![](https://assets.isu.pub/document-structure/210409224708-e77e4a3380392390fe42d6ef05d4cfdf/v1/9bc060ec7410f7b7951c75ad3d016648.jpg?width=720&quality=85%2C50)
8 minute read
El acompañante
Y SIGNIFICADOS
www.fotosimagenes.org
Vicente Leñero.
Cecilia Pérez Grovas*
La figura que da título a este escrito está estrechamente ligada con
otra que conocemos bien: la del maestro. A través de su experiencia en la creación literaria, la autora evoca los sentidos y significados inherentes a las relaciones entre el acompañante-maestro y el creador-alumno, diciéndonos que, en definitiva, lo mejor que puede hacer el “verdadero maestro” es acompañar al alumno en la ardua tarea que le permitirá a este último descubrir lo que quiere aprender, hacer y decir. Las reflexiones sobre este proceso de acompañamiento sirven también como un homenaje de la autora a su acompañante, Vicente Leñero, al cumplir este artista de las letras mexicanas sus 80 años de edad.
enseñar a crear es una tarea imposible. En el terreno de la escritura, cuento, novela y teatro, así como en el terreno de la cinematografía y específicamente del guión cinematográfico géneros que abarca el taller del escritor al que aquí aludo es una tarea impracticable.
Muchas preguntas pueden surgir alrededor del tema: ¿qué es crear?, ¿para qué dedicarse a dicha actividad?, ¿por qué resulta para algunos una actividad anhelada?, ¿por qué no se puede enseñar a crear?
El tema es apasionante porque el ser humano está interesado todo el tiempo en encontrar nuevos caminos. No importa el ámbito en el que se desarrolle ni la edad, la realidad tal como se presenta resulta limitante. Sobre todo porque en la cabeza de cada quien hay millones de alternativas para todo. El hombre se empeña por hacer su vida, entre otras cosas, accesible, comprensible, vivible y quizá por ello todo el tiempo surgen modos de ver, modos de vivir, modos de soñar, tantos como seres humanos.
Cristopher Domínguez, en una entrevista titulada “La humildad es el agradable misterio de la literatura”, hace un recorrido a través de la vida creativa del creador, quien encontró en la escritura una forma de ser, pero también Vicente Leñero, a quien me refiero particularmente en este escrito, ha acompañado a varias generaciones de creadores en la lucha cotidiana por expresar su propia búsqueda. Lo ha hecho con la humildad que la creación demanda para hacer surgir en cada uno de ellos su original y única verdad. Y sí, Vicente Leñero no se considera un maestro, aunque sin duda lo es, pero sobre todo en el terreno de la creación ha sido
* Profesora de Teoría dramática del guión en el Centro de capacitación Cinematográfica.
un acompañante más que eficiente. Un acompañante amoroso, sabio, humilde y respetuoso. Todos los que hemos tenido la fortuna de conocerlo, a la vez que hemos sido beneficiarios de su método (sin duda lo hay aunque es tan terso que parece no existir), lo vivimos pues lo practicamos de una u otra manera en nuestra cotidiana manera de trabajar.
Pero, ¿qué ha enseñado a lo largo de su vida este completo escritor en los varios talleres que ha presidido, si es imposible enseñar a crear historias? Ha enseñado con su ejemplo de escritor a valorar la palabra y con su acompañamiento, el valor de la enseñanza asumida como es, en su caso, y como me gusta nombrarla, como un particular acompañamiento. Y ahora describo por qué lo nombro como tal.
Lo más que un verdadero maestro puede hacer con la necesidad de crear de sus alumnos es quizás acompañarlos en el ardua tarea de descubrir qué es lo que éstos quieren decir, y cómo habrán de decidir hacerlo.
El primer paso es escribir. Lo que permanece en la cabeza y no se expresa, en este caso por escrito, no existe. Después leer en voz alta, es quizá este momento el que permite establecer el distanciamiento necesario para que el creador descubra por primera vez su texto fuera de sí mismo. Ahí el autor se da cuenta de lo que ha escrito y puede entonces corregirlo. Acto seguido escuchar de los otros el impacto que la historia produce, si la historia se entiende, si conmueve por lo menos. La herramienta dramática proviene del propio texto y es ahí cuando se hace evidente.
Si hubiera de buscar las cualidades que el acompañante de un creador inexperto debiera tener, diría gracias a mi experiencia con Leñero y sin temor a equivocarme: lo más importante es que el acompañante se aproxime a su acompañado como un ser sin prejuicios, dispuesto a respetar la dirección del escoltado o bien la indefinición con la que éste inicia su búsqueda. Lo importante es alentar esa decisión. Difícil mantener la distancia que el acompañado necesita, aún si éste estuviera perdido a los ojos de muchos. A veces, con la experiencia de la vida y de los años, el acompañante desea allanar el camino imprescindible que debe recorrer el creador: puede entonces describir sus propias experiencias, pero con ellas no podrá más que alentar a su acompañado para afrontar las suyas propias. El acompañante bien sabe que nada podrá eximir al otro del dolor que las propias vivencias le proporcionarán, a sabiendas de que son exactamente esas las que le darán el material preciado. Aunque hacerlo muchas veces humaniza una actividad que suele idealizarse, nunca evade el duro, a la vez que maravilloso trayecto.
Riesgosa actividad la del que acompaña porque si el acompañado es un ser prometedor, se corre el riesgo de querer montarse sobre su creatividad para conseguir el imaginado y soñado triunfo que ambos visualizan anhelantes o no. Como si al volverse uno con el acompañado, el acompañante pudiera triunfar, o peor, triunfara por primera vez gracias a la búsqueda y las certezas del otro y realizara así su propio sueño o en caso de verlo fracasar pudiera con ello vengarse de manera secreta de su propia decepción. Leñero jamás medra con los éxitos o fracasos de sus talleristas y siempre apoya los caminos para coronarlos.
El acompañante debiera mantener prudente distancia para nombrar con cautela y, sobre todo, ciñéndose a la técnica –de la dramaturgia o dramática, géneros, teoría literaria, cinematográfica, etcétera–, ciertos aspectos inherentes al tema o a la forma de su particular expresión. Expresión que surge solamente del texto del creador. Por eso mostrar los universos posibles
al creador es un gran reto. El acompañante se aproxima a las historias, invenciones de sus acompañados dispuesto a encontrar la herramienta de sus textos, los otros elementos intangibles a primera vista y relegados de la mirada aún del creador en cierne, con el objetivo de hacer emerger al terreno de lo consciente el universo que el inconsciente atesora y ofrece sólo cuando quiere a fuerza de citarlo y entonces sí ordenarlo con horas de escritura, paciencia, perseverancia, honestidad, humildad y minucioso trabajo, quizá este es el trabajo más arduo del acompañante.
Creador y acompañante son seres que no debieran pretender catequizar o pontificar con sus obras. Pero al tiempo, gracias a la labor de su acompañante, el creador puede reconocer en su escritura un trabajo en el que expresa sus vivencias, invenciones, deseos o sueños. El acompañante pone la suficiente distancia para hallar el punto de vista que rige la escritura del creador; así, por ejemplo, los escritos o películas que alcanzan reconocimiento pueden ofrecer el particular punto de vista elegido por él, compartirlo y despertar a su vez la reflexión, nunca para imponer o dar una lapidaria solución o ejemplo del tema escrito. Es cierto, la mercadotecnia que nos rodea pretende muchas veces reducir las experiencias para poder así manipularlas; más de una vez en el ámbito de la televisión, el cine o aún la literatura se escucha cómo productores o editores dicen saberlo todo acerca de sus espectadores y tratan de suministrar –vía el escritor y de regreso– a sus expectativas, una y otra vez, aquello que éstos no desean, pero se les asesta en dosis desproporcionadas y aberrantes, sin darse cuenta de que la singularidad de cada ser humano ofrece originalidad y derroteros mucho más interesantes y variados. Por ello, el acompañante finalmente debe restringir su participación para silencioso, destacar presto aquellos momentos únicos, pequeños diamantes que el creador puede pulir y despertar con ellos la también autónoma reflexión de cada uno de sus lectores o espectadores.
El acompañante observa la obra del creador para descubrir en ella la verdad oculta, personal y original, el instrumento mágico que da cuerpo a la obra y la hace irrepetible y trascendente. Aunque las obras del creador alcanzarán diferentes niveles de expresión y comprensión en cada uno de sus lectores y espectadores, el creador que cuenta, durante las diferentes etapas de su búsqueda, con un acompañante como Vicente Leñero tiene la fortuna de adquirir la herramienta para detectar y fomentar en otros esa reflexión generosa y honesta.
El acompañante es un ser incondicional que posee la determinación para ayudar a su acompañado a encontrar su verdad por medio de un aprendizaje personal y compartido, en el que la presencia del acompañante desaparecerá en la medida que la del creador florezca. En este caso el acompañante puntilloso y humilde estará habilitado para no ejercer autoridad alguna, pero sí para establecer la confianza necesaria al fomento de la autoestima y la sabiduría de que reescribir siempre da frutos y de que la palabra y la estructura que da cuerpo a ésta deben ser trabajadas al máximo.
Al acompañarnos, Vicente Leñero nos ha enseñado que esta actividad tiene la fortuna de posibilitar el viaje por caminos transitados por otros para encontrar en ellos siempre nuevos derroteros, nuevas explicaciones, nuevas ideas y así fortalecer la voluntad de iniciar el viaje del creador tantas veces como sea necesario.
En la literatura, crear es una actividad solitaria, única, irrepetible. Por ello, acompañar es un compromiso importante en el que la única ganancia, la retribución inmediata, es la dicha de ver al creador naciente disfrutar al reconocer en su obra lo más íntimo de su ser.