, se utiliza como denominación principal de los pueblos no aquel con el que fueron bautizados por los conquistadores o por otros grupos ajenos a su cultura, sino con el que se reconocen a sí mismos. Por ello, a quienes hemos acostumbrado llamar tarahumaras, encuentran en esta colección la oportunidad de mostrarse como rarámuris, “los de los pies ligeros”. Los seris son abordados desde su identidad konkáak, es decir, como “los hombres del mar y la arena”. Finalmente, los indios yaqui se designan aquí como el pueblo yo’eme, “los que hablan fuerte”.
El paisaje, decíamos, tiene una importancia especial en esta colección. Con fotografías y una descripción cuidadosa de los hábitats, el autor comparte un trozo del mundo indígena. Y no sólo hablamos del mundo físico y de las actividades económicas que de éste se derivan, sino también del mundo místico de estos pueblos. En los tres casos, observamos cómo los grupos indígenas suelen poseer una percepción integral del espacio, esto es, en la que la esfera religiosa, la de la vida cotidiana y la del mundo del trabajo están relacionadas entre sí y, sobre todo, con los recursos que les ofrece la naturaleza. Lo anterior da cuenta de grupos humanos íntimamente
ligados a su medio natural y sobre el cual tienen un amplio conocimiento y profundo respeto.
Uno de los viajes que el autor describe es un recorrido por la majestuosa Sierra Tarahumara (Chihuahua), donde las montañas alcanzan los 3000 metros sobre el nivel del mar, y cuyos picos y barrancas son los principales caminos que recorren los ligeros pies rarámuri. Este grupo habita alternadamente la parte alta y baja de la Sierra, disfrutando de la contrastante riqueza natural del lugar, pues, mientras la primera les ofrece un clima fresco durante el caluroso verano de la baja Tarahumara, esta última los resguarda del gélido invierno de los bosques de la parte alta. Este escarpado paisaje, dicen los rarámuri, es obra de un cuervo que, a petición del dios Onorúrame, cavó barrancas y valles en una tierra otrora plana.
También al norte de nuestro país, pero esta vez hacia la costa central del estado de Sonora, se asientan “los hombres del mar y la arena”. Moradores de la costa y el desierto, los konkáak son expertos pescadores y reconocen más de 400 tipos de plantas desérticas. Según este grupo indígena, al principio de los tiempos sólo existía el mar, y los animales que lo habitaban intentaron traer del fondo un poco de tierra. Después de transcurrida una luna, fue la caguama quien logró la hazaña. Sólo desde entonces existe tierra firme sobre nuestro planeta.
En un paisaje más amigable que la sierra o el desierto, en la fértil ribera de la cuenca baja del río Yaqui (sur del estado de Sonora), se localiza el pueblo yo’eme. La presencia abundante de agua dulce y suelos ricos en nutrientes hace de este pueblo, a diferencia de los rarámuri o los konkaák, un grupo agricultor, actividad que les ha permitido constituirse en asentamientos densamente poblados y con cierta prosperidad económica. Cuenta el mito que este pueblo desciende de los surem, una raza de talla pequeña que vivía en armonía con la naturaleza y que antecedió a los humanos. Cuando estos últimos comenzaron a habitar la Tierra, algunos de los surem huyeron y se internaron en el bosque, mientras que otros esperaron a los extraños. Para enfrentarlos, aumentaron de tamaño y se convirtieron en fuertes guerreros, desde entonces tomaron el nombre de yo’eme.
Fotos:Archivo.
Esta colección de libros nos muestra la vida cotidiana, costumbres y desarrollo de las culturas konkáak, yo’eme y rarámuri.
Foto: Archivo.
Danzantes yo’eme ejecutando la “danza de los coyotes”.
Para reflexionar
Como se observa, Culturas de México nos hace transitar de paisajes maravillosos a mundos mitológicos, para después devolvernos a la realidad del trabajo, la vida comunitaria, los juegos, las danzas y las fiestas rarámuri, konkáak y yo’eme. La información que brinda permite hacer ejercicios comparativos sobre los paisajes, la cosmogonía y las costumbres que caracterizan a cada uno de los grupos indígenas. Asimismo, los textos invitan a reflexionar acerca de múltiples cuestiones: ¿cuál es la relación hombre-naturaleza de estos grupos indígenas? ¿Pueden enseñarnos algo acerca del cuidado de nuestro entorno? ¿Cómo se relacionan hombres y mujeres? ¿Han logrado mayor equidad de género que nosotros? ¿Ejercen y conciben el poder igual que lo hace la cultura occidental? En fin, las preguntas pueden tornarse en una lista infinita; lo que es cierto es que perderemos mucho si dejamos de acercarnos a la profunda y ancestral sabiduría del mundo indígena mexicano.
Reseña de la colección Culturas de México, de Andrés Ortiz, Correo del Maestro/ La Vasija, México, 2007. Incluye los títulos: Yo’eme, los que hablan fuerte; Konkáak, los del mary la arena, y Rarámuri, los de pies ligeros.
Informes: Lada sin costo 01 800 713 4663 www.clublectores.com