3 minute read

Carolina

Me enteré que estaba embarazada un 26 de diciembre, unos veinte días después de la ruptura amorosa con quien había conocido en unas vacaciones meses atrás, el famoso amor de verano que esperamos dure toda la vida y apenas alcanza unos dos meses como máximo.

Hoy, la distancia con el progenitor no sólo es física. Sus constantes ninguneos, amenazas y la actitud expresa de no responsabilizarse de un embarazo no deseado, indicaron desde un principio que iba a transitar el embarazo y la crianza sin él. Mi decisión fue continuar con el embarazo, manteniéndome lo más entera posible e imaginando que asomaban tiempos difíciles.

Advertisement

Las buenas noticias que llegaban implicaban aún más complicaciones organizacionales: ¡¡SORPRESA!!! SON MELLIZOS. Al contario de los típicos comentarios que surgían sobre lo difícil que iba a ser, sobre cómo iba a organizarme sola con dos bebés, cómo iba a mantenerlos, cómo estaba anímicamente, entre otras preocupaciones normales y entendibles de quienes me acompañaban, mi sensación fue siempre de tranquilidad y sabiendo que iba a acomodarme.

A esto, se sumó un embarazo de alto riesgo por tener una enfermedad crónica que podía no sólo adelantar el parto, sino traer complicaciones; ya que al ser múltiple, siempre surgen temas extras a tener en cuenta. Con ese pronóstico, un reposo absoluto, internaciones de urgencia, con los excesivos controles médicos, con las personas opinando, con

las responsabilidades laborales que tampoco podía descuidar, logramos (siempre hablo en plural porque nunca estuve sola, sino que tuve y tengo una tribu de adultos que siempre me acompañaron) llegar a la semana 34: momento en que mi obstetra decide hacer una cesárea de urgencia.

Los mellizos nacieron con bajo peso y estuvieron más de un mes en neonatología, sólo quien vivió eso puede entender el miedo paralizante de estar ahí parada, al lado de dos incubadoras con tus bebés llenos de cables, agujas y aparatos y vos ahí, sin entender nada, pero confiando en los médicos y, sobre todo, en la fortaleza de los bebés que sin dudas es sobrenatural. Hasta que llega el día que dan el alta.

Ese mes en neo fue de los más difícil que me pasó y después de haberlo superado me siento invencible.

Cuando salimos de ahí, comenzó la etapa que había organizado durante los siete meses de embarazo: estar sola en casa con los dos mellizos y no perder mi salud psíquica en el intento. Pensé hasta en el último detalle y todo sirvió. La primera semana, amigas y familiares se quedaron a dormir para ayudarme. Pasados esos días, los dolores de la cesárea me permitían quedarme sola, y así lo hice.

No voy a decir que fue fácil porque es mentira, fue muy duro, el cansancio me vencía, la excesiva responsabilidad de dos bebés también asustaba, el miedo a que les pase algo. Como ya mencioné, nunca estuve sola, simplemente no estaba presente el progenitor, ausencia que abrió puertas para que todo un grupo enorme de personas ocupen roles y lugares en la crianza de mis pequeños.

El sostén anímico que tuve fue fundamental, nunca me permitieron caer y viví mi embarazo feliz y rodeada de amor. Mi obstetra me decía: “Con tu cuadro clínico, cómo siga este embarazo va a depender de que vos estés tranquila”. Buscar la tranquilidad, con el panorama que se me presentaba parecía imposible, pero no: viví un embarazo no tradicional,

por decirlo de alguna manera, donde tenía que convencer a la ecografista que deje entrar a seis o siete personas, porque en la sala de espera toda mi gente estaba deseosa de ser la privilegiada de ver a los mellis en la eco, tener mi casa inundada de personas ayudando, haciendo mate o una mamadera, cambiando un pañal, acunando a alguno, masajeando la panza del otro por los cólicos, tomando la fiebre, limpiando, haciendo mandados, cocinando: entre algunas de las tantas cosas que hay que hacer en un hogar. Viví muy feliz esa etapa y hoy vivo con plenitud la maternidad, haciendo malabares para criar dos mellizos. Hace tiempo que no tengo mamá ni papá y luego de tanta pérdida, la llegada de mis hijos fue un regalo del cielo.

La fiera femenina del amor todo lo puede, no tengo dudas que seremos nosotras, nuestras hijas y la crianza de nuestros hijos fundada en el respeto y amor hacia las mujeres lo que cambiará el mundo.

This article is from: