Mamá Loba
Carolina
Me enteré que estaba embarazada un 26 de diciembre, unos veinte días después de la ruptura amorosa con quien había conocido en unas vacaciones meses atrás, el famoso amor de verano que esperamos dure toda la vida y apenas alcanza unos dos meses como máximo. Hoy, la distancia con el progenitor no sólo es física. Sus constantes ninguneos, amenazas y la actitud expresa de no responsabilizarse de un embarazo no deseado, indicaron desde un principio que iba a transitar el embarazo y la crianza sin él. Mi decisión fue continuar con el embarazo, manteniéndome lo más entera posible e imaginando que asomaban tiempos difíciles. Las buenas noticias que llegaban implicaban aún más complicaciones organizacionales: ¡¡SORPRESA!!! SON MELLIZOS. Al contario de los típicos comentarios que surgían sobre lo difícil que iba a ser, sobre cómo iba a organizarme sola con dos bebés, cómo iba a mantenerlos, cómo estaba anímicamente, entre otras preocupaciones normales y entendibles de quienes me acompañaban, mi sensación fue siempre de tranquilidad y sabiendo que iba a acomodarme. A esto, se sumó un embarazo de alto riesgo por tener una enfermedad crónica que podía no sólo adelantar el parto, sino traer complicaciones; ya que al ser múltiple, siempre surgen temas extras a tener en cuenta. Con ese pronóstico, un reposo absoluto, internaciones de urgencia, con los excesivos controles médicos, con las personas opinando, con 25