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De avante, alerta, alcabalas

Y SIGNIFICADOS

De avante, alerta,

ALCABALAS…

Arrigo Coen Anitúa (†)

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Es frecuente el abuso de la palabra avante. Y no

porque sea empleada muy a menudo, pues, al contrario, no es voz que se oiga o se lea por dondequiera, sino porque, siendo adverbio, se aplica como adjetivo. Andan por ahí algunas oraciones tan mal trazadas como ésta: “…los niños podrán salir avantes en sus estudios…” Quien así se expresa, de fi jo cree que avantes es adjetivo que califi ca a niños, y por eso busca la concordancia. Pero no: avante, como queda dicho, es adverbio; en el ejemplo anterior, modifi ca a salir. Equivale a adelante y, etimológicamente, eso signifi ca, pues deriva del latín ab, ‘de’, y ante, ‘delante’. Como adverbio que es, no admite variaciones y, por consiguiente, no tiene géneLa voz alerta la usaban los centinelas para La voz alerta la usaban los centinelas para ro ni número, ni por qué concordar con otra parte de poner a sus tropas sobre aviso. la oración. Hay otro adverbio con el que se comete el mismo error de confundirlo con un adjetivo: se trata de la voz alerta, que signifi ca ‘atentamente’, ‘con vigilancia’. En su origen fue una interjección usada por los centinelas para advertir a la tropa de que debía estar sobre aviso. Erta, en italiano, quiere decir ‘atalaya’, ‘lugar prominente’, ‘elevado’; la voz all’erta! vale, pues, ‘¡a la cumbre!’ El uso –no siempre buen consejero– ha derivado de la interjección original los adverbios alerta y alertamente, feo este último, no menos que el verbo alertar, y el antipaticísimo adjetivo alerto, el uso de cuyas variantes, así como el de las diferentes infl exiones del verbo alertar y el del inútil adverbio alertamente, es por ahora legítimo, pese al buen gusto, porque está aceptado por las “autoridades” de la lengua.

Ahora bien, como se ha expuesto, se suele confundir el adverbio con el adjetivo, y no falta quien escriba: “Los mexicanos debemos estar alertas…” ¡Vaya consecuencia!, debió haber puesto alertos, que es el masculino plural del adjetivo y concuerda con mexicanos; pero cuánto mejor habría sido: ‘…debemos estar alerta…’, esto es, a la expectativa, sobre aviso.

Compárese el origen de la interjección ¡alerta!, con el del sustantivo alarma, de al y arma, como quien dice: “¡A las armas!”

La acción de cerner o cernir, que en ambas formas es propio, es el cierne. Cerner –derivado del latín cernere, ‘separar’– es “pasar por el cedazo materia reducida a polvo, para separar lo más menudo de lo más grueso”; también signifi ca “fecundarse la fl or de algunas plantas, al desprenderse el polen de la cierna o antera, y caer sobre el estigma”.

De ahí el modo adverbial en cierne, para denotar que las plantas están en fl or y prometen fruto, y traslaticiamente, que una cosa está en sus principios. Para signifi car que Fulano estudia derecho y hay esperanzas de que termine felizmente sus estudios, se dice: “Fulano es un abogado en ciernes”. ¡Gazapatón! Cierne no tiene de dónde tomar la s en la expresión adverbial; se debe, pues, decir en cierne, como se dice estar “en fl or”, o estar “en fruto”, de un cerezo, por ejemplo. Traídas y llevadas han estado las alcabalas, esos impuestos que los gobiernos locales exigen sobre el tránsito de ciertos artículos. A www.wikipedia.org propósito de ellas, dice don Sebastián de Covarrubias y Orozco, en su Tesoro de la Lengua Castellana: “El vulgo cuenta una patraña: que el rey Don Alfonso el Sabio, teniendo Cortes en Burgos, dijo a los Procuradores: Dadme gente o ál ca vala; y de allí se llamó alcavala el socorro de dinero que le dieron”. Aunque esta etimología –ál ca vala, ‘otra cosa que valga’ se ajusta a la antigua ortografía de alcabala, con v, el verdadero origen es árabe (de qabala, ‘tributo’, ‘pago por la adjudicación de un bien’) y la palabra se halla repetidas veces en escritos en esa lengua, anteriores a la época del rey Alfonso X –hacia la mitad del siglo XIII. Con todo, no deja de ser ingenioso lo que cuenta Covarrubias, y cabe comentar: Non e vero, ma e ben trovato.

Hay palabras en español que tienen tres Primera página del Primera página del Tesoro de la Lengua Castellana Tesoro de la Lengua Castellana, de , de formas de plural. Una de éstas es maravedí, Sebastián de Covarrubias.

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Anverso de moneda de 16 maravedís de Felipe IV, de 1662.

Anverso de moneda de 8 maravedís de Felipe III de 1607. Reverso de moneda de 16 maravedís de Felipe IV, de 1662.

Reverso de moneda de 8 maravedís de Felipe III de 1607.

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nombre de una antigua moneda que tuvo diversos valores y que se acuñó de plata, de oro y de vellón –liga de plata y cobre o cobre solo–, desde los tiempos de Fernando IV, hasta mediados del siglo XVIII.

En efecto, maravedí tiene tres plurales, a saber: maravedís, maravedíes y maravedises. Aunque los tres son usados, el segundo es el menos frecuente, aunque vendría a ser el más regular.

Maravedí deriva del adjetivo árabe morabiti, relativo o perteneciente a los almorávides, miembros de una tribu del norte de África, que llegó a dominar la España árabe hasta mediados del siglo XII.

Menéndez Pidal, en La España del Cid (XI, 1), dice: “…se llamaron almorávides (almorametin), porque estaban ligados con voto especial para hacer la guerra santa en la rábida (‘rábita’ o castillo fronterizo’) que el faquí había fundado…”

“Morabito –explica Corominas– ‘especie de anacoreta musulmán’, del árabe murabit ‘ermitaño’, participio activo de rabat, ‘dedicarse con celo’. Igual origen tiene el nombre de los almorávides. El mismo nombre dan los moros a una especie de cigüeña, ave sagrada para ellos, y con este nombre ha pasado igualmente al francés, de donde el castellano marabú.”

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